Cuarta parte
I
—¡Qué sorpresa que estés aquí!
—Quiero que me responda dos preguntas —dije serio —. ¿Gabriel ya se fue?
—Sí —respondió como si no le importara.
Se fue, sin despedirse, sin nada más que dejándome el último recuerdo de sus besos y sus caricias.
—Y —lo pensé bien —, ¿puedo confesarme?
Camilo San Román sonrió de oreja a oreja, sabía que tenía que ver con Gabriel Mercer, y aunque era cierto no se lo diría por su seguridad y porque a veces saber mucho te mata.
Repetimos el mismo procedimiento de la anterior vez, obviamente sabía quién era y sobre qué quería hablar, pero no le daría el gusto.
—Usted sabe que disfruto hablar con desconocidos pero tengo que asegurarme de que no dirán nada y por eso hago esto.
—No diré nada, Ariel —esta vez sí podía verme —, sería pecado mortal.
—Y estoy muy seguro que usted recuerda la primera vez, ¿me equivoco?
Negó haciendo una mueca, lo recordaba perfectamente.
—Vine aquí por muchas cosas...la principal, la que más me daña es que Gabriel Mercer se haya ido sin despedirse —quería jugar un poco con su mente —yo lo veía como un hermano, le contaba todo...él sabía todo de mí y yo todo de él, éramos como mejores amigos, era como el padre que me faltaba por la distancia —mi voz bajaba de tono, se me hacía un nudo en la garganta y no podía evitar eso —. Si bien antes de irse me dijo que su partida no debía afectar mi vida...siento que estoy totalmente vacío, podría decir que Gabriel Mercer hizo que creyera en Dios y yo ahora estoy perdido porque no sé qué hacer con todo eso, era como mi guía espiritual; sé que está mal pero gracias a él hacía todos los trabajos de mi escuela, no porque me ayudara, sino porque me lo exigía... Por cierto, ¿dónde estuvo Gabriel ayer?
—Le dije que fuera a despedirse de todos sus conocidos luego de que fuera el reemplazo del reemplazo de la maestra, me sorprende que no se haya despedido de ti —dijo sereno.
—Bueno, dejando a Gabriel a un lado...ayer estuve con ese chico que me gusta —había arruinado todas sus sospechas diciéndole eso —y la pasé bien, creo. Le he fallado a toda la biblia en un solo día —reí —. No tuvimos relaciones, claro que no, no es lo que piensa —expliqué —, si le digo algo extraño que pasó...¿se espantará?
—¿Mataste a alguien?
Negué.
—Entonces no creo espantarme.
—Me vestí de chica solo para colarme a la fiesta de mis vecinos con ese chico, él estaba en desacuerdo pero al final tuvo que aceptarlo, bailamos toda la noche...fue fantástico —sonreí para mí —. Sé lo que piensa...y no, el amor no me está enfermando y corrompiendo, simplemente estoy seguro de que las personas de esa edad no comprenden esto y quise ahorrarme comentarios feos hacia mí, también hacia él, porque lo amo.
—Ariel, ya te dije que yo no apruebo lo que hagas pero tampoco puedo juzgarte, eso no me concierne —se acomodó en la silla —la clave de ser alguien bueno es dominarse, ¿te dominas?
—No, no lo veo necesario.
—¿Te arrepientes?
Estuve en silencio por un momento, ¿me arrepentía de amar a Gabriel Mercer? Si le decía que sí yo me sentiría mal conmigo mismo y estaría mintiendo, pero si le decía que no...me preguntaría el porqué de mi confesión si no perdonará mis pecados de esa manera.
—Sí —respondí seguro.
—Un padre nuestro.
—¿Es todo? —pregunté sorprendido.
—¿Quieres más?
Hui antes de que me dijera algo más y cumplí con mi penitencia, aunque le había mentido me sentía más aliviado por hablar con alguien acerca de eso.
Era tarde, y sin Gabriel Mercer mis sábados no eran más que estar en mi casa haciendo tareas y escuchando música deprimente.
—Ariel —dijo Giovanni a través del teléfono —, sé que estás en tu casa, sentado en ese escritorio que tienes cerca a la ventana, haciendo tu tarea mientras escuchas música extraña llena de rap y metáforas sin sentido, pero me gustaría que vinieras a la casa de Celeste, verás...estamos aquí ella, Mercedes, yo; odio ser el único chico.
—¿Y planeas que vaya así como si nada? —pregunté indignado —¿Crees que porque Gabriel Mercer se fue estaré con ustedes para llenar mi vacío? Pues...sí, ya voy, avísales.
—Nunca me fallas, te debo una...
Me coloqué una chamarra cualquiera solo para enfrentar el frío del exterior y salí disparado hacia la casa de Celeste, era muy cierto, no salía con ellos hace milenios porque tendía a alejarme pero según Gabriel Mercer yo debía seguir con mi vida y disfrutar mi juventud.
Celeste me abrió la puerta y nos sentamos en el gran sillón a conversar y a compartir anécdotas, a reírnos y a divertirnos.
—¿Qué tal si jugamos "yo nunca"? —preguntó Celeste —Tengo un vodka en mi cuarto, ¿soportan?
—Nunca he jugado ese juego —comentó Mercedes.
—Solo dices algo que nunca has hecho por turnos y si alguien del grupo sí lo ha hecho bebe alcohol, termina cuando o los participantes se aburren o ya están demasiado ebrios —expliqué para ser amable.
—Pues dale —respondió Giovanni —es sábado, ¿qué más da?
Era una mala idea y yo más que nadie lo reconocía por primera vez en la vida, ¿presión social? No lo sabía pero de todas formas tenía que jugar, sino quedaría como el aburrido.
—Pero no digan cosas aburridas —dijo Celeste mientras acomodaba cada vaso —estamos en confianza, ¿no?
Todos asentimos y quedamos en que iríamos en orden alfabético: primero yo, luego Celeste, después Giovanni y finalmente Mercedes; eran las reglas que teníamos.
—Yo nunca —pensé —he vuelto con mi ex.
Celeste bebió el primer vaso y me correspondía a mí servirle más.
—Dijimos que preguntaríamos cosas fuertes —ella me dio un codazo —. Yo nunca he tenido sexo.
Tomé el vaso con duda y Giovanni hizo lo mismo.
—¿Tú? —preguntó Mercedes mirándome con odio —Que yo sepa solo Giovanni es el promiscuo.
—Yo nunca he tenido sexo oral —dijo Giovanni antes de que Mercedes pudiera decir algo al respecto.
Apenas me habían llenado el vaso y ya estaba de nuevo vacío, desde Gabriel Mercer yo ya era malo para jugar esto.
—Yo nunca he besado a alguien de mi mismo sexo —dijo Mercedes mirándome mientras mordía su pulgar.
—¡Maldición! —reí y bebí el vaso por tercera vez.
—Somos malos para esto —comentó Giovanni y bebió también.
—Yo nunca me he masturbado pensando en alguien de los que está aquí —dije sin pensar, era muy enfermo.
Todos menos yo bebieron su respectivo vaso de vodka, estaban más enfermos que yo.
—Ustedes me dan asco —me burlé —. ¿Qué pasó con la regla de solo amigos?
—El deseo llama —respondió Celeste riendo —, además tú fuiste el primero en romper esa regla, yo nunca he sido infiel.
La única que bebió fue Mercedes y preferimos evitar esa situación incómoda ya que ella había sido mi novia antes.
Al final terminamos diciendo situaciones bizarras y vergonzosas que sabíamos que le había pasado a uno del grupo, porque así éramos antes de que los problemas empezaran, porque nos divertíamos de esa manera. Al final todos cayeron muertos de sueño y hartos de los efectos del alcohol, yo no y me sorprendía si había sido uno de los que tomó varios vasos.
Estuve un momento cuidándolos por si vomitaban o si querían agua y no estaban del todo cuerdos para ir a la cocina y servirse uno.
GABRIEL_00:21
Así que todos están ebrios menos tú...
ARIEL_00:21
Los estoy cuidando, me siento una persona linda, ¿debería quedarme con ellos toda la noche?
GABRIEL_00:21
Creo que sí, luego uno de tus amigos hace una idiotez y sale en las noticias.
ARIEL_00:22
¿Y tú qué hiciste hoy, lindo?
GABRIEL_00:22
Ah...nada interesante, creo que viajaré un poco lejos, ¿te gustaría que te lleve algo cuando vuelva?
ARIEL_00:23
Si esa es tu voluntad...
—Bájale el brillo a esa cosa, Ariel —Celeste sollozó.
—¿Estabas despierta, cariño? —pregunté arrogante —Y yo que pensé que estabas totalmente inconsciente.
—Nunca más vuelvo a tomar, nunca —Celeste estaba recostada sobre mis piernas y me veía desde abajo —, ¿por qué no me amas?
—No entiendo —respondí divertido.
—Dime por qué —cerró los ojos —, si yo te quiero tanto, te amo desde siempre y tú no...
II
Toda la semana restante evité a Celeste, no podía mirarla con los mismos ojos de siempre, había sido tan incrédulo al no confiar en toda esa gente que me afirmaba lo que me confesó cuando estuvo a punto de entrar en un coma etílico. Y sé que le había prometido a Gabriel Mercer seguir viviendo normalmente o mejor antes de que se fuera, pero, ¿a quién engañaba?, iba a excluirme de nuevo de todo el mundo porque tampoco podía mirarlos como usualmente lo hacía, una verdad colectiva que todos conocían menos yo y que me negué a aceptar por un largo periodo de tiempo.
Entré a clases, la última clase del día, dos horas más y sería libre por dos semanas. Me senté en el mismo pupitre de siempre al frente del profesor y esperé a que poco a poco la clase se llenara completamente, sin tomarle atención a nadie.
—Ariel —era Giovanni, me saludó tocando mi hombro para luego sentarse detrás de mí —, has estado ignorándonos de nuevo, ¿estás triste por lo de Gabriel Mercer?
Negué con la cabeza y preferí no voltear a verlo para que no me llamaran la atención.
—Es por Celeste, ¿verdad? —susurró desde su sitio.
—¿Cómo lo sabes? —pregunté atónito.
—No estaba dormido —rio —al menos no del todo, los escuché un poco.
—Chismoso —lo reprendí.
—De seguro te sientes engañado, sin ganas de hacer tus deberes, harto de estar aquí viéndole la cara a cada una de esas personas que te confesó que ella estaba loca por ti —sonreía de oreja a oreja—, te sientes extraño, te estás dando cuenta de que no puedes lograr conocer a alguien de manera completa, de que en realidad todos aquí somos desconocidos que comparten ocho horas al día de clases y que no hay algo más profundo que un simple "te conozco de rostro". Ahora también sabes y comprendes el porqué de ciertas situaciones que ocurrieron, sabes que los amigos te traicionan y te clavan la espada más afilada en la espalda, atravesando hasta tu corazón.
—Yo no lo sabía —me excusé.
—El único detalle, mi querido Ariel, es que si lo hubieras sabido nada sería diferente. Nada cambia el hecho de que la zorra de Mercedes traicionó a la única persona que la acogió en su grupo de amigos cuando estaba recién llegada del Colors —decía mientras chasqueaba sus dedos —. No puedes cambiar el hecho de que Celeste le contó todo lo que sentía por ti, todo lo que compartieron juntos, todos tus valores y así fue como se enamoró de ti, lo peor fue que ella, sabiéndolo, se metió contigo y no le importó nada, porque cuando Celeste estaba a punto de confesarse...ustedes dos ya se habían besado por primera vez, ustedes ya eran uno, ustedes ya...no tenían un remedio rápido.
—Ya cállate —le dirigí mi mirada amenazante y dejó de hablar.
—La culpa te carcome —pateaba mi mesa para que le haga caso —, es evidente que no lo sabías. Ahora eso no importa, hay una fiesta hoy... ¿Quieres ir?, ya sabes, para distraerte.
—¿Hoy? —pregunté sorprendido —¿Crees que porque Gabriel Mercer se fue puedo hacer lo que tú quieras?
Asintió con la cabeza y los ojos entrecerrados.
—Apuesto que es uno de esos eventos con nombre —volteé —, así que...por supuesto que no.
—Es el último día y luego no nos veremos dentro de dos semanas —dijo serio —quizá vaya a buscarte para que no te deprimas o algo, pero nada más, es una buena manera de empezar con las vacaciones.
—Hoy tengo que estar en mi casa todo el día —aseguré —, Gabriel Mercer me ha enviado un paquete y debo de recibirlo.
—Gabriel, Gabriel, todo Gabriel...
Sonó el timbre de salida y corrí lo más rápido que pude para que Giovanni no me siguiera porque jamás iría a mi ritmo y porque mientras más rápido llegue a mi casa más rápido podría saber si es que el paquete estaba ahí.
—Justo a tiempo.
—¿No le ha abierto nadie? —le pregunté al chico parado al costado del camión de encomiendas.
—Absolutamente nadie —buscó un lapicero —, tienes suerte, chico, ya me iba a ir, ah...firma aquí —señaló un papel.
Hice lo que me pidió y luego me entregó una caja pesada, me deseó un buen día y me quedé parado como si fuera estúpido, no sabía que una caja con dos libros podía pesar tanto.
Me aseguré de que realmente mi madre no estuviera en la casa y subí tranquilamente la caja de cartón pesada.
ARIEL_16:30
Misión cumplida, ya tengo la caja, ¿por qué pesa tanto?
GABRIEL_16:32
Hay dos tomos en esa caja, quizá es por eso...
ARIEL_16:32
¿Esto entra para la universidad de la capital?
GABRIEL_16:33
Obviamente, mi querido Ariel. Esos libros son tradición familiar...te aviso que toman lo mismo año tras año (y solo me refiero a los contenidos de ese libro)."
Abrí la caja con un cuchillo de cocina porque estaba envuelta en plástico y extraje cuidadosamente los dos libros; contenidos de literatura, lenguaje, biología, física y hasta filosofía abarcaban los dos libros, cada uno separado respectivamente por Gabriel Mercer.
Revisé de reojo el primer tomo y al final de todos los contenidos había una nota de color rojo.
De: Mercer
Para: Morriell
Sé que ahora no estoy para ti, pero puedo estar ahí sin estar ahí (no sé si me entiendes), te dejé notas alrededor de los dos tomos. Sin embargo...solo descubrirás las notas si es que estudias, así que, buena suerte mi pequeño saltamontes, este solo es el comienzo de una nueva etapa de tu vida.
Eso significaba que se había tomado el tiempo de escribirme notas o alguna especie de ellas alrededor de los dos tomos que tenía que estudiar solo para asegurarse de que realmente abra alguno de los libros.
Me parecía una propuesta interesante, sin embargo, era obvio que no miraría si quiera la parte de matemática, física y química, porque era muy inútil en eso y prefería asegurarme en lo que sabía que arriesgarlo todo por no reforzar bien mis conocimientos básicos.
Eran vacaciones, y como diría Giovanni...tiempo de salir, y no salir solo a pasear. Antes, nosotros nos la dábamos de la buena vida, de salir casi siempre, de hacer cualquier cosa sin control alguno; pero ahora, quizá había madurado lo suficiente como para darme cuenta de que eso realmente no me llenaba, que solo me provocaba un vacío más profundo.
Me dirigí a la parte de literatura y con toda la tranquilidad de mi casa solitaria, empecé a leer los fragmentos de Kafka, García Márquez, Saramago y otros más.
Cuando llegué a Neruda estaba somnoliento, los veintiún poemas (que en realidad eran veinte con una canción desesperada) estaban recopilados en varias páginas, suponía que lo más conocido contaba como importante en el examen así que seguí leyendo: el uno, el dos, el diez, el once, el catorce... ¿El catorce? Todo el mundo conoce el poema veinte, pero el catorce...el catorce era un poema muy hermoso, y además de eso, el catorce era el único poema que tenía unas palabras subrayadas justo al acabar el poema:
"Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos."
A eso se refería Gabriel Mercer, dejar mensajes ocultos por todo sitio y no necesariamente en un papel pegado a la hoja como una nota de especificaciones.
Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos...
Quiero. Hacer. Contigo. Lo. Que. La. Primavera. Hace. Con. Los. Cerezos.
¿Qué hacía la primavera con los cerezos?
III
—¿Me estás diciendo que todas estas dos semanas te la has pasado leyendo esos tomos gigantes de la universidad porque hay mensajes subliminales de Mercer?
—Suena loco, ¿no? —reí —Pero, es muy interesante todo esto —levanté el libro.
—Espero que cuando alguna vez me enamore no sea tan...raro —respondió juzgándome.
La semana anterior me la había pasado leyendo el tomo I y esta semana el tomo II, porque en literatura habían muchos mensajes subrayados y en los otras materias sí habían notas, notas con un montón de mensajes lindos y motivadores para que siga estudiando.
—Has estudiado mucho —dijo Giovanni recostándose sobre mi cama —, pienso que...deberíamos ir a una fiesta.
Reí negando con la cabeza.
—Opino lo mismo —dijo mi mamá entrando por la puerta de mi habitación con un cesto de ropa limpia —. Llévatelo, Giovanni, no lo quiero ver aquí.
—Son órdenes de tu mamá, Ariel —dijo Giovanni con una sonrisa muy grande y eso significaba que algo malo pasaría.
A las siete busqué algo decente para vestir en la noche, acepté ir porque en cierta parte tenía razón...me estaba sobrecargando de información y tenía que relajarme cada cierto tiempo para poder seguir estudiando de manera satisfactoria.
A las ocho estuvimos en camino hacia el lugar, no era tan cerca como solía ser, y esto era porque no solo los chicos de mi escuela irían, sino que era algo más público y por lo tanto tenía que controlarme en todo sentido para no hacer quedar mal a nadie ni a nada.
A las nueve ya estábamos ahí, montones de chicos y chicas riendo y bailando llenaban la famosa "narco-mansión" (como le llamaba Giovanni al lugar, ya que era demasiado grande como para ser una casa común y corriente), y al ser la casa de un chico cuyos padres estaban de viaje...convertía la situación en algo un poco peligroso. Por supuesto, el chico pertenecía a mis compañeros de clase, era Ulises, y era evidente que todos los que compartíamos ocho horas con él a diario, debíamos cuidar el lugar como si fuese sagrado, porque eso es lo que un amigo de verdad haría.
—Mi querido Ariel —Giovanni colocó su mano detrás de mi espalda —, hoy es la noche —sus ojos brillaban —. No me esperes, pero estaré rondando por aquí...conseguirás un amigo o amiga de manera rápida, por ejemplo —buscó con la mirada a diferentes personas —el chico de los anillos de allá —señaló a un tipo que tenía una botella de ron en la mano derecha —, suerte...
Y era lo que Giovanni siempre hacía conmigo, quería tener relaciones con una chica y me dejaba completamente en el aire sin saber qué hacer. Caminé hacia la barra y pedí agua pura, no tenía ganas de embriagarme hasta perder la conciencia.
—¡Hey, Ariel! —Ulises saludó desde lo lejos —, me alegra que estés aquí —me entregó un vaso de vodka puro —. Ya sabes, la iniciación para mi querido compañero, te estoy haciendo un favor —lanzó un codazo —, ¿qué más puedo hacer por ti?
—¿Conoces al chico de los anillos? —bebí un sorbo corto.
—Solo al Señor de los anillos de Tolkien —rio.
El chico de los anillos estaba sentado en la escalera conversando con otras chicos mientras rotaban la botella entre ellos, por alguna extraña razón no dejaba de observarlo, se parecía a Gabriel Mercer pero más delgado y con el cabello y los ojos más oscuros. Por otro lado, miraba a Giovanni ligando con Milena, la cual cedía ante la palabrería que le hablaba, se susurraban cosas al oído y reían como locos ante los efectos del alcohol.
Volví de nuevo a la barra y me senté en las sillas rojas que estaban alrededor, bebiendo mi vaso de agua y a la vez sosteniendo el vaso de vodka sin mezclar que recibí de manera tonta.
—Un vaso de ron, pero mezclado...sin agua, eh —el chico de los anillos se acercó y se sentó justo a mi costado —. Gracias amigo —bebió el vaso de un solo sorbo y se recostó sobre la barra, observó sus manos y al darse cuenta quién sabe de qué, entró en pánico, revolviendo vasos y pedazos de servilleta que reposaban sobre la mesa.
—¿Pasó algo malo? —pregunté simulando que no me importaba mucho.
—Es que yo tenía aquí —mostró la palma de su mano izquierda —cuatro anillos y ahora solo hay tres, ¿qué demonios?
—Tenía que ser el chico ebrio de los anillos —murmuré —las personas están tan mareadas y concentradas en otras situaciones que no recogerán tu anillo y se lo quedarán, no te preocupes.
—Así que "chico de los anillos" —volteó a mirarme —. ¿Y yo qué te puedo decir? ¿Chico del cabello color diarrea?
—Es rojo —aclaré.
—Claro que no —negó con el dedo y extrajo su móvil del bolsillo trasero de una chica que caminaba por ahí, prendió la linterna y la apuntó directamente hacia mi cabello —. Mierda...sí es rojo —se sorprendió —, ¿sandías que es muy raro ese gen recesivo que posees en los ojos y el cabello?
—¿Sandías? —pregunté confundido.
—Me caes bien —bebió un poco de otro vaso con la bebida combinada —. ¿Cuál es tu nombre?
—Sin nombres —sellé mi boca como si cerrara el cierre de una casaca.
El chico de los anillos sonrió divertido y siguió bebiendo.
—Me llaman Cupido —dijo después de unos minutos.
—Sí, claro —crucé los brazos —y yo soy el ayudante de Cupido.
—Si te lo demuestro... ¿Me ayudas a buscar mi anillo como ayudante de Cupido que eres? —preguntó levantando el meñique como para hacer una promesa.
—Está bien, pero que quede claro que no creo que tu sobrenombre haga algo en ti —sellé la promesa haciendo lo mismo y entrelazando mi dedo con el suyo.
—Ya verás —suspiró feliz —, pequeño incrédulo —buscó con la mirada a dos personas —. Por ejemplo, ese chico de allá —dijo señalando a Giovanni —debería estar —pensó —con esa chica —por un momento pensé que diría Milena, sin embargo, su dedo apuntaba a Celeste —. Presta mucha atención, que el show recién empieza —arrebató de mis manos el vaso rojo lleno de vodka puro y se acercó a Celeste con mucha seguridad.
A lo lejos apreciaba que él le hablaba al oído y ella estaba asombrada por lo que le decía, luego él hizo un gesto para que guardara silencio y ella asintió. Esperó a que Giovanni estuviera solo, y, tomando otro vaso de la barra hizo lo mismo, los dos sonrieron, charlaron un rato y luego, Cupido regresó a mí. Para cuando ya estaba a mi lado, Celeste y Giovanni se habían acercado a conversar amenamente, bebiendo cada uno de sus vasos sin mencionar lo que acababa de pasar.
—¿Qué te pareció, bombón? —preguntó con la cabeza bien alta.
—Ellos dos no deberían estar juntos —respondí serio —. A Giovanni le gusta Milena y a Celeste...no lo sé.
—Te puedo asegurar que ellos dos son el uno para el otro —se apoyó en mi hombro —y al final, salgan con quien salgan, les guste quien les guste...acabarán juntos, sino, dejo de llamarme Cupido.
—Busquemos tu anillo de una vez.
Caminamos por los lugares en los que había estado, siempre mirando al piso y buscando una cosa brillante.
—¿Por qué es tan importante? —pregunté sin mirarlo.
—¿Bromeas? —respondió con otra pregunta —Es demasiado importante porque cada anillo que llevo tiene una historia, y ese tiene la historia más hermosa de todas —suspiró —. Ese anillo me lo obsequió alguien especial, y a esa persona se lo obsequió otro alguien especial; debo continuar con el ciclo, no puede acabar así.
—¿Y cómo sabes que alguien es especial?
—Alguien es especial porque influyó demasiado en tu vida y en tus decisiones, y porque sabes que no te quedarás con esa persona pero sí la recordarás.
—Eso no tiene sentido —respondí de mala gana.
—El amor no tiene sentido, chico que pregunta mucho.
Nos acercamos a la barra, pero no a buscar el anillo, "Cupido" afirmaba que no estaba ahí, que lo debió perder después o antes.
Bebí un vaso de ron combinado que se encontraba en la mesa y antes de terminar sentí un metal en mi boca, lo extraje con mis dedos y era el anillo de plata que estaba buscando Cupido. Sus ojos brillaron más que todas las luces rojas que ambientaban el lugar y sin pensarlo, tomó el anillo y me abrazo por el cuello como si yo fuera su salvador.
—Por favor dime tu nombre —susurró a mi oído.
—Ayudante de Cupido —dije con seguridad.
Él volteó sus ojos como lo haría Gabriel Mercer pero no dejó de sonreír ni un momento, le había devuelto el alma al cuerpo.
—Y este —señalé su dedo índice —, ¿qué significa?
—Es la tradición familiar —sacó el anillo de su dedo e intentó colocarlo en el mío —. Tienes los dedos muy delgados —se sorprendió al ver que el anillo me sobraba en ese dedo.
—Un poco —lo coloqué en el dedo medio y entró a la perfección —, no tanto. Me gusta conversar con desconocidos y decirles muchas cosas porque sé que al final no sabrán quién fui, ni quien soy, ni quien seré.
—¿Crees que nunca más me vuelvas a ver? —preguntó con tristeza.
—Dudo que nos volvamos a ver, fue un choque de suerte.
—¿Escuela?
—El West, ¿y tú?
—Colors —respondió con duda —, tienes razón, ahora que lo pienso, nunca más nos volveremos a ver...niño obediente.
—No puedo creer que estés en la escuela de chicos problema —confesé —, ¿conoces a Mercedes?
—Si es la rubia...sí la conozco.
Conversamos un buen rato de nuestras vidas. Le dije lo de la infidelidad, lo de mis padres, lo de todo; él me dijo de su madre muerta, de su padre alcohólico, de sus problemas y no se derrumbó en ningún momento.
—¿Y cómo te va en el amor? —pregunté para cambiar el tema.
—Cupido no se enamora —dijo con sarcasmo riendo —, ¿qué tal tú?
—Conocí a alguien hace algunos meses...
—¿Y?
—Tuvimos una linda relación, era basada en principios de no parecer una "relación" como tal —lo confundía —, éramos como mejores amigos que se besan y tienen sexo, pero que comparten experiencias y momentos únicos que ahora solo viven en mi memoria, éramos como desconocidos que se quisieron demasiado sin saber por qué.
—No entiendo —bebió un vaso de vodka con soda.
—Pues —pensé —, no hay mucha ciencia en eso, digamos que nuestro amor era tan complicado que solo nosotros lo entendíamos.
—Eso es muy lindo —dijo mientras seguía bebiendo —, es un chico, ¿verdad?
—¿Cómo...?
—Se nota —dijo serio —ese ambiente de tensión solo significa que es un chico al que recuerdas, ¿te da miedo ese detalle?
—La tensión no es ocasionada porque es un chico del que te hablo —aseguré —sino porque era mayor que yo y estaba en el seminario.
—Carajo, te metiste con un seminarista —rio —entonces que te metas con un chico problema no causa nada.
Negué con la cabeza, no porque entendía lo que me decía, sino porque prefería ignorar sus comentarios indirectos hacia mí sin entenderlos del todo.
Conversaba con Cupido de la fiesta y la "narco-mansión", de que todo era absolutamente rojo y las personas andaban ebrias llorando por todo sitio.
De vez en cuando, él decía cosas que me parecían muy graciosas, hacía que riera hasta que los músculos de mi abdomen me dolieran tanto que ya no me permitan reírme, hacía que mi mundo ya no sea tan negro después de la partida de Gabriel Mercer, hacía que todo fuera color rojo como las luces de la narco-mansión.
—Vamos, dime tu nombre —dijo cruzando los brazos —, dices que nunca más me volverás a ver por las distancias y todas las situaciones ajenas a nosotros que existen, ¿qué tiene de malo que lo sepa?
—No lo había pensado de esa manera.
—La única forma de verme otra vez sería en las competencias deportivas internas, o sea, en ella cancha de básquetbol, aunque dudo que lo juegues por lo que es casi imposible volver a encontrarme —explicó —. Solo tu nombre; no quiero tu apellido, ni tu tipo de sangre, ni mucho menos tu dirección o la clase en la que te encuentres los lunes a las diez de la mañana, solo tu nombre.
Lo pensé por un momento, no lo iba a volver en mi vida y no había riesgo en todo lo que le había confiado.
—Mucho gusto —extendí mi mano como me lo había enseñado Gabriel Mercer —, mi nombre es Ariel.
—Eros —estrechó su mano con la mía.
—No te creo —me burlé de lo que me había dicho.
—Te dije que era Cupido —puso los ojos en blanco.
—Pero griego.
No paraba de llamarme por mi nombre una y otra vez, le encantaba repetirlo en cada oración que decía.
—¡Ariel! —dijo Mercedes abrazándome por el abdomen —Estamos jugando a la botella —observó a Eros fijamente —. Hola...Eros —todos callamos —, como te decía, estamos jugando y no sé si quisieras ir, ya sabes...debajo de la escalera como siempre —sonrió —tú también puedes venir—dijo no muy convencida mientras miraba a Eros.
Asentí y esperamos a que se fuera.
—No le simpatizas mucho —comenté.
—Me odia —rio —, me odia mucho.
Nos dirigimos al pequeño rincón debajo de la escalera debido a que ya no sabíamos de qué hablar y nos sentamos con todos los demás: Mercedes, Simón, Marlene, Luca, Mara, Miranda, Celeste, Noah, Ulises, Ezequiel.
Celeste hizo que me sentara a su lado alrededor de casi todas las chicas, y Eros estuvo casi al frente mío por órdenes de Mercedes. La botella giraba y giraba, besos y besos se daban por el juego, y a mí no me tocaba ni una sola vez, estaba libre de besar a alguien que no fuera Gabriel Mercer y me encantaba.
—Ariel, no te ha tocado ni una sola vez —cuestionó Noah —te doy mi turno a ver con quien te condenas, y no creas que tendrás escapatoria, no puedes ser un simple observador si estás jugando.
Suspiré y giré la botella, después de todo era un simple juego, ¿verdad?
Después de dar un millón de vueltas, giraba lentamente; Celeste, no, Mercedes, no...
Igual si la giraba no necesariamente me tenía que tocar a mí, a menos que la suerte, o quizá la mala suerte, me condene como afirmó Noah.
Y, finalmente la botella se detuvo.
Todos guardaron silencio, yo estaba atónito y no dejaban de ver mi reacción.
Eros cubrió su boca de manera burlona y fingió estar sorprendido para al final lanzar una carcajada melodiosa.
—Si no quieres...no te obligaré a hacerlo —dije victimizándolo.
—Si no lo hacemos, todos nos van a patear —sonrió.
—Vamos, chicos —dijo Simón, novio de Mara—. Un besito no es nada, Mara acaba de besar a Mercedes y no importó.
Miré a todos para que alguien pudiera hacer algo al respecto, por el contrario, todos comenzaron a cantar "un besito no es nada, un besito no es nada", mientras aplaudían y reían bajo los efectos del alcohol.
Después de todo, tenían la cabeza en los cielos, ¿quién se iba a acordar?
—¿Y bien? —Eros se colocó frente a mí, lo suficientemente cerca como para besarme sin problemas.
—Déjense de dramas —dijo Noah colocando cada una de sus manos en nuestras cabezas para acercar nuestros rostros, ocasionando un beso forzado y lleno de tensión entre nosotros.
Mis ojos estaban abiertos viendo los suyos, me recordaba tanto a Gabriel Mercer...esa piel tan suave, esos ojos tan profundos, esos labios tan carnosos, ese aroma tan embriagador de rosas y madera, solo podía ser mi Gabriel.
Al separarnos, Eros no dejaba de concentrarse en mis ojos, en mis labios, en mi rostro.
—Dicen que una buena amistad comienza con un beso —susurró.
—Dicen que eso es una forma muy mala de ligar con cualquier persona.
Me paré y me fui al balcón del segundo piso, donde se encontraban los cuartos, miré hacia el horizonte, y la luna y las estrellas estaban más brillantes que nunca, pero no había nada más brillante que el recuerdo del beso forzado entre Eros y yo.
De la nada Giovanni salió de un cuarto, todo maltrecho y despeinado con el cabello húmedo, subió su cremallera y pasó el cinturón que tenía en manos por el pantalón que llevaba mal puesto.
—Ariel, ¡qué sorpresa! —dijo avergonzado —Solo venimos aquí cuando ocurre alguna desgracia, ¿quién crees que tenga la situación más difícil? ¿Tú o yo?
—Creo que tú, por el aspecto que llevas.
—Quizá —apoyó sus codos en el balcón —acabo de tener sexo con Milena y fue bueno, pero —hizo una mueca —creo que solo la quería para eso, me siento mal porque ella no me gusta de esa manera en la que siempre imaginé, considero que cuando ya tienes eso que quisiste por mucho tiempo y lo pruebas te decepcionas un poco o tal vez te aburres de ello y ya no lo deseas como antes.
—Acabo de besar a Eros en un juego de la botella por presión social e imaginé que él era Gabriel Mercer.
—¿Eros? —preguntó confundido.
—El chico de los anillos —cubrí mis ojos —, me siento extraño, en serio se parece a Gabriel Mercer y me repugna porque siento que solo vine aquí para olvidarme de él o para conseguirme a alguien similar a él y no olvidar su recuerdo latente en mi memoria.
—Lo tuyo es peor —dijo indignado —yo no me imaginé a nadie mientras estaba en ese cuarto.
—Lo tuyo es peor porque le acabas de quitar la virginidad a una chica a la que no quieres —lo culpé —y lo peor es que la dejaste dormir sola.
—Fue terrible —negó con la cabeza —nunca, pero nunca, había estado con una chica que sangrara tanto, acabo de limpiar toda la sangre de la ducha porque te juro que apenas entró salió un montón de sangre, parecía que la hubiese matado.
Cubrí mi boca para evitar burlarme de su desgracia y él me dio un codazo.
—De verdad me dio miedo, ¿qué ocurre con el cuerpo de esa chica? —preguntó con la piel pálida —Se puso a llorar y tuve que calmarla, la limpié entera y le dije que si no seguía con el asunto no pararía de sangrar, ella aceptó y cuando el placer volvió...la única sangre existente en la ducha solo se encontraba en nuestros pies.
—¿Puedo preguntar por qué siempre te ocurren cosas malas con las vírgenes?
—No quiero saberlo —respondió riendo —supongo que es mi maldición. ¿Qué harás con el asunto "de los anillos"?
—Pues...no sabe nada de mí, su aliento sabía a vodka con jugo de caja para niños, así que espero que esté lo bastante inconsciente de lo que acaba de hacer para que me olvide y yo recién sabiendo eso pueda olvidar también ese suceso y continuar con mi vida normal, no sin antes seguir amando a Gabriel Mercer —expliqué —. Por cierto, tengo una duda existencial...
—Cuéntame.
—Tú, que eres Giovanni; sabio, inteligente, el todopoderoso del conocimiento —dije con sarcasmo —. ¿Qué hace la primavera con los cerezos?
—Muy fácil —respondió —. Lo que la primavera le hace a los cerezos es un acto muy puro de amor; los fortalece hasta hacerlos florecer, los impulsa a ser hermosos, los toma y los hace parte de la estación más hermosa que puede haber, ¿por qué?
IV
Gabriel Mercer me llamaba seguido y no tenía valor para contestarle, había besado a otra persona, sin lengua y un poco mareado pero nada borraba el hecho de que había besado a otra persona y nadie lo podía negar.
Veía en la pantalla rota del celular "llamada entrante de Gabriel Mercer" y colgaba de inmediato, ¿por qué? Porque siempre le contaba todo a Gabriel Mercer... ¿Y cómo contarle algo así?
"Oye, Mercer, fui a una fiesta, bebí un poco sin ti y terminé besando a un chico llamado Cupido por jugar a algo estúpido"; sí, claro, como si fuera bueno confesar ese tipo de cosas a tu novio. En la vida, mi madre me enseñó que a veces existían asuntos que era preferible guardar para uno mismo a pesar de que muchas veces podían consumirte por dentro; y esta vez me comía cada vez que veía un mensaje suyo o una llamada perdida o cuando me mandaba fotos de él en Filipinas (porque...sí, me mandaba bastantes).
—Oh, mira —deslicé el bloqueo de pantalla de mi celular —otra foto de Gabriel en las Filipinas...
—¿Y qué putas hace Mercer ahí? —preguntó Giovanni arrebatándome el celular.
—Lo sabría pero me siento terrible y no quiero hablarle —suspiré —. Yo no sirvo para ser infiel.
—Pero no lo fuiste —negó mientras le hacía zoom a la cara de Gabriel —, me dijiste que fue sin lengua. Sin bacterias no hay delito —seguía pasando las fotos —. Además, tú mismo me dijiste que ese... ¿Cuál era su nombre?
—Eros...
—Tú mismo me dijiste que ese tal Eros estudiaba al otro lado de la ciudad, imposible que te lo encuentres de nuevo.
—Juega básquetbol.
—Y tú jugaste con su corazón.
Le quité mi celular de un tirón y lo guardé en donde sabía que jamás lo buscaría. Giovanni tenía mucha razón, no lo volvería a ver nunca más en la vida, podía seguir con mis estudios como normalmente estaba, podía relajarme y hablar con Gabriel Mercer como si nada hubiera pasado, ¿verdad? Porque según Giovanni y todo el mundo...yo hacía de los problemas pequeños algo muy enorme, exagerando las cosas e imaginándome las situaciones menos probables y peores que podían darse.
El timbre de salida del primer día de clases luego de dos semanas sonó y como nunca, decidí irme con Giovanni.
—¿Y tú? —pregunté mientras acomodaba mi mochila en los dos hombros —¿Arreglaste tu asunto?
—Un poco, pero creo que le da vergüenza andar conmigo en la escuela —guardó silencio —. Hoy intenté caminar con ella de la mano y...nada, no se dejó.
—¿No es obvio por qué? —golpeé sus lentes —Con estos lentes de Harry Potter submarino no veo que le simpatices tanto, en la fiesta estabas sin ellos.
—Gabriel Mercer me dijo lo mismo antes de irse —volteó los ojos —, me dijo que cambiara las monturas, mi padre aseguró que mis nuevos lentes estarían listos para el viernes.
—Por mientras quítatelos, no estás tan ciego.
Los ojos de Giovanni poco a poco se iban adaptando a la luz potente de la tarde mientras caminaba con sus lentes en mano y parpadeaba repetidas veces como intentando enfocar su vista hacia algún objeto.
—Los he estado persiguiendo desde hace unas cuadras —Celeste apareció del vacío —, ¿cómo les fue en matemática?
—Terrible —respondí.
—Mentiroso —replicó Giovanni.
—Oye, G, ¿por qué no usas tus lentes de botella acuática? —preguntó Celeste.
—Porque tengo que verme atractivo y así solo me veo como un estúpido...según todos.
—Es una chica —me miró con los ojos acusadores primero —, si en realidad le gustaras le parecerías atractivo hasta con esos lentes que parecen para ir a nadar. Yo creo que te ves muy bien con o sin ellos —Celeste respiró profundo —. Oh, Ariel, un chico te estaba buscando...debe llegar en tres, dos, uno.
Eros venía tras nosotros con las mejillas coloradas por el sol y el esfuerzo físico, viéndolo mejor en el día sí se parecía a Gabriel Mercer, fallaba por los ojos pero se parecía demasiado. Tanto Giovanni como yo, estuvimos atónitos después de ver a Eros manifestarse ante nosotros como si nada, después de que habíamos conversado sobre él y sobre cómo es que debía esfumarse de mi vida, hasta de ser un recuerdo.
—Hoy estaba en clases pensando —dijo Eros —y concluí con que no podemos terminar todo de esta manera, que aún falta más...entonces me plantee la siguiente interrogante: ¿debería ir al West? ¿O no?; y aquí estoy —concluyó Eros —¿Giovanni? ¿Celeste? ¿Ariel? —preguntó cómo si intentara confirmar que esos eran nuestros nombres —. Bueno, Ariel...dejemos a estos tórtolos en paz, mejor nos vamos a otro sitio —me tomó del antebrazo y los dejamos solos casi huyendo.
—¿Por qué hiciste eso? —le pregunté cuando estuvimos lo más lejos posible.
—Ya te lo dije —cruzó los brazos —son el uno para el otro, debes darles su espacio.
—No podrías saberlo.
—Cuando estén juntos en el baile de promoción, ella con un vestido turquesa y él coincidentemente combinando con ella, mientras él toma su cintura justo en aquel balcón del salón de eventos y la luna esté tan llena como ellos dos...mientras se dan el primer beso —colocó sus dos manos en mis hombros —ahí sabrás que tuve razón y tendrás que llamarme por teléfono para que te diga "te lo dije, incrédulo".
Reí acariciando mi frente como si dijera cosas descabelladas, me burlaba de Eros y es que su mente de verdad era increíble.
—Mi mamá era bruja —sonrió —, digo...vidente, gitana, no lo sé. Una de esas mujeres que ve el futuro. Cuando aún estaba viva me enseñó un poco de lo que hacía —extendió su mano y tendí la mía —. Esta es la línea de la vida —recorrió con su dedo una de las muchas líneas de mi mano — y esta es del corazón, esta otra de la cabeza y la que tienes aquí de manera casi vertical...es la línea del destino. Existen otros factores...pero no siempre la longitud de tus líneas determina ciertas características, por ejemplo, tu línea de vida es corta pero eso no significa que morirás joven, sino que —guardó silencio —, olvídalo, veamos otra línea. La línea del corazón dice que eres —dudó —mejor otra.
—Ya entendí que soy el chico de la mala suerte —me burlé.
—Un poquito: vida controlada por otros...inestabilidad amorosa, ah —señaló una línea —y al parecer eres muy inteligente.
Guardé mi mano en los bolsillos de mi sudadera y miré a Eros con mi rostro de "no te creo nada".
—Así que lees el futuro...
—Tengo mi juego de cartas, si quieres puedo hacerlo.
—No gracias —lo detuve —no creo en eso y prefiero que las cosas pasen, solo me gustaría que me digas una cosa.
Eros dudó al principio con su expresión de confusión, luego cedió y esperó en silencio a que preguntara lo que quería saber.
—¿Lo mío y lo del seminarista tiene futuro?
—¿Cuál es su nombre? —preguntó mientras revolvía las cartas.
—Gabriel —respondí con un tono seco.
Sus ojos se abrieron mucho, algo andaba mal.
—¿Mercer? —titubeó.
Asentí con la cabeza y él siguió haciendo quién sabe qué.
—De verdad no quieres saberlo —suspiró —deja que las cosas pasen.
Le volteé los ojos y crucé mis piernas apoyando mis manos en las rodillas.
Eros adoptó la misma posición que yo, sin quitarme los ojos de vista pasó su brazo por detrás de mi espalda y me apegó a su cuerpo.
—¿Sandías que me debes un beso? —preguntó risueño.
—¿Sandías? —volví a preguntar como aquella noche, como si fuera un dejavú con una pequeña parte de la estructura de la pregunta diferente.
—Te sientes mal —sus ojos oscuros se dilataban cada que me miraba —, despechado, deshecho, muchas otras palabras con d. ¿Comenzamos de nuevo?
—No entiendo —respondí seguro.
—Dicen que las buenas amistades comienzan con un beso.
Reí, ya sabía a qué se refería, de verdad quería revivir el momento y yo no era nadie para negárselo.
—Dicen que esa es una forma muy mala de ligar conmigo...
En ese mismo instante, Eros acarició mi cuello por la parte trasera y poco a poco se fue acercando a mis labios con los ojos entrecerrados; todo en él temblaba, desde sus fuertes manos hasta sus piernas, apenas rozó mis labios con los suyos...nos consumimos en un breve acto de cariño. Yo al cerrar los ojos sentía a Gabriel Mercer, sentía sus manos, su olor, sus caricias; el autocontrol se me acababa con el simple hecho de imaginar que era Mercer a quien besaba, tanto que mordí a Eros haciendo que un hilo de sangre recorra mi garganta.
—Lo lamento —me separé de manera rápida de él —no debí...
—Qué intenso —palpó sus labios con sus dedos llenos de anillos —, espero verte mañana.
Eso era lo que provocaba la necesidad: el descontrol.
V
—Te hice caso —susurró —pero creo que ahora tendrás que cambiarme de sitio por lo menos hasta el viernes.
—Lo que sea por mi amigo —respondí tomando mis cosas para pasarlas a la mesa de atrás —. Hay algo que te falta aún —añadí —, ¿no deberías ser también deportista?
Giovanni se señaló y comenzó a burlarse de él mismo y de mis palabras por decir "deportista".
—Piénsalo —me estiré en la mesa —: estarás en forma, serás uno de los chicos más deseados, podrás presumir estar en un equipo...conocer más personas.
—¿Y a qué equipo debería meterme?
—No eres muy atlético que digamos —acaricié mi barbilla —, ¿vóleibol?
Negó, y la única razón de su rotundo "no" fue porque los chicos del equipo de voleibol eran un tanto extraños en cuanto a las personas nuevas, eran un grupo demasiado cerrado como para que a alguien le dieran ganas de unirse.
El profesor nos calló golpeando la carpeta de Giovanni que antes era mía. Le pedí a Giovanni que se volteara un momento para calmar las cosas y esperamos a que el profesor vuelva a explicar.
—¿Y a qué deporte me recomendarías ir? —volvió a preguntar susurrando.
—¿Waterpolo?
—No sé nadar —respondió cruzando por brazos.
—¿Es que acaso no pueden callarse? —el profesor se dirigió hacia nosotros —Y al parecer alguien está un poco ciego también, ¡lo que faltaba! —suspiró viendo a Giovanni —, Almazán...cambia de sitio con Delucchi —señaló a Milena y ella rápidamente tomó sus cosas y se dirigió al sitio de Giovanni —. Espero que así ustedes dos no conversen —dijo señalándome a mí y a Giovanni —, además...Almazán, que no sé por qué motivo no lleva lentes hoy, podrá ver mejor y lo podré vigilar como a todos, y tú —se dirigió a mí —no quiero que converses, Morriell, sino tendré que bajarte puntos por no prestar atención.
Todos me miraron y me revolví en la silla para evitar que mis mejillas se prendieran como rojo fuego. Milena mascaba su lapicero mientras atendía a la explicación y yo no podía dejar de mirarla, su actitud frente a todo era muy pacífica.
—Oye, Delucchi —pateé su silla —, ¿podemos hablar?
Milena volteó sonriendo y giró su cuerpo ligeramente para hacer como si veía la pizarra.
—Creí que nunca lo dirías —su mirada era tan profunda que a veces me ponía nervioso —, ¿qué pasa?
Busqué entre mis cuadernos una hoja de papel un poco doblada y se la entregué sin decir palabra alguna.
—¿Timbiriche? —preguntó observando el papel.
—Sí, estaba jugando con Almazán y luego el profesor me lo arrebató así que tú cubres su puesto ahora —bromeé —, pero también me gustaría hablarte mientras jugamos. ¿Qué clase de persona sería tu chico ideal?
—No estarás pensando en que tú —cubrió su boca para no reír —, bueno, igual no lo creo.
—Anda, dime —completé cinco cuadrados del juego por un mal movimiento de Milena.
—Me gustaría que fuera alto.
Giovanni era alto.
—Que sea gracioso.
Giovanni era muy gracioso y divertido.
—Que sea educado.
Giovanni era todo un caballero, cuando quería.
—Que sepa y haga poemas románticos.
Giovanni sabía muchos gracias a mí.
—Que sea guapo.
Giovanni lo era sin esos lentes de botella.
—Que sea culto.
Giovanni leía enciclopedias a veces y veía las noticias todos los días.
—Y lo más importante...
—Redoble de tambores —tomé dos lapiceros y los golpeé como si fuesen tambores contra la mesa.
—Que le guste el deporte, y más si es el básquetbol.
Estuve como un tonto mirándola por varios minutos, luego asentí y seguimos jugando Timbiriche.
Eso era la clave de todo: básquetbol.
Tenía dos opciones, 1) le podía pedir ayuda a Eros, ya que me había comentado que jugaba en la selección de su escuela y por lo tanto debía ser bueno, él ayudaría a Giovanni con ese asunto y entraría al equipo sin ningún problema, sin embargo, era casi imposible que Giovanni pudiera aprender lo básico en tan solo un poco de tiempo y si lo aprendía no lo haría bien; o 2) utilizar el favor que Ulises me debía porque él estaba en el equipo y había una posibilidad de convencer al entrenador para que Giovanni entre y estando ahí aprenda por las malas, no sin antes hacer lo primero para que confíe en sí mismo y piense que logró esa meta por sus propias acciones.
Al terminar la clase, le comenté la idea de entrar al equipo de básquetbol a Giovanni y le encantó, solo debía hablar con Eros y con Ulises.
Perseguí al deportista gigante por casi toda la escuela teniendo éxito al momento de ir a su casillero.
—¡Qué raro que me busques, Morriell! —exclamó con sarcasmo y le dio una mordida a su emparedado —Cuéntame...seguro ya decidiste y pensaste acerca del favor que te debía —dijo con la boca llena —, dímelo de una vez y te lo cumplo, así como tu hada madrina pero sin alas.
—Necesito que alguien entre al equipo de básquetbol...
—Estás de suerte —apoyó uno de sus brazos en la puerta de su casillero —el entrenador está buscando un reemplazo para Joe, se rompió la pierna, es una verdadera pena —suspiró —, ¿ese puesto lo quieres tú?
—No —negué con la cabeza también —, lo quiero para Almazán.
—¿Almazán quiere entrar al equipo? —dijo sonriendo y poco después estalló a carcajadas —Dios mío, el mundo está de cabeza. Me la pones difícil, flaco, si era para ti...fácil te conseguía ese puesto ya que eres delgaducho —tomó mi brazo como un ejemplo —y como no pesas sirves para correr como una bala al ser lanzada, pero para Almazán...además de su medida en los ojos —pensó —tendría que usar lentes de contacto —balbuceó mientras daba vueltas alrededor mío —y de su condición física nula...no lo sé, flaco, tendría que convencer al entrenador.
—¿Eso es un sí? —pregunté con duda.
—Eso es un "en la tarde te confirmo" —cruzó los brazos —, pero, flaco, pensé que me pedirías algo para ti, no sabes cómo me salvaste el pellejo aquella vez...imagínate, casi pierdo mi beca en la universidad por culpa de la calificación de Gabriel Mercer —hizo una mueca —. Mira, te haré ese favor porque somos amigos, o algo así, pero aun te debo tu favor, ya sabes lo que dicen: hoy por mí, mañana por ti, o al revés, no lo sé.
Ahora solo faltaba Eros, estaba seguro de que no se negaría a mi petición.
ARIEL_16:03
Necesito que le enseñes algunas cosas básicas sobre básquetbol a Giovanni.
EROS_16:03
Un «hola» no te quita tiempo, Ariel. Y está bien...pero solo puedo hoy en la tarde, ¿qué estarás planeando, demente?
ARIEL_26:03
Cuando te vea en la tarde te cuento.
VI
—Entonces... ¿Estoy haciendo esto por darle el gusto y la confianza que necesita pero no porque necesita entrenar ni nada?
—Eso mismo —guiñé un ojo —, pero él no puede saber que ya arreglé las cosas con Laretti y él lo hizo con el entrenador por un favor que me debía, al final, Laretti me dijo que me concedería otro favor que sea personal porque supuestamente siempre pienso más en otros que en mí.
Giovanni llegó con un short ancho y una camiseta blanca que cubría la mayor parte del short, estaba listo para el entrenamiento.
Aunque Eros no le dijo mucho, se estuvieron quitando la pelota por una hora entera; la otra media hora, Eros le estuvo enseñando como encestar correctamente, doble ritmo y otras cosas de ese deporte que no entiendo.
El cielo oscurecía más rápido por el invierno y ellos seguían jugando, corriendo, empujándose, golpeándose.
—¿Oye y por qué tienes el ojo morado y los nudillos rojos? —preguntó Giovanni cuando terminaron su "entrenamiento".
—Esto —señaló su ojo —es porque hoy hubo una pelea y tengo dignidad, y esto —puso su mano en forma de puño —es porque tengo ataques de ira o a veces solo me aburro un poco y golpeo paredes, miren —golpeó una pared con ladrillos —estuve así todo el camino.
—¿Duele? —pregunté.
—Yo ya no siento dolor —dijo mientras pasaba sus dedos por la pared de ladrillos.
—Te ves tan pacífico —añadió Giovanni.
—Espero que no llegues a las estatales —advirtió Eros —, soy el capitán de mi equipo y no por nada nos dicen los malditos, no me agradaría hacerte daño.
—¿Y Laretti? —preguntó él con duda.
—Laretti es un ángel —respondió riendo.
Llegamos a la casa de Giovanni y lo despedimos antes de que entrara.
Apenas cerró la puerta, Eros entrelazó sus dedos con los míos y sentí sus nudillos marcados y sus manos con las venas saltadas, me sentía extraño porque todo el tiempo que estuve con Gabriel...conservaba siempre sus manos como dos tesoros, en realidad cuidaba todo su cuerpo y todo lo suyo como si fuera lo más valioso del mundo.
—Ariel —me dirigió su mirada en medio de la oscuridad —, a tu lado siento que vuelvo a la vida, que no quiero volver a mi casa a sentir el golpe de realidad.
—¿Por qué peleaste hoy? —pregunté dudoso.
Eros se lo pensó un momento y siguió caminando.
—Porque me dijeron joto —sus ojos iban en cualquier dirección con tal de no mirarme —y yo no soy joto.
Lo solté y metí mis manos en los bolsillos de mi sudadera.
—¿Y por qué estás conmigo? ¿Por qué quieres besarme? ¿Por qué tocas mis manos? ¿Por qué me dices cosas así si no eres lo que pienso?
—Son muy buenas preguntas —suspiró.
Lo miré con indignación, estaba jugando conmigo, jugando con mis sentimientos, jugando con todo lo que yo era.
Apenas volteó su cabeza para observar un árbol, yo corrí, corrí lo más rápido que pude, y sí, Ulises tenía mucha razón, no peso y puedo correr tan rápido como ladrón con bolso en mano, o quizá solo era la adrenalina que corría por mi cuerpo, la furia, la tristeza.
Cuando llegué a mi casa, escalé por el árbol frondoso que cargaba con la pequeña habitación que tenía, solo para llegar ahí y entrar a mi cuarto de una forma no tan ruidosa y fuera de preguntas incómodas que no tenía ganas de responder. Me senté en los cojines y observé a mi alrededor las notas de Gabriel Mercer que había pegado por doquier, los fragmentos de poemas o cuentos que él subrayó y algunas notas que compartimos cuando él estaba en la escuela. Arranqué una nota vacía de color rojo y empecé a escribir lo que sentía, lo que sufría.
"He conocido a alguien que me recuerda mucho a ti, Gabriel Mercer. Su tono de piel es tan similar, las facciones de sus rostros son tan iguales, comparten esa misma nariz respingona y pequeña...pero hay una gran diferencia en el aspecto físico: los ojos y el cabello, tus tonos son muy claros comparados a los que él lleva; y si hablara de sus sentimientos, en todo sentido él es más oscuro: es insensible, no sabe tomar buenas decisiones, es todo un salvaje frente al mundo para no demostrar que es más suave que un algodón por dentro. He encontrado a alguien que se parece a ti, Gabriel Mercer, y sí, quizá haya un montón de personas que se parezcan a ti, ¡pero qué tan diferente es! ¡Qué tan desiguales son sus corazones!"
Despegué la nota y la coloqué junto a las que me escribía Gabriel en clases, no era la única nota roja después de todo.
La noche era tan silenciosa que cualquier ruido la abrazaría y le clavaría un cuchillo en la espalda y eso fue lo que pasó, por primera vez escuchaba un ruido que no era mío en las escaleras de madera que llevaban al sitio en donde me encontraba, y al final del camino, en el punto más alto, estaba Eros sosteniéndose con equilibrio y mirándome con esos ojos oscuros y majestuosos que lo caracterizaban, con esa alma oscura y débil que poseía.
—¿Qué haces aquí? —pregunté molesto.
—De todas mis relaciones amorosas he aprendido que lo peor es lastimar a alguien y no disculparse, y es aún peor si lastimas a alguien muy querido, pero es más trágico si lastimas a alguien y dejas que duerma con tristeza y rencor porque es más difícil que se le pase —respondió y se sentó en el piso.
—¿Me estás pidiendo disculpas sin disculparte?
Meneó la cabeza de un lado a otro para expresar confusión y luego de unos segundos lo entendió y negó muy seguro.
—Discúlpame —tomó mis manos —no quise decirte eso, es solo que...odio que me molesten, tú comprenderás —hizo una mueca de disgusto y luego me soltó —. Cuando te vi solitario en aquella fiesta yo pensé algo como: no es para mí; pero ignorando lo que pensaba me acerqué a ti de una manera indirecta, y cuando recuperaste mi anillo por beber ese vaso de ron, sentí como...si quisiera vomitar, no en un mal sentido.
—Se llaman mariposas.
—Abejas, zancudos, polillas, mariposas... ¡da igual!, me sentí especial a tu lado, sentí como si de todas las personas que estaban en aquella fiesta solo me miraras a mí, solo me tomarás atención a mí, solo te preocuparas por mí.
Me limité a guardar silencio, preferí observar todas las notas que estaban pegadas alrededor nuestro. Eros hizo lo mismo, luego se paró y arrancó una de las tantas notas.
—"Aunque digan que es malo, yo me siento en el cielo" —leyó sosteniendo la nota muy cerca de su rostro.
—¿Cortázar? —pregunté con duda.
—Efectivamente —sonrió —, ¿me la puedo quedar?
—Ni lo pienses —extendí mi mano para que me la entregara —es una de mis posesiones más valiosas —me recordaba a Gabriel Mercer, ya que escribió esa nota y la pegó en la página treinta y cuatro de biología.
—Qué linda es tu letra —observó el pequeño retazo de papel —, es tuya, ¿no?
Preferí no responder y volver a pegar la nota en su sitio.
Despegó un montón de notas más y las leyó en su mente, pegando de nuevo las que no le agradaban y recolectando las que le gustaban.
—¿Tú has escrito todo esto? —levantó las notas —Porque de ser así...serías el romántico del siglo, es decir, hay tantas citas y a la vez tanta creatividad; escucha —aclaró su voz tosiendo un poco —: "Estar sin ti me ha hecho pensar en por qué te extraño tanto cada día y me he dado cuenta de algo muy importante, puedo vivir sin ti pero me niego a hacerlo, me niego a dejarte, me niego a todo lo que no tenga que ver contigo porque tú me enriqueces, me haces grande, me fortaleces."
No había leído esa nota jamás, ¿Gabriel Mercer? ¿Eres tú?
Observé la nota de cerca, y sí, era de Gabriel Mercer por la letra bien dibujada y redonda, por la forma de expresarse y por el color de la nota, él siempre usaba los mismos colores pasteles (azul, rosa, amarillo y verde). Cuando Eros volteó a ver más notas mis ojos lagrimearon un poco, lo extrañaba y también me negaba a vivir sin él, pero mis acciones decían lo contrario.
—¿No quieres ir a un sitio más ruidoso? —preguntó luego de mucho tiempo.
—¿A dónde?
—Es sorpresa.
Bajó rápidamente por las escaleras y yo solo lo seguí sin ningún motivo, tenía la sensación de que el lugar ruidoso no era bueno.
Se detuvo en una pared de ladrillos pintados de negro y tocó la puerta como si fuera su clave secreta.
—¿Otra vez tú? —un hombre con lentes oscuros abrió la puerta y nos miró de pies a cabeza.
Eros rio y les mostró una identificación solo enseñando el año.
—Esta es la identificación de mi amigo —me señaló —y aquí bien claro dice dieciocho, tan solo resta el año.
El hombre restó el año de nacimiento con el actual con sus dedos y contando en voz alta.
—Tienes razón, pasen —dijo haciéndose a un lado.
—Deberías guardar mejor tus cosas —me susurró —, cualquiera podría robarte la identificación y tú no te darías cuenta.
—No tengo dieciocho —comenté —aún no es octubre.
—Aún no es diciembre para que yo tenga dieciocho, pero el tipo de la puerta sabe que yo tengo diecisiete —levantó los hombros —en cambio tú...no sabe nada de ti.
Alrededor nuestro bailaban un montón de mayores de edad alborotados, las luces azules alumbraban todo el salón y el olor a alcohol penetraba mi cerebro.
—Hey —Eros hizo que me concentrara de nuevo —, te traje aquí a bailar, se nota que andas estresado.
—¿Y cómo se baila eso? —hice referencia a la canción que estaba sonando.
—No tengo ni la menor idea —tomó mi mano —, solo diviértete...no hay una forma específica, aquí todos saltan y gritan la letra de la canción hasta gastar su garganta.
Eros tomó mis manos y cantó el ritmo de todos, yo solo reía, por supuesto que me sabía la canción, era un "clásico", pero no tenía el ánimo para hacerlo hasta que sonó otra.
—Esa me gusta más que la anterior —comenté sonriendo.
—¿Sí? —preguntó contento —Entonces —pensó —vamos a otro sitio —corrió hacia un lugar donde los ladrillos negros tenían una forma extraña, la construcción del salón llegaba a su fin de una manera abstracta y desolada, no habían personas ahí pero cómo se escuchaba la música —. Como dice la canción: esta noche quiero todo de ti.
—¿No dice "dame todo de ti esta noche"?
—Es lo que menos importa ahora —se acercó a mí e hizo que por la presión de su persona me sentara en esa pequeña elevación de ladrillos que había —. Me acabo de dar cuenta de que tienes pecas —sus ojos brillaban —y unos ojos muy hermosos, azules...tú serías como la marea de mi océano.
—¿Seguro? —pregunté dudoso —¿No sería las cenizas de tu fuego?
—No, nunca —dijo con seguridad —. "Give me everything tonight" —cantó al compás de la canción mientras apretaba mis manos y acercaba su rostro al mío.
De nuevo ese olor que me volvía loco y me recordaba a Gabriel Mercer, me consumía, ¿cómo negarlo? Eros en cierta parte me volvía loco; tenía un no sé qué que me gustaba: sus expresiones, su manera de expresarse, su forma loca de vivir la vida, sus pensamientos extraños y su brujería.
—Sabes...Ariel —se alejó como arrepintiéndose —, desde el primer momento supe que eras alguien especial —le daba vueltas al anillo que recuperé esa noche en la fiesta —pero...son tantas cosas —suspiró —, no, olvídalo —negó con la cabeza —. Vámonos antes de que diga o haga algo estúpido, nada puede arruinar esta noche.
VII
—Opino que deberíamos ir a celebrar —dijo Giovanni mientras caminábamos a nuestras casas.
—Opino que deberías descansar ya que mañana comienzas con el entrenamiento y quizá te duela todo el cuerpo.
—Por eso quiero celebrar —suspiró —no todos los días tu gran amigo de toda la vida entra al equipo de básquetbol.
Negué con la cabeza y seguí caminando guardando silencio para no decir alguna estupidez.
—Ayer —dudé por un segundo —y anteayer...besé, bueno no —me corregí —Eros me besó. Me siento muy extraño.
Giovanni asimiló un momento las cosas y luego me dio una cachetada.
—¿Y eso por qué? —pregunté acariciando mi mejilla dañada.
—Porque eres un imbécil —exclamó angustiado —el pobre Gabriel piensa que te matas estudiando y que no le contestas por ese motivo, y tú andas de parranda con ese bohemio —suspiró —, ¿sabes lo que eso significa? ¡Lo estás engañando!, él jamás te haría algo así, te quiere bastante.
—Eros no es malo —comenté —ni mucho menos un bohemio.
—¿No? —preguntó con sarcasmo —Laretti me dijo que sospechaban que "los malditos" le habían roto la pierna a Joe para que no pudiera jugar en las estatales, ¿viste su ojo? Estaba fresco.
Volteé mis ojos y suspiré negando con la cabeza.
Eros apareció en el lugar de siempre sonriente con su uniforme de básquetbol de color morado y esas letras amarillas que resaltaban el logo del equipo de su escuela.
—¿Y qué tal? ¿Te aceptaron en el equipo? —preguntó Eros, actuó de acuerdo a lo que le había dicho el día anterior y me alivió demasiado.
—Me fue muy bien —sonrió hipócritamente —y sí entré al equipo, muchas gracias por todo...me ayudó mucho eso de ayer.
Colocó sus manos detrás de nuestras espaldas y caminamos todos juntos, Giovanni y yo teníamos cara de confusión y él todo sonriente hablaba sobre sus prácticas y su día en la escuela.
Despedimos a Giovanni como el anterior día y de nuevo tomó mi mano fuerte y corrimos hacia mi casa del árbol, porque no haría que entre a mí cuatro ni loco.
—¿Te puedo preguntar algo? —le dije mientras me sentaba en uno de los cojines.
—Lo que sea.
—¿Tu equipo le rompió la pierna a Joe?
Sorprendido por la pregunta negó con su dedo extendido, su mirada era sincera y sus ojos no podían mentirme, ellos no habían sido.
—Nunca dejaría que hagan algo así —mordió su pulgar —en el juego damos todo de nosotros y no podemos estar lanzando nuestro esfuerzo de los entrenamientos por resentimientos subjetivos que no tienen nada que ver con el juego —suspiró —. Ulises —nunca decía su nombre, solo su apellido —y yo somos buenos amigos fuera de las rivalidades que puede haber entre los dos equipos, hasta invitó a mis amigos y a mí a su fiesta salvaje llena de alcohol. Quienes hicieron eso realmente no tienen corazón y no saben lo difícil que es jugar, después de haber pasado por todo eso de la rehabilitación...no quedas igual.
Le preocupaba, no podía ser tan buen actor y tan cínico a la vez como para mentirme de esa manera, después de todo Eros Pascale tenía sentimientos claros en algo, aunque sea en un deporte, pero los tenía y bien puestos. Me preguntaba si Gabriel Mercer también reaccionaría así frente a una situación similar.
Eros me habló de su buen día entrenando, de que le encantaba su uniforme y que amaba trabajar en equipo, que adoraba ser capitán.
Yo no dejaba de observar su camiseta morada con letras amarillas y contorno blanco que decía "Colors" en cursiva, en la cual debajo del nombre se encontraba el número catorce; me perdía en su sonrisa y sus mejillas levemente sonrojadas por su rostro tan vivo y colorido, sus pómulos rosa atardecer y sus ojos oscuros que bajo el sol resplandecían más que los de Gabriel, más que los de cualquier persona sin pigmentos, porque después de mucho había descubierto al tesoro que tenía frente a mí: valiente, seguro de lo que quiere, preocupado por los asuntos de su interés, entregado al cien por ciento y expresivo en todo sentido.
—¿Siempre te pierdes en tus pensamientos? —preguntó divertido.
—La mayoría de veces —sonreí —pero solo en los pensamientos que son de mi agrado, por ejemplo...tú.
—Ariel esa no es forma de ligar conmigo —le encantaba recordar momentos —, si quieres algo de mí solo pídelo.
Tomé su barbilla con una mano y con la poca fuerza que tenía lo acerqué hasta mis labios haciendo que solo se rocen y ocasionando una sonrisa muy grande en mi rostro.
—Hoy andas muy feliz —comentó alejándose —hasta parece que te hubieran hecho algo.
—Para nada —respondí risueño —, quizá solo tienes razón...contigo todo es más fácil.
—Contigo es difícil —mordió su labio inferior justo como lo haría Gabriel Mercer —, creo que eres muy inteligente para mí y últimamente he planeado temas de conversación sobre algunas cosas para que no te aburras con mi superficialidad, no estoy tan perdido como pensaba.
—No encuentres la razón por mí, encuéntrala porque quieres mejorar como ciudadano —cuestioné su último comentario que debía ser un cumplido para mí.
Asintió arrepentido y siguió con su observación de las notas que tenía por todo sitio.
—¿Y cómo era Gabriel?
Gabriel era increíble.
—No estaba nada mal...era como una enciclopedia andante —respondí evitando sonreír ante su recuerdo.
—¿Era nerd? ¿Debería conocerlo?
—No, para nada. Por supuesto que deberías, al parecer muchos lo conocen por su padre, Ace Mercer, ¿no?
Él negó con la cabeza sintiéndose ignorante porque no había ensayado una conversación para eso.
Extraje mi celular del bolsillo más espacioso de mi pantalón y busqué fotos de mi galería exclusivamente con Gabriel Mercer ahí, si era posible de cuerpo completo. Eros observaba mi fondo de bloqueo con la cara de Gabriel y su boca azul por la vez del chupete, mi fondo de pantalla con una foto de nosotros sonriendo en las escaleras de mármol, y todo lo que restaba de mi galería eran fotos de Gabriel conmigo haciendo muecas extrañas, también eran fotos de la cena familiar de Gabriel, encontré la foto perfecta: una en la que estaba Gabriel al costado de una escalera con las manos ligeramente dentro de sus bolsillos y su mirada segura y sonriente ante el fotógrafo que era su primo.
—Fantástico —dijo no muy convencido —, también tiene unos ojos muy lindos...
Giovanni
Por décima vez estaría solo en mis problemas, y era por culpa de Ariel y su obsesión por Gabriel Mercer, su sentimiento de culpa y su infidelidad. Y no, no estaba celoso del chico re bueno de los ojos ámbar, no estaba celoso del buen consejero que era, ni mucho menos estaba celoso de todo lo que se manejaba, porque si bien...la ropa es una desventaja, a él nada lo detenía para recalcar que estaba excelente, que comía pura proteína y que corría todas las mañanas; aunque en el parque lo veía subiéndose a una barra a ejercitar sus brazos o colgarse como un murciélago para hacer abdominales...seguía siendo Gabriel Mercer: la sensación de las vacaciones y de la chica que me gustaba, y por supuesto, de uno de mis amigos. Gabriel Mercer se había ido, era cierto, pero se despidió hasta de mí antes de su partida y me mandaba mensajes de texto acompañados de llamadas acosadoras constantes como si fuera mi madre, todos los días.
—Necesito que lo cuides.
—No es un niño —respondí negando aunque no podía verme.
—No —suspiró —, claro que no, confío en él pero no en los demás, tengo el presentimiento de que algo pasará y él no podrá lidiar con ello solo, necesita de ti.
—No entiendo cómo es que siempre tienes razón —respondí harto —. Te cuento algo pero a cambio no debes decírselo a Ariel —guardó silencio por un rato y eso significaba que estaba de acuerdo —, él está saliendo con un tipo que me causa una mala sensación en todo el cuerpo.
—¿Saliendo? ¿Con un tipo? ¿Cómo es eso posible?
—Eros Pascale —respondí seguro —, creo que ese es su nombre, estudia en el Colors...ya sabes, la escuela de refugiados al otro lado de la ciudad, y forma parte del equipo de básquetbol, para ser más exactos, es el capitán.
—Italiano —balbuceó —. ¿Eros? ¿Pascale?
—¿Le harás una investigación policial? —pregunté con miedo.
—Quizá...
—Tú no sabes nada. De mi boca no salió.
—Gracias por la información —respondió con la voz seca sin irradiar sentimiento alguno.
Era la primera y última vez que le contestaba una llamada a Gabriel Mercer, y era porque o acabaría lo suyo con Ariel y no tendríamos ninguna relación o se cansaría de insistirme a mí porque ya había obtenido una respuesta de por qué el querido y amado Ariel no le contestaba las llamadas.
Gabriel Mercer llamaba de nuevo, y seguro quería más información, todo el mundo quiere más.
—¿Estudió algo de sus compendios?
—Un poco —dudé —le gustaron tus notas, se obsesionó con esa de los cerezos.
—Ya veo...
—¿Y cómo que es italiano? —pregunté, debía decírselo a Ariel.
—¿No has notado que habla de una forma extraña? —preguntó asombrado —Dile que diga Dante Alighieri.
—Eso es racismo —reí —, pero está bien, creo. ¿No te da mal aspecto?
—No... ¿Le gusta mucho?
—Yo creo que solo le gusta porque...
—Se parece a mí —completó la frase — pero más delgado y con los ojos y el cabello más oscuro.
Lo había notado, y eso solo significaba que había entrado a los registros nacionales o a otro tipo de web en la que se puede visualizar la identificación de manera muy clara.
—Entonces...no sé nada, cuando vuelva me hago el imbécil, ¿de acuerdo? —preguntó como si no quisiera decirlo.
—Me parece lo mejor.
VIII
—He pensado en hacer algo para Eros, es decir, un regalo, él me ha regalado tantas experiencias lindas y yo no puedo hacer eso, creo que soy muy aburrido, ¿qué opinas? —pregunté inseguro.
—Y además de aburrido...inútil —sonrió —puede ser, pero recién lo conoces cinco días contando este, ¿qué demonios?
—Ayer fue un día increíble.
Giovanni negaba con la cabeza como si supiera cosas que yo no y me enfadaba.
—¿Qué sabes de él? —preguntó mientras apoyaba sus codos en la mesa como un policía malo en un interrogatorio.
—Su nombre es Eros Pascale, está en el Colors, pertenece al equipo de básquetbol —numeraba lo que sabía de él con los dedos —, le gusta El Principito, tiene problemas en su casa y creo que nada más.
—¿Sabías que es italiano? —preguntó con seguridad.
—No es italiano —negué con desesperación —claro que no...nunca me lo había mencionado.
—Tengo razón —aplaudió —mucha razón, y debes creerme, no sabes nada de él y solo te gusta porque tiene un gran parecido a Gabriel Mercer, solo quieres llenar ese vacío. Y te ayudaré con eso del regalo, solo porque eres mi amigo.
Le volteé los ojos y preferí tomar atención a las clases, ¿realmente no sabía nada de Eros? ¿Era italiano? Pero lo más importante... ¿Quería llenar el vacío que Mercer dejó en mí tras su partida?
Toda la clase de matemáticas estuve pensando seriamente en lo que me había dicho Giovanni, ¿es que acaso yo era una mala persona por querer seguir con mi vida?
Antes de que el timbre de salida sonara, Giovanni me lanzó una bola de papel y se retiró de la clase como si tuviera que hacer algo importante. Lo abrí y en letras claras y remarcadas decía "haz que diga Dante Alighieri", lo pensé por un momento y hacer que diga un nombre italiano de esa categoría no haría que revele su nacionalidad, ¿era broma?
Salí de la escuela y ahí estaba Giovanni esperándome con los brazos cruzados y una expresión divertida y satisfactoria.
—No creo que si dice Dante sabremos que es italiano.
—Boccaccio —pronunció mal y chasqueó los dedos indicando que había encontrado el nombre perfecto —. Respecto a lo que quieres hacer...creo que podrías cantarle una canción, es lo único que haces bien —dijo con sarcasmo —y encontré una perfecta, tuve que robar mi propia guitarra del salón de música, ahora tendré que cargarla, escucha —dijo mientras me llevaba a un parque con bancas y así pudiera escuchar la famosa canción que quería.
Aclaró su garganta y alistó su plumilla para comenzar a tocar.
—No canto bien, lo sabes —aclaró —y creo que solo son cuatro o cinco acordes a lo largo de toda la canción —rasgó la guitarra haciendo los cambios respectivos de acorde de una manera estética para que no se notara —son pocos y están fáciles, yo me ofrezco a estar ahí de acompañante tuyo para que no metas la pata —comenzó a cantar la canción desafinando y arruinando su hermosa interpretación a guitarra —, ¿qué tal?
—La canción es de una película —comenté —me gusta, quizá a él también le gustan las películas, pero... ¿Qué tiene que ver con lo nuestro?
—Mucho —aseguró —no te arrepentirás porque por algo pasan las cosas.
Giovanni desapareció entre los arbustos y me quedé completamente solo, era la naturaleza y yo, el silencio en contra de mis principios. Caminé a mi casa como todos los viernes: lento y prestándole más atención a mi alrededor por si había algo nuevo; encontré a Eros frente a mi casa con una sonrisa gigante mientras me miraba fijamente.
—Ariel —saludó caminando hacia mí.
—Eros —respondí satisfecho —, ¡qué sorpresa encontrarte aquí!
—Hoy no tenía nada que hacer...y escuché que tu amigo Ulises haría otra fiesta en la "narco-mansión" —sus ojos se iluminaron —, ¿vamos?
Era viernes. Viernes por la tarde. La fiesta era en la noche. Noche. Viernes. Viernes y noche, ¡vaya combinación!
—No lo sé...
—No seas aburrido, ayer platicamos —tomó mi mano —: yo cambiaba por ti y tú por mí, recuérdalo.
Asentí como un robot y lo invité a pasar a mi casa hasta que fuera lo suficientemente tarde como para ir al lugar.
—Giovanni me dijo que eras italiano —comenté mientras subía las escaleras.
—Mi padre es italiano —rio —, aunque sí, una pizca, ¿no has notado que hablo un poco lento?
Asentí riendo.
—Soy italiano, ¿y qué? —preguntó —No se lo digo a casi nadie porque luego me van a decir estupideces como: a ver di esto o di aquello.
—A mí también me jodería, ¿cómo se dice "te quiero" en italiano?
Volteó los ojos dejándolos completamente blancos y luego se rio a carcajadas porque acababa de hacer lo que le molestaba tanto en las personas.
—"Ti amo" —respondió.
—Eso me suena más a "Te amo".
—Nunca lo sabrás, o quizá si confías en mí sí.
Me la pasé toda la tarde preguntándole cosas en italiano y él me respondía con oraciones que no se relacionaban con lo que le preguntaba, quizá hasta me estaba insultando y no lo sabía porque relacionaba el español con lo que me decía y no tenía ninguna similitud, salvo algunas palabras.
—Sabes, Ariel —añadió —, hoy tengo ganas de perder la conciencia y no recordar nada de lo que hice para evitar arrepentirme.
—En palabras más simples —pensé —quieres alcoholizarte.
—Sí, estoy harto de todo y creo que eso —se refirió a alcoholizarse —hace que no sea tan "yo".
—Me gusta estar sobrio —sonreí —aunque nunca he estado en esas condiciones de perder la conciencia, creo.
—Siempre hay una primera vez —dijo con tono de advertencia —, además, tu examen de la universidad es en poco tiempo, debes de relajarte, peor es si te presionas mucho.
—Linda forma de relajarse —respondí con sarcasmo —, llamaré a Giovanni, creo que él también irá.
Giovanni
—Me alegra que estés en el equipo —posó sus labios en los míos —y que tengas nuevas monturas —dijo sin despegarse de mí.
Era todo un sueño hecho realidad, Milena y yo, yo y Milena, "nosotros". Por primera vez sentía que debía estar con ella, solo con ella, con nadie más en toda la fiesta; la música y la gente podían irse al demonio porque yo ya estaba en el mejor momento de mi vida y nada ni nadie podía arruinar lo que con mucho esfuerzo había construido en varias fiestas.
—Que no te vas a quedar con ella —gritó alguien por detrás de nosotros —, ¡entiende! —Eros apareció de entre las sombras y la oscuridad y apoyó cada uno de sus brazos en nuestros hombros.
El olor de sus labios a alcohol me asfixiaba y hacía que me atragante con el propio ambiente.
—¡Giovanni Boccaccio! —rio pronunciando bien el nombre con acento italiano —Y tú —se dirigió a Milena —él no es para ti, yo veo el futuro.
Tanto ella como yo queríamos estallar a carcajadas por lo que decía Eros cuando estaba ebrio.
Ariel persiguiéndolo intentó llevárselo pero él estaba demasiado estable en el piso como para dejar de molestarnos.
—Cara a que se quedan juntos —colocó una moneda vieja en la palma de su mano —sello a que no —lanzó la moneda y girando rápidamente cayó en su palma otra vez para voltearla —. Sello, tenía razón, siempre la tengo.
Ariel rio nerviosamente y se llevó a Eros de un tirón, dejándonos solos de nuevo debajo de la escalera.
—¿Quién era? —preguntó ella.
—Eros —respondí seco —, un amiguito mío y de Ariel, se podría decir que gracias a que practiqué con él...estoy en el equipo.
—Si es tu amigo —su mirada cambió —también es mío.
Milena fue tras Eros para divertirse un rato y yo preferí buscar a Ariel, Eros a veces decía cosas extrañas y ya era suficiente que esté fuera de sí mismo.
Cuando encontré a Ariel, estaba sentado solo a un lado de las escaleras, mientras agarraba sus piernas y se mecía temblando.
—¿Crees que estoy bien? —preguntó él.
—Pues —lo observé de manera detenida —claramente puedo saber que estás picado.
—¿O sea me falta tomar más alcohol?
—No, estúpido —suspiré —, estás mal. Tan solo fíjate en tus ojos, ¿no sientes calambre en el cuerpo?
—Un poco —respondió —. Eros me dio vodka como si fuese agua y sentí cosas feas en mi garganta. Y ahora siento hormigueos por todo sitio —dijo estremeciéndose —y Eros no está aquí...y —Ariel cubrió su boca y comenzó a vomitar en la parte oscura de la escalera, sus ojos lagrimeaban y su cuerpo temblaba o por el frío o por la falta de energía —me siento asqueroso —añadió luego de limpiarse la mano derecha en el tapiz de la misma.
—Tiempo que no te pones así —me reí —vamos a otro lugar antes de que Laretti nos vea y te haga limpiar la escalera, qué asco.
Asintió con la cabeza débilmente y caminó como lo haría de manera habitual hasta un sillón.
Normalmente un hombre en ese estado se pondría agresivo o estúpido, pero Ariel era...extraño, nunca sabías cómo iba a reaccionar, dependía de su estado de ánimo más profundo. Por ejemplo: ahora; Ariel se sentía desanimado y devastado por la culpa que llevaba, porque no podía controlar a Eros y porque pensaba en Gabriel cada vez que estaba con Eros, lo reconocía muy bien porque se notaba en sus ojos, culpa...culpa por todo sitio, culpa hasta por vomitar en las escaleras de la narco-mansión de Laretti y no limpiarlo.
Finalmente, cuando estuvo en el sillón se recostó encima de mis piernas y estalló en lágrimas, sí, era la culpa.
Esta vez no estaba estúpido, esta vez estaba sensible, como las chicas que lloran ebrias en el baño y quieren llamar a sus ex; y en este caso me correspondía ser el cuidador como buen o mal amigo que soy.
—¡No entiendo por qué lloro! —dijo entre sollozos mientras se limpiaba con el sillón de Laretti.
—Desahógate.
—Primero: Gabriel Mercer se va para siempre...deja de llorar —se decía a sí mismo dándose palmadas —; después: engaño a Gabriel Mercer; luego: estoy en una fiesta ebrio; y finalmente te estoy contando esto.
Laretti se dirigió hacia nosotros angustiado y tanto Ariel como yo sabíamos que eso no significaba nada bueno.
—Oigan, por casualidad —agarró su nuca —por pura casualidad... ¿Saben cómo revivir a alguien? —preguntó con miedo —Es que...verán, el chico, ya saben, pues, bueno —dudó —. Pascale al parecer entró en un trance.
—¡Y ahora Eros está muerto! —siguió llorando.
—Se llama coma etílico —aclaré —no está muerto —suspiré intentado consolar a Ariel —. ¿Dónde está?
—Simón lo está cargando para llevarlo a algún sillón.
Hice que Ariel se parara y Simón colocó el cuerpo vulnerable de Eros en el sillón.
—¡Está pálido! —Ariel exclamó mientras tomaba su mano —Y frío —las lágrimas caían indiscriminadamente, era culpa, de nuevo —, llamen a emergencias o algo.
—¡No! —gritaron todos.
—Si llamamos a alguien de ese rubro se dará cuenta de que somos menores de edad, aunque este año nos corresponde aún faltan meses —especifiqué —yo me encargo.
Todos asintieron y se esparcieron por la sala para no disminuir el aire con el que contaba Eros.
Ariel terminó durmiéndose del cansancio en el piso junto al sillón y no podía lidiar con dos ebrios solo, uno peor que otro.
Solo me quedaba una opción: Gabriel Mercer; busqué su número en mi lista de contactos y timbré sin esperar una respuesta segura.
—Necesito de tu ayuda —fue lo primero que dije apenas contestó —, pero antes, ¿dónde estás? Y hola.
—Acabo de llegar, estoy en el aeropuerto, ¿por qué? ¿Qué pasó?
—Es una historia muy larga —dije para evitar contarlo por teléfono —, solo...por favor ayúdame, es la primera vez que no sé qué hacer.
Gabriel Mercer cortó la llamada y luego me mandó un mensaje que decía: quince minutos.
En ese tiempo, mecí a Eros un poco para intentar despertarlo y lo coloqué de costado para que evitase ahogarse con su propio vomito; le envíe mi ubicación por un mensaje a Gabriel y me limité a esperar.
Pasaron cinco minutos más y por la puerta observé a un chico alto con casaca de cuero, era Mercer, cuando me vio, caminó rápidamente hacia mí.
—No me digas que ese es Ariel —señaló a Eros, el cual estaba cubierto por una casaca.
—No —negué con la cabeza —, Ariel está ahí en el piso —señalé.
Gabriel miró hacia abajo y suspiró molesto mientras hacía su cabello para atrás.
—¿Diagnóstico? —preguntó.
—¿Ariel? Él solo está dormido y ebrio, al parecer, y...aquí mi querido amigo Eros, creo que es coma etílico.
—Estos niños —masculló y dio vueltas alrededor del sillón —, ven conmigo —destapó a Eros y lo cargó como a un bebé recién nacido.
Lo seguí y llegamos hasta su auto negro, le abrí la puerta del asiento trasero y lo recostó ahí.
—¿Y Ariel? —pregunté con duda.
—Ah...verdad —suspiró y sus ojos se pusieron blancos.
Volvimos y Gabriel hizo lo mismo, solo que a él lo cargó como un obrero que lleva una bolsa de concreto en los hombros, haciendo que sus brazos cuelguen y se muevan en cada pisada.
Mientras acomodaba a Eros para que fuera recostado en el asiento, empujaba y movía como sea a Ariel, sentado y hasta le puso cinturón de seguridad.
Nos subimos al auto y nos limitamos a escuchar la música que Gabriel compartía vía Bluetooth.
—¿Te han dicho que escuchas música muy deprimente? —pregunté para romper el hielo.
—Es una canción muy linda —justificó —no lo veas por el lado del ritmo, sí, está un poco muerta, en realidad es extraña —admitió —me gusta porque te da el mensaje de dejar atrás el pasado para enfocarte en el presente y el futuro, algo así como perdonar a...
Su expresión cambió y prefirió seguir escuchando la canción.
—Estás enojado con Ariel.
—¿Se nota tanto? —me dirigió una de esas miradas de "voy a matarlo".
Asentí y nos callamos de nuevo.
—¿Qué haremos con ellos?
—Los dejaremos en un hotel durmiendo, lavaremos su ropa e intentaremos despertar a Cupido —respondió más animado.
Gabriel ingresó directamente al estacionamiento de un hotel alto y solo bajamos nosotros dos a la recepción.
—Una habitación para dos personas, ya sabe...doble —dijo Gabriel apoyándose en el mostrador.
—Lo lamento —dijo la chica del mostrador negando con la cabeza —, solo quedan habitaciones matrimoniales, ¿habría algún problema?
Los dos nos miramos expresando duda y en un segundo Gabriel comenzó a sonreír como un completo psicópata, me miraba como si supiera sus intenciones.
—Ningún problema.
Regresamos al estacionamiento por los dos cuerpos y los subimos en el ascensor sin dejar que se abriera, porque según Gabriel...no quería tocar a ninguno de ellos, o sea subjetivismos, y no quería que nos vieran con dos niños fuera de sí mismos.
Al llegar al piso en el que se encontraba el cuarto, Gabriel solo cargó a Eros y yo por lo tanto debía arrastrar a Ariel.
—La ropa —señaló Gabriel juntando las manos —hay que quitársela... ¡Elijo a Eros!
—Pero, ¿por qué? —pregunté negando.
—Todavía que agarraré al más asqueroso y te quejas —cruzó los brazos.
—Pero...tú ya has tocado a Ariel —dije en burla —no se te hará extraño porque de una forma u otra ya lo conoces.
—¿Disculpa? —se señaló a sí mismo expresando indignación —¿Qué estás insinuando pedazo de mierda? —no dejó de mirarme hasta que estallé en risas —Está bien —cedió —pero esto no pasó, se supone que estoy enojado.
Cambiamos de sitio y él de mala gana retiró las prendas más sucias que tenía, yo hacía lo mismo, la diferencia era que Eros estaba completamente asqueroso, sus ojos se abrían cada cierto tiempo y volvía a dormir.
—Abrió los ojos, ¿sigue siendo coma etílico?
—Quizá solo se desmayó, es posible que abra los ojos en un coma etílico pero tal vez, solo tal vez perdió muchas energías y se deshidrató causando que su piel se ponga pálida, tenga frío y se desmaye —respondió Gabriel —. También depende mucho de lo que bebió.
—Ariel me dijo que me dijo que bebieron vodka como si fuera agua...
—Vodka —dijo Gabriel de forma vaga —, un día bebimos vodka —añadió —, ¿crees que Ariel provocó eso? —señaló a Eros.
—Estuvo conmigo ll... —cubrí mi boca antes de que dijera "llorando" —antes de que eso pasara, de la nada apareció así, no sabemos con quién estuvo o cuándo ocurrió.
Asintió y de su bolsillo extrajo un bloc de notas, un lapicero y una tableta de pastillas; escribió "bébeme" en dos notas y dejó cada una acompañada de una pastilla en las mesas auxiliares a cada costado de la cama.
—Ahora vamos a deshacernos de esta asquerosidad —levantó la ropa de Ariel y salimos de la habitación no sin antes asegurarnos de que no pudieran huir.
IX
Me dolía la cabeza, estallaba y sentía que latía, tenía frío y la cama en la que me encontraba estaba más cómoda de lo normal. Al abrir mis ojos todo lo que veía era blanco: roperos, cortinas, paredes; hasta la misma sábana con la que estaba cubierto y el colchón en el que mi cuerpo estaba era blanco, pero eso no era lo más trágico, a mi lado había un bulto (obviamente, una persona) y si no estaba en mi casa era porque me encontraba en un hotel, lo más lógico era predecible: me embriagué tanto que terminé con un dolor de cabeza, una indigestión terrible, desnudo en un hotel carísimo por los acabados y lo que faltaba...me había acostado con alguien y no tenía recuerdos de nada; ¡qué fiesta!
Me senté en la cama y observé todo alrededor mío, el bulto estaba envuelto en las sábanas y me las arrebataba porque envolvía hasta su cabeza, posé mi dedo en su espalda y este se estiró hasta revelar su rostro.
—¿Nos acostamos? —Eros entrecerró sus ojos y luego se destapó.
—Ni puta idea —respondí con duda —siéndote cien por ciento sincero...no sé lo que pasó.
Asintió con sueño y luego se acostó de nuevo mirando al techo.
—Me duele la cabeza —dijo con una expresión seria mientras volteaba su cabeza —y qué casualidad que haya un papel que dice bébeme junto a una pastilla y un vaso de agua.
—No lo bebas —exhorté —, ¿qué tal si un acosador sexual nos secuestró aquí y quiere que te tomes eso pensando que es una pastilla para el dolor de cabeza para violarte?
—¿Qué es lo peor que podría pasar? —preguntó suspirando —¿Un trenecito? No lo creo —colocó la redonda pastilla al final de su garganta y la pasó sin agua alguna, después de pasarla recién bebió agua y se volvió a recostar —. ¡Oh, no! —colocó la palma de su mano sobre su frente —Creo que sí era una pastilla para dormir, me siento mal, ¿qué haremos ahora? ¡Nos van a violar!
—¿En serio? —pregunté mirándolo directamente.
—No —sacudió su cabeza —, es para el dolor de cabeza, créeme.
La puerta se abrió de manera lenta y ahí estaba Giovanni con una bolsa de papel en la mano y un jugo en la otra.
—Parece que ya despertaron —sonrió aún estando en la puerta —. Eros, te traje tu ropa limpia y en esta bolsa hay el desayuno para los dos.
—¿Y mi ropa? —pregunté cruzando los brazos.
—La quemé —una voz resonó detrás de Giovanni y él se hizo a un costado para dejarlo pasar, era Gabriel Mercer.
—¡La noche fue muy loca! —exclamó Eros y se vistió debajo de las sábanas para luego tomar una de las bolsas de papel y sacar a Giovanni de la habitación.
Los dos nos quedamos solos, la tensión se olfateaba y la incomodidad se notaba en nuestros rostros. Ninguno de los dos tenía claro lo que pasaba o lo que tenía que decir, solo nos quedamos en silencio por un largo rato.
—Así que...quemaste mi ropa —comenté para hacerle conversación.
—Sí —afirmó fríamente.
—Me sorprende que estés aquí, Gabriel Mercer...
Él se quedó callado y comenzó a explorar la habitación.
—Te extrañé —volví a hablar.
—¿Sí? —preguntó en forma de mofa.
—Sí —sonreí —, pero me sentía mal, muy mal, te escribí notas...pero dejé que se remojaran en el papel porque no tenía los cojones para mandártelas luego de...todo un asunto gigante.
—¿Y qué es ese chico para ti? —dijo refiriéndose a Eros.
—Él no es nada —repliqué —, se parece a ti pero no es nada comparado contigo. Quizá tengan la misma nariz y utilicen la misma loción, pero él no te llega ni a los talones...si vieras cómo y cuánto te extrañé, mi querido Gabriel Mercer, comprenderías todo lo que he sufrido cuando te fuiste; leí los dos compendios solo para encontrar tus notas, ¡ay, Gabriel! ¡Si tú supieras lo que hice con tus notas! —lágrimas involuntarias corrieron por mis mejillas —Las coloqué en las paredes de la casa del árbol, claro que hay una que siempre llevo conmigo y no se va nunca de mi mente —suspiré —, deja que te la diga de memoria —aclaré mi voz —: "Nuestro amor es tan complicado que solo nosotros lo entendemos", atentamente, el amor de tu vida...Gabriel Mercer. Hasta a Eros le he hablado de ti y le dije lo mismo de nosotros, de lo extraña que es nuestra relación y de lo bien que estaba yendo contigo y...
—Cállate —colocó su dedo índice en mis labios —. Ariel, ¿crees que con todas esas palabras voy a...mmmm —pensó —ceder? ¿En serio crees que soy tan imbécil?
—Para nada —me arrepentí —, no sé qué quieres que te diga, ¿lo lamento?
—¿Por qué? —preguntó y me hice el desentendido —¿Por qué te disculpas, Ariel?
—Por...haber salido con otro chico.
—Sales con Giovanni todo el tiempo, es un chico —añadió sonriente —sales con millones de personas todo el tiempo, ¿crees que soy un opresor? ¿Crees que una relación se basa en que los dos estemos como en una cárcel? ¿Sin poder hacer lo que queramos? ¿Sin poder salir con quien nos dé la gana?
—Bueno, no solo salí —hice mi cabello hacia atrás —nos besamos y...fuimos a varios lugares, conversamos seriamente de varios temas el jueves, mmmm...nada más.
—Eso era lo que quería escuchar —se sentó a los pies de la cama y me entregó una bolsa que estaba en el piso —, me caga tu actitud, la verdad. ¿Te diste cuenta de que mandaste todo al carajo? —extrajo un cigarrillo de su bolsillo y lo colocó en sus labios.
—No puedes fumar, la primera razón es porque estamos en un lugar cerrado por ley y por consideración con el ambiente está mal y la segunda razón es porque prometimos no hacerlo, ¿recuerdas?
—Y tú prometiste esperarme, ¿recuerdas? —su expresión se tornó un poco melancólica y se paró para dar vueltas por la habitación —Me prometiste tantas cosas...y mandaste todo a la reverenda mierda.
—Gabriel tú no hablabas así.
—¿Y cómo quieres que te hable? —preguntó casi gritando, casi comiéndome vivo —¿Prefieres algo como... "Oh, pequeño infante de cabellos bermejos, tú y tus artimañas han zanjado el meollo de mi ser"? No, Ariel, no te hablaré así y menos ahora que me engañaste.
—Pues al parecer la noticia no te afectó tanto...pensé que estarías devastado.
Gabriel Mercer comenzó a reír en forma de sarcasmo, se notaba que fingía y se acercó lo suficientemente a mí como para que pudiera ver sus ojos, que por cierto, estaban rojos y eso hacía que vea sus ojos como verdes.
—¿Fumaste weed? —pregunté curioso.
—Lo supe hace mucho, por eso no ves cómo me afecta —se apoyó en la pared —, lo que más me duele es que he hecho tantas cosas por ti y hacerme eso fue como darme un sopapo y decirme que jamás sentiste algo verdadero —se sentó de nuevo —. Sé que quizá te suene algo cliché pero no puedes amar a dos personas, no puedes decir que amas a una sola cuando buscaste reemplazarla y lo hiciste, no se puede...todo lo que me dijiste fue mentira, pensé que eras lo suficientemente maduro como para comprender algo así, pensé tantas cosas de ti y he quedado desconcertado.
—Me dijiste que siga con mi vida, que tu partida no significaba que iba a deprimirme o algo así —intenté justificarme.
—Quizá Mercedes tenía razón —suspiró —eres tan dependiente que dejas a una persona y comienzas con otra al poco tiempo, además, seguir con tu vida no significa: buscar a otra persona que te satisfaga; maldito infiel, eres una zorra, una puta zorra y no me había dado cuenta.
Y volvíamos de nuevo con las groserías, ¿cómo de alguien tan lindo salía tanta porquería?
—¿Y qué más sabes? —pregunté mientras me acomodaba con las sábanas y tomaba el vaso de jugo que había traído Giovanni.
—Sé que es italiano y que su madre desapareció, que lo conociste en una fiesta y te obligaron a besarlo en un juego, y que apenas saliste con él cinco días...prácticamente una semana, como Romeo y Julieta —hablaba con tanta seguridad que podría creer que tenía ojos en todo sitio —. Me lo dijo Giovanni, ¿algo más que no sepa?
—Ese desgraciado —aplasté el vaso de plástico —lo voy a matar, lo voy a...le voy a tirar piñas y luego lo lanzaré al río.
—Igual me habría enterado de tus porquerías de cualquier manera —se acercó a la puerta —. Creo que es todo lo que tenía que decirte, ah, y...no me vuelvas a buscar, la cuenta del hotel ya está pagada, llevaré a Giovanni y a Eros a donde sea que vivan, más bien tú te regresas solo —buscó algo en sus bolsillos —toma —lanzó una moneda —para el transporte público.
X
—¡¿Dónde estabas?! —gritaba mi madre detrás de mí mientras yo subía las escaleras —Pudiste llamar, ¡nunca has llegado a estas horas!, son más de las diez. Estaba a punto de reportar tu desaparición a las autoridades, faltaban unas horas más y cumplías las veinticuatro necesarias, ¿qué pasa por tu cabeza, Ariel?
—¿Nadie te dijo dónde estaba?
—¿Crees que si lo hubiera sabido no estaría así? Ah, y tu padre está aquí.
Lo que faltaba...yo el alcahuete preferí dirigirme a mi cuarto directamente porque no podía verlo, ¿cómo alguien puede echar tantos años de matrimonio a la basura por estar en la soledad?
Al poco tiempo, mi padre entró a mi habitación sin tocar la puerta e invadió mi privacidad con sus típicas preguntas...desde: "¿cómo te ha ido?", hasta: "¿ya pensaste en qué universidad estudiar?". Y yo, como suelo ser de frío, iba desde: "bien, como siempre", hasta: "no lo sé".
—¿Te has dado cuenta de que eres muy frío? —siguió preguntando —Todas las veces me dices lo mismo.
—Todo el tiempo le digo lo mismo a todo el mundo —levanté mis hombros —, no entiendo cuál es el "problema".
Salí de mi habitación para próximamente terminar al frente de la puerta principal y solo abrirla, me daba igual su presencia desde lo que Gabriel Mercer me contó y era peor recordarlo porque no tenía a Gabriel ni tampoco tenía una familia estable y honesta.
Me dirigí a la casa de Giovanni no sin antes pasar por la iglesia, entrar un rato y luego salir porque no estaba animado y porque Gabriel Mercer no estaba...o quizá sí pero era probable que estuviera oculto por el simple hecho de haber entrado al único lugar en el que podía estar solo.
—No puedo creer que se lo hayas dicho —reclamé enfocando mi vista hacia sus pupilas.
—Tarde o temprano lo iba a saber —dijo sin mirarme por buscar su plumilla —, ya sabes lo que dicen...las mentiras tienen patas cortas y peor si es infidelidad.
Afirmé con la cabeza, en cierta parte lo que había hecho Giovanni era un alivio: 1) porque yo no tendría que decírselo, 2) porque no lastimé a Gabriel (o al menos no lo vi derrumbarse) y 3) porque ya tenía que terminar con ese asunto (no de Gabriel, sino de Eros).
—¿Sigues con ganas de darle o dedicarle algo a Eros? —preguntó afinando su guitarra
—¿Y qué hay de Gabriel Mercer?
—Sabía que dirías eso —sonrió —, igual la canción aplica para todos.
—Por eso considero que eres un imbécil.
XI
—Fue muy interesante la forma en la que me convenciste para venir aquí —crucé mis brazos y me acomodé en el pequeño asiento.
—¡Es su primer juego! —exclamó ella —, era evidente que no podías perdértelo.
Sí, desde la lesión de uno de los jugadores del equipo, Laretti y el entrenador le habían puesto confianza a Giovanni. Confianza para poder tener victorias satisfactorias llenas de esfuerzo y cansancio, confianza para muchas cosas...porque sabían que era difícil estar ahí y porque pensaban que a Giovanni le interesaba mucho pertenecer al equipo y resaltar cómo "alguien" en la escuela por bastantes días, como un héroe, cuando la realidad de todo este asunto de unirse al equipo era otra con fines casi iguales.
Jamás entendí el básquetbol, eran muchos términos técnicos para mí...que solo juegan diez y los demás son suplentes, que el tiempo muerto es descanso, que son juegos de diez minutos y terminan siendo cómo ciento veinti tantos minutos...solo le prestaba atención a Giovanni en las bancas de suplentes mientras bebía un líquido azul que yo suponía que era una de esas bebidas energéticas para deportistas, me fijaba en otro tipo de cosas que eran ajenas a la vista de los espectadores, porque no, el básquetbol no era de mi agrado y solo fui por mi amigo.
—¡¿A dónde lanzas esa pelota?! —exclamaba Celeste, la cual estaba loca por el básquetbol, hablaba sola y gritaba cuando algo no le parecía —¡Pero estaba solo! ¡Dios mío!
—Cálmate, solo es un juego —suspiré.
—De este juego depende la reputación de la escuela —respondió —, ¿acaso no es emocionante?
—No —respondí seco —solo veo a personas corriendo tras una pelota y dándose manotazos, es todo.
Ella cerró los ojos y movió la cabeza de un lado a otro expresando negación, como diciéndome con su cuerpo: "no lo entiendes".
—¿Disfrutando del partido? —preguntó Eros, el cual apareció de la nada y se sentó a nuestro costado.
—¿Yo? Claro que sí —dijo Celeste emocionada —, ¿Ariel? Al parecer no.
Él solo asintió y animó a nuestro equipo como lo hacía Celeste, gritaba junto a ella y hasta intentaba aprenderse el lema de la escuela para gritarlo junto a todos los espectadores que pertenecían a la misma. No sé qué planeaba exactamente, ¿quería contagiarme su fiebre del deporte? ¿Quería que olvidara lo de la mañana?
—Oigan —se dirigió hacia nosotros —, ¿no tienen hambre?
—Me estoy muriendo —comentó Celeste.
—¿Palomitas y soda? —preguntó contando el dinero que traía en sus bolsillos.
Los dos asentimos, una oportunidad de que alguien te invite la costosa comida de la escuela no se podía desperdiciar de esa manera.
—Pero... ¿qué tal si me acompañas? —me preguntó dándome un codazo —Me voy a caer si es que nadie me ayuda a traer tantos envases de cartón.
Volteé mis ojos y a regañadientes lo acompañé hasta los puestos de comida que se encontraban afuera del gimnasio.
—Tres palomitas —pidió —, ¿les gusta dulce o salado?
—Salado —crucé mis brazos.
—Tres palomitas saladas y tres sodas de uva —volvió a pedir sosteniendo un billete en las manos —, ¿está bien soda de uva? A mí me gusta la de uva, no sé tú...
—Sí, está perfecto —respondí seco.
Probablemente si estuviera con Gabriel Mercer habrían sido dos palomitas saladas y una combinada (salado y dulce), y por supuesto, dos sodas de uva y una de cereza; sí, lo conocía a ese punto de saber hasta lo que podría pedir para el desayuno, era parte de ser observador y memorizar algunos de sus gustos. Gabriel Mercer, el rey de la diabetes, pediría todo dulce o al menos la gran parte, y me lastimaba pensar en él hasta en el momento de estar decidiendo que palomitas me gustaban más.
—Ariel —movió la palma de su mano ante mi vista —, no respondiste mi pregunta.
—Ah...sí, cereza —dije distraído.
—Y al parecer tampoco me prestaste la suficiente atención —suspiró lamentándose en broma —. Te pregunté sobre Gabriel Mercer, él nos dijo que no quisiste que te llevara.
—¿No quise? ¡¿No quise?! —me exalté —Es un maldito cínico, ¿en serio crees que soy tan inmaduro como para no querer que me llevara a mi casa? ¡Dios mío! —hice mi cabello hacia atrás —Me lanzó una moneda para que me vaya en el transporte público y llegué demasiado tarde a mi casa...caminando bajo el sol.
Eros recibió las palomitas y me pasó una con las tres sodas para que las pusiera en el bolsillo grande de mi sudadera mientras él se acomodaba con las dos cajas de alimentos.
—¿Eso quiere decir que podemos seguir estando juntos?
—Estás loco —reí con sarcasmo —. Eros...tú y yo no somos, no existimos, nunca fuimos algo, nuestra relación fue un error. No sé si me entiendes.
Su boca formó una "o" minúscula y sus ojos se cristalizaron pero luego parpadeó varias veces para retomar su humor y hacer como si no hubiera dicho algo al respecto.
—Entonces —aclaró su voz ronca —, ¿volverás con Gabriel Mercer?
—Volvería con Gabriel Mercer si es que él me quisiera a su lado, por el momento creo que le daré su espacio y su tiempo —hice una mueca —y quizá, luego, si las circunstancias y los sentimientos nos lo permiten...volveremos a estar juntos —mordí mi labio inferior y pensé que si tal vez no estuviera con las manos ocupadas, estrujaría el anillo que yo usaba como collar, el que me dio cuando nos conocimos.
—Yo no creo que haberte buscado haya sido un error —añadió —, las aventuras son divertidas en cierto modo —sonrió —, ¿no?
—Puede que no haya sido un error, nada es coincidencia —pensé en que Gabriel creía mucho en el destino y me callé por un momento —. Nuestro amor fue como él de Romeo y Julieta.
—¿Es porque solo duró una semana?
—Es porque solo duró una semana y hemos terminado muriendo —lo miré directamente.
—Yo moriría por ti —caminó al revés para mirarme de frente.
—No mientas, no me gusta que me mientan.
Suspiró con tristeza y caminó a mi lado hasta la puerta del gimnasio. Desde lejos se podía ver que estábamos ganando y que Giovanni había entrado en un cambio con otro jugador.
—Ariel, antes de que entremos y todo esto se esfume así como si nada —colocó las palomitas en una mesa que estaba a nuestro costado —, cierra los ojos.
Al principio lo miré desconcertado y después volteando los ojos los cerré por fin.
—Eleva una de tus manos —ordenó —y ahora... ¿Recuerdas todo lo que te dije sobre mí el primer día?
—Más o menos —respondí sin abrir los ojos.
Sentí su tacto áspero y fuerte por mis dedos y luego cerró mi mano junto a la suya para ponerla a la altura de mi corazón. Miré mi mano de reojo y lo recordé...
—El ciclo sin fin.
—El ciclo sin fin —respondió.
Estuvimos en silencio por un largo rato hasta que el marcador aumentó.
—Alguien es especial porque influyó demasiado en tu vida y en tus decisiones, y porque sabes que no te quedarás con esa persona pero sí la recordarás —repetí con las mismas palabras.
Eros prefirió seguir callando y avanzamos normalmente como si en realidad no hubiera pasado nada.
—Mira qué imbécil es —dijo Celeste mientras bebía su soda de una manera elegante —, lanzándole besitos a esa hueca que acaba de llegar hace un minuto, ni si quiera lo quiere.
—Ya sabes lo que dicen —habló Eros con la boca llena —: ignoras a quien te ama y amas a quien te desdeña. Oye Celeste, ¿no ha pasado algo malo?
—Nada hasta ah...
Y así, en cámara lenta, Giovanni, para impedir una canasta, tapó con un golpe mal dado a la pelota y más toda la avalancha del equipo contrario, terminaron dejándole una lesión que en instantes se hinchó hasta ponerse morada.
—¡Mierda, Eros! Tienes muy malas energías.
—Claro que no —respondió indignado —ya te dije que yo lo veo todo y lo sé todo.
Eros
Apenas terminó el partido, corrí para evitar entretenerme con ver lo que le hacían a Giovanni en la muñeca y en parte de la mano. Mi tarea había terminado desde hacía mucho y recién al estar roto me daba cuenta de ello, la terquedad hacía que muchas veces yo me muera internamente, que mi corazón se pare en forma de metáfora y que mis sentimientos y emociones convulsionen por lo más simple del mundo (también en forma de metáfora).
Y mientras todos a esa hora celebrarían el heroísmo de alguien que dio su mano a cambio de la victoria...yo ya estaba sentado frente al santísimo de lo más normal a pesar de ser "extraño".
Bancas más adelante se encontraba mi presa: cruzando los brazos, hablando solo, balbuceando palabras como todo un loco; yo, como todo un acosador me acercaba lentamente a su sombra.
—¿No es muy tarde para estar aquí? —le pregunté cuando llegué a su costado.
—Nunca es tarde para hablar con Dios —respondió sin mirarme —, querido Eros.
Cuando Gabriel Mercer pronunció mi nombre sentí un horrible estremecimiento en todo el cuerpo, el corazón estaba en mi garganta y muchas preguntas rondaban en mi cabeza: ¿cómo? ¿Cuándo? ¿Acaso tenía ojos en la espalda u oídos en las paredes? ¿Por qué lo pronunciaba de una manera tan sombría?
—¿Qué haces aquí? —preguntó él —Pensé que tú eras...ya sabes, una linda bruja o yo qué sé. Te vas a quemar.
—Tú mismo lo has dicho —me coloqué en la misma posición que él tenía —: nunca es tarde. Pero tienes razón, no vengo por eso, vengo a contarte una historia —esperé su consentimiento y luego aclaré mi voz —. Romeo y Julieta...dos personas pertenecientes a familias que tenían diferencias y que por lo tanto eso los convertía en rivales, dos personas enamoradas que se casaron en secreto —acaricié mi dedo anular en el que antes se encontraba el anillo que le había regalado a Ariel —, dos personas que terminan muriendo con un amor de prácticamente una semana...
—Sí sé la historia —levantó las cejas —. Llega al grano.
—Ariel me dijo que nuestra historia fue como la de Romeo y Julieta porque solo duró una semana y porque también hemos muerto en el intento.
—Ah —suspiró como si le llegara altamente la situación —, terminó contigo evocando a Shakespeare —se burló —. Tiene sentido para mí; se conocieron en una fiesta, duró unos cuantos días, no han matado a alguien ni se han casado pero...tiene sentido.
—Quiero llegar a que lo nuestro fue demasiado corto e insignificante —comenté —, para él, para una mente como la suya, mientras él fue la marea de mi océano, yo solo fui las cenizas de su fuego, me ha calcinado completamente.
—A mí también me ha quemado —respondió sin darle importancia —y si planeas que con menospreciar su relación ante mí y hacerte el sufrido podrás conseguir que nos reconciliemos...no es así, disfrútalo, tienes a una persona maravillosa a tu lado.
—Me terminó evocando a Shakespeare, Gabriel Mercer —reclamé —, ¿por qué eres tan complicado? ¿Es tan difícil aceptar que ahora es todo tuyo?
Él rio con nerviosismo e hizo su cabello a un costado para evitar interrumpir su vista, suspiró y recuperó la compostura.
—¿Crees que es tan fácil para mí hacerlo? —preguntó para que no tuviera una respuesta clara —Créeme que si fuera por mi yo interno...dejaría de estar aquí y correría hacia él a preguntarle si me quiere, a decirle que me elija a mí y no a ti; pero no se trata de él ni de mí, sino de cómo ha obrado y lo que ha causado en mis sentimientos debido a sus acciones, no sé si puedas entenderlo.
Asentí, no porque sabía cómo se sentía sino porque me sentía mal y podía comparar su dolor con el mío, como si fuera tan simple.
—¿Y cómo es?
—¿Qué? —respondí con duda.
—¿Qué se siente besar a alguien a quien quieres mucho, demostrarle tus sentimientos más oscuros, para que al final piense en mí mientras lo hace contigo?
Suspiré y luego reí como un tonto.
—Si no estuviéramos en esta iglesia ya te habría roto esa linda nariz que tienes —amenacé —pero respeto las preferencias de otros así que no me lo permito, no frente a tu dios. Y se siente un poco feo, pero creo que con los días pierdes la dignidad y ya te da igual en quién piense, la cosa es que te bese.
—Eso suena muy horrible —dijo en forma de broma.
—Y para demostrarte que siempre piensa en ti hasta cuando hablamos...tengo una prueba gigante.
—No vas a parar hasta que lo perdone, ¿verdad?
Sonreí con astucia y tiré de su manga para que se parara y me siguiera, el efecto que esto tuvo fue positivo, me siguió a lo largo del pavimento en medio de la noche sin negarse y sin decir palabra alguna.
—¿Por qué estamos frente a la casa de Ariel? —acarició su cabello con duda.
—Porque subiremos a la casa del árbol y verás lo demente que está.
Gabriel lo pensó por un momento, girando sus ojos hacia mí y luego hacia la casa, cedió y subimos cuidadosamente a la pequeña casa de madera.
Su rostro se encontraba atónito, sin reaccionar. Las paredes llenas de notas de colores cautivaban sus sentidos, especialmente la vista, y, con suma delicadeza arrancaba algunas notas para leerlas y volverlas a colocar.
—¿Te enseñó todo esto?
—No lo he leído todo —comenté —pero...sí, me lo enseñó y al principio creí que era una completa locura.
—Lo es —observaba a su alrededor como un niño mirando juguetes —, sin embargo —arrancó unas cuantas notas más —, no todas las escribí yo.
Comenzó a leer algunas, me dirigía la vista y sonreía maliciosamente, hacia lo mismo una y otra vez, reía de una manera ahogada.
—¿Qué es tan gracioso? —pregunté molesto.
—Es gracioso que me hable sobre ti en las notas —respondió —y más gracioso que en todas diga que me prefiere a mí. Lástima que no podrás leerlo, no quiero lastimarte y no quiero que Ariel te lastime más, prácticamente...estamos igual.
—Prácticamente tenemos el mismo daño mental —le sonreí —. Él de verdad te quiere...dale una oportunidad, por favor. Si él es feliz yo soy feliz.
XII
Noticias recientes: Giovanni se lesionó pero eso no lo detiene porque seguirá jugando y haciendo sus actividades cotidianas, muchos dicen que acudió al "huesero"; Gabriel Mercer intenta retomar nuestra relación después de que con Giovanni le lleváramos serenata a altas horas de la noche luego de un mensaje de Eros; Se acerca mi cumpleaños y no tengo ni la menor idea de cómo sentirme.
—¿Alcohol?
—Listo.
—¿Comida?
—Listo.
—¿Agua pura?
—Más que listo.
Preguntaba Giovanni mientras que Celeste corría de un lado a otro a verificar las cosas.
—¿Luces?
—Si son de color verde...sí están listas.
—Va a ser la mejor fiesta del puto mundo —comentó Giovanni mientras colocaba vasos sobre una mesa gigante —, ¿ya tienen su disfraz?
—Yo tengo el disfraz más horrible que pueda existir —dije seguro —, es una persona horrible sin sentimientos que mata y destruye todo a su paso sin importar qué.
Los dos pusieron cara de confusión por un momento y luego me dieron la indicación para que dé la respuesta.
—O sea, yo, obviamente.
—Eso no cuenta —reclamó Celeste —, ¿cómo vas a ser el chico de la fiesta de disfraces sin disfraz?
—Celeste y yo tenemos un disfraz perfecto —presumió Giovanni —. Yo soy Batman y ella es Catwoman.
—¡Todavía no está decidido! —exclamó ella —Considero que no me queda bien el disfraz, no tengo el vientre plano, por último, como es mañana en la noche, me pondré un polo ancho y diré que soy un zombie.
Giovanni le volteó los ojos y se fue dejando los vasos de lado.
—¿Dije algo malo?
—No le gusta que hables del peso —respondí a susurros —, y no estás gorda si eso es lo que crees.
Me retiré luego de unos segundos y fui a buscar a Gabriel Mercer.
Cuando lo encontré estaba donde siempre, sentado en las escaleras mirando el atardecer y como nunca...hablando con David, el cual estaba en la misma posición: apoyando los codos en sus muslos y escuchando a Mercer mientras asentía hacia algunas cosas.
—No entiendo por qué nunca te llevamos...
—No estoy listo, quizá —respondió seco.
—¿De qué hablan? —pregunté sentándome con ellos y metiéndome en su conversación.
—Hoy será el mejor día del mundo —especificó David —, ¿alguna vez has ido a Pietate, pequeño? Imagino que no por tu rostro.
—Es un lugar en donde está la virgen —explicó Gabriel —, muchos hacen obras de penitencia ahí o de agradecimiento. Es como acampar con un montón de personas creyentes en un monte o algo así.
—Es más que eso —sonrió —, casualmente este año...Los Pródigos irán a tocar, ya sabes, las alabanzas —dijo emocionado —, ¡cómo me encantan!, espero que toquen la de la reina del cielo o esa de Jesús donde bailan hacia la derecha e izquierda, no recuerdo sus nombres ahora, pero prometo filmar un vídeo para ti, será grandioso. Es una gran pena que te lo pierdas.
—Se supone que todos los años se van para evitar el Hall...
—Ariel no digas eso —Gabriel colocó su dedo índice en mis labios —se van por devoción.
—Nos vamos hasta el dos...me apena bastante dejar a mi mejor amigo Gabriel Mercer —rio al decirlo —pero por alguna extraña razón Camilo dijo que era mejor que se quedara.
—Es para probarme, como siempre, no sé qué más quiere de mí —cuestionó Gabriel.
—David, ¿sabías que mañana es mi cumpleaños? —pregunté destellando felicidad.
—Oh, Dios mío, no —negó sorprendido —. Dieciocho, ¿verdad?
—Efectivamente —afirmé sin despejar mi vista de los ojos de Gabriel —. Mañana organizaré una pequeña reunión en mi casa, con mis típicos tres amigos, ¿crees que sería malo que invite a Gabriel a comer un pedazo de torta de chirimoya y a beber un par de vasos de soda de cereza light?
—Yo no creo que haya problema —respondió David antes que Gabriel —, pero guárdame un pedazo y esto solo se queda entre nosotros tres.
—Vámonos, David —ordenó Camilo San Román mientras salía de quién sabe dónde.
Muchos otros tipos vestidos de negro y blanco lo seguían hacia un auto negro, David fue el último en subir y se despidió moviendo la mano de un lado a otro con una media sonrisa en el rostro.
—Así que...estás completamente solo ahora —dije apenas el auto partió, coloqué mi mano derecha sobre su muslo y subí hasta sus caderas haciendo que mis dedos caminaran como si fuese una araña.
—Ariel —tomó mi muñeca impidiendo que siga subiendo —, te perdoné, es cierto. Pero me sigue doliendo.
—Y a mí me duele que no te acuerdes de mi maldito cumpleaños —intenté hacer que soltara mi mano pero fallé en mi acción.
—¿Crees que me olvidaría de tu cumpleaños? —siguió sosteniendo con más fuerza mi muñeca y me miró directamente haciendo que lo único de nosotros que esté cerca sean las puntas de nuestras narices.
—No —titubeé.
—Exacto —se alejó y soltó mi muñeca de manera rápida, la cual tenía la marca de una mano.
—Bravo —aplaudí —, en pocos minutos mi muñeca estará morada porque alguien me sostuvo muy fuerte.
—Lo lamento —rio —, pero mira el lado bueno, pareces un papel con líneas verdes...ahora tendrás un poco de color. Como que te hace falta un día entero de playa sin protector solar, ¿verdad?; ¡no me mires así! —exclamó —Está bien, lo lamento, en serio —sostuvo mi muñeca suavemente —discúlpame —besó mi piel con el tacto más delicado que podía sentir por parte de Gabriel Mercer, que sin dejar de mirarme bordeaba las marcas que se habían formado en poco tiempo alrededor de mí.
—A las cuatro en punto en mi casa, haremos como una previa...ya sabes: Giovanni, Celeste, Mercedes; los típicos.
—No comeremos pastel de chirimoya, ¿o sí? —preguntó pícaro.
—Sí lo haremos —sonreí con los labios —tengo dos pasteles porque uno es para hundirme la cara y el otro para comer; brindaremos un poco, nos disfrazaremos y luego recién iremos al lugar de la fiesta. Ya está todo listo.
—¿Disfrazarnos?
—Sí, así que piensa en algo lindo —exhorté —o terminaremos siendo algo improvisado.
—Creo que quiero ser Barnabas Collins.
Aplasté su cabello y lo separé para ver cómo le quedaría.
—No me gusta —reí —dudo que serías un vampiro sexy con esos ojos y esa piel toda ruborizada, habría que utilizar un kilo de maquillaje.
Gabriel suspiró e hizo su cabello hacia atrás de nuevo.
—¿Llevo algo?
—A ti.
XIII
—Por fin... ¿De qué se van a disfrazar? —preguntó Mercedes acostándose en mi cama.
—¿No iban a ser Batman y Catwoman? —pregunté inocente.
—No más —respondió Giovanni apenado —conversamos un poco acerca del tema y Celeste será Morticia, por lo que yo seré Gomez.
—Yo seré un espanta pájaros —comentó Mercedes —. Faltas tú, Ariel, ¿qué vas a ser?
Y antes de poder responder con un "no lo sé, recién lo comienzo a pensar", mi celular comenzó a sonar debido a que había una llamada entrante de Gabriel Mercer.
—Tengo que —dudé —, solo esperen —salí de mi habitación y me dirigí hacia la puerta principal para abrirle a Mercer —. Hola.
—Traje cerveza —levantó una caja —, ¿tus amigos raros ya están aquí?
—Eres el único que faltaba —levanté los hombros —, diez malditos minutos tarde. Sígueme, todos están en mi habitación.
A ojos cerrados, Gabriel Mercer subía las escaleras detrás de mí, sin saber lo que realmente estaba pasando.
Todos se encontraban acostados en mi cama, mirando al techo como si la vida se los hubiese tragado y les demostrara que no valían absolutamente nada.
Gabriel y yo nos miramos primero y luego observamos a todos mis amigos con una depresión infinita.
—Tengo cerveza —Gabriel movió la caja como para animarlos.
Giovanni miró de reojo y luego se levantó, haciendo que las chicas vayan en fila a recoger su botella.
—Confieso que nunca he bebido cerveza —le comenté a Gabriel.
—Los dos hemos descubierto y probado por primera vez muchas cosas juntos —bebió un sorbo —no debería sorprenderte.
—Muy cierto —interrumpió Celeste —, Ariel nunca ha bebido una maldita cerveza.
—Nunca nos la aceptó —reclamó Mercedes —, ¿acaso es porque no tenemos ojos dulces y mirada penetrante?, por cierto, está muy suave —bebió otro sorbo —, ¿es artesanal?
Gabriel asintió, explicó que las cervezas artesanales eran más deliciosas que las normales debido a la manera en las que estaban hechas, a procesos de alcohol que ninguno de nosotros comprendíamos...solo asentíamos con la cabeza escuchando con atención lo que decía aunque no entendíamos ni una mierda de lo que Gabriel estaba hablando.
—¡Química pura! —exclamó Gabriel al terminar de contar todo el proceso de una cerveza.
—¿Te soy honesto? —preguntó Giovanni para que nadie respondiera —No entendí ni un demonio, pero...muy interesante, Mercer. ¿De qué te vas a disfrazar? Supongo que tendremos que maquillarte mucho si es que tú y —volteó los ojos hacia mí —, ya sabes, esas cosas no se dicen. Mercedes es una experta en maquillaje monstruoso —seguía hablando —. ¡Mercedes! ¿Qué le puedes hacer a este muñeco de porcelana en la cara? —lo tomó de la quijada y lo levantó hacia la vista de Mercedes.
—Pues —mordió su labio inferior y lo miró fijamente como para seguirle el juego a Giovanni —es el chico más guapo que mis manos maquillarán, tantas cosas que podría hacer con él —suspiró pasando el dedo índice por los labios de Gabriel —, hay posibilidades infinitas, ¿qué quieres que sea, Ariel? Es tu cumpleaños, puedes elegir.
—¿Se dan cuenta de lo que están diciendo? —preguntó Celeste indignada —¡No es una cosa! Si le van a hacer algo a Gabriel sería mejor que le pregunten a él mismo.
—¡Qué aburrida! Pero está bien —Mercedes volteó los ojos —, ¿qué quieres ser, mi amor?
Mis amigos y yo nos quedamos en silencio a esperar la gran respuesta de Gabriel Mercer, el cual nos miraba con una expresión muy extraña.
—Insisto en que quiero ser un vampiro.
—Un vampiro serás —Mercedes sonrió y de inmediato extrajo todo su maquillaje —, sin embargo, no serás uno convencional.
Aplicaba capas de base para el rostro muy claras y con una esponja las difuminaba una y otra vez. La forma en la que lo hacía se veía simple: cierra los ojos, no te muevas, mira hacia arriba, pon los labios como si fueran de pescado, no cierres los ojos; le decía Mercedes cada que aplicaba algo nuevo en su rostro. Gabriel Mercer era su lienzo, tomaba desde los colores más claros hasta los más oscuros haciendo que no se atiborren, que sí guarden orden y estética, que contrasten, que combinen.
—Me encanta este hermoso hombre que veo a través del espejo —fanfarroneó Gabriel mientras lo sostenía por el mango —, ¿no crees que es hermoso, Ariel?
—No, es narcisista —respondí riendo.
—Mercedes...me fascina lo que hiciste con mis ojos, sin embargo, creo que en estos momentos odio su color porque o combinan mucho —Gabriel parpadeaba rápido para ver las sombras negras y rojas —. Entonces...haga lo que haga con mi rostro, ¿no se correrá?
—Hagas lo que hagas —afirmó —pueden darte un beso francés extremo, puedes hacer sexo oral o hasta beber directamente del barril...no, mejor no hagas eso —dijo un poco espantada —a lo que quiero llegar es que no se va a correr a menos que hagas algo realmente húmedo, no sé si me explico.
Él asintió y Mercedes continuó con el siguiente: Giovanni, luego sería Celeste y al final yo; porque no tenía una idea clara de lo que quería.
—¿Desde cuándo Gabriel, Mercedes y Giovanni son buenos amigos? —susurró Celeste —¿Me perdí de algo?
—De nada —dudé —solo es cuestión de conocerlo...
—Es petulante, narcisista, abyecto; ¿por qué querría conocerlo más? Su simple presencia me da escalofríos.
—Aunque no lo creas es una persona muy linda cuando lo conoces —suspiré mientras miraba como los tres se reían y se hacían bromas entre ellos.
—¿Te gustaría que fuéramos amigos?
—¿Mis dos personas favoritas? Por supuesto.
—Oye, Ariel —dijo preocupada —, ¿crees que puedas cubrirme por unas horas? Tengo que hacer unas cosas y...luego volveré. Le dices a Mercedes que yo me maquillo sola, tengo que desaparecer antes de que se den cuenta.
—¿Harás alguna locura?
—Esta noche lo averiguarás —sonrió risueña y luego sin hacer ruido se paró y se retiró de mi habitación.
Ninguno de mis amigos se sorprendió al saber que Celeste había desaparecido con sigilo, ya la conocíamos, ella siempre con sus locuras y misterios desapareciendo todo el tiempo.
Al final, Mercedes terminó maquillándome de una manera similar a Gabriel, solo que menos sangriento y con más negro que blanco porque mi rostro ya era pálido. Yo era un quién sabe qué, Gabriel era un vampiro extraño, Giovanni era Gomez sin Morticia y Mercedes era un espantapájaros (suponía que era en honor al Mago de Oz); cuatro extraños caminando en medio de la noche hacia "la casa embrujada", cuarto extraños atravesando a un montón de niños con calabazas y dulces, tres adolescentes extraños y un adulto caminando por las calles en Halloween a las nueve de la noche.
Al llegar a la famosa casa embrujada me lanzaron confeti por mi cumpleaños, estaba repleta de gente y de alcohol, pero lo más importante era que todos estábamos casi irreconocibles, menos yo por el cabello.
—¿Y ahora qué? —preguntó Giovanni sin dejar de buscar a Celeste con la mirada.
—¿Hay alguna habitación aquí que me permita estar a solas con Ariel por un momento? —preguntó Mercer apoyándose en la pared más cercana.
—Oh —pensó Mercedes.
—Quiere darle su "regalo" —dijo Giovanni entre risas —. De frente y a la derecha —indicó —, y Mercer...sin gorro no hay fiesta —rio mientras le entregaba algo a Gabriel —. Por favor, Gabriel, no me mires así...luego no quiero ver una nota de papel pegada en el cuarto que diga "bienvenido al SIDA".
—¿Qué estás insinuando? —pregunté negando con la cabeza.
Y justo antes de que Giovanni responda mi pregunta, Mercer tomó con fuerza la manga de mi casaca y la jaló con fuerza hasta el lugar oculto. Nos sentamos en el piso tapizado solo de esa parte de la casa embrujada y un silencio increíble inundaba el lugar a pesar de todo el ruido que las personas y la música provocaba.
—Ariel —comenzó —, sé que estos días no han sido los mejores, que mi actitud ha sido indómita, que recién ahora estoy siendo alguien razonable y justo con lo que pasó entre nosotros dos, que solo en estos momentos estoy poniendo de mi parte para hacer que todo este círculo viscoso funcione.
—No entiendo...
—Lo que pasó me afectó más de lo que crees —suspiró —, pero...la voluntad y la actitud son dos armas que pueden llegar a hacer milagros frente a esta clase de dificultades que surgen entre varias personas a lo largo de su vida. Hubo un tiempo en el que dejaste de importarme, para ser precisos...exactamente un mes. Ya no hablábamos, ya no te daba tanta importancia, éramos...distantes aunque literalmente lo somos. Pero...algo pasó, volviste; volviste con esas palabras lindas y risueñas que me enamoraron al principio, volviste con esos chistes que solo a mí me causan gracia, volviste con tu carácter tierno y sentimental que siempre me cautivó, volviste con ese amor característico tuyo, un amor que hasta ahora no olvido; y cuando estaba a punto de tirar todo lo nuestro por la borda, porque llegué a pensar que te había superado y olvidado: volviste. Lástima que ese amor tuyo solo dura por horas, máximo por días cuando no encuentras a alguien más; lástima que te tome tanta importancia que tiendes a destruirme todo el tiempo, insignificante o no, termino mal, termino devastado y vacío. Y cuando piense de nuevo en que todo ha acabado, como lo he hecho cada vez que me distanciaba de ti, seguirás volviendo, ocasionando un círculo vicioso del cual aún no aprendo —sus ojos penetrantes me envolvían en su expresión —y sigo sin aprender, y también sigo teniendo una obsesión con los círculos viscosos —rio para evitar que sus ojos se cristalicen —, ¿realmente me quieres tanto como para hacer que esto siga como empezó? ¿Crees que puedas reconstruirme? ¿Crees que puedas hacer que olvide? ¿Crees que estoy exagerando?
—No sé qué decirte.
—Te estoy revelando los sentimientos más oscuros que tengo, ¿y no sabes qué demonios decirme?
—Si te dijera que quiero estar contigo hasta la eternidad, ¿qué dirías?
—Respondería: "siempre" —bajó la cabeza y luego levantó la mirada solo para asegurarse de que era una simple pregunta.
—¿Hasta la eternidad?
—Siempre —respondió sonriendo como antes nunca.
—¿Eso quiere decir que me disculpas? Porque tú me dijiste que disculpar es olvidar y tú aún no olvidabas...
—Primero dime qué significa hasta la eternidad —condicionó.
—Significa que si algún día nos separamos, rompiendo con nuestro "típico círculo vicioso" —expliqué —nos seguiremos amando sin importar qué. Yo siempre seré tuyo y estaré a tu disposición y viceversa, mientras sigamos recordando esa promesa.
—Solo espero que la cumplas...
—Yo también —hice una mueca —y como me conozco tan bien... ¿Qué tal si hacemos otro tipo de juramento? Uno más fuerte.
—¿Hablas de uno de sangre?
Asentí y Gabriel extrajo una pequeña navaja de un objeto multiusos que llevaba en su bolsillo, la tomé y acercándome al botiquín situado en la pared más cercana, desinfecté el objeto metálico y punzo cortante.
Una vez limpio, procedí a hacer una línea firme y fuerte en la palma de Gabriel Mercer, luego él hizo lo mismo y al final entrelazamos nuestras manos combinando la sangre que brotaba de nuestras palmas.
—Ahora sí sería el momento adecuado para darme la bienvenida a una ITS —comentó.
—Creo que somos muy masoquistas —comenté presionando más mi palma sobre la suya.
—¿No crees que ya fue mucho?
La sangre salía a cántaros y ninguno distinguía cuál era cuál, nuestras manos con un tajo en diagonal seguían en carne viva y con sangre combinada.
—¿Cuál es tu grupo sanguíneo? —preguntó Gabriel inquieto.
—Creo que AB+...
—Ah, entonces no creo que importe —levantó los hombros —, solo hay que limpiar y desinfectar.
—Solo déjalo así, ya se secará solo —lo detuve.
—Es raro todo este asunto —señaló su corte —, muy raro —Gabriel tomó un pedazo de la camiseta blanca que llevaba puesta, y, aprovechando su disfraz deshilachado, extrajo un pedazo de la tela, me llevó al baño más cercano y limpio la sangre que tenía alrededor para finalmente colocar el pedazo de camiseta alrededor de mi mano —. Creo que ya está.
—¿Y tú? —pregunté sin dejar de señalar su corte.
—Yo no importo.
Suspiré e intenté hacer lo mismo que hizo conmigo; tomar su mano, mojarla, limpiarla con mis dedos y al final, colocarle un pedazo de tela porque en el botiquín no existía nada más que alcohol y pomadas. Repetí el mismo procedimiento y ahora estábamos casi igual, la diferencia era que mi supuesto vendaje era de color blanco y el de él era negro.
—Entonces ya estamos bien...
—Prácticamente —respondió frío.
—Ya me perdonaste.
—Eso parece.
—Y ya...
—Ariel —me calló —, ¿qué tal si guardas silencio y vamos a beber un poco? Giovanni me dijo que habría vodka.
—¿Y si bailamos? —pregunté siguiéndolo.
—¿Quién eres y qué has hecho con Ariel? —preguntó divertido —Está bien, me parece una propuesta interesante, pero quiero beber así que si me esperas justo aquí...beberemos y bailaremos todo lo que quieras solo porque ya tienes dieciocho.
Asentí y me quedé quieto en un pasillo donde la gente solo se amontonaba para besarse o fumar. No sabía si Gabriel demoraba bastante o si el tiempo pasaba tan lento que hacía que demore, mi intranquilidad dominaba mis impulsos y sentidos.
De pronto, una mano delgada y fría me tomó por sorpresa tocando mi hombro izquierdo, al voltear, era ella, Celeste, Morticia, Celeste...Celeste que ya no era tan Celeste; mi expresión se congeló al verla, ¿por qué? Porque era muy extraño ver a una chica morena hace unas horas y después de un tiempo en el mismo día verla pelirroja, o bueno...con el cabello naranja.
—¿Qué pasó? —pregunté asustado.
—Muchas cosas, verás yo quería —tragó saliva —que nosotros fuéramos iguales, que nos complementemos.
—No tiene sentido...
—Quería que tú y yo comencemos algo hermoso, y creo que esta ha sido la única forma para captar tu atención —mordió su labio inferior —, apuesto a que no sabes que tan difícil es hacer que tú te fijes en alguien, fíjate en mí y que no sea por el cabello.
Me congelé de nuevo en medio del pasillo sin decir absolutamente nada ni a favor ni en contra, quizá era por el cabello o por sus indirectas que seguía sin entender, quizá era por todo y por nada al mismo tiempo.
Al final del pasillo, Gabriel Mercer me estaba observando con dos vasos rojos en las manos, y cuando por fin se dio cuenta de mi momento de incomodidad e inseguridad...caminó hacia mí, como lo haría cualquier amigo.
—Ariel, tenemos que irnos —dijo sonriendo y entregándome uno de los vasos —. Lo siento, Celeste, te lo voy a robar por un momento...
Colocó su mano derecha por detrás de mi espalda e hizo que caminara rápidamente para llegar al patio.
—¿Qué se hizo en la cabeza? —preguntó con una expresión de extrañeza en el rostro.
—Creo que se me estaba declarando —bebí un sorbo del vaso —. Me dijo algo así como que era la primera vez que me fijaba en ella, y que me fije en ella por cómo es no por las mechas que traía.
—Ya era hora, ¿no? —me dio un codazo como si fuera un cretino ganador —No se podía seguir quedando con las ganas de decirte que te amaba desde siempre.
—No quiero romperle el corazón —suspiré —, es mi mejor amiga.
—No te pongas triste, campeón, es tu cumpleaños —acarició mi mejilla —se va a emborrachar tanto que olvidará todo lo que te dijo, va a beber hasta olvidar que ella misma se decoloró el cabello.
Le sonreí y entramos de nuevo al salón principal por otra puerta para no cruzarnos con Celeste, nos mezclamos entre un montón de gente que bailaba y saltaba entre las luces rojas y nosotros imitábamos ciertos movimientos de los demás ya que todos éramos poco reconocibles.
La noche era tan corta que ya me habían acorralado para hundirme la cabeza en la torta y el reemplazo de esta ya estaba en el estómago de la mayoría de invitados, incluyendo a Gabriel Mercer, quien estuvo conmigo en cada momento tomándome de la mano "vendada".
—¿La de allá es Milena? —preguntaba Gabriel mientras seguía bebiendo vodka del bueno.
—¿Catwoman? Al parecer sí —respondí de la misma forma —, quizá por eso Celeste cambió de disfraz, ¿lo dices porque Giovanni no se despega de ella?
—No puedo creer que haya pasado todo eso desde que me fui —sonrió disgustado —. No te he besado en toda la noche, mi querido Ariel, ahora que todos están casi inconscientes, ¿crees que podamos?
Volteé los ojos burlándome de Gabriel Mercer y planté un beso en sus suaves labios.
—Ponte la capucha —ordenó —, la gente es cruel.
Hice lo que me pidió y seguimos besándonos mientras sonreíamos y recorríamos nuestros cuerpos con caricias en el sillón, probablemente si alguien nos observaba siendo nosotros mismos lo pasaría por alto por la cantidad de alcohol que había en la casa embrujada, no era asunto de los demás lo que hacíamos con nuestras vidas.
XIV
Después de tantos días no dormía como lo había hecho en la madrugada, siendo consciente de mis actos y estando acompañado de mi persona favorita: Gabriel Mercer. Él era el único ser humano al cual sí era capaz de borrarle el maquillaje y cubrirlo con las sábanas de mi cama solo para que estuviera cómodo y duerma a la perfección; y aunque mis recuerdos eran vagas memorias de la madrugada, tenía la certeza de que había sido totalmente increíble.
Me desperté a las cinco de la mañana como todos los días y repasé cada cosa que había hecho el día anterior sin poder evitar sonreír y cubrir mi rostro con la sábana blanca que nos acogía, y, aunque usualmente cuando dormía con Gabriel él me abrazaba, no me molestaba en lo absoluto que me diera la espalda y temblara cada que quería tocarlo.
Poco a poco, Gabriel se estremeció más y volteó hacia mí de manera lánguida.
—¿Nunca has sentido que hay días en los que estás despierto pero no tienes ninguna razón para levantarte de la cama por las mañanas? —preguntó Gabriel, volteándose para quedar con la mirada hacia el techo.
—Creo que no —respondí acercándome a él —. Buenos días, ¿cómo dormiste?
—Me duele todo —hizo su cabello hacia atrás con las manos y luego se acomodó el supuesto vendaje de la anterior noche —, ¿crees que puedas decirme cómo terminamos aquí?
—Ah, solo nos aburrimos y caminamos hasta el patio de mi casa —pensé —y...entramos por la ventana, aclaro que te duele el cuerpo porque te caíste y te chocaste con algo...pisaste mal, luego sentiste frío así que te presté el pijama que tienes puesto, después nos cubrimos con el edredón y conversamos de estupideces y dilemas de la vida; solo recuerdo que nos dormimos y ya.
Gabriel bostezó y se volvió a acostar en la cama sin hablar.
—Si deseas levantarte estaré en la cocina —avisé —, te espero.
Como mi mamá salía todos los días así fuera día festivo aproveché la supuesta soledad de mi casa para preparar el desayuno o algo, sin embargo, al llegar al comedor, encontré a mi padre bebiendo su típica taza de café con leche, había olvidado completamente su presencia.
—No sentí a qué hora llegaste —comentó cruzando los brazos.
—Llegué hace unas horas —respondí y me senté en una silla al frente de él —, ¿cuándo te vas?
—Eso es muy grosero de tu parte, Ariel.
—Mira nada más quién habla —dije con sarcasmo —. Grosero es lo que haces con tu vida —musité.
Después de unos minutos, Gabriel se apareció en la cocina sin dejar de mirar a mi padre con confusión.
—Oh, Gabriel Mercer, no sabía que estabas aquí —sonrió mi padre —. ¿Deseas café?
Él asintió y se sentó a mi costado dándose cuenta de la mirada acusadora que le lanzaba a mi padre.
—¿Y cómo va con su mujer? —preguntó Gabriel sosteniendo la taza para verse más interesante.
—Olivia va de maravilla —suspiró —aunque lo único que ha hecho esta semana ha sido desaparecer...
—Me refería a la señora Lombardi —arqueó la ceja —, ya sabe...la rubia, no se haga el loco.
—Ariel...no le vayas a creer, sabes que solo es mi...
—Lo sé todo —respondí serio —. ¿Prefieres decírselo tú o yo se lo digo? No me gusta ser un alcahuete.
—Mejor se lo digo yo —intervino Gabriel —así es menos doloroso, a mí tampoco —desbloqueó su teléfono y mostró una foto de mi padre con la rubia —me gusta ser un alcahuete, de tal palo tal astilla... ¿No, Ariel?
—Ya hablamos de eso...
—Les juro que las cosas no son como las ven ahí —mi padre señaló la fotografía y luego cubrió su boca.
—Tengo una nota de voz que demuestra lo contrario —amenazó Gabriel —, dígame, ¿qué procede?
—Demonios, eres un maldito acosador, Gabriel Mercer —le hablé con voz fuerte, estábamos espantando a mi padre.
—Sí, fue una aventura —confesó —pero ya rompí todos mis vínculos con ella, no nos volveremos a ver nunca más, ni por trabajo.
—¿Por qué? —preguntó Gabriel mientras apoyaba los codos encima de la mesa.
—Porque tengo una familia.
—¿O será porque no puedes mantener a otra familia? —incriminé.
—No pienso hablar contigo, Ariel —respondió mi padre —. Y como les dije, lo de esa señora y yo nunca existió, y si pasó...fue efímero.
—Todo es efímero —respondió Gabriel, giró su cabeza hacia el reloj que se encontraba en donde se guarda los vasos y lo observó fijamente —. Ya es tarde, es muy tarde.
—¿Tarde para qué? —pregunté inocente.
—Hoy es día De los Santos —respondió bebiendo la taza de café de un sorbo.
Gabriel dio las gracias con una señal y antes de irse corriendo, revolvió mi cabello y luego lo enrolló en sus dedos.
—No entendí —le comenté a mi padre.
—No sabes cómo es la vida de un estudiante, ¿verdad? —esperó un poco guardando silencio para saber mi respuesta con tan solo mirarme —Todos los días escuchan misa...ya sea de difuntos o de aniversarios o alguna con cualquier otro motivo. Estoy seguro de que no conoces ni la mitad de lo que hace Gabriel en el día y cuando no está contigo, se parte el lomo estudiando y reflexionando.
—¿Aunque eso no sea para él?
—Aunque eso no sea para él —respondió asintiendo —. Quizá Gabriel Mercer sea un maldito paparazzi y tenga costumbres y formas de actuar muy extrañas, y por supuesto, me acuse de algo que está mal, pero es un buen chico, muy inteligente y educado, es de esas pocas personas que cuando hace algo lo tiene que hacer bien siempre...creo que por eso a pesar de todo lo que piense de mí yo nunca pensaría algo malo de él porque conocí a su padre y me recuerda mucho a él: su mirada penetrante y calculadora, sus dedos largos y flexibles, su actitud firme y llena de fortaleza; es el más claro reflejo de Ace Mercer, es igualito. Probablemente, conociendo a Gabriel es obvio que rezará por el alma de su padre, hoy día de todos Los Santos.
—Oye, viejo, me hablas maravillas de su padre y él ni me lo menciona —dije riendo.
Me levanté de la mesa, di las gracias y luego regresé a mi cuarto a ordenar todo el desastre de la madrugada. Las sábanas estaban regadas por el piso, la ropa estaba desparramada entre las sábanas y mi cómoda de libros estaba en el piso debido a que Gabriel se había chocado con ella cuando entramos por la ventana.
Algo que acostumbraba hacer cuando dejaba cosas en el piso era sacudirlas porque a veces las arañas se escabullían por ahí, hice eso con las sábanas y mis prendas de ropa, hasta con los libros; cuando sacudí mi pantalón, algo cayó de los bolsillos, y no eran monedas, al principio pensé que era una bolsa de comida pero mientras más me acercaba al plástico extraño más me daba cuenta de que no era así, levanté el objeto con sumo cuidado y asco, y me di cuenta de lo que era: un maldito condón con lubricante fresco lleno de marcador permanente; al doblarlo en dos en un lado, con una letra ilegible se podía visualizar "siempre" y en el otro costado con una letra más temblorosa decía "esto no está usado".
XV
—Explícame qué significa esto.
—Lo lamento —pasó su mano derecha por su nuca y sonrió con inocencia —. Ariel, debes comprender que estaba un poco borracho, aunque no lo creas...esa cerveza artesanal me llegó al cerebro.
—Giovanni...eres una persona muy asquerosa —reclamé.
—¿Yo? ¿Asqueroso? Me lo está diciendo el chico que tiene un preservativo abierto en la escuela y me lo muestra como si nada ocurriera.
—Estará abierto, sí —intervine —pero no está usado.
Giovanni volteó sus ojos negando con la cabeza y entramos a la clase rápidamente. Todos los presentes hablaban de ella, de cuantas copas habían bebido, de cuantas chicas o chicos habían besado, de los mejores disfraces, de con quienes habían bailado...la fiesta había sido todo un éxito.
—Yo también quiero chismorrear —me dijo él haciendo que voltee mi cabeza en su dirección —. Hay muchas cosas que quiero contarte pero primero te contaré lo mío...besé a otra chica.
—¿Nada más? ¿No me dirás quién? —pregunté molesto.
Giovanni suspiró, se lo pensó por un rato, y acomodándose en una posición filosófica me lanzó una mirada de duda.
—Es que...no sé qué pensarás de mí.
—Somos mejores amigos desde siempre —dije en manera de reflexión —, acuérdate...yo te conté lo de Gabriel Mercer apenas llegaste.
—Besé a Celeste —desvió la mirada —o ella me besó a mí, no lo sé...
—Hasta yo he besado a Celeste, medio mundo la ha besado —dije para consolarlo —, hasta Ulises lo ha hecho.
—Eso no me anima en lo absoluto —suspiró harto de mi actitud —. ¿Recuerdas que te dije que estaba enamorado de una chica que no era para mí y que no era Milena?
—Ay... —hice mi cabello hacia atrás —estás confundido, tú soñabas con esa chica castaña que está conversando amenamente con sus amigas no con esa chica que come y bebe como camionero y nos acompaña a hacer estupideces y nos escucha y nos da consejos, no estás enamorado de ella, es más, tú no amas a nadie...
Y antes de que pudiera continuar con mi crítica dura a los sentimientos de Giovanni, el director y la psicóloga se aproximaron por la puerta para entrar en la clase con su actitud petulante y poco humilde, nos miraban como si fuera un zoológico, el director con los brazos en posición de descanso y la psicóloga abrazando un archivador de color negro, ¿ahora qué habíamos hecho? Ellos nunca se juntaban ni para discutir sobre los problemas de los alumnos y jamás se asomaban por las aulas de último año por la misma razón de ser último año, esperó a que todos guardaran silencio y luego aclaró su voz para hablarnos, o más bien para regañarnos.
—Al parecer ustedes tuvieron una fiesta —comenzó —y la verdad no me importa, ustedes puedes hacer con su vida lo que quieran mientras no estén dentro de la escuela, sin embargo, me han llegado evidencias de un problema un poco grande que si bien puede ocultarse está dentro de la escuela y me genera preocupación por la misma razón, esa persona está siendo hipócrita y yo solo quiero brindarle mi ayuda —declamó su discurso con seguridad y luego le susurró algo a la psicóloga —. La señorita Boix les mostrará una imagen para que sepan de lo que estoy hablando, porque ahorita ustedes me miran con cara de niños inocentes y confundidos.
La psicóloga extrajo torpemente una imagen del tamaño de una hoja común y corriente y la tomó con las dos manos para que la visualizáramos mejor. La imagen estaba un poco oscura, pero mientras más la observaba más le encontraba sentido.
—Mierda —susurró Giovanni —, ¿ese no eres tú con Gabriel?
—Calla tu maldita boca —dije abriendo ligeramente mis labios.
Los ojos de Mercedes, Marlene y Giovanni se encontraban sobre mi miserable presencia y ya sentía que todo el mundo lo sabía. El director hablaba y hablaba pero yo no escuchaba nada, sentía que me asfixiaba que veía borroso, sentía que quería desmayarme o morirme o que la tierra me trague. Giovanni veía como me retorcía en la silla, como arañaba mis brazos de nerviosismo, sin pensarlo dos veces él se levantó súbitamente de la mesa.
—¿Algo que decir, querido estudiante? —preguntó el director mirando fijamente a Giovanni.
—En realidad —dudó y luego me miró a mí de nuevo —, solo quería decir unas palabras. Es nuestro último año, hemos compartido muchas cosas y que uno de nuestros compañeros sea gay no significa casi nada ya que eso no determina la calidad de persona que eres, no tiene problemas, está completamente sano; y esto va para esa persona...no te ocultes, ¿qué es lo peor que podría pasar? No queda casi nada del año, todos te apoyamos y sabemos que no eres diferente, que lo único que necesitas es que esas personas con las que has compartido muchos años de tu vida te traten igual que siempre porque no es nada raro ni del otro mundo.
Caminó desde su sitio hasta donde estaba el director y arrebató esa foto a oscuras en donde yo estaba con capucha besando a Gabriel Mercer, recordaba lo que me había dicho muy claro "colócate la capucha que la gente es cruel", cuánta razón tenía. Al tener la foto en sus manos la tomó de las esquinas y la rompió en muchos pedazos en la misma cara del director y de la psicóloga. Al principio nadie dijo palabra alguna, pero después los labios del director estaban más claros que el agua: "suspensión", pronunciaba lentamente.
Se dirigió a su sitio, tomó sus cosas y se fue sonriendo, para muchos no significó nada pero para mí fue un héroe, había roto la evidencia que podría matar a Gabriel Mercer y a mí.
Nunca antes me había sentido tan solo en matemática: el Timbiriche solo tenía cuatro tristes rayas, nadie hablaba, todos se miraban entre todos, ya nadie se paraba a comer y tampoco salían a la pizarra para resolver los ejercicios.
—No fui yo —Marlene susurró detrás de mí cuando la clase acabó.
—¿Por qué pensaría que fuiste tú?
—Porque yo lo sabía —hizo una mueca —y déjame decirte que quizá mis amigas y yo seamos crueles, pero no llegamos a esos límites, no fue ninguna de mi grupo, lo juro Morriell. Hasta admito que me gustaría ser tu amiga, ¿qué chica no querría tener un amigo gay?
—Yo tampoco fui —Mercedes se metió en nuestra conversación —, sabes que jamás lo haría, Gabriel me agrada lo suficiente como para hacerlo.
—Concuerdo con Mercedes —asintió Marlene.
—¿Vieron a Celeste? —pregunté para quitármelas de encima.
—No vino hoy —dijo Marlene y se retiró por otro pasillo.
Caminé con Mercedes hasta mi casillero y ella me veía atenta.
—Celeste no me responde los mensajes desde tu fiesta —dijo Mercedes en voz baja —. ¿Crees que esté bien?
—Ni idea, a mí tampoco me ha hablado —levanté los hombros —, ¿vamos a verla?
—¿Hoy? No. Quizá mañana.
Salí de la escuela y me fui directamente a la casa de Celeste, era preocupante su situación, ¿la había dañado tanto que no quiso ir a la escuela con su cabello rojo? ¿No quería verme la cara?
Toqué el timbre tres veces seguidas y finalmente ella me abrió la puerta.
—Hola, Ariel —dijo con su voz somnolienta —. ¿Qué haces aquí?
—No respondes mensajes, no llamas... —entré de un empujón a su casa —no vas a la escuela, desapareces, ¿qué ocurre contigo? ¿Sabías que suspendieron a Giovanni?
—Oh...por fin se hizo justicia, ¿peleó con alguien?
Celeste tenía su cabello envuelto en un gorro de lana y apenas se veían sus oídos.
—No sé si con alguien, pero peleó por mí.
—Define "peleó por mí".
—Un desgraciado mostró una foto mía pero nadie sabe que soy yo...y al parecer estuve haciendo algo malo y quieren que la psicóloga hable conmigo; Giovanni se acercó, le quitó la foto a la psicóloga y la rompió...
—¿Qué pensarías si te invito un café con unas galletas?
—Me parecería espectacular, de paso conversamos —le sonreí y la acompañé a la cocina.
—¿Y qué pensarías si te digo que fui yo?
—No entiendo.
—¿Qué pensarías si fui yo la que envió la foto?
—Pensaría que no eres capaz —sonreí riendo un poco, a esas bromas pesadas tenía que dedicarles una linda sonrisa y todo el optimismo que tenía.
—Sí...tienes razón —sonrió también —. Me pregunto qué clase de persona tan cruel podría difundir tu foto besándote con Gabriel Mercer en tu propia fiesta de cumpleaños.
—Sí... —asentí sentándome —pero nunca mencioné que era una foto mía besándome con Gabriel Mercer. Así que fuiste tú, una de mis más íntimas amigas, impresionante...
—La cerveza artesanal me llegó...
—¿Y ahora a todos les llegó la cerveza artesanal al cerebro? ¿Qué es esto? ¿Ciudad pollo?
—Sé que lo que hice estuvo mal —suspiró —últimamente hago las cosas mal y cuando pienso me arrepiento mucho, por eso hoy fui a la escuela y preferí regresar a mi casa, porque no podía verte a los ojos. Me sentía mal, me sigo sintiendo mal, estuve muy despechada.
—Y el despecho te obligo a besar a Giovanni.
—¿Por qué no me lo dijiste antes si somos tan íntimos y buenos amigos? —preguntó ignorando mi comentario.
—Lo iba a hacer pero luego... ¿Recuerdas ese día, cuando jugamos a beber alcohol?, bueno, ese día me confesaste medio dormida que te gustaba y yo no estaba dispuesto a ser ese chico que iba a romper tu corazón.
—Lo lamento...
—No te disculpes conmigo, discúlpate con Gabriel Mercer...que si se enteran no sé qué podría pasarle.
XVI
—Muéstramela —ordenó.
Celeste obediente buscó la foto en su galería del celular y se la enseñó a Gabriel Mercer, el cual le hacía zoom en cada esquina, quería verlo todo y no se notaba casi nada.
—No puedo creer que hayas mostrado esta foto por despecho —comentó él —para empezar no es decente. Mira, Ariel, explícame dónde demonios está tu mano.
—Creo que en tu estómago —dudé.
—Claro —asintió burlón —mi estómago está en mi entrepierna, ¡por supuesto! ¿Cómo no lo pensé antes?
—Disculpa, Gabriel Mercer —ella bajó la cabeza y prefirió no mirarlo a los ojos. Ella sí evitó el contacto visual.
—Pequeña —la miró con piedad —, lo has destruido.
—Opino que no destruí ni cometí ningún error —hizo una mueca —era hora, hay cosas que deben de saberse, eso determina el comienzo de algo nuevo, reconozco que es difícil al principio...
Gabriel suspiró y pasando su brazo por detrás de mí, logró abrazarme y apegarme a su pecho para plantar un beso en mi cabeza.
—He pensado en confesarlo —dije luego de un momento.
—Ariel, no lo hagas —Celeste negaba con la cabeza y sostenía mis manos acariciándolas.
—No intervengas en sus decisiones —sentenció Gabriel —, si lo haces no hay vuelta atrás, ¿estás completamente seguro?
—¿Qué importa? Aproximadamente falta un mes o quizá menos para que termine con ese infierno —respondí —, ¿qué más da? Además, estoy muy seguro de que no les importa, solo le importa al director y a la reputación de su maldita escuela. Sin embargo, lo voy a pensar, si yo me quemo tú también por esa foto.
—Me alegra que no seas del todo egoísta, Ariel —sonrió ignorando completamente a Celeste —. Y...Celeste, borra esa foto, me indigna el efecto que causó el alcohol en mí como para dejarme toquetear de esa forma en público.
—¿La cerveza artesanal? —preguntó ella con una sonrisa tentadora.
—Me cuesta aceptarlo, pero sí, fue la cerveza.
—Antes de que la borres...mándamela por mensaje —guiñé un ojo —quiero hacer imágenes graciosas con eso.
Celeste intentó ser agradable todo el tiempo; a pesar de las bolsas de sus ojos, de su cabello oculto en un gorro de lana, del color rojo y la hinchazón de su nariz. Borró la foto de su teléfono celular, y aunque seguro ya se había difundido por doquier...era un acto muy valiente el solo borrarla y aceptar las consecuencias que los celos y el despecho habían desencadenado.
Por primera vez desde que ella lo conoció...hacía lo posible para ser una persona linda y sonriente, una chica singular y educada, una chica que recién juzga cuando conoce, y desconoce lo que no es capaz de juzgar.
—Les juro que me siento muy mal —ella bajaba la mirada para no sentir vergüenza, la estaba pasando terrible —. Quizá me enojé un poco y no pude controlarlo.
—Lo hecho...hecho está —Gabriel acarició su mano y luego la acercó a su nariz para intentar hacerle cosquillas —. Lo mínimo que pueden hacerme es echarme como un mal dueño lo haría con su perro, pero no es la gran cosa, solo aceleraste mi toma de decisiones y acortaste mis opciones.
Celeste
Cuando me quedé a solas con Gabriel Mercer esperé lo peor, es cierto, había arruinado todo. Aquel secreto que duraría eternamente tan solo duró once meses (y quizá menos, unos nueve), y todo por mis caprichos y mi mala toma de decisiones. Él me hablaba siempre con una sonrisa y yo le respondía disimulando una parecida a la de él pero más forzada.
—¿Es que acaso no se te acalambran las mejillas al sonreír todo el tiempo? —pregunté indiferente.
—A mal tiempo —su sonrisa se borró convirtiéndose en una línea recta con unos ojos profundos y perturbadores —buena cara, ¿verdad?
—No es el fin del mundo, Gabriel Mercer.
—Claro que no, por supuesto que no —miró al vacío —. Solo compartiste una fotografía mía en la que me tocan de una manera indecente, y lo peor es que estoy bajo los efectos del alcohol y con un encapuchado abrazándome por detrás y por delante, lo que me molesta no es que todo el mundo aprecie mi bendita homosexualidad, es lo de menos, lo que me molesta es que estoy jodidamente ebrio y despeinado, ¡imagina todos los escándalos que se desatarían si alguien supiera que soy yo! Mi cabeza estaba tan cagada que creo que... —se calló por un momento —no te diré eso, estás muy pequeña...
Suspiré y negué con la cabeza, realmente Gabriel Mercer era increíble. Acomodé mi gorro gris y seguí mirando hacia el altar.
—¿Por qué lo miras así? ¿Te causa intriga? —preguntó refiriéndose a la figura majestuosa de la virgen dentro de la Iglesia.
—Solo me pregunto cómo es que alguien como tú puede terminar en un lugar como este —respondí descaradamente.
—Ya que de nada sirve ocultarme... ¿Deseas la versión corta o la larga?
—¿Nunca has practicado hacer una confesión? Podría decirte algo y tú me dirías algo, como en una típica. ¿Ave María purísima?
—Sin pecado concebido —respondió en voz baja —. Nunca me he confesado de esta manera, supongo que eres un tipo de confidente o algo así...todo comenzó cuando tenía aproximadamente quince o dieciséis años, ¿muy pequeño? Sí, lo sé. Pero siempre dicen que los más terribles terminan así, yo no era terrible, no tanto, es más, cuando me reuní con unos compañeros de la escuela no podían creer lo que sus ojos veían, no sabía si por...
—¡Gabriel Mercer! —exclamé riendo —Estás contándome algo y terminas contándome otra cosa, demonios, concéntrate.
—Tienes razón, sí, quince o dieciséis... —apoyó sus codos en las piernas —Con mis amigos jugábamos en las fiestas, ya sabes, esas fiestas infantiles en donde uno pretende ser grande fumando o tomando jugo de naranja con una gota de ron y simulando hacerse el mareado para llamar la atención. Jugábamos al tiburón, ¿cómo es eso? El juego consistía en "comerse" —hizo comillas con sus dedos —a las más buenas de la fiesta, o a cualquier chica...o a todo lo que se movía con tal de que sea mujer; una linda valía por dos y una chica poco agraciada valía solo uno.
—Eso es horrible...
—No era lo peor, yo siempre ganaba en esos juegos, entre cinco amigos me daban mis billetes de cien correspondientes y salía como todo un ganador, y es que un beso no significa nada, estaba mal pero era un juego —cruzó los brazos y se sentó recto de nuevo —. Sin embargo, mis amigos querían más, eran unos pervertidos compulsivos, daban asco; así que subían de nivel...a la siguiente ya no era solo un beso, sino uno con lengua; a la subsiguiente ya no era solo un beso con lengua...era pasar la mano por su cintura; y a la siguiente de la siguiente ya no era solo besarla con lengua y tomarla por la cintura, sino era bajar esa mano que estaba por la cintura hasta —tragó saliva —tú sabes hasta dónde; y a la siguiente de la siguiente de la siguiente ya no era solo manosearla, era llegar hasta un lugar sin gente y cogérsela.
—Imagino que Ariel no sabe de esto.
—Y no lo sabrá —hizo su cabello hacia atrás —. Yo hacía todo lo anterior por presión social, pero cuando llegó el último nivel, no me atreví y fue la primera vez que perdí y desde entonces mis amigos comenzaron a llamarme "drôle", en otras palabras...maricón pero en francés porque nos enseñaban francés. Así que ellos ya no me buscaban para eso, porque Gabriel el maricón no se atrevió cuando tuvo la oportunidad y basta que fallaras una vez para que te fichaban de por vida, seguían siendo mis amigos solo que ya no me invitaban a sus fiestas y me llamaban maricón, era la grandísima diferencia.
Yo atenta escuchaba su historia extraña que no tenía relación con lo que le había preguntado, bajándome de vez en cuando el gorro porque dejaba ver mis raíces casi rojas.
—Entonces como yo tenía una vida tan atareada, me concentré más en mis actividades extra curriculares que en esos imbéciles —volvió a sonreír —. No sé si Ariel te comentó, pero toco el piano. Asistía a mi taller de natación y después de eso iba al conservatorio de música para la preparatoria de jóvenes, conocía a varias personas y ya no me sentía tan solitario ni tan maricón. Y el problema comenzó de nuevo, la chica con la que había intentado sobrepasarme asistía a mis clases de lectura rítmica, ella tocaba violín y no dejaba de mirarme, obviamente recordaba mi rostro.
—¿Te odiaba? —interrumpí.
—No recordaba eso, pero sí recordaba haberme besado y aunque para mí no significó absolutamente nada...para ella había significado todo. Me invitaba a su casa, practicábamos a diario porque casualmente me habían asignado a mí para ser su acompañamiento en su solo de fin de año y a veces en su casa bebíamos jugo y mirábamos películas en su sillón. Nos divertíamos, ¿para qué negártelo? Era una persona muy linda.
—¿Siempre desvías a todo el mundo del tema con historias de superación y voluntad? —pregunté de forma burlona.
—Un día llegué más temprano de lo usual a su domicilio y su hermano me abrió la puerta. Descubrí que él también tocaba violín pero que tenía problemas al hacerlo, descubrí que era exactamente diez meses menor que su hermana y descubrí lo grandioso que era; todo en una tarde, jamás había tenido tanta conexión con alguien.
—Y como eres Gabriel Mercer...
—Y como soy Gabriel Mercer...me ofrecí a ayudarlo en su afinación, porque como debes saber...el piano es perfecto, casi perfecto —aclaró —. Practicaba con él todas las tardes tocando arpegios y escalas, practicábamos con el rompe dedos y aunque yo no sabía mucho de violín, sabía lo que era un sonido limpio y afinado, y llegó un momento en el que él quiso hacer una audición para el solo que tanto añoraba su hermana...
—Y la superó.
—Eso mismo, me sentí tan orgulloso de todo lo que habíamos hecho, de todo lo que habíamos pasado y un día antes de que fuera su concierto, él me miró directamente a los ojos... ¿Y cómo no resistirme a esos ojos verdes? —Gabriel sonreía como un idiota y reía dulcemente
—Concéntrate, Gabriel.
—Nos besamos, y yo tantas veces que dije que los besos eran insignificantes supe en ese instante que un beso por más corto y pequeño que sea jamás sería insignificante, nunca ante los ojos del amor.
—Carajo, qué intenso...
—No te burles, pequeña oxigenada —arrebató mi gorro de lana y dejó que mi cabello estuviera descubierto —. En ese momento yo no lo comprendía, me dio miedo y hui —estrujó mi gorro —, y como todo maricón que era se lo conté a mi padre, no le conté del beso, claro que no...me habría quedado sin lengua, pero sí le conté de otra cosa y me obligó a alejarme de mi taller de natación, porque sí, era cobarde y le había mentido. Soy un cínico, creo que es mi mayor defecto.
—¿Quién iba a pensarlo, Gabriel Mercer? ¿Y cómo así terminaste aquí?
—Mi padre se enteró, no de eso, de otras cosas. Estaba desahuciado, muy enfermo, tenía cáncer al pulmón y para descargarse conmigo me dijo que toda la familia me dejaría a un lado, que no me darían nada de la herencia, hasta quiso quitarme el apellido.
—Y el ambicioso Gabriel Mercer...
—Corrijo —levantó su dedo índice —y al humilde Gabriel Mercer le valió un kilo de mierda y quiso irse así sin nada, porque lo bueno es difícil pero no imposible.
—Pero estás aquí.
—Estoy aquí porque mi padre me dio en donde más me dolía, ofreció darme todo y un tratamiento psicológico o psiquiátrico a León, que era mi amigo, a cambio de que me encuentre a mí mismo y a Dios en el camino de la vida, en el ciclo normal de la creación —parpadeó rápido —. Y creo que me siento feliz de ello, como todo niño rebelde al principio me negué a Dios, pero soy un hombre nuevo...uno que recalca los principios y valores que le enseñaron en sus aposentos. Yo me siento excelente, no me arrepiento de nada. ¿Ave María purísima?
—No tengo una historia —comencé —. Sin pecado concebida. La verdad es que no tengo ninguna —respondí pensativa —ni si quiera podría decir que tengo una historia con Ariel porque las cosas comenzaron como empieza cualquier amistad.
—¿Te dijo que jugaran a algo?
—Algo así... —dudé —la verdad es que cuando era niña todo el mundo me hacía a un costado y más las chicas, como el grupo de Milena, por ejemplo.
—¿Se conocían a esa edad? —preguntó sorprendido.
—Si tú supieras...casi todos nos conocemos desde los pañales, es un lugar pequeño. Pero todo el mundo me hacía de lado, y más por mi overol azul marino con mis camisetas a rayas.
—¿Quién te vestía? Yo también te habría hecho a un lado —bromeó.
—Mi papá —desvíe la mirada —. Un buen día de esos...un niño dulce y gentil me habló para que jugáramos rayuela.
—¿Ariel?
—Te equivocas —negué con la cabeza —, Giovanni. Ariel era muy pero muy tímido, recién cuando pasamos un año de juegos junto con Giovanni...Ariel decidió hablarme, pero antes nada, no decía ni un hola, solo hacía gestos.
—Así que me estás diciendo que estuviste enamorada de un tipo que no te dirigió la palabra un año entero pero que jugaba contigo.
—Teníamos juegos muy creativos —resalté —. Ariel y yo nunca tuvimos esa confianza que yo tenía con Giovanni, sigue siendo así, es como que hablamos y todo pero siempre hay algo raro, estoy segura de que habla más con Giovanni.
—Sí...Ariel no habla mucho.
—¿Y cómo hacerlo? Se burlaban de él por su nombre, le decían que era niña —recordé con una expresión de furia —. Ariel era tan Ariel que cuando nos dijeron que hagamos una exposición libre, él hizo una de su nombre aclarando que la etimología revelaba que originalmente era un nombre solo de hombre y que luego ya recién se dieron variaciones.
—Todos en algún momento hemos querido ser aceptados —dijo colocándose mi gorro.
—¿Me lo devuelves? —señalé su cabeza.
—Si te decoloraste el cabello no fue para esconderlo —sonrió —, ¿te lo cortaste con un cuchillo o qué?
Y es que la misma noche del cumpleaños de Ariel corté mi cabello largo y sedoso hasta debajo de mis oídos por la frustración, até mi cabello en una linda coleta de caballo y sin pensarlo tomé unas tijeras y corté hasta el borde de lo que lo sujetaba.
—Algo así —pensé —, me creí Mulán por un momento.
—¿Alguna vez... —Gabriel se paró del asiento de madera y caminó muy cerca del altar —te has atrevido a venir hasta aquí?
Negué y lo seguí.
—En el seminario me explicaron que cuando me ordenara podría venir aquí.
—¿A qué o para qué?
—Buena pregunta —acarició su barbilla —para agradecer, para pedir perdón, para pedir por la familia, para tener un diálogo más íntimo con Dios —miró hacia arriba —. Te pones en posición como de hacer planchas —se agachó poniendo sus codos como protección de la cara —, te estiras, bajas y cierras los ojos. No lo he hecho antes pero ya que dudo poder tener esta cercanía ahora y este momento tan solitario lo requiere, ¿te atreves?
—Bueno... —miré a todo sitio —está con tapiz, así que no creo mancharme.
—¿No te ensuciarías un poquito por Dios?
—No lo sé, Gabriel —intenté agacharme de manera delicada —, ¿y tú?
—Claro que sí —se arrodilló, se persignó y poco a poco bajó su cuerpo —. Es como hacer un slim.
—¿Qué es un slim? —pregunté colocándome en la misma posición de él.
—Es para tener el vientre duro —cerró sus ojos —. Recuerda, no funciona si no te lo crees, si no tienes fe.
Asentí y cerrando los ojos comencé a pensar en todo lo que me había dicho Gabriel: en las personas malas y buenas, en mi familia y en mis amigos, en las cosas que quiero y tengo, en los días que viví sin agradecer, en situaciones en las que me he sentido ridícula o me ridiculizaron, en cuando humillé y fui humillada, en Ariel, en todos aquellos que sin ser mis amigos eran cercanos a mí.
Creía que estaba loca, pero sentía música reflexiva cuando hablaba en mi mente y simulaba conversar con alguien, era un diálogo íntimo como había dicho Gabriel...un ente al que le podías decir todo sin filtros, sin ocultar nada, que aunque lo supiera prefería que yo misma se lo diga. Llegó un momento en el que lágrimas cayeron por mis mejillas y sentía que era momento de volver al mundo real, giré mi cabeza para ver cómo estaba Mercer y no lo encontré, descubrí que la música no era de mi cabeza, era lo que su corazón sentía e interpretaba: algo suave pero triste.
Me acerqué de manera silenciosa y coloqué mi mano sobre su hombro derecho. Él volteó de inmediato con susto.
—Creí que necesitabas música para reflexionar —sonrió con la mitad de sus labios.
—Transmites lo que sientes, y no me gusta. La música sí, tus sentimientos no, ¿qué es lo que te aqueja?
—No me gusta hablar de eso.
—Por cierto, ¿qué hora es?
—Casi las doce —observó su reloj —. Antes de que te vayas, toma tu gorro —lo lanzó hacia mis manos —y creo que me debes "algo" por la incomodidad.
—Oh, Gabriel —respondí indignada —no soy esa clase de chica.
—Eso no —colocó sus ojos en blanco —verás, estamos noviembre y...
XVII
—¿Y ya sabes con quién iras al baile de promoción? —preguntó Milena abrazando sus libros mientras me miraba.
—Creo que —pensé en todas mis posibilidades haciendo muecas —con nadie, lamento decepcionarte, pero no tengo ninguna posibilidad con alguna chica.
—Yo iré con Giovanni —afirmó contenta.
Me detuve a verla parándome en frente de ella y tomé sus hombros.
—Pensé que ya no eran absolutamente nada.
—Lo sé, muchos dicen que el chico es quien le pide a la chica, pero creo que yo cambiaré la historia de esta maldita escuela.
—¿Me estás pidiendo ayuda?
—Le estoy pidiendo ayuda a todo último año —mordió su labio inferior —, hay que aprovechar que lo suspendieron por una semana, es tan valiente... —suspiró —ofreciéndose por los débiles, protegiéndolos.
—¿Débiles? —pensé —Te informo que no hay ningún débil ahí, Giovanni me protegió porque somos amigos y porque me la debía.
En ese momento, Milena abrió mucho los ojos sin perder mi mirada, observaba mi ser de pies a cabeza una y otra vez.
—Entonces no te importará que tome tu mano —hizo lo que sus palabras anunciaron y apoyó su cabeza en mi brazo —. Dios mío, siempre quise tener un amigo gay.
Me reía internamente por sus actitudes, si creía que Gabriel Mercer era impredecible...Milena era el doble de impredecible.
—Pero comprenderás que el que antes era el único gay de último año que reveló su homosexualidad es un poco extraño —comentó —, supongo que sabrás estas cosas porque...bueno, eres gay y los gays hacen eso.
—Está bien, sígueme llenando de tus estereotipos —reí.
—Claro —me dio un codazo —, oye hoy no vino ninguno de tus amigos, ¿quieres sentarte con mis amigas y yo a comer en el receso?
Asentí y me despedí de ella con la mano. Las clases se sentían más solitarias de lo normal sin Giovanni ni Celeste; comenzaba a pensar que yo era una bomba de destrucción masiva, tan descomunal y dañina que ocasioné la suspensión de uno y el shock de la otra.
Era una de las pocas veces en las que me ponía a reflexionar sobre la clase y los temas que llevé todo el año.
Al ser salida, me dirigí hacia la puerta principal de la escuela y encontré a todos mis compañeros sosteniendo cartas y rosas haciendo un camino humano. Era nada más y nada menos que Milena y sus extraños planes, sus espectaculares peticiones y sus grandes expectativas que según ella sería apoteósica.
Ella, al verme, se dirigió hacia mí.
—El plan es este —señaló a todos —: tú, como buen amigo de Giovanni, irás a su casa y tocarás su timbre, él saldrá y se encontrará con Mercedes que sostendrá una rosa y una carta, más allá estarán más de nuestros compañeros formando un sendero humano con lo mismo en manos y caminarán todos hasta llegar aquí, a la puerta principal de la escuela, en donde mis amigas sostendrán ese cartel gigante de ahí —señaló un montón de cartulina —donde está escrita la proposición, él me dirá que sí, soltarás esta cosa que desprende confeti, nos aplaudirán y seremos felices todos.
—Solo no te ilusiones tanto —advertí.
—¿Qué estás queriendo decir? —preguntó cruzando los brazos —Por favor, Ariel, hazlo por tu amiga Milena.
Volteé los ojos y caminé rápidamente hasta la casa de Giovanni, el camino era largo pero por la adrenalina lo recorrí en menos de quince minutos. Al llegar a su casa, toqué el timbre como el plan lo exigía y él salió a recibirme, hasta ahora todo lo que había dicho Milena estaba pasando.
—Ariel —saludó —, así que aún no te olvidas de tu amigo, ¿qué te trae por estos lares?
—No hay tiempo para explicaciones —jalé su brazo y nos encontramos con Mercedes en el camino, todo iba bien.
La mirada de Giovanni era de confusión cada vez que recibía una rosa y leía la respectiva carta, me observaba con ojos de querer respuestas y yo solo tragaba saliva porque realmente no tenía ni la menor idea de lo que estaba pasando.
Así estuvimos de persona en persona, cada uno se acoplaba al resto como un zombi más del grupo y caminaban detrás de nosotros.
Al llegar a la escuela de nuevo, ahí estaba Milena, con una sonrisa hermosa y el cabello bien recogido en una coleta de caballo.
Giovanni giró la cabeza y leyó con detenimiento el cartel que Milena tenía preparado para él, todos esperan la respuesta.
—¿Y...? —preguntó Milena acercándose.
Él bajó la mirada y acomodó sus lentes como tomando valentía.
—Milena —comenzó —los dos sabemos que eres una persona increíble, eres linda, dulce, tienes un carisma impresionante, eres la chica que cualquiera querría llevar al baile de promoción...pero, me temo que por todo lo que pasó, yo no me puedo permitir tener ese placer; ni mi corazón, ni mi moral, ni mis sentimientos, ni todas las veces que me humillaste me permiten ir contigo, no sé si es rencor, no sé si es algo más, lamento decirte que no por esta vez, disculpen todos a Milena porque la incomodidad no sirvió para nada.
Todos estuvieron callados por un momento, era como decir indirectamente que guardaran un minuto de silencio por la persona que acababa de morir.
La mayoría de las personas prefirió irse sin dejar rastro porque sabíamos cómo era Milena, no le gusta que sientan pena por ella y menos en un momento así.
Recogí una de las rosas más lindas que se encontraban en el suelo y me acerqué hacia ella, la cual estaba sentada en los escalones de la entrada principal abrazando sus piernas.
—¿Quieres ir al baile de promoción conmigo? —pregunté mirándola directamente.
Ella recibió la rosa sin hacer algún comentario destructivo y asintió con la cabeza mientras las lágrimas caían por sus mejillas sin hacer ruido alguno, el maquillaje no dejaba de correrse por su rostro y lo único que yo podía hacer era acariciarla con mi dedo pulgar y secar sus ojos sin arruinar más el color negro de sus sombras.
—Deja de llorar, por favor —intenté sonreír amigablemente para hacerla reír —. Hay que hablar, ¿de qué color es tu vestido? Es un tema muy importante.
Ella secó sus lágrimas otra vez y limpió su rostro con la manga de su suéter.
—Es —sollozó —rojo vino.
—Tenemos que combinar, obviamente.
Ella asintió cubriéndose la boca y cerrando los ojos.
—He visto una tienda por el centro comercial que está cerca de aquí donde venden esas cosas —chasqueé mis dedos para intentar recordar el nombre —, ¿Orquídea? ¿Corsage?
Ella volvió a asentir sin mirarme.
—Lo tradicional sería que tú me des la corbata pero si deseas yo la consigo...
—Ya la compré —me interrumpió y su llanto comenzó de nuevo.
Me estaba desesperando, era muy complicado calmarla debido a que cualquier cosa que decía terminaba relacionada con su plan perfecto que se arruinó porque Giovanni le dijo que no de manera pública.
Sostuve mi teléfono celular entre las dos manos y busqué el nombre de Gabriel Mercer entre mis contactos.
ARIEL_16:40
Ayúdame, por favor.
GABRIEL_16:42
¿Cuándo no quieres ayuda? ¿Qué pasó?
ARIEL_16:42
Milena está llorando y no sé cómo calmarla porque soy imbécil y hago que llore más.
GABRIEL_16:42
Carajo... ¿Por qué haces llorar a las chicas? Eso no se hace, Ariel.
ARIEL_16:43
¿Yo? Fue el pedazo de mierda.
GABRIEL_16:43
¿Giovanni? Pero se moría por ella.
ARIEL_16:43
Tuvieron problemas...ya luego te cuento, ayúdame.
GABRIEL_16:43
Solo porque tú me lo pides y porque esa chica me agrada, nada más...llego en cuanto pueda, tú sólo intenta hablarle de otras cosas, invítale algo de comer, yo que sé. Me avisas.
Guardé mi teléfono en donde Milena no pudiera verlo y la convencí de ir conmigo al lugar de malteadas extrañas. Nuestra caminata fue silenciosa, yo no dejaba de mirarla y ella solo tenía la vista en el piso, como si no tuviera más razones para mirar al horizonte, ni para ver el atardecer, ni para sentir la brisa del viento.
La misma chica que me atendió esa vez que estuve con Gabriel Mercer se encontraba siendo la que tomaba órdenes, ella al verme con Milena tuvo un rostro de satisfacción y tranquilidad.
Gabriel como era él, tenía mi ubicación en tiempo real por una aplicación por defecto que conectaba nuestros teléfonos por ser de la misma marca, no sería difícil encontrarme.
Milena solo agarraba la cuchara y removía la crema, moviéndola en círculos, en parte me lastimaba que esa felicidad y seguridad que construyó desde hace mucho se vea quebrantada en menos de un segundo gracias a un "no". Y cómo era típico del cambio climático...comenzó a llover, lluvia en una estación antes del verano, lluvia ácida, ácida como su actitud frente a la frustración.
Sin que se diera cuenta, porque tenía la mirada baja, Gabriel Mercer entró por la puerta con sus pasos silenciosos, tomó una silla y la colocó en donde nosotros estábamos. Ella seguía sin notar su presencia y yo trataba de disculparme por Milena haciendo gestos para que la comprendiera.
Él tosió a propósito para que notara que lo estaba ignorando por un pedazo de azúcar con crema.
Ella levantó la mirada y se encontró con los redondos ojos de Gabriel Mercer, por su expresión...estos la habían atrapado hasta dejarla sin palabras, sin gestos, sin acciones al respecto. Acomodó los largos mechones de cabello detrás de sus orejas y simuló estar estable y feliz.
—Ariel —murmuró —, ¿por qué no me dijiste que Gabriel Mercer estaría aquí para consolarme?
—No creí que fuera importante —respondí como si no supiera lo que pasaba.
Seguimos con la charla, él le hablaba como si la conociera de toda la vida y ella a gusto le respondía cualquier cosa para continuar con la amena conversación.
—Y así fue como me rechazaron, en frente de todos —Milena sonrió al terminar con la historia de lo que había sucedido hace unos minutos.
—A mí me han rechazado un montón de veces —intervino Gabriel.
—¿A ti? ¿Cómo? —rio ella —Si eres guapo, simpático y alto, todo lo que una chica quiere.
Él negó absorbiendo la malteada con ayuda de la pajilla y buscó en sus bolsillos algo, extrajo su billetera y sacó una fotografía enmarcada y desgastada.
—Observo esta foto cada vez que me da ansiedad.
—¿Un...niño gordito? —preguntó ella con duda.
Tomé la foto y la acerqué a mis ojos lo suficientemente cerca para observarla bien, era Gabriel Mercer, se notaba por los ojos.
—Soy yo cuando tenía dieciséis o diecisiete, no me acuerdo —dijo inseguro —. Pero es increíble cómo es que un minúsculo niño de esa edad puede comer tanto y puede engordar en tan solo seis meses...
—Estrés y comida, igual a desastre —comenté.
—Pues ahora yo te veo muy bien —dijo Milena como para consolarlo.
—Imagínate...mi padre comenzó a rechazarme por mi peso y tuve que hacer ejercicio por casi un año y medio, quizá un poquito más —sacó otra foto —. Ahí más o menos tenía entre diecinueve y veinte, no lo sé.
—Te ves más...
—Con más cachetes que ahora —completé lo que iba a decir Milena.
—Es que ese era mi peso ideal —sonrió —, pero luego vino de nuevo el estrés, y el estrés no siempre reacciona de igual manera...me deprimí, mi padre tenía cáncer y yo estaba devastado, dejé de comer y de dormir, y por supuesto, dejé de hacer ejercicio. Por eso ahora estoy todo flácido —tocó su brazo jalándose la piel —. Y te aseguro que no soy guapo...tengo nariz extraña, mis labios son algo deformes y lo único lindo son mis ojos, aunque ni tanto, solo son casi amarillos, supongo que eso atrae mujeres por las leyendas urbanas de los hombres lobo que tienen los ojos de esa clase de colores.
—Los licántropos —sonrió ella —. Oye, Ariel, ¿eres tú el de la foto? —ella tecleó algunas palabras en su teléfono y me mostró la foto indecente que Celeste había tomado en mi cumpleaños.
—Pensé que la habían borrado —mi cuerpo se enfrió, no por la foto, sino porque Gabriel estaba con nosotros.
—Claro que no —rio —todo el mundo la tiene, menos el director porque Giovanni partió en mil pedazos la única evidencia que tenían, eso les pasa por no usar los medios digitales. Un usuario anónimo de la escuela que sube confesiones y secretos de los estudiantes colgó la foto en su cuenta de Instagram, pero solo por unas horas porque luego la borró.
—Disculpa porque tengas que ver eso —Gabriel hizo una mueca —, el alcohol me comió un poco el raciocinio y no pensé en lo que hacía, créeme que para mí es vergonzoso que veas eso...
La piel de Milena también se tornó en un color claro, blanco casi papel, soltó el teléfono como si fuera una roca caliente y un sonido sordo inundó la mesa.
—¿Eres tú, Gabriel Mercer?
—Ariel, pensé que le habías dicho —me reclamó.
—Me dijo que él era homosexual pero no que tú eras el otro chico de la foto —le respondió —. La verdad es que no sé me habría ocurrido, ¿quién demonios iba a pensarlo? ¿Y por qué los chicos guapos siempre son del otro lado?
XVIII
—Yo ya tengo todo, solo me tienes que conseguir una orquídea muy hermosa, tú ya debes saberlo...
—Sí.
—Y estar puntual en mi casa, seguro mis padres nos tomarán muchas fotos.
—Ya.
—Y...
—Milena —la tomé del hombro —, ya entendí, todo tiene que salir perfecto, no te fallaré. Usaré la corbata correctamente, me vestiré de negro, compraré la orquídea más hermosa de la tienda que tenga un color que resalte con tu vestido y con tu rostro, y estaré puntual en tu casa para las fotos que quieres —suspiré —confía en mí. Sé que casi todas tus amigas llevarán a sus novios perfectos, pero esto es lo que hay —me señalé entero.
—Y es perfecto —ella soltó una risita.
Se despidió con una sonrisa risueña y entró a su clase de todos los lunes. Caminé directamente a la mía sin más distracciones y Giovanni se apareció detrás de mí haciendo pasos ruidosos y sonidos desagradables.
—¿Puedes callarte? —volteé a reclamarle.
—¿Qué haces con ella? —preguntó refiriéndose a Milena —Tantas chicas en la escuela y...¿la llevarás al baile?
—Fue una decisión desesperada —expliqué —. Yo no tenía pareja, tú tampoco...la diferencia es que yo se lo propuse a la chica linda y tú le negaste la propuesta. No comes, ni dejas comer, no te entiendo.
Volteó los ojos y aceleró el paso para estar a mi altura.
—Le preguntaré a Celeste, es decir, somos amigos, ¿qué mejor que ir con tu mejor amigo a una última fiesta porque nunca más nos volveremos a ver?
—Excusas.
Al llegar a la clase, Celeste estaba sentada donde siempre, conversando con Mercedes. Era la única clase en la que los cuatro estábamos juntos.
Giovanni comenzó a escribir con plumón de agua en uno de sus cuadernos, silbó para llamar la atención de Celeste y ella cubrió su rostro y rió para sí misma al leer lo que Giovanni había escrito: "¿Quieres ir al baile de promoción conmigo?"; a lo cual ella respondió con una negación.
—Lo lamento, Giovanni —sonrió con incomodidad —, pero ya tengo pareja.
Él miró al techo y Mercedes comenzó a escribir en un retazo de hoja casi lo mismo.
—Peor es nada —gritó hacia ella para que lo escuchara.
—Mi vestido es azul —le respondió.
Toda la clase Giovanni se la pasó preguntando sobre la pareja de Celeste, interrogándome acerca de eso como si yo supiera todo, dándole patadas a mi silla para que le hiciera caso y le diga quién era aquel chico misterioso, haciendo sus propias teorías, observando a todos los chicos de la clase con una mirada que espantaría a cualquiera y murmurando aspectos de varios chicos con personalidad que encajara con la de Celeste.
—¿Y si en realidad no tiene pareja pero dice que sí porque no quiere ir conmigo?
—Giovanni... —tomé valor —ya cállate, lo único que quiero ahora es saber qué demonios es eso de resistencia e intensidad, es la primera vez que deseo prestar atención.
—Eso es fórmula, cerebrito. Dale, conversa conmigo y yo te paso todas las respuestas en el examen —guiñó un ojo.
—Todos están locos con esto de que faltan menos de quince días para que acabe este infierno.
En el almuerzo, Giovanni estuvo observando a todos los chicos del comedor. Fijándose si es que alguno se acercaba por pura casualidad a Celeste, cualquiera pensaría que era un maniaco por reaccionar a cosas como esas, pero yo ya lo conocía y era algo normal en su carácter.
Y en la salida su actitud no cambiaba, la curiosidad lo mataría hasta el día de la fiesta de promoción o hasta que alguien supiera a quién invitó y le cuente porque así corren los chismes.
—Ahora que recuerdo —me callé para que prestara atención a mis palabras —, quizá Gabriel Mercer sabe, él estuvo conversando no sé hasta qué hora con Celeste.
—Busquemos a Gabriel Mercer —dijo sin pensarlo dos veces.
Y así fue, buscamos a Gabriel Mercer hasta por debajo de las rocas y no lo encontramos en ningún sitio, mis mensajes no le llegaban y cada que intentaba llamarlo se desviaba la señal.
—Después de toda esta búsqueda —comenzó Giovanni —, ¿has pensado en que quizá él tampoco lo sabe?
—Gabriel Mercer lo sabe todo —respondí frío.
—Pero tomando en cuenta el hecho de que Celeste lo odia...
—Quedaron en buenos términos —comenté sin mirarlo.
—No entiendo.
—Nunca entiendes nada —respondí —. Celeste fue quien envió y tomó esa foto que rompiste, la causa de tu suspensión; por lo que le dije amablemente que se disculpara con Gabriel por toda la incomodidad y las consecuencias que su acto desató.
—Es una zorra —dijo sorprendido —, no puedo creer lo que me dices... ¿La disculpaste?
—Sabes que sí, es mi amiga.
—¿Eso quiere decir que me besó por despecho? —preguntó sin expresar algún sentimiento.
—No hablemos de eso ahora. Debemos encontrar a Gabriel Mercer, no por saber quién es el afortunado —dije en tono de burla —sino porque me preocupa.
—Ya es bastante grandecito —cruzó los brazos y luego sacó rápidamente el teléfono móvil de su bolsillo, tecleó algunos números y lo colocó en altavoz.
Siete oportunidades para que Gabriel Mercer conteste. El teléfono sonaba y sonaba, y Mercer no contestaba, Giovanni agarraba el teléfono como si fuera una pluma y le subía cada vez más el volumen para que se escuchara mejor el momento en el que la llamada se volvería insulsa y perdida.
—Dime —contestó por fin, su voz ronca revelaba su estado de aburrimiento.
—Ariel se pregunta dónde demonios estás —respondió Giovanni entre risas.
—Estoy ocupado —dudó —dile que no se preocupe, que ya más tarde lo compensaré.
—Y otra cosita más... —pensó —¿Sabes con quién irá Celeste al baile de promoción?
—No tengo ni la menor idea de quién será el afortunado.
XIX
Sentía que cada vez que miraba a Gabriel Mercer él se desvanecería, que se iría para siempre, que su figura sería tan efímera que nunca más la volvería a ver. Así era alguien como él, desaparecía cada que podía; me contaba de sus sucesos extraordinarios, omitía algunas partes como siempre y me hacía reír con sus anécdotas acompañados de metáforas graciosas y exageradas.
—Entonces... —interrumpí —¿Eso fue todo lo que hiciste hoy?
—En realidad no —acarició su cuello como si le doliera —, hoy pasaron muchas cosas. Cosas...que no sé si deba decirte.
—Te escucho.
—Tú sabes que un día me quedé hablando con Celeste hasta muy tarde —hizo una pausa —. Conversamos de muchos temas que ahora me es casi imposible recordar, sin embargo, uno de esos tantos fue que yo...yo soy así —se señaló entero —. Y al parecer, David escuchó toda la conversación, o al menos gran parte de ella, y tú también sabes cómo es él y...
—Sabe lo mío —afirmé en vez de hacer una pregunta.
—No —negó varias veces con la cabeza —, pero sí lo mío.
—¿Y qué te dijo?
—Me dijo algo muy curioso —hizo gestos de querer recordar algo —: "Lo comprendo y puedo lograr entenderlo, pero no lo justifico".
Esas palabras calaron en mi memoria y en ese momento aquella imagen mía con Camilo San Román apareció repentinamente y no sabía por qué, yo era de esas personas que tienen malísima memoria, con una cabeza llena de lagunas mentales. Y en ese lapso de tiempo lo había recordado todo.
—Por lo que...dejaré todo.
¿Por mí?, me preguntaba internamente porque no me atrevía a decírselo.
—¿Dejarás el seminario? —pregunté con duda.
—Sí, Ariel. Bingo —suspiró —. Me he dado cuenta de que me gusta tener un noventa y nueve punto nueve por ciento de libertad, y ahora que me he encontrado a mí mismo y ya sé de manera concreta el final que deseo y el rumbo que quiero tomar en mi vida...considero que ya es hora de poner los pies en la tierra y de ser una criatura común con grandes sueños. Oh, Ariel —continuó al notar mi expresión de dolor —, no te pongas así, tú también estás entre mis planes —guiñó un ojo y tomó mi mano.
—Creo que deberíamos celebrar —intenté sonreír sin dificultades —. Descargué esta aplicación extraña, te traen cosas si las pides —extraje mi teléfono del bolsillo delantero de los pantalones que tenía puesto —, por ejemplo —ubiqué la dirección de mi casa y comencé a buscar objetos disponibles —: una cajetilla de cigarros y un vodka. ¿Absolut o Smirnoff?
—A estas alturas de conocernos ya deberías saberlo —comentó sarcástico —Solo si me conoces, claro.
Azul o rojo, pensé. Lo había visto beber del azul varias veces, pero el rojo...el rojo era diferente. Ordené el más obvio junto con una cajetilla de cigarros y decidimos volver a mi casa para recibir la orden.
—¿Un café, monsieur? —pregunté al abrir la puerta de mi casa.
—El infaltable café... —sonrió.
—Y las galletas con chispas de chocolate no son la excepción.
Él rio y al entrar cerró la puerta empujándola suavemente.
Comimos en mi cuarto como nunca y esperamos tranquilamente a mi pedido.
—¿Cuánto es? —preguntó extrayendo su billetera negra.
—Yo invito.
—Qué elegante el galante.
Reí y bajé a recibir la orden. El vodka y la cajetilla estaban en una bolsa de papel debidamente sellada y con poco esfuerzo la llevé hasta mi cuarto de nuevo.
—Vamos a ver si acertaste —frotó sus dos manos como una mosca y rebuscó la bolsa —. Dios mío —cubrió su boca ocultando una sonrisa de satisfacción —, ¿cómo lo supiste? Nunca te di pistas.
—Lo supe después de ver cómo te lo bebías como agua en mi cumpleaños —crucé mis brazos y me apoyé en la puerta —. Tienes algo con el vodka, ¿no?
—Tengo algo con las cosas rojas —acarició mi cabello y se dirigió a la ventana para fumar.
—Ya que estamos "celebrando" —caminé detrás de él —hay que jugar.
—¿A qué? —mordió su labio inferior con picardía y yo reí ante su reacción.
—Conozco un juego de palabras con alcohol —comenté —lo juegan en las fiestas con motivo de socializar, al menos yo lo jugaba, algunos creían que era aburrido pero a mí me parecía interesante —me apoyé en la ventana —. Comienza desde el diez, ¿quieres comenzar?
—¿Cómo?
—Digamos... —pensé —nombra diez palabras que te gusten, no necesariamente por su significado, y cuando lo hagas tienes derecho a beber un sorbo, cuando te toque el número ocho serán tres y así sucesivamente, no tienen que tener relación.
—Haces que la situación sea difícil —mordió el cigarrillo que estaba entre sus labios —: quebrantar, ubicuo, infraganti, eclipse, rábano, obelisco... —prendió el asesino —sacolevita, estrafalario, xilófono, obsecuente.
—Ah, con que a eso quieres jugar —crucé los brazos abrazándome —. ¿Sabes, Gabriel Mercer? Eres un asqueroso, me causas repulsión —dije con tono de broma.
—¿Qué te dije? —rio liberando el humo.
—Ríes porque sabes lo que dijiste.
—Tengo derecho a esto —tomó la botella y la abrió rápido para tener derecho a su sorbo —. Nombra nueve palabras que te gusten, necesariamente por su significado.
—Dame esto —arranqué el cigarrillo de sus labios y absorbí el humo —. A ver, a ver...nagual, ostentoso, galáctico, rococó, amor, castillo, inefable, abatir, sinceridad.
Me pasó la botella, no sin antes abrirla para que bebiera. La garganta me quemaba, no comprendía cómo es que alguien como él lo bebía puro y directamente de la botella.
—¿Muy fuerte? —preguntó al ver mi expresión —¿Qué tal si... —me arrebató la botella —pasamos a la parte en la que nos besamos con aliento de vodka y con humo en la boca en la cama mientras nos acariciamos y dejamos estos jueguitos de doble sentido?
—Pero si tú comenzaste —reí —. Claro, llenemos mi habitación de humo.
Y en un abrir y cerrar de ojos...ya estábamos sin camisetas en mi cama, arrugando las sábanas mientras nos besábamos, fumábamos el cigarrillo a medias y decíamos palabras al azar. Siete pasatiempos, seis cosas que te gustan de ti, cinco prendas de vestir que odias...
—Menciona tus cuatro adicciones —continué.
Gabriel no se lo pensó mucho, observó a su alrededor y sonrió acostándose sobre mí.
—El café, los cigarrillos, el vodka y...tú.
—Eres un alcohólico —moví la botella de un lado a otro —estamos en el número cuatro y quedan menos de cinco sorbos.
—Tengo que hablar con mucha gente —comentó ignorando lo que le había dicho —, estoy muy nervioso pero a la vez estoy feliz y no sé, euforia es lo que siento, creo.
—¿Quieres hablar de ese asunto?
—No —suspiró —, ya va a ser mucho con todo lo que tendré que hacer y no quiero pensar en eso, no ahora. Menciona tres cosas que te gusten de mí.
—Tus ojos, tu forma de ser, tus ojos...
—Solo fueron dos.
—Es porque ya no alcanza, menciona una cosa que llevarías contigo a una isla desierta.
—Tú.
—Yo no soy una cosa —negué con la cabeza —, además, ¿qué harías conmigo? ¿Aburrirte?
—Tienes funciones múltiples —me miró directamente —: si quisiera escuchar música sé que cantarías para mí, si quisiera ser feliz sé qué harías cualquier cosa con tal de hacerme reír, si quisiera hablar de algo tú serías todo oídos, si quisiera llorar...dejarías que lo haga en tu hombro o lloraríamos juntos, y si tuviera que mandar un mensaje en botella para pedir un rescate no lo haría porque tú eres mi único salvavidas, ¿qué más puedo pedir? ¡Soy el más suertudo en el mundo!, tengo todo lo que quiero en una persona y lo único que tuve hacer fue descubrir su gran amor. Te amo, Ariel. Te amo, te adoro...te todo.
Solo sonreí como si no comprendiera lo que decía y me acurruqué en su pecho desnudo.
—La próxima semana es mi graduación.
—Es una lástima —hizo una mueca —no podré estar presente la próxima semana, lo lamento.
—No te preocupes, siempre haces lo imposible por mí —levanté la vista —, hay situaciones que escapan de nuestras manos, mientras seas todo mío aceptaré lo que sea.
—Claro que sí —plantó sus labios en mi muñeca y la tomó entre sus manos.
—Sé mío hasta fin de año, o quizá un poquito más, solo quiero que seas mío.
—Soy tuyo, hasta la eternidad.
—Siempre —respondí cerrando los ojos.
XX
—Ya tengo todo.
—¿Y...?
—Sí, separé la Orquídea para ese día, ya sabes, para que no se marchite; la corbata está en mi casa, tengo zapatos decentes —enumeré con mis dedos —. Prácticamente ya está todo, solo falta que ese día pase.
Milena tomó mi brazo muy fuerte y me obligó a parar.
—¿Qué pasó? —pregunté con temor.
Ella señaló a dos personas por detrás de la puerta principal. Eran Celeste y Gabriel Mercer, tomados de ambas manos, mirándose el uno al otro.
—Celeste dijo que iría a la fiesta con un chico guapo, ¿crees que sea él?
—Lo dudo, Gabriel tiene que resolver unos asuntos —pensé —, me dijo que no estaría para esas fechas. Además... ¿Por qué iría con Celeste? Se supone que no se llevan bien.
—Pues ahí yo los veo bien...
—Cállate —pasé mis manos por sus labios —, quiero escuchar que se están diciendo.
Celeste tenía rostro de motivación y Gabriel andaba con su pinta de perro triste con los ojos cristalizados, luego de un rato se abrazaron como si nunca se volverían a ver y él secó algunas lágrimas que se le escaparon por las mejillas.
—Deberías ir a proteger tu territorio.
—Es que no lo entiendo —negué con la cabeza.
Celeste se fue por el camino cerca del parque y Gabriel Mercer se quedó sentado en las escaleras.
—Creo que te está esperando —murmuró.
—¿Será?
—Me cuentas el chisme si averiguas por qué estaban tan juntitos —abrió la puerta —, sino yo lo averiguaré por mi cuenta.
Asentí y salí unos segundos después de ella.
Gabriel volteó a verme y sonrió como si nada hubiera pasado.
—Te estaba esperando.
—Y yo me estaba preguntando qué hacías con Celeste —crucé mis brazos y caminé a su lado sin darle mi mochila.
Rodó sus ojos y río como un actor elegante de comercial de pasta dental.
—Te dije que ese día que nos quedamos...
—Sí, ya sé —lo interrumpí —, ya sé que tocaron muchos temas delicados y no sé qué tanta estupidez...
—¿Recuerdas que me dijiste que querías conocer a León? —preguntó mirándome directamente —No sé qué tan mala idea sea pero le dije que viniera por aquí ya que vive a unas horas y aceptó...pero solo te advierto que está un poquito —hizo una seña en su cabeza —cucú...
—¿Y eso que quiere decir?
—Pues, hace unos años tenía depresión y una serie de problemas, esos que arreglan los psicólogos, o psiquiatras... —suspiró —y ahora no sé cómo esté, pero al parecer se siente feliz, noté un timbre de voz más emocionante cuando lo llamé. Iremos a comer ensalada...
—Espera, espera —lo callé de nuevo —, explícame eso de la ensalada.
—Esas cosas no se arreglan de la noche a la mañana y ahora resulta que es vegetariano —metió las manos a sus bolsillos —, antes no era tan diferente, comía pollo y pescado, ahora está un poco complicado, él quería ir a un restaurante de comida exótica —pensó —vegetariana, obviamente, pero sospeché que no te gustaría y preferí no arriesgarme...él es un poco especial. Y yo estoy haciendo un gran esfuerzo, aun me duele.
Me detuve en medio de la vereda y jalé la manga de su casaca.
—¿Me estás hablando en serio?
—No —mostró los dientes —, pero sí lo llamé y conversamos muchísimo, solo eso quería decirte.
—¿Y por qué lo llamaste?
—Porque quiero superar mi pasado, vivir el presente y no tener problemas en mi futuro. Y porque quería saber cómo está, mínimo si yo causé algún tipo de inseguridad en él debo preguntarle por una vez en la vida cómo se siente —respondió triste y cabizbajo —, no sé si puedas comprenderlo.
Asentí con la cabeza y le di un abrazo rápido antes de que reaccionara y me empujara.
—Aunque no lo creas —le di un golpecito en el brazo —soy muy comprensivo, tú lo amabas.
Él rio cubriéndose el rostro.
—"Amar", es un sentimiento muy grande —hizo una mueca con su boca —y yo era un mocoso, así como tú —revolvió mi cabello —. No, no lo amé, comprendí eso cuando entré al seminario, nunca lo amé, nunca amé a alguien.
—No digas eso...
—Tú no lo digas —interrumpió —, de verdad no lo amé, Ariel. Solo me siento culpable porque siempre que conozco a alguien le causo problemas: con su familia, con sus amigos, consigo mismo.
—No es cierto... —lo detuve en uno de los tantos parques y lo obligué a sentarse —a mí no me has causado ningún problema.
—Porque me he ganado a todas las personas de tu alrededor. Pero en el otro caso..."amar" es hacer cosas por la otra persona, sacrificios.
—¿Y tú no hiciste uno?
—No hice ninguno, realmente nosotros dos no nos amábamos, aunque intenté convencerme de que sí muchas veces siempre había algo que me decía que no.
Gabriel lucía más melancólico de lo normal: su mirada perdida, su piel pálida, sus suspiros a la nada; todo indicaba tristeza.
—Cuando mi padre se enteró de todo eso...él ya estaba enfermo, y con su debilidad y todo me hizo escoger: tener toda mi vida arreglada o irme, no atreverme a volver y comenzar desde cero.
—Elegiste qued...
—Elegí irme —respondió de inmediato —, siempre he pensado que el dinero se hace, la ambición y el poder me había arrebatado a mi padre y yo no quería ser como él —suspiró de nuevo —, cuando me fui...la única persona a la que conocía lo suficiente era León, me fui a su departamento a intentar vivir con él porque pensé que nos amábamos, pero cuando se enteró de que mi padre me había echado y que una ola de desgracia podría llegar hacia nosotros...no dudó en echarme también. Tuve que volver, me tragué mi orgullo y mi vergüenza, pero no acepté las condiciones de mi padre, así que me volví a ir, ¿total? Ya tenía un título universitario, podía trabajar sin problemas, siempre y cuando mi padre no hiciera nada en contra de mí —mordió su dedo pulgar de nerviosismo y continuó —, pero...adivina, me hizo difícil las cosas, se encargó de mover todas sus influencias y me di cuenta de que sin él yo no era nada, era un simple hijito de papá. Por otro lado, León se sintió mal por echarme, sabía que me estaba yendo de lo peor, se sintió tan culpable de que coma con los mendigos e intente trabajar hasta de persona que hace el reciclaje, que se cortó las venas porque él pensaba que me había traído la desgracia. Y yo cuando me enteré...me desesperé porque también me sentía culpable de todo, así que decidí volver, esta vez sin negarme a algo, solo quería que lo salvaran porque ni él ni yo teníamos seguro médico.
—Pero eso es un sacrificio.
—Déjame terminar, te darás cuenta de que no lo es. Mi papá se burló de mí y me repudió por ser tan débil e inútil, me dijo: "¿Ves que no lo amabas?"; me insinuó que solo quería sexo y no amor, pero tú sabes cómo soy yo: no había tocado más cabellos que los de su cabeza, ni más vellos que los de su rostro, no había acariciado más piel de la que nunca estaba cubierta, ni había sentido algo más húmedo que sus labios —me dirigió su mirada penetrante —. Acepté todo con la única condición de que salvara a León y le pagara un tratamiento psicológico o psiquiátrico por su comportamiento preocupante. Me mandó al seminario, donde debo admitir que fui feliz...por un tiempo, me encontré a mí mismo, reconocí que nunca amé a León, es decir, sí, mi maldito padre ganó; y ahora estoy aquí, desahogándome contigo.
—Creo que es un sacrificio gigante.
—En realidad...no, quizá lo habría sido si hubiera trabajado en mi carrera, y con mi esfuerzo pagarle su tratamiento psicológico. ¿Ves que no lo amé?
—¿Y a mí? —pregunté con inocencia —¿Me amas a mí?
Él se quedó mudo por varios segundos, apoyó su quijada en su brazo que estaba puesto sobre el asiento del parque, y luego cubrió su boca como si no supiera qué decir.
—Claro que sí.
XXI
—¿No crees que vinimos muy tarde? —miró el reloj del muro blanco que separaba la tienda en secciones.
—Claro que no —negué con la cabeza —. De todas maneras, dudo que alguien se levante temprano después de lo de ayer, todo fue tan...
—¿Feo? ¿Rápido? ¿Horrible? ¿Melancólico?
—Rápido.
La señorita del mostrador nos miraba de reojo y revisaba los papeles desordenados que tenía encima de la mesa.
—¿Alguno de ustedes pidió un tulipán? —preguntó amablemente.
Masticó su goma de mascar de menta intentando descifrar nuestras expresiones y entró de nuevo al almacén.
—¿No estás nervioso? —preguntó colocando sus manos en los bolsillos de sus pantalones.
—Hemos practicado, además...ni que tuvieras que hacer tanto. Empieza a las siete y recién son las cuatro.
—Tenemos que estar a las seis, no he comido nada —suspiró.
—¿Tienes hambre? —pregunté con asco.
Giovanni pensó bien la pregunta y luego hizo una expresión de asco con su boca.
—El plan es simple —seguí diciendo —a las cinco nosotros dos estamos en mi casa, las chicas llegan a las seis...nos vamos con mi mamá y llegamos a las siete, justo para las fotos.
—¿Celeste irá con nosotros?
Quería responder esa pregunta pero no encontraba algo que me lo asegurara, después de todo, con su gran misterio, nadie tenía ni la menor idea de quién sería su pareja.
—Lo estás dudando, ¿verdad?
—Y hablando de la reina de Roma... —callé a Giovanni con mi mirada y le di un codazo en el brazo para que se diera cuenta de quién estaba a punto de saludarnos.
Hacia nosotros se dirigía Celeste, alzando la mano derecha, dejando a la vista de todos, su perfecta manicura.
Nos saludó con un beso en la mejilla a cada uno y esperó con nosotros a la señorita del mostrador. Ella llegó con un montón de cajas de un tamaño promedio hacia este y las abrió dejando a ver las flores.
—Esta es tuya —se la pasó a Giovanni —, creo que esta otra te pertenece... —leyó la boleta para asegurarse de que era la correcta —¿Qué se le ofrece? —le preguntó a Celeste quitándose los lentes de aumento.
—Vengo a recoger un corsage —le entregó un papel.
La señorita miraba la boleta y luego a Celeste, repitió esa acción varias veces y luego asintió y se fue a buscar la caja.
—¿Y tu galán? —preguntó Giovanni con aires de arrogancia.
—Está ocupado —cruzó los brazos —así que me pidió que por favor recogiera esa cosa que tienen ustedes en las manos.
—Qué poco considerado es —comentó —cualquiera sabiendo que tienes que arreglarte se haría un tiempo para recoger eso...
—Hay veces en las que no se puede, igual no tengo que hacer mucho —sonrió —iré al salón que está al frente y ahí me harán todo, tengo tres horas y una cita en diez minutos.
—Mínimo te recogerá... —comenté para ayudar a Giovanni.
—Obvio —rio risueña.
La señorita le entregó una caja diferente a la de nosotros y ella se marchó con una sonrisa enorme en el rostro.
—¿Puedo preguntar a nombre de quién está el pedido de la chica que se acaba de ir? —preguntó Giovanni luego de que Celeste desapareciera.
—Dice —acercó el papel a sus ojos —Chandra Vitale.
Salimos de la tienda con prisa para llegar a mi casa y Giovanni no quitó su expresión de confusión en todo el camino.
—¿Puedes cambiar esa cara? Me perturba —comenté mientras abría la puerta de mi casa.
—¿Quién carajos es Chandra Vitale? —balbuceó.
—No tengo ni la menor idea —respondí para que deje de preguntar cosas —. Oye —jalé la manga de su sudadera —, Eros acaba de escribirme —leí lentamente mi pantalla del móvil y luego la puse enfrente de él.
Leyó el mensaje emergente en su mente y luego rió como si se tratara de un chiste.
—Dile que lo esperamos, que suba por la enredadera.
—Como si fuera tu pared, tu cuarto, tu casa...
—Lo tuyo es mío, mi amor —pellizcó mis mejillas y sonrió como un conquistador.
—Solo sonríes porque acabamos de invitar a ese maldito brujo.
Y sí, él tenía una sonrisa tan grande que cualquiera pensaría que la cara se le acalambraría en cualquier momento. Mis planes se veían quebrantados por la decisión de Giovanni y su obsesión por la brujería y el futuro; invitó antes de la hora a las chicas y ellas llegaron vestido en mano, con su peinado ya hecho, su maquillaje natural de acuerdo al color de su vestido y con su manicura excelente.
—¿Y dónde está el chamán? —bromeó Milena.
—Eros no es nada de eso —suspiré —solo es un poco rarito.
—¿Es el chico que juega para Colors? —preguntó Mercedes acomodando su vestido en mi cama.
Giovanni y yo asentimos para afirmar su teoría, todos esperábamos pacientemente que ahí estuviera Eros: subiendo por la enredadera o por el árbol, por donde sea pero que llegue aquí. Al poco tiempo, se hizo presente con una libreta desgastada en su mano amarrada por una cuerda y su uniforme sudoroso de haber practicado deporte por un largo rato.
Mordió su labio inferior y luego frotó sus manos para indicar astucia y suspicacia.
—Una pregunta por cada uno —dijo después de mucho —. ¿Quién empieza? ¿Empezamos por la chica bonita del peinado recogido? —le guiñó un ojo a Milena y ella lanzó una risita.
—¿Empezar qué? —preguntó ella mordiendo la punta de su pulgar.
De pronto, él extrajo de la libreta un montón de cartones.
—Diseñé estas cartas —se las dio a Milena para que las pasara a todos —, yo las dibujé y dije... ¿Por qué no? Así que quiero probarlas con ustedes.
—¿Estás jugando con nosotros? —preguntó Giovanni al ver una carta que mostraba a una sirena.
—Yo creo que dibujas bien, ¿pero en serio crees que sirva? —cuestioné.
—Eso quiero averiguar —se sentó en mi cama.
Milena repitió el mismo procedimiento porque Eros se lo indicó, según él para que funcionara sólo debíamos ponernos al frente de su mirada, hacer preguntas que solo puedan responderse con sí y con no, y creer.
—Pregunta lo que quieras, bombón —lanzó un beso al aire —, yo luego te indicaré lo que tienes que hacer, y esto es para todos —anunció.
—¿Saldrá bien todo lo que planeé para hoy? —preguntó mirándolo directamente a los ojos.
—Está bien —asintió —, buena pregunta. Toma la baraja —le pasó los cartones —, combínalas, y luego las extiendes...y mejor si es con un toque místico, le pone más emoción.
Todos observábamos con intriga el procedimiento que Eros realizaba.
—Ahora...saca siete cartas —juntó las manos —, pero una por una, y me las pasas.
Ella obedeció y Eros colocaba las supuestas cartas en posición de V, una vez que terminó de acomodar las cartas esperó a que todos se callaran y comenzó a voltear las cartas.
—Los amantes —mostró la primera carta hacia todos —: quizá se puede relacionar con el amor, pero también con las decisiones difíciles, así que tomarás una decisión hoy que te va a costar. El diablo —reveló la siguiente —: significa que... —tragó saliva —tal vez hoy tengas una situación relacionada con la decisión de esta carta —enseñó la de Los amantes —que si bien es difícil, con esto no tienes escapatoria, sí o sí se dará.
—No me digas esas cosas —movió la cabeza.
Eros siguió revelando cartas y al terminar, Milena tomó el vestido del colgador tendido en mi cama y se fue al baño a colocárselo de una vez, ya le habían dicho lo que quería saber.
Mercedes preguntó algo similar y respuestas acompañadas de enredaderas y acertijos brotaban de las manos de Eros, de sus labios tan humectados y de su mirada de fuego.
Giovanni le susurró una pregunta y Eros le indicó que las preguntas secretas eran para después, seguía mi turno y no tenía ni la menor idea de qué preguntar, de si preguntar algo serio o algo en forma de broma porque no creía en esas cosas.
—Mi amor —sonrió cuando me senté frente a él —, sigues llevando mi anillo —señaló mi dedo anular y yo lo oculté bajo mi otro brazo —. ¿Qué deseas saber?
—¿Esto es real? —pregunté con duda.
—Depende —cruzó los brazos, luego me pasó las cartas —, pregunta, cariño.
—¿Gabriel Mercer volverá a ser mío? —lancé de repente.
—¿Se fue? —preguntó mirando cómo combinaba las cartas —Yo jamás te habría abandonado, tú desdeñas a quién te quiere y amas a quien te aborrece —citó —, no sé por qué no me sorprende.
—Tú con esto —señalé el anillo —me dijiste que era especial, que cambié tu vida por completo pero que no estábamos hechos para terminar juntos, no nos conocemos.
—Reina de bastos —comenzó —: puede significar muchas cosas, asociándolo con lo de Gabriel Mercer...él es una persona extrovertida, pero el único detalle es que le gusta ser independiente, así que...no responderé eso, sentido común, bebé, no quiero romperte.
—Entonces no volverá —hice mi cabello hacia atrás.
—No dije eso, dije Reina de bastos; Rey de copas.
—Te trajiste a la realeza entera, Ariel —comentó Giovanni con todo de mofa.
—El rey de copas...un hombre maduro, también se relaciona con alcanzar metas, y con la otra carta —miró las dos —quizá Gabriel Mercer vuelva en una imagen de independencia y astucia que te inclinen a alcanzar tus metas.
—Yo no quiero una imagen subjetiva, no quiero que viva en mi corazón —suspiré —quiero su maldito cuerpo conmigo, quiero despertar todas las mañanas y que al girar mi cabeza vea su linda sonrisa cuando duerme, quiero que él sea la razón por la que me levanto todos los días.
—Muerte —mostró la tercera carta —: no significa que morirás o que Gabriel Mercer morirá, en realidad, esto sí se relaciona más con la respuesta de si volverá o no...significa que habrá un cambio drástico, probablemente vuelva y vuelva con cambios o la otra posibilidad es que no vuelva y eso genere una ruptura en esta etapa de tu vida.
—Tus interpretaciones me muestran dos caminos —volví a acariciar mi cabello —uno que me gusta pero que está lleno de alteraciones y otro que me desagrada totalmente porque él solo vive en mi memoria.
—Cuarta carta, El loco.
—Esa sí identifica a Gabriel Mercer —bromeó Giovanni de nuevo.
—No tiene mucho sentido todo esto —Eros estaba a punto de lanzar las cartas —me muestra varias cosas, que primero está la astucia, que luego la independencia, después los cambios drásticos y ahora más cambios...pero ya —suspiró —. Cálmate, Eros —se dijo para sí mismo —. Estos cambios que vienen los debes aceptar con optimismo, porque algo mejor se avecina.
—Mierda, así es como lo mío con Mercer se acaba, otra vez.
—El colgado, significa más decisiones, o sacrificios, quizá hagas un sacrificio por él para que vuelva completamente o un sacrificio por tus decisiones de las que no podrás retractarte; La Luna...
—¿Debería preocuparme? —interrumpí —Ya sabes, por tu cara de preocupación.
—Significa que hay cosas que te están ocultando...no tengo ni la menor idea de cómo relacionar eso, lo lamento —se disculpó negando con la cabeza —. Y por último, El mundo, con todas las anteriores decisiones...vas a madurar y mucho.
—¿Volverá?
—Probablemente, y con muchos cambios para ti —Eros apoyó su mano derecha en mi hombro y me sonrió de nuevo.
—Me causas mucha intriga y temor, Eros —dijo Mercedes por detrás de mí.
—Y a mí me causa terror que vayas a romper el cierre de ese vestido —la señaló completa —. Venga, se ve que necesitas una mano, te lo arreglo.
XXII
—¿Sabes qué es lo mejor de la temática de "fiesta de máscaras vintage con un toque sexual"?
—Ni idea —rodé los ojos —, aunque ese no es el nombre de la temática de la fiesta.
—Lo mejor es que no puedes saber quién putas está detrás de esa máscara que te hace una persona sigilosa y excitante —rio Giovanni —, puedes besarte a una chica random y nadie se dará cuenta.
—Eres un puerco —Mercedes le dio un golpecito en el brazo y luego los dos tomados de la mano pasaron a la sesión de fotos.
Esperé mi turno junto a Milena, a quien le tuve que dar mi saco para que no sintiera frío.
—¿Nervioso, Morriell? —preguntó ella cubriéndose.
—Un poco, por lo que me dijo Eros.
—Creo que estamos igual —apretó mi mano —, es un maldito brujo pero me agrada. ¿Tuvieron algo? Te comía con la mirada.
—El pasado ya no existe —respondí sin mirarla.
La gente llegaba y llegaba con pareja en mano, autos de todos los colores y de todos los tamaños se estacionaban en la puerta del local para despachar a una de las tantas parejas que había. Nos tomamos las fotos y preferimos quedarnos en la puerta, Milena y yo criticábamos vestidos y corsages, trajes de hombre y corbatas, desde su tamaño hasta su grosor, desde que una pareja pisaba el piso ya veíamos sus zapatos y el auto en el que llegaban. Cuando quisimos entrar porque pensamos que ya todos habían llegado, una limosina negra llegó a última hora. De ella, bajó una chica hermosa envuelta en un vestido casi blanco de dos piezas: pedrería fina y corte A en lo que correspondía a la parte de abajo; tacos extremadamente altos que solo alguien con experiencia podría manejar y máscara bien acomodada. Su acompañante vestía un traje excelentemente planchado, botonier similar al corsage de la chica, corbata plateada (por la pedrería que tenía el vestido) y una máscara blanca que recorría su rostro. Tanto Milena como yo, estábamos atónitos, sin palabras. La chica del vestido blanco al verme corrió hacia mí y me dio un abrazo.
—¿Y tú eres...? —pregunté un poco incómodo.
—¿Giovanni ya te dijo sobre la temática? ¿Lo de abrazar gente random y que ellos no sepan quién putas eres? —preguntó la chica.
—No me dijo lo mismo —pensé —, pero en parte fue casi la misma idea.
—¡Celeste! —exclamó Milena —¡Qué grandiosa en inesperada sorpresa!
Al oír el nombre de la chica que ya no era tan misteriosa, posé mis ojos en toda su figura majestuosa, sobre todo en su cabello, el cual ya no mostraba destellos naranjas.
Celeste repitió el mismo procedimiento de abrazos con Milena y luego se colocó al costado de su pareja para la foto principal.
—¡Qué mal educada soy! —dijo Celeste después de la foto —No les he presentado a mi pareja.
Antes de notar mi presencia, su pareja tenía un aire de arrogancia increíble, sin embargo, este logró apagarse al encontrarnos a nosotros, quizá no era tan seguro como demostraba, esa persona random tras la máscara revelaba a un tímido y frágil chico que quería que el suelo se lo trague de una vez.
El chico la susurró algo a Celeste y luego se acercó a Milena recuperando la seguridad.
—Mucho gusto —tomó su mano y plantó sus labios en ella —, mi nombre es Gabriel Mercer.
—¿Sí? —preguntó ella con duda —No te creo.
Él puso los ojos en blanco y con cuidado desató el nudo que lo condenaba a ver a través de una máscara. Volteó hacia mí y su operación de saludarme fue fallida.
—Me niego a saludarte —dije con un tono seco.
Tomé a Milena de la cintura y me la llevé al salón principal para ubicar nuestras mesas, en cada una de estas, se sentaban seis personas. Al llegar, Giovanni traía la misma pinta de confusión que nosotros.
—Oye Ariel —comenzó diciendo nervioso como lo haría con una mala noticia —, ¿notaste que aquí dice Gabriel Mercer? —levantó una de las placas de la mesa que contenía el nombre de cada uno.
—Gabriel Mercer está afuera con Celeste —expliqué —y yo solo huí.
—Pensé que querías que volviera —dijo Milena de manera agresiva.
—Quiero, pero no de esa manera, ¿qué quiere aquí? ¿Qué hace aquí?
Mercer y Celeste cruzaron la puerta del salón y venían hacia nosotros porque compartíamos la misma mesa.
Él se sentó a mi costado como si no pasara nada, y después de cinco minutos el presentador inició con la ceremonia.
—¿Ya me vas a saludar? —preguntó Mercer sosteniendo mi pierna derecha por debajo de la mesa.
—¿Qué haces aquí? —pregunté tomando su mano que estaba presionándome por debajo de la mesa.
—Volví, es todo.
—¿Quién es Chandra Vitale?
—Mi asistente —respondió suspirando —, aunque no tendría por qué darte explicaciones, maldito celoso. ¿Crees que yo compraría algo con mi nombre? Será para que media familia mía se entere de mis movimientos.
—Brindis —anunció Giovanni —, agarra la copa, imbécil.
—Tuve que conversar con muchas personas —susurró Gabriel —, no tuve que explicar mucho, por suerte...no, Ariel, no te lo bebas hasta que lo indique.
—Igual no estamos escuchando lo que dicen —reí —. Te odio, Gabriel Mercer.
Por fin el brindis llegaba a su mejor parte: beber el champán; me encantaba eso de las ceremonias elegantes, el alcohol podía llegar hasta el punto máximo de mi cabeza con tan solo olerlo.
Y llegaba una de las partes más esperadas por el público, a principios de año nos dieron a escoger: pasarela o reyes del baile; y al parecer lo de los reyes les pareció una idea conmovedora ya que la pasarela ya era muy repetitiva todos los años. Esto era sometido a votación días antes, pero no, no hacían campaña de "vota por mí", los chicos y chicas de mi escuela (y especialmente de mi año) no eran así, a ellos les valía menos de un rábano, solo querían elegir a la persona menos oportuna para burlarse o para felicitarlo. El presentador leyó el nombre de Milena y todos aplaudieron con gusto, ¿y cómo no? Si ella era la chica más bonita y simpática de último año. El problema era con quién sería el chico...
—¿Tú por quién votaste? —preguntó Gabriel Mercer.
—Por Ulises, creo que es el que tiene la talla de estar ahí.
—Yo también voté por Ulises —añadió Giovanni —, es ese típico chico hueco con buen cuerpo.
—No es tan... —pensé —bueno, un poco, pero tiene su gracia el chico este.
Justo después de haber terminado nuestra conversación, el presentador leyó el nombre del chico que acompañaría a Milena a abrir el baile con el típico vals (eso no se podía cambiar).
Toda la sala, al saber el nombre del flamante rey se quedó en silencio, hasta a mí me había dejado sin palabras.
—Sube de una vez —dijo Gabriel dándole palmadas a Giovanni.
—Debe ser un error... —susurraba.
—Solo sube —ordenó Celeste desde el extremo de la mesa.
Giovanni tragó saliva y subió al estrado con un toque de nerviosismo, sus pisadas eran torpes y su actitud estaba marcada de inseguridad.
Lo que se había acordado era primero dar unas palabras y luego recién se colocaba la corona, Milena tomó con fuerza el micrófono del presentador y le guiñó un ojo a Giovanni.
—Esos dos están planeando algo —susurraba Gabriel.
—¿Por qué lo dices? —pregunté con inocencia.
—¿Por qué crees que Giovanni estaba tan nervioso? Estaban planeando algo, y ese algo huele muy mal...
—Antes de ponerme esta corona —Milena la señaló con orgullo —quiero decir que todo este procedimiento ha sido una estafa, ya que todo quinto año se comprometió a votar a favor de la tolerancia —arrebató el papel que llevaba el presentador en la mano —. Aquí, en este papel, dice Ariel —lo mostró a todos —y sí, yo soy la segunda persona con más votos, pero la diferencia es increíble porque mientras yo tengo cinco votos...Ariel tiene como veinticinco, otras chicas tienen cuatro votos, tres, dos, uno. Además, tengo que resaltar que casi todos, menos las personas muy cercanas a Ariel, sabían y tenían el conocimiento de que el otro galán vendría aquí y que, al ser uno de los invitados, también podía ser parte de la lista de votación, y aquí está —mostró la otra parte del papel —, y sí, Giovanni también fue el segundo con más votos, pero eso creo que fue por joderlo. Por eso elegimos la temática de las máscaras, todos los días cada uno de ustedes ha llevado una puesta, no pueden negarlo, hasta yo...sin embargo, ahora les propongo a todos a que se la quiten y sean reales, es nuestra última noche juntos, y ustedes dos —dijo refiriéndose a nosotros —vengan aquí.
—Si tú vas, yo voy —aseguró Gabriel tomándome de la mano.
—No lo sé, Gabriel —negué con la cabeza —, me parece humillante, pero a la vez lindo y...humillante.
—Ay, Ariel... —rio cubriendo la mayor parte de su rostro —¿Qué sería de la vida si no nos humilláramos?
Gabriel extendió su mano para que lo siguiera y terminamos en el estrado recibiendo una corona que ninguno de los dos esperaba. La tradición era tradición, tenía que haber un vals, pero yo seguía humillado y con todos los ojos en mí no tenía la capacidad de desenvolverme.
—Chicos, al parecer nuestra pareja escogida por votación está un poco tímida —agregó Milena —, así que les diré una reflexión muy idiota para que se unan: ustedes también son reyes, cada uno de ustedes lo es porque en algún momento también hemos reclamado la tolerancia que merecemos. Ahora bailen, bastardos, la pista no se llena sola.
Gabriel sonreía como esa vez en la que yo llevaba puesta una peluca rubia con ondas y cerquillo, y yo solo lo observaba con una expresión sin muchos ánimos.
—¿Sigues sintiéndote humillado? —preguntó.
—Solo me siento extraño, ¿por qué siempre hacen cosas sin que me dé cuenta?
—¿Por qué nunca te das cuenta de lo que sucede a tu alrededor? —me soltó y su expresión cambió totalmente —¿Quieres ir afuera? Ya me incomodaste un poco.
Suspiré y lo seguí hacia la puerta más cercana que, por cierto, desembocaba en un balcón. No estábamos solos: Celeste y Giovanni discutían de lo que acababa de ocurrir y solo los observábamos silenciosamente.
—¿Tú sabías? —pregunté dirigiéndome a Celeste.
—Más o menos —mentía —. Un día, al parecer tú y Milena me vieron hablando con Gabriel en la puerta principal de la escuela, y...Milena se encargó de acosarme para saber qué estaba pasando, en una de sus tantas insistencias cedí y le conté todo.
—Ah —comenzó Gabriel —, creo que te refieres a nuestro pacto.
—Sí —afirmó ella —, Gabriel y yo acordamos ir al baile de promoción juntos debido a que él quería verte y quería asegurarse de que fuera sorpresa, pero yo lo arruiné. El día de las votaciones, esperamos a que ustedes dos —dijo refiriéndose a Giovanni y a mí —se fueran, se lo habríamos dicho a Giovanni si es que no fuera tan chismoso; así que apenas se largaron, toda la clase se reunió a acordar el plan porque en parte fue idea de Milena, y porque ella sabía que tendría la segunda mayor cantidad de votos sin acordarlo.
—Me sigo sintiendo humillado, ¿sabes? —le respondí a Celeste.
—¿Por qué? Te estamos diciendo que puedes ser tú mismo sin limitaciones, puedes ser... —buscó la foto que hizo que Gabriel ya no siguiera con el asunto del seminario —este ser que ama sin ser juzgado. Puedes usar esto —señaló la corona que llevaba como pulsera —y no pasará nada.
—En parte...tienes razón —la coloqué en mi cabeza sin despeinarme mucho —, soy el puto amo. Vamos a comer, esclavo —tomé a Gabriel de la mano y lo llevé a la mesa de frutas.
Comimos frutas, nos robamos una botella de alcohol de una mesa, bailamos, capturamos momentos inolvidables en fotos...y fue la primera vez que disfruté en casi un noventa y nueve por ciento de una fiesta porque el amor de mi vida estaba ahí sonriéndome, mirándome y dejando destellar el brillo de sus ojos al verme por primera vez con esa facha elegante; y porque llevaba una corona y nadie me decía nada al respecto. Gabriel no llevaba la corona, porque era Gabriel y porque según él no necesitaba llevar una para sentirse indomable.
—Y en el avión estuve pensando en muchas cosas —sostuvo la copa con toda su mano —, no es necesario que me preguntes qué clase de cosas porque te lo responderé de inmediato: múdate conmigo, Ariel; estoy consciente de que es un cambio muy inesperado y radical, y que quizá no esperabas en esta noche.
—Normalmente —bebí un sorbo del contenido de su copa —en esta clase de ocasiones se esperan cosas como: estoy embarazada o ingresé a la mejor universidad del país; pero estoy contento con tu pregunta.
—¿Es un sí?
—No —negué con la cabeza —, en realidad, es un... ¿Me lo estás diciendo porque estás borracho o porque sí lo pensaste seriamente? ¿En dónde viviríamos? ¿Dónde estudiaría? ¿Qué hay de mi mamá? ¿Qué hay de ti?
—Punto número uno —se apoyó en mi hombro —, no estoy borracho.
—Explica los ojos vidriosos y el aliento a whisky.
—Es la gripe —respondió divertido —. Punto número dos, obviamente no estaríamos en mi casa... —movía el líquido que se encontraba en la copa de un lado a otro —vi unos apartamentos muy lindos y uno me convenció al cien por ciento así que le dije a la señorita que no lo venda porque había muchas probabilidades de que yo lo adquiera y lo haga mío. Punto número tres, te di los tomos porque se supone que estás estudiando, el examen es en menos de una semana, prepárate. Punto número cuatro, puedes ir a visitarla cuando quieras o también nos la podemos llevar.
—¿En serio?
—Sí, por supuesto. Olivia me agrada mucho y creo que la simpatía es mutua. Punto número cinco, sabes que desde todo este asunto...no comparto muchos lazos con mi familia, quiero mejorar eso, pero para que algo así funcione tiene que ser un acercamiento lento y con ganas de colaborar, así que eso demorará un poco.
—¿Cuándo nos iríamos?
—Mañana si quieres ir conmigo, quizá pasado mañana si quieres ir solo. Te conviene ir lo más antes posible por el examen.
—¿Puede ser mañana en la noche?
—Me parece perfecto —remojó sus labios en la copa y tomó su celular —, le marcaré a Chandra para que compre un boleto de avión más.
—Y preséntame a Chandra.
Gabriel me indicó que guardara silencio y escuchara con atención lo que estaba a punto de ocurrir. Como nos robamos una botella, la ocultamos detrás de unas cortinas que se encontraban por el balcón, y por lo tanto, nosotros también nos encontrábamos ahí, detrás de las majestuosas cortinas grandes que eran tan largas que ocultaban nuestros cuerpos sin dificultades.
—Cuando conocí a Eros... —comenté —él me dijo que ellos estaban hechos para estar juntos, que se complementaban.
—¿Te dijo algo más?
—Me dijo algo del brillo de la luna en un balcón, la verdad es que no me acuerdo. ¡Hey! —reclamé —¿Por qué cierras la cortina? Quiero seguir viendo.
—No, no quieres —negó con el dedo.
—Sé que es más de la media noche —le enseñé la hora prendiendo la pantalla de mi teléfono —, pero quiero tener la satisfacción de presumir que besé al amor de mi vida y al chico más guapo de este lugar en mi baile de promoción.
—¿Y qué esperas?
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