Trivial

—Ya tengo todo.

—¿Y...?

—Sí, separé la Orquídea para ese día, ya sabes, para que no se marchite; la corbata está en mi casa, tengo zapatos decentes —enumeré con mis dedos —. Prácticamente ya está todo, solo falta que ese día pase.

Milena tomó mi brazo muy fuerte y me obligó a parar.

—¿Qué pasó? —pregunté con temor.

Ella señaló a dos personas por detrás de la puerta principal. Eran Celeste y Gabriel Mercer, tomados de ambas manos, mirándose el uno al otro.

—Celeste dijo que iría a la fiesta con un chico guapo, ¿crees que sea él?

—Lo dudo, Gabriel tiene que resolver unos asuntos —pensé —, me dijo que no estaría para esas fechas. Además... ¿Por qué iría con Celeste? Se supone que no se llevan bien.

—Pues ahí yo los veo bien...

—Cállate —pasé mis manos por sus labios —, quiero escuchar que se están diciendo.

Celeste tenía rostro de motivación y Gabriel andaba con su pinta de perro triste con los ojos cristalizados, luego de un rato se abrazaron como si nunca se volverían a ver y él secó algunas lágrimas que se le escaparon por las mejillas.

—Deberías ir a proteger tu territorio.

—Es que no lo entiendo —negué con la cabeza.

Celeste se fue por el camino cerca del parque y Gabriel Mercer se quedó sentado en las escaleras.

—Creo que te está esperando —murmuró.

—¿Será?

—Me cuentas el chisme si averiguas por qué estaban tan juntitos —abrió la puerta —, sino yo lo averiguaré por mi cuenta.

Asentí y salí unos segundos después de ella.

Gabriel volteó a verme y sonrió como si nada hubiera pasado.

—Te estaba esperando.

—Y yo me estaba preguntando qué hacías con Celeste —crucé mis brazos y caminé a su lado sin darle mi mochila.

Rodó sus ojos y río como un actor elegante de comercial de pasta dental.

—Te dije que ese día que nos quedamos...

—Sí, ya sé —lo interrumpí —, ya sé que tocaron muchos temas delicados y no sé qué tanta estupidez...

—¿Recuerdas que me dijiste que querías conocer a León? —preguntó mirándome directamente —No sé qué tan mala idea sea pero le dije que viniera por aquí ya que vive a unas horas y aceptó...pero solo te advierto que está un poquito —hizo una seña en su cabeza —cucú...

—¿Y eso que quiere decir?

—Pues, hace unos años tenía depresión y una serie de problemas, esos que arreglan los psicólogos, o psiquiatras... —suspiró —y ahora no sé cómo esté, pero al parecer se siente feliz, noté un timbre de voz más emocionante cuando lo llamé. Iremos a comer ensalada...

—Espera, espera —lo callé de nuevo —, explícame eso de la ensalada.

—Esas cosas no se arreglan de la noche a la mañana y ahora resulta que es vegetariano —metió las manos a sus bolsillos —, antes no era tan diferente, comía pollo y pescado, ahora está un poco complicado, él quería ir a un restaurante de comida exótica —pensó —vegetariana, obviamente, pero sospeché que no te gustaría y preferí no arriesgarme...él es un poco especial. Y yo estoy haciendo un gran esfuerzo, aun me duele.

Me detuve en medio de la vereda y jalé la manga de su casaca.

—¿Me estás hablando en serio?

—No —mostró los dientes —, pero sí lo llamé y conversamos muchísimo, solo eso quería decirte.

—¿Y por qué lo llamaste?

—Porque quiero superar mi pasado, vivir el presente y no tener problemas en mi futuro. Y porque quería saber cómo está, mínimo si yo causé algún tipo de inseguridad en él debo preguntarle por una vez en la vida cómo se siente —respondió triste y cabizbajo —, no sé si puedas comprenderlo.

Asentí con la cabeza y le di un abrazo rápido antes de que reaccionara y me empujara.

—Aunque no lo creas —le di un golpecito en el brazo —soy muy comprensivo, tú lo amabas.

Él rió cubriéndose el rostro.

—"Amar", es un sentimiento muy grande —hizo una mueca con su boca —y yo era un mocoso, así como tú —revolvió mi cabello —. No, no lo amé, comprendí eso cuando entré al seminario, nunca lo amé, nunca amé a alguien.

—No digas eso...

—Tú no lo digas —interrumpió —, de verdad no lo amé, Ariel. Solo me siento culpable porque siempre que conozco a alguien le causo problemas: con su familia, con sus amigos, consigo mismo.

—No es cierto... —lo detuve en uno de los tantos parques y lo obligué a sentarse —a mí no me has causado ningún problema.

—Porque me he ganado a todas las personas de tu alrededor. Pero en el otro caso..."amar" es hacer cosas por la otra persona, sacrificios.

—¿Y tú no hiciste uno?

—No hice ninguno, realmente nosotros dos no nos amábamos, aunque intenté convencerme de que sí muchas veces siempre había algo que me decía que no.

Gabriel lucía más melancólico de lo normal: su mirada perdida, su piel pálida, sus suspiros a la nada; todo indicaba tristeza.

—Cuando mi padre se enteró de todo eso...él ya estaba enfermo, y con su debilidad y todo me hizo escoger: tener toda mi vida arreglada o irme, no atreverme a volver y comenzar desde cero.

—Elegiste qued...

—Elegí irme —respondió de inmediato —, siempre he pensado que el dinero se hace, la ambición y el poder me había arrebatado a mi padre y yo no quería ser como él —suspiró de nuevo —, cuando me fui...la única persona a la que conocía lo suficiente era León, me fui a su departamento a intentar vivir con él porque pensé que nos amábamos, pero cuando se enteró de que mi padre me había echado y que una ola de desgracia podría llegar hacia nosotros...no dudó en echarme también. Tuve que volver, me tragué mi orgullo y mi vergüenza, pero no acepté las condiciones de mi padre, así que me volví a ir, ¿total? Ya tenía un título universitario, podía trabajar sin problemas, siempre y cuando mi padre no hiciera nada en contra de mí —mordió su dedo pulgar de nerviosismo y continuó —, pero...adivina, me hizo difícil las cosas, se encargó de mover todas sus influencias y me di cuenta de que sin él yo no era nada, era un simple hijito de papá. Por otro lado, León se sintió mal por echarme, sabía que me estaba yendo de lo peor, se sintió tan culpable de que coma con los mendigos e intente trabajar hasta de persona que hace el reciclaje, que se cortó las venas porque él pensaba que me había traído la desgracia. Y yo cuando me enteré...me desesperé porque también me sentía culpable de todo, así que decidí volver, esta vez sin negarme a algo, solo quería que lo salvaran porque ni él ni yo teníamos seguro médico.

—Pero eso es un sacrificio.

—Déjame terminar, te darás cuenta de que no lo es. Mi papá se burló de mí y me repudió por ser tan débil e inútil, me dijo: "¿Ves que no lo amabas?"; me insinuó que solo quería sexo y no amor, pero tú sabes cómo soy yo: no había tocado más cabellos que los de su cabeza, ni más vellos que los de su rostro, no había acariciado más piel de la que nunca estaba cubierta, ni había sentido algo más húmedo que sus labios —me dirigió su mirada penetrante —. Acepté todo con la única condición de que salvara a León y le pagara un tratamiento psicológico o psiquiátrico por su comportamiento preocupante. Me mandó al seminario, donde debo admitir que fui feliz...por un tiempo, me encontré a mí mismo, reconocí que nunca amé a León, es decir, sí, mi maldito padre ganó; y ahora estoy aquí, desahogándome contigo.

—Creo que es un sacrificio gigante.

—En realidad...no, quizá lo habría sido si hubiera trabajado en mi carrera, y con mi esfuerzo pagarle su tratamiento psicológico. ¿Ves que no lo amé?

—¿Y a mí? —pregunté con inocencia —¿Me amas a mí?

Él se quedó mudo por varios segundos, apoyó su quijada en su brazo que estaba puesto sobre el asiento del parque, y luego cubrió su boca como si no supiera qué decir.

—Claro que sí.

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