Trece de Febrero- el informe
Después de esa noche no pude dormir. Pensaba y pensaba.
Muchas veces las peores cosas les suceden a buenas personas.
Me levanté muy temprano (como a las cinco de la mañana) y seguí pensando en Gabriel: en su amabilidad, en sus gestos, en su simpatía, en sus ojos...esos lindos ojos color miel. Esa miel que endulza mis mañanas.
Por desgracia los pensamientos sobre Gabriel se desvanecieron y recordé que tenía que hacer un informe sobre las dos guerras mundiales. ¡Fantástico!
Me paré y lo primero que hice fue buscar mi celular y marcarle a Gabriel.
Contestó.
—Ariel, cariño, ¿a qué se debe esta sorpresa? —sentía su sonrisa hasta por detrás del teléfono.
—Buenos días —bostecé —, o sea... ¿no puedo llamarte?
—No, no digas eso —suspiró —, solo me sorprende.
—Pero si recién tengo tu número, ¿cómo querías que te llame?
—Ariel cállate —comenzó a reír —. ¿Qué pasó?
—Hoy no te ayudaré.
—¿¡Por qué!?— se sorprendió tanto que se notaba la tristeza en su voz.
—Tengo que hacer un informe sobre las dos guerras mundiales.
—Yo te ayudo.
—No es —colgó —necesario.
Dormí un rato más y aproximadamente a las seis con cuarenta y cinco mi celular comenzó a vibrar.
—Ariel, ábreme, es una orden.
—¡Qué rudo! —seguí bostezando —Estoy en pijama.
—No me importa, ábreme —ordenó.
Bajé lentamente las escaleras, abrí la puerta y ahí estaba Gabriel.
—Pareces un testigo, esos que predican casa por casa —reí un poco sonámbulo.
Lo observé de pies a cabeza y estaba tan elegante como siempre, solo que con un sombrero negro y con una mochila.
Puso los ojos en blanco. Gabriel pasó bruscamente y me tomó de la mano para ir directamente a mi cuarto.
—¿Te molesta si me cambio mi ropa de "testigo"? —hizo comillas con sus manos.
—No me...
—Perfecto.
—Molesta —antes de que termine la frase ya estaba desabotonando su camisa.
—¿Quieres que... —pensé antes de hablar —te dé privacidad?
No me respondió y siguió desvistiéndose.
Su torso desnudo era increíble, no podía evitar mirarlo.
—¿Comiste algo? —preguntó mientras se colocaba una sudadera.
No respondí.
—Lo imaginé —buscó algo en su mochila y lo sacó con cuidado para dármelo.
Abrí el recipiente de plástico y adentro había un sándwich con pavo ahumado, lechuga, tomate, pepinos...se veía delicioso. En una botella había jugo de moras con leche. Me acabé todo y lo disfruté tanto que quería más.
—Quiero más —dije con la boca en la botella.
Gabriel negó con la cabeza, puso los ojos en blanco y sacó otra bolsa con el mismo contenido.
—¿Cómo cuántos más tienes? —pregunté con la boca llena.
—No responderé eso —sonrió —demoré casi dos horas porque me bañé, preparé muchos desayunos y vine corriendo a verte.
—David debe estar contento —seguí comiendo.
—Hoy él estaba molesto —asentí porque yo seguía comiendo grandes bocados —me preguntó por qué me salían tan bien las cosas y a él no —hice una seña para que me siga contando —le dije que lo hacía con amor y se burló de mí —comenzó a reír —entonces besó el piso y me dijo que a pesar de que le daba amor no pasaba nada.
—Es un idiota.
—Sí, pero —me miró a los ojos —no me gusta tener problemas con las personas, y menos con alguien que cree que siempre tiene razón —cerró su mochila —. ¿No teníamos que hacer un informe?
Asentí y saqué mi laptop.
Por suerte había preguntas que guiaban el trabajo. Pusimos música y de vez en cuando nos besábamos. Besos cortos, sinceros, tiernos.
Gabriel redactaba muy bien y rápido, eso agilizó el trabajo, sin su ayuda posiblemente habría tenido que usar más días para acabarlo a la perfección.
Acabamos toda la parte escrita antes del almuerzo, faltaban imágenes y un formato decente pero era lo menos pesado por ahora.
Mi mamá aceptó almorzar con Gabriel, era menos extraño ahora que sabía que teníamos "algo".
Terminamos de almorzar y subimos otra vez a mi cuarto.
—Gracias por todo Gabriel —lo abrace suavemente, lo quería.
—No es nada —me devolvió el abrazo —. ¿Qué quieres hacer?
—Por ahora quiero terminar el trabajo y comer, tengo más hambre —dije intentando tomar su mochila porque estaba seguro de que tenía más comida.
Gabriel me la quitó y sacó el mismo contenido. Tenía hambre, hambre de muchas cosas, hambre de comida, hambre de Gabriel, hambre de terminar mi maldito informe.
Buscamos imágenes y todas las fuentes bibliográficas. Como decía David: todo lo que hace Gabriel es sencillamente perfecto.
Sentí piedras en mi ventana y Gabriel me hizo una seña para que atendiera sin problemas.
—¡Arielllllllll! —gritó Celeste.
—¿Qué pasa? —me asomé a mi ventana.
—¿Qué haremos mañana? —dijo sonriendo.
—¿A qué te refieres?
—Mañana es san Valentín, siempre salíamos —mordió su labio inferior expresando nerviosismo.
—Ah —volteé a ver a Gabriel, quien por cierto, escuchó todo —. No...no sé, no sabía que día era hoy.
—¿Qué tal si me invitas a pasar? —preguntó inocente.
Pensé.
—Estoy haciendo mi informe —apreté mis manos, aunque era cierto.
—Yo te ayudo —sonrió más Celeste.
Gabriel se colocó la capucha y unas monturas falsas.
—¿Qué haces? —pregunté mirando lo que hacía.
—Estoy salvándonos.
Continué escuchando a Celeste y ella decidió escalar por el árbol y entrar así.
Celeste llegó a mi cuarto y un silencio incómodo atravesó el ambiente. Ella me miraba a mí, miraba a Gabriel, volvía a mirarme, Gabriel, yo, Gabriel, yo. Hasta que se sentó en los pies de mi cama y observó a Gabriel como intentando saber quién era.
—¿Eres nuevo? —le preguntó a Gabriel.
Él asintió. Respiró hondo y siguió con mi informe.
—Así que tienes a un pobre chico haciendo tu informe.
—No es así —pensé en todo —en realidad es—miré a Gabriel —es mi primo.
—Ah... —miró de nuevo a Gabriel —pero no se parecen en nada —agarró a Gabriel del rostro —él es más humano, tiene un rubor natural —lo soltó —. Tú eres todo pálido y pareces un muerto.
—Les prepararé algo de tomar —dijo Gabriel parándose.
—No es necesario G... —me quedé en silencio un rato —Gael.
—¡Qué creativo! —susurró y al irse comenzó a reírse muy fuerte.
—¿Qué te dijo? —preguntó Celeste.
—Que eres una chica muy linda —fue lo único que se me ocurrió.
—Pues —se sonrojó, ¿acaso era la primera vez que le decían eso? —, puedo decir lo mismo de tu primo —suspiró —la verdad que sí está guapo, deberías traerlo más seguido.
Me puse un poco celoso y seguí buscando imágenes.
Gabriel vino con tres vasos de té helado. Celeste lo bebió y se fue.
Apenas escuchó la puerta principal cerrarse, Gabriel volvió a la normalidad. Terminamos el informe exitosamente y sólo faltaba imprimirlo.
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