Sin nombre
ARIEL_20:23
¿Camilo San Román te asesinó?
GABRIEL_20:25
Casi me saca los ojos, haha.
ARIEL_20:25
Gabriel Mercer...hasta yo quiero sacarte los ojos, esos hermosos ojos.
GABRIEL_20:27
No de esa manera, imagina que tú lo harías con un bisturí en forma de corazón y San Román solo lo haría con un aburrido bisturí...ni un bisturí, lo haría con un triste cuchillo de cocina, esos que ni si quiera tienen el filo suficiente como para cortarte la piel. No puedo creer que nos hayamos quedado dormidos, son tan interesantes los procesos mentales de cada persona...
ARIEL_20:27
Yo aún lo sigo asimilando, mi cabeza no procesa como es que alguien puede dormirse en un piso de madera frío y solitario.
GABRIEL_20:27
¿Solitario? Yo existo, Ariel. Tengo que hacerte una pregunta... ¿cómo es que crees que nos enamoramos?
ARIEL_20:27
Con la mirada. ¿Amor a primera vista?
GABRIEL_20:28
Sí, eso pensaba hace unos días. Sin embargo...puedo afirmar que nos enamoramos por el olfato, ¿notas que últimamente me interesa más la vida humana?
ARIEL_20:28
Explícame eso.
GABRIEL_20:30
Algo en tu piel me causa la suficiente atracción como para activar mis neurotransmisores destacando a la dopamina.
ARIEL_20:30
¿Qué hace la dopamina?
GABRIEL_20:33
Ariel, eres como un niño, preguntas muchas cosas, tienes tantas dudas existenciales. La dopamina...es lo más increíble que puede existir en el cerebro humano, es lo que me encanta.
ARIEL_20:33
Puedo concluir con que la dopamina es pasión, deseo, ¿lujuria?
GABRIEL_20:34
¿Lujuria? Interesante percepción...no lo sé, siempre pensé que yo era asexual, como un vegetal o una planta.
ARIEL_20:34
Puedo creer que hasta eres heterosexual, pero asexual nunca.
GABRIEL_20:34
Me ofendes, créeme que antes de conocerte todo era demasiado distinto a como es ahora.
ARIEL_20:35
¿Podrías decir que conocerme fue como un auge en tu vida?
GABRIEL_20:35
Sí, puedo afirmarlo.
ARIEL_20:35
Gabriel Mercer... ¿Tú me amas?
GABRIEL_20:36
Antes de responderte eso, quiero saber qué es el amor para ti.
ARIEL_20:37
El amor para mí es un sentimiento que los seres humanos manifestamos por defecto, es intenso y se basa en el apego hacia alguien o algo. Puedo decir que el amor es como la química, está en todas partes y es inevitable.
GABRIEL_20:40
¡Qué frío tu corazón! El amor, como bien lo has dicho, es todo. El amor va más allá de la palabra sentimiento o emoción, el amor es algo que todos a lo largo de nuestra vida vamos a experimentar porque así somos, porque lo necesitamos. El amor es como respirar, ¿puedes dejar de respirar por cinco minutos? No lo creo, así como no puedes dejar de amar. Siempre vas a amar, porque no solo es sentir afecto sexual o sentimental; tú te amas a ti mismo, hasta podrías amar a las cosas. Pero... ¿realmente qué es? Es compromiso y responsabilidad, es...sobre todo, reciprocidad. Aunque no he respondido a mi pregunta del todo porque hay millones de cosas que decir... Sí, Ariel, sí te amo, te amo más que a mí mismo, te amo tanto que puedo dejar mi narcisismo y mi egocentrismo para ponerte a ti primero ante todo. Eso es amor.
ARIEL_20:41
Últimamente estás peor que libro de auto ayuda...tan filosófico, pero debo resaltar que me gustó eso de compromiso, a ver si tú lo empleas más. Estoy muy aburrido en esta noche fría y desierta, ¿qué opinas sobre vernos de nuevo en la casa esa?
GABRIEL_20:41
Nos acabamos de ver hace unas horas...pero está bien, solo porque quiero demostrarte que tengo compromiso contigo, espero poder salir de una manera silenciosa y sin llamar la atención.
ARIEL_20:45
Eres como el hombre araña, solo escala por las paredes.
GABRIEL_20:50
No es tan fácil...
ARIEL_21:00
Te espero, Parker, adiós.
Y como si las cosas fueran tan simples, me coloqué unas zapatillas y me envolví en una manta oscura. El paso siguiente era salir, muchos insinuaban que yo tenía una vida fácil...y era cierto, bajé las escaleras como lo haría cualquier día en la mañana, abrí la puerta y salí, así sin más, nadie podía decirme algo al respecto.
La casa en venta estaba a unas cuantas cuadras de la mía, por lo que caminando lentamente llegaría en quince minutos o menos. El asunto era que nadie debía verme, no porque hiciera algo malo (pero sí, era algo un poco malo), sino porque... ¿qué clase de persona sale a altas horas de la noche? Si bien el fin de semana estaba a unas horas y era lógico que personas de mi edad harían fiestas o reuniones privadas en las que había una gran posibilidad de que la gente abunde por las calles...no debía dejar que me vieran. Ese no fue el caso en mi intento de camuflaje, eludí a todos los que me conocían y seguí mi camino como si nada ocurriera pero no valió de nada, a una cuadra observaba a Celeste en las mismas condiciones que yo: muerta de frío, caminando a quién sabe dónde. Tenía dos opciones: escabullirme entre esa intersección de las dos cuadras tomando un desvío o hacer como si no la conociera y pasar desapercibido; no era buena opción huir ya que me había visto, no sabía quién demonios era pero ya tenía mi imagen de extraño en su mente. Decidí usar mi segunda opción, pero ya era muy tarde.
—¡Ariel! ¿Qué...qué haces aquí? —dijo metiéndose las manos en la sudadera.
—Tengo que —dudé —ah...un compromiso.
—Pareces E.T —rió —, ¿te vas a tu planeta?
—Pues sí...
—Yo voy a ver a Giovanni.
Giovanni era el tercer miembro de nuestro grupo: Celeste, Ariel y Giovanni, el trío perfecto. Él se había ido de intercambio por un problema que hubo el anterior año, pero no habían posibilidades de que regrese y aun así había vuelto.
—¿No te lo dijo? —preguntó al ver mi expresión de confusión.
—No, para nada.
Estaba dolido, se notaba. Me preguntaba cómo es que mi mejor amigo del kínder no me avisara que regresaría a la cuidad.
—Si quieres vamos los dos —hizo una mueca —, estoy segura de que le alegrará verte.
—Lo siento pero sabes que no me gusta ir a donde no me invitan —sonreí solo con los labios—, tengo que seguir con mi camino.
Caminé lo más rápido que pude.
—Pero tu casa está en la dirección contraria —dijo a lo lejos.
—Exacto.
Mi conversación con ella me había retrasado lo suficiente, a este paso Gabriel Mercer llegaría antes que yo a la casa en venta y me reprocharía lo del compromiso, me lanzaría toda la torta en la cara.
Seguí corriendo sin más, sin parar. Esto ya no se trataba de "compromiso", era muy infantil pero quería llegar antes que Gabriel, por una vez en la vida quería ganarle.
Cuando llegué me di cuenta de que era demasiado tarde, la cortina de la ventana por la que entramos en la tarde estaba medio abierta, significaba que él ya estaba ahí. Maldije toda mi entrada a la propiedad y ahí estaba él, esperándome.
—Tarde... —dijo golpeando el reloj con su dedo índice, esta vez lo traía en la mano izquierda —cinco malditos minutos tarde.
—¡Qué sorpresa! —negué —Traes el reloj en la mano izquierda —dije para evitar sus preguntas.
—Es que no decido la mano más cómoda.
— Aplausos para — pensé—, ¿cuál es tu nombre completo?
—Gabriel Mercer —me miró fijamente, pero quería su nombre completo —. Gabriel Mercer Gratziani —puso sus ojos en blanco y seguí mirándolo, no estaba completo —, Ariel...no te daré mi segundo nombre por nada del mundo.
—Está bien...aplausos para Gabriel Mercer Gratziani —aplaudí sarcásticamente —. Lindo apellido —reí —aplausos por llegar cinco minutos antes que yo.
—Cállate y siéntate a mi lado —dijo dándole unas palmadas suaves al piso.
Hice lo que ordenó y, apoyándome en su hombro coloqué la frazada que traía alrededor mío sobre nosotros.
Gabriel me abrazó, teníamos nuestros cuerpos demasiado juntos por el momento, cerró los ojos y rio, a veces parecía un enfermo.
—Gabriel, tengo que decirte algo...
Él asintió sonriendo aun con los ojos cerrados, me estaba escuchando.
—En el camino me encontré con Celeste y me dijo que Giovanni había vuelto.
—¿Quién demonios es Giovanni? —seguía con los ojos cerrados.
—Uno de mis amigos —suspiré —, solo que me siento muy mal porque a mí no me avisó de su llegada.
—Cariño, nunca esperes nada de nadie —abrió los ojos y negó con su mano —, bueno, de mí sí, yo te puedo bajar la luna si me lo pides.
—Entonces hazlo —susurré —, lo necesito.
—Por el momento sólo puedo darte estrellas...
Gabriel acarició mi cabello y me dio el beso más extraño que mis labios habían probado, no tenía la misma dulzura de siempre, ni la misma pasión de las noches. Era distinto.
—Gabriel...sabes —saboreé mi boca de nuevo —sabes extraño.
—Lo siento —suspiró para poder oler mejor su aliento, que por el frío se notaba claramente en el ambiente —es que me he echado un cigarro.
—¿Fumas? —estaba atontado.
—A veces —levantó los hombros como si no fuera nada.
Y yo estaba cabreado, completamente. Acepto que las personas beban, y estoy consciente de que no debería permitirlo, pero fumar...eso era distinto.
—¿Dónde está? —la rabia salía por mis ojos.
Él me miraba confundido, no sabía a qué me refería.
Me paré y lo levanté quitándole la frazada, comencé a tocarlo como si escondiera droga, necesitaba saber dónde estaba esa cajetilla, esa condenada cajetilla.
Le levanté las manos, no encontraba nada. O Gabriel la había escondido bien o yo era muy torpe para encontrar esas cosas.
—¿Qué buscas? —preguntó aun confundido.
—Busco a esos diecinueve asesinos dentro de una cajetilla que debe estar en tu cuerpo.
—Debiste decir eso antes de estar tocándome — sonrió —, pero sigue haciéndolo, me gusta —guiñó el ojo.
—No estoy para tus tonterías —me paré en frente de él —, ahora dame esa puta cajetilla, rápido.
Se dirigió a una sudadera tirada al otro lado de la habitación, sacó la cajetilla del bolsillo grande y me la entregó.
Al recibirla, tomé a los diecinueve homicidas y se los lancé uno por uno a la cara, hice lo mismo con la cajetilla. Le decía cosas como que era un puto enfermo, porque sí, me molestaba la nicotina, me molestaban los cigarros, me molestaba su olor y su asqueroso sabor, me molestaba todo de eso.
A lo que Gabriel solo respondió con un gesto sumiso, agachándose para recoger todos los cigarrillos del piso para colocarlos de nuevo a la caja y entregármelos. Se notaba su arrepentimiento, así que solo abrí la ventana y aventé la caja lo más lejos posible.
—Gabriel Mercer...has arruinado mi noche, felicidades —estaba molesto —yo te juro que nunca en mi desgraciada vida he probado un maldito cigarrillo, nunca.
—Siempre hay una primera vez.
Eso me ofendió más, estaba siendo la persona más estúpida del mundo.
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