Sábado
Y así fue como la mañana del sábado voló. Yo pensando en todo lo que podría pasar, mi madre llamando a mi abuela para que vaya también (decían que era increíble que yo tenga ganas de participar en algo como eso), y Gabriel...no lo sabía, había desaparecido completamente.
ARIEL_18:29
¿Qué haremos hoy?
GABRIEL_18:32
Ya lo sabes, tendremos actividades religiosas hasta las 6 am.
ARIEL_18:32
Sí, pero... ¿no crees en que algo varíe?
GABRIEL_18:33
No lo sé, cualquier cosa que sea solo lo averiguaremos viviendo el magnífico ahora, de todas formas...es mejor no hacer planes ni imaginar nada.
ARIEL_18:33
¿Por?
GABRIEL_18:34
También tengo el presentimiento ese.
ARIEL_18:35
Quizá todos lo tienen.
GABRIEL_18:37
Si es que es así dudo que alguien lo tenga como nosotros. Una corazonada me lo indica, prepárate y déjate guiar por lo que el destino tiene para cada uno.
La actividad comenzaba a las ocho, por lo que mi mamá decidió recoger a mi abuela en el auto de Gabriel (sí, se lo pregunté antes), llegamos a las siete y media al lugar donde se realizaría la actividad porque salimos una hora antes...el tráfico a veces es terrible pero esta vez fue todo lo contrario.
Mi madre prefirió dejarme e irse con mi abuela a hacer alguna cosa, no tenía ni la menor idea.
Era una noche fría y como tenía la corazonada que Gabriel tanto mencionaba, hoy había decidido ser diferente. Por primera vez me había puesto mis lentes de mosquito para ver mejor y no solo para leer, me coloqué un gorro negro de lana para cubrirme del frío, llevaba puesto un suéter negro que también era de lana y por último, unos jeans negros ceñidos...me sentía tan frágil y sombrío por todas las prendas negras que vestía, me sentía Gabriel Mercer.
—¡Hey!, niño, aún no comenzamos... —dijo Gabriel a lo lejos.
Guardó silencio por un momento y luego me reconoció gracias a un mechón rojo que corría por mi frente, el único que dejé notar porque era lo suficiente cortó como para ocultarlo bajo el gorro, yo estaba tan diferente a otros días que ni el mismo Gabriel Mercer me distinguía. Se acercó y cuando ya estaba a punto de llegar hasta mi posición comenzó a silbar como lo haría un albañil cuando ve a una mujer sinuosa. Yo comencé a reír y lo saludé con un abrazo.
—¡Qué puntual, jovencito! —se burló Gabriel.
—Sí, un poco —bufé —mi mamá no contó con que hoy no habría tráfico por la casa de mi abuela y ahora estoy aquí con un sociópata.
Gabriel rió fuerte y luego me llevó a una habitación mientras me abrazaba del cuello. Me pidió que lo ayudara con algunas cosas como la decoración (aunque eso no importaba) y que cuando empiece lo que haría, que lo ayudé siendo su marioneta y pasando diapositivas. No me negué en lo absoluto.
Mi mamá y mi abuela llegaron a las ocho exactamente, no me sorprendía, mientras que los demás lo hicieron igual. No contaba con que vengan tantas personas que conocía, literalmente estaban todos mis compañeros de clase y uno que otro chico desconocido...nos habían separado por edades, yo suponía que era porque todos eran mayores que Gabriel, y él era el más indicado para captar la atención de jóvenes y hacerlos reflexionar, era una caja de sorpresas.
Celeste y Giovanni estaban ahí porque eran mejores amigos (conmigo, pero seguro no me pasaron la voz porque pensaron que les diría que no), las 4M (y Mercedes) estaban ahí por Gabriel Mercer, las demás personas estaban ahí o por sus padres o porque profesan la religión, hasta Noah y sus amigotes estaban ahí...más bien yo no sabía que pintaban ellos en el lugar, supongo que también era por Gabriel Mercer.
Y empezó, fui la marioneta y el pasa diapositivas de Gabriel. Hablamos de la importancia de este día, del espíritu, de los sacramentos, de varias cosas...
Amaba como es que Mercer tenía el don de la palabra para hacer que nadie se distraiga, hasta yo estaba mirándolo como un estúpido, porque sus palabras me convencían, porque solo Gabriel podía hacer milagros conmigo. Jugamos un rato (juegos religiosos, obvio), y luego nos sentamos.
—Bueno chicos —Gabriel se calló —ha sido un honor estar hablándoles y haciendo cosas con ustedes hasta la media noche, las horas se pasan rápido, ¿no? —sonreía —les tengo que dar la mala...buena noticia, el grupo ese vendrá y yo seré un espectador como ustedes.
Todos gritaron "no" al unísono, hicieron ruido porque no querían que se vaya.
—Ya, ya —puso los ojos en blanco —aún faltan diez minutos exactamente, me quedaré un momentito más, pero después...nos mezclaremos con los otros.
—¿Podemos hacer preguntas? —preguntó Noah levantando la mano —Digo...estás en el seminario, creo, y puedes resolver inquietudes existenciales que tenemos.
Gabriel asintió, pero tanto él como yo sabíamos que esto no saldría nada bien.
—Solo no se desvíen del tema —sentenció.
Varios levantaron la mano y Gabriel rió y dio vueltas; hasta yo levanté la mano, sin embargo...solo quería molestar.
—¿Por qué Ariel está tan cerca de ti?
—Les dije que no se desvíen del tema...
—¿Tener sexo es malo?
—Mmmmm... —Gabriel pensó —No es malo, sino que debe ser dentro del matrimonio ya que algo que siempre nos dicen es que el tener relaciones solo tiene un fin: la reproducción, por lo que...darse placer mediante otros sí se calificaría como algo inapropiado, además es peor si solo fornicas —caminaba por toda la sala —¿quieren que les dé un dato curioso de eso? —todos asintieron con la cabeza —, ¿sabían que masturbarse solo es de hombres por etimología?, eso también es inapropiado chicos.
—Eso me parece muy machista —dijo Celeste cruzando los brazos.
—No es eso, es que mas- es hombre y -turbar es mover enérgicamente y...ya saben.
—¿Y cómo es que eliminas fluidos estando en el seminario? —preguntó Giovanni —digo...es como sudar, respirar y hacer de tus necesidades.
—Nunca lo he pensado de esa manera —Gabriel jugó con sus dedos —, en realidad no lo sé —rió.
—¿Cómo se le dice a un hombre que nunca ha tenido relaciones?
—Chicos les dije que no se desvíen —suspiró —pero se le dice casto.
—¿Y tú lo eres? —preguntó Milena parándose sensualmente para que todos la miren.
—Por supuesto —la miró a los ojos.
—Con solo tener sexo oral o anal dejas de serlo —dije un poco fuerte.
Todos comenzaron a ponerse tan locos que Gabriel se sonrojó y me dio una patada.
—Chicos les dije que no desviaran del tema y no sé cómo demonios terminamos hablando de mí y mi vida sexual.
Reí y todos me siguieron.
—¿Y cómo se vive una sexualidad sana?, si es que hacer todo eso es inapropiado —solté sin más y la sala se quedó en silencio.
—Esa es una pregunta interesante —Gabriel sonrió —, sexualidad no solo es tener sexo, es decir...conversar, conocerte, informarte...cuenta mucho con eso.
—¿Es cierto que somos unas mierdas?
—Define tu pregunta —Gabriel estaba confundido.
—Recuerdo que un día la mayor parte de esta sala estuvo de retiro y los que dirigían eso nos dieron el recorrido de la reflexión para conseguir que todos lloremos y eso —contaba el chico de atrás —y literalmente pusieron un pedazo de mierd...digo caca, en una caja, apestaba —hizo una mueca de asco —la reflexión ante todo era que nosotros somos mierda sin Dios y no valemos nada.
—Por fin algo que sí puedo responder con la verdad...bueno, todos valemos algo, y todos tenemos a Dios en nuestro ser porque somos templos, no puedes bajarte a un desecho así como si nada...es el error que cometen muchos, porque es cierto, Dios es nuestro motivo y motor y todo eso —explicó —y chicos...no son mierda, son especiales, ámense. Que nadie les haga creer eso porque cada uno de ustedes es especial y es perfectamente imperfecto para mejorar cada día. Como les dije, somos un templo según la iglesia así lo neguemos.
Camilo San Román le hizo una señal desde la puerta a Gabriel para indicarle que ya habían llegado los fanáticos, él y yo nos sentamos en la parte final de la sala porque los mayores ya estaban inundándola. Entraron los tipos extraños con una camiseta que tenía el rostro de Jesús como estampado principal y cantaron mientras tocaban música.
Nos dirigimos hacia afuera para ver una fogata, no entendí esa dinámica. Morimos de frío porque estábamos a una temperatura muy baja y de la nada un montón de gente comenzó a amontonarse, luego a alejarse y Gabriel me hizo una seña para ver qué pasaba. Mi abuela estaba tirada en el piso, se había desmayado...quizá por falta de aire y baja presión, los fanáticos decían que era obra de Dios pero ya para mí eran tonterías que dijeran eso, no había que dejar la salud por la religión. Gabriel la levantó y vimos por conveniente llevarla a mi casa en el auto a pesar de no estar tan lejos, la colocamos en la parte trasera, Gabriel se colocó en el sitio del copiloto y eso significaba que yo tenía que manejar. Mi madre no se preocupó mucho por nosotros pero sí por mi abuela, sabía que ella estaría en buenas manos con nosotros y solo nos advirtió que llamaría para preguntar si empeoraba.
Manejé cuidadosa y lentamente evitando hoyos en la pista y rompe muelles.
—Esta situación me pone extraño —susurró.
—A mí también, ¿es el destino?
—No lo sé — posó su mano en mi muslo.
—¿Qué haces Gabriel? —pregunté soltando una risita.
—El peligro me pone —rió y eso me indicaba que estaba bromeando —, tu abuela ahí atrás hace que me den ganas de ti.
Le di un codazo para que se callara, a veces me decía cosas sin sentido y solo quería reír.
Cuando llegamos a mi casa mi abuela ya se había dormido en el asiento así que Gabriel la sostuvo en sus brazos de nuevo y le indiqué que la llevara al cuarto de invitados que se encontraba en el primer piso.
—¿Y ahora qué? —me dijo en la oscuridad.
Estábamos cara a cara observándonos y sonriendo.
—Déjame decirte que los fanáticos no me agradaron, ¿qué tal si solo dormimos? —tomé su mano —en el segundo piso hay más cuartos de invitados.
Asintió y subimos juntos la escalera caracol. Le mostré el cuarto y le dije que se pusiera cómodo, que nos despertaríamos a las cinco de la mañana y nos alistaríamos para ir a la misa de las seis.
Me fui a mi cuarto sin más que decir y estuve a punto de dormir, mas no dejaba de pensar en Gabriel, en su corazonada...algo debía significar.
ARIEL_01:22
Gabriel Mercer.
GABRIEL_01:22
¿Ariel?
ARIEL_01:22
Tenías razón, todo pasa por algo.
Dejé mi celular en la mesa de noche y me fui directamente al cuarto de invitados a tocar la puerta.
—Morriell...
—Mercer —sonreí astutamente.
Estuvimos parados en la puerta mirándonos, sin decir nada, nuestro rostro hablaba más que nuestros labios. Nos besamos con una intensidad tremenda, descontroladamente, Gabriel tenía mucha razón en todo: el simple hecho de saber que mi abuela se encontraba en el primer piso y que podía encontrarnos era excitante. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que mis sentimientos tomaban el control de mis acciones, no había nada que me frene, tanto la adrenalina como la dopamina me consumían. Quería llegar más lejos de los besos.
—No, Ariel —Gabriel me frenó cuando intenté besar su cuello —, estamos haciendo algo mal.
—No entiendo.
—Comencemos de nuevo, vuelve a tu cuarto.
Pese a que me parecía ridículo por un lado, hice lo que me pidió. Repetí todo el procedimiento: me lancé a mi cama, le escribí mensajes a Gabriel y luego fui a buscarlo de nuevo a su cuarto.
—Mercer...
—Morriell —esta vez me miró con deseo.
—¿Crees que ya hicimos las cosas bien? —levanté mis cejas.
Asintió.
—Solo falta algo importante y esencial, y es el comienzo...es muy fácil terminar pero muy difícil empezar, porque existen mil y un maneras de empezar y solo una para terminar, o quizá es al revés...no lo recuerdo.
—¿Crees que exista solo una manera para empezar y muchas para terminar?
—Probablemente.
Seguíamos parados en la puerta, yo erguido y Gabriel apoyado en esta.
—Hagamos el amor —solté.
—Te engañaría si te dijera que sé cómo tener las cosas bajo control.
—No me refiero a eso, hacer el amor es mucho más que eso, y hoy estoy dispuesto a ser todo tuyo —extendí mis manos —, solo hoy...unas horas bastan para que me hagas tuyo, hazlo por favor.
Gabriel cuidadosamente desató su corbata negra e hizo un nudo con ella en mis muñecas, si debía hacerme suyo debía hacerlo bien.
—Es un lindo listón —le sonreí.
—Estar en estas circunstancias me hace sentir como en una película pornográfica —rió —, todo puede pasar.
Intenté opinar algo al respecto pero colocó su dedo índice en mis labios indicando que debía cerrar la boca. Cogió mis manos y las puso alrededor de su cuello, teniendo nuestra mirada y respiración cerca. Me sostuvo de las caderas y comenzó a besarme por intensidades: de menor a mayor.
—Si esto fuera la película que mencionaste... ¿qué haríamos ahora?
—No lo recuerdo, pero te lo susurraré al oído y si olvido algunas partes improvisaré como si fuera experto —su respiración se entre cortó más —; primero posaré mis manos en tus caderas bajando lentamente, acariciándote como lo amerita el ambiente —me susurraba mientras hacía lo que decía —, te cargaré y te llevaré a la cama...
Otra vez sentía que mi cuerpo volaba y era ligero ante su tacto, sin pensarlo habíamos terminado recostados en la cama, dando vueltas, besándonos, acariciándonos, amándonos...
Gabriel desamarró mis manos y estaba confundido.
—Oh, Ariel...no pongas esa cara —puso los ojos en blanco —, te volveré a atar pero no podemos hacer el amor vestidos como esquimales.
Se quitó el abrigo largo y negro que llevaba puesto, era pesado; luego desabrochó el cinturón que llevaba para sostener su pantalón.
—Yo quiero hacerlo —dije antes de que desabotone su camisa.
No se negó por lo que cada botón que era libre se convertía en un pase para mí, un pase para ver su cuerpo por pedazos y plantarle besos en el pecho.
Cuando terminé, Gabriel se empeñó en desvestirme sin pedirme permiso, lanzó mi gorro y toda la ropa que llevaba puesta como para dejar evidencias de que algo candente había ocurrido en el cuarto de invitados. Decía: esto no sirve, esto tampoco, esto menos...; mientras se deshacía de todo lo que traía yo miraba sus hermosos ojos que se veían como nunca en la madrugada.
—Aún sigue con pantalones, señor Mercer...
—¿Señor? —arqueó las cejas y rió —Yo pongo las reglas aquí, ya te lo dije —bajó la cremallera de sus pantalones —me encantas —susurró a mi oído dándome besos por la parte trasera de mi cabeza y posando sus manos debajo de mis bóxers.
—Hey, ¡hey! —dije para parar sus movimientos.
—¿Hice algo que no te gustó? —se detuvo.
—No, pero aún sigues con pantalones —repliqué y me vengué tocando su miembro duro y apretándolo.
De inmediato Gabriel tomó mis manos, las beso, las ajustó con el cinturón, cubrió mi boca con la corbata y siguió besándome alocadamente.
Por el movimiento sus pantalones de por sí se cayeron, otra prenda más en el piso...tendríamos arañas luego.
—Ariel —respiraba entrecortadamente a pesar de no haber comenzado aún —, no quiero hacerte daño —sus palabras eran sinceras —si te llego a hace daño solo di rojo y pararé.
—Agh —suspiré y me quitó la corbata para que pudiera opinar algo al respecto —rojo me parece una palabra muy aburrida, ¿por qué no mejor "carmesí"?
Gabriel asintió y siguió besándome.
Tenía la corbata colgando como un collar y Gabriel aprovechaba eso para no dejarme ir, para que lo besara con furia.
Él terminó encima de mí y al darnos cuenta sonrió.
—¿Sabías que tienes ojos glaucos?
Negué.
Su pregunta me distrajo tanto que de un tirón me dejó completamente desnudo, yo hice lo mismo pero con mis pies porque no podía mover las manos.
—¿Preparado?
—Más que nunca.
Mentía. Nunca se está preparado para algo así, solo fluye a través del momento.
Gabriel pasó su mano debajo de él para poder insertar su miembro con más facilidad dentro de mí. En muchos vídeos porno muestran eso placentero, pero a veces creo que el placer consta de masoquismo...sentía que todos mis huesos se partían, sentía tanto dolor que solo me quedaba gemir y jadear, quería chillar; lo peor de todo es que sí sentía placer, era un maldito masoquista. Lo hacía suave y lento pero aun así dolía, quizá la clave era hacerlo más rápido y no se movía tanto por miedo a lastimarme.
—Hazlo más rápido —me aferré a su cuello jadeando.
Él asintió y aceleró el ritmo de las embestidas, eso sí era tener sexo aunque seguía doliendo.
Subió su mano porque encontró estabilidad en las embestidas y en vez de abrazarme con esta solo intentó hacerme explotar de placer acariciando me cuerpo desnudo y frágil, me estaba corriendo involuntariamente, estaba llorando sin ni si quiera pensarlo. Apenas Gabriel sintió una lágrima mía en su espalda paró y se acostó a mi lado.
—Lo siento —pasó su pulgar por mi mejilla para secar mis lágrimas y besó mis ojos —. Lo siento, en serio.
—Nunca dije carmesí.
—Lo sé, pero estás llorando —se sentía culpable, sucio —, ¿duele?
Negué.
—La emoción del momento —sonreí con los ojos rojos.
—Eres muy estrecho —besó mi cuello.
—Terminemos con esto...
Lo tomé del cuello y me posicioné arriba, sonrió cuando tomé la iniciativa. Me moví porque sabía que Gabriel en esa pose no podía embestirme correctamente.
Cerraba sus ojos y mordía su labio inferior mientras acariciaba mis caderas, despeiné su cabello y lo besaba mordiéndolo, jalando con los dientes lo que me pertenecía ahora.
—Creo que soy precoz —reía mientras seguíamos haciéndolo.
—¿Terminaste?
Negó. Paró mis movimientos, haciendo que me arrodillé y luego me posicione como un perro. Peinaba mi cabello con lujuria mientras me embestía con mucha más fuerza, ahora de verdad nos encontrábamos en el clímax. Dolía en serio...tenía ganas de patearlo, pero después de todo aguantaría cualquier cosa solo para hacerlo feliz.
Cuando terminó ya lo había sentido, toda la presión ejercida se liberó en menos de un segundo, se recostó y cubrió su cuerpo con el abrigo que llevaba puesto al principio.
Me acosté al frente de él para ver su lindo rostro, él también lloraba...chillaba en realidad.
—¿Por qué lloras?
—No lo sé —evitó mirarme —. Solo abrázame.
Y eso hice, se recostó en mi pecho y acaricié su cabello con una mano mientras con la otra lo tenía junto a mí por las caderas.
—Gabriel Mercer...
Levantó su vista hacia mí.
—Te amo.
—También te amo, Ariel, no sabes cuánto te amo.
Cerró sus ojos de nuevo, se veía tan tierno y vulnerable.
—Sabes Gabriel...no me hiciste daño, no te preocupes.
—Te creo...
—¿Nos duchamos?
—Son las dos y media de la mañana...
No me importó y tomé su mano para llevarlo al baño de mi cuarto.
El agua estaba hirviendo y había vapor por todo sitio, sentía que nos relajábamos a pesar de ser algo no tan saludable.
Tomé la esponja con jabón líquido y llenaba con espuma todo el cuerpo de Gabriel.
—No serán tus bombas de baño o como se llamen, pero huele bien.
Me dirigió la mirada y me acorraló en la ducha besándome bajo los delgados chorros de agua. También dejé que él me limpiara porque lo necesitaba, él tenía ojos en donde los míos ya no podían observar y quitaba todos los fluidos suyos de mi cuerpo.
Cuando terminamos ya eran las tres de la mañana y solo teníamos dos horas para dormir. Caímos como dos cadáveres en mi cama y nos acurrucamos en las sábanas.
Desperté a Gabriel a las cinco y él estaba sonámbulo, lo vestí con la misma ropa que horas atrás habíamos arrojado al suelo, no sin antes capturar ese desastre en una fotografía, sería gracioso de recordar cuando Gabriel y yo seamos mayores...yo veía mucho futuro en nosotros, era muy soñador.
Mucha gente se había quedado en la vigilia pero Gabriel se moría más de sueño que cualquiera en la ceremonia de misa. No paraba de bostezar y me daba ternura.
—Fue un gran día —me dijo cuando la ceremonia terminó.
—Deberías descansar al parecer estás muy agotado.
—Absorbiste toda mi energía, luego te escribo —bostezó y se fue lentamente a su habitación real.
Le había dicho que lo amaba y me correspondió.
¿Era real?
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