Revelaciones

Todo el camino destapé la botella roja solo para recordar a Gabriel. Era muy tarde y solo podía pensar en él, y por supuesto en David, ¿cómo es que pueden existir personas tan frívolas como David y personas tan lindas como Gabriel? ¿Mucho palabreo? Tal vez eso lo hacía especial, sus palabras, sus pensamientos, sus ideas...todo.

Subí a mi cuarto y me percaté de que no tenía mi mochila, ¿dónde estaría?, ahora tendría que buscarla o reemplazarla.

ARIEL_21:35

Cariño... ¿tienes mi mochila?

GABRIEL_21:37

Sí, ¿te la llevo?

ARIEL_21:37

Si no es mucha molestia.

GABRIEL_21:38

A las 11 en el parque que está al frente a tu casa.

ARIEL_21:38

¿Y con qué excusa salgo?

ARIEL_21:41

¿Gabriel?

ARIEL_21:50

¿¿¿Gabriel???

ARIEL_22:05

Te odio.

Demonios. Tenía que salir de alguna manera.

Bajé a mi sala de estar y ahí estaba mi mamá sentada tomando una taza de café.

—Hola Ariel, ¿cómo te fue? —sonrió ella.

—Bien —suspiré —, ¿puedo salir a las once? —la única manera de salir era diciendo la verdad.

—Bueno, mañana no tienes clases, ¿con quién? ¿Por qué a esa hora? —solo le faltaba un gato para que me sienta en un verdadero interrogatorio de película.

No respondí.

—Ariel, dime, tú siempre me dices todo —hizo una mueca —sigues siendo mi niñito, dime.

—Gabriel —susurré.

—Ariel no me gusta que balbucees, habla más fuerte.

—Gabriel —dije un poco más fuerte.

—¿Mercer? —dijo extrañada.

—Sí —no quise mirarla a los ojos.

—¿Por qué? —tomó un sorbo de café.

—Porque —dudé —sí...

—Ariel, puedes confiar en mí —sonrió —tenemos mucha confianza, solo es entre nosotros dos, ¿qué está pasando? —agarró mis manos.

No podía mirarla, no podía decirle.

—Pues olvidé mi mochila en su habitación.

—¿Y qué hacía tu mochila en su habitación?— frunció el ceño.

—Es que me prestó su ropa y tenía que devolvérsela —seguía sin mirarla.

—¿Por qué tenías su ropa? ¿Acaso no tienes la tuya? —dijo levantando la voz un poco.

—Pues mi ropa estaba mojada, además él olvidó devolverme mi ropa seca.

—¿Por qué tú ropa estaba mojada? —mi mamá ya estaba comenzó a desesperarse.

—Esa es otra historia.

—Ariel —suspiró —, me molestaré contigo.

—Estaba jugando con Gabriel y ocurrió un accidente.

Mi mamá mordió sus labios, ¿qué estaba pensando ella? Se formó un silencio incómodo, mi mamá seguía tomando café, yo solo evitaba mirarla.

—Mamá —ella asintió para que le diga lo que quería —, me gusta Gabriel.

Mi mamá se atoró con el café y luego recuperó la compostura.

—¿Qué? —preguntó ella, seguía sonriendo.

—Creo que...me gusta Gabriel.

—Espera —se paró y se fue a lavar su taza.

Yo seguía sentado en el sofá, esperando, ¿qué diría de mí?, me pregunto si Gabriel pasó por lo mismo.

Mi mamá se sentó a mi lado y me abrazó, me quedé frío, no la abracé pero la sentí. No sé qué significaba eso, mi mamá a veces era muy confusa. Acarició mi cabello, ¿estaba dolida?, sus acciones me volvían loco. Lloré de impotencia, no sabía que quería expresarme.

—Ariel —secó mis lágrimas con sus manos —, ¿por qué lloras?

—Porque me confundes —tapé mis ojos y las lágrimas solo salían.

Justo mi celular comenzó a timbrar, era Gabriel, mi mamá hizo una señal para que contestara.

—¿Dónde estás cariño? Pensé que eras puntual —rió.

—Gabriel —suspiré —, ¿puedes venir a mi casa?

—¿Estás llorando? —dijo algo preocupado.

—Solo ven.

—Demoraré un poco en subir el árbol...

—Toca el timbre —mi voz se quebraba —, yo te abro.

Gabriel dudó pero igual tocó el timbre, mi mamá se paró y fue a abrir la puerta.

—Olivia, ¡qué sorpresa verla!, ¿cómo está? —Gabriel siempre tan simpático.

—Pasa.

Gabriel caminó hasta donde estaba yo, se puso nervioso y se sentó a mi lado, comenzó a mirar a todo sitio.

—Qué linda casa, Olivia —intentó calmar las cosas —mi mamá también decoraba así mi casa.

Veía como Gabriel apretaba sus manos y sudaba.

—Gabriel —suspiró mi mamá —, ¿eres gay?

Gabriel se puso nervioso y comenzó a temblar, me miró, miró a mi mamá. Pero él tenía más fortaleza que yo.

—Sí —sonrió y tomó mi mano.

—Me alegra tu actitud —mi mamá le devolvió la sonrisa —, sin embargo... este es uno de tus... ¿Últimos?, años en el seminario, ¿qué harás con eso?

Gabriel se quedó en silencio.

—Me imagino que es una decisión difícil para ti —mi mamá sonrió mientras tocaba el muslo de Gabriel —, tómate tu tiempo, puedes seguir viendo a Ariel si deseas, solo no me oculten nada.

—¿No estás molesta? —pregunté con miedo.

—Estaría molesta si hoy me hubieras mentido, salgan, hagan lo que quieran —dijo mi mamá algo aliviada —. Y Gabriel —lo miró fijamente

—cuídate mucho.

Fuimos al parque y nos sentamos en los columpios.

—Mis padres no reaccionaron así —dijo Gabriel apenado —, Olivia me agrada.

—Pensé que me haría algo o me diría algo —me sequé los ojos.

—Yo igual —peinó su cabello con las manos —. ¿Te puedo hacer una pregunta?

—Por supuesto —Era la primera vez que quería saber algo de mí.

—¿Cuándo es tu cumpleaños?

—¿Es en serio? —puse mis ojos en blanco —Treinta y uno de octubre, ¿el tuyo?

—Es dentro de muy poco —comenzó a columpiarse.

—Sí...pero quiero saber.

—Fíjate en un calendario.

Saqué mi celular y coloqué en el buscador "día de San Gabriel".

—Veintisiete de febrero —levanté mis cejas —aún hay tiempo —imaginé que podría hacer por él —. O sea...tus padres esperaron a que nacieras, agarraron un calendario y dijeron "oh es veintisiete de febrero, es el día de San Gabriel", ¿y por eso te llamas así?

—¿Y qué hicieron los tuyos? —se hizo el interesante.

—Pues...según lo que mi mamá me contó es que en sus controles no veían mi sexo y por lo tanto no podían planear un nombre para mí, lo más probable era que nazca con cabello rojo. Sí, mis padres se inspiraron en una película para determinar mi nombre, así que si era mujer me iban a poner Ariel y si era hombre también, no tenía escapatoria, de una u otra forma terminaría siendo Ariel.

—¿Y los regalos antes de que nazcas?

—Todos fueron amarillos.

—¡Qué triste! —comenzó a reírse a carcajadas.

—Si es triste, ¿por qué te ríes? —respondí algo indiferente.

—Porque es muy gracioso —comenzó a reír tanto que cayó del columpio.

Quien ríe último, ríe mejor. Se limpió la tierra y volvió a columpiarse.

—En realidad no es por el calendario —esperé a que hable —mi mamá tenía embarazo riesgoso, así que aproximadamente a los cinco meses todos los médicos le dijeron que iba a perderme, hicieron de todo para que no sea así, fueron donde muchos médicos y todos decían lo mismo: "morirá en el parto", "si no muere él, muere usted", "mueren los dos", "si nace estará muerto y no podrá tener más hijos" —suspiró —mis padres no creen en muchas cosas pero fueron donde una de esas tipas que leen el futuro y la mujer les dijo que si viviría, les dijo lo que querían, para esto ya eran siete meses. La mujer les dijo "Estará vivo, será un ángel; será fuerte, noble, educado..., será su único hijo y su mayor orgullo", bueno dijo un montón de cosas así y eso hizo que mis padres fueran felices —sonrió de una manera fría —hasta que lo supieron y me dijeron que si no entraba al seminario me quitarían la herencia, mi padre pensó que estando en el seminario se me quitaría eso, pero no, sigo así.

Le di mi mano a Gabriel y nos quedamos en silencio. Él no quería hablar de eso y yo no quería incomodarlo.

Se colocó la capucha, se paró en frente de mí y agarrando fuertemente las cadenas del columpio, agachó su rostro para depositar un beso en mis labios. Fue dulce, sincero, mágico.

Hablamos sobre más cosas sin importancia y luego regresé a mi casa.

Aunque nos conocíamos poco tiempo sentía que mi amor por él era demasiado grande, no podía salir de mis pensamientos.

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