Retrospectiva

—Mira lo que me compré —exclamó emocionado.

—¡Qué lindo horario! —le sonreí —, me alegra que quieras ser más organizado.

León buscó un lugar plano para escribir, seguro pondría cosas como: lunes piso número cuatro de siete de la mañana a una de la tarde, martes...

Pero vi que ponía cosas en la tarde.

—¿Qué es eso? —señalé el horario.

—Oh... —se puso nervioso —nada importante.

Cubrió el horario y como León siempre escribía con tinta líquida...toda esta de corrió dejando una pequeña mancha justo en el día lunes.

Sus ojos se abrieron al ver la mancha de lapicero negro.

—Solo es una pequeña mancha, le pones un poco de corrector y listo —acaricié su cabello.

—No te atrevas a tocarme...

—Pero...

—Cállate, Gabriel Mercer, ¿no ves que acabas de arruinar todo?

León sin pensarlo comenzó a rayar el horario y a correr la tinta una y otra vez, hasta llenarlo de manchas y rayones innecesarios, luego lo partió en pedazos y poco más lo incendia.

—Dios mío, ¿qué pasa contigo? —estaba espantado.

Él se fijó bien en lo que había hecho y entró en crisis.

—¿Qué hice?

—¿Te has dado cuenta de cómo hiciste enorme un pequeño problema? Solo era una letra corrida y ahora es un montón de basura porque está rayado y roto.

Lo metió a su bolsillo y se encerró en su burbuja de depresión, ¿cuándo se volvió así? ¿Cuándo dejó de ser lindo? ¿Cuándo dejó de existir?

Y todo se resumía en que estaba enamorado de alguien que existió, pero que había desaparecido. Estaba enamorado de una máscara, de un mecanismo de defensa social.

Era lindo con otras personas pero conmigo se comportaba de una forma distinta; no podía decir ni hacer nada sin antes pensarlo porque podía lastimarlo, porque él creía que era un inútil, porque él era una persona demasiado egoísta y con sueños mediocres.

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