Recuerdos

—Hoy es sábado, ¿harás algo en especial? —llevó la cuchara con cereal remojado a su boca viéndome de reojo.

—Pues —pensé —se supone que mi papá llegaba y por eso te pedí que desayunáramos juntos.

—¿Por? —¿un interrogatorio?

—Porque mi mamá se fue muy temprano a recogerlo y yo recién me levanto, ¿será por eso?

Gabriel puso los ojos en blanco y negó con su cabeza.

—Respecto a tu pregunta —tragué saliva —sí, haré algo en la tarde o en la noche.

—¿Tu familia? —me miraba con los ojos más inocentes que había visto.

—Exacto —tomé un sorbo de leche —pero no sé cómo le diremos a mi papá que nos robaron el auto después de que él se fue la última vez y que hay un auto carísimo en el estacionamiento.

Gabriel se paró de la mesa y fue corriendo hacia algún lugar, cuando regresó hizo que extendiera mis manos y me dio la llave de su auto.

—No entiendo —seguía con las manos extendidas.

—Si quieren salir te lo doy —sonrió —pero con la condición de que tú y solo tú lo conduzcas —se puso un poco serio.

Asentí.

Gabriel muchas veces era un tipo extraño, nunca sabías cómo iba reaccionar frente a alguna situación. Pero más extraño me parecía que comía cereal y leche junta haciendo que se remoje el cereal y que la leche se tiña de muchos colores, mientras yo los comía separados, no me gusta que se remojen.

A penas terminé recogí todo lo que habíamos ensuciado, pero Gabriel no quiso que lavara los trastes así que mejor para mí.

Se despidió con un suave beso en los labios y me susurró: "suerte". Lo que no sabía él era que yo no la necesitaba.

Caminé hacia mi casa distraído, no dejaba de pensar en mi fondo de pantalla con su cara y sus labios azules.

Mi papá ya estaba en casa, tomando su típica taza de café.

—Ariel —saludó con su mano —deberíamos salir todos en la noche —mi papá era un tipo...¿amigable? —en el auto, por el otro lado de la ciudad, no lo sé.

Mi mamá estaba nerviosa por el auto, ¿qué era peor?

Yo solo asentí y me fui corriendo a la cocina. Mi mamá me siguió.

—Ariel, el auto —miró desesperada a todo sitio.

—De eso no te preocupes —puse mi mano en su hombro —le dije a Gabriel y me dio las llaves de su auto con la condición de que yo lo maneje.

Mi mamá asintió, le había quitado un gran peso de encima diciéndole eso.

Repentinamente alguien tocó la puerta, mi padre, como nunca, se paró de su cómoda posición y se dirigió a ver quién era.

Él se quedó estúpido por mirar a la persona detrás de la puerta.

—Mercer —él miró a Gabriel de pies a cabeza, ¿le había quitado el aliento?

—Señor Morriell no sabía que vivía aquí —fingió una sonrisa muy convincente.

Lo invitó a pasar a la sala y se sentaron en el sillón más grande. Intenté huir porque de por sí ya era incómodo a tener Gabriel cerca.

—Hijo no te escaparás tan fácilmente, Gabriel es un chico muy bueno.

Ya lo conocía...y muy bien.

Me senté en el mueble más pequeño, sentía como Gabriel sonreía maliciosamente al verme así.

Gabriel solo vino a hablarnos sobre San Valentín, que ocurrente. No escuché nada de lo que decía, el movimiento de sus labios me impedía concentrarme, sus ojos a la luz del día se veían mucho más amarillos, me encantaba.

Wow, es muy interesante como alguien pudo defender el matrimonio —comentó mi padre —nada te quita el toque de orador, me has convencido —sonrió —no sabía que estabas por aquí.

—Fue pura coincidencia —le devolvió la sonrisa.

—¿Cómo has estado? Hace como cuatro o más años que no te veía—tocó su barbilla— como desde...tu título universitario.

Gabriel asintió.

—¿Ariel no recuerdas a tu niñero?

Ninguno de los dos sabíamos de lo que mi padre hablaba.

Él sacó su billetera y le pasó a Gabriel una foto algo grande. Gabriel tapó su boca y comenzó a reírse.

—No puedo con esto —reía a carcajadas y tapándose el rostro le devolvió la foto.

Mi padre me mostró la foto. Era yo de aproximadamente un año y Gabriel de ocho años teniéndome en brazos poniendo una mueca de que pesaba mucho.

—Sí recuerdo al bebé gordo y llorón —dijo Gabriel sin parar de reírse.

—Bueno Gabriel, no te quito más tu tiempo, me encantaría que a futuro pueda hacer negocios contigo y no con tu madre —lo despidió y se fue—por si te preguntas...sí tengo más fotos, están en el álbum del estudio.

Corrí por las escaleras hacia el estudio y me di con la sorpresa de que tenía infinidad de fotos con Gabriel, ¿por qué?

Lo peor es que recordaba algunas, por ejemplo una en donde era Halloween en la capital, yo vestía un disfraz de fantasma porque Gabriel me dijo que era muy feo, y Gabriel llevaba un disfraz de hombre lobo, él se veía de unos trece y si tenía razón yo tenía cinco. Recuerdo a Gabriel como alguien inseguro con todos menos conmigo, y también recuerdo que se robó todos mis dulces esa noche.

Otra donde yo tenía seis y él catorce, estaba enseñándome a leer, y lo primero que leí bien fue: "Ariel es un bebé llorón, desabrido y gordo."

A pesar de que Gabriel muchas veces era un poco cruel conmigo, aprendí muchas cosas buenas de él.

La última foto que recordaba era en la graduación de Gabriel. Era tan hábil que sacó su título universitario al año siguiente de egresar, yo tenía catorce y él veintidós, lo hizo a comienzos de año.

Tomé mi celular y le escribí a Gabriel un mensaje.

ARIEL_16:04

Gracias por todos los años de crueldad.

GABRIEL_16:05

Yo no recordaba que eras tú, me parece increíble que hayas cambiado tanto como para no recordarte.

ARIEL_16:05

Te odio.

GABRIEL_16:06

Me amas, gracias a mí has aprendido muchas cosas, me sorprende que de ser un niño gordo, tonto, desabrido y llorón solo se te haya quedado lo desabrido. (Haha, bromeo). Recuerdo más cosas que tú, obviamente, solo nos veíamos cuando le tocaba a tu padre cuidarte, hacíamos negocios, así que era una vez o dos veces al año (aprox.), de nada.

Tenía razón.

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