Palabras

Sentía que cada vez que miraba a Gabriel Mercer él se desvanecería, que se iría para siempre, que su figura sería tan efímera que nunca más la volvería a ver. Así era alguien como él, desaparecía cada que podía; me contaba de sus sucesos extraordinarios, omitía algunas partes como siempre y me hacía reír con sus anécdotas acompañados de metáforas graciosas y exageradas.

—Entonces... —interrumpí —¿Eso fue todo lo que hiciste hoy?

—En realidad no —acarició su cuello como si le doliera —, hoy pasaron muchas cosas. Cosas...que no sé si deba decirte.

—Te escucho.

—Tú sabes que un día me quedé hablando con Celeste hasta muy tarde —hizo una pausa —. Conversamos de muchos temas que ahora me es casi imposible recordar, sin embargo, uno de esos tantos fue que yo...yo soy así —se señaló entero —. Y al parecer, David escuchó toda la conversación, o al menos gran parte de ella, y tú también sabes cómo es él y...

—Sabe lo mío —afirmé en vez de hacer una pregunta.

—No —negó varias veces con la cabeza —, pero sí lo mío.

—¿Y qué te dijo?

—Me dijo algo muy curioso —hizo gestos de querer recordar algo —: "Lo comprendo y puedo lograr entenderlo, pero no lo justifico".

Esas palabras calaron en mi memoria y en ese momento aquella imagen mía con Camilo San Román apareció repentinamente y no sabía por qué, yo era de esas personas que tienen malísima memoria, con una cabeza llena de lagunas mentales. Y en ese lapso de tiempo lo había recordado todo.

—Por lo que...dejaré todo.

¿Por mí?, me preguntaba internamente porque no me atrevía a decírselo.

—¿Dejarás el seminario? —pregunté con duda.

—Sí, Ariel. Bingo —suspiró —. Me he dado cuenta de que me gusta tener un noventa y nueve punto nueve por ciento de libertad, y ahora que me he encontrado a mí mismo y ya sé de manera concreta el final que deseo y el rumbo que quiero tomar en mi vida...considero que ya es hora de poner los pies en la tierra y de ser una criatura común con grandes sueños. Oh, Ariel —continuó al notar mi expresión de dolor —, no te pongas así, tú también estás entre mis planes —guiñó un ojo y tomó mi mano.

—Creo que deberíamos celebrar —intenté sonreír sin dificultades —. Descargué esta aplicación extraña, te traen cosas si las pides —extraje mi teléfono del bolsillo delantero de los pantalones que tenía puesto —, por ejemplo —ubiqué la dirección de mi casa y comencé a buscar objetos disponibles —: una cajetilla de cigarros y un vodka. ¿Absolut o Smirnoff?

—A estas alturas de conocernos ya deberías saberlo —comentó sarcástico —Solo si me conoces, claro.

Azul o rojo, pensé. Lo había visto beber del azul varias veces, pero el rojo...el rojo era diferente. Ordené el más obvio junto con una cajetilla de cigarros y decidimos volver a mi casa para recibir la orden.

—¿Un café, monsieur? —pregunté al abrir la puerta de mi casa.

—El infaltable café... —sonrió.

—Y las galletas con chispas de chocolate no son la excepción.

Él rió y al entrar cerró la puerta empujándola suavemente.

Comimos en mi cuarto como nunca y esperamos tranquilamente a mi pedido.

—¿Cuánto es? —preguntó extrayendo su billetera negra.

—Yo invito.

—Qué elegante el galante.

Reí y bajé a recibir la orden. El vodka y la cajetilla estaban en una bolsa de papel debidamente sellada y con poco esfuerzo la llevé hasta mi cuarto de nuevo.

—Vamos a ver si acertaste —frotó sus dos manos como una mosca y rebuscó la bolsa —. Dios mío —cubrió su boca ocultando una sonrisa de satisfacción —, ¿cómo lo supiste? Nunca te di pistas.

—Lo supe después de ver cómo te lo bebías como agua en mi cumpleaños —crucé mis brazos y me apoyé en la puerta —. Tienes algo con el vodka, ¿no?

—Tengo algo con las cosas rojas —acarició mi cabello y se dirigió a la ventana para fumar.

—Ya que estamos "celebrando" —caminé detrás de él —hay que jugar.

—¿A qué? —mordió su labio inferior con picardía y yo reí ante su reacción.

—Conozco un juego de palabras con alcohol —comenté —lo juegan en las fiestas con motivo de socializar, al menos yo lo jugaba, algunos creían que era aburrido, pero a mí me parecía interesante —me apoyé en la ventana —. Comienza desde el diez, ¿quieres comenzar?

—¿Cómo?

—Digamos... —pensé —nombra diez palabras que te gusten, no necesariamente por su significado, y cuando lo hagas tienes derecho a beber un sorbo, cuando te toque el número ocho serán tres y así sucesivamente, no tienen que tener relación.

—Haces que la situación sea difícil —mordió el cigarrillo que estaba entre sus labios —: Quebrantar, Ubicuo, Infraganti, Eclipse, Rábano, Obelisco... —prendió el asesino —Sacolevita, Estrafalario, Xilófono, Obsecuente.

—Ah, con que a eso quieres jugar —crucé los brazos abrazándome —. ¿Sabes, Gabriel Mercer? Eres un asqueroso, me causas repulsión —dije con tono de broma.

—¿Qué te dije? —rió liberando el humo.

—Ríes porque sabes lo que dijiste.

—Tengo derecho a esto —tomó la botella y la abrió rápido para tener derecho a su sorbo —. Nombra nueve palabras que te gusten, necesariamente por su significado.

—Dame esto —arranqué el cigarrillo de sus labios y absorbí el humo —. A ver, a ver...Nagual, Ostentoso, Galáctico, Rococó, Amor, Castillo, Inefable, Abatir, Sinceridad.

Me pasó la botella, no sin antes abrirla para que bebiera. La garganta me quemaba, no comprendía cómo es que alguien como él lo bebía puro y directamente de la botella.

—¿Muy fuerte? —preguntó al ver mi expresión —¿Qué tal si... —me arrebató la botella —pasamos a la parte en la que nos besamos con aliento de vodka y con humo en la boca en la cama mientras nos acariciamos y dejamos estos jueguitos de doble sentido?

—Pero si tú comenzaste —reí —. Claro, llenemos mi habitación de humo.

Y en un abrir y cerrar de ojos...ya estábamos sin camisetas en mi cama, arrugando las sábanas mientras nos besábamos, fumábamos el cigarrillo a medias y decíamos palabras al azar. Siete pasatiempos, seis cosas que te gustan de ti, cinco prendas de vestir que odias...

—Menciona tus cuatro adicciones —continué.

Gabriel no se lo pensó mucho, observó a su alrededor y sonrió acostándose sobre mí.

—El café, los cigarrillos, el vodka y...tú.

—Eres un alcohólico —moví la botella de un lado a otro —, estamos en el número cuatro y quedan menos de cinco sorbos.

—Tengo que hablar con mucha gente —comentó ignorando lo que le había dicho —, estoy muy nervioso pero a la vez estoy feliz y no sé, euforia es lo que siento, creo.

—¿Quieres hablar de ese asunto?

—No —suspiró —, ya va a ser mucho con todo lo que tendré que hacer y no quiero pensar en eso, no ahora. Menciona tres cosas que te gusten de mí.

—Tus ojos, tu forma de ser, tus ojos...

—Solo fueron dos.

—Es porque ya no alcanza, menciona una cosa que llevarías contigo a una isla desierta.

—Tú.

—Yo no soy una cosa —negué con la cabeza —, además, ¿qué harías conmigo? ¿Aburrirte?

—Tienes funciones múltiples —me miró directamente —: si quisiera escuchar música sé que cantarías para mí, si quisiera ser feliz sé qué harías cualquier cosa con tal de hacerme reír, si quisiera hablar de algo tú serías todo oídos, si quisiera llorar...dejarías que lo haga en tu hombro o lloraríamos juntos, y si tuviera que mandar un mensaje en botella para pedir un rescate no lo haría porque tú eres mi único salvavidas, ¿qué más puedo pedir? ¡Soy el más suertudo en el mundo!, tengo todo lo que quiero en una persona y lo único que tuve hacer fue descubrir su gran amor. Te amo, Ariel. Te amo, te adoro...te todo.

Solo sonreí como si no comprendiera lo que decía y me acurruqué en su pecho desnudo.

—La próxima semana es mi graduación.

—Es una lástima —hizo una mueca —, no podré estar presente la próxima semana, lo lamento.

—No te preocupes, siempre haces lo imposible por mí —levanté la vista —, hay situaciones que escapan de nuestras manos, mientras seas todo mío aceptaré lo que sea.

—Claro que sí —plantó sus labios en mi muñeca y la tomó entre sus manos.

—Sé mío hasta fin de año, o quizá un poquito más, solo quiero que seas mío.

—Soy tuyo, hasta la eternidad.

—Siempre —respondí cerrando los ojos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top