G.
Había recibido su llamada en la mañana y tenía las cosas muy claras, quería hablar de algo importante conmigo pero yo sospechaba que había otro asunto enmarañado entre el tema principal por la culpa de Celeste y quizá de Gabriel Mercer.
Me paré de la cama como al medio día, alisté la ropa que me pondría, tomé una ducha, hice lo que cualquier persona normal haría antes de salir y crucé la puerta de mi casa hacia la calle, en camino a la cafetería como siempre solíamos ir, sin Celeste esta única vez.
Cuando llegué, Giovanni ya estaba ahí esperándome, sentado en la mesa de siempre, con las sillas de siempre, tomando lo mismo de siempre, el ritual completo debía cumplirse porque así lo prometimos.
Hice lo mismo y me contó un poco de su intercambio, de vez en cuando dejaba de prestarle atención para pensar en sobre qué quería hablarme.
—Ariel te cité aquí porque Celeste me dijo algo inquietante —golpeaba la taza con sus dedos —, me ha dicho que estás enamorado de Milena, ¿es cierto eso?
Con que ese era el asunto tan grave.
—¿Qué estás diciendo? —reí —Claro que no, somos amigos...no te traicionaría de esa manera, estoy demasiado consciente de que te gusta esa chica desde tiempos indeterminados.
—Me estaba preocupando...
Le cambié de tema, opinamos sobre qué tan bueno era el café de este lugar, la atención, la sanidad...
—¿Por qué ayer estabas con Gabriel Mercer?
—Quedamos en salir.
—¿A escondidas? ¿Por la noche? —preguntó serio —Disculpa —se retractó —, Celeste ya me está contagiando su conducta enfermiza —negó con la cabeza.
—¿Pasó algo ayer?
—Si te lo digo prométeme no decir nada —bajó la vista —Celeste tiene celos de Mercer.
Y aunque la idea sonaba divertida, todo era muy claro.
Reímos un poco al principio pero esa alegría se fue esfumando con el transcurso de los minutos.
—No te gusta Milena, ¿verdad?
—No —respiré profundo —, pero hay algo que debo decirte respecto a eso.
—¿Tiene que ver con ella?
—Tiene que ver conmigo —hice una mueca de disgusto —no es nada grave, solo es algo que no sueles escuchar todos los días —aclaré —. Celeste no sabe nada y tampoco pienso decírselo, no confío mucho en ella —estaba inquieto —, quizá digas "¿es en serio?". O quizá te quedes impactado...bueno, no, solo estarás muy tranquilo como siempre porque esas cosas no chocan en tu rumbo de vida y...
—Ariel —tomó mi mano —déjate de idioteces y balbuceos, solo escúpelo, ladra.
—Que quede claro que confío mucho en ti.
—Ariel te voy a golpear si no abandonas esos dramas, ni que hubieras matado a alguien.
Sonreí con todos los dientes, levanté la taza de café temblando para tomar un último sorbo y disfrutarlo antes de decírselo.
—Te parecerá muy loco —me puse serio —pero me gusta Gabriel Mercer.
Giovanni miró al café, a mí, se rió, cerró sus ojos y juntó sus manos, suspiró, acarició sus sienes, me volvió a mirar para finalmente reírse e irse al baño.
Regresó con el rostro más fresco, pensaba que le estaba jugando una broma de mal gusto.
—Giovanni, hablo en serio.
Y cuando notó que le decía la verdad se puso pálido como el papel y su piel comenzó a enfriarse, se le bajaba la presión cuando recibía esa clase de noticias aunque muchos decían que no existía la presión sentimental.
—Lo único que te puedo decir es que —suspiró —desde que vi a Gabriel Mercer supe que ese tipo se podía tirar a cualquier persona pero nunca pensé que a ti, ¿estás seguro?, muchas veces solo es un capricho de todo ser humano...cuando siente que...
Lo callé colocando mi mano en su boca, yo hablaba demasiado en serio.
—Eres... ¿bisexual?
Negué con la cabeza.
—¿Y cómo nunca me di cuenta?
—No creo que es algo de lo que debes darte cuenta...
Él tenía la mirada perdida, de seguro un montón de cosas estarían corriendo por sus pensamientos.
—No me molesta que seas gay, me molesta que lo seas y jamás de los jamases me lo haya imaginado, también me molesta que recién me lo digas ahora —Giovanni estaba en un estado de crisis —. ¿Y sabes que es lo peor? —preguntó sin esperar una respuesta —Que te gusta ese hombre, ¿por qué no yo? ¿Por qué no el chico del café? —bebió otro sorbo de la taza —¿Por qué "él"? Si va a estar fuera de tu alcance cuando complete esa etapa de alumno o estudiante o seminarista o lo que sea a lo que se esté dedicando ahora.
—Quizá yo solo necesitaba salir de mi mundo ordinario y él...una aventura.
Giovanni me observó como si fuese lo más estúpido que decía en mi vida, no lo comprendía.
—¿Quién más lo sabe?
—Tú y mi mamá —no sonaba convincente —y...Marlene —suspiré —, pero a ella no se lo dije, es la única diferencia.
Giovanni sacó su billetera de una manera muy brusca, lanzó un billete encima de la mesa, me tomó del cuello como ahorcándome y se despidió amablemente del chico del café, al estar en esas condiciones recién lo había observado y se veía joven.
Me dirigió hacia una banca al frente de la cafetería donde había árboles por todo sitio e hizo que me sentara.
—Ariel, si esto es una broma, dímelo ahora, por favor —rogó mientras se sentaba él también.
Negué con la cabeza y los labios sellados.
Sonrió con algo de alivio, no comprendía por qué.
—¿Y se besan o cosas así? — preguntó avergonzado.
—Últimamente él está distante, pero sí solemos hacerlo —recordé todo —me corrijo...solíamos, es complicado, no sé qué le pasa.
—¿Eres tan tonto para no darte cuenta? —preguntó riendo —Literalmente, él debía alejarse de todas esas tentaciones, debía ser un célibe y tú —me señaló completo —, mi querido Satanás —acarició mi cabello —, lo has arruinado, no me sorprendería que se arrepienta de todo y te ignore por el resto de sus días para evitar caer de nuevo.
—Sin arrepentimientos.
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