Experimentos
—Me sorprende que estés aquí con ganas de hacer clases —dijo Giovanni sentándose a mi lado —. Pensé que te dejarían descansar en tu casa.
—Estoy tratando de no faltar.
La cabeza me explotaba aunque Gabriel me dijo que se me pasaría poco a poco.
—¿Tan mal estaba? —pregunté.
—No tanto —pensó —, o sea...sí estabas mal pero no mucho por tu actitud sino por cómo te veías.
Suspiré y me aplasté en la silla intentando recordar todo lo ocurrido. No distinguía si era bueno o malo no saberlo, quizá hay cosas de las que no me sentiría tan orgulloso.
Cubrí mis ojos con las mangas largas de mi suéter holgado ya que aun estos no se acostumbraban a la luz natural del ambiente.
De pronto sentí una vibración en mi bolsillo, era Gabriel.
GABRIEL_09:12
Buenos días, mi hermoso niño, ¿cómo amaneciste? Me habría gustado despedirte con un beso y un abrazo para desearte éxito en tu día pero tenía demasiado sueño, no sentí cuando te fuiste. Espero que te vaya bien en tus clases, ya sabes...no esfuerces mucho tu vista y tu mente, sino el dolor seguirá y no se irá hasta dentro de unas horas. Una vez más... ¡te amo y buen día!
Gabriel a veces se comportaba muy lindo conmigo, apuesto que si fuera un día normal solo me diría: Buenos días, Ariel. Que te vaya bien, adiós.
Me sentí casi feliz al ver su mensaje, significaba tantas cosas para mí el simple hecho de recibir un mensaje de él, y más si era lindo por una vez en la vida.
ARIEL_09:15
Estoy aquí...muriendo, quiero irme. Ah, y buenos días, aunque... ¿qué tienen de bueno?, literalmente me explota la cabeza, ¿es normal?
GABRIEL_09:15
Mmmmm...supongo, ¿qué más sería?
ARIEL_09:15
No lo sé, Gabriel. Tú eres el enfermero, haha.
GABRIEL_09:17
¿Quieres que vaya a recogerte?
ARIEL_09:17
Ufff, re-cógeme todas las veces que quieras...
GABRIEL_09:18
Ariel, hablo en serio.
ARIEL_09:19
Recógeme ahora, odio estar aquí.
GABRIEL_09:19
No puedo...pero sí a la salida, te lo prometo.
Suspiré y guardé mi celular, a veces odiaba que Gabriel sea tan correcto como para no querer sacarme de la escuela y tampoco quería seguir con esa conversación porque al final terminaría igual que siempre, es decir, sería un no.
—¿La conversación con tu pederasta dejó de ser interesante? —preguntó Giovanni, no se cansaba.
—Le dije que me saque de la escuela porque no quiero seguir aquí —cubrí mi rostro de nuevo, la luz de verdad me molestaba.
—Y te dijo que no...
Asentí aún sin mirar.
Giovanni tomó su mochila del piso y comenzó a abrir un montón de cierres como si buscara algo.
—Toma —dijo dándome un codazo —, los uso para caminar en el sol y no dañarme los ojos, tú los necesitas ahora.
Al abrir mis ojos, él estaba sosteniendo unos lentes oscuros y ofreciéndomelos.
—Oh, no tenías por qué, muchas gracias.
—Para eso están los amigos —sonrió.
Me coloqué los lentes e hice como si nada pasara, ya pronto llegarían los demás o quizás no, y debía disimular para no llamar tanto la atención...me gustaba pasar desapercibido.
Gabriel tenía razón, poco a poco el dolor se fue reduciendo y más los lentes el sol ya no me afectaba del todo, deseaba con todas mis ansias irme de una vez y no me refería a la salida, sino de la escuela, de mis compañeros, de todo.
Las horas se pasaban más rápido cuando hablaba con Giovanni, aunque él no fuera la mejor persona del mundo me divertía conversar de cosas sin sentido, hablábamos desde las cosas más simples como "qué hiciste hoy" hasta por qué existíamos y cual era nuestra labor en el universo; Giovanni era uno de esos amigos que nunca iba a faltar: divertido, hablador, sin secretos, que jamás iba a fallarte.
—¿Y qué tal vas con Gabriel? —preguntó de manera espontánea.
—Vamos bien —no quise darle más detalles.
—Una pregunta, así por pura curiosidad —levantó los brazos para hacerse inocente —, ¿quién es el activo y quién el pasivo?
Reí negando con la cabeza, Giovanni era increíble en un mal sentido.
—¿Tú qué crees? —bajé un poco los lentes para que pudiera ver mis ojos.
—Pues —junto sus manos y las movió como si fuese una mosca —después de observar exhaustivamente a Gabriel Mercer: sus actitudes, su conducta, su manera de hacer las cosas y de tomar decisiones —me miró maliciosamente —, él es el pasivo, Gabriel de verdad es un marica y parece una mamita sobre protectora, es una puta con pantalones. Parece bien hombrecito el tipo pero...luego ves su interior y es una zorra arrogante: elegante por fuera y petulante por dentro. Sin embargo: es guapo, tiene una personalidad matadora, es alto y me agrada —enumeró con los dedos —. Las personas manipuladoras y egocéntricas tienen un espacio muy grande en mi corazón y en mi lista de amigos V.I.P, si Gabriel Mercer fuera una hermosa dama yo estaría en una bandeja de plata para él, otra opción es hacerme gay —guiñó un ojo —confírmame lo que te acabo de decir.
Sonreí por todo lo que me había dicho, pensé un rato en mi amado Gabriel y reí como un idiota.
—Te tengo una buena y una mala noticia —suspiré.
Movió la cabeza para que hablara.
—La buena es que me has dado una muy buena descripción de Mercer, muy jocosa, por cierto —lancé una carcajada estruendosa —la mala es que —suspiré apenado otra vez —yo soy el pasivo.
Giovanni me miró completamente asombrado y justo sonó el timbre de salida.
Metí los cuadernos en mi mochila, me despedí de él con una sonrisa y salí con satisfacción para encontrarme con Gabriel Mercer.
Lo buscaba con la mirada y no lo encontraba, ¿se había olvidado?
Me quité los lentes oscuros y decidí seguir con mi búsqueda, pensaba que con la luz natural de la tarde lo encontraría pero nadie llegaba.
De pronto alguien cubrió mis ojos y plantó un beso en mi nuca, era Gabriel, lo sentía.
—¿Quién soy? —preguntó fingiendo la voz.
—Oh, ¿quién podrás ser? —palpé sus manos —manos suaves y con dedos largos —me hice el tonto —creo que podrías ser...no lo sé —sonreí —Gabriel Mercer.
Me soltó y me acercó a él pasando su mano alrededor de mi espalda.
—No podrás creer lo que me pasó hoy, quizá otro día te lo cuente...
—Tienes tantas cosas que contarme —lo miré feliz —gracias por venir.
Gabriel me devolvió la sonrisa y miró al horizonte mientras me sostenía. Hizo que me detenga y arrebató la vieja mochila negra que llevaba en los hombros.
Si él quería cargarla no tenía ningún problema, me liberaba de algo más.
Amaba caminar con él por el único sendero hacia mi casa, el viento corría en la dirección contraria, las hojas caían y se revolvían en el piso, el sol se ocultaba poco a poco entre los montes, el ambiente daba una sensación de seguridad y romance del bueno, aunque Gabriel no notaba que lo miraba una y otra vez...imaginaba miles de situaciones acerca de lo que podría pasar; como besarlo, o sentarnos en los árboles para esperar que una brisa fuerte ocasione que las hojas caigan sobre nosotros y así podamos dar vueltas sobre ellas mientras nos besábamos, o empujarlo y hacer que caiga sobre el pasto seco para terminar acostados en este mirando las formas de las nubes y luego besarnos.
Todas eran escenas llenas de cliché que se metían en mi mente, atiborrándola, el amor me volvía idiota.
—Me gustas —le dije mordiendo mi labio inferior.
—¿Y eso? —frenó sus pasos largos y rápidos para mirarme a los ojos.
Negué con la cabeza para que olvidara lo que acababa de decir, pensaba en voz alta y eso no me beneficiaba. Reí al imaginar escenas llenas de amor y dulzura.
Gabriel me apegó más a él bajando su mano que al principio reposaba en mi hombro hasta mis caderas. Acarició mi mejilla izquierda con el tacto de su respingada nariz y luego me besó dejando claros los límites: en casa los besos podían ser donde cualquiera de los dos lo deseara, pero cerca de la iglesia y de la escuela los besos eran limitados y solo se podían dar en las mejillas, era para simular una gran amistad entre nosotros cuando solo Gabriel y yo sabíamos lo que ocurría de verdad.
—Pensé que habíamos decidido no mostrar tanto afecto en público —interrumpí la escena romántica.
—No pude resistirme —me soltó —, además solo fue un besito inocente, me da igual que me vean y lo sabes.
—Los dos sabemos que no es cierto —suspiré —, si alguien llegara a delatar nuestra relación "secreta" —hice comillas con las manos —te irías de aquí y tendrías que hacer una vida normal, no sin contar los detalles de... —pensé —que sales con un menor.
—No eres un "menor", ¿menor que yo? Nadie puede negarlo —intentó entrelazar nuestras manos —estás en el límite de menor y mayor de edad, ¿te das cuenta?
—¿Quién eres tú y qué has hecho con Gabriel Mercer?
Rió.
—He pensado en dejar el seminario.
—¿Y? —alcé los hombros.
—No, la verdad no —sonrió —, pero...agh —cerró los ojos —lo pienso todos los días.
—Tómate tú tiempo —hice una mueca —, dijiste que resolverías todo ese asunto.
Era el momento perfecto para que Gabriel decida dejar el seminario y quedarse conmigo para revolcarnos en las hojas secas sin tener miedo de que alguien nos encontrase, pero lo arruiné, estaba en sus siete segundos de demencia y solo le dije que pensara, ahora tendría que esperar hasta el último día del año para saber su decisión final.
De todas formas...me sentiría mal si hubiera influido en su decisión porque me estaría aprovechando de los sentimientos que manifestó en el momento, sería para la próxima vez.
—¿Sabes qué quiero hacer ahora? —preguntó con una media sonrisa en el rostro.
Negué.
—He observado que no apartas la vista de los montículos de hojas secas —cogió mis lentes oscuros de mi rostro y los colocó en el suyo —. ¿Te gustaría sentarte a los pies de un árbol a charlar un rato?
Sonreí, tomé su mano y me dirigí al árbol más frondoso y sombrío.
Saqué una casaca de mi mochila y se la amarré a Gabriel alrededor de la cabeza, debía reconocer que con los lentes y con el cabello cubierto como un árabe no se le reconocía en lo absoluto.
Él estaba apoyando en el tronco del árbol mientras yo me dejaba guiar por la postura que él ponía, lo miraba directamente, tomaba su rostro entre mis dos manos y depositaba largos besos en sus labios, él sonreía a gusto con mis acciones.
De pronto una persona se sentó a nuestro lado, era Giovanni.
—Disculpen si los interrumpo chicos, pero me siento muy solo —suspiró —sigan con lo que hacen yo solo les haré compañía mientras fumo un cigarro.
Gabriel rió y continuó besándome, ignorando completamente la presencia de Giovanni a su lado.
—¡Oh, vamos! —exclamó —¿En serio planean ignorarme mientras se siguen besando en un lugar público? —preguntó.
—Sí —respondió Gabriel.
—No —le quité los lentes —lo siento, ¿quieres hablar?
—Quizá —arqueó sus cejas —. Hoy Milena me habló, por primera vez solo se dirigió hacia mí.
Gabriel me miró con una cara extraña y luego miró a Giovanni.
—¿Te gusta Milena? —preguntó con sorpresa.
—Y también tú le gustas a él —bromeé dirigiéndome a Gabriel.
Gabriel estalló de risa, tanto que ya no podía reír, no sabía si porque le dolía o porque ya no emitía sonido alguno.
Giovanni solo me observaba callado, guardándose las ganas de golpearme porque había revelado lo que me confió en clases.
—Quiero que me lo diga tu amigo, a ti no te creo —Gabriel nos señaló.
—Sí, me gusta Milena —dijo Giovanni sereno —creo que es alguien linda y con una gran personalidad.
—No olvides que también dijiste que te gustaba Gabriel —seguí molestándolo, me debía demasiado con lo de la suspensión y la fiesta.
—¿Es cierto? —Gabriel preguntó, acercándose mucho a Giovanni.
Gabriel Mercer seducía a quien quería, cuando quería, en cualquier lugar, hasta en frente de mis ojos sabiendo cómo era yo.
Le susurró algo a Giovanni y yo para evitar sentirme incómodo saqué mi celular y vi la pantalla de bloqueo porque nada interesante me pasaba, no quería verlos.
Mercer le seguía preguntando y fue también la primera vez que alguien como Gabriel intimidaba e incomodaba a Giovanni.
Evitaba mirarlos, era imposible porque de reojo podía ver cómo Gabriel seguía y seguía.
—Gabriel, ya déjalo —suspiré —, era una broma...
—Oh, está bien —sonrió y parpadeó rápido, se había dado cuenta de que yo mentía al decirle que era una broma.
—La verdad es que Ariel no miente —intervino Giovanni, ¿qué estaba haciendo? —, le dije hoy que si fueras una chica me gustarías mucho.
Y como siempre...Gabriel se metió en la mente de Giovanni para evitar que yo lo proteja con mis mentiras, lo odiaba.
Gabriel asintió, estaba claro que él era una de esas personas que sabía que volvía loco a todo el mundo; por mi lado, odiaba eso, odiaba que hasta yo caiga en sus acciones para decirle todo, odiaba que él pudiera obtener lo que sea con tan solo pedirlo.
—Gabriel Mercer —solté —, tú haces que cualquiera dude de lo que le gusta o no.
—No lo creo —levantó los hombros —, ¿hacemos un experimento? —susurró solo para que yo lo escuche.
Dije que sí con la cabeza y con la mirada expresando miedo, ¿qué haría?
Yo no apartaba mi vista de él y de Giovanni, el cual solo revisaba su celular ya que lo habíamos estado ignorando por un buen rato. Gabriel llamó la atención de Giovanni tocándolo por la espalda molestamente y apenas volteó su mirada hacia él, lo tomó del cuello acercándolo a sus labios...ocasionando contacto entre ellos, compartiendo todo. Por primera vez en la vida yo había visto de cerca un beso entre dos personas del mismo sexo y no un beso cualquiera, un beso bueno, donde Gabriel dominaba a Giovanni con cada movimiento, donde se notaba quien dirigía el beso. De reojo, Gabriel me miraba, eso significaba que no lo quería, la rata de laboratorio había caído en el vil truco.
Gabriel rompió con el beso y Giovanni sufría porque demostraba que quería más con sus gestos.
—Bueno —dijo Gabriel mientras se ponía de pie —, es hora de irnos —me ofreció su mano para levantarme —, suerte con Milena, Giova.
Giovanni se cubrió la boca con sus dos manos y no despegaba su mirada de Mercer mientras nos alejábamos.
—No entendí tu experimento —dije después de un largo tiempo.
—Es simple, ¿recuerdas cuando nos besamos por primera vez?
—Sí, es un hermoso recuerdo —sonreí.
—Compara tu reacción con la de tu amigo...
Pensé en todas las diferencias.
—Tú seguiste seduciéndome para obligarme a besarte porque te gusta cuando yo tomo las riendas...sin embargo, él —respiró profundo —se quedó estúpido, tanto que no pudo hablar para reaccionar al respecto.
—No entiendo, yo vi que quería más.
—Exacto, le gustó la sensación de que por una vez en la vida alguien decida sobre él en vez de decidir sobre alguien, siempre se ha sentido así, pero cuando yo lo besé le habría gustado que no fuera yo —desvío su mirada —que fuera una linda chica, ¿te das cuenta? —preguntó asombrado —, apuesto a que mañana querrá buscarme porque él está tan confundido como tú y yo por lo que acabo de hacer.
—¿No será que quisiste darme una lección por haber besado a Celeste?
Negó con la cabeza.
—No soy tu maestro y nunca lo seré —tomó mis manos —solo te demostraré que nadie dudaría lo que es por alguien, menos por mí.
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