Esta noche
—Entonces... ¿Estoy haciendo esto por darle el gusto y la confianza que necesita, pero no porque necesita entrenar ni nada?
—Eso mismo —guiñé un ojo —, pero él no puede saber que ya arreglé las cosas con Laretti y él lo hizo con el entrenador por un favor que me debía, al final, Laretti me dijo que me concedería otro favor que sea personal porque supuestamente siempre pienso más en otros que en mí.
Giovanni llegó con un short ancho y una camiseta blanca que cubría la mayor parte del short, estaba listo para el entrenamiento.
Aunque Eros no le dijo mucho, se estuvieron quitando la pelota por una hora entera; la otra media hora, Eros le estuvo enseñando como encestar correctamente, doble ritmo y otras cosas de ese deporte que no entiendo.
El cielo oscurecía más rápido por el invierno y ellos seguían jugando, corriendo, empujándose, golpeándose.
—¿Oye y por qué tienes el ojo morado y los nudillos rojos? —preguntó Giovanni cuando terminaron su "entrenamiento".
—Esto —señaló su ojo —es porque hoy hubo una pelea y tengo dignidad, y esto —puso su mano en forma de puño —es porque tengo ataques de ira o a veces solo me aburro un poco y golpeo paredes, miren —golpeó una pared con ladrillos —estuve así todo el camino.
—¿Duele? —pregunté.
—Yo ya no siento dolor —dijo mientras pasaba sus dedos por la pared de ladrillos.
—Te ves tan pacífico —añadió Giovanni.
—Espero que no llegues a las estatales —advirtió Eros —, soy el capitán de mi equipo y no por nada nos dicen los malditos, no me agradaría hacerte daño.
—¿Y Laretti? —preguntó él con duda.
—Laretti es un ángel —respondió riendo.
Llegamos a la casa de Giovanni y lo despedimos antes de que entrara.
Apenas cerró la puerta, Eros entrelazó sus dedos con los míos y sentí sus nudillos marcados y sus manos con las venas saltadas, me sentía extraño porque todo el tiempo que estuve con Gabriel...conservaba siempre sus manos como dos tesoros, en realidad cuidaba todo su cuerpo y todo lo suyo como si fuera lo más valioso del mundo.
—Ariel —me dirigió su mirada en medio de la oscuridad —, a tu lado siento que vuelvo a la vida, que no quiero volver a mi casa a sentir el golpe de realidad.
—¿Por qué peleaste hoy? —pregunté dudoso.
Eros se lo pensó un momento y siguió caminando.
—Porque me dijeron joto —sus ojos iban en cualquier dirección con tal de no mirarme —y yo no soy joto.
Lo solté y metí mis manos en los bolsillos de mi sudadera.
—¿Y por qué estás conmigo? ¿Por qué quieres besarme? ¿Por qué tocas mis manos? ¿Por qué me dices cosas así si no eres lo que pienso?
—Son muy buenas preguntas —suspiró.
Lo miré con indignación, estaba jugando conmigo, jugando con mis sentimientos, jugando con todo lo que yo era.
Cuando volteó su cabeza para observar un árbol, yo corrí, corrí lo más rápido que pude, y sí, Ulises tenía mucha razón, no peso y puedo correr tan rápido como ladrón con bolso en mano, o quizá solo era la adrenalina que corría por mi cuerpo, la furia, la tristeza.
Después, llegué a mi casa, escalé por el árbol frondoso que cargaba con la pequeña habitación que tenía, solo para llegar ahí y entrar a mi cuarto de una forma no tan ruidosa y fuera de preguntas incómodas que no tenía ganas de responder. Me senté en los cojines y observé a mi alrededor las notas de Gabriel Mercer que había pegado por doquier, los fragmentos de poemas o cuentos que él subrayó y algunas notas que compartimos cuando él estaba en la escuela. Arranqué una nota vacía de color rojo y empecé a escribir lo que sentía, lo que sufría.
"He conocido a alguien que me recuerda mucho a ti, Gabriel Mercer. Su tono de piel es tan similar, las facciones de sus rostros son tan iguales, comparten esa misma nariz respingona y pequeña...pero hay una gran diferencia en el aspecto físico: los ojos y el cabello, tus tonos son muy claros comparados a los que él lleva; y si hablara de sus sentimientos, en todo sentido él es más oscuro: es insensible, no sabe tomar buenas decisiones, es todo un salvaje frente al mundo para no demostrar que es más suave que un algodón por dentro. He encontrado a alguien que se parece a ti, Gabriel Mercer, y sí, quizá haya un montón de personas que se parezcan a ti, ¡pero qué tan diferente es! ¡Qué tan desiguales son sus corazones!"
Despegué la nota y la coloqué junto a las que me escribía Gabriel en clases, no era la única nota roja después de todo.
La noche era tan silenciosa que cualquier ruido la abrazaría y le clavaría un cuchillo en la espalda y eso fue lo que pasó, por primera vez escuchaba un ruido que no era mío en las escaleras de madera que llevaban al sitio en donde me encontraba, y al final del camino, en el punto más alto, estaba Eros sosteniéndose con equilibrio y mirándome con esos ojos oscuros y majestuosos que lo caracterizaban, con esa alma oscura y débil que poseía.
—¿Qué haces aquí? —pregunté molesto.
—De todas mis relaciones amorosas he aprendido que lo peor es lastimar a alguien y no disculparse, y es aún peor si lastimas a alguien muy querido, pero es más trágico si lastimas a alguien y dejas que duerma con tristeza y rencor porque es más difícil que se le pase —respondió y se sentó en el piso.
—¿Me estás pidiendo disculpas sin disculparte?
Meneó la cabeza de un lado a otro para expresar confusión y luego de unos segundos lo entendió y negó muy seguro.
—Discúlpame —tomó mis manos —, no quise decirte eso, es solo que...odio que me molesten, tú comprenderás —hizo una mueca de disgusto y luego me soltó —. Cuando te vi solitario en aquella fiesta yo pensé algo como: no es para mí; pero ignorando lo que pensaba me acerqué a ti de una manera indirecta, y cuando recuperaste mi anillo por beber ese vaso de ron, sentí como...si quisiera vomitar, no en un mal sentido.
—Se llaman mariposas.
—Abejas, zancudos, polillas, mariposas... ¡da igual!, me sentí especial a tu lado, sentí como si de todas las personas que estaban en aquella fiesta solo me miraras a mí, solo me tomarás atención a mí, solo te preocuparas por mí.
Me limité a guardar silencio, preferí observar todas las notas que estaban pegadas alrededor nuestro. Eros hizo lo mismo, luego se paró y arrancó una de las tantas notas.
—"Aunque digan que es malo, yo me siento en el cielo" —leyó sosteniendo la nota muy cerca de su rostro.
—¿Cortázar? —pregunté con duda.
—Efectivamente —sonrió —, ¿me la puedo quedar?
—Ni lo pienses —extendí mi mano para que me la entregara —es una de mis posesiones más valiosas —me recordaba a Gabriel Mercer, ya que escribió esa nota y la pegó en la página treinta y cuatro de biología.
—Qué linda es tu letra —observó el pequeño retazo de papel —, es tuya, ¿no?
Preferí no responder y volver a pegar la nota en su sitio.
Despegó un montón de notas más y las leyó en su mente, pegando de nuevo las que no le agradaban y recolectando las que le gustaban.
—¿Tú has escrito todo esto? —levantó las notas —Porque de ser así...serías el romántico del siglo, es decir, hay tantas citas y a la vez tanta creatividad; escucha —aclaró su voz tosiendo un poco —: "Estar sin ti me ha hecho pensar en por qué te extraño tanto cada día y me he dado cuenta de algo muy importante, puedo vivir sin ti pero me niego a hacerlo, me niego a dejarte, me niego a todo lo que no tenga que ver contigo porque tú me enriqueces, me haces grande, me fortaleces."
No había leído esa nota jamás, ¿Gabriel Mercer? ¿Eres tú?
Observé la nota de cerca, y sí, era de Gabriel Mercer por la letra bien dibujada y redonda, por la forma de expresarse y por el color de la nota, él siempre usaba los mismos colores pasteles (azul, rosa, amarillo y verde). Cuando Eros volteó a ver más notas mis ojos lagrimearon un poco, lo extrañaba y también me negaba a vivir sin él, pero mis acciones decían lo contrario.
—¿No quieres ir a un sitio más ruidoso? —preguntó luego de mucho tiempo.
—¿A dónde?
—Es sorpresa.
Bajó rápidamente por las escaleras y yo solo lo seguí sin ningún motivo, tenía la sensación de que el lugar ruidoso no era bueno.
Se detuvo en una pared de ladrillos pintados de negro y tocó la puerta como si fuera su clave secreta.
—¿Otra vez tú? —un hombre con lentes oscuros abrió la puerta y nos miró de pies a cabeza.
Eros rió y les mostró una identificación solo enseñando el año.
—Esta es la identificación de mi amigo —me señaló —y aquí bien claro dice dieciocho, tan solo resta el año.
El hombre restó el año de nacimiento con el actual con sus dedos y contando en voz alta.
—Tienes razón, pasen —dijo haciéndose a un lado.
—Deberías guardar mejor tus cosas —me susurró —, cualquiera podría robarte la identificación y tú no te darías cuenta.
—No tengo dieciocho —comenté —, aún no es octubre.
—Aún no es diciembre para que yo tenga dieciocho, pero el tipo de la puerta sabe que yo tengo diecisiete —levantó los hombros —en cambio tú...no sabe nada de ti.
Alrededor nuestro bailaban un montón de mayores de edad alborotados, las luces azules alumbraban todo el salón y el olor a alcohol penetraba mi cerebro.
—Hey —Eros hizo que me concentrara de nuevo —, te traje aquí a bailar, se nota que andas estresado.
—¿Y cómo se baila eso? —hice referencia a la canción que estaba sonando.
—No tengo ni la menor idea —tomó mi mano —, solo diviértete...no hay una forma específica, aquí todos saltan y gritan la letra de la canción hasta gastar su garganta.
Eros tomó mis manos y cantó el ritmo de todos, yo solo reía, por supuesto que me sabía la canción, era un "clásico", pero no tenía el ánimo para hacerlo hasta que sonó otra.
—Esa me gusta más que la anterior —comenté sonriendo.
—¿Sí? —preguntó contento —Entonces —pensó —vamos a otro sitio —corrió hacia un lugar donde los ladrillos negros tenían una forma extraña, la construcción del salón llegaba a su fin de una manera abstracta y desolada, no habían personas ahí, pero cómo se escuchaba la música —. Como dice la canción: esta noche quiero todo de ti.
—¿No dice "dame todo de ti esta noche"?
—Es lo que menos importa ahora —se acercó a mí e hizo que por la presión de su persona me sentara en esa pequeña elevación de ladrillos que había —. Me acabo de dar cuenta de que tienes pecas —sus ojos brillaban —y unos ojos muy hermosos, azules...tú serías como la marea de mi océano.
—¿Seguro? —pregunté dudoso —¿No sería las cenizas de tu fuego?
—No, nunca —dijo con seguridad —. "Give me everything tonight" —cantó al compás de la canción mientras apretaba mis manos y acercaba su rostro al mío.
De nuevo ese olor que me volvía loco y me recordaba a Gabriel Mercer, me consumía, ¿cómo negarlo? Eros en cierta parte me volvía loco; tenía un no sé qué que me gustaba: sus expresiones, su manera de explayarse, su forma loca de vivir la vida, sus pensamientos extraños y su brujería.
—Sabes...Ariel —se alejó como arrepintiéndose —, desde el primer momento supe que eras alguien especial —le daba vueltas al anillo que recuperé esa noche en la fiesta —pero...son tantas cosas —suspiró —, no, olvídalo —negó con la cabeza —. Vámonos antes de que diga o haga algo estúpido, nada puede arruinar esta noche.
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