El día

GABRIEL_22:01

Oye Ariel...necesito hacerte una pregunta.

ARIEL_22:01

Dímelo.

GABRIEL_22:02

¿De qué manera está organizada tu escuela? Ya sabes...clases y eso.

Su pregunta me parecía extraña.

ARIEL_22:05

Pues...antes cada sección tenía su clase y eso, pero ahora...todos nos movemos constantemente, por ejemplo: si me toca biología tengo que ir al salón B-3 o al LB-4, si es un curso de ciencias o de emprendimiento depende mucho lo que nos diga el delegado del salón. ¿Por qué?

GABRIEL_22:05

¿Me puedes decir todas tus clases de mañana?

ARIEL_22:05

Mierda... ¡qué controlador!, mañana: R-2, B-3, A-5, L-5, FR-1.

GABRIEL_22:06

¿R es la clase de religión?

ARIEL_22:07

¡Acertaste!, pero hay dos clases con diferentes maestros, por eso estoy en la 2. Aunque créeme que no soporto a esa vieja loca, nos deja un montón de tarea...está enferma.

GABRIEL_22:07

¿Puedo ayudarte?, ya sabes...religión, yo sé de esas cosas.

Y sin pensarlo le pasé todo lo que tenía que hacer, el trabajo era gigante, inmenso, enorme; no me entraba en la cabeza como es que la vieja loca que me enseñaba quería que su curso fuera uno de peso.

Gabriel como siempre me ayudo en casi todo: yo le pasé información y él me pasó un documento con la información seleccionada de la más relevante a lo que no sirve, subrayado respectivamente y resumido mediante colores, solo alguien como él era tan organizado...

Había terminado prácticamente todo el trabajo, solo debía llegar a la clase, cortar las imágenes y pegar todo.

A la mañana siguiente llegué temprano a la escuela y preferí adelantarme con la elaboración de mi "trabajo en clase", ya que sabía cómo era la maestra, era capaz de darnos media hora por un trabajo tan extenso. Poco a poco todos llegaron y algunos esperaban pacientemente a la señorita Berenice, mientras que otros solo deseaban que no llegue.

De pronto, la puerta que cerraron mis compañeros se abrió dejando el pase no a la señorita Berenice, sino...a Gabriel Mercer. Con una belleza natural y espectacularmente arrogante, como siempre me impactaba, llevaba puesto un traje negro con camisa blanca y corbata roja; se veía mejor que cuando usaba camisa negra, mejor que nunca.

—Buenos días... —dijo observando a todos.

Le respondimos al unísono parándonos, y mientras lo hacíamos él caminó rápidamente al escritorio a dejar el maletín, se apoyó en la mesa con una pose interesante y cruzó sus brazos.

—Quizá esperaban a la señorita Berenice —sonrió —, lastimosamente no pudo venir por un compromiso así que para su mala suerte yo estoy aquí. Tal vez algunos me conocen —bajó sus ojos hacia mí —, para los que no —tomó un plumón negro y escribió en la pizarra —mi nombre es Gabriel Mercer, y solo por unos cuantos días, tal vez menos de lo esperado, estaré a cargo del curso de religión por los inconvenientes que les comenté anteriormente —suspiró —, comenzaremos con el trabajo de una vez —prendió el proyector —les daré una breve explicación sobre el tema del Infierno y lo que resta de la hora estará destinado al trabajo manual —cogió las hojas que estaban dentro de su maletín —. En la rúbrica dice que solo es un tríptico dedicado a la evangelización —arqueó las cejas —, pero es muy aburrido y confuso...por lo que pueden hacer tríptico, collage o infografía, ¿empezamos?

Todos lo miraban estupefactos y como a mí no me sorprendía empecé con el trabajo de una vez porque ya había leído la información y tenía cierto conocimiento del tema.

—¿No quieren trabajar? —dijo riendo —Está bien, ¿qué desean hacer?

Nos mirábamos entre todos, estaba claro que Gabriel Mercer los intimidaba hasta a los más bravos.

—Queremos conversar —gritó alguien desde atrás.

Gabriel lo pensó un momento.

—¿Y si conversamos mientras trabajan?

Todos asintieron y comenzaron el trabajo de una vez, aunque yo ya tenía casi más de la mitad avanzado.

—Y de paso me dicen los temas que desean saber —sonrió —cumpliría con lo que dice en todos los documentos —levantó un file lleno de papeles —, pero los leí ayer y no son la gran cosa, estoy seguro de que odian que les repitan lo mismo una y otra vez, cansa.

Algunos seguían estupefactos, nadie en su sano juicio había dicho que los temas de la señorita Berenice eran repetitivos y sofocantes.

—¿Usted es "seminarista"? —preguntó Noah.

—Sí, por supuesto.

—¿Y qué significa eso? —preguntó Milena.

—Significa que soy un estudiante de seminario —sonrió —; pero también significa ser piadoso, amable, estar lleno de amor constante —suspiró —y...es renunciar a ti mismo y renunciar a todo aquello que te aleja de Dios.

—Entonces no eres uno realmente —dije balbuceando.

—¿Disculpa? —Gabriel se apoyó en mi mesa y me miró directamente a los ojos.

—Nada...

Gabriel se acercó al computador y colocó sus documentos.

—Dentro de un momento les proyectaré algunos datos sobre el infierno, si tienen más preguntas solo levanten la mano.

Jamás en mi vida había visto que mi clase sea tan tranquila y tan callada, me sorprendía que nadie quiera hacer alboroto, que solo lo miraran como a un ángel y no hicieran nada para hacer que se moleste.

Se sentó en el escritorio y cogió su celular para revisar quién sabe qué.

Vi que levantó la mirada, pero no para dirigírmela a mí: detrás estaba Giovanni levantando una mano, ¿qué quería de Gabriel?

—¿Puedo hablar con usted? —preguntó tímido.

Asintió y Giovanni se acercó al escritorio. Por suerte yo me sentaba al frente del escritorio del docente y podía escuchar todo.

No escuchaba nada, no obstante veía sus gestos y mientras Giovanni al parecer le decía algo serio, Gabriel solo lo vacilaba y ponía expresiones simpáticas y divertidas. Por último, Gabriel le dijo algo tajante y Giovanni regresó a su sitio un poco dolido y triste.

Me hice el desentendido y evité mirarlo a pesar de que estuviera frente a mí, no quería que supiera que yo era un maldito espía.

—¿Te ayudo en algo? —preguntó en voz baja.

—¿Te puedo tutear o me tengo que dirigir a ti como "usted"? —pregunté y crucé mis brazos.

Rió y negó con la cabeza.

—No es necesario, Ariel —sentí que saboreó mi nombre cuando lo dijo.

Él cogió una de las hojas de imágenes u empezó a cortar una por una.

—¿Qué tal si hoy almorzamos juntos? —pregunté entusiasmado.

—¿A qué hora es tu almuerzo?

—A la una y media.

Dejó de cortar para buscar en el maletín un horario pequeño, revisó todas las horas y efectivamente, su almuerzo también era a esa hora.

—Está bien, hoy almorzamos juntos.

Gabriel se levantó de su sitio y comenzó a merodear por la clase, se notaba que quería ver los trabajos y a veces se quedaba quieto mirando algún trabajo solo para incomodar al alumno.

—Bueno, chicos —dijo fuerte y claro —, ahora si me dirán los temas que quieren tratar, pero antes necesito alguien que anote eso —miró a todos —, ¿quién se ofrece?

La única que levantó la mano fue Milena por lo tanto ella ahora era su esclava, no sexual pero era su esclava.

—¿Qué cosas quieren saber? —preguntó.

—Los ángeles —dijo alguien de atrás.

—Seres maravillosos —respondió.

—El Apocalipsis.

—Puede ser, pero no puedo hablarles mucho de eso porque podría equivocarme, sin embargo, haré mi mejor esfuerzo si es que no hay temas mejores.

—La homosexualidad en la iglesia —solté yo.

Por única vez en mi vida de estudiante había llamado tanto la atención solo por decir homosexual en voz muy alta.

Gabriel se sorprendió y pensó.

—Sí puedo responderte eso, ahora —lo había incomodado —. Pues...ni yo, ni tú, ni nadie tiene la capacidad de juzgar a alguien que sigue su camino de creación y que respeta y sigue a la iglesia, considero que todos existimos por algo y si alguien de aquí es homosexual y se aleja de la Iglesia por ese motivo me parecería algo demasiado estúpido ya que según todo lo que sé solo Dios puede juzgarte.

—¿Eso no sería afectar la naturaleza? —preguntó otro chico.

—¿Cuál es tu nombre?

—Ulises.

Gabriel cargó la silla del escritorio del maestro y la posicionó al frente de Ulises, quien se notaba intimidado y arrepentido por preguntar.

—¿Qué es "natural" para ti? —se apoyó en el espaldar.

—Un hombre y una mujer —tragó saliva —, porque así pueden procrear y eso, no creo mucho en que la homosexualidad tenga una esperanza de vida en esta sociedad, además no sé...son tan repugnantes.

—Yo como seminarista, considero que hay una gran diferencia entre causar escándalo y amar, ¿no? —hizo que todos asintieran —Si dices que son repugnantes... ¿qué pasaría si te digo que soy homosexual? ¿Me mirarías de la misma forma? ¿Me hablarías? ¿Permitirías que me acerque a ti? ¿O solo sería un ser repugnante? ¿Qué pasaría si te digo que tus amigos son "antinaturales"? ¿Seguirías estando con ellos? ¿Tus juicios indebidos harían que rompas toda amistad con ellos? ¿Qué pasaría si te dijera que ser natural es repugnante? ¿Seguirías pensando así?

—No debemos alterar el orden de las cosas —titubeó —leí que era una enfermedad y...

—Es como que digas que todos estamos enfermos por ser como somos y seguir lo que nuestro corazón nos dice —dijo serio —nadie puede juzgar a nadie, ellos no te juzgan a ti y tú no juzgas a los demás, ¿alguna otra pregunta?

Giovanni, Marlene y yo éramos las únicas personas que sabíamos por qué Gabriel había atacado tanto al pobre Ulises, y era porque lo ofendió y ofendió su ser. Los tres nos miramos disimuladamente y miramos a Gabriel, se había exaltado un poco pero siempre con una actitud tranquila.

Al terminar su hora, Gabriel buscó a Milena para que le diera los temas que ella había anotado y todos nos fuimos a otra clase no sin antes entregarle el respectivo trabajo en clase.

Yo fui el último a propósito y me quede sentado en la mesa.

—Ariel —levantó su mirada —, ya tienes que ir a tu otra clase...

—Me iré apenas me des un beso —señalé mis labios y me acerqué a su escritorio.

Rió y observó a todas las esquinas.

—¿En los salones hay cámaras?

Negué con la cabeza y me acerqué a su rostro, él plantó un agresivo beso en mis labios, mordiéndolos, haciendo lo que se le plazca con ellos, acariciando nuestras bocas, casi comiéndonos. Y de pronto la puerta se abrió haciendo que yo me separe de él.

—Oh, ¿interrumpí algo? —preguntó Giovanni, el cual había entrado a la clase sin tocar.

—No, nada —respondió Gabriel sarcástico e inmediatamente se separó de mí.

Me despedí de Gabriel y salí con Giovanni para llegar a tiempo a nuestra próxima clase, él me observaba de una forma extraña y confusa, odiaba que me mire así.

—¿Por qué me miras así? —le pregunté dándole un codazo.

Inmediatamente dejó de mirarme y continuó caminando a paso rápido para llegar puntual.

La mayoría de mis clases eran con Giovanni, a veces Giovanni y Celeste y difícilmente solo Celeste. Según ellos, yo actuaba de una forma extraña, Celeste decía que yo era increíblemente decepcionante: hacía cosas inesperadas, nunca sabían cómo iba a reaccionar y mi liderazgo solo surgía cuando lo ameritaba; pero eso de cautivar y alejar es parte de la vida, o eso creía yo.

Cuando llegó el primer receso corrí a ver a Gabriel, y aunque no sabía su horario supuse que estaba de vago en su clase corrigiendo trabajos. Lo vi desde la pequeña ventana de la puerta y la empujé para entrar.

—Eres elegante hasta para comer una manzana —bromeé.

—Obviamente —rió fanfarroneando.

—¿Qué haces... —me acerqué —con todas estas cosas?

—No puedes quedarte aquí... —exhortó —estoy leyendo el reglamento y ningún alumno puede quedarse en clases, te pediré amablemente que te vayas.

Estuve pasmado por lo que me había dicho, él era más decepcionante que yo, quizá decepcionantemente increíble.

—No quiero irme —hice una mueca triste como burlándome del estúpido reglamento —el receso es mierda.

—¿Ah, sí? —preguntó divertido y se paró del escritorio —Entonces vete a la mierda.

Gabriel me empujó hasta la puerta y la cerró con llave en mi cara, me miraba a través de la ventana y con su aliento logró empañarla del todo, en ella escribió "lo siento".

Gabriel no me preocupaba tanto, después de todo él era así...apegado a un reglamento, siempre correcto; él jamás permitiría que alguien lo corrompa, menos yo.

Ya solo faltaban dos horas o quizá menos para poder almorzar con Gabriel, me ponía tan ansioso que a veces iba al baño para pasar por su clase, y eso que había otro cerca a la mía. Tan solo pensar en la sensación que tendría al ver almorzar a Gabriel, sentía que mi estómago se revolvía...muchos llaman a eso "mariposas".

—¿Hoy almorzamos juntos? —le pregunté a Giovanni a penas toco el timbre.

—Siempre lo hacemos, a menos que tú quieras estar solo...

—Estará Gabriel —sonreí —, ¿te molesta?

Él negó con la cabeza y nos paramos de la silla para ir al comedor.

Recogí mi almuerzo como siempre y escogí una mesa no tan central para no llamar tanto la atención, no sabía si empezar a comer o comer cuando él recién llegara.

A lo lejos, Gabriel caminaba con una bolsa y un archivador, por suerte nadie lo vio, sin embargo, era extraño que almuerce con nosotros debido a que los profesores tenían su propia mesa.

—Hola, Gabriel —saludé risueño.

—Solo los amigos me llaman así —bromeó.

—¿Qué traes en esa bolsa? —preguntó Giovanni intentando mirarla.

—Ah...eso —bajó su mirada —, hoy me tocó también con primer año, insistí en que se quedarán con sus manzanas pero no quisieron y ahora tengo como treinta.

—Jamás he entendido esa tradición de las manzanas —intervine.

—Se puede asociar con varias cosas —sonrió Gabriel —como signo de sabiduría por la Biblia o como signo de gratitud y de pago, eso daban en varios países cuando había crisis y era como un agradecimiento a los profesores: manzanas.

—Te dieron manzanas verdes —observó Giovanni.

—Sí, dijeron que la señorita Berenice solo come manzanas verdes...

—¿No almuerzas? —pregunté.

—Aquí tengo mis manzanas —tomó la bolsa y comenzó a moverla.

—Comida de verdad —insistí.

—Las manzanas son comida —rió —. ¿A quién engaño?, la verdad es que olvidé traer dinero...

Rebusqué mi bolsillo entero y encontré un billete, lo puse encima de la mesa y se lo pasé a Gabriel.

—El millonario —se burló Giovanni.

—Gracias —Gabriel miró primero el billete y luego a mí.

Regresó con una bandeja igual a la que yo tenía y comenzó a comer como si no lo hubiera hecho antes.

—¿Y cuándo nos entregarás los trabajos? —preguntó Giovanni sin quitarle la vista al archivador.

—Hoy —respondió con la boca llena —. ¿Acaso ustedes no son amigos de Celeste? ¿Por qué no está aquí?

—Al parecer tu sola presencia aquí le incomoda y por eso se fue al grupo que antes odiaba —señalé a las 4M y Mercedes.

Gabriel volteó a verlas y ellas rieron al sentir su mirada y le coquetearon con risas traviesas.

—Oye, Ariel —sonrió malicioso —, ¿a cuál le gusto más?

Giovanni y yo nos reímos simultáneamente ante la amena pregunta de Gabriel.

—Dime, Gabriel —Giovanni agarró una manzana de la bolsa y la mordió —, ¿cuál es tu truco para conquistar mujeres?

—Pues —cogió otra manzana también y la mordió, luego cruzó sus brazos apoyándose en el espaldar de la silla aun con la manzana en sus manos —, no hago nada, quizá a ellas —miró a la mesa de las 4M —les gusta ser ignoradas.

—No es cierto —tomé otra manzana y la mordí —tú le coqueteas hasta a mi mamá.

—Fuertes revelaciones —Giovanni siguió comiendo su manzana.

Los tres reímos como si nada más importara y al terminar el receso cada quien fue por su camino.

A la última hora Gabriel recorrió los salones en búsqueda de los alumnos para entregarles sus trabajos, diciendo que si había algún reclamo se acercaran a él a la salida, pero para ser sinceros yo tenía una de las máximas notas: un diez, nota sobresaliente; y me intrigaba saber si porque mi trabajo había sido bueno o si era porque me amaba...

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