Dieciocho

—Por fin... ¿De qué se van a disfrazar? —preguntó Mercedes acostándose en mi cama.

—¿No iban a ser Batman y Catwoman? —pregunté inocente.

—No más —respondió Giovanni apenado —conversamos un poco acerca del tema y Celeste será Morticia, por lo que yo seré Gomez.

—Yo seré un espanta pájaros —comentó Mercedes —. Faltas tú, Ariel, ¿qué vas a ser?

Y antes de poder responder con un "no lo sé, recién lo comienzo a pensar", mi celular comenzó a sonar debido a que había una llamada entrante de Gabriel Mercer.

—Tengo que —dudé —, solo esperen —salí de mi habitación y me dirigí hacia la puerta principal para abrirle a Mercer —. Hola.

—Traje cerveza —levantó una caja —, ¿tus amigos raros ya están aquí?

—Eres el único que faltaba —levanté los hombros —, diez malditos minutos tarde. Sígueme, todos están en mi habitación.

A ojos cerrados, Gabriel Mercer subía las escaleras detrás de mí, sin saber lo que realmente estaba pasando.

Todos se encontraban acostados en mi cama, mirando al techo como si la vida se los hubiese tragado y les demostrara que no valían absolutamente nada.

Gabriel y yo nos miramos primero y luego observamos a todos mis amigos con una depresión infinita.

—Tengo cerveza —Gabriel movió la caja como para animarlos.

Giovanni miró de reojo y luego se levantó, haciendo que las chicas vayan en fila a recoger su botella.

—Confieso que nunca he bebido cerveza —le comenté a Gabriel.

—Los dos hemos descubierto y probado por primera vez muchas cosas juntos —bebió un sorbo —no debería sorprenderte.

—Muy cierto —interrumpió Celeste —, Ariel nunca ha bebido una maldita cerveza.

—Nunca nos la aceptó —reclamó Mercedes —, ¿acaso es porque no tenemos ojos dulces y mirada penetrante?, por cierto, está muy suave —bebió otro sorbo —, ¿es artesanal?

Gabriel asintió, explicó que las cervezas artesanales eran más deliciosas que las normales debido a la manera en las que estaban hechas, a procesos de alcohol que ninguno de nosotros comprendíamos...solo asentíamos con la cabeza escuchando con atención lo que decía aunque no entendíamos ni una mierda de lo que Gabriel estaba hablando.

—¡Química pura! —exclamó Gabriel al terminar de contar todo el proceso de una cerveza.

—¿Te soy honesto? —preguntó Giovanni para que nadie respondiera —No entendí ni un demonio, pero...muy interesante, Mercer. ¿De qué te vas a disfrazar? Supongo que tendremos que maquillarte mucho si es que tú y —volteó los ojos hacia mí —, ya sabes, esas cosas no se dicen. Mercedes es una experta en maquillaje monstruoso —seguía hablando —. ¡Mercedes! ¿Qué le puedes hacer a este muñeco de porcelana en la cara? —lo tomó de la quijada y lo levantó hacia la vista de Mercedes.

—Pues —mordió su labio inferior y lo miró fijamente como para seguirle el juego a Giovanni —, es el chico más guapo que mis manos maquillarán, tantas cosas que podría hacer con él —suspiró pasando el dedo índice por los labios de Gabriel —, hay posibilidades infinitas, ¿qué quieres que sea, Ariel? Es tu cumpleaños, puedes elegir.

—¿Se dan cuenta de lo que están diciendo? —preguntó Celeste indignada —¡No es una cosa! Si le van a hacer algo a Gabriel sería mejor que le pregunten a él mismo.

—¡Qué aburrida! Pero está bien —Mercedes volteó los ojos —, ¿qué quieres ser, mi amor?

Mis amigos y yo nos quedamos en silencio a esperar la gran respuesta de Gabriel Mercer, el cual nos miraba con una expresión muy extraña.

—Insisto en que quiero ser un vampiro.

—Un vampiro serás —Mercedes sonrió y de inmediato extrajo todo su maquillaje —, sin embargo, no serás uno convencional.

Aplicaba capas de base para el rostro muy claras y con una esponja las difuminaba una y otra vez. La forma en la que lo hacía se veía simple: cierra los ojos, no te muevas, mira hacia arriba, pon los labios como si fueran de pescado, no cierres los ojos; le decía Mercedes cada que aplicaba algo nuevo en su rostro. Gabriel Mercer era su lienzo, tomaba desde los colores más claros hasta los más oscuros haciendo que no se atiborren, que sí guarden orden y estética, que contrasten, que combinen.

—Me encanta este hermoso hombre que veo a través del espejo —fanfarroneó Gabriel mientras lo sostenía por el mango —, ¿no crees que es hermoso, Ariel?

—No, es narcisista —respondí riendo.

—Mercedes...me fascina lo que hiciste con mis ojos, sin embargo, creo que en estos momentos odio su color porque o combinan mucho —Gabriel parpadeaba rápido para ver las sombras negras y rojas —. Entonces...haga lo que haga con mi rostro, ¿no se correrá?

—Hagas lo que hagas —afirmó —pueden darte un beso francés extremo, puedes hacer sexo oral o hasta beber directamente del barril...no, mejor no hagas eso —dijo un poco espantada —a lo que quiero llegar es que no se va a correr a menos que hagas algo realmente húmedo, no sé si me explico.

Él asintió y Mercedes continuó con el siguiente: Giovanni, luego sería Celeste y al final yo; porque no tenía una idea clara de lo que quería.

—¿Desde cuándo Gabriel, Mercedes y Giovanni son buenos amigos? —susurró Celeste —¿Me perdí de algo?

—De nada —dudé —, solo es cuestión de conocerlo...

—Es petulante, narcisista, abyecto; ¿por qué querría conocerlo más? Su simple presencia me da escalofríos.

—Aunque no lo creas es una persona muy linda cuando lo conoces —suspiré mientras miraba como los tres se reían y se hacían bromas entre ellos.

—¿Te gustaría que fuéramos amigos?

—¿Mis dos personas favoritas? Por supuesto.

—Oye, Ariel —dijo preocupada —, ¿crees que puedas cubrirme por unas horas? Tengo que hacer unas cosas y...luego volveré. Le dices a Mercedes que yo me maquillo sola, tengo que desaparecer antes de que se den cuenta.

—¿Harás alguna locura?

—Esta noche lo averiguarás —sonrió risueña y luego sin hacer ruido se paró y se retiró de mi habitación.

Ninguno de mis amigos se sorprendió al saber que Celeste había desaparecido con sigilo, ya la conocíamos, ella siempre con sus locuras y misterios desapareciendo todo el tiempo.

Al final, Mercedes terminó maquillándome de una manera similar a Gabriel, solo que menos sangriento y con más negro que blanco porque mi rostro ya era pálido. Yo era un quién sabe qué, Gabriel era un vampiro extraño, Giovanni era Gomez sin Morticia y Mercedes era un espantapájaros (suponía que era en honor al Mago de Oz); cuatro extraños caminando en medio de la noche hacia "la casa embrujada", cuarto extraños atravesando a un montón de niños con calabazas y dulces, tres adolescentes extraños y un adulto caminando por las calles en Halloween a las nueve de la noche.

Al llegar a la famosa casa embrujada me lanzaron confeti por mi cumpleaños, estaba repleta de gente y de alcohol, pero lo más importante era que todos estábamos casi irreconocibles, menos yo por el cabello.

—¿Y ahora qué? —preguntó Giovanni sin dejar de buscar a Celeste con la mirada.

—¿Hay alguna habitación aquí que me permita estar a solas con Ariel por un momento? —preguntó Mercer apoyándose en la pared más cercana.

—Oh —pensó Mercedes.

—Quiere darle su "regalo" —dijo Giovanni entre risas —. De frente y a la derecha —indicó —, y Mercer...sin gorro no hay fiesta —rió mientras le entregaba algo a Gabriel —. Por favor, Gabriel, no me mires así...luego no quiero ver una nota de papel pegada en el cuarto que diga "bienvenido al SIDA".

—¿Qué estás insinuando? —pregunté negando con la cabeza.

Y justo antes de que Giovanni responda mi pregunta, Mercer tomó con fuerza la manga de mi casaca y la jaló con fuerza hasta el lugar oculto. Nos sentamos en el piso tapizado solo de esa parte de la casa embrujada y un silencio increíble inundaba el lugar a pesar de todo el ruido que las personas y la música provocaba.

—Ariel —comenzó —, sé que estos días no han sido los mejores, que mi actitud ha sido indómita, que recién ahora estoy siendo alguien razonable y justo con lo que pasó entre nosotros dos, que solo en estos momentos estoy poniendo de mi parte para hacer que todo este círculo viscoso funcione.

—No entiendo...

—Lo que pasó me afectó más de lo que crees —suspiró —, pero...la voluntad y la actitud son dos armas que pueden llegar a hacer milagros frente a esta clase de dificultades que surgen entre varias personas a lo largo de su vida. Hubo un tiempo en el que dejaste de importarme, para ser precisos...exactamente un mes. Ya no hablábamos, ya no te daba tanta importancia, éramos...distantes aunque literalmente lo somos. Pero...algo pasó, volviste; volviste con esas palabras lindas y risueñas que me enamoraron al principio, volviste con esos chistes que solo a mí me causan gracia, volviste con tu carácter tierno y sentimental que siempre me cautivó, volviste con ese amor característico tuyo, un amor que hasta ahora no olvido; y cuando estaba a punto de tirar todo lo nuestro por la borda, porque llegué a pensar que te había superado y olvidado: volviste. Lástima que ese amor tuyo solo dura por horas, máximo por días cuando no encuentras a alguien más; lástima que te tome tanta importancia que tiendes a destruirme todo el tiempo, insignificante o no, termino mal, termino devastado y vacío. Y cuando piense de nuevo en que todo ha acabado, como lo he hecho cada vez que me distanciaba de ti, seguirás volviendo, ocasionando un círculo vicioso del cual aún no aprendo —sus ojos penetrantes me envolvían en su expresión —y sigo sin aprender, y también sigo teniendo una obsesión con los círculos viscosos —rió para evitar que sus ojos se cristalicen —, ¿realmente me quieres tanto como para hacer que esto siga como empezó? ¿Crees que puedas reconstruirme? ¿Crees que puedas hacer que olvide? ¿Crees que estoy exagerando?

—No sé qué decirte.

—Te estoy revelando los sentimientos más oscuros que tengo, ¿y no sabes qué demonios decirme?

—Si te dijera que quiero estar contigo hasta la eternidad, ¿qué dirías?

—Respondería: "siempre" —bajó la cabeza y luego levantó la mirada solo para asegurarse de que era una simple pregunta.

—¿Hasta la eternidad?

—Siempre —respondió sonriendo como antes nunca.

—¿Eso quiere decir que me disculpas? Porque tú me dijiste que disculpar es olvidar y tú aún no olvidabas...

—Primero dime qué significa hasta la eternidad —condicionó.

—Significa que si algún día nos separamos, rompiendo con nuestro "típico círculo vicioso" —expliqué —nos seguiremos amando sin importar qué. Yo siempre seré tuyo y estaré a tu disposición y viceversa, mientras sigamos recordando esa promesa.

—Solo espero que la cumplas...

—Yo también —hice una mueca —y como me conozco tan bien... ¿Qué tal si hacemos otro tipo de juramento? Uno más fuerte.

—¿Hablas de uno de sangre?

Asentí y Gabriel extrajo una pequeña navaja de un objeto multiusos que llevaba en su bolsillo, la tomé y acercándome al botiquín situado en la pared más cercana, desinfecté el objeto metálico y punzo cortante.

Una vez limpio, procedí a hacer una línea firme y fuerte en la palma de Gabriel Mercer, luego él hizo lo mismo y al final entrelazamos nuestras manos combinando la sangre que brotaba de nuestras palmas.

—Ahora sí sería el momento adecuado para darme la bienvenida a una ITS —comentó.

—Creo que somos muy masoquistas —comenté presionando más mi palma sobre la suya.

—¿No crees que ya fue mucho?

La sangre salía a cántaros y ninguno distinguía cuál era cuál, nuestras manos con un tajo en diagonal seguían en carne viva y con sangre combinada.

—¿Cuál es tu grupo sanguíneo? —preguntó Gabriel inquieto.

—Creo que AB+...

—Ah, entonces no creo que importe —levantó los hombros —, solo hay que limpiar y desinfectar.

—Solo déjalo así, ya se secará solo —lo detuve.

—Es raro todo este asunto —señaló su corte —, muy raro —Gabriel tomó un pedazo de la camiseta blanca que llevaba puesta, y, aprovechando su disfraz deshilachado, extrajo un pedazo de la tela, me llevó al baño más cercano y limpio la sangre que tenía alrededor para finalmente colocar el pedazo de camiseta alrededor de mi mano —. Creo que ya está.

—¿Y tú? —pregunté sin dejar de señalar su corte.

—Yo no importo.

Suspiré e intenté hacer lo mismo que hizo conmigo; tomar su mano, mojarla, limpiarla con mis dedos y al final, colocarle un pedazo de tela porque en el botiquín no existía nada más que alcohol y pomadas. Repetí el mismo procedimiento y ahora estábamos casi igual, la diferencia era que mi supuesto vendaje era de color blanco y el de él era negro.

—Entonces ya estamos bien...

—Prácticamente —respondió frío.

—Ya me perdonaste.

—Eso parece.

—Y ya...

—Ariel —me calló —, ¿qué tal si guardas silencio y vamos a beber un poco? Giovanni me dijo que habría vodka.

—¿Y si bailamos? —pregunté siguiéndolo.

—¿Quién eres y qué has hecho con Ariel? —preguntó divertido —Está bien, me parece una propuesta interesante, pero quiero beber así que si me esperas justo aquí...beberemos y bailaremos todo lo que quieras solo porque ya tienes dieciocho.

Asentí y me quedé quieto en un pasillo donde la gente solo se amontonaba para besarse o fumar. No sabía si Gabriel demoraba bastante o si el tiempo pasaba tan lento que hacía que demore, mi intranquilidad dominaba mis impulsos y sentidos.

De pronto, una mano delgada y fría me tomó por sorpresa tocando mi hombro izquierdo, al voltear, era ella, Celeste, Morticia, Celeste...Celeste que ya no era tan Celeste; mi expresión se congeló al verla, ¿por qué? Porque era muy extraño ver a una chica morena hace unas horas y después de un tiempo en el mismo día verla pelirroja, o bueno...con el cabello naranja.

—¿Qué pasó? —pregunté asustado.

—Muchas cosas, verás yo quería —tragó saliva —que nosotros fuéramos iguales, que nos complementemos.

—No tiene sentido...

—Quería que tú y yo comencemos algo hermoso, y creo que esta ha sido la única forma para captar tu atención —mordió su labio inferior —, apuesto a que no sabes que tan difícil es hacer que tú te fijes en alguien, fíjate en mí y que no sea por el cabello.

Me congelé de nuevo en medio del pasillo sin decir absolutamente nada ni a favor ni en contra, quizá era por el cabello o por sus indirectas que seguía sin entender, quizá era por todo y por nada al mismo tiempo.

Al final del pasillo, Gabriel Mercer me estaba observando con dos vasos rojos en las manos, y cuando por fin se dio cuenta de mi momento de incomodidad e inseguridad...caminó hacia mí, como lo haría cualquier amigo.

—Ariel, tenemos que irnos —dijo sonriendo y entregándome uno de los vasos —. Lo siento, Celeste, te lo voy a robar por un momento...

Colocó su mano derecha por detrás de mi espalda e hizo que caminara rápidamente para llegar al patio.

—¿Qué se hizo en la cabeza? —preguntó con una expresión de extrañeza en el rostro.

—Creo que se me estaba declarando —bebí un sorbo del vaso —. Me dijo algo así como que era la primera vez que me fijaba en ella, y que me fije en ella por cómo es no por las mechas que traía.

—Ya era hora, ¿no? —me dio un codazo como si fuera un cretino ganador —No se podía seguir quedando con las ganas de decirte que te amaba desde siempre.

—No quiero romperle el corazón —suspiré —, es mi mejor amiga.

—No te pongas triste, campeón, es tu cumpleaños —acarició mi mejilla —, se va a emborrachar tanto que olvidará todo lo que te dijo, va a beber hasta olvidar que ella misma se decoloró el cabello.

Le sonreí y entramos de nuevo al salón principal por otra puerta para no cruzarnos con Celeste, nos mezclamos entre un montón de gente que bailaba y saltaba entre las luces rojas y nosotros imitábamos ciertos movimientos de los demás ya que todos éramos poco reconocibles.

La noche era tan corta que ya me habían acorralado para hundirme la cabeza en la torta y el reemplazo de esta ya estaba en el estómago de la mayoría de invitados, incluyendo a Gabriel Mercer, quien estuvo conmigo en cada momento tomándome de la mano "vendada".

—¿La de allá es Milena? —preguntaba Gabriel mientras seguía bebiendo vodka del bueno.

—¿Catwoman? Al parecer sí —respondí de la misma forma —, quizá por eso Celeste cambió de disfraz, ¿lo dices porque Giovanni no se despega de ella?

—No puedo creer que haya pasado todo eso desde que me fui —sonrió disgustado —. No te he besado en toda la noche, mi querido Ariel, ahora que todos están casi inconscientes, ¿crees que podamos?

Volteé los ojos burlándome de Gabriel Mercer y planté un beso en sus suaves labios.

—Ponte la capucha —ordenó —, la gente es cruel.

Hice lo que me pidió y seguimos besándonos mientras sonreíamos y recorríamos nuestros cuerpos con caricias en el sillón, probablemente si alguien nos observaba siendo nosotros mismos lo pasaría por alto por la cantidad de alcohol que había en la casa embrujada, no era asunto de los demás lo que hacíamos con nuestras vidas.

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