Confesiones

—Ave María Purísima.

Hace tiempo que no lo hacía.

—Se supone que debes responder: "Sin pecado concebida".

—Lo entiendo... ¿comenzamos de nuevo?

—Ave María Purísima —dijo entre suspiros.

—Sin pecado concebida.

—Te haré algunas preguntas típicas —se escuchaba que tenía sueño —. ¿Hace cuánto que no haces esto?

—Si usted supiera —reí —hace años, muchos años...

—Dios mío, líbrame de esto —dijo en voz baja, como para que no escuche —y... ¿hace cuánto que no vas a misa?

—En realidad, canto ahí, pero si hablamos de comulgar...desde la última vez que me confesé.

—Siempre habrá un lugar para ti en el paraíso si decides aceptarlo, es muy difícil volver y muy fácil irse —dijo más animado que antes —solo me gustaría saber una cosa más, ¿por qué decidiste volver? ¿Qué te movió a hacerlo?

—A usted no puedo mentirle, la verdad es que no pensaba volver pero necesitaba hablar con alguien, posiblemente usted diga algo como: "pero existen sus amigos, sus padres, los psicólogos" —estaba nervioso —; solo que sé por cultura general que un religioso bajo confesión no puede juzgar ni contarle a alguien más lo que le diré, puede que ya me esté juzgando desde que comenzamos a hablar, lo bueno es que no puedo saberlo y nadie más podría.

—Por tu voz puedo saber que eres un adolescente, juzgando eso estoy seguro de que no tienes nada grave en tu alma, todos los pecados son graves, pero hay algunos más malos que otros.

—Usted no sabe de lo que habla —sonreía, aunque no podía verme —pero en parte tiene razón, para mí esto que me atormenta es un mundo, quizá para usted sea una cosa simple.

—Cuéntame.

—Me gusta alguien.

—Si querer y amar fueran un delito no estarías sentado aquí, hablando conmigo.

—Exacto, ese es el gran problema. Quiero que me arresten, que me maltraten, todo.

—Cuéntame.

—La persona que me gusta no es cualquier tipo de humano —él me seguía escuchando —no es la gran cosa, no le puedo decir su nombre.

—Pero cuéntame, vienes a hablar, a confesarte en otras palabras, es una confesión mediante una historia, ¿qué se oculta detrás de esto?

—Me gusta un chico, este es siete u ocho años mayor que yo —era lo menos que importaba —es una locura, lo supe desde el primer momento, es muy probable que usted piense que es una locura por otras razones, mis argumentos son que yo nunca he creído en el amor a primera vista, pero cuando vi a... ¿podemos ponerle un nombre?

—Por supuesto, ¿qué te parece...Camilo?

—Perfecto, como le decía...cuando vi a Camilo, mi mundo se puso de cabeza, ¿puede creer que hasta llegue al punto de enfermarme? Y eso que nunca me enfermo —cuando hablaba de él me explayaba tanto, me emocionaba —no comía, no dormía. Padre...me vuelve loco, si viera su mirada, esa preciosa mirada sabría de lo que le hablo; es más, se la describiré: su mirada brilla más que todas las estrellas de la galaxia, al menos cuando me mira, es dulce y tranquila, la miel de sus ojos te atrapa en una colmena llena de abejas y si no miras con cuidado te pinchan hasta matarte, yo por ejemplo ahora estoy muerto en vida. ¿Cree que estoy enfermo?, no me lo responda, por favor. Sus labios son como recostarse entre las nubes, son mi refugio y mi consuelo, mi manto y lo que me desterrará de todo sitio. Pero no solo me gusta su físico, Padre, no me mal entienda, yo no me enamoré por unos lindos ojos, por unas lindas manos, ni mucho menos por unos suaves besos; por supuesto que todo influye, es una masa de lujuria, pasión, amor, seducción y egocentrismo. Sin embargo, sus sentimientos son preciosos, recuerdo que hace muchos días me dijo que me amaba, y...sabe, Padre, sigo viviendo con esas dos palabras, he vivido con esas palabras por un mes aproximadamente, es horrible. Él es tan gentil, sencillo, tierno, romántico; es muy romántico, Padre, le cuento que en San Valentín me fue a recoger en un auto lujoso y me llevó a almorzar, hicimos tantas cosas —suspiré —recuerdo que nos reíamos de cosas sin sentido, porque así es el amor, te vuelve idiota; recuerdo que fui a cenar con su familia, mi último recuerdo de él porque luego dejó de hablarme y me ignora hasta ahora —mi voz se quebró —le cuento, Padre, que lo saludé por su cumpleaños, días después de haber cenado con su familia, y solo me respondió con un "gracias", frío, seco, con los sentimientos apagados. No entiendo el porqué de su indiferencia, todas las noches pienso en qué pude hacer mal, ¿cree usted que le molestó el regalo que le di?

—Lo dudo, ¿qué le regalaste por su cumpleaños?

—Una cámara fotográfica, ese mismo día me enteré de que siempre quiso una, Padre...le confesé mi amor no solo a Camilo, sino a su familia, ¿se lo puede creer?, hice lo que sea para agradarle a todo el mundo, él le agrada a todo el mundo...

—¿Existe una persona capaz de eso?

—Si usted lo conociera... ¿qué sería de mí?, aunque la verdadera pregunta es: ¿qué soy yo sin él? ¿Qué es él sin mí?

—No sé su nombre pero déjeme llamarlo Julián, ¿le parece? —asentí —bueno Julián, dice que te ama, es gentil con todo el mundo, pero... ¿y tú?, si te ama tanto, ¿por qué te abandonó? ¿Por qué te ignora? ¿Por qué no sigue contigo?

—Usted no lo comprende, Padre, —me entristecí —él es todo para mí, yo sin él no vivo, por eso aseguro estar muerto, él significa mucho para mí.

—A ver, pequeño, no me puedes asegurar eso —el padre ya estaba enloqueciendo —tú vives para servir, no vives por él, no es sano ese amor que le tienes.

—Lo sé muy bien, mi corazón es necio, mis sentimientos lo son, Padre... ¿estoy pecando?

—Depende lo que hayas hecho —estaba seguro que el padre no quería saberlo.

—Solo quererlo y entregarle todo mi ser.

—Ah...está todo muy claro ahora, ese chico solo se aprovechó de ti.

—Por supuesto que no, Padre —dije casi gritando —, no lo conoce, es el ser más hermoso de toda la existencia —suspiré —. Padre...quiero saber si él aún piensa en mí para poder determinar si yo debo pensar en él, ¿usted cree que él me ama?

—No vivo en sus pensamientos, solo puedo asegurar que Dios te ama —el Padre rió —hay muchas personas que pueden asegurar quererte, y solo pocas que de verdad lo hagan, si te conociera Julián yo podría quererte como a un hijo.

—Le gusta hacer comparaciones entre lo grande y lo pequeño, entre la multitud y una selección de personas, hágame olvidar, Padre, mi único pecado acaba de dejar de ser una carga para mí.

—Imagino que eso encerraba más cosas inapropiadas, me alegra que tu arrepentimiento haya servido, ¿ya quieres ser libre?

—No, quiero que me haga olvidar.

—Olvidar no, superar...tal vez.

—¿Cuántos años tiene?

—¿Sabe que es de mala educación preguntarme eso?

Apreté mis puños, era cierto.

—¿Es nuevo aquí?, su presencia se me hace lejana e incluso desconocida.

—Sí, soy nuevo aquí, como debes saber, todas las personas estamos sujetas a cambios. Por ejemplo usted con Camilo, yo con un cambio de país, otra persona quizá con un desempleo; nadie se salva en el infierno, pero si puede reducir sus llamas mientras siga vivo.

—Usted es muy extraño, Padre.

—Imagínese que tan extraño es usted para mí, no me desagrada que sea homosexual, en lo absoluto, me molesta que sea tan...disculpe el comentario, "idiota", le juro que si no existiera esta separación entre nosotros le daría una cachetada, ¿cómo puede enamorarse hasta ese punto de dejar su vida de lado como para entregarse plenamente a alguien a quien no conoce para nada?, usted le acaba de dar su vida a un diablo.

Los dos reímos ante su comentario, no pensé volver a reír después de la partida de Gabriel Mercer, de la partida de mi vida porque había pasado mucho tiempo.

—Sabe, Padre, quizá es la penitencia de Camilo por Semana Santa, debemos ayunar no solo de alimento, sino de nuestros vicios, ¿qué opina?

—Me encantaría conocer a ese joven, lo describe de una forma tan maravillosa que me he quedado estupefacto, y usted nunca sería un vicio, es más bien una bendición, algún día alguien valorará su amor. Me temo, joven Julián, que tendremos que acabar esta charla por ahora, espero conocerlo algún día, solo prometa controlar su amor para evitar hacerse daño de cualquier manera, es merecedor de un padre nuestro y una decena del rosario, ¡disfrútelo!, lo absuelvo de lo que usted llama pecado.

Suspiré y me senté en las primeras bancas de la Iglesia para cumplir tranquilamente la penitencia, hace mucho tiempo que no me sentía tan libre.

Cuando terminé vi de reojo a Gabriel, que había entrado recién, mis ojos se llenaron de lágrimas, ¿qué había hecho mal? ¿Por qué me trataba así? ¿Por qué era así conmigo después de que hice todo para ser alguien que valiera la pena?

Solo muestran la parte feliz de amar a alguien, ¿y el lado oscuro?, ¿lo que se oculta del desamor?

Quería que el Padre me juzgara, que me diga que hacía mal, que ame a otra persona, sin embargo, solo obtuve que me dijera que controle mis sentimientos, que no estaba mal lo que hacía, solo que me concentre más por lo que soy y no por lo que deba valer.

Me sentía libre pero infeliz, enfrentar a Gabriel quizá me haga sentir de nuevo la maraña de sentimientos que se ocultaba dentro de mí, o mejor aún...eliminarlos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top