Comienzo (Cuarta parte)
—¡Qué sorpresa que estés aquí!
—Quiero que me responda dos preguntas —dije serio —. ¿Gabriel ya se fue?
—Sí —respondió como si no le importara.
Se fue, sin despedirse, sin nada más que dejándome el último recuerdo de sus besos y sus caricias.
—Y —lo pensé bien —, ¿puedo confesarme?
Camilo San Román sonrió de oreja a oreja, sabía que tenía que ver con Gabriel Mercer, y aunque era cierto no se lo diría por su seguridad y porque a veces saber mucho te mata.
Repetimos el mismo procedimiento de la anterior vez, obviamente sabía quién era y sobre qué quería hablar, pero no le daría el gusto.
—Usted sabe que disfruto hablar con desconocidos pero tengo que asegurarme de que no dirán nada y por eso hago esto.
—No diré nada, Ariel —esta vez sí podía verme —, sería pecado mortal.
—Y estoy muy seguro que usted recuerda la primera vez, ¿me equivoco?
Negó haciendo una mueca, lo recordaba perfectamente.
—Vine aquí por muchas cosas...la principal, la que más me daña es que Gabriel Mercer se haya ido sin despedirse —quería jugar un poco con su mente —yo lo veía como un hermano, le contaba todo...él sabía todo de mí y yo todo de él, éramos como mejores amigos, era como el padre que me faltaba por la distancia —mi voz bajaba de tono, se me hacía un nudo en la garganta y no podía evitar eso —. Si bien antes de irse me dijo que su partida no debía afectar mi vida...siento que estoy totalmente vacío, podría decir que Gabriel Mercer hizo que creyera en Dios y yo ahora estoy perdido porque no sé qué hacer con todo eso, era como mi guía espiritual; sé que está mal pero gracias a él hacía todos los trabajos de mi escuela, no porque me ayudara, sino porque me lo exigía... Por cierto, ¿dónde estuvo Gabriel ayer?
—Le dije que fuera a despedirse de todos sus conocidos luego de que fuera el reemplazo del reemplazo de la maestra, me sorprende que no se haya despedido de ti —dijo sereno.
—Bueno, dejando a Gabriel a un lado...ayer estuve con ese chico que me gusta —había arruinado todas sus sospechas diciéndole eso —y la pasé bien, creo. Le he fallado a toda la biblia en un solo día —reí —. No tuvimos relaciones, claro que no, no es lo que piensa —expliqué —, si le digo algo extraño que pasó...¿se espantará?
—¿Mataste a alguien?
Negué.
—Entonces no creo espantarme.
—Me vestí de chica solo para colarme a la fiesta de mis vecinos con ese chico, él estaba en desacuerdo pero al final tuvo que aceptarlo, bailamos toda la noche...fue fantástico —sonreí para mí —. Sé lo que piensa...y no, el amor no me está enfermando y corrompiendo, simplemente estoy seguro de que las personas de esa edad no comprenden esto y quise ahorrarme comentarios feos hacia mí, también hacia él, porque lo amo.
—Ariel, ya te dije que yo no apruebo lo que hagas pero tampoco puedo juzgarte, eso no me concierne —se acomodó en la silla —la clave de ser alguien bueno es dominarse, ¿te dominas?
—No, no lo veo necesario.
—¿Te arrepientes?
Estuve en silencio por un momento, ¿me arrepentía de amar a Gabriel Mercer? Si le decía que sí yo me sentiría mal conmigo mismo y estaría mintiendo, pero si le decía que no...me preguntaría el porqué de mi confesión si no perdonará mis pecados de esa manera.
—Sí —respondí seguro.
—Un padre nuestro.
—¿Es todo? —pregunté sorprendido.
—¿Quieres más?
Huí antes de que me dijera algo más y cumplí con mi penitencia, aunque le había mentido me sentía más aliviado por hablar con alguien acerca de eso.
Era tarde, y sin Gabriel Mercer mis sábados no eran más que estar en mi casa haciendo tareas y escuchando música deprimente.
—Ariel —dijo Giovanni a través del teléfono —, sé que estás en tu casa, sentado en ese escritorio que tienes cerca a la ventana, haciendo tu tarea mientras escuchas música extraña llena de rap y metáforas sin sentido, pero me gustaría que vinieras a la casa de Celeste, verás...estamos aquí ella, Mercedes, yo; odio ser el único chico.
—¿Y planeas que vaya así como si nada? —pregunté indignado —¿Crees que porque Gabriel Mercer se fue estaré con ustedes para llenar mi vacío? Pues...sí, ya voy, avísales.
—Nunca me fallas, te debo una...
Me coloqué una chamarra cualquiera solo para enfrentar el frío del exterior y salí disparado hacia la casa de Celeste, era muy cierto, no salía con ellos hace milenios porque tendía a alejarme pero según Gabriel Mercer yo debía seguir con mi vida y disfrutar mi juventud.
Celeste me abrió la puerta y nos sentamos en el gran sillón a conversar y a compartir anécdotas, a reírnos y a divertirnos.
—¿Qué tal si jugamos "yo nunca"? —preguntó Celeste —Tengo un vodka en mi cuarto, ¿soportan?
—Nunca he jugado ese juego —comentó Mercedes.
—Solo dices algo que nunca has hecho por turnos y si alguien del grupo sí lo ha hecho bebe alcohol, termina cuando o los participantes se aburren o ya están demasiado ebrios —expliqué para ser amable.
—Pues, dale —respondió Giovanni —es sábado, ¿qué más da?
Era una mala idea y yo más que nadie lo reconocía por primera vez en la vida, ¿presión social? No lo sabía pero de todas formas tenía que jugar, sino quedaría como el aburrido.
—Pero no digan cosas aburridas —dijo Celeste mientras acomodaba cada vaso —estamos en confianza, ¿no?
Todos asentimos y quedamos en que iríamos en orden alfabético: primero yo, luego Celeste, después Giovanni y finalmente Mercedes; eran las reglas que teníamos.
—Yo nunca —pensé —he vuelto con mi ex.
Celeste bebió el primer vaso y me correspondía a mí servirle más.
—Dijimos que preguntaríamos cosas fuertes —ella me dio un codazo —. Yo nunca he tenido sexo.
Tomé el vaso con duda y Giovanni hizo lo mismo.
—¿Tú? —preguntó Mercedes mirándome con odio —Que yo sepa solo Giovanni es el promiscuo.
—Yo nunca he tenido sexo oral —dijo Giovanni antes de que Mercedes pudiera decir algo al respecto.
Apenas me habían llenado el vaso y ya estaba de nuevo vacío, desde Gabriel Mercer yo ya era malo para jugar esto.
—Yo nunca he besado a alguien de mi mismo sexo —dijo Mercedes mirándome mientras mordía su pulgar.
—¡Maldición! —reí y bebí el vaso por tercera vez.
—Somos malos para esto —comentó Giovanni y bebió también.
—Yo nunca me he masturbado pensando en alguien de los que está aquí —dije sin pensar, era muy enfermo.
Todos menos yo bebieron su respectivo vaso de vodka, estaban más enfermos que yo.
—Ustedes me dan asco —me burlé —. ¿Qué pasó con la regla de solo amigos?
—El deseo llama —respondió Celeste riendo —, además tú fuiste el primero en romper esa regla, yo nunca he sido infiel.
La única que bebió fue Mercedes y preferimos evitar esa situación incómoda ya que ella había sido mi novia antes.
Al final terminamos diciendo situaciones bizarras y vergonzosas que sabíamos que le había pasado a uno del grupo, porque así éramos antes de que los problemas empezaran, porque nos divertíamos de esa manera. Al final todos cayeron muertos de sueño y hartos de los efectos del alcohol, yo no y me sorprendía si había sido uno de los que tomó varios vasos.
Estuve un momento cuidándolos por si vomitaban o si querían agua y no estaban del todo cuerdos para ir a la cocina y servirse uno.
GABRIEL_00:21
Así que todos están ebrios menos tú...
ARIEL_00:21
Los estoy cuidando, me siento una persona linda, ¿debería quedarme con ellos toda la noche?
GABRIEL_00:21
Creo que sí, luego uno de tus amigos hace una idiotez y sale en las noticias locales.
ARIEL_00:22
¿Y tú qué hiciste hoy, lindo?
GABRIEL_00:22
Ah...nada interesante, creo que viajaré un poco lejos, ¿te gustaría que te compre algo para cuando vuelva?
ARIEL_00:23
Si esa es tu voluntad...
—Bájale el brillo a esa cosa, Ariel —Celeste sollozó.
—¿Estabas despierta, cariño? —pregunté arrogante —Y yo que pensé que estabas totalmente inconsciente.
—Nunca más vuelvo a tomar, nunca —Celeste estaba recostada sobre mis piernas y me veía desde abajo —, ¿por qué no me amas?
—No entiendo —respondí divertido.
—Dime por qué —cerró los ojos —, si yo te quiero tanto, te amo desde siempre y tú no...
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