Celeste
—Mercedes... ¿tú estuviste aquí todo el verano? —pregunté, inquieta, nerviosa, tenía tantos sentimientos escondidos por la ansiedad.
—No todo...pero la mayor parte sí —respondió fría, distante. Sabía que no era la misma desde ese momento.
—Sabes si —tragué saliva —, ¿Ariel ha conocido a alguien?
Se burló a carcajadas de mí, no sé quién era más patética, ¿ella o yo?
—Hoy estuvo muy extraño y acaba de salir corriendo de la clase sin decirme adiós.
—¡Qué sentimental! —respondió ella —me encantaría decirte que sí, sin embargo, que yo sepa Ariel se la pasaba en la iglesia toda la tarde, en realidad no sabemos si tuvo conexión con alguien —miró a otro sitio —es predecible pero misterioso, deberías ir donde ese chico que quiere consagrarse, al parecer son cercanos y posiblemente le haya dicho algo a él.
—¿Hay un chico en la iglesia? —pregunté asombrada.
—Gabriel Mercer, del que todos hablan —cruzó los brazos —"La misteriosa historia de cómo el chico más simpático de aquí quiere ser un desperdicio más" —dijo con sarcasmo.
Gabriel Mercer. Debo verlo. Tengo que verlo.
No estaba tan lejos de la iglesia, pero ¿cómo podría reconocer a Gabriel Mercer? Si lo único que me dijo Mercedes es que todo el mundo considera que es guapo. Me senté en la última banca de la iglesia, tal vez así alguien se acerque a mí.
—¿Puedo ayudarte? —una presencia se sentó a mi lado, podía sentir todo su peso, su respiración tranquila y serena, y por supuesto su voz gruesa y profunda.
—Busco a Gabriel Mercer.
—Solo Gabriel —me miró dulcemente —, ¿en qué puedo ayudarla?
—¿Puede confesarme? —sentía que ardía por dentro, era la excusa más estúpida que había utilizado, pensándolo bien no debí decir eso, obviamente no podía hacerlo él porque aún no era nada.
—Bueno —rió —no tengo admitido hacer eso, pero si quieres puedo llamar a alguien más para que lo haga.
—No —lo agarré del brazo antes de que se parara —, ¿podemos conversar?
—¿De qué quieres hablar? —suspiró, no se iba a librar tan rápido de mí.
—Pues...a mí me ha gustado alguien desde que tengo memoria —tenía que entrar en confianza —él es...maravilloso.
—¿Y qué te atormenta? —preguntó más atento.
—Me atormenta que siempre que por fin está solo consigue a alguien más —suspiré —. Antes estaba con mi ex mejor amiga y ahora me cuentan que se enamoró de alguien más en vacaciones...
—¿Qué tal si no es para ti? —sonrió, tranquilo, paciente, esas palabras me destruyeron.
¿De verdad no lo era?
—Tal vez solo me gustaría tenerlo y perderlo para darme cuenta de que realmente no era para mí —se me quebró la voz.
—¿Ariel? —demonios, era más inteligente de lo que pensé.
—Ah —había una hipótesis muy grande sobre Gabriel —. ¿Te puedo hacer una pregunta?
—Sí, por supuesto —se dio cuenta de que evadí la suya, y por lo tanto estaba afirmando sus sospechas.
—¿Cuándo llegaste? —si fue a principios de mes podría suponer que Ariel es homosexual.
—Un poco más allá de la quincena, como antes de terminar las vacaciones —sonrió más.
Maldición, le confié algo muy preciado a un desconocido para al final no hallar ninguna respuesta.
—¿Sabe si Ariel gusta de alguien?
—Solo dijiste una pregunta —río, se paró y se fue.
¿Cómo alguien como él podría ser el deseo de mis amigas?
Salí de la iglesia. Y ahí estaba Mercedes.
—¿Te dijo algo? —preguntó con curiosidad.
—No —respondí con decepción —en realidad creo que tengo una teoría muy válida: Ariel se acercó a Gabriel porque sabe que si lo conoce muchas chicas querrán acercarse a él para preguntar por Gabriel, tal vez una de nuestras conocidas es el próximo objetivo de Ariel.
—Suena lógico —dudó —pero conozco a Ariel y él no se aprovecharía de nadie.
Nos quedamos sentadas, sin decir ninguna palabra. Extrañaba pasar momentos así con Mercedes, ver el atardecer juntas, disfrutar de la vista del sol, y aunque estábamos en las escaleras de mármol de la iglesia no le quitaba el toque especial del sol ocultándose.
—¡Qué lindo es el atardecer! —Gabriel se sentó con nosotras —¿No creen que la combinación de nubes y de rayos de sol son perfectas para crear un crepúsculo insólito?
Gabriel era tan irritante, muchas palabras, poca acción.
Mercedes y yo estábamos pensando en lo mismo, "cualquier chica en nuestro lugar estaría derritiéndose, pero él no causaba nada en nosotras, éramos inmunes".
Gabriel estaba igual que siempre, camisa negra, pantalón de tela negro, zapatos negros, todo negro.
—¿Irás a un funeral? —preguntó Mercedes.
—Ya estoy en uno —sonrió.
Su sonrisa era preciosa, sin embargo, su carácter era horrible, lo odiaba.
Poco después llegó Ariel con una libreta negra en la mano, se sorprendió al vernos todos juntos.
—Gabriel —agitó la libreta.
—¿Aceptas? —Gabriel de sorprendió mucho y podría jurar que casi salta de emoción.
Ariel lo jaló del brazo a la iglesia, eran tan misteriosos, tan...extraños, tan diferentes.
¿Qué más podían ocultar?
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