Catorce de Febrero (II)
El episodio más incómodo de mi vida acababa de ocurrir y Gabriel solo seguía manejando, tranquilo, comiendo dulces, pero no me dirigía ni una palabra.
Extrajo una paleta azul de sus bolsillos, le sacó la envoltura con sus dientes y me la metió a la boca.
—¿Qué te parece? —me miró de reojo porque seguía manejando —quería comérmela yo pero...no me había tocado una azul y quería que la pruebes primero.
Saboreé un poco la paleta y sabía a moras azules: dulce, ácido, perfecto.
—¿Quieres? —saqué la paleta de mi boca.
—¿Estás loco? —Gabriel comenzó a reír y puso una cara de asco.
—Nos hemos besado las suficientes veces como para que le tengas asco a mi saliva.
Gabriel arrancó la paleta de mi boca y observándola bien, pensó cinco segundos antes de meterla a la suya.
—No me das asco —no quitó la mirada del camino y respondió serio.
Reí para mí mismo y así estuvimos por un buen tiempo, pasándonos la paleta, hasta que se acabó.
Creo que algo nuestro ya eran los semáforos. Cuando la paleta se terminó aún tenía un poco de sabor a moras azules y por supuesto, tenía los labios teñidos de azul, al igual que Gabriel.
—Hey —Gabriel bajó el espejo del auto y comenzó a tocar sus labios azules —soy un avatar —me miró —y tú también lo eres —sonrió con esos dientes azules que ahora comenzaban a encantarme.
—Es la paleta —toqué sus labios suaves.
—Tomémonos una foto —se colocó sus lentes oscuros.
—¿Te das cuenta de que te estás poniendo lentes oscuros en la noche? —fruncí el ceño —saldrá tu reflejo.
—Bien pensando —guardó los lentes —, ¿nunca te mostré mi celular?
— No, de seguro es un ladrillo— dije con ironía.
Gabriel sacó un teléfono de último modelo.
—Me lo compré hoy —puso los ojos en blanco y me lo dio —tiene buena cámara así que...saldremos sin problemas, el semáforo dura como tres minutos, qué lamentable, odio venir por este sitio.
Accedí a tomarme una foto, aunque no solo fue una, fueron dos, tres, cuatro, diez.
Cuando Gabriel encontró una foto que consideraba perfecta la puso de fondo de bloqueo, pero solo puso mi cara.
—¿Y tu cara? —pregunté extrañado.
—Ariel, Ariel, Ariel —río mientras tapaba su cara —atrás hay una bolsa blanca, de paso te pones una sudadera o algo porque está haciendo frío.
Me moví hacia el asiento de atrás torpemente y busqué la casaca de cuero parecida a la de Gabriel para combinar. Busqué una bolsa blanca aunque solo había una pero no era completamente blanca.
—Gabriel solo hay una bolsa blanca extraña con una cosa ploma— la levanté cuidadosamente.
—Otra sorpresa —el semáforo ya había terminado y aceleró.
Abrí la caja dentro de la bolsa y era el mismo teléfono que tenía Gabriel.
—¿Eres narcotraficante o qué? —me asusté por sus regalos extravagantes, ya era mucho.
No habló.
—¿Puedo confesarte algo? —la voz de Gabriel tembló.
Asentí y me vio hacerlo a través del espejo.
—El auto no es del padre Leoncio.
—¿A qué te refieres?—abrí mucho mis ojos.
—Lo compré hoy, bueno, lo recogí —mordió su labio inferior —. Por cierto, he visto que tienes dos espacios de estacionamiento y que los dos están vacíos, ¿crees que podrías guardar mi auto?, nadie puede saber que tengo un Audi —se encogió en el asiento.
Cambié mi tarjeta SIM de mi teléfono al celular nuevo y le marqué a mi mamá.
—Hola mamá —esperé su respuesta —Sí, ya estamos yendo.
—Hola Olivia.
—Sí, es Gabriel. Oye mamá quería preguntarte algo —suspiré —sí, es que verás...el caso es que Gabriel compró un Audi A6 porque tuvo sus diez segundos de estupidez —reía por dentro —sí mamá, esos que cuestan más o menos 50000 dólares—miraba a todo sitio mientras la escuchaba —mamá no grites, quería saber si... ¿puedes prestarle el estacionamiento por un tiempo? ¿O alquilárselo? No lo sé —mordía las puntas de mis dedos por el nerviosismo —No mamá, no es...no es narcotraficante —negué con la cabeza como si me mirara —. ¿Vas a esperarnos en la puerta para ver el auto? Está bien, también te quiero, adiós.
—¿Cómo supiste el modelo? —Gabriel seguía viéndome a través del espejo.
—Sé más de autos que tú —pasé al asiento de adelante.
Gabriel me mandó nuestra foto y entendí que quería tener un fondo compartido conmigo de nosotros, a veces era muy lindo y a veces muy tonto y extraño.
—Solo lo compré porque me parecía lindo.
No respondí.
—No vendo droga ni estoy en esos negocios sucios —seguí sin responder —mi papá al morir me heredó toda su herencia y me alcanza como para vivir sin problemas hasta que muera —acarició mi cabello —pero como soy ambicioso...mi madre y yo pusimos un negocio, no sé de qué, yo solo invertí —seguía sin demostrar sentimientos —. Creo que es una cadena de hoteles, la cosa es que me llega mucho dinero mensualmente porque tengo el 65% de acciones —lo miré por fin —Esto no es nada para mí, no te preocupes pequeño —esperó a que el semáforo estuviera en rojo y besó dulcemente mi mejilla.
Cuando llegamos a mi casa, mi mamá miró con la boca abierta el auto.
—Olivia, hola —la saludó Gabriel con un beso y una sonrisa, típico de él —se le entrará una mosca si no cierra su boca —río.
—Dios mío —mi mamá negaba con su cabeza sin quitarle la vista al auto.
—¿Le gusta? —dijo Gabriel dulcemente.
—Es hermoso —poco más y a mi mamá le salían corazones en los ojos.
—Puedo prestártelo —Gabriel le lanzó las llaves del auto a mi mamá y ella las agarró sin dudarlo.
Gabriel estacionó el auto en el garaje y juntos bajamos todas las bolsas de ropa.
Mi mamá emocionada como una chiquilla revisó todas las bolsas y al parecer la ropa le fascinó.
Nos quedamos solos en mi cuarto y comimos un par de dulces de la caja que él me regaló.
—Pareces un sugar daddy —reí.
—Ariel —él río más fuerte por mi comentario —haré caso a tus comentarios así que...me debes algo.
Antes de que dijera una sola palabra ya estaba besándome salvajemente sin perder el control de sus actos.
Era débil ante él y poco a poco estábamos acostados en mi cama, yo debajo de él en un beso profundo y sincero, devorándonos, sintiéndonos.
Mi mamá entró sin tocar y nos detuvimos, los tres nos miramos sin decir ni una palabra y ella decidió disculparse incómoda mientras retrocedía para irse lentamente.
—Ha sido el mejor catorce de febrero de mi vida —le agradecí.
—El mío igual —acarició mis manos con sus dedos —jamás la había pasado con alguien, todo esto es nuevo para mí —suspiró algo apenado —aún no estoy listo para ir más allá de los besos, lo siento.
—No importa —sonreí solo con mis labios —me encanta ir lento contigo.
—Es lo más lindo y perfecto que alguien me ha dicho —cerró los ojos y sonrió —deberíamos dormir, es tarde.
Y así fue, me coloqué mi pijama mientras él solo se desvestía hasta quedar en lo más simple. Gabriel me abrazó por detrás y al poco tiempo se quedó dormido.
Me acurruqué en sus brazos e intente cerrar los ojos.
—Sé que es muy pronto, pero creo que te amo —dijo Gabriel entre sueños.
—Chist —intenté hacer que se callara.
—De verdad te amo Ariel —seguía sonámbulo —, te adoro.
Solo lo ignoré y seguí durmiendo.
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