Bermejo

Me dolía la cabeza, estallaba y sentía que latía, tenía frío y la cama en la que me encontraba estaba más cómoda de lo normal. Al abrir mis ojos todo lo que veía era blanco: roperos, cortinas, paredes; hasta la misma sábana con la que estaba cubierto y el colchón en el que mi cuerpo estaba era blanco, pero eso no era lo más trágico, a mi lado había un bulto (obviamente, una persona) y si no estaba en mi casa era porque me encontraba en un hotel, lo más lógico era predecible: me embriagué tanto que terminé con un dolor de cabeza, una indigestión terrible, desnudo en un hotel carísimo por los acabados y lo que faltaba...me había acostado con alguien y no tenía recuerdos de nada; ¡qué fiesta!

Me senté en la cama y observé todo alrededor mío, el bulto estaba envuelto en las sábanas y me las arrebataba porque envolvía hasta su cabeza, posé mi dedo en su espalda y este se estiró hasta revelar su rostro.

—¿Nos acostamos? —Eros entrecerró sus ojos y luego se destapó.

—Ni puta idea —respondí con duda —siéndote cien por ciento sincero...no sé lo que pasó.

Asintió con sueño y luego se acostó de nuevo mirando al techo.

—Me duele la cabeza —dijo con una expresión seria mientras volteaba su cabeza —y qué casualidad que haya un papel que dice bébeme junto a una pastilla y un vaso de agua.

—No lo bebas —exhorté —, ¿qué tal si un acosador sexual nos secuestró aquí y quiere que te tomes eso pensando que es una pastilla para el dolor de cabeza para violarte?

—¿Qué es lo peor que podría pasar? —preguntó suspirando —¿Un trenecito? No lo creo —colocó la redonda pastilla al final de su garganta y la pasó sin agua alguna, después de pasarla recién bebió agua y se volvió a recostar —. ¡Oh, no! —colocó la palma de su mano sobre su frente —Creo que sí era una pastilla para dormir, me siento mal, ¿qué haremos ahora? ¡Nos van a violar!

—¿En serio? —pregunté mirándolo directamente.

—No —sacudió su cabeza —, es para el dolor de cabeza, créeme.

La puerta se abrió de manera lenta y ahí estaba Giovanni con una bolsa de papel en la mano y un jugo en la otra.

—Parece que ya despertaron —sonrió aún estando en la puerta —. Eros, te traje tu ropa limpia y en esta bolsa hay el desayuno para los dos.

—¿Y mi ropa? —pregunté cruzando los brazos.

—La quemé —una voz resonó detrás de Giovanni y él se hizo a un costado para dejarlo pasar, era Gabriel Mercer.

—¡La noche fue muy loca! —exclamó Eros y se vistió debajo de las sábanas para luego tomar una de las bolsas de papel y sacar a Giovanni de la habitación.

Los dos nos quedamos solos, la tensión se olfateaba y la incomodidad se notaba en nuestros rostros. Ninguno de los dos tenía claro lo que pasaba o lo que tenía que decir, solo nos quedamos en silencio por un largo rato.

—Así que...quemaste mi ropa —comenté para hacerle conversación.

—Sí —afirmó fríamente.

—Me sorprende que estés aquí, Gabriel Mercer...

Él se quedó callado y comenzó a explorar la habitación.

—Te extrañé —volví a hablar.

—¿Sí? —preguntó en forma de mofa.

—Sí —sonreí —, pero me sentía mal, muy mal, te escribí notas...pero dejé que se remojaran en el papel porque no tenía los cojones para mandártelas luego de...todo un asunto gigante.

—¿Y qué es ese chico para ti? —dijo refiriéndose a Eros.

—Él no es nada —repliqué —, se parece a ti pero no es nada comparado contigo. Quizá tengan la misma nariz y utilicen la misma loción, pero él no te llega ni a los talones...si vieras cómo y cuánto te extrañé, mi querido Gabriel Mercer, comprenderías todo lo que he sufrido cuando te fuiste; leí los dos compendios solo para encontrar tus notas, ¡ay, Gabriel! ¡Si tú supieras lo que hice con tus notas! —lágrimas involuntarias corrieron por mis mejillas —Las coloqué en las paredes de la casa del árbol, claro que hay una que siempre llevo conmigo y no se va nunca de mi mente —suspiré —, deja que te la diga de memoria —aclaré mi voz —: "Nuestro amor es tan complicado que solo nosotros lo entendemos", atentamente, el amor de tu vida...Gabriel Mercer. Hasta a Eros le he hablado de ti y le dije lo mismo de nosotros, de lo extraña que es nuestra relación y de lo bien que estaba yendo contigo y...

—Cállate —colocó su dedo índice en mis labios —. Ariel, ¿crees que con todas esas palabras voy a...mmmm —pensó —ceder? ¿En serio crees que soy tan imbécil?

—Para nada —me arrepentí —, no sé qué quieres que te diga, ¿lo lamento?

—¿Por qué? —preguntó y me hice el desentendido —¿Por qué te disculpas, Ariel?

—Por...haber salido con otro chico.

—Sales con Giovanni todo el tiempo, es un chico —añadió sonriente —sales con millones de personas todo el tiempo, ¿crees que soy un opresor? ¿Crees que una relación se basa en que los dos estemos como en una cárcel? ¿Sin poder hacer lo que queramos? ¿Sin poder salir con quien nos dé la gana?

—Bueno, no solo salí —hice mi cabello hacia atrás —nos besamos y...fuimos a varios lugares, conversamos seriamente de varios temas el jueves, mmmm...nada más.

—Eso era lo que quería escuchar —se sentó a los pies de la cama y me entregó una bolsa que estaba en el piso —, me caga tu actitud, la verdad. ¿Te diste cuenta de que mandaste todo al carajo? —extrajo un cigarrillo de su bolsillo y lo colocó en sus labios.

—No puedes fumar, la primera razón es porque estamos en un lugar cerrado por ley y por consideración con el ambiente está mal y la segunda razón es porque prometimos no hacerlo, ¿recuerdas?

—Y tú prometiste esperarme, ¿recuerdas? —su expresión se tornó un poco melancólica y se paró para dar vueltas por la habitación —Me prometiste tantas cosas...y mandaste todo a la reverenda mierda.

—Gabriel tú no hablabas así.

—¿Y cómo quieres que te hable? —preguntó casi gritando, casi comiéndome vivo —¿Prefieres algo como... "Oh, pequeño infante de cabellos bermejos, tú y tus artimañas han zanjado el meollo de mi ser"? No, Ariel, no te hablaré así y menos ahora que me engañaste.

—Pues al parecer la noticia no te afectó tanto...pensé que estarías devastado.

Gabriel Mercer comenzó a reír en forma de sarcasmo, se notaba que fingía y se acercó lo suficientemente a mí como para que pudiera ver sus ojos, que por cierto, estaban rojos y eso hacía que vea sus ojos como verdes.

—¿Fumaste weed? —pregunté curioso.

—Lo supe hace mucho, por eso no ves cómo me afecta —se apoyó en la pared —, lo que más me duele es que he hecho tantas cosas por ti y hacerme eso fue como darme un sopapo y decirme que jamás sentiste algo verdadero —se sentó de nuevo —. Sé que quizá te suene algo cliché pero no puedes amar a dos personas, no puedes decir que amas a una sola cuando buscaste reemplazarla y lo hiciste, no se puede...todo lo que me dijiste fue mentira, pensé que eras lo suficientemente maduro como para comprender algo así, pensé tantas cosas de ti y he quedado desconcertado.

—Me dijiste que siga con mi vida, que tu partida no significaba que iba a deprimirme o algo así —intenté justificarme.

—Quizá Mercedes tenía razón —suspiró —eres tan dependiente que dejas a una persona y comienzas con otra al poco tiempo, además, seguir con tu vida no significa: buscar a otra persona que te satisfaga; maldito infiel, eres una zorra, una puta zorra y no me había dado cuenta.

Y volvíamos de nuevo con las groserías, ¿cómo de alguien tan lindo salía tanta porquería?

—¿Y qué más sabes? —pregunté mientras me acomodaba con las sábanas y tomaba el vaso de jugo que había traído Giovanni.

—Sé que es italiano y que su madre desapareció, que lo conociste en una fiesta y te obligaron a besarlo en un juego, y que apenas saliste con él cinco días...prácticamente una semana, como Romeo y Julieta —hablaba con tanta seguridad que podría creer que tenía ojos en todo sitio —. Me lo dijo Giovanni, ¿algo más que no sepa?

—Ese desgraciado —aplasté el vaso de plástico —lo voy a matar, lo voy a...le voy a tirar piñas y luego lo lanzaré al río.

—Igual me habría enterado de tus porquerías de cualquier manera —se acercó a la puerta —. Creo que es todo lo que tenía que decirte, ah, y...no me vuelvas a buscar, la cuenta del hotel ya está pagada, llevaré a Giovanni y a Eros a donde sea que vivan, más bien tú te regresas solo —buscó algo en sus bolsillos —toma —lanzó una moneda —para el transporte público.

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