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Darg compró una televisión usada y estuvimos diez días echados en el colchón, viendo viejos reality shows, películas de bajo presupuesto y documentales de animales de la sabana. Gastamos el poco dinero que teníamos ahorrado en sopas instantáneas, comida rápida y bebiendo sodas o alcohol.
Nos alimentábamos de una pésima dieta, nos despertábamos a las seis de la tarde y nos dormíamos a las siete de la mañana, para ni siquiera escuchar las risas de los niños que venían del parque.
No queríamos tener ningún contacto con el mundo exterior.
Y el mundo exterior tampoco con nosotros.
Fue el mejor pacto tácito que hice en mi vida.
El primer día creí que sería tomarme un descanso de tantos pensamientos, dejar correr el tiempo y replantearme si era mezquina con mi felicidad. Y si esa mezquindad había lastimado a alguien en el pasado. Tal vez degollado...
Al segundo día que repetí la rutina. Pensé que me lo merecía, debía recuperar energías para que mi herida abdominal sanara. A la semana ni siquiera quise buscar una excusa para no levantarme de la cama, solo encendí el televisor y miré cómo una leona devoraba a una gacela enferma.
Sentí lastima por los dos. Por la gacela que era devorada en vida y cuya carne famélica era desgarrada de sus huesos. Y por la leona que tenía que comer carne enferma y añeja. Tanto peor, porque ella trabajaba y se esforzaba para que el león diera el primer bocado y se montara un festín. Cuando él se saciaba, ella comía los restos.
Darg estaba todo el tiempo con su teléfono celular, esperando un mensaje. Solo recibía llamadas de su esposa o textos de ella. La mujer se llamaba Wittenoom, pero él antes del Desvanecimiento la había agendado, en su móvil, como Noomie.
En algunos mensajes Noomie le suplicaba que regresara y hablaran del rumbo que tendría su relación, en otros lo amenazaba con el divorcio, en algunos pocos le contaba historias de ellos como que se conocieron en un transporte público.
¡Vaya forma de ligar, pero quién era para juzgar, yo había acosado a una desconocida en un parque!
Sin embargo, Darg continuaba esperando un mensaje. Otro. Cuando le pregunté de quién me dijo que no sabía, pero que estaba seguro de que había alguien más.
Me daba la impresión de que Noomie era una leona, esforzándose por su matrimonio y por Darg, pero ella solo tenía las migajas de la cacería, porque el bocado principal lo engullía una persona a la que Darg esperaba y no recordaba.
Por mi parte mantuve los ojos fijos en la pantalla.
Desayunaba, almorzaba, merendaba y cenaba desolación y caramelos de regaliz, cubierta con una manta, alumbrada por la luz templada del televisor y escuchando la respiración pesada que tenía Darg cuando dormía. Estaba en esa actividad cuando descubrí que podía ver televisión sin subtítulos si estaba en francés, alemán, inglés y español. Lo supe viendo Bastardos sin gloria y La Rosa de Guadalupe. Al octavo día me consumí en unas horas la primera temporada de Sakura Card Captor y averigüé que entendía japonés y que Shaoran y Meiling no hacían una buena pareja.
Era un cerebrito, tal vez había asistido a las mejores escuelas de élite, tal vez tenía quince y ni siquiera había terminado el secundario. Pero no me sentía tan inteligente como lo era. Ni siquiera tenía teléfono celular o redes sociales ¿Quién no tiene móvil? ¡Se suponía que viajaba, debería llevar un móvil al menos!
Cuando esos pensamientos aterrizaban en mi cabeza le subía el volumen al televisor porque no quería pensar en lo que había sido. Por esos diez días no volví a tocar el bolso de viaje, tenía pocos ánimos para enfrentar lo que me esperaba allí. Ni siquiera tomé una ducha.
Ninguno quiso admitirlo, pero habíamos caído en una grabe depresión.
Ja, era una presa. Bien. Prefería morir como gacela que vivir como leona, con sobras. La vida no es existir. Eso había dicho la chica de la plaza, cuando estaba rodeada de ángeles de mármol me dijo que vivir por vivir no te da ningún valor. Vivir es mucho más complicado que solo existir o saber quién eres.
No hablamos de eso, nos limitábamos a escudriñar pantallas y mantener conversaciones cortas.
Yo no sabía a dónde había ido todo mi entusiasmo. Desde que había despertado estaba alegre porque era una persona sin remordimientos, pasado ni cargas, era libre. Pero mi antiguo yo no se había dejado pisotear y había sembrado pistas de todas mis bajezas. Incluso la antigua Bodie resurgía en ocasiones para humillar a jovencitas con cicatrices.
Ahora tenía mi primer puñado de recuerdos y ninguno me gustaba. Había arruinado la conversación con esa joven y lo peor de todo es que lo volvería a hacer porque me había irritado su actitud grosera y distante.
¿Eso me convertía en alguien egoísta?
Lo que más me molestaba de ella era que se considerara fea.
Y estaba enojada con ella. Con esa desconocida y conmigo.
Esa chica era una idiota con una autoestima de mierda y no tuve tiempo suficiente para darme cuenta porque había estado babeando por ella todo el rato, hasta que mi carácter punzante, cruel y sin sentido tomó las riendas de la conversación.
Por más concursos de modelos que viera en televisión, películas con actores atractivos o actrices con una piel impoluta, tersa y elegante, ninguna persona me parecía tan atractiva como la chica del parque. Solo había tenido una conversación con ella como, pero se acobijó tras mis ojos y se creó un cálido hogar en mi cabeza.
«Tal vez perseguías a alguien» había dicho ella y la carta decía: «Para mi chica especial: Perdón por todo lo que ha ocurrido. Prometo que no volverá a pasar. Cambié. Puedo ser mejor. Por favor, regresa. Te extraño. H»
Ni siquiera sabía si yo había querido enviársela a alguien y no había tenido el valor. Porque el sobre de la carta no tenía estampillas ni direeción, así que no había pasado por una agencia de correos. Tal vez estaba huyendo de un amante, eso explicaría los pasaportes ¿Pero y el arma? ¿Y mi edad, como tenía un amante con mi edad? ¿Y si estaba persiguiendo a alguien? ¿Yo era H? Santo cielo, no sabía qué era peor, si haber defraudado a alguien o llamarme Helga, Helena, Hanna, Hortencia...
¿Por qué me importaba ahora? ¿Era por la chica del parque? ¿Por qué ella? Había visto miles de desconocidos ¿Por qué ella?
Cuando tenía esos pensamientos subía aún más el volumen del televisor o cambiaba de canal. Darg estaba sumido en sus propias cavilaciones, siniestras, como las mías.
La cabeza es un sumidero en donde todo lo que entra no vuelve a salir.
Era el treinta de noviembre cuando Belchite tocó a nuestra puerta. Venía a revisar sus casos porque el Consejo Comunitario se había dado cuenta de que más de la mitad de nepentes en la ciudad estaban en una situación parecida o peor a la nuestra. Estaban tristes.
Me gusta pensar que la tristeza es como una vela, sirve en tiempos oscuros como cuando se corta la luz, pero al momento que regresa la electricidad es necesario apagarla porque solo obstruye y apesta.
En ese momento Belchite era el que estaba dispuesto a soplar mi vela... bueno... se entiende.
Era el último día de noviembre y los nudillos de un ciudadano solidario golpearon la puerta. Si mi nueva vida comenzó en la batea de una camioneta, entonces fue salvada por el puño de Belchite chocando contra el mosquitero.
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