2-7

 Regresé al departamento cuando Darg estaba fregando su ropa en pelotas, delante del lavado del baño, él no tenía equipaje y no planeaba regresar a su casa para abastecerse. Alcé las cejas al notar que era pelirrojo en todos lados. Él mordisqueaba un cigarrillo y tenía las manos tachonadas de burbujas.

La caja de pizza seguía esperándonos sobre la mesa de tres patas, el único foco que alumbraba el departamento comenzó a zumbar y titilar. Ya no tenía apetito y ese lugar, de repente, me pareció un basurero.

Pero lo que lo convertía en un basurero no eran los muebles viejos, era yo, el mayor desperdicio de ese lugar.

Supe al instante que no era la primera vez que veía a un hombre desnudo, pero me provocaba una extraña sensación. Muchas cosas, miedo, terror, cansancio, fatiga y una ligera sensación de querer cortarme los muslos con una tijera. Tal vez ya lo había hecho.

Tenía los hombros tensos, los puños oprimidos y el estómago cerrado como una caja fuerte. Apreté tan fuerte mis manos que me clavé las uñas en las palmas. La sangre me hizo detenerme.

Suspiré, casada de que mi cuerpo tuviera reacciones sin fundamentos.

Se suponía que no tenía recuerdos ¿Acaso no debería también perder mi personalidad? Eso había dicho un filósofo...

Él me miró llegar, porque el baño estaba a medio metro de la puerta de entrada. Se abochornó un poco de que lo encontrara como su madre lo trajo al mundo, giró sobre los talones y trató de esconderse, pero no había muchas alterativas, solo la cortina de la ducha. Cambió con rapidez de opinión porque supo que era demasiado tarde y decidió conservar dignidad. Fingió que no ocurría nada vergonzoso, suspiró y comprimiendo el cigarrillo entre los labios preguntó:

—¿A dónde fuiste? —se rascó las pelotas.

—A destruirle el corazón a una chica —respondí arrojándome de bruces al colchón, lidiando con los sentimientos oscuros que se agitaban en mi corazón.

Habíamos dejado el colchón, sin sábanas, en el centro del departamento, ni siquiera teníamos almohadas. Pero para mí, antes de toparme con la chica de cara manchada, eso había sido todo un lujo.

Cerré los ojos. Se cierra los ojos para dormir, se duerme para soñar, se sueña para escapar de la realidad y se escapa de la realidad porque no hay nada más oscuro que la verdad.

El verdadero lujo del mundo es la ausencia de pensamientos. Eso nos tuvo que haber arrebatado el Desvanecimiento: el pensar. Ojalá todos fuéramos peces que solo nadan en el mundo, sin siquiera diferenciar cuando están dentro de una pecera y no en el océano. Dándose topes con paredes y volviendo a intentar, sin mucha conciencia sobre su propia vida o errores.

—Dargavs, creo que soy una mala persona —musité—. Un pedazo de mierda insensible.

—¿Recién te das cuenta? —preguntó riéndose.

—Estoy todo el tiempo feliz porque solo me preocupo en mí y no en los demás.

Él estrujó sus calzones, el agua se escurrió por el drenaje y escuché que los colgaba en el barral de la cortina del baño, junto a su camisa, sus pantalones y sus medias. Se sentó sobre el suelo y apoyó la espalda en el retrete, inhaló aire y lo soltó con lentitud.

—Yo creo que para ser feliz tienes que ser malo en el fondo... sobre todo, egoísta. Nadie puede ser verdaderamente alegre en un mundo tan jodido. Es por eso que solo confío en la gente triste.

—Es la semilla.

—¿De toda la maldad en el mundo? ¿Crees que la semilla de la maldad es la felicidad?

—Estoy comenzando a creer que la felicidad es insensible. Si no puedes ser feliz cuando te preocupas por los demás, entonces para ser feliz tienes que ser un despreocupado... ser despreocupado es egoísta y si eres egoísta —deduje, tragué saliva y miedo para poder decir la consecuencia—. Si eres egoísta eres una mala persona.

Él sonrió de lado.

—Qué extremista eres, Bodie. Por qué piensas tantos las cosas. Solo relájate.

—Es que le dije cosas horribles a una chica. Fui mala y sin una buena razón.

—¿Y con una buena razón esas cosas horribles no hubieran estado mal?

Sí.

Me asusté de mí misma. Ya no me soportaba. Quería desaparecer. Desvanecerme. De forma real.

Abrí los ojos y giré la cabeza, la puerta del baño estaba abierta y veía su cuerpo caucásico sentado en el suelo, apoyaba los pies en la pared, los músculos de sus piernas estaban trabajados y definiditos. Tal vez antes, en sus tiempos libres, era maratonista o ciclista.

Tenía la impresión de que antes compartía las noches con un tipo como él, alguien mucho mayor y que no me había hecho feliz, pero solo era una corazonada, como pensar que la chapa de Astroboy era importante para mí. Lo más probable es que esa chapa la haya encontrado en un estacionamiento o la haya guardado para cortar a alguien que quisiera detenerme en mi huida.

—No me creí tu positivismo —confesó—. Si estás feliz porque olvidaste quién eres, en realidad no andabas contenta con la vida, andabas contenta porque la vida se esfumó y eso no es muy pintoresco ¿Sabes? Es un pensamiento bastante retorcido si lo analizas con detenimiento.

Retorcido.

Eso era. Alguien retorcida.

—Tal vez tienes depresión y lo olvidaste. Me refiero a la depresión clínica, la que tu cerebro es incapaz de generar endorfina o algo así era ¿Me entiendes? Si tienes una enfermedad mental jamás lo sabrías y te tomaría tiempo averiguarlo.

Era una persona que cargaba papeles con nombres e identidades diferentes, que portaba armas, que había estado involucrada en una pelea en donde no había salido beneficiada, era alguien que había sido defraudada por un tal «H» cuyo último deseo para mí estaba en latiendo en una carta. Era una persona de papel. No, era una chica que se cruzaba con un hombre arisco y corrupto, se sentía como en casa y lo convertía en su mejor amigo. Era una chica que contestaba para dañar, conocía muchos datos sin sentido y hablaba francés con fluidez.

¿Quién demonios había sido? Había sido grosera con la desconocida del parque.

Ni siquiera sabía por qué, mi intensión no había sido dañarla ¿Qué era capaz de decir cuándo sí quería lastimar con palabras?

Fui grosera con la chica porque ella fue arisca... creo. Ni siquiera decidí ser así, solo salió, como cuando me hice la tonta con ella y coqueteé. Giré sobre la cama. Oculté avergonzada mi cara entre los antebrazos. No creía que su rostro era horroroso, me gustaba, su semblante con cicatrices era algo que valía la pena recordar. Me había parecido hermosa, quise conocerla y aun así mi primera reacción fue tratarla mal y alejarla de mí.

Era una persona de papel con sentimientos de chapa.

—Soy retorcida —confesé.

—Eras —corrigió—. Ahora puedes ser quien quieras ¿Quién quieres ser?

—No sé —Echa una bola en el colchón, contemplé el techo de yeso agrietado.

—Bueno, trata de resolverlo antes de diciembre.

—Antes de diciembre —musité.

—No dejes que el pasado te atormente.

—¿Qué somos si no tenemos un pasado, Darg? —pregunté.

—Tú lo dijiste ayer, Bodie, somos libres.

—Yo creo que no somos nada, para nadie, no somos causa ni consecuencia.

—Eso, Bodie, es ser libre.

—Ser libre es más oscuro de lo que creí —refuté.

—Que sea oscuro no significa que sea malo, hay cosas oscuras que son agradables y útiles, como el abrazo que viene después de llorar como un gallina o esta noche de verano. La oscuridad es solo oscuridad.

Tenía sentido lo que decía. Tal vez yo era oscura, pero no por eso mala persona. Aunque no sabía si me merecía ser feliz.

—Oye, Darg, gracias, amigo.

—¿Amigo? —cuestionó él.

Chasqueé la lengua.

—¿Es demasiado pronto?

—Nos conocimos ayer.

—Pero no hay nadie más en mi vida a quien llamar así.

—En la mía tampoco —asumió pensativo.

—¿Me dejas entrar?

—¿En mi vida?

Asentí despacio, pero no sabía si me estaba viendo, yo continuaba de espaldas al baño, encogida en el colchón, ocultando la cara en mis antebrazos. Él soltó una risa.

—Ya entraste, Bodie. Ya entraste, amiga.

Sonreí y me giré para verlo.

—Tampoco es que tuviera que hacer fila.

—Tendrías, primero está mi mujer, ella quiere entrar a mi vida a toda costa.

Guardé silencio, quería darle las palabas precisas, pero no había nada preciso en un mundo tan incierto. Todo era nuevo para nosotros y a la vez cotidiano, estábamos en un limbo, como había dicho la chica de la cicatriz.

—Deberías enfrentar a tu esposa, Darg.

—No puedo, todavía no.

Tragué saliva, no iba a decirle nada más, porque había tantas cosas que yo no podía hacer, que exigirle a él hubiera sido una hipocresía de mi parte... otra vez. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top