CAPÍTULO 7
Aveline lloraba al ver su juguete favorito ser destruido por un fuerte pisotón de su padre. Al hombre no le importó los llantos de la menor y se marchó del lugar sin dirigirle una irada. Drystan corrió a tomar a su hermanita entre sus brazos.
—No llores, ángel —pidió secando sus lagrimas y besando sus mejillas —. Te conseguiré un nuevo juguete, será más bonito que el que tenías.
—¿Lo prometes? —preguntó la menor viendo risueña a su hermano mayor.
—Por el meñique —respondió Drystan poniéndose de pie junto a la menor.
Días después el niño le llevó a su hermana una hermosa muñeca que la dejó fascinada, sin duda alguna el ver a Aveline sonreír, fue el mejor agradecimiento para el pelinegro.
Lucian Eckhardt
Desde la cena en la casa Averly mi tía no había parado de preguntarme un sinfín de veces qué me había parecido la castaña, estuve a punto de decirle que me pareció excitante para que dejara de preguntar, pero eso se vería mal en una dama, así que me contuve.
Por algún extraño motivo la imagen de la chica bajo mí, gimiendo y suspirando por mi toque no salía de mi cabeza y para mi mala suerte se había vuelto una visión de algo que deseaba con todas mis fuerzas
—Saldré —anuncié a mi tía quien bordaba en una esquina —. No me esperes despierta
No espere a que respondiera y simplemente me marché de la residencia de camino a la casa Averly, necesitaba ver a la de ojos verdes una vez más.
—Buenas noches, Avecilla —exclamó un castaño a la señorita Averly mientras besaba su frente.
Esa fue la imagen que me recibió desde lejos. Mi sangre comenzó a calentarse al ver la manera en la que la chica sonreía dulcemente al hombre y este la observaba con adoración absoluta, sin duda alguna él la amaba, pero yo la quería y siempre conseguía lo que quería.
Vi a la chica entrar a la casa y cuando el hombre caminó a su carruaje lo intercepté, su mirada cayó sobre mí de manera amigable. El maldito parecía ser tonto o ciego porque no había manera de que mi mirada de desagrado pasará desapercibida.
—Buenas noches —saludó.
—¿Quién es usted? —espeté ignorando su saludo.
—Griffin Wilder, Duque de Braybory —se presentó —. ¿Quién es usted, caballero?
Su título no pasó desapercibido, era un duque, una persona con más poder que mí, pero no me importaba.
—Lucian Eckhardt, vizconde de Krindel —anuncié y sin poder contenerlo dije algo que me sorprendió hasta a mí —. Pretendiente de la señorita Dione Averly.
Me miró seriamente un rato; sin embargo, su amabilidad volvió a parecer.
—No sabía que Aveline tuviera un pretendiente —dijo —. Aunque es muy tarde para que venga a visitarla.
—Soy amigo del vizconde, vine a reunirme con el —aclaré.
—Entiendo, espero tenga una buena noche, debo marcharme —exclamó —. Mis hijos me esperan.
Hijos.
El bastardo tenía una familia, pero amaba a la mayor de las Averly sin duda alguna.
—Vengo a ver al vizconde —dije al sirviente cuando estuve frente a la puerta.
—Lo anunciaré —exclamó para luego perderse dentro de la casa.
Segundos después la cabellera pelinegra de Drystan fue lo que apareció.
—Es bueno verte nuevamente, Eckhardt —saludó —. Vamos a mi despacho a beber un poco.
Seguí al hombre hasta su oficina y pasamos largas horas tomando hasta que me excusé con ir al baño; sin embargo, mi camino se vio ligeramente cambiado al llegar a la puerta de la habitación de la mayor de las Averly.
—¿Qué hace aquí? —exclamó sorprendida mientras cubría sus pechos marcados por la fina tela de su bata.
—Vine a verte, eso es obvio —dije acercándome a ella —. Te vi con ese hombre.
Mis manos tomaron sus brazos bajándolos para tener una vista de su cuerpo con mayor claridad, específicamente sus pechos.
—¿Es tu amante? —interrogué acariciando sus caderas en un recorrido lento —. ¿Él te toca y te hace estremecer como yo lo hago?
Mis dedos fueron hasta su pecho y acaricié la punta de estos haciéndola jadear.
—Griffin es mi amigo —anunció con dificultad.
—Pues te mira con amor y deseo —dije —, y he decidido hacerte mía, así que no me gusta que alguien más pueda besar o tocar lo mío.
Su respiración falló cuando mis labios tocaron el lóbulo de su oreja.
—Me perteneces, Dione Averly —exclamé para después salir del lugar dejándola jadeante.
Narradora
Cuando la noche estuvo más avanzada y Drystan se encontraba solo en su despacho luego de que Lucian marchara a su hogar, los recuerdos y demonios aparecieron en su mente. Estar en el mismo despacho que un día le perteneció a su padre hacía que cada que mirara un objeto recordará lo que escuchó esa noche.
Un pequeño Drystan vagaba por los pasillos de su hogar cuando unas voces en el despacho de su padre hicieron que se detuviera. Siempre había sido un niño curioso, así que no pudo evitar esconderse tras la puerta y escuchar la conversación, mientras observaba por el pequeño espacio que la puerta le brindaba al no estar cerrada completamente.
—Eres una zorra —espetó su padre contra la dulce castaña a la que llamaba su madre —. Esa niña no es mía.
Aveline Dione Averly no llevaba la sangre Averly en sus venas y eso había sido algo que el vizconde había tardado en descubrir. Si bien las dudas por el color de ojos de la niña iniciaron, el pensar que en la familia de su esposa alguien podría tener los ojos de ese color lo calmaba, después de todo la niña era muy parecida a su madre, se podía decir que eran casi idénticas. Sin embargo, el vizconde había encontrado a su esposa en una romántica escena con uno de sus socios y al ver los verdes ojos de este supo inmediatamente que la niña no era suya, habían pasado cinco años para que él recién se enterara de eso y hacía que su enojo creciera.
—No, no es tuya —exclamó la mujer entre lágrimas.
—Agradece que necesito que cuides a los niños o correrías el mismo camino que tu amante.
Drystan observó el cuerpo de su padre y notó sangre manchando su siempre perfecto traje, algo que hizo que se asustara. La mención de que Aveline no fuera hija de su padre lo había dejado confundido y helado, no quería que su papi lastimara a su hermanita.
—No le hagas daño —pidió la mujer.
—Ante todos, esa niña es mía y no quedaré como un cuernudo —espetó el hombre —. Nadie sabrá nada de esto.
Un alivio recorrió a la mujer, pero cuando el hombre la aventó contra el escritorio supo que nada bueno iba a suceder.
—Borraré las huellas de ese bastardo y te haré un recordatorio de a quien perteneces. —El miedo inundó al niño y a su madre.
El hombre alzó la falda de la castaña y eso fue suficiente para que el pequeño huyera, no se quedaría a ver como su padre realizaba ese acto. El hombre arremetió contra su mujer sin descanso, la mujer batallaba en busca de que paraba, pero el hombre parecía dispuesto a terminar con su cometido.
Tiempo después Rosemary Averly nació y se convirtió en el tesoro de su padre, mientras que la pequeña Aveline era amada por su madre y hermano que desde el día que supo la verdad no dudó en correr a la cama de su hermana y tomarla entre sus brazos susurrándole promesas de que la amaría y cuidaría por siempre.
(...)
Al despertar, Drystan encontró a su hermana acomodando su cuerpo en una posición más cómoda y no dudó en dedicarle una sonrisa.
—Buenos días, Drys —exclamó.
—Buenos días, ángel —respondió, besando su frente con adoración.
El recuerdo de los malos tratos que esta sufrió de su padre lo atormentaron en pesadillas y el verla ahora sonriendo era el mejor regalo que el pelinegro podía tener.
—No debiste de quedarte aquí a dormir, te dolerá todo el cuerpo el día entero —espetó la castaña tomando el brazo de su hermano en espera de que este se dispusiera a seguirla hasta su cama para que descansara mejor.
—Estaré bien, de todos modos, no puedo ir a descansar —exclamó deteniendo el paso de ambos —. Es más que seguro que hoy tengas pretendientes sin contar que Rhidian vendrá con los diablillos y en la noche tenemos un baile en casa de la vizcondesa Wilder.
Sí que sería un día ajetreado.
—Está bien, pero no vuelvas a dormir en el despacho, no es bueno —regañó la castaña al mayor.
Como si fueran invocados, los pequeños Kian y Koen entraron a la habitación corriendo dispuestos a abrazar a su tía Aveline.
—¡Niños! —regañó Priya al ver como la chica caía al suelo junto sus dos hijos.
La castaña no esperaba ser tacleada por la maraña de cabellos pelirrojos y pelinegros.
—No te preocupes, Pri —exclamó la chica poniéndose de pie junto a los niños —. Yo los haré pagar.
Y sin oportunidad de que los menores huyeran, la castaña tomó sus pequeños cuerpos y comenzó a hacerles cosquillas.
—Ya no más —pidieron los menores entre risas.
La castaña paró su ataque y camina hacia su hermano y cuñada para saludarlos con un abrazo.
—¿Irán al baile de esta noche? —preguntó.
—Por supuesto, ellos no pueden perderse de mi bella presencia —exclamó con falsa vanidad la pelirroja, haciendo reír a todos.
(...)
En la casa de la viuda Wilder, todos los sirvientes se movían de un lado para el otro ordenando la residencia en busca de que las órdenes de su señora fueran realizadas a la perfección, a fin de cuentas, ella amaba que estos eventos sean lo más perfectos posibles. Es por eso que era conocida por dar los mejores bailes de toda la temporada, todos esperaban con ansias que la casa Wilder abriera sus puertas para ofrecer el baile que daría mucho de qué hablar, sin duda alguna la bendición de toda debutante.
—Todo tiene que salir perfecto —exclamó la viuda a las personas que arreglaban todo.
Camelia tomó en su mano una de las flores que había encargado esta mañana y al examinarla bien entró en pánico.
—¡Esta flor no es blanca! —casi gritó tirando la flor al suelo —. Revisen las demás, puede que tengamos una infiltrada, por favor.
Todos asintieron y corrieron a verificar que las flores fueran totalmente blancas. El baile de la duquesa Wilder era de temática blanco y negro, así que quería que todo estuviera a la perfección, sin duda alguna era un baile que todos iban a recordar.
Dione Averly
Un vizconde no dejaba de cantar de manera un tanto estrepitosa en la sala de mi hogar. Rosemary a mi lado, miraba la escena con los ojos tan abiertos que parecía que se le iban a salir de su lugar.
—Quiero arrancarme las orejas —susurró mi hermanita a mi lado.
Cuando el hombre terminó todos aplaudimos, creo que lo hicimos más porque estábamos felices de que esa tortura auditiva haya llegado a su fin, más no porque nos hubiera agradado la interpretación.
—Maravilloso —alagué obligada.
—Dione podría tocar y cantar algo para nosotros para demostrarle la misma gentileza, milord.
Las palabras casi amables de Rosy nos sorprendieron a todos, incluso al caballero, todos sabían que mi hermana era un poco lengua filosa con casi todos.
—Me sentiría bendecido de poder oír a la señorita Averly —respondió el caballero.
Me gustaba cantar y tocar, la música era lo que más amaba hacer.
—Dione es muy buena en el piano, ha estudiado este desde que tuvo uso de razón —alabó mi hermano mayor.
Caminé al piano y sacando unas partituras, inicié ante la mirada de todos en la sala.
Sal ya, sol.
Sal ya, luna.
Porque cuando cae la noche,
No existe belleza alguna.
Acudid, estrellas,
Vengan ya a danzar.
En el frio cielo,
pueden ya brillar.
Seguí cantando y tocando la delicada melodía que mi madre solía entonar años atrás.
—Tiene la voz de un ángel, milady —exclamó el vizconde poniéndose de pie y viniendo a mi encuentro.
Dejó un beso en mi mano con una sonrisa, me sentía alagada sinceramente. Podría considerar conocer más a fondo al vizconde, después de todo mi hermano no había dado ninguna objeción y fuera de su desagradable canto, el hombre era muy amable.
—Espero que esta noche me permita una pieza —dijo como forma de despedida.
—Esté seguro de ello, milord —respondí para luego ver cómo marchaba.
Drystan me miró con una sonrisa.
—Hace mucho que no te oía cantar ni tocar el piano.
—Es cierto, casi olvido el dulce sonido —apoyó Rosy tomando mi mano y apoyando su cabeza en mi hombro.
La llegada de mi cuñada hizo que posáramos nuestra mirada en su abultado vientre.
—Lamento interrumpirlos, pero creo que es mejor que vayamos a por los vestidos para la noche de hoy —exclamó.
Su embarazo avanzaba cada vez más rápido con el pasar de los días y solo esperaba con ansias poder tener a mi sobrino o sobrina entre mis brazos, sin duda alguna el embarazo había realzado la belleza de Priya.
—Vayan —indicó mi hermano dejando un beso en la mejilla de las tres.
—No huyas tan rápido, bribón escurridizo —lo detuvo la pelirroja —. Ve con tu hermano y sobrinos a buscar unos bellos trajes, Lady Wilder me pidió que llevara a los niños, considera que podrán volver todo más agradable y divertido.
Los ojos oscuros de mi hermano y los ojos verdes de mi cuñada se cruzaron.
Drystan se dio por vencido de que no podría huir de asistir en busca de un traje, y con un asentimiento débil se marchó en busca de los demás hombres de la familia Averly.
—Un bello vestido con muchas perlas hará que todos posen su mirada en ti —habló Priya —. Tu belleza se verá realzada y todos quedarán locos por ti, creo que esta temporada se hablará mucho sobre la viuda que logró tener más pretendientes que algunas debutantes.
—Yo no quiero un vestido blanco —exclamó Rosemary.
—Te aseguro de que, si vas con un vestido de otro tono, Lady Wilder sufrirá un colapso —dijo mi cuñada.
La mirada de mi hermana dio a entender que sabía que podría suceder eso, pero su desanimo era evidente. Rosy odiaba los vestidos blancos, le recordaba el vestido que llevaba mamá el día de su funeral.
—Podría hablar con Lady Camelia para saber si puedes ir con otro color —sugerí buscando que su ánimo volviera.
—No hace falta, Di —respondió —. Puedo usar uno con muchos encajes negros o grises.
—Una muy buena idea —apoyó Priya y tomando nuestras manos nos encaminó a la entrada de nuestro hogar.
El carruaje ya estaba listo y a su lado mis dos hermanos en caballos. Cada uno era acompañado por un niño, la melena pelirroja de Kian resaltaba frente a mi hermano Rhidian, y la melena negra de Koen hacía juego con la de Drystan.
—Nada de cosas locas o trajes fuera de medida —advirtió Priya tocando su vientre y dejando escapar un suspiro —. Mis pies me están matando.
—Puedo quedarme para cuidarte —exclamó su esposo bajando del caballo rápidamente.
—Estaré bien, querido, es normal —respondió ella besándolo —. Ve y busca un traje que los haga lucir más atractivos de lo que ya son.
(...)
Había muchas damas buscando vestidos en la tienda de la modista, muchas de ellas miraban la tela con detenimiento y otras regañaban a sus hijas por tener un peso más elevado que le impedía lucir el vestido perfectamente según ellas, a decir verdad, me parecían hermosas cada una de ellas.
—Este es perfecto —exclamó Priya tocando un bello vestido
Cuando ella trató de tomarlo otra mano también jalaba la tela.
—Yo lo tomé primero —espetó Lady Grickman, una condesa conocida por ser un tanto cruel.
—Creo que se equivoca —trató de calmar la pelirroja con educación.
—No me equivoco en nada —contraatacó la mujer jalando con más fuerza el vestido.
Priya se tambaleó, pero no soltó el vestido. Inmediatamente mi hermana y yo nos preocupamos de que algo pudiera pasarle al bebé por algún accidente.
—Mi hija se verá mejor en él.
La mirada de Rosemary se posó en la de Lady Belinda y con una escaneada volvió a mirar a la mujer.
—L aseguro de que tanto su hija como Dione se verán bellas porque son hermosas —defendió la de ojos claros —. No hay necesidad de tratar de rebajar la belleza de mi cuñada.
Eso enojó a la mujer.
—Insolente —espetó jalando más fuerte el vestido.
Priya estuvo a punto de caer y sin pensarlo la tomé en mis brazos.
—Ya me harté de usted, víbora —gruñó Rosemary tirando fuertemente del vestido hasta arrebatarlo de las manos de la rubia mujer.
El cuerpo de la dama cayó al suelo por la rudeza y su hija dejó escapar un gran grito.
—Mocosa idiota —reclamó la joven a mi hermana.
—Idiota tu madre que no tiene cuidado con una mujer embarazada —arremetió Rosy furiosa —. Debe agradecer que yo si tengo clase y educación, de caso contrario la golpearía por insolente. Le recuerdo, milady, que mi familia tiene mucha influencia y Priya Averly es parte de nuestra familia, no le conviene tenernos de enemigos, porque le aseguro que su vida será un infierno si decide lastimar a un Averly. Nosotros nos cuidamos entre todos y acabamos con quienes nos lastiman.
La rubia había comenzado a retroceder por las amenazas de mi hermanita, la cual la miraba con ojos de cazador mientras se acercaba a ella a paso firme. La madre de la joven se arrastraba en el suelo en busca de que mi hermana no la pisara, era una escena un tanto peculiar.
—El vestido será de Di —declaró finalmente la de cabello corto y sin decir más volvió junto a nosotras y me tendió el vestido —. Pruébatelo, Didi, te verás muy hermosa.
—Te amo —exclamó Priya con una sonrisa tomando la mano de mi hermana.
—¿Estás bien? —preguntó la menor tocando el abultado vientre de nuestra cuñada.
—Todo bien, florecita.
Sin escuchar más fui a probarme el vestido, el resultado me dejó con la boca abierta. Me veía como una princesa de un cuento de hadas. Era delicado y glamoroso al mismo tiempo, hacía que me viera como un ángel, me sentí más hermosa hoy que en toda mi vida.
—Sal, queremos verte —pidió la pelirroja.
Cuando sus ojos se posaron en mí dejaron mostrar su fascinación.
—Te ves magnífica —dijo Rosy embobada.
—Ese vestido fue hecho para ti —apoyó Priya —. El corte, los encajes, definitivamente serás la más bella de la noche. Un collar sencillo y una hermosa tiara te harán lucir como la princesa que eres.
La de ojos verdes le indicó a la modista que nos llevaríamos el vestido y comenzó a buscar uno para ella y mi hermana. El suyo fue uno unas tallas más grandes de lo normal por su estado, pero con unos ajustes la harían ver hermosa. Rosy aún no encontraba un vestido lo suficientemente no blanco.
—Este es perfecto —exclamé con la prenda en mi mano.
Un bello vestido de color casi beige con muchos encajes negros y grises que hacían que el blanco quedara opacado y cubierto.
—Sí, lo es —concordó la de cabello corto.
Fue así como las tres salimos del lugar con nuestros vestidos listos para esta noche.
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