CAPÍTULO 6
Narradora
Cuando Aveline tenía solo quince años se enteró de algo totalmente horrible, escuchó tras la puerta del despacho de su padre que este quería casarla con un hombre que deseaba un trato con la familia Averly. La castaña perdió el aliento del solo pensar que pasaría su vida con un hombre al que no amaba, no entendía por qué su padre le hacía algo como eso, ella sabía que por algo desconocido su padre ya no la quería como antes.
—Ella se casará con Denarius y no hay cambios —espetó mi padre a mi madre, quien le pedía entre llantos que no lo hiciera.
—Es una niña y él ya es un hombre —reclamó mi progenitora —. Ten piedad, si alguna vez la amaste, ten piedad de ella.
Una mirada de desprecio del hombre hizo que la mujer supiera que no había nada que pudiera hacer para salvar a su pequeña de ese cruel destino.
Aveline huyó del lugar con lágrimas en los ojos, solo existía un lugar en el mundo en el que ella podía sentirse libre.
—Me casaré —soltó al llegar al encuentro de su mejor amigo Griffin.
Las palabras dejaron paralizado al joven, él no podía permitir eso. Él la amaba, ya estaba pensando en pedir la mano de la chica cuando su padre le dijo que debía de casarse con una señorita de familia noble, hija de sus amigos.
—No puedes —dijo en un susurro.
—No quiero, Grif —exclamó entre sollozos —. Papá no cambiará de idea, escuché que dijo que me casaría con un tal Denarius y había nada que pudiera hacerlo cambiar de opinión.
Griffin solo podía pensar en la manera de arreglar esto, el moreno se negaba a dejar que su amiga y amada se casara con un hombre que no amaba, mucho menos que le doblara la edad de la forma en la que Denarius lo hacía, él lo conocía muy bien. El joven había visto al vizconde en una cena en la residencia Wilder, pero nunca se imaginó que un hombre como él pudiera pedir la mano de una chica tan joven como lo era Aveline.
—Lo arreglaré —prometió el chico abrazando a su amiga.
Dione dejó escapar muchas lágrimas y aferrándose al cuerpo de su amigo deseo con todas sus fuerzas que sus palabras pudieran ser ciertas, pero en el fondo de su corazón ella sabía que eso era casi imposible, su padre nunca cedería a algo como eso.
Tal como la dama lo predijo, no hubo nada que el de ojos cafés pudiera hacer, después de todo él también había sido prometido o por lo menos era algo que se le exigía.
—Lady Elodie es una muchacha bella y de buena familia, serás feliz teniéndola como esposa —exclamó el duque de Braybory.
—No lo amo, padre.
—Lo harás con el tiempo, créeme, sucederá —respondió sin darle importancia a los sentimientos de su hijo.
Cuando el hombre supo que los planes de boda de Aveline estaban en marcha no pudo hacer más que tirar la toalla y dejar de luchar, eso ya era una guerra perdida.
—Me casaré con Lady Elodie, padre —notificó a su progenitor con rudeza.
—Es fantástico, eres todo un hombre —celebró el hombre completamente feliz, sin notar lo tenso y triste que estaba su hijo.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión? —preguntó —. No lo digas, lo que sea que haya sido fue una bendición.
Los preparativos se hicieron y su boda fue antes de la de Aveline, aunque esta se casó meses después. Su matrimonio no era feliz, él desde un inicio le había dejado en claro los sentimientos de este por otra mujer, y la rubia lo había entendido.
—No puedo darte mi amor, pero te aseguro que te brindaré mi respeto y cariño, cuidaré de ti siempre y velaré por tu felicidad, prometió el castaño a su ahora esposa —. Cumpliré con mi deber matrimonial, no permitiré que hablen de ti, no te fallaré nunca para no manchar tu reputación; sin embargo, eres libre de buscar amor en otros brazos, no te lo impediré.
Con gran dificultad la joven aceptó, su esposo era atractivo y sin duda alguna sentía atracción por él y el saber que su corazón nunca le pertenecería le había herido, pero respetaría la decisión del hombre.
—¿Quién es la dama? —preguntó luego de que el matrimonio fuera consumado y la esperanza de que un heredero naciera se instaló en el pecho de Griffin.
—Aveline Averly —respondió —, creo que es mejor que lo sepas, no quiero mentirte.
La chica se sorprendió, sabía que ella era su mejor amiga, después de todo se conocían de años, pero ella nunca se imaginó que su esposo tuviera sentimientos por la muchacha. Tuvo la oportunidad de pedir su mano todos esos años, ¿qué se lo impedía?
—Quisiera conocerla —pidió la rubia mientras observaba a su esposo vestirse.
—Creo que a ella le agradará conocerte, me dijo que tenía una esposa muy bella —exclamó con ilusión al hablar de su amada.
Una cita en la casa Wilder con la castaña y la rubia fue pactada y fue así como ambas se encontraban tomando el té en la sala del hogar de la duquesa.
—Es usted una mujer bellísima —dijo la castaña mirando con admiración los rasgos de la mujer.
El cabello de ella le recordaba al oro y sus ojos al mar por lo azul que eran.
—Muchas gracias, Lady Criveland.
Luego de charlar tanto, la rubia comprendió que era imposible no amar a la castaña, sin duda alguna era una chica dulce, Elodie la había amado al instante y por muy raro que pareciera, ella deseaba que la castaña pudiera ser feliz, no le importaba que su esposo la amara a ella.
—Me alegró conocerla, espero volver a verla con más frecuencia —exclamó Elodie.
Y así fue, cada día impar la joven los visitaba, ella amaba a la pareja, ambos eran muy amables y cuando se enteró de que un bebé estaba en camino la castaña no dudó en ayudar a la rubia en su embarazo, incluso estuvo ahí el día de su nacimiento.
—Estoy embarazada —dijo Elodie a su esposo un año después.
Griffin sabía que el bebé no era suyo, después de todo una vez que cumplió con darle un heredero a Braybory, no volvió a tocar a su esposa, sabía que ella tenía un romance con un sirviente, después de todo eran amigos y se contaban todo.
—Cuidaré de él como si fuera mío ante la sociedad —prometió el hombre —. A tu bebé no le faltará nada, puedes criarlo junto a tu amado si lo deseas.
—Gracias, Griffin —agradeció la rubia abrazándolo —. Eres un buen amigo, estoy segura de que en algún momento Dione se enamorara de ti.
Fue así como Nadine Wilder nació, gracias a Dios que el amate de Elodie era muy parecido a ella, ambos con ojos claros y rubia cabellera, pudieron ocultar fácilmente la bastardía de Nadine ante los demás. Todos decían que Egan era una copia exacta de Griffin, mientras que Nadine era la copia de su madre.
—Es hermosa —exclamó el hombre tomando a su hija en brazos —. Será una dama muy bella al crecer.
Griffin miró a la pareja con una sonrisa, verlos así hizo que imaginara que ambos eran él y Aveline. Como si la invocara, la presencia de la castaña en la residencia fue anunciada y cuando entró no dudó en alagar a la bebé.
Cuando el tiempo pasó, las visitas de Aveline redujeron, después de todo el infierno en la casa Criveland había iniciado y su captura hacía que rara vez visitara a sus amigos y a los pequeños.
(...)
Ambos adultos se sentaron en una banca bajo la atenta mirada de todos.
—El día está hermoso —dijo la castaña mirando al hombre a su lado.
—Sí, pero hay cosas más bellas —exclamó mirándola fijamente, pero la chica no se dio cuenta de esa acción por mirar directamente a los pequeños que corrían por el lugar.
Aveline tomó la mano del chico de manera casi escondida, deseando que nadie observara esa acción. Ella quería cerrar sus ojos y al tener la mano de su amigo entre las suyas, poder imaginar a un esposo a su lado que la amara tanto como su amigo la quería.
—Iré a jugar con los niños, ¿vienes? —preguntó la de ojos verdes.
—Voy tras de usted, milady —dijo con una reverencia exagerada, sacándole una sonrisa a su amiga.
Cuando la vio alejarse, se permitió dejar escapar un suspiro, estaba tan feliz que sus hijos se llevaran tan bien con la castaña.
—Cásate con ella —habló una voz a su lado —. Ponte los pantalones y pídele ser tu esposa, ya se ganó a los niños.
Su madre sí que era una mujer muy alocada que no media lo que decía.
—Baja la voz —pidió el hombre —. No puedo dejar que ella te escuche.
—Pues si lo hace sería lo mejor, puede que así ella vea que la amas e intente dar el primer paso, al contrario del cobarde que tengo frente a mí —espetó la mayor —. Te crie para que fueras un buen hombre, no una paria cobarde.
Ignorando a su madre se acercó a los menores que corrían perseguidos por la mujer, claro que eso daría de qué hablar, ese no era el comportamiento adecuado para una dama, pero a la castaña no podía importarle menos en ese momento.
—¡Los atrapé! —celebró al sostenerlos entre sus brazos.
Por un mal paso, los tres cayeron, sin embargo, la doncella puso su cuerpo como soporte en busca que los menores no se lastimaran, después de todo ella estaba acostumbrada al dolor.
—Los ayudo —exclamó el castaño a los tres.
Sus hijos tomaron sus manos y fueron levantados con facilidad, y al llegar el momento de que la castaña tomara la mano del hombre, los niños la miraban con una sonrisa, al parecer aquellos pequeños pensaban igual que su abuela. Ya habían escuchado a todos diciendo que su padre debería buscarles una nueva madre, ellos amaban a su madre y por lo poco que recordaban y conocía a Aveline sabían que ella no buscaría remplazarla, así que la volvía la candidata perfecta. Si su padre les buscaría una nueva madre, la señorita Averly era la indicada.
—Arriba, Avecilla.
La fuerza del hombre no estuvo bien calculada y eso hizo que su cuerpo quedara totalmente presionado contra el del duque. Sus ojos se toparon y por un momento ambos se perdieron en el color de estos, Aveline veía al chocolate de sus iris y pensaba en madera e incluso en helado de chocolate, mientras que el hombre de castaña cabellera podía pensar en el pasto. Se apartaron al pasar mucho rato juntos, eso podría iniciar rumores que no querían.
—Vamos por un helado —pidió Nadine bajamente.
Su padre sonrió al oírla, desde la llegada de Aveline la menor hablaba un poco más de lo habitual. La rubia se acercó y tomó la mano de la castaña en busca de que esta fuera quien la guiara el resto del camino.
Aveline aceptó más que gustosa.
—Yo quiero uno de vainilla, me encanta la vainilla —exclamó un feliz Egan.
Saliendo casi corriendo siendo perseguido por su padre.
—¡No corras, Egan!
—Yo quiero uno de chocolate —susurró Nadine.
—Yo también, es muy bueno —concordó la mujer.
Caminaron lo más rápido que pudieron en busca de alcanzar al resto de los familiares Wilder. En su camino se toparon con un hombre que las observaba de manera un poco aterradora, instintivamente Dione tomó la mano de la menor con más firmeza. El hombre le recordaba mucho a su ex marido.
—Bellezas, ¿no quieren acompañarme en este paseo? —preguntó acercándose más de lo debido.
—No. Aléjese, señor —pidió la de ojos verdes al hombre con aspecto de malhechor.
El hombre hizo caso omiso y se acercó más haciendo que la chica se tensara y colocara a una muy asustada Nadine tras ella.
—Muévase o lo golpearé —espetó dispuesta a defenderse, si bien ella había dejado que su marido la lastimara antes, ella nunca dejaría que alguien lastimara a la pequeña rubia a su lado.
—Siempre dicen eso y no hacen nada —exclamó el hombre.
Sin pensarlo más, la mujer comenzó a empujarlo fuertemente.
—Largo —exigió.
Este se enojó y tomó fuerte el brazo de la mujer. Nadine en un acto de valentía al ver a la agradable mujer en esa situación, se armó de valor y golpeó fuertemente la pierna del hombre de una patada.
—¡Mocosa! —gritó empujándola
Esto hizo que Aveline se enfadara y lanzara un puño contra el hombre, quien se paró listo para defenderse. La menor giró y justo en ese momento Griffin apareció como príncipe azul a rescatar a las damas, en un momento certero llegó y de un golpe dejó inconsciente al hombre.
—¿Están bien? —les preguntó la mayor tomando entre sus brazos a la pequeña.
—Sí —respondieron ambas.
Griffin se acercó al hombre desmayado y con ayuda de otros dos caballeros que pasaban por el lugar lo llevaron directo a la oficina del oficial para que le diera su merecido, era más que obvio que las quejas de un duque serían atendidas con rapidez.
—Nada malo volverá a sucederles —prometió el castaño —. Yo cuidaré de ustedes —la promesa del menor hizo sonreír a la chica Averly con dulzura.
Ver a los dos pequeños en esa posición abrazándose hizo que la chica recordara a su hermano. Sin duda alguna ver a Nadine con Egan la hacía recordar a Drystan y ella de pequeños, su hermano siempre se decidió a protegerla y cuidarla como un padre, después de todo, él sabía la razón por la que su progenitor trataba de esa manera a su hermanita y eso le parecía totalmente injusto.
—Todo está arreglado —anunció el castaño saliendo del lugar —. ¿Aún quieren ir por ese helado?
Todos asintieron.
Dione Averly
La tarde había sido más interesante —si se podía decir —que toda su vida junta. Nunca imaginó que tendría que pasar tiempo curando las pequeñas manos rapadas de la rubia, ni mucho menos que su brazo tuviera un moretón a la vista de todos, normalmente sus moretones se escondían de la luz del sol, pero este no se lo había hecho su esposo, sino que este había sido realizado por otro hombre.
—Debo marcharme —dije a todos.
Los pequeños dejaron un beso en mi mejilla que me hizo sonreír.
—Nos vemos otro día, querida —exclamó Camelia dejando un beso en mi frente con mucho cariño.
—Te acompañaré, creo que lo mejor es que te lleve a casa sana luego de lo que pasó, no me perdonaría que algo te sucediera.
Miré a Griffin y sonríe, sabía que no había manera de hacerlo cambiar de opinión, así que tomé su brazo y emprendimos viaje a casa.
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