CAPÍTULO 15
Dione Averly
Griffin ya se había recuperado, el necio castaño ya estaba de un lado para el otro junto a mí y las demás mujeres planeando la boda.
—Te tengo un regalo de bodas —le dije cuando por fin tuvimos un momento a solas.
Con todo el ajetreo había sido casi imposible poder estar los dos solos.
—Aún no es la boda, faltan muchos días para eso —exclamó.
—Solo cállate y sígueme —contesté haciéndolo reír.
Tomé su mano y cubrí sus ojos con un pañuelo. Sabía que a Griffin le encantaba cabalgar, así que me pareció buena idea reglarle algo que él amaría.
—Sorpresa —. Quité la venda de sus ojos y el castaño pudo ver al bello corcel negro de imponente tamaño.
—Dios, es hermoso, Avecilla.
—Es el mejor, es campeón de carreras y un excelente compañero —conté —. Vi que lo observabas mucho en las carreras de la otra vez, así que cuando supe que su dueño se retiraría, lo compré, el hombre parecía muy listo para olvidar al pobre.
Griffin acariciaba la melena del potro con una gran sonrisa.
El animal no dudó en dar un leve empujón con la cabeza a su nuevo dueño y luego acurrucar su cabeza en el pecho del hombre.
—¿Cómo se llama?
—Lyall —respondí —. ¿Te gustó?
—Me encantó.
Miró a ambos lados y una vez que se fijó que no había nadie cerca, plantó un beso en mis labios de manera disimulada.
—¿Aceptaría un paseo con estos dos caballeros, señorita?
—Por supuesto.
El de ojos cafés tomó mi cintura y me ayudó a subir al animal. Luego subió él, de manera firme posó sus manos en mi cuerpo en busca de que no cayera del caballo y avanzamos.
—Dentro de poco serás mi esposo —exclamé observándolo.
Sin duda alguna él era perfecto.
—Soy muy afortunada.
—Yo soy afortunado de tener a la mujer más bella de la ciudad a mi lado —susurró en mi oído dando un ligero apretón a mi cintura —. Soy la envidia de muchos hombres, Avecilla.
Dejé caer mi cabeza en su pecho, no había duda de que un solo susurró junto al contacto de su aliento en mi cuello me hacía temblar. Griffin tenía un efecto muy grande en mí.
—Fue un placer dar un paseo con usted, caballero —dije acercándome a él mientras rodeaba su cuello con mis brazos —. Al parecer volveremos a ser atrapados por la trinidad.
Dejé un beso en la punta de su nariz.
Las tres mujeres llegaron a nuestro encuentro.
—¿Dónde estaban? Necesitamos buscar el vestido —exclamó Camelia.
—Sí, vimos unos hermosos, pero tú tienes la respuesta final —apoyó Priya.
—Yo creo que estaban dándose un sacudón —susurró la menor.
—¡Rosemary! —regañé.
Mi hermana ríe junto a Griffin.
—Él sí entiende mi humor, por eso eres mi chico favorito —dijo la de cabello corto dejando un beso en la mejilla de mi prometido —. Ahora nos robaremos a la bella novia, no sufras mucho por la distancia. Mis hermanos te esperan para ir a visitar el lugar para ya tú sabes qué.
Despidiéndose, el castaño partió dejándome sola con las mujeres.
—El blanco no es mi favorito, pero te ves hermosa en ese vestido —dijo Rosy al verme salir con el primer vestido.
—No me fascina —respondí.
—Pues busquemos otro, tienes que sentirte la mujer más bella —exclamó la pelirroja.
—Apoyo a Lady Averly —habló Camelia —. Mi nuera debe sentirse más hermosa de lo que es.
Sonriendo volví a caminar por el lugar en busca de alguno que captara mi atención, y tuve éxito.
—Creo que me probaré este —dije enseñándoles el vestido.
Las tres asintieron complacidas.
—Es el indicado —exclamé al salir.
Todas miraron fascinadas, sin duda alguna el vestido era hermoso, tenía mucha pedrería y encajes, pero aun así se veía sofisticado y delicado, parecía sacado de un cuento de princesas.
—Fue diseñado para ti, sin duda alguna —habló la mayor —. Nos lo llevamos, póngalo a nombre del duque Wilder, en un momento me acerco a pagar.
—Como ordene, duquesa.
—A mi hijo se le caerá el sombrero cuando te vea.
Las cuatro reímos.
(...)
—Caballeros —saludamos al llegar a casa y encontrarnos con Drystan batallando con espadas de palo junto a Egan y Koen.
—Damas —saludaron de regreso.
Nadine se acercó de la mano de Kian.
—Hola, pequeños —dije besando sus frentes.
—Tía, Di —habló el pelirrojo —. El tío Drystan nos ha enseñado a pelear con espadas, Nadine no quería, pero la convencí y ahora sabe luchar con espadas.
La alegría de mi sobrino y el sonrojo en las mejillas de la menor me hacía sonreír abiertamente.
—Me alegra oír eso.
En poco tiempo mi familia había integrado rápidamente a los niños a nuestra familia, especialmente mi hermano mayor, Drystan ya veía a Egan y Nadine como sus sobrinos, él los trataba igual de bien que a Kian y Koen.
—Es momento de nuestra práctica, Di —anunció mi hermano Rhidian extendiéndome su mano.
Me puse de pie con su ayuda y caminamos hasta el interior de la casa para llegar al salón principal.
—Nunca pensé tener que ver como volvías a casarte —dijo mientras nos balanceábamos en nuestra clase de baile —. La primera vez se me hizo difícil aceptar que mi hermanita se casaría, creo que ahora ya estoy preparado, y estoy seguro de que Griffin cuidará bien de ti.
—Esta vez es diferente, ahora no me alejaré de la familia durante muchos años —exclamé dejando que el pelinegro me hiciera dar vueltas —. Seremos una familia unida porque, como lo dijiste, Griffin cuidará de mí y él sabe que ustedes son importantes en mi vida.
Estar bailando con mi hermano me hacía recordar a las tardes en las que me enseñó a bailar cada una de las piezas, él siempre fue un buen bailarín y cuando se ofreció a ayudarme a recordar la pieza de baile que realizaría en la fiesta de mi boda no dudé en aceptar. Después de toda la tensión que hubo, necesitaba estar en un momento tranquilo con él y ahora me sentía genial.
(...)
El esperado día había llegado, la boda era hoy y estaba nerviosa. La primera vez que me casé estaba triste por el futuro que me deparaba, era una joven casándose con un hombre mucho mayor que solo la quería por su familia. Una pesadilla total, pero ahora yo me casaba por amor, al salir e ir por el pasillo de la iglesia me encontraría con Griffin parado frente al altar con una sonrisa carismática y amabilidad reflejando en los ojos, eso solo hacía que lo amara más.
—Esta tiara está muy pequeña —comentó Priya.
—Esta se verá mejor, era de tu madre —habló Camelia extendiendo una hermosa corona de mediano tamaño.
El pensar a mi madre con esa corona en su cabeza me hizo querer llorar, la extrañaba mucho y ahora solo me podía sentir mal porque no la tenía junto a mí en este día.
—Hay otra para Rosy cuando llegue su momento —contó —. Emalyn me la dio para que se las entregara en el momento adecuado, y este es el momento.
La duquesa hablaba con mucho cariño sobre mi madre que solo me hacía reafirmar el gran amor que ellas se tenían. Después de todo, eran mejores amigas.
—Muchas gracias, Camelia.
—Tu madre estaría muy feliz por ti, al fin puedes casarte por elección.
—La primera vez no pudo verme casar por amor, pero estoy segura de que desde donde esté, me está observando feliz de mi decisión.
Agaché mi cabeza para que la mujer la colocara.
—El novio piensa que lo vas a dejar plantado —dijo Rosy riendo al entrar —. Su cara era un poema cuando le dije que huiste para irte con otro hombre. Es un poco tonto, a decir verdad, Griffin me dijo que si huir con alguien más te hacía feliz él lo aceptaría y se alegraría.
La de cabello negro miró a la mayor.
—Su hijo es un tanto idiota, duquesa.
Camelia ríe fuertemente.
—El amor es aceptar la felicidad de alguien a quien amas, sin importar si no es a tu lado —explicó la castaña —. Mi hijo ama mucho a Dione, hasta el punto de verla feliz con alguien más. Un completo tonto.
—Es momento —exclamé.
—Que seas muy feliz en tu vida matrimonial, cuñada.
—Gracias, Pri.
Mi hermano Drystan tocó a la puerta y salí con una sonrisa inmensa.
—Te ves como un ángel —alagó —. Espero que al fin puedas ser feliz.
—Lo seré, Drys.
Con una última mirada, mi hermano me llevó de camino al pasillo para entrar al altar. La música sonaba, pero yo solo podía ver a Griffin, se veía condenadamente hermoso y parecía querer llorar mientras me observaba con una sonrisa. Mi mirada se posó en los rostros de mis familiares, mis hermanos y cuñada junto a mis sobrinos me observaban con una sonrisa y lágrimas, mis futuros hijos y suegra sonreían abiertamente. Un espacio vacío junto a Lady Camelia me hizo imaginar a mi madre ahí, con una mirada de amor y orgullo que hizo que batallara por no derramar lágrimas. Camelia me miró y asintió, era su manera de decir que mi madre estaba aquí para mí y que estaba feliz de verme cumplir mi sueño de casarme por amor.
—Cuida de ella como siempre lo has hecho, te estoy entregando a uno de mis más grandes tesoros —exclamó el pelinegro al castaño.
—Con mi vida —respondió —. Te ves más hermosa de lo que ya eres —. Me alagó cuando mi hermano se marchó.
El sacerdote comenzó con la ceremonia, mis ojos no podían apartarse de los cafés de mi futuro esposo.
—Griffin Ambrose Wilder, ¿aceptas a esta mujer como tu esposa, para amarla y respetarla el resto de tu vida? ¿Para cuidarla, serle fiel y estar juntos en la salud y en la enfermedad hasta sus últimos días?
—Acepto —dijo Grif tomando mis manos.
—Aveline Dione Averly, ¿aceptas a este hombre como tu esposo, para amarlo y respetarlo el resto de tu vida? ¿Para cuidarlo, serle fiel y estar juntos en la salud y en la enfermedad hasta sus últimos días?
—Acepto —respondí.
—Si alguien se opone que hable ahora o calle para siempre.
Todos en el lugar aguardaron en silencio
—Pues bien, lo que ha unido Dios que no lo logre separar el hombre —exclamó —. Los declaro marido y mujer, puede besar a la novia.
El castaño se acercó a mí y tomándome de la cintura, juntó nuestros cuerpos y nuestros labios. Mis manos fueron hasta su cabello para atraerlo más a mí, sin duda alguna era el mejor día de mi vida.
—Hola, Lady Wilder —habló entre susurros sobre el vitoreo de la gente.
—Hola, Lord Wilder —contesté con una sonrisa.
Caminamos tomados de la mano por el pasillo, nuestros familiares se acercaban felices a saludarnos.
—Ahora eres nuestra nueva mami —celebró Egan al estar frente a nosotros.
—Sí, cariño, lo soy —dije sonriente, para luego dejar besos en todo su pequeño rostro.
El castaño reía felizmente. Nadine estaba junto a su padre conversando.
—Es momento de que vayamos a la fiesta —anunció mi hermano Rhidian —. Su carruaje los espera.
Tomando la mano del menor nos encaminé al carruaje, lo más obvio sería dejar que los menores fueran en un carruaje con su abuela, pero quería comenzar esta etapa de vida familiar desde el primer momento y tenerlos con nosotros en este trayecto era más que adecuado.
—Arriba, campeón —le dije al niño ayudándolo a subir de un salto.
—Señoritas —exclamó mi esposo tendiendo su mano para que la tomara y nos ayudara a subir a Nadine y a mí —. Andando —dio la orden al cochero.
—Mami se ve hermosa —habló Nadine tocando la tela de mi vestido.
—Algún día tú también podrás lucir más hermosa de lo que ya eres —respondí restregando la punta de mi nariz en sus mejillas, haciéndola reír.
Hablamos animadamente durante el transcurso del viaje. Los niños no paraban de reír y saltar mientras contaban los mil y un planes en familia que tenían previstos realizar. La idea me fascinaba y ahora mis mejillas dolían de tanto sonreír.
—Hemos llegado, mis señores —anunció el mozo.
—Muchas gracias, Gregorio —dije sonriéndole.
—Es mi trabajo, milady.
Bajamos del carruaje siendo recibidos por los invitados que ya estaban en el lugar.
—Todos en silencio y apreciamos el primer baile de los novios —exclamó la duquesa.
La música comenzó y mi esposo me llevó a la pista de baile.
—Esposa —dijo —. Que bien suena eso.
Sus manos en mi cintura me elevaron unos centímetros mientras daba delicadas vueltas. Al bajar de espaldas, posé mis manos en sus brazos y me dejé abrazar por él para luego alejarme a paso lento para rodearlo.
—Llamarte esposo, es algo que necesitaba y no sabía —respondí sonriendo.
Griffin volvió a atraerme hasta su cuerpo y bailamos por todo el salón a paso delicado, las miradas de todos estaban en nosotros, en los duques de Braybory; el duque y la duquesa Wilder.
—Bienvenida a la familia Wilder —exclamó mi suegra una vez que el baile terminó —. Somos pocos, pero te aseguro que algunos somos más ocurrentes que otros y no te aburrirás.
Reí por la ocurrencia de la mujer.
—Sin duda alguna ya puedo decir que oficialmente eres mi segunda madre —dije abrazándola
Camelia no perdió la oportunidad de estrecharme entre sus brazos y acariciar mi cabello.
—Un sueño hecho realidad.
Los demás bailaban a nuestro al rededor.
—¿Me permites un baile, hermanita? —preguntó Drystan.
—Por supuesto, hermano.
Nos unimos a las demás personas bailando.
—Gracias por cuidar siempre de mí —comencé —. No era tu deber y aun así lo hiciste, fuiste el padre que me hizo falta.
—Lo hice por amor, no debes de agradecerme —dijo el pelinegro balanceándose conmigo entre sus brazos —. Lo volvería a hacer una y mil veces, no me arrepiento de nada.
Dejó un beso en mi frente y posó mi mano en la de mi hermano Rhidian quien me miraba sonriente.
Bailé con él como cuando éramos más jóvenes y cuando terminamos de danzar, Egan me pidió un baile. El pequeño nos hacía dar vueltas sin soltar nuestras manos, a mi lado pude ver a Griffin y a Rosemary bailar, Drystan y Camelia bailaban felices, Priya y Rhidian también, Nadine bailaba libremente junto a Kian y Koen estaba cuidando sonriente a la pequeña Brynn. Sin duda alguna todo era perfecto, tenía una familia grande y feliz.
Mis ojos me jugaron una mala pasada y ahora veía a mis padres mirándome con una sonrisa, mi deseo de que algún día ellos pudieron amarse y amarme juntos era muy grande. A pesar de todo, mi padre seguía siendo mi padre y mi mente recordaba los buenos momentos junto a él cómo un tesoro muy valioso.
—Gracias a todos por venir —despedimos a los invitados luego de largas horas de fiesta.
—Vamos, pequeños —dijo Camelia a nuestros hijos.
—Buenas noches, papi —se despidieron —. Buenas noches, mami.
—Buenas noches, pequeños —respondimos dejando besos en sus cabecitas.
La casa se vació en cuestión de segundos, ahora solo éramos mi esposo y yo.
—Mi amada esposa —habló Griffin atrayéndome a él.
—Esposo mío —. Mis manos recorrieron su pecho hasta llegar a tras su cuello.
El castaño se agachó su cuerpo y me cargó entre sus brazos.
—Creo que debemos de ir a nuestra recámara —susurró débilmente cuando posé mis labios en su cuello.
—Sí, supongo que es momento.
Mi esposo subió las escaleras conmigo en brazos, ambos estábamos deseosos de pasar nuestra noche de bodas de la mejor manera posible.
Griffin me recostó sobre la cama sin dejar de besarme, sus labios me hacían estremecer. Poco a poco fue bajando hasta mi cuello donde se aseguró de dejar ligeras marcas, mis manos quitaban las prendas de su cuerpo con rapidez sin dejar de permitir que me tocara.
—Eres simplemente la personificación de la perfección —dijo admirando mi desnudo cuerpo luego de que terminara su tarea de quitar cada una de las prendas entre besos.
—Déjame admirarte también —exclamé tirando de su pantalón.
Su desnudez me eclipsó totalmente, su tamaño era grande y sin duda alguna la excitación era notable.
—Abre esas bellas piernas para tu esposo, Avecilla —pidió —. Déjame arrodillarme ante ti para tu placer.
Lentamente, las abrí, el castaño no perdió oportunidad de colarse en el espacio entre ellas y comenzar a dejar besos húmedos en cada parte de piel. El interior de mis muslos ocultaba una pequeña cicatriz de una de las palizas de Denarius y estuve a punto de cerrarlas por miedo a que la viera.
—No hagas eso, amor —exclamó volviendo a abrir completamente mis piernas —. No hay una sola parte de ti que no desee apreciar y amar.
Sus labios cayeron en la pequeña cicatriz y dejó besos en esta mientras su mano subía hasta llegar a mi sexo. Un gemido escapó de mí, su dedo estaba ingresando lentamente y él solo seguía subiendo sin dejar de repartir besos.
—Grif —dije en un jadeo.
La vista de él entre mis piernas era maravillosa y el ritmo de su dedo me llevaba a la locura. Cuando su boca hizo contacto con mi punto débil, no pude evitar dejar salir un grito de satisfacción, Griffin me estaba haciendo perder la cordura. Mis manos tomaron sus marañas cafés en busca de que su toque se intensificara, al parecer mi mensaje fue claro porque el de ojos oscuros no dudó en aumentar el ritmo de sus dedos y de su boca. La habitación era inundada por mis desenfrenados gemidos.
—Te quiero dentro de mí, Griffin —pedí haciendo que este levantara su cabeza y me observara —. Soy tu esposa y te necesito, quiero sentirte en cada parte de mi ser.
—Lo que mi esposa ordene —respondió sacando sus dedos.
Me sentí vacía, pero al ver como acomodaba su miembro en mi entrada, la sensación de querer ser llenada por él aumentó.
Sentirlo ingresar de manera lenta abriendo todo a su paso me hizo dejar caer mi cabeza hacia atrás, su tamaño era grande y me costó un poco acostumbrarme. Cuando el castaño notó mis caderas moverse en busca de fricción, decidió que era momento de moverse, sus estocadas eran fuertes y rápidas haciéndome gemir con fuerza. Su boca se acercó a dejar un apasionado beso y no perdí la oportunidad de acercarlo más a mí para intensificar aún más su beso. Se sentía la pasión y el amor combinados en una perfecta mezcla adictiva.
—No puedo más —dije entre jadeos —. Voy a correrme.
—Hazlo, Avecilla.
Dejé que mi satisfacción me inundara y sentí mi cuerpo temblar de placer. Luego de unos minutos Griffin acabó en mi interior, sentirlo por todos lados hizo que gimiera.
—Te amo —exclamé, haciéndolo recostar junto a mí, para luego subirme sobre él —. Eres perfecto, eres todo lo que deseaba y necesitaba.
Moví mis caderas sobre su miembro, podía sentir como nuevamente se endurecía bajo mi feminidad.
—Aveline —gimió.
—¿Sí? —pregunté inocentemente sin dejar de moverme.
Sus manos sostuvieron mis caderas para ayudarme a seguir.
—No me tortures de esa manera.
Tomé su miembro y lo introduje, mi zona estaba sensible por mi orgasmo anterior, pero aun así deseaba más de él. Griffin era adictivo. Saltaba y me balanceaba de manera descontrolada, mis uñas rasgaban el pecho de mi esposo dejando marcas notorias que este parecía disfrutar, su cabeza se dejaba caer sin despegar sus ojos de mí.
—Quiero todo de ti —dije antes de ser golpeada por un fuerte orgasmo que me hizo caer en el pecho del castaño.
Griffin me sostuvo entre sus brazos sin dejar de moverse, ayudándome a bajar de placer. Sentirlo terminar nuevamente hizo que mis manos se enterraran en sus costados gimiendo.
—¿Por qué me llamas Aveline? Nadie más lo hace —pregunté cuando estuve recostada a su lado con mi cabeza sobre su cuerpo y mi dedo dejando patrones sin sentido en su pecho.
—Tu madre te llamaba así, pero una vez que ella murió no dejaste que nadie más volviera a hacerlo. Nunca me corregiste o me pediste que dejara de hacerlo como a los demás ¿Por qué?
—Porque eras alguien especial, era algo nuestro, era lo único que mi madre me había dejado y tú llegaste a mi vida gracias a ella —respondí besando su pecho —. Supongo que desde antes ya sabía que eras importante y no me había dado cuenta.
Atrapó mi mano entre las suyas y la guía hasta sus labios para dejar un beso en esta.
—Mi hermosa Aveline, mi Avecilla.
Sus ojos cafés hicieron contacto con mis ojos verdes durante un largo rato. El solo observarnos sin decir nada no resultaba incómodo, era como hablar mediante la mirada, el brillo en sus ojos transmitía todo su amor sin necesidad de que este dijera una sola palabra.
—Te amo.
—Lo sé, Grif —respondí besándolo.
Llevé su mano hasta mi vientre.
—Quiero tener una familia junto a ti —exclamé sintiendo al castaño dejar suaves caricias en el lugar —. Un hermanito o hermanita con quien los niños puedan jugar.
—Me parece perfecto —dijo besándome —. Debemos ponernos a trabajar entonces.
Riendo volvió a estar sobre mí sacándome una sonrisa tonta.
Griffin era mi príncipe azul, era el caballero que había luchado por mí muchas veces, era mi fiel compañero quien estuvo junto a mí en cada travesura, mi confidente que estuvo ahí para escuchar mis secretos y guardarlos como si de un tesoro se tratara. Mi amor verdadero, aquel que me amó desde el principio sin esperar nada a cambio, aun si eso significaba amarme entre las sombras viendo mi felicidad a lo lejos.
—¿Amabas a Elodie?
El castaño me miró fijamente.
—No, la quería, pero nunca pude amarla —respondió —. Ella no eras tú.
—Para no amarla te tomaste muy en serio el trabajo de dejar herederos —dije riendo.
—No quiero tener secretos contigo —habló dejándose caer a mi lado —. Yo... no soy el padre de Nadine.
La noticia me cayó como balde de agua fría en invierno.
—Pero... tú la amas.
—No es mía de sangre, pero aun así sigue siendo mía —explicó —. Nadine es mi hija, no importa se no la cree, yo la amo y la amaré hasta el último de mis días. Es por eso que no entiendo a tu padre, no es necesario ser el padre de un niño para amarlo como un hijo más.
—Eres un ángel.
—Elodie y yo acordamos darle un heredero a Braybory, pero una vez que Egan nació no volvimos a estar juntos —contó —. Ella inició una relación con un mozo de la casa, yo lo sabía. Ella y yo éramos amigos, no había secreto alguno con respecto a nuestros corazones.
—Eres un padre excepcional.
—Gracias, amor —respondió besando mi frente —. Hago lo que puedo.
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