CAPÍTULO 14

Dione Averly

Besar a Griffin se sentía como tocar el cielo, era sentirse amada y deseada al mismo tiempo.

—Avecilla —suspiró posando sus manos en mis caderas.

Mis manos se pasearon por su cuerpo para desabotonar los botones de su ropa. Mis labios se pudieron en contacto con la caliente piel de su cuello y me fue inevitable no dejar una hilera de besos y mordidas.

Griffin echó su cabeza hacia atrás dándome un mejor acceso a esa zona y no dudé en atacar con mayor intensidad, mis traviesas manos recorrían el tonificado abdomen expuesto del duque. El castaño acariciaba mi cuerpo de manera lenta y tortuosa.

—Griffin —dije en un jadeo al sentir la dureza del caballero.

El de ojos cafés colocó su mano en mi cuello y me acercó a él para atacar mis labios sin perder la oportunidad de subir su mano hasta el escote del vestido, dándole una suave presión a mis pechos que me hizo gemir. Sus labios tocaron la piel sensible de mi busto haciendo que tomara los mechones castaños entre mis dedos en busca de que su toque se intensificara.

—Por favor —pedí entre gimoteos moviendo mis caderas sobre su dureza, aliviando e intensificando al mismo tiempo la necesidad de tenerlo.

—No podemos, Aveline —dijo de manera dificultosa —. Si algún día estaré dentro de ti será cuando pueda llamarte mi esposa.

—Entonces hazlo —supliqué —. Conviérteme en la duquesa Wilder.

La idea me agradaba mucho, a decir verdad. Pasar el resto de mi vida junto a un hombre que me amaba y cuidaba era un sueño hecho realidad, además, tendría dos bellos hijos que amaría como si fueran míos esperando que en algún momento pudiera darles un hermanito con el que jugar.

—Lo haré —respondió con voz ronca.

—Déjame seguir sintiéndote —imploré entre jadeos.

El castaño me miró fijamente, y besando mis labios, comenzó a ayudarme con mis movimientos sobre él.

La excitación me llevaba a perder la cordura, cada roce de su sexo y el mío era tan intenso que me fue imposible soportar un minuto más y me deje llevar por el éxtasis. Mi orgasmo fue tan fuerte que lloriqueé sin dejar de moverme sobre el cuerpo del castaño, nunca antes había sido así de intenso, si bien Lucian demostró tener experiencia y sabía cómo tocar a una mujer, nunca sentí que estuviera a punto de desmoronarme con un simple roce.

—Está bien, Avecilla —susurró Griffin acunando mi cuerpo sobre el suyo —. Lo hiciste muy bien.

Sus labios en mi frente y sus caricias en mi cabello hicieron que me sintiera plena.

(...)

—Nos vemos luego —dije con una sonrisa al duque.

—Nos vemos, Avecilla.

Dejando un corto beso en sus labios me dirigí a mi carruaje. Acomodé mi cabello en el camino, luego de una larga sesión de besos intensos, había terminado con mi cabello hecho un desastre.

—Perdóname —dijo Rhidian apenas me vio llegar.

—Rhi...

El pelinegro se puso de rodillas mientras lloraba.

—No debí lastimarte sin saber la historia completa, soy un pésimo hermano, no merezco ni que tus bellos ojos se posen en mí —exclamó entre lágrimas.

—Lo amabas —contesté —. Él era todo para ti.

—Y tú también —respondió —. Fallé en mi papel de hermano, pero si me perdonas te juro no volver a hacerlo.

Ver a mi hermano llorar sintiéndose tan culpable me hizo querer abrazarlo. No justificaba sus acciones; sin embargo, era entendible que él se sintiera enojado de perder a su padre. Yo amaba a mis hermanos y nunca podría enojarme u odiarlos por siempre, así que, siendo débil de corazón, me acerqué y lo abracé.

—Nadie volverá a intentar dañarte —prometió Rhidian —. Nunca más.

Entre lágrimas, todos los hermanos Averly nos fundimos en un abrazo. Esto era unión, una promesa de que los Averly no nos separaríamos sin importar lo que sucediera. Yo no era una Averly de sangre, pero ellos eran mi familia.

Griffin Wilder

Mis hijos me miraban atentamente esperando a que hablara. Los había llamado a mi oficina apenas llegaron de casa de mi madre.

—¿Qué opinan sobre que me vuelva a casar? —pregunté.

La opinión de mis pequeños era muy importante, si yo me casaba no solo cambiaria mi vida, sino que la de ellos también. Es por eso que esta era una decisión familiar, no podía simplemente hacer lo que quisiera sin pensar si eso afectaría a mis hijos o no.

—¿Te casarás con la señorita Dione? —interrogó la rubia feliz.

—Si es otra dama no la queremos —apoyó Egan a su hermana.

Por alguna rara razón, mis hijos le habían tomado cariño rápidamente a Aveline. Creo que en sus pequeñas mentes aún se encontraban los recuerdos de esta viniendo a cuidarlos. Aunque hace un año cuando Elodie murió dejó de hacerlo, madre me dijo que posiblemente su esposo no estaría feliz de ver a su esposa visitar a otro hombre. Ellos eran solo unos pequeños niños de cinco y cuatro años, Nadine aún no tenía edad para recordar del todo.

—Quiero pedir la mano de la señorita Averly.

—¡Se la vas a quitar! —exclamó el castaño alarmado.

—No literalmente, Egan —dije calmándolo —. Significa que le pediré matrimonio, pero primero debo pedirle permiso a su hermano mayor.

—Entonces cuando Nadine se case deben de pedirme su mano.

—No, si yo aún estoy vivo, tendrán que pedírmela a mí —expliqué —. Si yo muero y tú tomas el mando de la familia, serás el encargado de casar a tu hermana con alguien decente y que la ame.

Nadine posó sus ojos en mí.

—¿La señorita Dione será nuestra nueva mami?

La miré fijamente.

—Mami me lo dijo en un sueño, ¿es verdad?

Sus palabras me dejaron petrificado.

—Si ella acepta, lo será.

—Lo hará y nos amará mucho —aseguró la pequeña poniéndose de pie feliz —. Papi debe de hacerlo pronto.

Reí ante las palabras de la pequeña.

—Ya es un poco tarde, es mejor que se coloquen sus ropas de cama y suban a descansar —dije —. Estoy seguro de que jugaron mucho con la abuela y están cansados.

Ambos asintieron y dejaron un beso en mi mejilla para correr a sus habitaciones, siendo seguidos por las damas.

Caminé por la fría noche hasta llegar donde mi padre estaba enterrado.

—Al final, si me casaré con ella —dije victorioso —. Lo que creías imposible que suceda es casi una realidad.

La lluvia caía sobre mí.

—Adiós, padre —me despedí caminando de regreso a mi casa.

(...)

Iba de camino a la casa Averly, era el momento de hacerlo. Al llegar Drystan me recibió en su oficina con una gran sonrisa, puede que el hombre supiera a lo que venía.

—Yo quisiera casarme con Aveline —exclamé.

—Es una excelente noticia —celebró el hombre —. Sé que serán muy felices, tienes mi bendición, querido amigo. No hay nadie más en quien confíe para desposar a mi hermana, estoy seguro de que lo amarás incondicionalmente como todos estos años.

Drystan sacó una botella de su reserva y bebimos en modo de celebración.

—Supongo que es momento de pedírselo a Aveline —anuncié poniéndome de pie.

—Todo irá bien, Griffin —me animó al verme nervioso.

—Gracias.

Caminé hasta la habitación de la castaña.

—Pase —dijo.

Al entrar la vi de espaldas a mí acomodando unas partituras en una estantería.

—Avecilla.

—Grif —exclamó sonriente al verme.

—Quería invitarte a la ópera ¿me harías el honor de disfrutar de tu compañía?

—Por supuesto —accedió tomando mi mano.

Caminamos hasta el carruaje que nos llevaría al lugar.

Esperaba que todo sea del agrado de la de ojos verdes, había comprado todas las entradas del lugar para que estuviéramos únicamente nosotros y había coordinado con la cantante que entonara la canción favorita de Aveline.

—Te ves muy apuesto —dijo acomodando mi cabello.

—Tú te ves hermosa como siempre.

Sonriendo se acercó a dejar un beso en mis labios. Cuando se separó, volví a unir nuestros labios, besarla era adictivo, una vez que probé de sus labios me había vuelto dependiente de sus besos. Podrían pasar años y yo seguiría anhelando uno de ellos como si de agua en el desierto se tratara.

—Llegamos —anuncié al sentir el carruaje detenerse.

Bajé y le ofrecí mi mano a la castaña para ayudarla a bajar.

Caminamos al interior del lugar, múltiples tulipanes decoraban el salón y frente al escenario una corona de flores decorando atraía la atención. Todo estaba vació y al vernos ingresar, la dama comenzó a cantar.

—Mi favorita —susurró la de ojos verdes con una sonrisa.

—Vamos —dije guiándola hasta estar frente al escenario.

Ella miraba atentamente el lugar y a la cantante, el brillo en los ojos de la dama me hacía pensar que había hecho una buena elección. Aveline amaba la música y esto era como el paraíso para ella.

—Te he amado durante años, mi vida no tendría sentido si te perdiera o dejar pasar la oportunidad nuevamente —comencé a decir poniéndome de rodillas —. Eres mi anhelo, mi sueño y mi ángel, pero sobre todo eres la poseedora de todo mi amor. Sé que soy un simple hombre comparado con la inmensidad de tu perfección, así que ahora de rodillas te imploro que puedas cumplir el deseo de esto pobre hombre ¿Me darías el honor de poder llamarte mi esposa?

Aveline me miraba impactada, pero con una sonrisa en su rostro.

La cantante seguía entonando la canción y ambos estábamos a la espera de la respuesta de la dama Averly.

—Sería un honor para mí poder llamarte mi esposo, Griffin —respondió.

Me puse de pie y la atraje hacia mí, uniendo nuestros labios en un dulce beso.

—Soy el hombre más afortunado de todos —exclamé poniendo el anillo en su dedo.

—No, yo soy la mujer más afortunada —contestó —. Eres todo lo que buscaba y no había encontrado por ser tan ciega.

Nos sentamos a escuchar a la dama cantar un repertorio completo con las músicas que más le gustaban a la castaña. Sin duda alguna no podía estar más rebosante de felicidad, después de tanto, al fin podría llamar a Aveline mi esposa.

Narradora

Al llegar a casa, Aveline se encontró una escena aterradora.

—¡Que estabas pensado! —gritaba Drystan a la menor —. Todos hablaban de ese lugar, pero nunca me imaginé que mi pequeña hermana era tan imprudente como para asistir a un lugar como ese. Si alguien te descubre quedarás arruinada.

—¡Nadie sabe quién soy! —rebatió la de cabello corto.

—Entra en razón, Rosemary.

—Tu no estas escuchándome, nadie sabe quién soy —se defendió —. No pueden arruinar a alguien que no saben su identidad. Soy feliz ahí, puedo divertirme y ser libre.

—Creo que esa libertad es lo que hace que seas tan imprudente, debería casarte para que asentaras cabeza.

Dione al escuchar eso, por primera vez desde que llegó, intervino.

—No lo hagas, hermano —pidió tendiéndose de rodillas ante el mayor —. No condenes a nuestra hermana a ese sufrimiento. Te lo ruego de rodillas, no dejes que sea infeliz.

Ambos Averly se quedaron petrificados al ver a la castaña de rodillas suplicando con desesperación. Rosemary no podía amar más a su hermana, ella estaba de rodillas implorando por su libertad sin impórtale nada, ella verdaderamente estaba dispuesta a doblarse ante alguien por ella.

—No permitas que ella sufre lo mismo que yo —pidió desesperada.

—Yo... no quise decir eso —exclamó el pelinegro poniendo de pie a su hermana —. Perdón.

Drystan tomó entre sus brazos a sus dos hermanas.

—Soy un imbécil, nunca haría algo como eso, Rosy. Si te casas algún día es porque tú lo deseas. Si eso te hace feliz, puedes seguir asistiendo, solo no seas tan imprudente, por favor.

La menor sonrió y posó un beso en la mejilla de su hermano mayor.

—Te amo —dijo feliz —. Los amo —se corrigió besando a su hermana también.

—Voy a casarme —soltó la chica.

La mirada de ambos se posó en el anillo de diamantes en su mano.

—¡Fantástico! —celebró la menor —. Vas a casarte con Griffin.

Rosey comenzó a dar saltos con su hermana entre sus brazos.

—Me alegra que hayas aceptado, ángel.

Aveline se acercó y dejó un beso en la mejilla de su hermano sin dejar de abrazar a la pequeña.

—Serás feliz.

—Sí, lo seré.

(...)

Al día siguiente cuando los demás Averly supieron la noticia, no pudieron más que festejar. Algo similar sucedía en la casa Wilder, Camelia no podía más que celebrar de que su tan esperado deseo se cumpliera.

—Es una maravilla —exclamó —. Por fin tomaste valor y se lo pediste, fue penoso verte amarla en secreto tantos años. Ahora finalmente podrás amarla a la luz del día, espero y la hagas feliz, ella se merece todo lo mejor.

—Lo haré, madre.

Camelia se acercó hasta su hijo y tocó la frente de este al verlo un poco raro.

—Estás hirviendo en fiebre —dijo la mayor —. No debiste ir al cementerio.

Cuando la dama se enteró de lo que su hijo había hecho, lo regañó fuertemente, ella le advirtió que se enfermaría por caminar en la lluvia y ahora estaba enfermo con una fuerte fiebre.

—Nadine no habla mucho con quienes no conoce, así que no la presionen —indicó Aveline a sus sobrinos.

La castaña al enterarse que su prometido estaba enfermo decidió ir a cuidar de él y sus pequeños sobrinos se quisieron unir a ella para jugar con Egan y conocer a la pequeña Nadine.

—Dione —saludó la mayor —. Me alegra la noticia.

—Gracias, Camelia.

—Está arriba, el doctor ya lo ha revisado —indicó la duquesa —. Tiene fiebre, pero se curará en unos días.

La castaña asintió y subió seguida de sus sobrinos.

Al entrar en la habitación, se encontró con los niños Wilder hablando con su padre. Al ver a la mayor se acercaron felices a abrazarla, Egan rápidamente se acercó a los niños Averly a conversar felizmente, pero Nadine los observaba desde lejos.

—Soy Koen —se presentó el pequeño pelinegro.

—Nadine —respondió en un susurro para luego esconderse tras su hermano.

—Yo soy Kian, es un gusto conocerte —exclamó el pelirrojo —. Eres muy bonita, tu cabello se parece mucho al sol, me gusta mucho el sol en las mañanas.

—Gracias, me parezco a mi mamá —dijo la pequeña sonrojada.

—Debió ser muy hermosa.

—Sí, lo era, ella siempre se veía bien y era muy amable —contó la niña dejando de lado su timidez y dejando asombrados a todos.

La pequeña siguió hablando durante largos minutos que sorprendieron a todos, era la primera vez luego de mucho tiempo de que Nadine hablaba fluidamente sin miedo.

—Hice que hablara —celebró el menor mirando a los demás.

La pequeña sonrió divertida al ver la celebración del otro niño.

—Pueden ir a jugar abajo, niños —indicó Camelia.

Kian extendió su mano a la rubia, y sosteniendo de esta, bajaron las escaleras siguiendo a sus hermanos.

—No debiste de salir —regañó la rubia a su prometido mientras cambiaba su pañuelo con agua.

—No me regañes, Avecilla —pidió haciendo un puchero.

Dione ríe y deja un beso en las mejillas del hombre, haciéndolo sonreír satisfecho.

—Eres un tonto —dijo divertida.

—Un tonto por ti —exclamó tomando a la chica de la cintura y recostándola junto a él.

—Alguien puede vernos, Grif.

—No importa, eres mi prometida ahora —dijo satisfecho —. Pronto serás la señora de la casa.

Aveline ríe.

Ambos prometidos pasaron un largo rato conversando y riendo mientras los menores jugaban junto a la duquesa en el salón.

—Adiós, tía —se despidieron los niños al ver el carruaje de su familia llegar por ellos —. Esperamos que se recupere, lord Wilder.

—Gracias, pequeños.

Kian y Koen se despidieron de los demás. Al ser el turno de la rubia de despedirse del pelirrojo, este dejó un beso en la mano de la niña haciendo que esta se sonrojara, pero que tirara de su mano y plantara un beso en la mejilla del pelirrojo logrando tornar su rostro del mismo color que su cabello.

—Creo que ya es hora de que vayan a darse un baño —indicó la castaña a los menores.

Ambos asintieron y se dirigieron a sus habitaciones.

—Dormiré en la habitación de huéspedes —anunció la duquesa —. Confío en que mi hijo piense en su estado de enfermedad y no decida hacer cosas indebidas contigo.

—¡Camelia! —exclamó la castaña.

La mujer deja escapar una carcajada al ver el rostro sonrojado de la joven.

—Vamos, yo fui joven también, sé lo que es estar deseoso.

—Mamá, no queremos saber de tu vida sexual.

Sin decir más, la mujer se marchó.

—Supongo que debo de ponerme cómoda.

Las manos de la castaña desprendían su ropa lentamente bajo la atenta mirada del caballero.

—Demonios, si sigues haciéndolo así de tortuoso me olvidaré que estoy enfermo.

Aveline ríe y por fin estuvo en su fina bata de ropa interior.

—Debes descansar —exclamó entrando a la cama con el castaño.

Este rápidamente se acercó a ella y posó sus brazos en su cintura. Dione tomó su cabeza y la recostó sobre su pecho para poder acariciar sus castaños cabellos. Cuando el mayor estuvo a punto de dormirse, dos pequeñas figuras ingresaron haciéndolos sobresaltar.

—¿Podemos dormir con ustedes? —preguntaron al unísono.

—Por supuesto —accedió la dama.

Felices, ambos menores se colaron en la cama, por indicación de la chica se recostaron lejos del duque para que no se contagiaran o algo por el estilo.

—Dulces sueños —exclamó Aveline posando besos en la frente de los tres presentes.

Los primeros en dormirse fueron los menores, mientras que Griffin solo podía admirar la escena.

—Cierra los ojos —indicó Dione.

Griffin recostó su cabeza en el pecho de la dama nuevamente y esta sin objetar volvió a acariciar su cabello con una sola mano, puesto que la otra los dos pequeños la habían usado de peluche para abrazar.

Fue así como todos cayeron dormidos en una bella y fría noche, todos juntos como una linda familia. El sueño de cada uno de ellos por fin se había cumplido, Griffin tenía a la mujer que amaba y los otros tres tenían el amor y la familia que tanto quisieron. Sin duda alguna, era perfecto. A la mañana siguiente los tres Wilder y la Averly fueron descubiertos por una sonriente Camelia que no dudó en admirar la escena durante unos minutos. Las sonrisas en los rostros de esas cuatro personas a las que tanto amaba no podían pasar desapercibidas por ella.

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