CAPÍTULO 10

Dione Averly

Griffin se ofreció a llevarme a casa, pero decidí quedarme un rato más junto a él para supervisar un poco más su herida.

—¿Seguro que no te duele? —pregunté mirándolo con preocupación.

—Sí, Avecilla —dijo —. Es solo un pequeño corte.

El castaño se acercó con un vaso de licor y la tentativa idea de tomar uno me asaltó.

—¿Me darías uno?

—Si no mal recuerdo, tu tolerancia al alcohol es muy carente —exclamó mirándome con una sonrisa —. Aún recuerdo a la señorita presente y a mi madre tan borrachas que no podían ni ponerse de pie.

Mis mejillas se sonrojaron inmediatamente.

—Eso fue un accidente, normalmente no tomamos tanto —me defendí —. Te puedo asegurar que no soy tan débil ante la bebida.

(...)

Mentira, una completa mentira.

—Creo recordar que me dijiste que tu tolerancia era más alta que esto —acusó mi mejor amigo al verme en un ligero estado de ebriedad.

—¿Yo? —me hice la confundida —. Yo no sé de qué cargos me acusa, señor.

—¿No? —interrogó con una ceja levantada —. Pequeña mentirosa.

Sus manos atacaron mi cuerpo en una ronda de cosquillas que no podía evitar que me sacaran grandes carcajadas.

—Está bien, está bien —dije —. Es cierto, aunque tú tienes la culpa, si no fuera fácil hablar contigo no tendría que tomar la bebida para refrescar mi garganta por tanto hablar.

—Bueno entonces me disculpo —exclamó con su rostro cerca del mío.

¿Desde cuándo Griffin era malditamente encantador?

Sus ojos se veían como dos apetecibles chocolates y me dificultaba la tarea de pensar con claridad. Mis ojos al fin lograron su objetivo de no observarlo fijamente, pero ahora sus descubiertos y marcados brazos tenían mi completa atención. Sin poder evitarlo mis manos fueron hasta estos.

—Eres perfecto —hablé con una sonrisa —. Nunca cambies, Grif.

—Nunca, Avecilla —respondió.

Estuvo a escasos centímetros de mi rostro y por un instante el deseo de que sus labios y los míos conectaran me resultó más que tentadora, pero sabía que el castaño no haría algo como eso. Y como si buscara reafirmar mi punto, su nariz y la mía se rozaron repetidas veces en un gesto cariñoso.

—Dulce ángel —exclamó separándose un poco.

Mis manos no pudieron quedarse quietas y sin poder evitarlo di un toque cariñoso a la punta de su nariz haciéndolo reír. Se dejó caer junto a mí y aproveché la oportunidad para mantenerme cómoda.

El alcohol hacía de las suyas y sin duda alguna el pudor ya había dejado mi cuerpo, porque, aunque era normal entre nosotros en la juventud el poner las piernas sobre las del otro, ahora parecía casi que mi cuerpo estaba sobre el suyo.

—Te dolerá el cuello así —regañó el chico —. Deja de tomar tanto, Aveline Averly.

Sus manos me atrajeron hasta su cuerpo y haciendo un espacio entre sus piernas me permitió sentarme ahí, reposar mis piernas sobre la suya y mi cabeza en su pecho.

—¿Por qué no me besaste? —pregunté entre balbuceos.

—Porque nunca me aprovecharía de ti en este estado —respondió levantando mi mentón para que lo observara —. No recordarías nada de esto el día siguiente y si algún día te beso quiero que lo recuerdes para siempre.

Malditamente deseaba poder sentir los labios del castaño, estaba segura de que si lo besaba me perdería en la dulce sensación.

(...)

—Está un poco ebria —dijo Griffin a mi hermano.

—Gracias por tráela, Griffin —agradeció el mayor —. Espero que tu herida sane rápido, te invitaría a pasar, pero creo que ya es muy tarde para eso. Que salgas de aquí luego de quedarte hasta tarde podría ser peligroso.

—No te preocupes, Drystan.

Mi hermano le dio una sonrisa al chico. Moví mi mano para despedirme de este y entramos a casa.

—Sin duda alguna te perdonaré este arrebato de ebriedad porque pasaste por algo traumático hoy —exclamó mi hermano mayor —. Ve a descansar, Di.

Dejando un beso en mi frente se marchó a su recámara.

A paso torpe emprendí rumbo a mi habitación. Si bien el alcohol ya no estaba por completo en mi cuerpo, aún estaba un poco —muy —ebria.

—Llegaste —dijo la voz de Lucian apenas entré.

—Esto de entrar a mi recamara a escondidas es un hábito muy malo —regañé con un poco de dificultad.

—¿Estás borracha? —preguntó acercándose.

Negué en total mentira.

—Estoy deseosa de ti —respondí pasando mis brazos tras su cuello.

Una sonrisa pícara se mostró en sus labios y sin perder tiempo me levantó en busca de dirigirnos hacia la cama. Al parecer lo de fornicar en la oscuridad de la noche al asecho de ser descubiertos se había convertido en algo que hacíamos.

Sentir sus húmedos besos bajar por todo mi cuerpo me hacía perder el control, sin poder evitarlo cerré mis ojos por el placer y la imagen del rostro de Griffin en lugar del de Lucian me invadió, haciéndome sobresaltar un poco.

¿Qué me está pasando? Por alguna razón Griffin no dejaba de rondar por mi mente y al parecer ahora le pareció un momento perfecto para hacer acto de presencia.

—Abre tus ojos —dijo el pelinegro —. Quiero que veas como te tomo.

Su miembro se abrió paso en mi interior y comenzó a dar estocadas que hacían que mi cordura flaqueara. El placer se sentía increíble, pero no me hacía sentir completa.

(...)

Los sucesos de la noche anterior y la anterior a esa no dejaban de rondar por mi cabeza. Recordaba los momentos un tanto descabellados que pasé con Griffin y solo podía preguntarme ¿Por qué quería que me besara? ¿Por qué sus labios me parecieron tan tentadores? Pero de igual forma no podía dejar de pensar en que Lucian Eckhardt hacia que mi cuerpo lo deseara, y sin poder evitarlo la pregunta que tanto se teme apareció.

¿Estaba enamorada acaso?

El amor no era algo que me desgarrada, después de todo, la idea de volver a la temporada para buscar alguien a quien amar fue mía, pero ¿era posible amar a dos personas?

Necesitaba respuestas, y sabía a quién pedírselas.

—¿Cómo sabes si amas a alguien? —entré al lugar donde me dijeron que se encontraba mi cuñada.

Para mi sorpresa no estaba sola como me dijeron, sino que se encontraba acompañada de mi hermana.

—¿Te gusta alguien? —preguntó la pelinegra.

—Amar no es lo mismo que gustar, Rosy —dijo la pelirroja.

Su mano se extendió y me invitó a sentarme junto a ellas.

—Gustar puede ser simplemente el físico o la personalidad de alguien, mientras que amar es algo más profundo, es querer a alguien a pesar de sus defectos. Cuando amas a alguien estas dispuesto a cuidarlo y defenderlo sin pretender nada, amar y ser amado es aceptar a una persona a pesar de que esta tenga demonios en su interior, porque si amas en realidad no te importará, porque esa persona te hará tan feliz y te sentirás segura que todo quedará opacado.

Miré a la chica con más dudas.

—¿Cuándo descubriste que amabas a Rhidian? —pregunté —. Ustedes se casaron sin conocerse, pero ahora se aman. ¿Cómo lo supiste?

—Para cada persona es diferente, pero yo lo supe cuando no podía dejar de pensar en él y al sentirme cómoda junto a él no podía evitar pensar quererlo a mi lado —respondió —. El momento decisivo fue cuando lo besé y sentí que todo en mi interior se revolucionaba, no era deseo, sino algo especial que hacía que mi corazón se acelerara.

Priya me miró sonriente.

—¿Crees amar a alguien? —preguntó con una sonrisa enorme.

Eso creo, pero un no estoy segura.

—¿Quién es?

—Griffin —respondí sonrojada —. No puedo dejar de pensar en él, pero no estoy segura si eso es amor. Lo conozco desde hace años, ¿por qué ahora me siento tan diferente con respecto a él?

La de ojos verdes tomó mi mano entre las suyas.

—No siempre amas a una persona de inmediato, pueden pasar años y años antes de que tú puedas notar que lo amas —habló —. Tomate el tiempo que necesites para descubrir si lo amas.

—Está bien, gracias por ayudarme, Pri —respondí feliz dejando un beso en su mejilla.

Cuando salí de la habitación con la cabeza hecha un dilema, unos pasos tras de mí me detuvieron.

—Ven —dijo mi hermana llevándome a su habitación y cerrando la puerta con seguro —. Te conozco bien, así que dime qué fue lo que le ocultaste a Priya.

Miré expectante a Rosemary, no sabía si era correcto decirle algo como eso a una niña de dieciséis años.

—No creo que sea algo correcto —me excusé.

—Vamos, no hay nada malo que la santa Dione haya hecho, te aseguro que he hecho cosas peores.

Bueno, sabía que ella no me juzgaría, pero aun así no podía decirle que fornicaba con alguien así a la ligera.

—Lucian Eckhardt ha estado cortejándome —hablé.

—¿Crees estar enamorada de Griffin y señor cara de trasero? —preguntó sorprendida —. Vaya, Di, que coqueta.

Golpeé su mano en busca de que dejara de reírse.

—No tiene nada de malo que ames a alguien, pero ¿por qué crees amarlos a ambos?

—Griffin no deja de rondar por mi cabeza y anoche estuve a punto de besarlo —conté.

Rosy dejó mostrar su sorpresa y felicidad posterior.

—Pero... también estoy relacionada con el vizconde —expliqué.

—Disculpa mi ignorancia, sé que paso en mis libros y en la mascarada, sin embrago, nunca he visto a ese hombre traerte flores o invitarte a dar un paseo o algo por el estilo relacionado a cortejarte.

Me sonrojé antes de darle una respuesta.

—Sonrojo es igual a prohibido —sugirió la de pelo corto —. Dime, Dione.

—Me estoy acostando con el —dije en un susurro.

—¿Qué? —preguntó —. Habla más fuerte y claro.

—Que estoy acostándome con él.

Rosemary dejó caer sus manos y sus ojos se abrieron a mas no poder.

—¿Cómo? —indagó sin afán de que responda —. Ese hielo con patas ha estado fornicando contigo y no lo sabíamos.

Oculté mi rostro entre mis manos.

—Debería de casarse contigo antes de fornicar —dijo la menor —. Si Drys los descubre le cortará el pene.

—¡Rosemary! —regañé a mi hermana por su vocabulario —. No soy una virgen, así que nadie me ha deshonrado arrebatándome mi doncellez, pero Drys si podría descubrirnos si no somos cuidadosos, así que no digas nada.

—Nunca te traicionaría —respondió —. Tú me cubres con lo de la mascarada, yo haré lo mismo contigo.

Abracé a la menor.

—¿Qué sientes con cada uno?

—Bueno, Griffin es dulzura y cariño, mientras que Lucian es lujuria y desenfreno.

—Si me permites decirlo, soy equipo Griffin —habló la chica —. Siendo sincera él te mira como si de su mundo se tratase, creo que lo tienes loquito.

Negué incapaz de aceptar algo como eso, después de todo, si me amara o deseara me hubiera besado y no recuerdo casi nada de esa noche, pero estoy segura que nuestros labios nunca se toparon.

—No lo creo, Rosy —respondí —. Me tengo que ir, Camelia me cortará la cabeza si no llego a nuestra tarde juntas.

Dejando un beso en la mejilla de mi hermana marché de mi hogar rumbo a la casa de la duquesa.

—Vaya, cada día que pasa te vuelves más bella —alagó la mujer abrazándome.

—Son sus ojos que me ven con cariño —respondí —. Al contrario, mío, usted sí que está hermosa, es como el vino, mientras más pasa el tiempo mejor se conserva.

Camelia ríe sin dejar de mirarme.

—Vamos a sentarnos, querida —dijo tomando mi mano —. Aunque me gusta que me leas, hoy quiero escuchar tu hermosa voz, unos pequeños pajaritos me dieron que un ángel los arrulló con su canto celestial y quero ser bendecida de la misma manera.

—Bueno, quién soy yo para negarme a una petición de la mujer más famosa de la ciudad.

Me puse de pie y caminé hasta el piano, lista para cantar para la mujer.

—Mi favorita, por favor —pidió acomodándose en su asiento.

Sin refutar comencé a tocar y cantar aquella melodía que tanto amaba la mujer. Era la historia de un marinero que luego de que su barco zarpara no dejó de pensar en su amada a pesar de las tormentas y finalmente pudo encontrarse con ella.

—Sin duda alguna tu voz es muy hermosa —dijo Camelia aplaudiendo una vez que terminé.

—Muchas gracias —respondí —. Ahora vamos a cocinar algo, estoy segura que quieres algo para devorar que no sean almas de pobres debutantes ni de caballeros indefensos.

La mujer me miró con ofensa.

—Indefensos mis enaguas —dijo haciéndome reír —. Camina a la cocina, señorita.

Riendo avancé al lugar.

—Haré unos bocadillos —exclamé comenzando a buscar los ingredientes.

—Yo iré por la bebida.

—Nada de alcohol para mí, ya tomé mucho ayer —le dije haciendo que se detuviera y me observara.

—¿Me estás traicionando con otra persona? —indagó ofendida.

—Con su hijo, para su pesar —contesté.

—Bueno, dejaré pasar esa ofensa porque después de todo sigues bajo la red de los Wilder.

Sin decir más se fue a por la botella.

—¿Qué opinas de lady Brianna? —preguntó extendiéndome un vaso con jugo.

—No la conozco, a decir verdad.

—A mí no me agrada, me mira como si quisiera lanzarme su zapato —contó —. Lo único que hice fue darle mi humilde opinión.

—Y claro que su humilde opinión debió de ser ruda y sin tapujos.

—Así soy, todos lo saben, que no se hagan los ofendidos ahora luego de tantos años.

Reí.

—Ya se le ha de pasar, nadie puede enojarse tanto tiempo con usted —hablé —. Después de todo, parece un feroz dragón, pero es verdaderamente un tierno pajarito en su interior.

—Los pájaros comen gusanos, así que si no le agrado del todo es porque es uno y teme que lo asesine —respondió sin tapujos —. Cuéntame cómo te ha ido con todo.

—Pues he tenido algunos pretendientes, pero no muy interesantes —conté sin miedo a reprimir nada —. Sin ánimos de ofender algunos hablan tanto que quisiera arrancarme las orejas y otros en cambio no dicen nada y me frustran.

Camelia asintió en compresión.

—Yo tuve de esos antes de que mi padre arreglara mi casamiento con el padre de Griffin —dijo —. Recuerdo que había uno que habló por más de dos horas sobre como ordenaba sus ropas y zapatos por orden de colores, formas y demás. Dios, fue la conversación más aburrida que tuve en toda mi vida, no te deseo ese trágico pesar.

—¿Y no le dijo que se callara? —pregunté sorprendida —. Se me hace difícil pensar que una dama tan reservada con sus opiniones no le dijera nada.

—Deja el sarcasmo de lado, muchachita —exclamó dando un pequeño golpe en mi cadera —. En ese tiempo era tranquila y callada, me parecía mucho a ti, a decir verdad, aunque no lo creas tu madre era más abierta a la hora de decir lo que pensaba, aunque aun así era la más dulce de las dos. Con los años me volví como soy ahora, bueno también se debe a que una vez que perdí a mi fiel amiga tuve que implementar su actitud par sentirla cada vez más cerca.

La mención de mamá me hizo retener el llanto, sin duda alguna extrañaba a mi progenitora y estaba segura de que Lady Camelia Wilder también lo hacía, después de todo eran mejores amigas. Gracias a su amistad pude iniciar la mía con Griffin sin dificultad alguna, ellas se encargaron de presentarnos entre todos, pero para ambos fue inevitable no sentir afinidad por el otro.

—¡Mami! —exclamó una pequeña Dione corriendo hasta su progenitora que estaba junto a una mujer desconocida para ella.

Los pequeños pies de la menor fallaron haciendo que perdiera el equilibrio. Unas manos sosteniendo las suyas hicieron que se fijara en la presencia de un pequeño niño de castaña cabellera.

—¿Está bien?

—Sí, gracias.

Las mayores se acercaron a sus hijos.

—Ellos son Camelia y Griffin Wilder, son amigos —presentó Emalyn a su hija.

—Mucho gusto, yo soy Aveline Averly.

Ambos pequeños hablaron un rato y luego se lo podía ver jugando sin parar. Las mujeres sonrieron abiertamente y en su mente se formaba la idea de que ambos pudieran ser pareja en el futuro y unir con sangre a las familias.

—Comprendo —respondí tomado su mano y recostando mi cabeza en su hombro.

—Lo sé.

Cuando la comida estuvo lista nos sentamos en la pequeña mesa a comer y seguir charlando por horas tras horas. Sin duda alguna Camelia Wilder era una mujer increíble, ella era el recuerdo de mi madre y sin duda alguna ella me había acogido sin problemas tomando el papel de madre postiza para mí e incluso para mis hermanos. La duquesa podía ser un poco atrevida y descontrolada, pero también era amable y bondadosa, no cualquiera recoge a niños huérfanos como si nada y los trata como suyos hasta el punto de querer quitárselos a su propio padre.

Lucian Eckhardt

La señorita Averly sin duda alguna despertaba mis deseos más oscuros, así que cuando mi tía me anunció que debía marcharse a reunirse con mi tío por temas de familia no pude evitar en pensar que tendría una casa sola para mí en la que podía traer a la chica y poder dejar que gritara todo lo que quisiera sin temor a que sus hermanos nos descubrieran.

—¿Cuándo volverás? —pregunté a la mujer.

—No lo sé, puede que vuelva cuando la temporada esté a nada de acabar —respondió —. Hazme un favor y no te metas en líos, mucho menos dañes las cosas con la familia Averly.

—Vete en paz, tía, no cometeré más errores.

—No lo digas así, parece que me he muerto —regañó golpeándome.

—Bueno, para eso no falta mucho —susurré.

—Te oí, muchacho impertinente —espetó —. Mejor me voy antes de que me asesines con tus comentarios de muy mal gusto. Recuerda que mañana habrá un baile al que debes asistir, pídele una pieza a la señorita Averly o dos mejor.

—Ya vete —dije ayudándola a subir al carruaje.

Me miró con una sonrisa

—Nos vemos luego, cariño.

Vi como el carruaje se alejaba de poco en poco hasta ser imperceptible a la vista.

—Esta noche todos están libres —anuncié a los sirvientes —. No quiero a nadie en la casa a las nueve.

—Como ordene, mi señor —dijo el lacayo para luego marcharse a esparcir la orden entre los otros criados.

Sin duda alguna esta noche sería una muy buena, me encargaría de hacer que la castaña olvidara a ese tonto duque y su maldita familia. Después de todo yo era alguien que sabía cómo hacer perder la cabeza a una mujer. Tomé mis cosas y me dirigí al club de caballeros, sin duda alguna ahí me encontraría a una mujer que deseará estar entre mis sabanas sin objeción alguna, siempre es lo mismo con las damas. Soy irresistiblemente atractivo al parecer y no pueden evitar desearme.

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