02 La primera cita

—¿Quiere que la lleve a los bolos?

Isabella suspiró, cruzando los brazos a la altura de su pecho.

—No, quiero que vayas conmigo.

—Claro, me quedaré con usted hasta que termine de divertirse.

—¡Con un...! —Tomó aire, agredirla antes de la primera cita no era una opción—. Me refiero a que me gustaría que nos divirtiéramos juntas. —Pudo ver ese extraño gesto de confusión en sus singulares ojos, seguido de una resplandeciente y sencilla sonrisa.

—¿Una cita?

Isabella asintió, ¿así que sí era capaz percibir ese tipo de cosas? No podía evitar preguntarse si es que a veces fingía no entender simplemente para molestarla. Esa desesperante y frustrante robot, pensó.

—Exactamente. Quiero que tengamos una cita —afirmó.

Alex continuaba sonriendo, pero después de un instante volvió a ese estado meditabundo.

—¿De qué tipo?

—Cuando estemos ahí lo sabrás. Iré a vestirme y nos iremos en media hora, ¿de acuerdo? —Observó al androide asentir y hacerle una especie de reverencia. No hizo alarde y reanudó su camino por el corredor hasta llegar a su habitación.

Después de media hora estaba lista, bajó al recibidor para esperar a Alex y encontró a Eva, su ama de llaves, quien le miraba con una sonrisa dibujada en su blanco rostro.

—Se ve muy linda hoy, señorita.

Isabella sonrió, en realidad no sabía si ese atuendo era adecuado para una tarde de bolos, pero no quería perder la elegancia.

—Gracias, ¿has visto a Alex?

—Está afuera esperándole —respondió, con una risita cómplice y boba—. Que se diviertan.

Isabella puso los ojos en blanco, se despidió de la mujer y salió por la puerta principal. Le sorprendió encontrar a Alex junto a uno de los lujosos automóviles de colección de su padre. Llevaba unos jeans negros, una camisa azul de cuello redondo y botas color café. Por alguna razón verla ahí de pie, esperándola para abrirle la puerta en un gesto tan caballeroso, hacía que su corazón latiera como loco. Sabía que tenía que controlarse para que el maldito robot no pudiera percibirlo.

—Creo que tengo una idea del tipo de cita que tendremos, así que me pareció apropiado. Espero que no le moleste que tomara uno de sus autos.

Isabella negó. En realidad, aquel detalle comenzaba a provocarle más estragos de los que estaba dispuesta a aceptar, así que sólo se acercó deprisa para subir al automóvil.

—Puedes ser muy intuitiva cuando te lo propones. Y no me molesta, ni siquiera son mis autos.

—¿Cómo dice?

—No importa, ¿nos vamos?

Alex asintió, le abrió la puerta e incluso le tendió la mano para que se sostuviera mientras entraba. Isabella la siguió con la mirada hasta que llegó al asiento del chofer encendiendo el motor del elegante deportivo. Sin duda, aquello parecía una cita. No podía creer lo sencillo que había sido llevar las cosas hasta ese nivel. Era la primera vez que salía con alguien después de todo, Isabella realmente tenía problemas por llevar sus relaciones a algo más allá de lo físico. Era quizá el motivo por el cual sentía que con Alex las cosas se complicaban aún más. No se trataba sólo de enamorarla sino de hacerla desfallecer de amor hasta que perdiera la razón y le pidiera que fuera su esposa. Esa había sido la condena que su padre le había impuesto, ahora comenzaba a entender cuán difícil sería cumplirla.

Llegaron a la sala de boliche, era increíblemente tierno ver a Alex observar todo con el asombro de un niño de cinco años. No lo supo hasta después, pero era la primera vez que el androide salía de la mansión, su fascinación era tal que, mientras jugaban, Isabella sabía que necesitaba sacarla de trance para poder llevar a cabo su "plan de conquista".

—Quiero ser muy clara antes de comenzar con esto ya que es evidente que la obviedad no se encuentra en tu kit de programación —le dijo, tomando la bola de boliche entre sus manos—. Me gustas, Alex.

El robot se puso de pie y se acercó despacio a ella para quitarle la bola de las manos.

—¿Le gusto? ¿de qué forma? —cuestionó, mientras hacía girar la bola de boliche sobre su dedo—. ¿Le gusta mi diseño? ¿mi avanzado sistema de inteligencia artificial?

—Ambos —respondió, mirando a todos lados mientras le arrebataba la bola—. Me gustas tú, en un sentido... romántico.

—¿Romántico? —repitió dubitativa, como si aquello fuera la cosa más complicada del mundo. Continuó—: ¿Por qué yo le gustaría de esa forma? No soy humana, soy simplemente un organismo sintético, una máquina, según recuerdo, me llamó usted alguna vez.

Isabella hizo un gesto avergonzado. Era cierto que en un inicio las cosas se habían puesto un poco hostiles entre ellas. Pero había sido sólo la primera impresión, estaba alterada por la noticia. Era natural que se encontrara ligeramente resentida con un robot que, no solamente era un invento de su ausente padre, sino que, al parecer, había compartido una relación mucho más profunda y afectiva con él que ella. No iba a admitirlo, pero era una herida profunda.

—Perdón, pero a mi favor debo decir que en ese momento no te conocía.

—¿Y ahora sí?

Observó una sonrisa socarrona dibujada en el rostro de Alex. De nuevo solo estaba provocándola, midiéndola, como un niño travieso jugando a la orilla de un río. Le hacía recordar un poco a alguien, aunque no sabía con exactitud de quién podría tratarse. Pero ese gesto, incluso la forma en la que retorcía sus labios para sonreír y mirarla fijamente le parecían extrañamente familiares.

—¿Podrías dejar de hacer tantas preguntas? Déjame hablar —sentenció mientras la observaba asentir con respeto—. Creo que eres divertida, inteligente, amable. Además, hicieron un gran trabajo con tu...cuerpo. Eres muy atractiva y de verdad me gustas, Alex.

El androide continuaba contemplándola, tenía el ceño fruncido como si estuviera resolviendo una complicada ecuación. La forma espontánea con la que le regaló una sonrisa después de ese momento detuvo su corazón.

—Gracias —contestó, acercándose vertiginosamente a su nueva propietaria—, sus palabras son todo un halago, señorita.

—No estoy intentando halagarte ¿¡Por qué tienes que ser tan...!? —Respiró hondo, no quería ser grosera con ella como en un inicio.

Había aprendido a controlarse y aceptar que había cosas que el robot no podía entender por su falta de sentido común. Sin embargo, aquella cercanía le había hecho casi vibrar, sentía como si fuera a expulsar la comida de ese día. Se dio la media vuelta, tomando la bola de boliche entre sus dedos. Estuvo a punto de lanzarla cuando sintió las manos frías y tersas de Alex sobre su antebrazo.

—Me disculpo por mi falta de entendimiento para ciertas situaciones —se justificó, impidiendo su tiro—. Debe usted comprender que esto es nuevo para mí...yo jamás había... Si hay algo que necesite de mí le suplico que sea más directa.

Isabella podía sentir sus mejillas arder. Lanzó un prolongado suspiró, alejándose suavemente de aquel contacto.

—Bien, primero, quiero que dejes de llamarme señorita —sentenció—. Mi nombre es Isabella, puedes llamarme así. Segundo, quiero que... me des una oportunidad.

—De acuerdo, Isabella, te daré una oportunidad —sonrió, repentinamente una expresión de duda se dibujó en su simétrico rostro—. Pero, ¿una oportunidad de qué exactamente?

Para Isabella la situación comenzaba a ser desgastante, en realidad era la primera vez que se confesaba a alguien en su vida y era aún más primeriza en eso de las relaciones entre chicas. Le habían enseñado a no ser ella quien diera el primer paso y ahora se veía inmersa en esa situación que le exigía dar todo de su parte. Tenía que hacerlo, tenía que hacerle creer a AlexT47-A que su interés en ella era genuino para acceder a lo que le pertenecía.

—De conocernos, quiero que...salgamos —dijo finalmente sintiendo los bobos ojos violetas de Alex sobre ella—. Que me dejes demostrarte que de verdad estoy interesada en ti.

—Tus mejillas están color escarlata. —Acarició con una de sus manos el rostro de Isabella—. No sé si sea una buena idea. Creo que deberías considerar buscar a alguien como tú para intentar...

—Si no te intereso sólo dímelo y...

No pudo terminar su oración, de pronto una chica se acercó hasta ellas. Llevaba unos lindos shorts de mezclilla y se colocó justo frente a Alex.

—Oye, disculpa, mi amiga y yo nos preguntábamos, ¿acaso eres profesional? Tus chuzas son increíbles. Jamás te había visto por aquí, ¿cómo te llamas?

Alex se alejó súbitamente de Isabella y en un parpadeo ahora se había colocado frente a aquella chica. Le sonreía y lucía tan cordial como era con todos, incluso con la señorita Greco.

—No soy profesional, simplemente tengo facilidad. Me llamo Alex, ¿y tú?

—Sandy.

Isabella se había convertido en una espectadora, la atención de AlexT47-A estaba sobre esa inoportuna mujer quien, para ella, tenía un propósito evidente. No iba a permitir que siquiera lo intentara. Carraspeó, retomando nuevamente la atención de su androide que de inmediato fue hasta ella para preguntarle si estaba bien. Isabella asintió pidiéndole que le alcanzara su bebida. Su mirada y la de Sandy se cruzaron, los oscuros ojos de Isabella la atravesaron por completo.

—¿Les guastaría venir a jugar con nosotras? —preguntó, intentando ser amistosa con ambas esta vez.

—Niña, ¿por qué no regresas con tus amigas y nos dejas a mí y a mi novia tranquilas?

La chica abrió sus expresivos ojos sorprendida, reparando en Alex y después volviendo a Isabella que parecía que desprendía fuego. Apenada, se disculpó y se alejó con la misma rapidez con la que se había acercado.

—¿Por qué fuiste tan agresiva con ella? Además, le mentiste. No soy tu novia.

Isabella sintió la mano de Alex sobre su hombro, estaba detrás de ella así que se giró para quedar de frente y poder observarla con más fijeza.

—Bueno, eso ultimo puede cambiar —aseguró, parándose casi de puntillas para acercarse al mentón del androide—. Estábamos hablando sobre eso cuando esa mocosa llegó a interrumpir.

—En realidad estábamos hablando sobre...

Antes de que Alex pudiera terminar la oración Isabella se abalanzó sobre ella arrebatándole un beso apasionado en medio de la sala de boliche. Para su sorpresa, aquellos labios no eran fríos en absoluto, Alex supo mantener perfectamente el ritmo y la coordinación. De pronto fue como si la sensación la derritiera. Tenía que admitirlo, ese maldito robot había sido el mejor beso de su vida. Se alejó despacio, intentando recuperar el aliento que no sólo le había quitado aquel acercamiento, sino esa cálida emoción que únicamente se siente cuando el corazón se entrega.

—Vaya... me besaste. —El rostro del androide denotaba su genuina sorpresa—. ¿Es una respuesta instintiva por los celos que esa chica provocó en ti?

Isabella negó. Sus ojos llenos de zozobra de pronto se colmaron fúricos.

—¿Celos? ¿de qué hablas? yo no...

—He leído sobre ello —interrumpió Alex, limpiando con su pulgar el gloss que la joven Greco había dejado en su labio inferior—. Algunos dicen que es un sentimiento proveniente del amor, pero hay quienes aseguran que no son más que complejos e inseguridades.

Isabella comenzó a reír, en realidad aquello era más complejo, quizá demasiado incluso para una máquina tan avanzada como ella.

—Ya te lo dije, me gustas AlexT47-A y yo siempre consigo lo que quiero. —Tomó la pesada bola color azul brillante, colocó los tres dedos en los orificios y lanzó una tremenda chuza que hizo un sonido hueco con el impacto.

Miró a Alex que sonreía y hacía una ligera reverencia en admiración. Sabía que, si bien aquello no era un gran salto, las cosas entre ambas comenzaban a avanzar. Aunque no estaba segura de que ese pequeño paso pudiera sacarla de apuros.

Después de eso las cosas continuaron tranquilas, jugaron durante gran parte de la tarde, charlaron y bebieron algunas cervezas. Isabella estaba agotada, así que al anochecer llegaron a la mansión. Se despidieron en el pasillo, estaba dispuesta a continuar su camino cuando sintió las manos de Alex detenerla.

—Un beso de buenas noches, ¿podemos tener uno?

Isabella la miró fijamente. Asintió, notando como una extraña emoción le recorría las entrañas. Dejó que fuera Alex esta vez quien se acercara a ella. Podía sentir aquella saliva perfectamente artificial llenar su boca con un delicioso sabor. Cerró los ojos durante un instante y cuando los abrió descubrió que Alex continuaba inmersa en esa sensación. Se alejó, colocando una mano sobre su pecho para intentar calmar el fuego que las envolvía.

—Buenas noches, Alex.

Entró a su habitación echando el cerrojo a la puerta como parte de un hábito que había adquirido con los años de soledad. Se recostó sobre su cama, llevándose una mano a los labios repasando la boba sonrisa que ahora tenía y era incapaz de comprobar frente al espejo.

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