01 Ajustes de programación
Cuatro meses habían pasado desde que volvió a la mansión de su padre tras la muerte de éste, no podía creer que estuviera ahí cumpliendo con su absurda petición. La situación no era fácil para ella y el tiempo comenzaba a agotarse, ¿cómo iba a enamorar a esa perfecta y condescendiente androide a tal punto de que le pidiera matrimonio? Aquella descabellada cláusula que el abogado había leído al final del testamento continuaba haciendo eco por su cabeza. Sin embargo, tenía que lograrlo, era la única condición que su padre le había impuesto para convertirse en la heredera de toda su fortuna, una fortuna forjada en el mundo de la ciencia.
—¿En serio me vas a dejar nadar sola? —preguntó Isabella, se encontraba dentro de la piscina observando al androide que le miraba de pie en la orilla, alzando una gruesa toalla de algodón hacia ella.
—Es peligroso nadar de noche. Existen horarios para usar las piscinas.
—¿Podrías dejar de ser tan propia por una vez? Será divertido, vamos...a menos que te dé miedo el agua —sonrió maliciosa.
—No le tengo miedo a nada, señorita. Conozco el concepto de la palabra, pero mi sistema operativo...
—¡Ya! sólo entra al agua, ¿no dijiste que serías incondicional a cualquiera de mis peticiones?
Poco a poco AlexT47-A comenzó a deshacerse de sus prendas, Isabella estaba fija en la preciosa anatomía de aquel androide que jamás había visto al desnudo. Sus largas piernas torneadas, su espalda ancha con esos brazos ligeramente marcados. Su vientre firme y las líneas laterales tan definidas; era probable que su padre se hubiera basado en la figura de una atleta de alto rendimiento para crearla Escuchó el ruido del chapoteo mientras el cuerpo del robot se acercaba despacio por debajo del agua.
—¿Está bien? Su ritmo cardíaco se aceleró ligeramente —preguntó Alex, mirándole con preocupación.
Isabella sentía el rostro caliente, por supuesto que estaba nerviosa, esa perfecta mujer artificial se encontraba a centímetros de ella. A pesar de lo que muchos creían, Alex tenía un sofisticado sistema de inteligencia, era capaz de transmitir calor, incluso la habían adaptado para que tuviera ciertas necesidades fisiológicas, necesitaba horas de sueño, comida y en ocasiones era tan perceptiva y empática como pocos humanos. Era perfecta en muchos sentidos, salvo quizá, en interpretar señales pragmáticas. Un ejemplo sencillo había ocurrido hacía un par de semanas.
...
—¿Quiere que la bese, señorita Greco?
Isabella tenía el rostro totalmente escarlata, ¿qué demonios estaba haciendo? Cuestionar algo tan obvio como lo que estaba por pasar arruinaba por completo la atmósfera. Habían pasado semanas para que se decidiera a dar ese ligero paso e ir tejiendo la complicada red de lo que tendría que ser su relación. Refunfuñó, estaba furiosa. Intentó alejarse, pero las manos fuertes y habilidosas de Alex la retuvieron.
—Ahora parece que está molesta, pero no puedo explicarme el motivo, ¿acaso hice algo malo, señorita?
Miró al androide que tenía esa estúpida mirada febril y dulzona, era la primera vez que encontraba un poco de incertidumbre en ella. Apartó su vista, percatándose de lo cerca que estaban y sintiendo como se encontraba atrapada entre su cuerpo y la pared.
—Olvídalo. Solo... —Isabella la hizo a un lado, aclarando su garganta, intentando recuperar la compostura—. Ayuda a Eva a preparar la cena.
...
—Estoy bien, me dio un poco de frío. Tenías razón quizá no es buena idea nadar
a esta hora. —Salió de la piscina sin decir más, podía sentir los ojos fijos de Alex sobre ella. Imaginó que debía sentirse confundida pero no le importaba.
Caminó por el largo corredor hasta llegar al recibidor, subió las enormes escaleras hasta su habitación recostándose sobre su cama. Aferró la almohada a su rostro soltando un espontaneo grito que fue sofocado.
—¡Con un demonio! ¡Es insoportable!
Lentamente la imagen de Alex se fue dilucidando en su mente, recordó de pronto su sonrisa resplandeciente y perfecta la primera vez que se miraron. La preciosa curvatura de sus labios, sus dientes de marfil perfectos, sus ojos violetas observándola con insistencia. En ese momento no pudo sentir más que desprecio por ella, acababa de escuchar la lectura del abogado sobre las cláusulas para adquirir la herencia de su padre. Sólo podía pensar en la forma de obligar a ese estúpido androide, que tenía viviendo en casa, a que dijera aquellas palabras que necesitaba para finalmente tener acceso a ese dinero. Incluso consideró contratar a alguien para reprogramarlo, pero con el paso de los días, muchas cosas comenzaron a cambiar, como si por alguna razón un sentimiento diferente creciera entre ellas.
—Deja de pensar estupideces, Isabella, se te está acabando el tiempo.
El tiempo era algo que no tenía a favor, lejos de cualquier afición que pudiera sentir por Alex, necesitaba encontrar la forma de conquistarla y rápido. Estaba metida en problemas con un peligroso distribuidor de drogas sintéticas. Para ella era claro que aquellos sujetos no se andaban con medios cuentos. Desde la repentina desaparición de su amigo Gabriel todo se había convertido en una cacería de brujas. Tenía que conseguir el dinero para finalmente poder deshacerse de ellos.
A esas alturas se encontraba desesperada, frustrada, mejor dicho. Todos sus intentos por acercarse a Alex habían fracasado, pero esa noche, mientras dormitaba boca arriba en su cama, consideró la idea de cambiar un poco la estrategia. Hasta ese momento las provocaciones no habían funcionado, al parecer el sofisticado androide tenía todas las habilidades del mundo, excepto la de captar los mensajes entre líneas e insinuaciones del tipo sexual. Imaginó que su falta de entendimiento en ese rubro podía ser incluso capricho de su padre sólo para dificultarle aún más las cosas, así que se jugaría su última carta. Le mostraría a Alex lo que era capaz de hacer por conseguir su cariño. Ni siquiera una máquina podría resistirse a su increíble capacidad de conquista. Le quedaban unas semanas, si no funcionaba tendría que encontrar otra forma de conseguir todo ese dinero, se preguntó cuántas agallas podría tener Alex en su programación.
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