Introducción
Era un día soleado. El último día del mes de marzo. Un día después, (TN) comenzaría su último año de instituto, a sus dieciocho años.
«¿Es que acaso no te da vergüenza?».
Las palabras que su padre llevaba repitiéndole constantemente desde hacía casi tres años resonaban en su cabeza mientras observa el paisaje a través de la ventanilla del coche. Disfrutaba de aquellas preciosas vistas que creaban los cerezos en flor. Allí donde iba no solían abundar.
Vergüenza... Vergüenza debería darle a él llamarse padre. ¿Qué clase de padres eran incapaces de creer a su hija en un tema tan serio? La verdad, hacía tiempo que había dejado de importarle.
Era un viaje largo, pero ya no tendrían que repetirlo hasta las próximas vacaciones de marzo. Entonces finalizaría el curso y tendrían que ir a por su hija.
Tener dieciocho años no cambiaba nada. Tenía que seguir dependiendo de sus padres. Lo mejor era acabar de una vez el instituto y comenzar a buscar trabajo. Era más fácil siendo una chica con estudios.
A mediodía, pararon para comer algo en una gasolinera que había por el camino. Su padre pidió tres bandejas variadas de sushi, individuales. Ni si quiera pidió opinión a su mujer o a su hija. Quería comer algo rápido para llegar al internado cuanto antes.
Él y su madre charlaban sobre negocios, mientras ella se distraía jugeteando con los palillos. También tenía ganas de llegar. Quería perder de vista a esos traidores y encontrarse con sus amigas. Ellas eran las únicas con las que podía contar. Sopló hacia arriba para apartar un mechón de pelo que le molestaba.
—Deja de jugar con la comida y compórtate —le regañó su padre.
Un hombre alto que aún no había llegado a los cuarenta. Tuvieron a la niña demasiado pronto. Tenía los cabellos (t/c) al igual que su hija, y unos profundos ojos oscuros. Su semblante solía ser serio, especialmente desde hacía casi tres años. Sus trabajadores le temían. Si no hubieran estado rodeados de gente, (TN) hubiera recibido una colleja. Estaba completamente segura de ello.
—¿Quién te habla? —preguntó su madre. Una mujer joven, un par de años menor que él. De cabello castaño oscuro y ojos (t/c). Educada y sumisa, a las órdenes de su marido—. No serán las chicas del internado, ¿verdad? ¿Has estado hablando con ellas?
—No, mamá. Me habéis estado revisando el móvil durante las vacaciones —respondió la chica, con tono neutro. Obviamente era mentira, había estado hablando con ellas a escondidas. De todas formas, tan solo pasaba las vacaciones de marzo en casa.
—Háblale bien a tu madre. Si estamos pagando este internado es para que te reeduquen —ordenó su padre.
La mujer negó, sacudiendo la cabeza. Se podía leer la decepción en su rostro. ¿Qué le había pasado a su pequeña al empezar el instituto superior? Jamás olvidaría aquel escándalo. Habían sido demasiado permisivos con ella.
Confiaban en los métodos que utilizaban las profesoras del internado McCarthy. Eran bien conocidas por sus dotes de enseñanza y por su actitud estricta con las jovencitas que se habían desviado del camino correcto.
Cuando los padres de (TN) se enteraron de que ese año habría un profesor dando clases no les hizo mucha gracia, dado el historial de su hija. Sin embargo, las profesoras aseguraron que era toda una eminencia enseñando biología.
Una vez acabaron y pagaron, se dirigieron de nuevo al coche. La peli(t/c) se colocó de nuevo en el asiento trasero, tras el copiloto. Volvió a perderse entre sus pensamientos mientras observaba el paisaje a través de la ventanilla. De fondo se escuchaba la aburrida música que sus padres siempre elegían.
Las horas se hicieron eternas, hasta que por fin lo vio a lo lejos. Allí, entre los árboles, perdido en el bosque. El internado McCarthy, en el cual le esperaban los meses más intensos de su vida.
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