Capítulo 9

Durante aquella semana, la psicóloga se quedó a pasar las noches en el internado. Sai, Kai y Tami fueron las únicas que continuaron visitándola por las tardes y, al parecer, las charlas que tenían con ellas realmente les ayudaban a sentirse mejor.

El viernes a mitad tarde, una vez la señorita Minami hubo abandonado las instalaciones del internado y se puso rumbo a la ciudad, los miembros del profesorado se reunieron en la sala para que la directora les contara el veredicto al que había llegado la profesional.

—La psicóloga ha determinado que la señorita Sakurai simplemente está en estado de shock —comentó Kataoka, a los presentes—. Probablemente su imaginación le jugó una mala pasada. La señorita Minami ha dicho que no le demos mucha importancia, que intentemos que todo vuelva a la normalidad cuanto antes.

Tras un poco más de charla sobre el tema, y después de una corta hora preparando las clases o corrigiendo trabajos, había llegado la hora de la cena. Tanto alumnas como profesores disfrutaban del delicioso manjar que las cocineras habían preparado mientras hablaban en voz baja. Era importante no subir el tono en el comedor para no molestar al resto.

—¿En serio ha sido mi imaginación? —preguntó Tami, con un hilo de voz. Eso era lo que le había dicho la psicóloga hacía apenas unas horas—. Bueno, ella debe saberlo, ha estudiado para eso. Es solo que... Juraría que lo vi de verdad.

—Yo te creo, Tami —le apoyó (TN), poniendo una mano sobre su hombro—, pero sigo pensando que ha sido una broma de alguien.

—Claro. Ya han pasado varios días y no ha ocurrido nada más —intervino Saori, tratando de quitar hierro al asunto.

—Exacto. Intenta olvidarte de esa estúpida broma y concentrémonos en las clases. Eso sí, si me entero de quien ha sido se las verá conmigo —advirtió la peli(t/c), poniendo tono de voz amenazante. Esto hizo que la chica de cabellos rubios soltara una pequeña carcajada—. Y más le vale a la gente no burlarse de ti.

—Oye, la de matemáticas y la de educación física no paran de mirar hacia aquí. No os giréis, ¿eh? Haced el favor de disimular —pidió Saori—. Seguro que están hablando de este tema, incluso burlándose.

—¿Tú crees? —preguntó Tami, nerviosa—. La psicóloga no puede contar lo que he dicho, ¿no? Es como secreto de confesión.

—Claro que no puede contar lo que le has dicho —respondió la chica de ojos (t/c)—, pero puede que les haya dado el resultado. Al fin y al cabo, la directora es quien la trajo. Solo querrían saber qué te pasaba. Y no creo que se estén burlando de eso, Saori. Sería...

—¿Vil? ¿Cruel? ¿Despiadado? —La pelinegra hizo un gesto con la mano, dando a entender que era obvio que ellas harían algo como eso.

—Se han levantado a por su infusión —murmuró (TN), aunque era información para sí misma las palabras salieron de sus labios—. Ponte el agua que queda e iré a pedir que rellenen la jarra.

Saori hizo caso rápidamente y volcó el líquido transparente en su vaso. La peli(t/c) se levantó mientras estiraba el brazo para coger la jarra de cristal. Caminó con paso ligero hasta situarse detrás de ambas profesoras y se quedó en silencio para poder escuchar algo de lo que estaban murmurando.

—Estaba claro que ninguna de estas crías eran normales —comentó la señora Yoshida—, pero esta está volviéndose completamente loca. Que no acabe como la pelirroja...

—¡Mi amiga no está loca! —exclamó (TN), fuera de sí, sobre todo tras escuchar las últimas palabras—. ¿Y cómo puedes decir algo así?

—¡Señorita (TA) (TN), suelte a la profesora ahora mismo! —exclamó la directora, levantándose de su silla.

Tanto alumnas como profesores observaban la escena, alucinados.

La peli(t/c) bajó la vista y se dio cuenta de que había código a la profesora Yoshida del brazo. Le soltó rápidamente y se dio cuenta de como le temblaba el pulso.

—Venga conmigo ahora mismo —ordenó Kataoka, con tono autoritario.

Como vio que la joven no reaccionaba, tiró ligeramente de su brazo para que comenzara a caminar. Todos los presentes siguieron la escena con la mirada, y ninguna de las profesoras pudo frenar los cuchicheos que comenzaron a inundar el ambiente.

Law se levantó cuando ambas abandonaron el comedor y comenzó a caminar, siguiendo su paso. Por el pasillo tan solo se escuchaba el sonido de los tacones de la directora golpeando las baldosas y el sermón que le estaba soltando a la peli(t/c).

—Kataoka-ya. —No solo la susodicha frenó el paso al escuchar su nombre, sino también su acompañante—. Si tiene intenciones de convocar una reunión urgente yo puedo encargarme de acompañar a la alumna a su habitación.

—Por supuesto que voy a convocar una reunión urgente —afirmó la mujer, al borde de un ataque de nervios—. Asegúrese de que esta criatura llega a su cuarto y no lo abandona.

Tras pronunciar aquellas palabras, emprendió su camino de vuelta al comedor. (TN) la observó mientras se alejaba y comenzó a caminar cuando vio que su profesor de biología ya estaba dirigiéndose hacia las escaleras.

No intercambiaron ni una sola palabra mientras caminaban por los pasillos escasamente iluminados. No solo la luz de las lámparas era tan tenue como cada día a esas horas, si no que había un par de bombillas que no iban del todo bien y parpadeaban constantemente.

Una vez llegaron a la puerta de las habitaciones, Law hizo un gesto para que la joven entrara por la puerta.

—¿Se puede saber que ha pasado, (TN)-ya? —preguntó él, sin alzar mucho la voz, cuando la chica de ojos (t/c) entró en la habitación. El pelinegro se quedó bajo el marco de la puerta.

—La profesora ha llamado loca a mi amiga —respondió ella, con la mirada perdida en el suelo. Se sentó sobre el colchón tras dar su respuesta.

—Entiendo que te haya molestado —comenzó a decir—, pero debes entender que ese tipo de reacciones no te ayudan en nada. Ni a ti ni a tus amigas.

—¿Y qué se supone que tengo que hacer? ¿Callarme y dejar que esa señora y otras digan lo que les dé la gana? —preguntó, alzando la mirada y frunciendo el ceño.

—No me alces la voz, (TN)-ya. No olvides que soy tu profesor —le recordó, fulminándole con aquellos ojos grises.

—Lo siento... —se disculpó ella, relajando su expresión. Al fin y al cabo, Law tan solo estaba tratando de ayudarla. O eso parecía. No era como sus profesoras—. Me cuesta mucho controlarme cuando me pongo nerviosa.

—¿Y no has pensado que eso es lo que quieren? ¿Que perdáis los papeles? —La peli(t/c) se quedó extrañada—. Sé que algunas alumnas necesitan mano dura, pero también he observado como mis compañeras se sobrepasan en ciertas ocasiones. Tal vez buscan molestaros de alguna forma o simplemente son unas maleducadas. Sea lo que sea, no puedes dejar que lo que digan te afecte hasta ese punto.

—Entonces...

—No os queda tanto tiempo aquí. Centraros en aprender y pasad de sus comentarios hirientes —terminó de explicar.—. Eso sí, no os paséis vosotras tampoco.

—Yo nunca me comportaría mal así porque sí —aclaró la joven.

—Lo sé. Sé que tú no. Hablo en general —precisó. Acto seguido, dio unos pasos hacia la cama de la alumna y se agachó ligeramente para que sus rostros quedaran a una altura similar—. Y, ahora... ¿Vas a ser una chica buena y te vas a quedar aquí aunque me vaya?

—Sí, sí, claro... —balbuceó (TN), dándose la vuelta y bajando por el otro lado. Estaba completamente segura de que se había sonrojado, porque le ardían las mejillas—. Puedes irte tranquilo. Me pondré el pijama y me acostaré.

—Bien. Buenas noches, (TN)-ya —se despidió él, antes de emprender su camino hacia la sala de profesores. Debían discutir el castigo e intentaría que fuera algo acorde a la situación. Aquellas mujeres eran de armas tomar.

Por su parte, una vez sola en la habitación, la peli(t/c) se puso rápidamente el pijama y se metió en la cama. A pesar de que la calefacción estaba encendida hacía un poco de frío, así que se tapó bien con el edredón.

¿Se podía saber qué le pasaba? ¿Por qué se había puesto así cuando su profesor se había acercado? Bueno, no era del todo su culpa. La directora podría haber buscado a un señor viejo y calvo para darles clase. Sin embargo, Law era... Demasiado guapo. Ese pelo negro algo alborotado, sus ojos grises, esa expresión tan seria... Y, es que... ¿Cuántos años tenía? Tampoco debía ser muchísimo mayor que ella.

Mierda. No podía dejar que se le notara lo más mínimo, y menos debido al motivo por el que se suponía que estaba allí, encerrada en aquel internado. Sería la comidilla de aquellas malditas profesoras. Además, que un chico te pareciera guapo no significaba nada. Nada.

Se sobresaltó cuando una fuerte ráfaga de aire golpeó los cristales de las ventanas. Se acurrucó en la cama y se tapó todavía más. Estaba tan metida en sus pensamientos que no se había parado a pensar que estaba sola en la habitación, y probablemente en todo el piso.

Ya había dejado claro mil veces que no temía a los fantasmas ni otro tipo de seres paranormales. Nunca había creído en ellos, aunque cuando todo estaba tan solitario en ese lugar... Era imposible no sentir escalofríos.

Mientras tanto, en la sala de profesores, estaba teniendo lugar la pequeña improvisada reunión para decidir el castigo de la alumna (TA) (TN). La alumna que había gritado y agarrado del brazo a una profesora de la institución.

—No se puede tolerar este tipo de comportamientos. ¡Y en frente de todo el mundo! —exclamó la profesora de matemáticas—. Esa jovencilla no está en sus cabales.

—¿Y se puede saber de qué estabais hablando para que la situación acabara así? —intervino Law, después de un buen rato escuchando quejas.

—¿Acaso piensa que tiene justificación? —preguntó la profesora Yoshida. ¿Qué importaba lo que ella hubiera dicho?

—No me parece que la alumna sea de las que reaccionan de esa manera así porque sí. Y usted es famosa por sus desagradables comentarios —dejó claro el pelinegro.

—Tan solo estábamos comentando el tema de la alumna Sakurai —explicó la profesora de educación física, Ogawa Misaki—. Tal vez dijéramos algo sobre su situación de manera algo informal.

—Esa cría está loca, y punto —sentenció la otra implicada—. Ya lo dejó claro la psicóloga.

—No podemos arriesgarnos a hacer ese tipo de comentarios por ahí —le regañó Kataoka—. Si los padres llegan a enterarse...

—Y no solo por los padres —recalcó Law—. No sé hasta qué punto está permitido ningunear a menores de esa forma.

—¿Acaso te crees que ellas son unas santas? —preguntó la profesora Ogawa, a punto de perder los nervios. El pelinegro fijó su mirada en ella, esperando a que continuara hablando. Se apartó unos mechones de pelo negros que se habían soltado de su coleta y siguió con su discurso—. Esas crías entraron hace dos años en mis redes sociales y cogieron fotos de hace años, cuando yo era... Cuando no estaba precisamente en forma. Hicieron un collage y lo publicaron en una cuenta, llenándola de horribles comentarios.

—Apenas están saliendo de la adolescencia... Ya tenéis una edad como para pagar con la misma moneda —comentó el chico de ojos grises, con frialdad. Estaba segura de que no todas las alumnas participaron en ese acto—. Esos temas se resuelven con las denuncias correspondientes y no metiéndose con una menor en estado de shock debido al suicidio de una compañera.

—Por favor, no discutamos entre nosotros —intervino la directora, tratando de poner algo de orden—. Está claro que debemos ir con cuidado. Estas jóvenes han pasado por varias situaciones que les han hecho acabar así de rebeldes y debemos enderezarlas adecuadamente. Tenemos que ser firmes, pero no debemos pasarnos. Que todo el mundo haga el favor de controlar la lengua.

—¿Insinúa que debemos callarnos cuando nos reten? —preguntó la profesora de matemáticas, indignada.

—No en esos casos, pero no debemos incitarlas cuando todo está tranquilo —especificó Kataoka. Yoshida asintió. Le costaría, pero trataría de controlarse. Al menos en presencia de las jóvenes—. Ahora debemos pensar un castigo adecuado para la falta tan grave que ha tenido lugar en el comedor.

—Yo le tendría bebiendo agua del váter durante un mes como mínimo —masculló Yoshida.

Law ladeó la cabeza para observar a su compañera. No estaría hablando en serio, ¿verdad? Lo que no vio fue como la profesora de japonés le daba una patada a la mujer de cabello cardado. Estaba claro que aquel chico no compartía sus mismos principios y era mejor que no supiera acerca de alguno de los métodos que habían estado usando.

—Tal vez podríamos hacer que fuera nuestra ayudante durante un tiempo —propuso Fukuda Sayaka, la profesora de arte. Todas las miradas recayeron en ella al escuchar su idea—. Que nos haga fotocopias si las necesitamos, que las entregue a quién mandemos o incluso subirnos un café o infusión al despacho a mitad tarde... Tareas sencillas, pero que le quiten tiempo libre.

—Concuerdo con Sayaka-ya —intervino Law, brevemente.

La profesora apartó la mirada mientras colocaba un mechón de su cabello castaño claro tras la oreja. Hacía varios días que ya no lo llevaba recogido en aquel anticuado moño y parecía que había surgido algo de efecto. Law se había dicho su nombre en vez de su apellido. Era un avance.

—Es una buena propuesta. Tras hacer los deberes nada de tiempo libre, siempre pendiente de lo que necesiten los profesores —comentó Kataoka, mientras afirmaba agitando la cabeza tras cada palabra—. ¿Alguna propuesta más?

Todos los presentes negaron y, así, dio por finalizada la reunión.

Tan solo unos minutos después, el profesor de biología ya estaba en su habitación. Tras ponerse el pijama se sentó en la silla de su escritorio y cogió el bolígrafo rojo para continuar corrigiendo trabajos. Varias de sus compañeras ya debían haberse acostado, pero él no quería perder el tiempo tirado en la cama sabiendo que tardaría horas en dormirse.

Sin embargo, estaba perdiendo el tiempo igual, ya que no podía quitarse de la cabeza toda aquella ridícula situación que había tenido lugar hacía apenas una hora.

Cuando le ofrecieron aquel trabajo jamás imaginó que acabaría hablando tanto para defender a una alumna, pero es que aquellas mujeres se pasaban demasiado con ellas. Sabía que su primera experiencia como profesor iba a ser dura en aquella institución, debido al tipo de jóvenes que supuestamente estudiaban allí; sin embargo, sus compañeras de trabajo eran incluso más desagradables en algunas ocasiones.

Y otra cuestión que le rondaba la cabeza era (TN). Sin prácticamente darse cuenta, estaba volcándose en ella más que en el resto de las chicas. Y es que era la única persona de aquel lugar con la que se sentía a gusto charlando. Al fin y al cabo, tan solo se llevaban prácticamente cuatro años. La diferencia de edad entre él y algunas de sus alumnas tampoco era tanta. Parecía una chica racional, a pesar de sus problemas de autocontrol y sentía la necesidad de ayudarle. Tan solo era eso. ¡Oh, vamos! Debía concentrarse en aquel montón de trabajos que quedaban por corregir.

[•••]

Mientras tanto, en otra de las muchas habitaciones del internado, había alguien más pensando en aquel momento que había tenido lugar en el comedor.

Aquella maldita cría era la viva imagen de su tía. Esa rabia en la mirada, esa facilidad para gritar y agarrar del brazo a otra persona. Además de ciertas facciones de su rostro, tan parecidas. Aquellos segundos que había presenciado le habían hecho revivir horribles momentos en su mente. Recuerdos del pasado. Burlas, ataques, vejaciones... Hacer sufrir a esas jóvenes sería hacer sufrir a las que tanto daño le habían causado a ella.

Tanto daño hasta haber acabado desquiciada psicológicamente, aunque eso no lo notara. Para ella, ninguno de los actos que pensaba cometer eran malos.

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