Capítulo 6

Era el primer lunes de mayo. Hacía un día soleado y cálido, aunque en el interior de aquel edificio la temperatura era siempre algo más baja que en el exterior. Al menos hasta que llegaba el invierno, entonces conectaban la calefacción.

Las jóvenes de último año acababan de sentarse en sus pupitres. Les tocaba clase de biología con su queridísimo Trafalgar Law, el cual había logrado hechizar a varias de sus alumnas.

—Podéis sentaros con vuestro grupo de trabajo —indicó el pelinegro. Las chicas no tardaron ni un segundo en levantarse para buscar a sus respectivas compañeras—. Recordad: no alzamos la voz y tan solo hablamos del trabajo. No quiero escuchar ningún otro tema de conversación.

Tami y (TN) juntaron sus pupitres y Saori acercó la silla hasta ellas. Cada grupo había escogido un bioelemento primario, secundario o un oligoelemento. El trabajo consistía en buscar información extra e investigar de manera más profunda el elemento escogido. Se habían pasado la sesión anterior buscando información en la sala de informática y, durante aquella clase, debían elaborar un mural para la posterior presentación oral.

No les dio tiempo de acabar durante la clase. El profesor había dejado claro que el próximo día serían las presentaciones, es decir, el miércoles a primera hora. Tenían esa tarde y la del día siguiente para terminar el mural y preparar el discurso. Todo ellos junto al resto de trabajos, claro. Algún día les explotaría la cabeza.

Por suerte, había llegado el momento del descanso. La mayoría de las alumnas pensaban aprovechar el buen día que hacía paseando por el patio.

—Rin, ¿no vienes? —preguntó Sai, a su compañera, algo extrañada.

—No —respondió la susodicha, antes de comenzar a caminar hacia las escaleras.

—Últimamente está más rara de lo normal —comentó la chica de cabellos oscuros, ajustándose las gafas.

Aki encogió los hombros. Le daba completamente igual aquella chica. Era buena haciendo los trabajos, así que no tenía queja. Solía pasear o sentarse con ellas, pero no participaba en las conversaciones. Así que su presencia le era indiferente en aquel sentido.

(TN) las miró de reojo mientras escuchaba la conversación. No es que fuera cotilla, pero estaban al lado y su oído se centraba en todas las conversaciones que llegaba a alcanzar, a pesar de tener a sus dos amigas hablando al lado. Era cierto que Rin estaba más rara de lo normal. La siguió con la mirada hasta que la perdió de vista.

La chica de cabellos rojos subió las escaleras y se dirigió a la habitación, caminando con paso tranquilo. El pasillo estaba desierto. Nadie solía subir al segundo piso durante el descanso.

Una vez dentro de la habitación se dirigió hacia el baúl. ¿Le habría contestado ya?

Miró hacia la puerta de manera inconsciente, para comprobar que no había nadie. La luz de las grandes ventanas iluminaba la habitación. Abrió la tapa del baúl y rebuscó entre la ropa. ¡Ahí estaba!

Llevaban dos semanas intercambiando mensajes. Le había contado por qué aquel odio hacia sus compañeras. Lo que había pasado aquella persona había sido horrible, y entendía que buscara venganza usando sus propias manos. Sin embargo, no pensaba que fuera la forma más adecuada de hacerlo. Era demasiado y no pensaba participar en ello.

Desdobló el papel y leyó el mensaje.

«Necesito una respuesta. El plan debe empezar cuanto antes. Quedamos esta noche a las tres de la madrugada. Tus compañeras estarán ya plenamente dormidas. Nos vemos a esa hora en el almacén de los materiales».

Aquella noche se lo diría. Le diría que no quería formar parte de aquel plan y se habían acabado las notas a escondidas.

[•••]

Después del resto de clases y la hora de la comida, había llegado el momento de hacer deberes y adelantar trabajos. Algunas alumnas, en especial las de primer año, todavía se dejaban la faena para el final. Sin embargo, las mayores ya habían aprendido a organizarse para no tener problemas. O al menos no tantos problemas.

—¿Podemos poner el título con las letras decoradas? —preguntó Tami, mientras observaba lo soso y aburrido que había quedado. Bueno, como todos y como en todas las asignaturas. A las profesoras les gustaba un mural sencillo. Ya tenían la clase de arte para hacer esas cosas.

—No creo... Nunca hemos decorado las letras —respondió (TN).

—No digo decorarlas mucho, pero... No sé, hacer efecto sombreado o algo así, para darle un toque diferente —siguió insistiendo la chica de cabellos rubios.

—Sabes que no nos dejan —intervino Saori—. Es una mierda, pero lo quieren así. Nos ha quedado bastante bien a pesar de eso, gracias a la letra de (TN).

—Sí, las minúsculas... Porque llego a escribir yo el título y queda como el culo —aclaró la peli(t/c), arrancando una sonrisa a sus dos amigas.

—Pero Law es nuevo... A lo mejor a él no le importa. —Tami sacó el tema de nuevo—. Además, no nos distraeremos decorándolo... Está ya acabado y solo es el toque final.

—Bueno, podemos preguntarle —dijo la pelinegra, encogiéndose de hombros. Cuando a la pequeña se le metía algo entre ceja y ceja no paraba hasta conseguirlo.

—¿Puedo ir yo a preguntarle? —preguntó Tami, juntando las manos y poniendo cara de pena—. Por favor, por favor...

—Tú lo que quieres es estar a solas con él... En su habitación —comentó Saori, guiñándole un ojo.

—No tienes remedio, Tami... —murmuró (TN), al mismo tiempo que sacudía la cabeza de un lado a otro—. Venga, ve a preguntarle. No te entretengas.

—Enseguida vuelvo —farfulló, levantándose rápidamente y saliendo de la clase con paso acelerado.

La joven continuó su camino por los pasillos, cruzándose con alguna que otra alumna. También se encontró al ama de llaves mientras subía por las escaleras. La mujer le regaló una sonrisa furtiva. ¿Qué harían sin ella? Era lo más parecido que tenían a una madre.

Siguió caminando por el pasillo de segundo piso, pasando su habitación y la de sus compañeras, adentrándose en la zona de las habitaciones de los profesores. Se fijó en las placas a medida que iba pasando por las puertas hasta que por fin llegó a la de Law, al fondo del pasillo. Llamó a la puerta.

—¿Tami-ya? —preguntó Law, tras abrir la puerta.

—Profesor Law, tengo una duda sobre el mural —explicó ella, cruzando la puerta—. Queríamos saber sí...

—Tami-ya, no puedes entrar en la habitación. Sal ahora mismo y hablemos en la puerta —le ordenó el profesor

—Disculpe, profesor —murmuró ella, sonriendo inocentemente mientras jugueteaba con uno de los botones de su camisa. Sí, se había desabrochado un par de botones por el camino. No obstante, no parecía que Law se estuviera fijando en ello.

—Bueno, ¿qué querías preguntarme? —preguntó, pacientemente.

—Quería saber si podríamos decorar el título del mural, ya sabes... Darle efecto como si tuviera sombra o cosas así para hacerlo más guay.

—Bueno, si ya habéis acabado... Sí, si queréis —respondió—, pero eso no os va a dar puntos extra.

—¡Genial! Muchas gracias, profesor Law. —La chica se puso de puntillas para dar un beso en la mejilla de su profesor, junto con las palabras de agradecimiento.

—No puedes hacer eso —le regañó, alzando ligeramente la voz—. No vuelvas a hacerlo.

—Vale, vale... No lo haré más —murmuró Tami.

Ese tipo era difícil de conquistar. A ningún chico le había molestado un beso en la mejilla, ni si quiera a otros de sus profesores. El pelinegro cerró la puerta y volvió de nuevo a su escritorio.

Aquellas chicas lograban hacerle sentir incómodo, en especial las de último año. La directora Kataoka ya le avisó sobre la posibilidad de causar furor entre ellas. Law no se lo creyó al principio, pero durante las clases podía observar las miradas de algunas de ellas. Incluso insinuaciones como las de Tami, que no eran las primeras. No lo hubiera esperado de algunas de las estudiantes. Por ejemplo de Yuina y Mayu, que parecían tan tímidas... O de Sai, tan preocupada por los estudios y huyendo de problemas o complicaciones.

Saori, Taia y Rin no le habían dado problemas de ese tipo, y (TN)... En las últimas ocasiones se había fijado en alguna que otra mirada, pero era la única chica que parecía intentar controlarse. Era de agradecer.

No es que se lo tuviera creído, de hecho, había pensado desde el principio que tan solo ocurría por ser el único chico. Se hubieran fijado en cualquier otro que hubiera venido, por ser la novedad. Sacudió la cabeza y dio un sorbo a su café. Debía concentrarse y seguir preparando las clases.

Por su parte, la alumna de cabellos rubios bajaba alegremente por las escaleras. Le daba igual que Law estuviera algo molesto. ¡Le había dado un beso en la mejilla!

De lo que no se había percatado, era de las miradas que se habían posado en ella en el pasillo de los profesores. La mirada de dos mujeres que no estaban nada contentas con aquella escena que acababan de presenciar.

Una de ellas pensaba en lo espabiladas y atrevidas que eran aquellas jovencitas en general; provocando con sus gestos, con sus miradas y con sus palabras. Ella lo sabía perfectamente. Podía notarlo cada curso, cuando su marido le llevaba hasta el internado o la recogía. Notaba las miradas lascivas de aquellas jóvenes tratando de seducir a su hombre y él no podía evitar caer. Era un hombre y tenía sus debilidades. Ella le entendía. No era su culpa. La culpa era de aquellas pequeñas alimañas que seducían por diversión.

Para la otra, aquella escena había sido algo más personal. Y es que Law iba a ser suyo y no permitiría que nadie lo estropeara.

[•••]

Después de una tarde repleta de trabajos y deberes —y algo de tiempo libre—, la hora de la cena había llegado. Aquella noche no se oía ni a una mosca, tan solo el ruido de los cubiertos al chocar entre ellos o con el plato y el sonido de los vasos al apoyarlos de nuevo sobre la mesa tras dar un trago de agua.

Esa noche, a parte de la mítica sopa de miso, estaban degustando un delicioso plato de tonkatsu: chuleta de cerdo troceada y rebozada con pan rallado. Además, la salsa de soja le daba un toque especial. Sin duda alguna, lo mejor del internado era la comida que servían.

Tras la cena, las jóvenes fueron subiendo a sus dormitorios en orden, siendo los profesores y demás trabajadores los últimos en abandonar el comedor. Las profesoras que tenían el turno asignado aquella noche se pasearon por los pasillos de los dormitorios y se asomaron a las habitaciones, asegurándose de que todo estaba en orden.

Aquella noche no hubo mucha charla entre las alumnas de último año. Los lunes solían acabar más agotadas que de costumbre. Tras un par de cuchicheos en la oscuridad, se acomodaron sobre sus colchones y poco a pco fueron cayendo rendidas —algunas antes que otras—.

Era una total mala suerte tener el sueño ligero, especialmente si dormías en una habitación grande y vieja, en medio del bosque donde se escuchaban toda clase de sonidos. Ese era el caso de (TN).

Después de haberse quedado dormida durante casi una hora, un crujido de madera más fuerte de lo habitual hizo que se despertara sobresaltada. Tuvo un espasmo y abrió los ojos como platos. Su corazón latía con fuerza y le retumbaba en los oídos.

Todo estaba oscuro, pero sus ojos se fueron acostumbrando poco a poco a la luz. Sin embargo, hubiera preferido que todo continuara completamente oscuro. Gracias a la escasa luz que se colgaba entre los huecos de las cortinas de terciopelo se podían distinguir extrañas sombras que proyectaban los objetos de la habitación. El armario, los candelabros, los cuadros, la escultura que había al fondo a la derecha... La peli(t/c) odiaba aquella escultura con forma de persona. Era realmente terrorífica durante la noche.

Dio varias vueltas sobre sí misma, tratando de buscar la postura adecuada que le ayudará a conciliar el sueño de nuevo. Por suerte, no hacía mucho viento. El ruido del aire golpeando los cristales de las ventanas era una verdadera tortura para ella. La respiración fuerte de alguna de sus compañeras también le molestaba, pero sabía que no había solución. Tenían que respirar para vivir.

Por fin encontró una buena forma de acomodarse sobre el colchón y poco a poco fue quedándose dormida de nuevo.

Lo que ella no sabía es que había otra chica más que no estaba durmiendo. Rin tenía una cita a las tres de la mañana y estaba demasiado nerviosa para conciliar el sueño. Había tanto odio en aquellas cartas... Tal vez hablando en persona se diera cuenta de que no era para tanto o, de lo contrario, sus compañeras estarían realmente en peligro.

Estuvo tumbada mirando al techo durante unas horas, levantándose de vez en cuando para mirar el gran reloj que había en una de las paredes de la habitación. No poder coger el móvil para mirar la hora era un fastidio. Ni si quiera las dejaban llevar relojes de muñeca. Por suerte, la luz que entraba era suficiente para ver las manecillas marcando los números.

La cuarta vez que lo miró tan solo quedaban cinco minutos para las tres. Había llegado la hora.

Salió de la habitación de la manera más sigilosa que pudo; pero, aún así, no puedo evitar despertar a (TN) al abrir la puerta. Su compañera no le dio mucha importancia. Ni si quiera se fijó en quién había salido. No era raro que alguna de ellas se levantara para ir al baño por la noche, aunque había que tener bastante valor. Algunas preferían aguantarse y esperar a la mañana.

Rin caminó por los lúgubres pasillos del internado, tan solo iluminados por la tenue luz que entraba por los ventanales. No creía en fantasmas, demonios y demás chorradas. Las personas eran las que realmente podían hacerte daño. El ser humano era a quien había que temer.

Bajó las escaleras y caminó hasta el almacén que había en la planta baja, donde supuestamente había quedado para reunirse. Rodeó el pomo me de puerta de madera con la mano y tiró de él. Estaba abierto. Empujó lentamente y vio que la habitación estaba iluminada por una suave luz amarilla. Allí estaba, en frente de ella sujetando una lámpara de aceite.

—Es usted... —murmuró la joven de cabellos rojos oscuros, prácticamente para sí misma. Claro. Debió imaginarlo.

—Rin, querida, ¿te unes a mí entonces? —preguntó la mujer, con unan sonrisa macabra. La joven dio un paso hacía atrás. Al parecer hablaba totalmente en serio. No estaba bien. Necesitaba ayuda psicológica. Ella no pensaba ser parte de todo aquello.

—Lo siento, pero... No quiero tener nada que ver con esto —respondió la chica, dando otro paso hacia atrás, quedando bajo el marco de la puerta—. Creo que no deberías hacerlo... Es un delito.

—Es una lástima, Rin. Una auténtica lástima... —respondió la mayor, negando con la cabeza. Lanzó un profundo suspiro.

Si aquella maldita cría no quería participar, no podía dejar que siguiera con vida. No ahora que conocía sus planes y su identidad. Debía hacer lo que fuera necesario para cumplir su venganza y, aunque quería dejar a esa chica con vida, al final acabaría siendo su primera víctima.

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