Capítulo 4
Ya había pasado una semana desde que las clases comenzaron en el internado McCarthy. Tanto alumnas como profesores y trabajadores se habían ido acostumbrando de nuevo a la rutina.
Las explicaciones de los profesores habían ido avanzando y no había tanto tiempo libre como los primeros días. Los deberes se les estaban amontonando y la sala de tiempo libre ya no estaba tan llena. Las jóvenes solían quedarse en el aula para completar las tareas.
—(TN), déjame ver que te ha dado el ejercicio ocho —pidió Saori, casi en tono de súplica, estirándose para ver el cuaderno de su amiga. Estaban aprovechando el descanso corto para comparar resultados—. Mierda, me da otra cosa.
—A mí no me coincide con ninguna de las dos —comentó Tami, desesperada. Ese año las matemáticas eran todavía más difíciles.
—Sai... —La pelinegra llamó a su compañera, sin muchas esperanzas.
—Ni lo soñéis —dijo la susodicha, de manera cortante—. Los corregiremos en clase. No pasa nada si os habéis equivocado en algo.
Saori resopló. ¿Cómo que no pasaba nada? La profesora Yoshida Yuriko se caracterizaba por ridiculizar a las alumnas si fallaban en alguno de los ejercicios que corregían. A nadie le apetecía pasar un mal rato frente a sus compañeras.
Unos minutos después, la hora había llegado. Aquella mujer de mediana edad entró por la puerta. Su pelo corto y oscuro, estaba perfectamente cardado y cubierto de laca. Les miró una por una, con sus ojos pequeños casi tan oscuros como su pelo.
—Espero que os hayáis esforzado haciendo las actividades —comentó, dejando sus cosas sobre la mesa. Abrió la libreta, donde apuntaba las notas y comentarios durante las clases—. Enseguida lo descubriremos...¡Sawada Aki! A la pizarra.
La joven de cabello corto y castaño se levantó de la silla, con la libreta en la mano. Caminó tranquila hacia la pizarra. Ella había hecho los deberes con su amiga Sai y le había estado dando explicaciones para hacerlos bien. Estaba segura de que acertaría.
Aki escribió el número 1 en la pizarra y comenzó a copiar el proceso de cómo había calculado la dimensión de la primera matriz. Era el primer tema que habían comenzado, las matrices. Les había dado una hoja con veinticuatro actividades sobre ello, así que cada una corregiría dos. Nadie podía librarse.
(TN) no paraba de mover la pierna derecha, mostrando su nerviosismo. Matemáticas no era precisamente su punto fuerte. Aunque no solía suspender los exámenes, sus notas en esa asignatura eran bastante justas. A no ser que en alguna prueba le viniera la inspiración divina.
—(TA) (TN), su turno —indicó la profesora, mientras la primera alumna volvía a su pupitre.
La peli(t/c) se levantó de su asiento con algo de torpeza. Caminó hacia la pizarra con la libreta en la mano y utilizó el borrador pare tener espacio libre. No muy convencida, comenzó a escribir los pasos que había ido realizando hasta llegar al resultado final. Era complicado mantener la calma con los ojos de la profesora Yoshida clavados en la nuca mientras escribías. O al menos todas pensaban lo mismo, incluso Sai.
—Bien, (TN), todo correcto. Parece que tus neuronas han estado activas esta vez. Siéntate —. La joven puso los ojos en blanco, de espaldas a su profesora. Siguió su orden y volvió de nuevo a su pupitre—. Sakurai Tami, a la pizarra.
La chica de cabellos rubios se levantó, siendo completamente consciente de que sus resultados no eran los correctos; pero no había nada que hacer, solo le quedaba aguantar el golpe.
Ya escuchaba los suspiros y carcajadas sarcásticas por parte de la mujer a medida que los iba resolviendo. Confirmado, no le habían salido bien las actividades. No era ninguna sorpresa para ella.
—¿Te estás burlando de mí, señorita Sakurai? ¿O simplemente tu cerebro no da para más?
—Es lo segundo. Jamás me burlaría de usted profesora Yoshida —respondió ella, con tono dulce y tímido.
—Bueno, esperemos que vaya aprendiendo algo durante el curso. Lo que su inteligencia le permita —comentó la mujer, negando con la cabeza. La alumna asintió, sonriendo, antes de volver a sentarse. Le daban bastante igual los comentarios de aquella señora—. Matsui Saori, sal a corregir este desastre.
La pelinegra se levantó rápidamente. Quería acabar con aquello cuanto antes. Los resultados de ella eran diferentes a los de su amiga, pero eso no aseguraba que estuvieran bien.
—Otra que tal... Lo suyo debe ser más por las drogas, ¿no? Le han atrofiado la cabeza. —A Saori se le escurrió la libreta de las manos. Algunas de sus compañeras se sobresaltaron al escuchar el ruido.
—Señora Yoshida creo que ese no ha sido un comentario adecuado —intervino (TN), quedándose de pie en frente de su propia mesa—. Es un tema delicado.
—¿Qué has dicho? ¿Quién te has creído que eres para cuestionar los comentarios de una profesora? —preguntó la mujer de cabellos oscuros. Jamás le habían visto tan enfadada, al menos en su clase. Rebuscó en el bolso y sacó su teléfono móvil—. Ahora vas a largarte a la sala de tiempo libre y te quedarás con quién esté de guardia. Y llenarás estos diez folios escribiendo «No volveré a faltar al respeto a ninguna profesora».
—¿Y ustedes si pueden faltar al respeto a las alumnas? —preguntó la peli(t/c), al mismo tiempo que cogía los folios que le ofrecía. Aquellos pequeños ojos oscuros llenos de furia se posaron en los suyos.
—Pues parece que sí, porque llevo aquí nueve años y no ha pasado nada —respondió, con una sonrisa triunfal—. Ahora retírate y déjame dar la clase. Quédate en la sala libre hasta que la directora vaya a hablar contigo.
La joven se mordió la lengua para no continuar aquella batalla que, claramente, estaba perdida. Se dio la vuelta y se marchó de la clase, bajo la mirada de sus compañeras. Estas estaban alucinando. Todavía no podían creerse que hubiera plantado cara a la profesora de matemáticas. Le podía caer una buena a pesar de tener toda la razón del mundo.
La profesora Yoshida observó fijamente a aquella descarada hasta que desapareció por la puerta. Aquellas mocosas necesitaban un buen escarmiento. Esperaba que tarde o temprano les llegara su merecido.
Cuando (TN) llegó a la sala de tiempo libre se encontró con Fukuda Sayaka, la profesora de música y arte. Estaba preparando sus clases y levantó la vista de los papeles cuando escuchó que alguien llegaba.
—(TN), ¿qué haces aquí? —preguntó, ajustándose las gafas.
—La profesora Yoshida me ha castigado —explicó la chica, dejando las hojas y el bolígrafo sobre una de las mesas que se utilizaban para jugar a los juegos de mesa.
—Ah, castigado... —murmuró la joven profesora, mientras sacaba el móvil de su bolso. Estaba comprobando el grupo de Whatsapp de profesores. Efectivamente, su compañera había mandado el aviso—. Bueno, entonces siéntate y haz lo que te hayan mandado.
No hizo falta que la profesora le ordenara nada. Ella ya se había sentado y había comenzado a copiar aquella estúpida oración. La primera de todas las que le tocaba escribir.
Supo que había pasado la hora cuando Sayaka se levantó y se retiró de la sala. Le siguió con la mirada hasta que salió por la puerta. Soltó un profundo suspiró y continuó escribiendo. No podía moverse de allí hasta que llegara la directora.
—¿Qué haces aquí, (TN)-ya? —La joven se sobresaltó, escribiendo mal la letra que estaba trazando. Maldijo entre dientes.
—Estoy castigada —respondió, sin dejar de escribir.
—¿Qué has hecho ahora? —La peli(t/c) alzó la mirada, con expresión de enfado. Ni si quiera contestó antes de volver a su faena.
¿Por qué debería contárselo? Él era como el resto y si se quejaba de su profesora se lo comentaría después a ella. Eso tan solo agravaría su castigo.
No tardó en escuchar los pasos de la directora Takaoka dirigirse hacia allí. El taconeo de sus zapatos era inconfundible. No había nadie que pisara el suelo con tanta rabia.
—(TA) (TN) —. La chica de ojos (t/c) se puso de pie al escuchar su nombre—. ¿Cómo te atreves a hablar de una manera tan irrespetuosa a una profesora?
—Ella le ha hecho un comentario totalmente fuera de lugar —explicó la joven, aunque sabía que era inútil tratar de justificarse—. Le ha dicho a Saori que su cerebro está atrofiado por las drogas, tan solo por haber fallado una actividad. ¡Ese tema es muy personal y está tratando de superarlo!
—¡No me alces la voz! —le advirtió la directora.
—Siento intervenir, pero no creo que los padres de las alumnas estuvieran muy de acuerdo en que estos temas se sacaran a la luz en frente de otras personas —comentó Law, con tono serio—. Creo que muchos han solicitad confidencialidad en ese aspecto, ¿me equivoco?
—Eso no quita que esta alumna haya faltado al respeto a una profesora —dijo Kataoka, evitando el tema.
(TN) todavía no podía quitar la vista de su profesor. Tenía toda la razón, podían tirar por ahí. No escuchaba las palabras de la directora, estaba pensando. Law le sonrió de lado, una sonrisa cómplice. Eso le hizo desconcentrarse. Fue en ese momento en el que pensó que se estaba volviendo tan loca como Tami. Su profesor... Era realmente guapo. Sacudió la cabeza. Debía concentrarse.
—Saori está muy afectada... Si sus padres se enteraran en la próxima llamada, desde luego no les haría mucha gracia. —La directora desafió a la alumna con la mirada, apretando la mandíbula. ¿Acaso le estaba amenazando?
Los tres se giraron hacia la puerta cuando comenzaron a escuchar un barullo fuera de lo normal. ¡Eran las alumnas de último curso! Y se estaban dirigiendo todas en estampida hacia la sala de tiempo libre. Sarah Lowell, la profesora de inglés, iba detrás regañándoles. No les importaba. Todas eran plenamente conscientes de que su profesora de matemáticas se había pasado de la raya, y no dejarían que (TN) pagara por ello. Aunque algunas lo que realmente buscaban era algo de acción.
—¡¿Se puede saber qué es esto?! —exclamó la directora.
—Queremos que se le llame la atención a la profesora Yoshida —respondió Miya, rápidamente. Era la que más ganas de jaleo tenía. Saori tenía los ojos rojos. Debía haber estado llorando.
—¿Desde cuándo importa lo que queráis vosotras? —La chica de cabellos castaños iba a contestar de nuevo, pero todos los presentes de quedaron sorprendidos al ver que Sai comenzaba a llorar.
—Vine a este internado porque mis compañeras se metían conmigo... Y ahora resulta que aquí las profesoras hacen lo mismo. ¡Ya no quiero estar aquí! ¡Voy a hablar con mis padres! —exclamó, nerviosa.
—Nadie va a hablar con sus padres —aclaró Takaoka—. Esta misma tarde tendré una reunión con la profesora Yoshida. Dejaré claro que los profesores no pueden sacar esos temas en las clases. ¿Entendido? ¡Ahora todas al aula! ¡Ahora mismo! Usted espere un momento, (TN).
Las jóvenes se dieron la vuelta, triunfantes, y caminaron de nuevo hacia el aula mientras la profesora de inglés se adelantaba. Sai se quitó las gafas y se secó las lágrimas. En su rostro se dibujó una sonrisa de satisfacción.
—¿No me digas que ha sido todo una escenita de teatro? —preguntó Miya, sonriendo, divertida.
—Así es —respondió la chica de cabellos oscuros.
—¿Por qué lo has hecho? —preguntó Saori, algo confundida. No es que fueran amigas, precisamente.
—He considerado que era lo correcto. No le des más vueltas —explicó, sin darle más importancia al asunto.
Mientras tanto, en la sala de tiempo libre, la peli(t/c) esperaba a que la directora deliberara el castigo correspondiente. A pesar de todo, no se iba a librar por haber contestado a una profesora.
—Repetirás el mismo castigo de la semana pasada, pero esta vez tú sola —sentenció la mujer.
A la joven le dio un escalofrío. No es que creyera en fantasmas, pero le daba algo de respeto caminar completamente sola y de noche por los pasillos del internado. Kataoka lo sabía perfectamente, y por ello se retiró con una sonrisa de satisfacción.
(TN) intentó mirar el lado positivo. Estaba castigada, pero por primera vez habían logrado que la directora fuera a tener una charla con una de las profesoras. Por primera vez en diez años, desde que el internado abrió de nuevo sus puertas.
[•••]
Cuántas más veces las veía caminar por los pasillos, cuchichear, reírse y hacerse gestos, más crecía el odio en su interior. Eran iguales a ellas. Su viva imagen. Como si retrocediera casi treinta años en el tiempo. ¿Qué se esperaban? ¿Qué salieran buenas chicas? Claro, que no. Por supuesto que no.
Calma, calma. Debía tranquilizarse. Siempre había confiado en el karma y, aunque parecía que en parte había actuado, no lo consideraba suficiente.
No le quedaba más remedio que actuar por su cuenta. Ya llevaba dos años esperando. No quería seguir viendo a aquellas mocosas revoloteando a su alrededor. Eran su viva imagen.
A pesar del paso de los años, aquellos horribles recuerdos continuaban apareciendo por su cabeza una y otra vez. Todas las noches, antes de caer dormida. Siempre más claros después de ver las caras de aquellas crías...Algunas de ellas se parecían incluso demasiado, tanto que parecía volver al pasado y que le harían algo en cualquier momento.
Pero ella se salvaba. Sí, Rin se salvaba. Era diferente al resto. No tenía nada que ver con todo aquello. Además, no parecía llevarse bien con ellas. Tal vez incluso pudiera ayudarle. ¿Querría ayudarle? No le vendría mal una mano para llevar a cabo su venganza.
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