Capítulo 3
📌 NOTA:
Iré poniendo imágenes de las protagonistas para que os vayáis acordando de ellas. Meteré la de Amaya/TN por si alguien se imagina a al protagonista que he creado, pero recordad que podéis imaginar a vuestra OC.
(TN) no pudo concentrarse demasiado durante la clase de biología —que había empezado con algo de retraso debido al percance—. Se sentía mal por haber perdido los papeles y haber fastidiado el primer día de clase del profesor, pero aquella idiota tenía que recibir su merecido. Estaba harta de que sacara a la luz los asuntos de otras personas sin medir sus palabras ni pensar en el daño que podía hacer.
Habían comenzado el primer tema del libro. La peli(t/c) tenía la mirada perdida entre las páginas mientras escuchaba la explicación sobre los tipos de enlaces químicos en biología.
Temía empezar con mal pie. No es que le costara entender el contenido. Nunca había tenido problemas para estudiar, pero sabía que las asignaturas eran algo más difíciles el último curso. No estaba segura de que le bastara con leerlo y entenderlo, tal y como había estado funcionado siempre. Con esa técnica tal vez no había conseguido sobresalientes, pero si una media dentro de lo usual.
Su abuela siempre se lo repetía. «Si estudiando poco sacas notables, imagínate si te esforzaras un poco más». Sus palabras le vinieron a la mente. ¿Qué hubiera pensado de todo aquello que pasó hace dos años si hubiera seguido con vida? Ella le hubiera creído. No tenía dudas.
—Espero no haberos aburrido mucho con los enlaces intramoleculares e intermoleculares —comentó el profesor, justo antes de dar por finalizada la clase. Trataba de romper un poco el hielo.
—No se preocupe, profesor Trafalgar —intervino Tami, rápidamente—. Bueno, creo que es un tema un poco aburrido, pero lo explicas de una forma muy interesante.
—Gracias por tu opinión, Tami-ya. —La joven se sonrojó al escucharle pronunciar su nombre.
—No importa que sea aburrido. Es lo que tenemos que aprender, y ya está —aclaró Sai, ajustándose las gafas. Algunas compañeras pusieron los ojos en blanco.
—Buen apunte —añadió Law, observando fijamente a la joven de ojos verdes. Esa chica no le daría muchos problemas.
(TN) observó como el profesor recogía sus cosas. Había llegado la hora del descanso. Se mordió el labio, algo nerviosa. Quería hablar con él para disculparse apropiadamente. No quería comenzar el curso con mal pie, aunque ya era algo tarde.
Cuando el pelinegro salió por la puerta, la joven hizo una señal a sus dos mejores amigas. Tenían claro que quería disculparse. Es más, sabían que no se había logrado concentrar en toda la clase.
—Profesor Trafalgar —le llamó, después de haber acelerado el paso hasta alcanzarle por el pasillo.
—¿Qué ocurre, (TN)-ya? —preguntó, con aquel semblante serio que no había perdido desde el primer minuto en que le vio.
—Quería disculparme por mí comportamiento. Ese tema que Miya ha sacado... Me afecta mucho y pierdo los papeles. No estoy orgullosa de comportarme así —se explicó, mientras apretaba sin parar el borde de la falda de su uniforme. Cuando se ponía nerviosa necesitaba tener algo entre las manos, incluso aunque fuera apretarse sus propios dedos.
—Tal vez sería interesante que ambas hablarais sobre lo que ha ocurrido —propuso el profesor. A pesar de observar la desaprobación de la alumna, continuó hablando—: Tal vez no es consciente de lo mucho que te afecta ese tema. ¿Me equivoco?
—Claro que no lo sabe todo, pero es un tema muy personal...
—Habla con ella y aclaradlo. No quiero más problemas de este tipo —ordenó, antes de darse la vuelta, dando por terminada la conversación.
La joven respiró hondo. ¿Qué se esperaba de un profesor que trabaja allí? ¿Qué se preocupara por sus alumnas? Claro que no, tan solo no quería tener más problemas. De todas formas, no tenía más remedio que hablar con su compañera. Pasaba de tener más líos durante el curso.
—Miya, quiero hablar contigo. —La chica de cabellos castaños y ojos azules acababa de salir hacía apenas unos segundos por la puerta de clase, junto con sus amigas Taia y Suzu. Ambas miraron a la peli(t/c), dejando claro que no pensaban dejar sola a su amiga.
—¿Para qué quieres hablar con esa idiota? —preguntó Saori, que estaba todavía esperándole junto a Tami, dentro de clase.
—Quiero aclarar las cosas de una vez. Paso de que esta mierda se vuelva a repetir —respondió (TN), con seriedad. Su amiga salió al pasillo.
—Venga, ya la habéis escuchado. Largo de aquí —ordenó la chica de cabellos negros, dirigiéndose a las dos amigas de Miya—. Y tú, entra.
—No quiero estar a solas con (TN). Tengo miedo de que me parta la nariz —dijo la susodicha, fingiendo tener miedo.
—Entra de una puta vez. Solo quiero hablar —aclaró la peli(t/c), tratando de mantener la calma. Odiaba perderla tan fácilmente, pero algunas personas le ponían de los nervios.
Ambas jóvenes se retaron con la mirada. Entre ellas no se temían —al menos no todas—, pero si una estudiante cualquiera tuviera que pasar un día con aquellas compañeras... Desde luego pasaría un rato no muy agradable.
Finalmente, la chica de cabellos castaños entró en clase, seguida por que le había propinado el puñetazo. Miya dio un pequeño saltó y se sentó en una de las sillas.
—Va, di lo que tengas que decir.
—Es muy sencillo. No quiero que vuelvas a sacar el tema de mi pasado —explicó (TN), cerrando la puerta a sus espaldas. Colocó una silla de forma que no pudieran abrirla desde fuera.
—No tengo la culpa de que te avergüences de lo que hiciste. Ya deberías tenerlo más que asumido. A todas se nos recuerda constantemente por qué estamos aquí y nos hacemos responsables de lo que hemos hecho.
—No es lo mismo...
—¿Por qué no es lo mismo? ¿Te consideras especial por algo? —preguntó, saltando de la mesa y clavando sus ojos azules en ella. Estaba harta de que fuera de víctima. No eran víctimas.
—Simplemente no saques el puto tema nunca más —sentenció la peli(t/c). Iba a darse la vuelta, pero notó como su compañera le agarraba el brazo. Tiró de ella y le obligó a girarse de nuevo.
—Dame una buena explicación —insistió Miya, mirándola con rabia.
—¿Para qué? ¿Para qué tengo que darte a ti una maldita explicación? —preguntó (TN), alzando la voz. Estaba nerviosa y notó un ligero picor en la nariz. Iba a llorar. Si hablaba iba a llorar y era lo que menos quería en esos momentos—. ¿No puedes callarte la boca como año pasado? ¿Tienes que empezar el curso con tus comentarios de mierda?
—Si no me lo explicas, seguiré haciendo lo que me de la gana.
—¡Si tú tampoco lo vas a creer! Estoy harta. Estoy harta de explicarme. Ya lo hice en su momento. —Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. La chica de cabellos castaños le soltó el brazo—. ¡Yo no hice nada! Yo no quería ligarme a nadie. Él no paraba de llamarme para que le llevara papeles y le ayudara con cosas. Más tarde empezó ha... Yo solo me apartaba y buscaba excusas, hasta que un día le dije que me dejara en paz. Que me daba asco, y entonces... Me acusó.
Miya se acercó a ella y le abrazó con fuerza. Aquella reacción era la menos esperada por la peli(t/c). No hubiera pensando que la conversación acabaría de aquel modo.
—Ese tío es un capullo. Tarde o temprano recibirá su merecido —le aseguró su compañera, separándose ligeramente de ella.
—No creo... Ya hace casi tres años que se libró —murmuró (TN), antes de sorberse los mocos—. ¿Entonces me crees?
—¿Por qué no iba a creerte? —cuestionó—. Pensaba que te hacías la buenita, a pesar de haberla liado como todas aquí... Me daba rabia.
—No voy hablando del tema con cualquiera...
—Lo entiendo. No volveré a hablar más de ello. Buscaré otro motivo para meterme contigo —dijo, guiñándole un ojo—. Y, recuerda. Te digo yo que ese gilipollas acabará recibiendo lo que se merece. Ya lo verás.
La peli(t/c) sonrió, levemente. Se frotó los ojos y se pasó las manos por las mejillas para secárselas. Esperaba que le diera tiempo de ir al baño a lavarse la cara. Miya, apartó la silla con el pie y se sobresaltó al abrir la puerta y encontrarse con la directora.
—¡Vosotras dos! —exclamó, cabreada—. ¡¿Qué hacéis ahí encerradas?! No solo os peleáis el primer día de clase, sino que además atrancáis una puerta. Algo que sabéis que está totalmente prohibido. Durante esta semana ayudaréis a las cocineras a servir el desayuno y la cena, y os quedaréis lavando las bandejas de vuestras compañeras antes de iros a dormir. ¡Y procurad no armar más jaleo, por vuestro bien!
Ni si quiera les dio tiempo a decir nada. La directora Takaoka dio media vuelta y se marchó por el pasillo, murmurando en voz baja. Aquellas malditas crías indomables. Ese año se encargaría adecuadamente de ellas. Haría lo que hiciera falta por darles su merecido. Y, por suerte, en unos meses las perdería de vista para siempre.
A (TN) le importaba más bien poco el castigo que les habían impuesto. Aquella conversación le había venido realmente bien. Le había servido para desahogarse y la reacción de Miya le había aliviado. Le había creído a la primera, sin cuestionarle y sin pedir más explicaciones.
—¿Se lo habrá dicho él? —preguntó su compañera, señalando a Law con la cabeza. Debía estar dirigiéndose a su próxima clase. El descanso estaba a punto de terminar.
—No creo... Puede que se lo haya escuchado comentar a alguien. Ya sabes que aquí las noticias vuelan —respondió (TN).
—En fin, me voy corriendo al baño.
La peli(t/c), antes de entrar de nuevo en clase, aceleró el paso para ver si lograba alcanzar a su profesor de biología. Quería explicarle que ya estaba todo solucionado. Al menos quedaría bien después del desastre que había armado.
—Profesor Trafalgar. —Law se giró al escuchar la voz de su alumna. Aquellos ojos grises se clavaron en ella. Tardó unos segundos en reaccionar—. Solo quería decirle que ya está todo aclarado con mi comapañera.
—Me alegro, (TN)-ya.
—Ya no le daré más problemas en clase —aclaró. Eso era lo único que le importaba a él.
—Eso me reconforta. Aunque está bien que hayáis aclarado el tema. Espero que vuestra relación mejore —comentó el pelinegro.
—Sí, bueno... Supongo —murmuró ella—. En fin, me voy a clase.
Law la observó durante unos segundos mientras se alejaba, antes de continuar su camino hacia el aula de las de cuarto curso. ¿Qué habrían hablado aquellas dos jóvenes? (TN) debía haberse sincerado, sus ojos delataban que había estado llorando. No iba a negar que le causaba cierta intriga, pero no importaba. Si aquellas dos mejoraban su relación, él tenía un problema menos.
[•••]
La mañana había pasado de mantera lenta y tortuosa. Cada hora de clase fue un bombardeo de nueva información. El primer día de vuelta a clase siempre era duro.
Tami y Saori se morían de ganas por saber sobre la conversación que su amiga había tenido. Ni si quiera habían podido hablar sobre ello durante la hora de la comida.
Aprovecharon aquel momento en el que se encontraban en la sala de tiempo libre para interrogar a su amiga.
—¿Se puede saber que has hablado con Miya? —preguntó la pelinegra, en un susurro. Su tono de voz no fue lo suficientemente bajo, ya que la mirada de Sai se posó sobre ellas.
—Está zona es para leer, no para charlar —les recordó, con el ceño ligeramente fruncido.
—Voy a tomar un poco el aire, ¿me acompañáis? —preguntó (TN) a sus amigas, justo antes de cerrar el libro que estaba leyendo. Ambas asintieron.
Se levantaron del rincón de lectura y atravesaron el resto de la sala, pasando por las diferentes zonas. No es que hubiera mucha variedad: libros, juegos de mesa y materiales de pintura. Lo suficiente para que las jóvenes despejaran la mente un rato, si es que había algo libre cuando llegabas. Algunas preferían pasearse por la zona del patio.
Caminaron por los pasillos hasta llegar al portón que comunicaba con aquel enorme patio. Pasaron de la zona dedicada a la clase de educación física hasta llegar al parque. Sí, tenían su propio parque, delimitado por unas altas vallas negras que marcaban el fin del territorio del internado.
—Venga... Cuenta, cuenta —le apremió Tami, mientras se sentaban en uno de los bancos de piedra blanca.
—He acabado contándole la verdad —confesó la peli(t/c). Sus dos amigas le miraron con los ojos abiertos como platos—. ¿Qué? Las cosas han dado así... Y la verdad es que ha sido un alivio.
—¿Cómo se lo ha tomado? —preguntó Saori, que todavía no podía creerse que le hubiera confesado aquella información tan importante a su compañera.
—Me ha creído. E incluso... Me ha consolado, o algo parecido —respondió (TN), algo consternada. Ella tampoco se esperaba que la conversación fuera a acabar así.
—Lo bueno es que ya no te volverá a sacar ese tema —concluyó la rubia, sonriente.
Su amiga de ojos (t/c) asintió, moviendo la cabeza lentamente. Al menos ese tema ya no se volvería a hablar en voz alta, pero estaba segura de que jamás podría apartarlo de su mente.
—¡Ey! —Las tres ladearon la cabeza al escuchar la voz de Miya—. ¿Recuerdas que tenemos que servir la cena a nuestras queridas compañeras?
La joven resopló antes de levantarse del banco. Hizo un gesto con la mano para despedirse de sus amigas y comenzó a caminar junto a su compañera de clase.
Tras colocar las bandejas y una vez llegaron las alumnas y los profesores, tuvo lugar la segunda cena en el internado McCarthy. Como todas las cenas durante aquellos años, transcurrió prácticamente en silencio. Tan solo algún comentario en voz baja de vez en cuando.
Tras acabar, los presentes se fueron retirando a sus habitaciones. Excepto las dos únicas alumnas castigadas —por el momento—.
—No pasará nada porque os manchéis un poco las manos durante estos días —aclaró Asuka, la mayor de las cocineras—. Nosotras nos vamos a dormir.
—Aseguraros de que todo esté perfectamente limpio o nos tocará informar a la directora —les advirtió Shina. Eran primas y ambas fueron contratadas como cocineras hacía ya unos cinco años.
Las dos se marcharon cuchicheando sobre lo malcriadas que eran las jovencitas que acudían allí. No solo se comportaban nefastamente, sino que además estaban acostumbradas a tenerlo todo hecho.
Ni (TN) ni Miya dijeron absolutamente nada ante las palabras de aquellas mujeres. Lo último que les apetecía, era recibir otro castigo. ¿Por qué los trabajadores de allí las odiaban tanto? ¿Era parte de su forma de disciplinarlas?
Un rato después, por fin terminaron de dejar reluciente la vajilla que las chicas de último curso habían utilizado aquella noche. Había llegado el momento de volver a la habitación, en el piso de arriba.
Se sobresaltaron al apagar la luz pulsando el interruptor que estaba junto a la puerta que daba al pasillo. La cocina se había quedado completamente a oscuras y la luz de los pasillos era demasiado tenue, dándoles todavía un aspecto más tétrico.
Las bombillas solían tener más potencia por la tarde y hasta la hora de cenar. Una vez las jóvenes estaban en sus habitaciones, la luz se iba apagando progresivamente. Ambas chicas se miraron y comenzaron a caminar con paso acelerado. No es que creyeran en fantasmas, pero no podían evitar sentir algo de miedo.
Y no era para menos, teniendo en cuenta que aquel lugar fue originalmente un hospital para atender a los heridos de guerra. ¿Cuánta gente habría muerto entre aquellas paredes?
Sin embargo, no era precisamente a los fantasmas a lo que las alumnas debían temer.
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