Capítulo 16

—(TN)-ya, respira hondo, por favor —le indicó Law, mientras trataba de abrirla puerta de nuevo.

Les habían cerrado con llave.

—No... Puedo —murmuró ella, con voz entrecortada, en un inútil intento de controlar su respiración.

La sensación de falta de aire tan solo lograba ponerle todavía más nerviosa.

Múltiples pensamientos rondaban su cabeza: sola y encerrada con un profesor, posibles comentarios y, el peor de todos... Estaban amenazadas de muerte y no sabía si podía confiar en la persona con la que estaba encerrada.

—Tienes que intentarlo. Dime que es lo que te preocupa —insistió él, agachándose y colocándose de cuclillas frente a ella.

Posó las manos en los hombros de la joven, en un fallido intento de transmitirle tranquilidad. La peli(t/c) respondió apartándole rápidamente.

El profesor inspiró con exasperación al mismo tiempo que se levantaba y se llevaba una mano a la cabeza.

—Perdón —se disculpó ella, en un susurro.

Nunca le había visto perder la calma desde que llegó al internado.

Y era cierto, Law no solía perder la calma; pero estaba encerrado con una alumna a la que estaba a punto de darle un ataque de ansiedad y no sabía qué más hacer para ayudarle.

Era normal que se le notaran un poco los nervios.

—Es que no se cómo hacer que te tranquilices —expresó él, mirándole directamente a los ojos—. Quiero saber qué es lo que te preocupa. Si es por lo que pueda pensar las profesoras, ya lo aclararé yo mismo.

—Sí... Sí, es eso —afirmó la peli(t/c).

No era tan solo aquel motivo, pero por la expresión de su profesor... Dudaba que tuviera algo que ver con lo de la carta.

Ni si quiera debía imaginarse nada de lo que estaba ocurriendo si pensaba que solo estaban tan asustada por lo que las profesoras pensaran sobre lo que podía pasar entre ellos allí encerrados.

Law observó con sus ojos grises como su alumna se levantaba poco a poco del suelo.

Ya parecía que su respiración se había calmado; pero podía notar como su cuerpo temblaba, aunque fuera de forma sutil.

Sentía ganas de rodearla con sus brazos hasta que dejara de estremecerse de aquella forma.

Dio un par de pasos hacia delante, hasta colocarse frente a ella, que estaba frotándose la cara para secar un par de lágrimas que habían empapado sus mejillas.

El pelinegro alzó las manos, poco a poco, y las posó sobre sus hombros. Las movió con suavidad, acariciándole con delicadeza.

Lejos de dejar de temblar, (TN) tan solo sintió dulces escalofríos al sentir el contacto de su profesor. Y no pudo evitar lanzarse contra él y apoyar la cabeza en su pecho.

Tan solo necesitaba... Solo quería...

Law rodeó a la joven con sus brazos. Pasó uno por la parte baja de su espalda y, la mano que le quedaba libre la posó sobre su nuca. Movió los dedos con sutiliza, acariciando aquellos cabellos (t/c) con suavidad.

Había pensado ya unas cuantas veces en aquella extraña atracción que sentía últimamente por ella y siempre había llegado a la misma conclusión, al final definitiva: dejarlo pasar.

No podía si quiera encontrar algo positivo en qué llegará a pasar algo. Ni un solo punto a favor.

—Ay... —murmuró ella, separándose apenas unos centímetros del cuerpo de su profesor. Alzó sus ojos (t/c) y se encontró con aquellos orbes grises—. Lo siento, te he manchado la camisa.

—Tranquila, se secará —afirmó él, echando un vistazo hacia abajo. Acto seguido, volvió a mirar a la joven.

No iba a negar que no le importaría rozar sus labios, a pesar de saber que era una estupidez. Se sentía patético.

Ambos dieron un paso hacia atrás cuando escucharon que alguien movía con energía el pomo de la puerta.

Cuando se abrió de par en par, pudieron observar a la todas las profesoras de la institución asomando sus rostros, incluida la directora, que era la que había abierto.

Kataoka quería hablar. Tenía la cara roja de la rabia y parecía que estaba apunto de estallar.

Separó los labios, pero no pudo articular palabra. Apretó la mandíbula y caminó directa hacia la joven de cabellos (t/c).

—¡Ah! —exclamó (TN), sobresaltada, cuando aquella mujer le agarró con fuerza del antebrazo.

—¿Dónde tienes las llaves? ¿Os habíais encerrado aquí? —preguntó ella, en tono alto y con voz aguda.

—Haga el favor de soltarla —pidió Law, tratando de que no sonara como una orden o una amenaza. Los ojos de la directora se dirigieron hacia él, pero sin dejar ir a la alumna—. No nos hemos encerrado, nos han dicho encerrado.

—Para empezar... —comenzó Kataoka, por fin alejándose de la joven—. ¿Qué se supone que hace usted aquí? Ella debería estar sola cumpliendo su castigo.

—Tenía miedo de estar sola y tan solo estaba observando que no ocurriera nada —aclaró el pelinegro, sin perder la calma—. Y no me extraña viendo cómo tratáis a las alumnas a veces.

—¿Disculpe? —cuestionó la directora, afligida.

—¿Qué pasa? —intervino Yoshida, sonriendo con maldad. Sus pequeños ojos oscuros chispeaban de la emoción—. ¿Ya ha caído en sus redes, profesor Trafalgar?

—¡Ya basta! ¡Dejadme en paz! —exclamó finalmente (TN), mientras las lágrimas brotaban de sus ojos—. ¿Por qué no buscáis a quien nos ha encerrado en vez de venir a por mí?

—¿Tal vez una de tus amiguitas para dejaros a solas? —propuso la profesora de matemáticas, que no tenía ninguna intención de dejar de incordiar.

Law observó como la joven estaba a punto de perder los papeles por completo. Era obvio que tenía falta de autocontrol, pero la situación tampoco es que fuera muy favorable.

—Qué he sido yo, señora. Relájese. —Las profesoras se giraron al escuchar la voz de Miya, que se acercaba por el pasillo.

—¿Señorita Iwasaki? —Kataoka se movió hasta la puerta y observó a la joven de ojos azules, que llegó hasta ellas con una sonrisa dibujada en su rostro.

—Era para reírme un rato de (TN) —explicó, encogiendo los hombros.

—¿Pero que dices, asquerosa? Voy a partirte la puta boca —farfulló la peli(t/c) llena de rabia, dispuesta a abalanzarse sobre su compañera, que estaba lista para un poco de pelea.

Y así hubiera sido, si Law no hubiera rodeado la cintura de la joven con su brazo y si la profesora de educación física no hubiera parado a Miya.

—¡Se acabó! Las dos castigadas. Ahora mismo el ama de llaves os encerrará en vuestra habitación —exclamó la directora, que ya había perdido los nervios hacía rato.

—No creo que encerrarlas juntas sea lo más adecuado —intervino el pelinegro, aunque fuera algo más que obvio.

—Deberíamos llevar a Miya a la sala de profesores... Al fin y al cabo ella es la que ha provocado todo —propuso Sayaka, la maestra de música, que se emocionó al ver cómo Law aprobaba su propuesta.

—Iwasaki los ha encerrado, pero ellos no deberían estar juntos aquí. Tan solo debería estar la señorita (TA) —recalcó Yoshida, alzando el dedo índice en el aire.

—Bueno, yo también estaré en la sala de profesores —aclaró Law, ya un poco harto de aquella mujer—. Aclararemos lo que tengáis que aclarar.

—Pues suéltala y deja que se vaya a su habitación —dijo Yoshida, sonriendo con cierta malicia.

El profesor todavía tenía a (TN) agarrada por la cintura. Ya no parecía que fuera a lanzarse sobre su compañera, pero no se podía afirmar con total certeza.

Apartó el brazo y la alumna salió escopeteada por el pasillo, sin mirar a nadie de los presentes.

La directora hizo una señal y tanto el personal docente como Miya comenzaron su camino hacia la sala de profesores.

Por su parte, la peli(t/c) entró en la habitación y se lanzó sobre su colchón.

Hundió la cabeza en la almohada y descargó toda la rabia que sentía. ¿Miya era idiota o qué le pasaba? ¿A quién se le ocurría hacer algo así?

Sus compañeras debían estar ya acabando de cenar. La rabia le había cegado, pero ahora que estaba más calmada... No le hacía ninguna gracia estar allí sola de noche.

Probablemente era la única persona que estaba en el segundo piso en aquellos momentos. Sintió un escalofrío en la nuca tan solo de pensarlo.

Miró hacia la puerta de reojo. El pasillo estaba iluminado por la tenue luz de las lámparas situadas en la pared.

No podía cerrar la puerta, aunque tampoco eso le hubiera calmado del todo. Ladeó la cabeza y miró el fondo de la larga habitación.

Se acurrucó en la cama y estuvo allí quieta durante un buen rato, hasta que la profesora de música se asomó por la puerta.

—Señorita (TA) —llamó a la alumna desde la puerta. Esta se sobresaltó y dirigió su mirada hacia Sayaka—. Cenarás algo junto a Miya, vuestras compañeras ya están subiendo. Venga, vamos.

No del todo convencida, (TN) se levantó de la cama y se recolocó la falda del uniforme. Caminó junto a la la profesora y su compañera en completo silencio.

Por las escaleras, se cruzaron con el resto y la peli(t/c) tan solo intercambió un par de miradas con sus dos amigas, que la observaron confundidas.

—Vaya, vaya... Aquí están las causantes de que se haya alargado nuestra hora de trabajo —comentó, Ozawa, una de las cocineras.

Estaba detrás de la encimera donde las alumnas recogían y dejaban las bandejas.

—Aquí tenéis vuestra cena —indicó la otra mujer, señalando las únicas bandejas que había sobre el mármol—. Cuando acabéis las limpiáis y las dejáis en el sitio.

Ambas jóvenes se acercaron a coger su cena, al mismo tiempo que las cocineras se retiraban del comedor y bajo la atenta mirada de Sayaka.

—Bueno, chicas... ¿Se os puede dejar solas? ¿Estáis más tranquilas? —preguntó la profesora, acercándose a la mesa en la que se habían sentado.

—Sí... —murmuraron, sin levantar la mirada de la cena.

—Vale. Por cierto, (TN), tú no tienes ningún castigo. Está todo aclarado —le avisó la mujer de cabello castaño. La susodicha tan solo movió la cabeza para asentir—. Bueno, os dejo chicas. Luego directas a la habitación.

Una vez solas, empezaron a cenar, sin abrir la boca más que para ingerir los alimentos.

La peli(t/c) se tomó primero la sopa de miso. De hecho, no sabía si sería capaz de comerse algo sólido. Todavía tenía el estómago revuelto.

—¿Por qué lo has hecho? —preguntó, finalmente, mientras su compañera de ojos azules jugueteaba con el arroz de su cuenco.

—Quería distraerme.

—Ah, perfecto —espetó (TN), con tono sarcástico y frunciendo el ceño. Bajó la voz para continuar hablando—. ¿Y pensabas que encerrarme en un habitación por la noche después de que os hayan amenazado de muerte era algo divertido? No podías, no sé, irte a la sala de tiempo libre a distraerte.

—Bueno, también era para echarte un cable con nuestro querido profesor —confesó Miya, sonriente. Sembrar el caos le ayudaba en serio a evadirse.

—Sí, para dar más de que hablar a Yoshida y todas esas señoras —le corrigió la chica de ojos (t/c).

—Ay, bueno... Que hablen lo que quieran —comentó la joven de cabello castaño, quitando importancia al asunto—. ¿Qué tal con Law?

—Casi me da un ataque de ansiedad ahí dentro —recalcó (TN), casi desesperada por que entendiera la gravedad de la situación—. Así que lo que menos importa es qué tal me haya ido con Law.

—Bueno, yo solo te aconsejo que vayas con cuidado al salir con alguien mayor que tú... Sé que tienes dieciocho años, pero eso no significa nada. Lo importante ser lo suficientemente madura como para alejarse si las cosas se ponen mal.

—Vale, Miya... Gracias por el consejo, pero es que no pasa nada entre Law y yo —insistió la peli(t/c)—. Puede que me parezca guapo, pero igual que os lo parece a las demás. Ya está.

—Pues yo creo que él te mira distinto que a las demás —aseguró ella.

Ambas se sobresaltaron al escuchar un crujido. Lo más probable es que hubiera sido producido por cualquier mueble viejo de madera; pero, dadas las circunstancias era obvio que estuvieran asustadas.

—Vamos a limpiar esto y nos largamos a la habitación —farfulló la peli(t/c), levantándose como un rayo de su asiento.

—No hemos comido nada... Mañana nos caerá bronca.

—No sé tú, pero tengo el estómago cerrado —aseguró (TN), vaciando su bandeja en el cubo de basura con torpeza.

Las pasaron un poco bajo el agua del grifo y las colocaron encima de las otras, sin ni si quiera secarlas con el trapo.

Caminaron rápido hacia la salida y se miraron antes de que Miya pulsara el interruptor para apagar las luces, dejando tan solo la tenue iluminación del pasillo.

Salieron disparadas una vez la apagaron. Porque el destino lo quiso, ninguna de las dos se resbaló subiendo las escaleras.

—¡Ah! —exclamaron ambas, abrazándose la una a la otra cuando el pasillo del segundo piso quedó sumido en la oscuridad.

Enseguida volvió a iluminarse de nuevo.

—Ay, disculpad señoritas —pronunció Taeko, con expresión afligida, a unos metros de ellas—. No me acordaba que estabais acabando de cenar. Venga, me espero a que entréis y ahora pasaré a cerrar.

—G-Gracias señora Miyake —logró pronunciar la peli(t/c), antes de emprender de nuevo el camino hacia la habitación.

—¿Se puede saber qué ha pasado? —preguntó Saori, cuando vio a su amiga irrumpir en la habitación.

Tami también observó a (TN), con curiosidad, esperando algún tipo de explicación. Lo último que sabían era que había estado castigada ordenando mapas y que el profesor de biología se había ofrecido a no dejarla sola.

—¿Mañana lo hablamos, vale? Solo quiero dormir y que acabe ya este día —suplicó ella, abriendo el baúl en busca del pijama.

Taeko les dio un momento para que acabaran de prepararse y se acercó para cerrarles la puerta y darle las buenas noches.

—¿Podríamos dejar las cortinas abiertas y que entre un poco de luz? —pidió Tami, desde su cama, en un fino hilo de voz.

—Si, por favor —secundó Taia.

Estaba claro que las jóvenes del último curso estaban algo intranquilas, y no era para menos. Las alumnas que estaban más cerca de las ventanas corrieron las cortinas, dejando que la escasa luz del exterior iluminara la estancia.

Poco a poco fueron cayendo, rendidas por el cansancio. A excepción de (TN), que estaba dándole vueltas a otro tema: su profesor de biología.

Había estado muy nerviosa para pensarlo durante aquellos momentos encerrada en el almacén, pero en ese momento recordaba aquella sensación de estar entre sus brazos... Aunque hubiera sido por unos segundos.

Y como se preocupaba por ella... ¡Bah! Hubiera hecho lo mismo por cualquier otra de sus compañeras. Sin embargo, en algún rincón de su mente, no podía evitar sentirse comprendida y arropada por él. Y le encantaba aquella sensación.

Perdida en aquellos pensamientos, sus párpados se volvieron cada vez más pesados y el sueño comenzó a invadirla.

No sabía decir en qué momento de la noche fue, pero se despertó sobresaltada. Ni si quiera estaba segura de haber llegado a dormirse del todo.

Se quedó petrificada en la cama al escuchar el pomo de la puerta moverse. No sabía si era la única que estaba despierta, pero nadie se había movido de la cama.

Tal vez lo mejor sería hacerse la dormida, pero no estaba segura de poder hacerlo. Se conformaba con no comenzar a respirar de manera irregular, lo cual era bastante complicado.

La puerta de entreabrió, haciendo un sonoro crujido. Sin embargo, seguía sin recibir ningún estímulo auditivo por parte de sus compañeras.

La boca se le quedó seca cuando observó el filo de un cuchillo asomarse por la puerta. Una mano cubierta con un guante negro lo paseaba lentamente de arriba abajo.

(TN) apretó sus ojos con fuerza, haciendo que alguna que otra lágrima se deslizara por sus mejillas. Tal vez solo quería asustarlas y si pensaba que todas estaban dormidas se iría... No sabía qué hacer. Estaba paralizada.

Tan solo esperaba que aquello fuera una maldita pesadilla.

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