Capítulo 14

—Cerrad la puerta —farfulló Taia, con los nervios a flor de piel. Varias miradas se posaron sobre ella, pero nadie se movió de su colchón—. Cerrad la maldita puerta. Pone aquí que solo lo podemos saber nosotras.

Saori, que era una de las que más cerca estaba de la puerta, se levantó de un salto y trató de cerrar de la manera más sigilosa posible.

El corazón de Taia, la joven de cabellos naranjas y ojos verdes, latía con tanta fuerza que parecía que iba a salir de su pecho. Era la única que había observado de refilón unas fotos que había tras la carta.

Fotos de su familia.

—¿Quieres que nos castiguen o qué? No podemos tener la puerta cerrada si no hemos apagado las luces para dormir —se quejó Sai.

—Tienen fotos de mi familia... —explicó Taia, con voz quebrada, apartándose las gafas y pasándose el dorso de la mano por la mejilla. Había derramado algunas lágrimas—. ¿Y si es una amenaza?

—A ver —intervino (TN), con voz calmada para tratar de tranquilizar el ambiente—. Vamos a leer primero cada una su carta. No saquemos conclusiones antes de tiempo.

«Alguien de vuestra familia fue muy muy mala conmigo y, ahora sois vosotras las que lo vais a pagar. Ya me he encargado de la primera, Suzu (Rin fue un daño colateral).

Vais a caer de una en una, y no podéis hacer más que esperar vuestro momento. Si se os ocurre decir algo a alguien... Vuestros seres queridos lo pagarán caro, aunque sería una pena que lo hicieran antes de saber sobre vuestra muerte.

¿Quién seré seré? ¿Lo descubriréis mientras sigáis vivas?

Tic, tac, tic, tac».

Tras leer aquellas palabras, apartaron a un lado la carta para observar las fotografías, con manos temblorosas.

Los ojos de la peli(t/c) se pasearon por aquellas imágenes. No eran de sus padres. Fuera quien fuera aquella persona debía estar al tanto de que no se llevaba bien con ellos.

Eran fotos de su tía y de su hija adoptiva de que apenas tenía tres años. Fotos de la única persona que se habían preocupado por ella y de aquella pobre criatura que apenas había tenido tiempo de hacer nada malo en sus escasos años de vida.

¿Como podía estar amenazándola con una niña que acababa de empezar la escuela infantil?

Unos minutos después, las alumnas de último año comenzaron a intercambiar miradas. Sin embargo, ninguna articuló palabra.

—¿Esto es... en serio? —murmuró Tami, final mente, con voz entrecortada.

Entonces... Aquel mensaje que vio en el espejo... ¿No había sido una alucinación? ¿Era de la misma persona que les había escrito aquella carta?

—Claro que es en serio, joder —afirmó Hinako, la joven de cabello teñido de azul y experta en ordenadores—. Tienen fotos de nuestros familiares haciendo cosas del día a día. Los han estado espiando. Han estado a apenas unos metros de ellos.

—¿Así que hay una hija de la grandísima...? Una... asquerosa que ha asesinado a Suzu —murmuró Miya, apretando el puño con fuerza.

—Y lo de Rin no fue un suicidio... —añadió Sai, en apenas un hilo de voz.

—¿Y qué se supone que vamos a hacer ahora? —cuestionó Saori. Una pregunta que rondaba la mente de todas las presentes.

—¿Vamos... a morir? —preguntó Tami, llorando de manera desconsolada. Ya no había podido retener más su llanto.

La peli(t/c) se levantó de la cama y se sentó junto a su amiga de cabellos rubios para tratar de tranquilizarla. Ella, Taia y Yuina —la chica obsesionada con historias de contenido adulto— eran las únicas que estaban llorando, lo cual no significaba que el resto de chicas no estuvieran preocupadas.

—Tenemos que descubrir quién es y pararla —intervino Miya, con la mirada perdida.

La joven de ojos azules y cabello castaño hubiera pensado que se trataba de una broma, pero las fotos de sus familiares... Aquello parecía algo serio. Y quería encontrar a la persona que había asesinado a su amiga.

—¿Creéis que...? ¿Que es una de las profesoras? —Saori lanzó la pregunta.

—Tiene que ser alguien que esté en el internado, por su puesto —aseguró (TN), pensativa—. Alguien que trabaje aquí o... ¿Os acordáis de lo que dijo la chica de primero? Algo de una mujer.

—Pero es imposible que haya alguien aquí escondida sin que Kataoka o cualquier otra persona lo sepa —insistió Miya.

—Lo sé... —murmuró la peli(t/c), pero estaba segura de que aquella alumna había dicho la verdad—. Y otra cosa importante es... Que todas tenemos un familiar en común con ella, por tanto tienen que haber estado en el mismo grupo de clase, de amigos o de algún campamento o algo.

—¿Nuestras madres tal vez? ¿Es posible que fueran todas a la misma clase? —preguntó Aki, la chica a la que todo le daba pereza.

A partir de entonces, tendría que ponerse las pilas para resolver aquel misterio. Su vida dependía de ello.

—No creo, algunas se llevan muchos años —respondió la joven de ojos (t/c).

Se apretó el entrecejo, le estaba empezando a doler la cabeza de tanto intentar dar con algún hilo del que tirar.

—Pues a lo mejor del mismo colegio. No tienen por qué ser de la misma clase —planteó Saori.

La joven de ojos miel miraba a Taia de reojo de vez en cuando. Quería acercarse a consolarla, pero su relación no era tan cercana como para ello y podía quedar un tanto extraño.

—Es una opción. ¿En que colegio estudiaron vuestras madres? —preguntó (TN), paseando la mirada por sus compañeras.

La mayoría de encogió de hombros; pero a la peli(t/c) no le extrañó, ya que su madre tampoco nunca le había comentado nada sobre ese tema. Tampoco había surgido en ninguna ocasión.

—Mi madre... Estudió aquí, en el internado —anunció Sai. Todas las miradas recayeron en ella.

Según pensaban, el internado tan solo llevaba abierto diez años, o al menos las orlas de otras generaciones que decoraban los pasillos así lo indicaban.

—Estuvo abierto un tiempo. Lo cerraron y lo volvieron a abrir hace diez años —continuó la chica—. No sabía que desconocíais la información. En internet hay algo sobre ello.

—El poco tiempo que tengo el móvil no voy a buscar la historia del internado —se justificó Miya, rodando los ojos.

—Claro, para ti es mucho más divertido buscar fotos antiguas de profesoras para reírte de ellas —le acusó Saori, lanzándole una mirada fulminante.

—No empecéis a discutir ese tema —interrumpió (TN), ya que Miya estaba apunto de devolverse—. ¿No pone nada sobre por qué se cerró el internado?

—No me suena a ver leído nada. Tampoco me he fijado en exceso —respondió la joven más trabajadora del grupo.

Se sobresaltaron al escuchar la puerta abrirse de golpe y trataron de esconder las cartas bajo el pijama, bajo las a sabanas, tirándolas al interior del baúl...

—¿Se puede saber que hacéis con la puerta cerrada si todavía no están las luces apagadas? —les regañó Taeko, el ama de llaves, con voz autoritaria. Dio un paso hacia el interior de la habitación y cerró la puerta tras ella—. Venga, chicas, no os busquéis problemas innecesarios...

La mujer regordeta tan solo obtuvo como respuesta algunos murmullos que no llegó a descifrar. Sonrió con dulzura. No podía evitar sentir lástima por ellas. Habían perdido a dos compañeras en un mes.

Desde luego, había sido un mes horrible.

—Oye, chicas, ¿qué escondéis por ahí? ¿Cartas de amor de los chicos? —preguntó Taeko, tratando de animarlas un poco y hacerles olvidar por un momento aquellos macabeos sucesos. Algunas asintieron—. Bueno, bueno... La juventud. Ahora vais a acostaros cada una en su cama y apagaré la luz.

—Si, señorita Miyake —musitaron a la vez, mientras unas volvían a sus respectivas camas y otras se metían ya bajo las sábanas.

—¡Eso es, cada una en su cama! Se ha acabado ya la juerga. Luces apagadas y puerta cerrada. Más vale que ninguna profesora venga a quejarse —espetó, tras abrir la puerta. Volvió a cerrarla tras acabar su discurso.

—Eso es, Taeko, un poco de mano dura —le indicó Yoshida, la de matemáticas—. A veces eres demasiado blanda.

—Por favor, acaban de perder a su segunda compañera —recordó Sayaka, la profesora de música, que también se había asomado al pasillo al escuchar el jaleo.

La mujer de ojos oscuros ignoró a su compañera y volvió a meterse de nuevo en su habitación.

Mientras tanto, en el dormitorio de las alumnas de último año, ninguna podía pegar ojo —como era de esperar—.

Lo que estaba claro era que, si de normal la mayoría solía aguantar las ganas de ir al baño hasta que amaneciera, a partir de aquella noche lo harían todavía más.

[•••]

Tras un desayuno en sepulcral silencio, por parte de todas las alumnas, no sólo las de último curso.

Las más pequeñas estaban incluso todavía más impactadas. No podían creer que una chica de su clase hubiera hecho algo así, una chica que ya no pertenecía a la institución. Sus padres habían venido a recogerla temprano y no volvería a pisar el internado —y esa no sería la única consecuencia—.

Tras el desayuno, las mayores continuaron sin intercambiar palabra mientras se cepillaban los dientes antes de comenzar las clases.

No solo porque estaban asustadas y confundidas en general, sino porque estaba estrictamente prohibido que cualquier otra persona se enterara sobre ese asunto.

Iba a ser muy complicado tratar de descubrir quien había escrito aquellas cartas. Entre aquellas paredes había ojos y oídos por todas partes.

—Señoritas, tengo algo que anunciar. —La directora Kataoka apareció junto con la profesora de música cuando las jóvenes ya estaban sentadas en sus pupitres—. La semana que viene comenzareis un taller sobre trabajos de investigación teórica. Se realizará por las tardes, tras la hora de comer. Espero que sepáis aprovechar esta maravillosa experiencia.

Al parecer iba a visitarles un experto en trabajos de investigación para iluminar a las alumnas en ese área.

Habían hecho algún que otro trabajo en el cual debían buscar información, pero simples investigaciones superficiales y Kataoka consideraba que debían ir más allá. Además, así estarían más distraídas y no pensarían tanto en los sucesos acontecidos.

Las caras de las alumnas no mostraban precisamente emoción. Tener que dedicar un tiempo de su tarde libre a trabajos no es que fuera algo apasionante.

[•••]

Y así fue. El segundo lunes de junio, tras la comida, las jóvenes de último año se reunieron en el aula. El tiempo que solían dedicar a adelantar deberes o estudiar lo usarían para aquel maldito taller y, su parte de tiempo libre, la dedicarían a hacer faena.

El señor Takahashi era un hombre de mediana edad, con entradas y pelo grisáceo. Era alto, larguirucho y delgado. Iba a encargarse de impartir el taller y se quedaría allí más o menos un par de semanas.

Ya había explicado la teoría sobre el trabajo de investigación: la definición y las diversas partes o pasos a seguir, así como algunos consejos para hacerlo.

—Bueno, chicas. Después de este rollazo ya pasaremos a la parte práctica —anunció el profesor, tratando de usar un lenguaje juvenil—. Ahora quiero que os pongáis por parejas o grupos de tres, lo que prefiráis, y que escojáis un tema sobre el que investigar.

(TN) buscó con la mirada a sus dos mejores amigas, las cuales habían hecho lo mismo. Hinako, Yuina y Mayu formaron otro grupo de tres. El resto formaron parejas: Sai y Aki, Miya y Taia.

—Vaya, ¡qué eficacia! Muy rápidas, así me gusta —comentó, mientras ellas comenzaban a pensar sobre el tema.

Incluso Sai, que en otra ocasión hubiera disfrutado al máximo de aquella experiencia, se encontraba sin mucho entusiasmo.

Todavía no habían podido volver a comentar el tema de aquella mujer que supuestamente buscaba venganza contra ellas y, durante aquellas noches, les había costado demasiado pegar ojo. Por suerte, todavía no había ocurrido ninguna otra desgracia.

—A ver qué mierda de tema elegimos —murmuró Saori, soltando un bufido tras sus palabras.

—Está más que claro —apuntó (TN). Acto seguido, bajó todavía más la voz—. Queremos investigar sobre la historia de nuestro querido internado. Desde que se construyó el edificio hasta ahora.

—¡Claro! —exclamó la rubia, abriendo los ojos como platos. Todos, incluido el señor Takahashi, se giraron hacia ella—. Lo siento, es que estoy muy emocionada con el trabajo.

—Así podremos intentar descubrir si en internet pone algo sobre por qué lo cerraron. Y en qué años estuvo abierto en el pasado —añadió la joven de ojos miel, una vez todos habían vuelto a sus tareas.

Takahashi dejó pasar unos minutos más antes de que las chicas comenzaran a decir sus propuestas.

No podía evitar sentirse aliviado. Le habían hablado algo mal de ellas y temía que le montaran algún escándalo, pero parecían bastante tranquilas. Espera que la cosa siguiera así.

—Bueno, chicas. Ya podéis ir diciéndome los temas. Comenzaremos con el primer grupo —anunció el hombre de cabello gris, señalando al grupo de (TN), ya que estaban sentadas en primera fila.

—Hemos escogido la historia del internado McCarthy —expuso la peli(t/c), hablando en nombre del grupo.

—Vaya... —murmuró el señor Takahashi, bajo la atenta mirada de las alumnas—. No me esperaba para nada ese tema, pero me parece una opción muy interesante. Está bien que queráis saber cosas sobre esta institución.

—Mi grupo también había elegido ese tema —intervino Sai, tras levantar la mano. Ella y (TN) intercambiaron una fugaz mirada. Al parecer se les había ocurrido lo mismo—, pero no nos importa cambiarlo.

—Mejor que haya variedad de temas, claro —comentó él—. La suerte de las que vais a investigar el internado es que podréis ver documentos de primera mano. Estoy seguro que guardan algo en el almacén.

—Sería súper interesante —dijo la peli(t/c), forzando una sonrisa.

Tenía ganas de ver la cara de las profesoras cuando preguntar por archivos antiguos del colegio. Tal vez la verdad expresión de alguna de ellas daba pistas.

¿Qué pensaría la escritora anónima cuando supieran que están investigando?

—Pues mañana después de comer comenzaremos con la investigación en sí. Buscar información en diversas fuentes —informó Takahashi, el más emocionado de todo el aula.

—¿No podemos empezar hoy? —insistió la peli(t/c).

—No sabía que lo ibais a coger con tantas ganas... —murmuró el hombre, casi para sí mismo—. Tenemos un horario que mantener, pero lo que podéis hacer es ir preguntando a la directora sí hay algún documento. Así ya lo tenéis organizado para mañana.

—Está bien —farfulló (TN), mientras se levanta a gran velocidad de la silla. Se giró hacia sus dos amigas—. ¿Vamos?

Saori y Tami se levantaron y, las tres juntas, sí dirigieron hacia la sala de profesores. Esperaban que varias de las profesoras estuvieran allí trabajando. Era necesario que hubiera el máximo número posible de ellas.

La joven de ojos (t/c) golpeó la puerta con los nudillos y esperaron a obtener permiso para abrirla.

—Buenas tardes, profesoras... —saludó la joven, con una dulce sonrisa. La misma que sus compañeras tenían en el rostro—. Bueno, y profesor.

—Buenas tardes. —Law fue el único que respondió claramente, y no con murmullos.

—¿Desean algo, señoritas? Tenemos bastante trabajo por aquí —preguntó Yoshida, sin levantar la vista de sus papeles.

—Hemos elegido el tema para nuestro trabajo, la historia del internado McCarthy. Queríamos saber si hay algún documento o cualquier cosas de cuando el internado estuvo abierto hace años —anunció (TN), observando de manera cautelosa la expresión de cada profesora.

Y hubo dos de ellas que parecían algo más que sorprendidas.

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