Capítulo 10

—Te acompañamos en el sentimiento, querida amiga. —Saori trató de consolar a la peli(t/c) con estas palabras y posando una mano sobre su hombro, en señal de ánimo.

—Esperemos que este castigo no se alargue mucho... —murmuró Tami, algo decaída—. Al fin y al cabo, ha sido por mi culpa.

—No ha sido tu culpa, Tami —aclaró (TN)—. Ha sido mi culpa por no saber controlarme. Bueno, y la de ellas por ser tan malvadas y... Uf, se me ocurren tantos adjetivos.

—Pues guárdatelos, no vaya a ser que te escuchen —le advirtió la chica de cabello negro—. Venga, ve a la sala de profesores o seguro que encuentran otro castigo si llegas tardes.

La joven de ojos (t/c) hizo un gesto con la mano, a modo de despedida, y emprendió su camino.

Aquella tarde de sábado daba comienzo su castigo por haber gritado y agredido físicamente a una profesora. Mira que podían llegar a ser exageradas... ¿Y por qué nadie hablaba sobre la agresión verbal que ellas habían hecho? Oh, cierto. O no se lo habían creído o no le habrían dado la más mínima importancia. Bueno, excepto Law. (TN) estaba segura de que él le había defendido. Era el único profesor que valía la pena allí dentro.

Una vez en frente de la sala de profesores, golpeó la puerta con los nudillos y esperó permiso para entrar.

—Vaya, (TN)... Ahí tienes tu sitio para hacer los deberes —indicó Kataoka, señalando un pupitre que había en una de las esquinas de la estancia—. Cuando acabes te encargarás de que el profesorado tenga todo lo que necesite.

—Sí, directora —dijo ella, antes de comenzar a caminar hacia su zona.

Dejó los libros de de biología y de química, junto con sus respectivas libretas, encima de la superficie de madera. Se sentó en la silla y comenzó a buscar los ejercicios.

Decidió dejarse biología para el final, ya que era la que más le gustaba. Tal vez porque, quien la impartía, era el único profesor que parecía preocuparse por sus alumnas.

No había ninguna asignatura que le gustara más que otra. Ni si quiera sabía a qué quería dedicarse. Cualquier cosa que le permitiera ganar el dinero suficiente para marcharse de casa y vivir por su cuenta estaría bien.

—¿Ya has acabado? ¿No estarás yendo más lenta adrede, verdad? —cuestionó Takaoka, una hora después.

—No, es que hay muchos deberes —respondió la peli(t/c), sin levantar la vista del libro—, pero ya estoy acabando.

—Nada más acabes guarda tus cosas y ve puerta por puerta en el pasillo de los profesores —indicó la mujer.

La joven tan solo asintió y, cuando se quedó de nuevo sola, soltó un gruñido a modo de quejido.

Terminó rápidamente el último ejercicio de biología y cerró la libreta y el libro. Bajó las escaleras y caminó por los largos pasillos hasta llegar a su aula. Solían guardar las cosas en el cajón y en el casillero que tenían allí mismo, con su número asignado.

Tomo aire y se dirigió de nuevo hacia el piso de arriba. Comenzó el recorrido por el pasillo de profesores.

Desde luego, aquellos días de castigo quemaría unas cuantas calorías subiendo y bajando para recoger y llevar todos los cafés y tés que le estaban pidiendo.

Se dejó la habitación de Law para el final. Por lo menos despediría aquella tarde de castigo con buenas vistas. Sacudió la cabeza para disipar esos pensamientos.

—Hola, (TN)-ya —saludó el profesor, tras abrir la puerta y posar sus ojos en ella.

—¿Café? ¿Té?

—Café solo, largo —respondió. Ella tardó en reaccionar, pérdida en aquellos orbes grises—. Sin azúcar ni nada.

—Ah, sí. Enseguida lo traigo —farfulló, antes de darse la vuelta.

Era increíble como cualquier palabra que salía de su boca resultaba seductora. Le preocupaba que le estuviera empezando a atraer tanto. Solo esperaba que no se le notara tanto como a Tami o a alguna que otra compañera.

Shina, una de las dos cocineras, la que le estaba atendiendo en aquellos momentos, puso cara de fastidio ante su petición. ¡Oh, vamos! Ni que a ella le estuviera haciendo ilusión tener que subir y bajar a por tantos pedidos...

Law había dejado la puerta abierta, así que no tuvo que llamar.

—Aquí está su café, profesor —anunció, sin entrar del todo en la habitación.

—¿Puedes dejarlo encima de mi escritorio? Tengo las manos ocupadas —pidió el pelinegro, moviendo ligeramente la cabeza, señalando los libros que llevaba.

La peli(t/c) cruzó el umbral de la puerta y caminó hasta la mesa. Dejó la taza sobre la superficie de madera, tal y como él le había indicado.

—Tengo que ordenar esta estantería adecuadamente —murmuró Law, echando un vistazo a todos los libros.

—Podría ayudarle —propuso la joven. Aunque no es que la viera precisamente desordenada.

—Si no te importa.

—Es mi castigo —le recordó. Aunque no le importaba ayudarle a él. Desde luego, no sería la ilusión de su vida ponerse a ordenar libros con la profesora Yoshida.

—No quiero que me ayudes por un castigo —aclaró él. Bajó el tono de voz para continuará hablando—. Te aseguro que esta era la mejor opción. Propusieron algunas barbaridades que supongo que serían broma...

—Seguramente... —murmuró (TN). Seguramente iban en serio. Aquellas mujeres eran capaces de cualquier cosa—. Bueno, pero no me importa ayudar. De verdad.

—Entonces... Mañana a esta misma hora, después de la ronda de cafés. Si aún te apetece.

—Bien, sí.

—¡(TA) (TN)! —se escuchó a la profesora de matemáticas gritar su nombre. Ambos se giraron hacia la puerta nada más escucharlo. No escucharon lo que farfulló posteriormente entre dientes—. ¿Dónde está esa maldita cría? Ni para un castigo sirve...

—Pf... Ahora me verá salir de aquí —susurró, la peli(t/c), algo angustiada. Estaba harta de sus comentarios.

—No te preocupes, pasa de sus comentarios.

—No es tan fácil, y no solo son sus comentarios —recalcó la chica. Llevaba años soportando toda clase de críticas, tanto a la cara como a las espaldas—. Bueno, da igual.

—Ah, vaya... Claro, dónde iba a estar si no... —comentó Yoshida, con una gran sonrisa falsa, al verla salir de la habitación de su compañero—. Ve a hacerme doce fotocopias de esto. Estoy demasiado ocupada corrigiendo vuestros ejercicios. Demasiados fallos.

—Claro... Encantada, enseguida se las subo —accedió la alumna, curvando sus labios de manera forzada. Pudo observar cómo Law sonreía de lado desde su puerta, mientras la miraba.

—(TN), espera —pidió la profesora de arte, saliendo de otra de las habitaciones que había en aquel pasillo—. He escuchado algo de fotocopias. ¿Te importaría hacerme doce de esta hoja?

—Sí, claro —murmuró ella. Cuanta amabilidad para ser parte de su castigo. Cogió la hoja de la mano de su profesora y dio media vuelta, comenzando su camino hacia la sala de fotocopias que había bajo.

—Eres demasiado educada con esas criaturas, Fukuda —comentó la de matemáticas, con cierto tono de reproche.

—Sayaka-ya es simplemente educada, no demasiado —recalcó el pelinegro. ¿Acaso no se daban cuenta de lo mal que las trataban?

—Sois jóvenes y blandos, ya iréis aprendiendo.

Law chasqueó la lengua antes de entrar de nuevo en su habitación. Maldita bruja. Algunas de aquellas mujeres lograban ponerle de los nervios. Aquella primera experiencia de trabajo estaba siendo realmente caótica. Más le valía haber acudido a un instituto ordinario, pero el proceso hubiera sido más largo y, aquella oferta, había sido tentadora.

Por su parte Fukuda Sayaka, se sentía la mujer más feliz de la tierra cuando cruzó la puerta para entrar de nuevo en la habitación. Law le había vuelto a llamar por su nombre. Y parecía haber estado de nuevo de acuerdo con ella. Le gustaban sus propuestas, su forma de dirigirse a las alumnas... Cuando consiguiera conocerle más a fondo, le iban a agradar bastantes cosas más.

Después de entregar las fotocopias y un par de encargos más, por fin acabó el primer día de castigo para (TN).

—¡(TN)! —saludaron sus amigas, cuando se la cruzaron por el pasillo, camino a la habitación. Ya era la hora en la que comenzaban los turnos de ducha antes de la cena. Saori se adelantó a preguntar—. ¿Cómo ha ido la experiencia?

—No tan mal —respondió la peli(t/c)—. Aunque no ha sido especialmente agradable trabajar bajo las órdenes de Yoshida. Los demás han sido algo más agradables.

—¿Has estado en la habitación de Law? —preguntó Tami, con una sonrisa traviesa, mientras se sentaba sobre su colchón.

—Solo para darle el café —aclaró ella—. Y mañana tengo que ayudarle a ordenar los libros de la estantería.

—¡Qué suerte tienes! —exclamó Tami, bajando la voz ante la clara indicación de su amiga—. ¿Qué? Es verdad... Más de una desearía pasar tiempo a solas con él.

—No hace falta recordar por qué a (TN) no le hace ninguna gracia tener que estar a solas en su habitación —añadió Saori.

—Bueno, ya es hora de pasar de los comentarios de la gente —expuso la chica de cabellos rubios, encogiéndose de hombros—. No vas a estar toda la vida preocupada por lo que diga la gente.

—No en cuanto nos vayamos de esta mierda de sitio. Supuestamente estoy aquí encerrada por ese motivo...

—Podríamos hasta mudarnos juntas a la misma ciudad —comentó Tami. Sus palabras hicieron que las tres comenzaran a imaginar todas las posibilidades.

—A Tokio... —murmuraron las tres a la vez.

Saori y Tami vivían en Kawasaki, mientras que (TN) en Yokohama. Eran ciudades próximas entre ellas. Las tres soñaban con mudarse a Tokio. Una ciudad grande donde nadie les conociera y pudieran empezar de cero.

—Mi turno de ducha —farfulló Saori, al ver que Sai llegaba a la habitación. Se levantó de un salto de la cama y se puso a rebuscar rápidamente en su baúl para coger las cosas de aseo.

Más o menos una hora después, las jóvenes del internado y los trabajadores estaban disfrutando de la cena en el comedor.

—Alumnas de último año, no os levantéis —indicó la directora, cuando las más jóvenes comenzaban a abandonar la sala—. Tengo noticias.

No pudieron evitar cuchichear entre ellas al escuchar aquellas palabras. Aunque rápidamente se hizo el silencio cuando Kataoka así lo ordenó.

—No me hagáis arrepentirme de mi bondadosa decisión —advirtió la mujer—. Hemos decidido preparar una tarde de merienda junto con los alumnos del internado masculino, para que podáis despejaros y coger fuerzas para la recta final hacia los exámenes.

—Veré a Yamato, veré a Yamato —repitió Tami, varias veces, emocionada, mientras apretaba con fuerza el brazo de (TN).

—¡Silencio! —exclamó Kataoka, marcando cada sílaba de la palabra mientras daba un par de palmadas. Las jóvenes se callaron enseguida. No querían que cambiara de idea—. La merienda será el último domingo de este mes. Ahora a vuestras habitaciones a dormir. Nada de armar alboroto.

Las alumnas de último curso se levantaron e hicieron una ordenada fila para volver a su habitación. Recorrieron los pasillos en silencio, hasta que cruzaron por la puerta de sus aposentos. Fue entonces cuando, cada grupo de amigas, retomó sus conversaciones.

—¿Cómo puedes estar tan emocionada por ver a Yamato? —preguntó Saori, ya sentada en su cama—. Si apenas lo conocimos el último año que estuvo.

—Fue amor a primera vista —aclaró Tami—. Además, hemos estado hablando mucho por teléfono siempre que he tenido vacaciones.

—Entonces... ¿Es el amor de tu vida? ¿Qué pasa con los demás? Con tu querido profesor Law —dramatizó la chica de cabellos negros, provocando la risa en (TN).

—Hay Tami para todos —sentenció la rubia, sonriendo con malicia.

—Chicas, chicas —murmuró el ama de llaves, irrumpiendo torpemente en la habitación. Las jóvenes iban a abalanzarse sobre ella, pero frenaron cuando la mujer lo indicó con un gesto—. Será mejor que bajéis la voz si no queréis hacer cambiar de opinión a Kataoka. Algunas profesoras ya se estaban quejando cuando han pasado por aquí camino a sus habitaciones.

—Lo sentimos señorita Miyake —pronunciaron todas, de forma coral, alzando la voz.

—Que no vuelva a pasar. Todas a dormir ahora mismo —ordenó ella, con tono de voz alto y autoritario.

—¡Sí, señorita Miyake!

Antes de cerrar la puerta, el ama de llaves les guiño un ojo y les lanzó un beso de buenas noches. Las jóvenes sonrieron antes de deshacerse sus camas y tumbarse en ellas.

Se fueron quedando dormidas, poco a poco, unas antes que otras. Se durmieron sonrientes, emocionadas por el encuentro y por poder pasar un rato alejadas de aquellas paredes.

Lo que no sabían era que alguien estaba de los nervios cerca de allí, dando vueltas sobre su cama. Odiaba las risas de aquellas malditas criaturas. Le recordaban a aquellos tiempo... Cuando aquellas arpías se reían mientras la veían sufrir. Sin embargo, debía mantener la calma. Irían cayendo, una por una, mientras esperaban atemorizadas quién será la siguiente.

[•••]

—Señorita (TA) —le paró Kataoka, justo antes de salir por la puerta del comedor, tras el desayuno—. Acuérdese de coger sus libros y acudir a la sala de profesores.

—¿Ahora? ¿No era por la tarde? —cuestionó la joven, bajo la atenta mirada de sus compañeras.

—Eso es porque los otros días hay clase. No pienses que vas a hacer los deberes con tus amiguitas. Nada de eso —aclaró la directora.

—¿Tengo que estar de sirvienta por la mañana y por la tarde?

—Sí. ¿Alguna queja?

—No —respondió la peli(t/c), manteniendo la calma lo máximo posible. Seguro que se ganaba algún castigo más si replicaba.

—Bien. Continúe su camino —indicó la mujer, con una sonrisa triunfadora dibujada en su rostro.

—Cada vez la tienes más controlada —comentó Yoshida, dando unos golpecitos en el hombro de su superior.

—Hay que aplacar la rebeldía de estas jovencitas. Ha costado, pero no saldrán de aquí sin una buena educación —apuntó Kataoka, hinchada de orgullo. Aquellas crías habían sido una generación dura, pero no había imposibles para ella.

Un buen rato después, (TN) cerró con rabia su libro de geografía. Esperaba que aquel estúpido castigo solo durara una semana. No le importaba hacer los miles de ejercicios que les mandaban, pero al menos al lado de sus compañeras.

—Haga el favor de ser más delicada —le regañó Kaede, la profesora de geografía. Ella, la de matemáticas y la de química eran las únicas que estaban trabajando en aquella sala.

—Justo a tiempo para el té de media mañana —indicó Yoshida—. Guarde sus libros y tráiganos las bebidas.

—Claro, profesora Yoshida. Enseguida tendrán su té encima de la mesa —dijo (TN), con tono tranquilo, mientras recogía sus cosas.

Después de subir las tres tazas de té —tan solo en dos viajes, iba cogiendo práctica—, fue recorriendo de nuevo el pasillo de las habitaciones de los profesores. Se dejó la misma que el día anterior para el final.

—Café solo y largo, ¿verdad? —preguntó la peli(t/c), mirando fijamente aquellos orbes grises.

—Eso es —afirmó él—. ¿Quieres que ordenemos la estantería ahora? Aun queda un rato para comer y así, con suerte, acabas antes el turno de tarde.

—Sí, bien. Enseguida subo —murmuró ella, dando media vuelta.

Unos minutos después, estaba de nuevo en el pasillo, con la taza de porcelana blanca entre las manos.

—(TN), ¿te importaría hacer unas copias? —preguntó Sayaka, asomando la cabeza por la puerta de su habitación.

—¿Las necesita urgente o puedo hacerlas por la tarde?

—Por la tarde estaría bien, no me hacen falta ahora —respondió la de arte.

—Vale, es que el profesor Law me ha pedido que le ayude a ordenar su estantería y creo que va para largo —explicó la joven—. Nada más acabemos de comer las hago.

—Eh, sí... Gracias —farfulló la profesora, entrando de nuevo a su habitación.

¿A ordenar la estantería? ¿Con Law? ¿Iban a quedarse a solas en su habitación? ¿Con el historial que tenía aquella cría? No podía permitirlo... No. Solo de imaginarse a Law acercándose a otra chica... ¿Debía hacer algo?

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