7

Hacía apenas una hora que el Sol había salido por el horizonte. Eran las siete de la mañana en la ciudad de Tokio. En el templo Higurashi, un mediodemonio despertó por culpa de los rayos que se filtraban por una ventana sin la persiana bajada.

Inuyasha no necesitó más de un segundo para recordar por qué estaba en una cama, y por qué tenía a Kagome desnuda y abrazada a él, tapados sólo con las sábanas blancas. Sonrió de felicidad. Él estaba estirado mirando al techo. La zafira estaba arrapada al lado derecho de su cuerpo, con un brazo cruzándole los marcados abdominales, acurrucada en su pecho descubierto y con la cabeza en el hueco de su cuello. Estaba profundamente dormida y respiraba de manera tranquila y silenciosa. Él la tenía rodeada con los brazos: una mano en la cintura femenina y la otra acariciando el antebrazo que tenía cruzado sobre sus músculos. Totalmente relajado y sin dejar de sonreír, el híbrido giró un poco la cabeza, hundiendo la nariz en el espeso flequillo de la chica, para aspirar profundamente aquel dulce aroma que le volvía loco y depositarle un tierno beso en la frente.

Kagome sonrió en sueños, abrazándole con más fuerza, pero no despertó. Inuyasha levantó la mano que reposaba en la cintura de la joven para dirigirla al pelo negro y acariciarlo con suavidad.

El senhal de Kagome tenía ahora un color azul intenso (felicidad), a pesar de estar dormida. Imágenes de lo sucedido la última noche se reproducían por la mente del mediodemonio, consiguiendo que se sonrojara. Cerró los ojos para concentrarse en aquella felicidad que le embriagaba. Se sentía sometido a una sensación de paz y tranquilidad que nunca antes había experimentado. Por primera vez, se sintió como en casa, por el simple hecho de saber que Kagome era ahora suya.

Volvió a ocultar el rostro en el flequillo de la chica, sin abrir los ojos. Estuvo así más de media hora. Simplemente, sintiendo el aroma que emanaba de aquella mujer a la que tanto amaba y oyendo su respiración calmada. De vez en cuando, movía los dedos para acariciar partes de su cuerpo: el pelo, la cintura, el brazo, sus hombros descubiertos…

Hasta que, al fin, los párpados de Kagome temblaron y se abrieron poco a poco. Al despertar, tomó conciencia instantáneamente de que ya no era virgen. No sólo estaba desnuda y abrazada al pecho descubierto de Inuyasha, sino que además tenía una sensación un poco adolorida pero a la vez agradable entre sus piernas. A parte de eso, las imágenes de lo ocurrido la noche anterior no tardaron en bombardearle la memoria, profundizando aún más su enrojecimiento.

- Buenos días- le susurró el mediodemonio sin abrir los ojos. Aún tenía el rostro enterrado en el pelo de su frente.

- Buenos días- respondió la chica con una sonrisa de felicidad. Ella también cerró los ojos y se acurrucó más en su pecho- como has sabido que me he despertado?

- Porque he notado una subida de temperatura en tu cara, lo cual indica que te has sonrojado- mientras decía eso, deslizó la mano que tenía en el pelo de Kagome hasta las piernas femeninas, tapadas con las sábanas sólo hasta medio muslo.

Ella se rió, permitiendo que se las acariciara. Estuvieron unos minutos en silencio, sin cambiar de posición. La única actividad que había eran los dedos de Inuyasha deslizándose de la rodilla hasta la cadera de Kagome, una vez tras otra. Hasta que se decidió a preguntarle:

- Te duele algo?

La chica besó la clavícula del híbrido, que era lo que tenía más cerca de sus labios, y dijo:

- Por qué tendría que dolerme nada?

- No, por nada… Por saberlo. Lo digo porque a lo mejor me dejé llevar por mis instintos y usé demasiada fuerza.

- No. Al contrario. Estuviste muy tierno y atento a mis necesidades. Supiste adaptar el ritmo a mi dolor. Sinceramente: fue muy bonito. Más de lo que hubiera podido imaginar como primera vez.

- Protesto, mi señora zafira- ironizó él, haciéndola reír- exijo una valoración numérica. La más alta, un diez.

- Entonces le pongo un once.

- Pelota- dijo él, cambiando la mano de las piernas al pelo de la chica, para seguir acariciando los mechones negros. A pesar de esa palabra, en el fondo no podía evitar sentirse alagado.

- Nada de pelota, es verdad. Además, por el simple hecho de ser un hombre, si eso te lo dijera la típica rubia calientabraguetas, se lo agradecerías…

- Las prefiero morenas- interrumpió Inuyasha, besándole la frente de nuevo.

- Tiene gracia.

- El qué?- preguntó él, haciéndole cosquillas en la oreja con una de sus garras.

- Hace nada, decías que los humanos éramos patéticos y que no valía la pena mezclarse con nosotros y ahora…

- Reconozco que es irónico, lo sé. Eso es malo?

- No! Claro que no. Al contrario: me gusta ver que no eres racista ni machista.

- Lo de racista seguro que no lo soy, pero… cómo puedes asegurar, sin poder leerme el pensamiento, que no soy machista?

- Si fueras machista, habría más sangre sobre las sábanas que estas insignificantes gotas- contestó, refiriéndose a las manchas rojas que había sobre la tela-si fueras machista, anoche hubieras pasado totalmente de mis necesidades y te habrías centrado sólo en tus deseos.

- Sólo un imbécil rematado podría hacer eso.

- Desafortunadamente, hay muchos. Pero afortunadamente, no parece afectar a las relaciones entre demonios y humanos.

- Eso depende. Por ejemplo… te imaginas a Seshomaru y a Kaede casándose?

Kagome volvió a reírse. Acarició los abdominales del chico de nuevo y le besó en el cuello, mientras decía:

- Será mejor que nos levantemos ya. Mi familia podría volver en cualquier momento.

Nada más girarse para levantarse, notó como el híbrido se lo impedía, cruzando los brazos por su cintura, abrazándola por detrás mientras decía:

- A dónde han ido?- preguntó, volviendo a hundir el rostro en la melena negra con los ojos cerrados.

- De acampada- la chica sonrió al verse bloqueada por el mediodemonio.

- Entonces dudo que se hayan levantado siquiera. Además…-cambió el tono de voz por uno tierno y travieso, mientras le acariciaba las piernas- supongo que querrás ducharte, no?

- Ahora que lo dices, sí. Pero primero habrá que desayunar.

- No tengo hambre- se quejó, profundizando el abrazo como un niño pequeño.

- Ni siquiera te apetece ramen?

Diana.

- Vístete, anda- la soltó y se inclinó por encima de ella para recoger sus pantalones del suelo.

La chica se rió por la victoria y se levantó. De camino al armario para coger un albornoz que la cubriera, se paró delante del espejo de pared que había al lado del escritorio para mirarse.

Aparentemente, no encontró ninguna diferencia notable en su cuerpo desnudo causada por la pérdida de la virginidad. No es que esperara ningún cambio físico, pero toda ella se notaba diferente.

Inuyasha (que ya se había puesto los pantalones) se le acercó por detrás, volviendo a abrazarla por la cintura, mientras le besaba el cuello con deleite. Ella sonrió y se dejó hacer, al mismo tiempo que preguntaba:

- Me ves diferente respecto anoche?

- Sí. Mucho- el híbrido apoyó el mentón en el hombro de la chica, para contemplar la imagen de los dos en el espejo. La única prenda de ropa que se veía era su pantalón rojo. Aunque ya no se sentía avergonzado por ver y tocar a Kagome sin que tuviera ropa puesta, y ella tampoco.

- Tan cambiada me ves? En qué?

- Bueno… la Kagome de anoche sudaba tanto que daba gusto verla- bromeó él- y la de esta mañana, en comparación…- la zafira le pellizcó el brazo, haciendo que se riera y se interrumpiera a sí mismo.

- No me refería a eso- dijo ella, aunque también se reía, con las mejillas ligeramente sonrojadas- quiero decir algún cambio en mi cuerpo.

- De vista, no. Pero hueles diferente.

- Ah, si? Cómo huelo?- preguntó ella con curiosidad.

- Hueles a tu aroma normal… pero también hueles a mí, lo cual significa, en las leyes de los demonios, que estás marcada y que ningún otro ser puede tocarte con intenciones obscenas.

- En serio?- preguntó ella, entusiasmada.

- En el idioma de los demonios, eres mía.

- Y en tu idioma? Qué me consideras?

- Te considero mía pero no en el sentido de propiedad. Te considero mi pareja- le dio un beso en la mejilla y le acarició un hombro, cariñosamente- ,mi chica.

Aquellas palabras hicieron que el azul del senhal se intensificara. Los dos se dieron cuenta y se rieron otra vez, felices. Kagome se giró y le besó sin que se lo esperara, aunque el híbrido no tardó ni una décima de segundo en corresponderle.

Cuando se separaron, Inuyasha se quedó mirando a la chica con ternura, mientras ésta abría el armario para cubrir su cuerpo con un albornoz de seda. El chico supuso que era el conjunto de aquel suave pijama que le había quitado la noche anterior.

- No quiero volver…

Beso.

- Yo tampoco…

Se besaban y se acariciaban al lado del pozo del santuario, hablando como podían, con una sonrisa en los labios. Eran las doce del mediodía y era hora de volver a la otra época.

La pareja había desayunado y se había duchado (un tierno juego que había acabado convirtiéndose en una apasionante segunda vez debajo del chorro de agua ). Habían decidido no decir nada, salvo a Nincada, que seguro que lo adivinaría. Para la seguridad de Kagome, lo mejor era no confiar a nadie el secreto de su nueva relación, por muy de confiar que fuera: para Naraku sería lo más fácil del mundo hipnotizar y/o torturar a alguien para obtener información, y si se enterara de que estaban juntos, de seguro que usaría cada dos por tres a Kagome como cebo para provocar al mediodemonio.

Inuyasha rodeó la cintura de su recién estrenada chica con un brazo y con el otro cogió la pesada mochila. Saltaron dentro del pozo, dentro del cual aprovecharon para darse las últimas muestras de cariño durante el viaje: no podrían volver a besarse hasta estar solos de nuevo, qué tragedia!

Cuando llegaron al otro lado, el híbrido husmeó y sonrió al darse cuenta de que no había nadie en un radio de un kilometro de donde estaban ellos. Dejó caer la mochila en el suelo. Kagome se extrañó y preguntó:

- Por qué la dejas en el suelo? Perdona si pesa mucho, pero… siempre has llevado ese trasto al volver, no?

- Sigo llevando un trasto.

Antes de que la chica pudiera responder con otra pregunta, el mediodemonio la cogió en brazos. Ella se rió y exclamó:

- Nos van a ver!

- No hay nadie que nos pueda ver ahora. Vayamos al río un rato, anda.

- Está bien.

No hacía ni cinco minutos que estaban sentados en la orilla, abrazados y dándose mimos, entre risas, besos y caricias. De repente, Kagome se dio cuenta cuando estaba a punto de besar al chico, de que éste tenía algo en su frente…

- Inuyasha, te has manchado la frente- le informó, levantando la mano para frotarla. Pero ésta no se fue. Aquella cosa naranja que se veía debajo del flequillo del híbrido parecía fusionada sobre la piel. Y curiosamente, tenía forma de…

- Qué curioso.

- El qué?

- Esa mancha es naranja y tiene forma de…

La chica se quedó callada, y lo miró como si fuera un fantasma. Él se dio cuenta.

- Kagome, qué pasa?

La zafira no contestó, sino que se miró por dentro de su camiseta, fijándose en su senhal violeta. Volvió a levantar el flequillo plateado para poder ver la forma y luego la comparó con su marca en forma de estrella. Si no hubiera sido por el color, habría dicho que eran idénticas, salvo que la de él era naranja.

- Qué ocurre?- volvió a preguntar Inuyasha, impaciente.

- Inuyasha… es como si llevaras mi senhal, pero de color naranja y en la frente

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