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El hombre sonrió, comprensivamente:

- Sí. Eres lo más importante para él, Kagome. Te ama por encima de todo. Renunciaría a su alma por tu felicidad. Lo he leído en su mente.

La chica sonrió encantada y bajó la mirada. Acababan de darle la mejor noticia que había recibido nunca. Pero tenía que centrarse:

- En fin, sigue. Perdona la interrupción, Nincada.

- Para nada, mujer. Acabo de chivarme de un amor correspondido, tienes todo el derecho a estar feliz.

La zafira se rió de felicidad, y repitió con una sonrisa:

- Sigue, por favor.

- Bueno, estaba diciendo que él no sólo acelera tu proceso de formación (puede que en tres años tengas el mismo dominio que yo he conseguido en veintidós) sino que además… deja todos los otros a tu abasto. Perdona, ya sé que me explico fatal.

- No, tranquilo, me parece que ya sé a qué te refieres. Significa esto que… mi poder acuático…?

- Tu poder acuático, no. TUS poderes acuáticos. Gracias a ese amor que se ha mezclado con vuestro vínculo y lo ha potenciado, gozarás de todos los poderes acuáticos que existen.

- De verdad?- preguntó la chica, atónita.

- Te lo aseguro. Dominarás la evaporación, las formas del agua, los corrientes marinos, la congelación, los remolinos, la humedad del aire… todo lo relacionado con el agua que se te ocurra.

- Y encima lo aprenderé más rápido de lo normal…- dijo la chica.

- Exacto. Eres como una especie de "zafira prodigio". Aunque no todo es coser y cantar, Kagome. A la vez que el amor refuerza vuestro vínculo… el vínculo refuerza al amor.

- Qué quieres decir?

- Quiero decir… que el deseo aumenta.

La sacerdotisa volvió a sonrojarse, pero también se dio cuenta de que el hechicero tenía razón. Recordando hasta donde habían llegado con Inuyasha hacía ya tres días, aquel ataque pasional que les había dado en la época actual…. En aquel momento, ella había estado dispuesta a entregarse a él, a perder su virginidad. Y tiempo atrás… la Kagome de antes no habría permitido que la cosa fuera tan lejos. Aquello le hizo sacar una conclusión:

- Es decir, que como más poderosa me vuelva….

- … más deseo sentiréis los dos. Y cada vez os costará más controlaros.

- Y no hay ninguna manera de… evitarlo?

- Quieres evitarlo?

La chica aún se sonrojó más, pero consiguió decir:

- No es que quiera evitarlo… Le quiero más que a nada en el mundo, quiero… quiero ser suya pero… tampoco hace falta que cada dos por tres… ya sabes…

El hechicero captó la indirecta y dijo:

- Hay un modo de controlaros.

- Cual?

- Búscale la lógica. Cuando tienes sed, cual es la única manera de que desaparezca?

Kagome lo entendió. Tenía la cara tan roja que se podría haber hecho una barbacoa aprovechando la temperatura. Esperó a que Nincada respondiera su propia pregunta:

- Para hacer desaparecer la sed… hay que saciarla, no? Pues esto es lo mismo. Si queréis controlar vuestros impulsos, el único modo de calmar vuestro deseo es… dejaros llevar por él: tenéis que entregaros en cuerpo y alma.

Llevaba dándole vueltas al asunto toda la noche. Kagome había vuelto a su época al día siguiente de la visita de Nincada, y ya hacía dos horas que tendría que estar dormida. No podía parar de pensar en aquellas palabras: "Tenéis que entregaros en cuerpo y alma". Aquella oración se reproducía en su mente una vez tras otra, haciendo que se pusiera a temblar cada vez que pasaba. Cuando estaba sola y relajada, tenía miedo de ser demasiado joven para perder la virginidad. La atormentaban las típicas preguntas del tipo de: le dolería? Sabría satisfacer los deseos de Inuyasha en el caso de que ese momento llegara?

Suspiró y encendió la luz. Tenía la garganta seca. Buscó con la mirada el vaso de agua que había traído al acostarse y lo encontró encima del escritorio. Cuando iba a levantarse para cogerlo, se le ocurrió una idea para entrenar. Igualmente no podría dormir, así que… qué más daba si quería aprovechar horas de sueño perdidas? Se sentó sobre la cama y se concentró en la masa líquida que contenía el vaso. Estaría ya caliente, por lo que decidió que lo mejor sería enfriar el agua primero. Cerró los ojos, imitando a Nincada cuando lo vio helar el cubo de agua. Luego los abrió rápidamente. No pasó nada. Volvió a suspirar y lo intentó de nuevo. Tampoco pasó nada. Resopló con frustración y renunció a cambiarle la temperatura. Se concentró otra vez en el segundo paso que tenía pensado. Sonrió. Aquella vez le había salido a la primera: una porción del contenido del vaso se elevó en forma de esfera, como si flotara en el aire. Haciéndola levitar, acercó la pequeña masa líquida redondeada hacia ella. Estaba tan entusiasmada que perdió la concentración y la forma acuática impactó contra el suelo, creando un pequeño charco. Volvió a intentarlo con lo que quedaba en el vaso: aquella vez lo consiguió. Logró dirigir la esfera transparente hacia ella y la capturó con su boca, enviándola esófago abajo. Se sorprendió cuando notó que aquella agua… estaba helada! Al final, sí había conseguido hacerla fría, pero no se había dado cuenta.

De repente, se acordó de aquellas palabras: "Inuyasha es como una vitamina para mí". Había conseguido helar y levitar agua al primer intento, sin esforzarse. Había progresado a una velocidad sobrenatural, por lo que…

- Inuyasha, estás ahí?- preguntó ella.

- Cómo lo has sabido?- resopló una voz conocida.

Cuando el mediodemonio entró por la ventana, no pudo evitar fijarse en el senhal de la zafira: amarillo. Por qué se había puesto nerviosa? (la chica llevaba una camisa de tirantes, por lo que la estrella se veía perfectamente).

- Qué haces aquí?- preguntó la chica, ligeramente sonrojada. Era la primera vez que se dirigían la palabra desde aquel momento apasionado que habían vivido, en el cual habían perdido absolutamente los papeles- tienes idea de la hora que es?

- Lo sé. Pero ya no puedo esperar más- se acercó a ella, haciendo que ésta se pusiera a temblar de nervios. Su senhal estaba ahora como el plumaje de un canario- Qué quería Nincada?

Kagome suspiró, decepcionada y a la vez agradecida. Le contó lo que el hechicero le había dicho (tuvo que inventarse algunas cosas para hacer encajar su versión, ya que no se atrevía a contarle lo del amor y el deseo). Cuando terminó el relato, el mediodemonio dijo fríamente:

- Es decir, que como más cerca esté yo de ti, más rápido progresarás. Eso es todo?

- Exacto. Fíjate qué pasada.

La zafira señaló el charco que había en el suelo. Primero cerró los ojos y, al abrirlos al cabo de pocos segundos de concentración, pequeños remolinos danzaban entre la masa líquida. Alzó la mano y la cerró: una esfera de agua se elevó. Bajó el brazo y la forma cayó, volviendo a fusionarse con el resto del líquido. Entrecerró los ojos y éste se heló. Volvió a entrecerrarlos y volvió a liquidarse. Por último, hizo fuerza con el diafragma y frunció el ceño: el agua empezó a arder y se evaporó.

- Vaya… reconozco que es impresionante- dijo Inuyasha con - aunque me fastidia que yo no pueda llegar a hacerlo.

- Supongo que es tu castigo por reírte de mí mientras intentaba desarrollar las Cuatro Comunes- contestó ella con una sonrisa. Su senhal empezaba a volverse verde- anda, voy a intentar dormir otra vez. Nos vemos dentro de dos días.

La chica se metió en la cama y cerró la luz.

Antes de irse, Inuyasha le preguntó:

- Kagome, hay algo que quieras contarme?

La zafira se quedó callada durante unos instantes, pero acabó diciendo:

- No. Nada. Buenas noches.

El híbrido la miró fijamente mientras cedía al sueño. Era preciosa, incluso más que Kikyo. Cómo lo había hecho para hechizarle así? Como más días pasaban, más la quería y menos pensaba en Kikyo.

Cuando Kagome se durmió se acercó a ella y la besó en la frente. Ella sonrió dulcemente en sueños y susurró de forma inconsciente el nombre de Inuyasha. Éste se levantó, abrió la ventana para salir, la cerró una vez fuera y se fue. Lo que no sabía, era que su "niña", dejaría de serlo la noche siguiente

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