16

- Respira hondo cuando lances la llama, Gion! Rikku, atácale en el pecho! Si te haces invisible será más fácil, Thandra!

Sólo faltaban tres días para llegar al castillo de Naraku. Todos se encontraban en un campo abierto, combatiendo en parejas. Inuyasha se paseaba entre los que se entrenaban, protegido con una barrera espiritual para evitar tener que esquivar ataques fallidos, dando consejos de lucha. Entre el ruido, percibió el sonido de una bofetada y oyó a Sango gritar:

- No me toques, cerdo!

El mediodemonio se giró, encontrándose con lo que esperaba: Miroku se había acercado a su pareja de combate, Sango, pero no para desarmarla, sino para tocarle el trasero. Resopló con fastidio y le dijo, aburrido:

- Vamos, Miroku! Ponte en serio!- se quejó.

- Es que mi mano funciona sola!- contestó el monje.

- Y qué harás cuando estés delante de Naraku? Intentarás meterle mano a él también?

Los que les rodeaban y habían oído el comentario del híbrido estallaron en carcajadas, mientras el bonzo le dirigía una mirada asesina por haberle dejado en evidencia. Inuyasha siguió caminando por el campo de batalla, reanudando sus instrucciones en voz alta:

- Cuidado con la posición de la pierna, Ling, podrían hacerte la zancadilla fácilmente! Yodan, protégete la cara mientras atacas!- se detuvo delante de una persona que entrenaba sola con sus flechas- y en cuanto a ti…

Se acercó a Kagome por la espalda e hizo desaparecer la barrera. Su mano traviesa hizo exactamente lo mismo que había hecho la de Miroku unos segundos antes, aunque la zafira no se enfadó ni le pegó, sino que se rió, haciendo que fallara y la flecha que iba a disparar quedara fuera de la diana.

- Me has hecho fallar!- se quejó después de la risita.

- No sabes cuánto lo siento- ironizó él.

La abrazó por la cintura para poder mirar por encima de su hombro y ver sus progresos: Kagome estaba intentando combinar el hielo con el poder purificador de sus flechas. Un rastro de hierba congelada que iba desde su posición hasta la diana dejaba bien claro que estaba consiguiendo su objetivo. La giró hábilmente y la besó.

- Bien hecho, zafira- le dijo al oído cuando se separaron.

Fiu-fiu!- los silbidos divertidos de los que estaban cerca de ellos hicieron que rompieran el abrazo, riéndose y sonrojándose de forma leve- míralos, que monos!

- Anda, callaos!- ordenó Kagome entre risas mientras cogía otra flecha y volvía a apuntar a la diana.

- Hay niños delante!- dijo Sxin.

- Pues yo no veo ninguno…- dijo Inuyasha.

- Imagínate que los hay!

- No te han enseñado a no meterte en las conversaciones de los mayores?- replicó el mediodemonio con una sonrisa de satisfacción en la cara.

- Te recuerdo que yo te triplico la edad, mocoso!- contestó el líder del aire, riéndose.

- Ya, claro- dijo Kagome- tienes 201 años?

- Inuyasha sólo tiene diecisiete!

- Te recuerdo que estuve cincuenta años inmovilizado, pero a pesar de eso, estaba vivo- contestó el joven.

- Esos no cuentan!

Volvía a ser de noche. En la tienda particular de Inuyasha (el líder del ejército tenía su propia tienda, aunque ahora la compartía con Kagome), se oían risitas femeninas, y de vez en cuando, algún…

- Estate quieto! Estoy intentando entablar una conversación!- exclamó Kagome riéndose y arrojándole una pequeña almohada en la cabeza.

- Y yo intento ponerle fin- el chico se abalanzó sobre ella sin brusquedad, haciendo que se quedara tumbada de espaldas al saco de dormir.

- Espera, para!- la zafira intentó quejarse, pero a la vez que le besaba el cuello, Inuyasha le hacía cosquillas en las piernas, su punto débil. Eso le dificultaba el hablar a la mujer, que se reía sin poder evitarlo.

- Qué dices? Vocaliza mejor- él también se rió, sabiéndose en superioridad de condiciones.

Estuvieron un buen rato así, simplemente jugando (con la ropa puesta, no penséis mal, xd), cuando de pronto, Kagome dejó de moverse, rendida. Se quedó bocarriba y dijo:

- Vale, me rindo!- pronunció entre risas.

Él dejó de hacerle cosquillas. Se tumbó a su lado, pero un poco más abajo, para poder abrazarse a sus piernas y apoyar su cabeza en el vientre de la joven. Ésta soltó otra risita y bajó su mano para acariciarle el pelo y las orejas con suavidad. Los dos cerraron los ojos y se quedaron en silencio durante más de quince minutos, soñando despiertos y disfrutando del contacto del otro.

Se quedaron dormidos al cabo de pocos minutos, pero Kagome despertó cuando casi amanecía. No se encontraba bien… Tendría fiebre? Se incorporó con cuidado de no despertar a Inuyasha, aunque no lo consiguió: el mediodemonio abrió los ojos poco a poco y refregó la cabeza contra el vientre de la joven, perezosamente, mientras le acariciaba las piernas.

- Kagome, qué pasa? No puedes dormir?

La chica no contestó, cosa que preocupó al híbrido y se levantó para ver su cara. Estaba pálida y respiraba con dificultad. Acto seguido, sintió náuseas y se tapó la boca con la mano.

- Kagome?- se alarmó Inuyasha.

- Aparta!- le ordenó con voz débil.

La zafira salió de la tienda a toda velocidad y corrió hacia el bosque, sin destaparse la boca. El mediodemonio la siguió, consiguiendo alcanzarla.

- Kagome, qué ocurre?

Ya habían entrado al bosque y, sin contestarle a su novio, Kagome se inclinó sobre unos matojos y vomitó.

- Kagome!- exclamó el híbrido. Se acercó a ella y le recogió el pelo con delicadeza para que no se manchara.

- No… tienes… por que ver… esto- pronunció ella con dificultad, antes de volver a vomitar.

- No digas eso, no me importa- y era verdad. Se quedó quieto, acariciándole la espalda sudada (la chica llevaba una camiseta de tirantes) con una mano y sujetándole el pelo con la otra.

Cuando terminó, Kagome se incorporó respirando con dificultad. Le costaba mantenerse en pie, había vomitado todo lo que tenía dentro del estómago y se encontraba muy débil. Inuyasha la cogió en brazos con delicadeza y volvieron a la tienda. La recostó otra vez sobre el saco y se tumbó a su lado. Ella tenía los ojos cerrados y aún jadeaba levemente. Le puso una mano en la frente y luego se la besó. No tenía fiebre. Qué raro…

- Cómo te encuentras?- le susurró.

- Ahora… mucho mejor. Pero me siento un poco mareada…- contestó ella sin abrir los ojos.

- Quédate aquí. Voy a buscar a Thandra.

- A Thandra?

- Ella entiende de enfermedades. Enseguida vuelvo.

- Vale… Inuyasha.

- Dime- el chico se detuvo en la salida de la tienda para mirarla con ternura.

- No tardes, por favor.

- No lo haré. Respira hondo, enseguida estoy contigo.

Cuando se fue, Kagome se quedó mirando al techo. Qué le pasaba? Al cabo de dos minutos, Inuyasha y Thandra entraron por la puerta. La mujer hablaba con él mientras examinaba a la adolescente:

- Dices que ha vomitado?- le preguntó, tomándole el pulso de la mano a la chica.

- Sí, y bastante. Ahora dice que se siente mareada.

- Sólo un poco…- aseguró la aludida.

- Pero lo estás, no?- le preguntó la rubina.

- Sí, pero…

- Con eso me basta- Thandra respiró hondo y se inclinó para apoyar su oreja en el vientre de la enferma- Vaya, no es ninguna enfermedad del estómago, por lo que…

Se incorporó y concluyó:

- Kagome, tengo razones para creer que estás embarazada

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