Capítulo 8
—Mientras sea tu mejor amiga no pienso dejar que te saltes ni un solo día de clase, ¿queda claro? —advirtió (TN), mientras caminaba junto a Ace hacia el instituto—. Si tengo que ir a tu casa y sacarte arrastras de la cama, lo haré.
—Claro, como tú eres de las favoritas de ese maldito viejo... —se quejó el pecoso. Tan solo llevaban un mes de clase y ya estaba completamente harto de su nuevo tutor.
—No es verdad, Ace —aclaró la peli(t/c), tras soltar un largo suspiro—. Es más, creo que a ti es a quién más caso hace. Se preocupa por que des lo mejor de ti. Al fin y al cabo, solo estás en ese grupo porque dos alumnos acabaron cambiándose de instituto en el último momento.
—Ni hablar. Solo quiere hacerme la vida imposible. Debo ser una vergüenza para él por ese mismo motivo que acabas de explicar.
—Yo creo que solo trata de animarte —insistió la joven.
—No tienes ni idea —gruñó él, cruzándose de brazos.
—Bueno, me adelanto y te dejo solo con tu mal humor —avisó ella, acelerando el paso—. Cuando se te pase el mal humor me avisas.
—¡Oye! —exclamó Ace, aumentando también el ritmo para llegar a su altura—. ¿No se supone que tienes que apoyarme cuando estoy mal?
—Sí, pero es que no aceptas mi ayuda. Sigues ofuscado con tu idea y lo único que haces es pasarme tu energía negativa —explicó (TN)—. Sabes perfectamente que si alguien te hiciera algo malo te defendería.
—Vale, vale... Está bien. Intentaré... Verlo como tú dices —cedió Ace, finalmente, aunque no del todo convencido—. Lo intentaré.
—¡Esa es la actitud! —exclamó su amiga, con emoción, dándole un manotazo en el hombro—. Vas a demostrar que te mereces estar en este grupo tanto como los demás.
Un cuarto de hora después, tras llegar al instituto y subir a la clase, los alumnos y alumnas estaban sentados en sus respectivos pupitres. Se pusieron todos de pie para saludar apropiadamente a su tutor, Edward Newgate, cuando esté entró por la puerta.
—La semana que viene comenzaremos con los parciales de mis asignaturas —anunció el hombre, tras darles los buenos días—. Espero que os los toméis en serio. Será la primera prueba para demostrarme vuestra valía... Incluso si estáis aquí por suerte.
El pecoso apretó la mandíbula con fuerza con el objetivo de tragarse sus palabras. Ya había tratado de desafiarle un par de veces a principio de curso y había sido completamente derrotado. Humillado y, posteriormente, avasallado por (TN).
Si de verdad era una prueba, demostraría su potencial.
[•••]
Tras el anuncio de los parciales, los días fueron pasando. Clases, deberes, horas de estudio... La peli(t/c) apenas tenía tiempo para terminar los libros de lectura que se proponían en el club. Sus padres le obligaban a aprovechar hasta el último minuto de las clases extra de estudio.
Las actividades del club habían acabado hacía apenas unos minutos y la joven caminaba a paso acelerado por los pasillos del instituto. Se dirigía al aula de repaso. Había quedado con Ace en la puerta, como todas las tardes, pero iba algo justa de tiempo.
Tras girar la última esquina que llevaba a su destino, chocó de llenó contra alguien. El libro que había cogido de la biblioteca y que llevaba entre las manos, cayó de bruces contra el suelo.
—Perdón, no debería ir tan rápido por el pasillo... —se disculpó la chica, mientras se agachaba para recoger el libro.
—Está bien. Yo tampoco miraba por dónde iba. —(TN) reconoció rápidamente la voz de Arata. Alzó la cabeza y le observó mientras se incorporaba de nuevo.
—Tranquilo... —murmuró ella—. ¿No te quedas a la clase de estudio?
—Hoy no puedo. Tengo unas cosas que hacer —respondió el chico.
—Ah, pues... Nos vemos mañana en clase —se despidió la peli(t/c), sonriendo amablemente.
—Sí, hasta mañana —se despidió él, con aquella sonrisa que derretía los corazones de las chicas de su curso.
Al dirigirse de nuevo hacia la puerta, la joven vio a su mejor amigo apoyado en la pared. Le miraba con una sonrisilla dibujada en su rostro mientras se acercaba.
—Ah, pues... Nos vemos mañana en clase —le imitó el pecoso, poniendo voz cursi y haciendo gestos exagerados.
—Cállate, cállate... —gruñó ella, tapándole la boca con una de sus manos—. Yo no sueno así de ridícula, ¿vale?
—Vale, vale. Me queda claro —respondió él.
—Venga, chicos... Basta de tonterías y entremos —les indicó el profesor, apenas unos segundos después.
Aquella tarde, Ace no pudo sacar mucho provecho de aquella actividad extra. Por mañana, hacía apenas unas horas, habían tenido lugar los primeros parciales y deseaba desesperadamente conocer los resultados. Era consciente de que había flojeado en alguna actividad, pero esperaba no haber bajado del nueve. De lo contrario, debía prepararse para el sermón de aquel maldito viejo.
[•••]
El mismo viernes de aquella semana, Edward Newgate entró a primera hora con los exámenes entre las manos. Los dejó sobre su mesa, bajo la atenta mirada de sus alumnos.
—Las notas están puestas —anunció, tras unos segundos de silencio—. Os repartiré los exámenes para que miréis las correcciones.
Nadie dijo ni una palabra, tan solo esperaron pacientemente a que su tutor dejara los folios sobre su escritorio. La mayoría del alumnado estaba tranquilo y seguro de sí mismo, entre ellos (TN). No había encontrado dificultades a la hora de entender todos los conceptos y pensaba que había contestado todo bien. Sonrió al comprobarlo y ver los dieces escritos en la superficie blanca de las hojas.
Por su parte, Ace, sentado en una esquina al final de la clase, movía de manera involuntaria las piernas. Estaba nervioso. Lo que menos le apetecía a esas horas de la mañana era que ese viejo le hiciera alguno de sus estúpidos comentarios.
—¿Esto es todo lo que puedes hacer? —preguntó el tutor, alzando la voz, al mismo tiempo que dejaba los exámenes de matemáticas y física.
El pecoso apretó el puño con fuerza. Ocho y medio. Había secado un ocho y medio en ambos exámenes. Por cinco décimas no llegaba al sobresaliente. Sentía tanta rabia en su interior que no fue capaz de pronunciar ni una palabra.
—En fin. Vamos a corregir la última actividad —dijo Newgate, antes de darse la vuelta y caminar de nuevo hacia la pizarra—. Os pongo algo fuera de los test estandarizados y varios de vosotros falláis. ¿Alguna duda, Yamato?
—Solo quería comentar que el enunciado era algo más rebuscado que los que hemos realizado en clase, señor —explicó el alumno—. Normalmente las indicaciones son más claras y directas.
—La cuestión era haceros pensar un poco —aclaró el tutor. Por suerte, y tal y como esperaba, la mayoría del grupo había cumplido con sus expectativas—. De todas formas, por eso vamos a resolverlo ahora en la pizarra. Portgas D. Ace, sal y haz los honores.
El pelinegro alzó la mirada y clavó sus ojos oscuros en aquel desgraciado. ¿Acaso quería dejarle en ridículo delante de toda la clase? ¿No entendía que ya había tenido bastante con ver que no llegaba al sobresaliente? Tal vez sería mejor que le cambiaran de grupo y librarse de aquel maldito carcamal.
—¿Justamente él? Va a hacer que quedemos fatal —se quejó uno de los compañeros. (TN) se levantó rápidamente de su silla, lista para disparar.
—Nadie ha pedido tu opinión. Parece que no has aprendido nada de comportamiento desde primaria —le soltó, sin perder la calma. Su compañero iba a responderle, pero el tutor no tardó en intervenir.
—La señorita tiene razón, nadie ha pedido su opinión. Y la próxima vez que alguien hable sin permiso en esta clase le pondré una incidencia. Ahora, Portgas D. Ace, haz el favor de levantarte de la silla y tratar de resolver la actividad.
El pelinegro obedeció la orden y se levantó del pupitre, con el examen en la mano. Ese era el ejercicio que peor le había salido. Se había equivocado en un par de operaciones más, pero ese había sido un desastre total. ¿Por qué no pedir que lo resolviera a alguien que lo había hecho bien? Si lo que quería era que se entendiera bien...
—Deja el papel en la mesa y coge este —le indicó Newgate, ofreciéndole un trozo de papel, tan solo con el enunciado del ejercicio—. Hazlo de cero, no mires tu respuesta. (TN), lee en voz alta el enunciado.
La peli(t/c) se aclaró la voz y enseguida comenzó a leerlo. Ace escuchó atentamente la voz de su amiga mientras leía también el mismo las palabras.
Un momento. ¿Por qué no lo entendió el día del examen? ¡Sí estaba claro! Y no podía ser por los nervios, porque en aquellos momentos también estaba nervioso. Podría decir que incluso más que aquel día, pero acababa de ver la luz. Estaba prácticamente seguro.
Cogió una de las tizas blancas que había en una cajita de plástico y comenzó a escribir los datos del problema. Acto seguido, procedió a resolverlo.
Todos los presentes observaban en silencio mientras el pecoso iba avanzando y escribiendo cada vez más y más números sobre la superficie de color verde oscuro, casi negro.
—Ya está —anunció Ace, dejando de nuevo la tiza en su sitio. Se giró hacia su tutor, esperando el veredicto.
—¿Se puede saber por qué hiciste esta mierda en el examen? —preguntó este, alzando el papel y señalando el ejercicio. El pelinegro frunció el ceño y encogió los hombros—. El ejercicio de la pizarra está perfecto. Tomad notas los que os equivocasteis y el resto id preparando el libro.
Los estudiantes obedecieron las directrices, algo sorprendidos tras haber escuchado al profesor Newgate pronunciar una palabra malsonante.
Cuando Ace pasó por su lado, (TN) alzó los pulgares, disimuladamente. El pecoso le respondió con una sonrisa de felicidad. Había logrado sorprender al viejo carcamal. Incluso le había parecido verle cierta expresión de orgullo.
—Has estado increíble, Ace. Callando la boca de algunos maleducados que hay en esta clase —comentó (TN), cuando por fin llegó el descanso corto tras las dos primeras horas.
—Por suerte he tenido esta oportunidad para demostrar que puedo hacerlo... —murmuró el pecoso, levantándose de su pupitre—. ¿Vamos a por un té frío?
—Venga, vamos rápido —accedió ella. Bajó la voz para continuar hablando—. ¿Has visto que no es tan malo como tú crees? Te ha dicho a elegido a ti porque sabía que podías hacerlo.
—Bueno, no estoy tan seguro de eso... —dijo él. Su comentario provocó que su amiga pusiera los ojos en blanco—, pero lo importante es que ha salido bien.
—Oye, (TN). —Ambos se giraron al escuchar la voz de su compañero, Arata, justo antes de salir por la puerta de clase.
—Te espero en el pasillo —le avisó el pecoso, dándole un disimulado codazo. Ella le gruñó por lo bajo, antes de que se alejara.
—Dime, Arata.
—Puede que te parezca algo atrevido, pero... Me gustaría invitarte al cine este sábado —confesó el chico de cabellos castaños. La peli(t/c) no podía creer que uno de los alumnos más populares de la clase le estuviera pidiendo una cita.
—Bueno, es que Ace y yo hemos quedado en estudiar los fines de semana... Para los exámenes finales del trimestre —se inventó ella. Era todo muy precipitado, estaba nerviosa y no sabía qué hacer—, pero podemos mirarlo para más adelante.
—Que va, (TN), con estudiar por las mañanas tenemos más que suficiente —intervino, Ace, apoyado en la pared de en frente de la puerta. Decidió ayudar sin estropear la mentira de la chica—. No te preocupes.
—Entonces, ¿aceptas? —preguntó Arata, algo confundido. No le había hecho mucha gracia que el pelinegro estuviera tan pendiente de la conversación.
—Sí. Está bien... Hablamos por teléfono para concretar la hora —aceptó la joven, finalmente. De todas formas, ya no tenía escapatoria.
—Perfecto... Nos vemos después del descanso —se despidió Arata, antes de salir del aula. Por suerte, se fue en dirección opuesta.
—Pero... ¿Qué te has creído? —preguntó (TN), cabreada, mientras se acercaba a su amigo. Una vez cerca, comenzó a propinarle indefensos puñetazos en el pecho.
—No sé qué te pensabas que estabas haciendo... —declaró Ace, mientras iniciaban su camino hacia las máquinas expendedoras que había en el recibidor del instituto, cerca de la cafetería—. ¿Por qué buscabas una excusa si te apetece ir?
—Porque no estoy preparada. Nunca he tenido una cita... —respondió la peli(t/c), abrumada—. No sé lo que hay que hacer.
—No hay que hacer nada —aclaró el pecoso, tratando de aguantar la risa—. Solo disfrutar y pasarlo bien. Vas al cine a ver una película con un compañero de clase, y ya está.
—Claro, es verdad... Es solo ver una película, no es que vaya a besarme ni nada de eso. Puede que solo quiera conocerme más. No creo que alguien como él se fije en mí, en ese sentido —dijo ella, analizando la situación en voz alta.
—Deja de pensar eso. Cualquier chico podría fijarse en ti —le regañó él, dándole un suave manotazo en el hombro—. Sin embargo, no creo que se lanzara en la primera cita. Tal vez en la segunda, así que puedes estar tranquila por el momento.
—Si es que hay segunda cita —remarcó la joven de ojos (t/c).
—Te digo yo que la habrá —le aseguró el pelinegro—. Y, entonces, deberás invitarme al cine a ver la película que yo elija. Te recuerdo que hicimos una apuesta.
—Vaya, así que tienes buena memoria para lo que quieres.
—Oye, ¿lo de estudiar conmigo el fin de semana iba en serio? Porque no me importaría... Necesito sea como sea sacar un sobresaliente en todos los exámenes.
—Claro, podemos quedar por las mañanas —afirmó ella. Si sus padres sabían que iba a estar todas las mañanas estudiando le dejarían descansar por las tardes y tendría varias horas seguidas para leer.
—Pienso darle una lección a Edward Newgate. Voy a demostrar lo que valgo.
[•••]
El lunes siguiente, Ace y (TN) charlaban tranquilamente mientras caminaban hacia el instituto. Era un día soleado, y las temperaturas rozaban las máximas que solía haber durante el mes de mayo.
—Por cierto... —murmuró el pecoso, apenas unos minutos antes de llegar a la puerta—. Todavía no me has comentado qué tal fue el sábado.
—Bien. Vimos una película de comedia, comimos palomitas y dulces... —explicó la peli(t/c)—. Y... Me ha dicho de ir a tomar un batido el sábado que viene.
—La segunda cita. Y el finde siguiente me invitarás al cine —pronosticó el pelinegro.
—No se sabe. No tiene por qué pasar nada —insistió ella. La verdad es que no vio ningún tipo de acercamiento por parte de su compañero. Tal vez no quería nada o solo trataba de ser educado.
—¡Oh, (TN)! Tiene una cita y van a tomar un batido. —La joven de ojos (t/c) se llevó las manos a la cabeza y se masajeó las sienes. Ya había entrado en acción la pesada de Hikari. Pensaba que por fin se había librado de ella, ya que iba al grupo D, pero aun había pequeños encuentros—. Seguro que te emocionas cuando te dé a probar de su batido y piensas que chupar su pajita es como un beso. Tan espabilada para unas cosas y tan poco para otras...
—¿Qué pasa Hikari? ¿Tan importante soy para ti que te quedas escuchando mis conversaciones? —preguntó (TN), sonriendo falsamente—. Podrías estar igual de atenta en las clases.
—Claro que no me interesas. Olvídalo —dijo la chica de cabello rubio, acelerando el paso para alejarse de aquellos dos.
—Qué pesada es... —murmuró Ace.
—Me sabe mal... Debe tener serios problemas para meterse así con los demás, espero que algún día encuentre ayuda —comentó la chica. No iba a quedarse callada si se metían con ella, pero tampoco era necesario pasarse.
—Buenos días, (TN) —saludó Arata, tras entrar por la puerta del instituto. Sus palabras fueron acompañadas de una suave caricia en la cabeza de la joven. Él chico siguió su camino, sin esperar su contestación.
—Cada vez tengo más claro que habrá beso este sábado —afirmó el pecoso.
La peli(t/c) continuó caminando, con la mirada perdida en el suelo. ¿De verdad podría pasar? ¿Sería posible que Arata fuera a confesarse aquel sábado? Y... ¿Tendría su primer beso?
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