Capítulo 6
—¿Dónde estás, maldita marmota? ¿No te habrás vuelto a dormir? —preguntó (TN), desde el otro lado del teléfono móvil.
A ambos jóvenes les habían comprando uno de esos aparatos tecnológicos, ya que acababan más tarde por las actividades extraescolares y así podían avisar cuando salían y hablarles por el camino. Oscurecía demasiado temprano y, a pesar de que las calles eran bastante seguras, nunca se sabía si podías cruzarte con una mala persona.
—Ya te dije que me habían cambiado las pastillas... Mi cuerpo tiene que acostumbrarse —respondió Ace, mientras aceleraba el paso. Apenas había salido de su casa.
—Llevas casi dos semanas igual —se quejó ella, frunciendo el ceño—. Más te vale acostumbrarte pronto.
La joven colgó y esperó pacientemente a su mejor amigo. Por suerte, tan solo tardó cinco minutos más en llegar. Aceleraron el paso y, cuando llegaron a la puerta del instituto la fila de su clase ya se estaba dirigiendo hacia el aula. Caminaron los más rápido posible, sin correr, y lograron alcanzarles antes de que entraran en el edificio.
Las clases iban pasando tal y como lo hacían todos los días. Ya estaban a finales de noviembre y pronto tendrían los exámenes de aquel segundo trimestre.
Los primeros no habían salido nada mal. Todo gracias a las clases que tenían por las tardes, después de las actividades de los clubes. Aquellas clases no eran obligatorias, pero gran parte del alumnado solía apuntarse.
En un principio, (TN) no iba a apuntarse, ya que siempre había sido autónoma y responsable en el estudio. Sin embargo, desde que se apuntó al club de literatura, sus padres habían notado que se dejaba deberes por hacer y que no estudiaba todo lo que debería. Algunos días se pasaba las tardes leyendo, casi hasta la hora de cenar. Por ello decidieron que se apuntaría a las tardes de estudio en el instituto.
Aquella mañana de clases, durante la hora de antes de comer, Ace cayó rendido. Se durmió en medio de clase, con la cabeza apoyada sobre sus brazos, que a su vez estaban sobre el pupitre.
—Profesor Thatch, Ace se ha vuelto a dormir —avisó Hikari, mientras levantaba la mano y sin esperar a que el profesor le diera permiso para hablar.
—Hikari, preocúpate de tus asuntos y deja de interrumpir la clase. Los demás queremos aprender —saltó la peli(t/c), tratando de mantener un tono de voz neutro. La rubia fue a contestar, pero fue interrumpida.
—(TN) tiene razón. Sabes perfectamente por qué tu compañero se ha dormido. Llevamos varias semanas igual, Hikari. No interrumpas más la clase por ese tema —le regañó el tutor. Ella soltó un pequeño gruñido mientras se acomodaba correctamente en su silla.
Thatch era totalmente consciente del problema de Ace y del cambio en su medicación. Dadan se había encargado de explicarle todo a principio de curso, en una reunión individual. Posteriormente le aviso sobre el cambio de pastillas.
No podía castigarle o regañarle por ello, así que simplemente le dejaban dormir y (TN) se había ofrecido para explicarle los contenidos que se perdiera en ese momento. De todas formas, sus cabezadas no solían ser muy largas durante las horas de clase. Y no siempre se dormía.
—Nos vemos donde siempre cuando acabemos, ¿vale? —se despidió, la joven de su amigo, al mismo tiempo que recogía rápidamente sus cosas de clase.
El pecoso tan solo asintió. Desde que empezaron a ir juntos a las clases de la tarde, quedaban en la puerta principal cuando acababan sus respectivas actividades. Una vez juntos subían al aula.
La joven de ojos (t/c) caminó a paso rápido por los pasillos del instituto. Se moría de ganas por llegar con sus compañeras de lectora y comentar el libro que habían acabado esa semana, Viaje al centro de la tierra.
Le había encantado. Bueno, prácticamente cualquier historia le enganchaba. Devoraba las páginas como si no hubiera un mañana. Aunque ya no tenía tanto tiempo desde que se quedaba en el colegio por las tardes. No obstante, sabía que sus padres le habían apuntado por su bien. Tenía que estudiar y sacar buenas notas.
Aunque seguía sin saber a qué quería dedicarse. Prácticamente todos menos ella y Ace parecían tener muy clara su futura profesión.
—¡Ey, (TN)! —saludó Akira, la presidenta del club, nada más entró la menor por la puerta—. Coge asiento en el círculo de debate y esperamos a las demás.
La peli(t/c) sonrió con emoción. Todas las presentes compartían el mismo brillo en sus ojos. Estaba en el paraíso.
Por su parte, durante aquella hora de actividades de clubes, Ace estuvo practicando sus movimientos de boxeo con otro compañero de primer año. En apenas unas semanas harían un pequeño campeonato a nivel interno en el que se enfrentarían todos los miembros del club. De aquella forma, practicarían para la exhibición de final de curso. En aquella sí tendrían público.
—Ey, Ace, ese gancho va mejorando —le felicitó el líder del club—. Más te vale darnos guerra en los combates.
—No lo dudes —dijo el pecoso, sonriendo con algo de arrogancia. Pelear con los puños nunca se le había dado mal, pero todavía tenía que pulir mucho más las técnicas.
Y así pasaban sus días: clases, actividades del club, más clases y alguna que otra quedada para merendar con sus nuevos amigos. Se habían adaptado bastante bien a ese nuevo entorno.
[•••]
—¡Cariño! —exclamó la madre de (TN), mientras se dirigía hacia la puerta. La joven apenas acababa de entrar en casa—. ¿Qué tal han ido las notas?
—¡Genial! Todo sobresalientes. Bueno, el de educación física ha sido un nueve, pero sabes que hay algunas cosas que se me dan mal —explicó ella.
—Papá se pondrá muy contento cuando lo sepa —comentó la mujer, acariciando con suavidad el pelo de su hija—. Venga, deja tus cosas en la habitación y date una buena ducha. Cenaremos dentro de un rato.
La peli(t/c) aceleró el paso y preparó rápidamente las cosas para ducharse. Esperaba al menos poder empezar a leer el nuevo libro que habían escogido en el club. La presidenta solía proporcionarles los libros, que se pagaban con dinero del instituto y después se dejaban en la biblioteca.
Tras una relajante ducha de agua caliente y de ponerse su pijama calentito, la joven de ojos (t/c) abrió su mochila, cogió el libro y se tumbó sobre el colchón. Acarició la portada con las yemas de los dedos y se acercó el libro a la cara para aspirar el olor de las páginas.
Se sobresaltó al escuchar que alguien golpeaba la puerta de su habitación.
—Mi amor, ven a poner la mesa. Papá ya ha llegado a casa y la cena está casi lista —escuchó decir a su madre, desde el otro lado.
—¡Voy! —avisó la pequeña, que se levantó de la cama a regañadientes.
En menos de diez minutos, la mesa estaba puesta y la cena servida. Obviamente, el tema estrella de la velada fueron las notas de (TN). Su madre sacó el tema en cuanto pudo.
—Estoy muy orgulloso de ti, hija —le felicitó su padre. La pequeña sonrió, complacida, mientras comía las deliciosas verduras en tempura que su madre había preparado—. Hicimos bien en apuntarte a las tardes de estudio. Está bien que dediques tu tiempo libre a leer, pero solo cuando hayas acabado los deberes y estudiado. ¿Lo entiendes?
—Sí, claro papá —respondió ella. Al fin y al cabo, sus padres debían saber qué era lo mejor para ella.
Mientras tanto, en otra parte de la ciudad —no muy lejos de allí—, Ace también estaba reunido y cenando con su familia. Incluso Garp había logrado escapar del trabajo para celebrar las notas de sus queridos hijos adoptivos.
—¡Esos son mis chicos! —exclamó el hombre, dando una fuerte palmada en la espalda a cada uno de ellos.
Sabo había sacado todo sobresalientes; el pequeño Luffy, gracias a la ayuda del rubio, había logrado aprobar con algún que otro notable sus exámenes y Ace también había aprobado todo. No había sacado notaras, pero los primeros notables empezaban a aparecer.
—¿Nos compradas una vídeo consola? —preguntó el pequeño pelinegro, sonriente.
—Claro que no —aclaró Garp—, es vuestra obligación aprobar las asignaturas. Debería bastarte con la felicitación de tu abuelo.
—Ya, sí... —murmuró Luffy, sin poder evitar ocultar su cara de disgusto.
Todos se rieron al observarle. Desde luego, aquel pequeño no era nada bueno disimulando.
[•••]
Las navidades pasaron tranquilas, disfrutando del tiempo en familia. El día uno de enero por la tarde, tras las respectivas comidas familiares, (TN) caminaba en dirección a casa de su querido amigo pecoso. Era su cumpleaños y Dadan había preparado una merienda para él, sus hermanos y sus amigos de clase.
Una vez en el portal, la peli(t/c) llamó al timbre de la casa. Le gustaba la casa de Ace porque no era un piso. Era algo más tradicional, pero con un toque moderno. Enseguida vio el rostro de su mejor amigo cuando se abrió la puerta.
—¡Ace! —exclamó la pequeña, abalanzándose sobre él. Se fundieron en un tierno y cálido abrazo—. Ya cumples catorce años. ¡Eres un viejo! Y cada vez estás más alto... Eso no vale.
—No es mi culpa, tú eres una enana —se burló el pelinegro, despeinando a la chica.
—¿Quieres pelea o qué? Me da igual que sepas boxeo —le advirtió ella, poniéndose en guardia.
—¡Ey, chicos! —Ambos se giraron al escuchar la voz de Kenzo. Él y Kishi estaban a punto de cruzar la calle.
—Vamos dentro. El resto está en el salón —indicó el pecoso, una vez sus otros dos invitados cruzaron el umbral de la puerta.
Dadan había preparado mochi de distintos sabores y tazones de chocolate caliente con nata. A pesar de la gran comilona de Año Nuevo, los jóvenes devoraron la merienda sin dejar nada sobre la mesa. Estuvieron charlando animadamente y riéndose de alguno de los comentarios del pequeño de la familia.
Una vez acabada la merienda, llegó el momento de los regalos. Ya que coincidía con Año Nuevo y era tradición, Ace recibió amuletos, postales de felicitación del año y tarjetas del cumpleaños. La más extensa era la de (TN), la cual estaba escrita por ambas caras internas.
—Mejor las lees luego, Ace —comentó Dadan, mientras guardaba todos los regalos en la misma bolsa—. Lo dejaré en la habitación. Si queréis podéis usar el karaoke.
—¡Sí, karaoke! —exclamaron prácticamente todos a la vez.
Cantaron solos, en duetos, en grupo... Algunos mejor que otros, pero eso era lo de menos. Pasaron un rato de risas increíble. Ace no podía evitar sentir una gran felicidad. No es que no tuviera bastante con sus hermanos o (TN), pero había sido genial tener por primera vez un grupo de amigos de verdad con los que celebrar su cumpleaños.
Tras unas cuantas canciones, la peli(t/c) se retiró un momento al baño. Llevaba aguantando desde hacía un par de canciones, pero no quería que le robaran su favorita, así que esperó hasta que llegara su turno y poder cantarla.
Cuando vio el papel higiénico ligeramente manchado de rojo no pudo evitar sobresaltarse. ¿Había llegado el momento? Su madre le explicó que en cualquier momento se convertiría en una mujercita, pero hubiera preferido que ese momento llegara cuando estaba en su casa.
—¿Dadan? ¿Dadan estás por ahí? —preguntó la pequeña, acercándose a la puerta del baño. La minifalda le cubría las partes íntimas, pero llevaba las bragas bajada hasta las rodillas—. ¿Dadan?
—¿Pasa algo, (TN)? —preguntó él pecoso, mientras abría la puerta. Había escuchado la llamada de su amiga mientras pasaba a por el pasillo. Cuando abrió la puerta no pudo evitar fijarse en que la ropa interior de la chica estaba ligeramente manchada de sangre—. ¿Estás bien?
—Sí, no es nada. .¿Sabes dónde guarda Dadan las compresas? —preguntó ella, manteniendo la calma.
—Voy a buscarla —avisó el pelinegro, confundido. Definitivamente, era mejor que su madre adoptiva se encargara del tema.
Poco después, la mujer de cabellos rizados, apareció en el baño y le prestó una de las compresas que guardaba en uno de los cajones. Por suerte, de momento todavía usaba. Se quedó un momento con la pequeña para explicarle cómo ponérsela pero, desde luego, aquella jovencita era una chica con recursos.
Tras unos minutos de vuelta al salón, (TN) comenzó a sentirse un poco mal, así que decidió mandar un mensaje a su madre para ver si podía pasar a buscarla con el coche. La mujer no dudó ni un segundo. Ya era de noche y casi la hora de cenar. Las calles estaban animadas a esas horas, pero también podías cruzarte con algún que otro borracho.
Mientras esperaban la llegada de la madre de (TN) se despidieron de Kenzo y Kishi. Ambos vivían cerca, a menos de diez minutos caminando y eran vecinos. Pocos días después de comenzar el instituto, cuando empezaron a formar parte del mismo grupo, decidieron quedar para ir juntos a los sitios.
—Me lo he pasado genial en la fiesta, Ace —comentó la peli(t/c), mientras su amigo y Dadan le acompañaban hasta la puerta—. Me pasaré uno de estos días para ayudarte a acabar los deberes de Navidad.
—No será mucho, solo tengo unas dudas de matemáticas —aclaró el pelinegro. Seguro que se quedó dormido durante esa lección, aunque las matemáticas no eran su fuerte de todos modos.
—Está bien. Vamos hablando. —La pequeña se acercó a su amigo para darle un abrazo de despedida y, acto seguido, abrazó también a Dadan.
La mujer de cabellos naranjas le devolvió el abrazo con fuerza. Aquella jovencita era como un ángel para ella. Daba gracias todos los días por que Ace y ella hubieran coincidido en el nuevo colegio. Le había llevado por el buen camino y estaría agradecida eternamente.
La chica de ojos (t/c) se separó al escuchar el sonido del claxon. Su madre había llegado. Se despidió sacudiendo la mano con energía y aceleró el paso hasta el coche.
—Mi pequeña ya es toda una mujercita —comentó la madre, orgullosa, mientras achuchaba a la pequeña.
(TN) aguantó el arrebato de besos mientras pensaba en el horrible que seria pasar por aquello cada mes.
[•••]
Tras las vacaciones de Navidad, comenzó el último trimestre del primer año de instituto. Ace ya no solía dormirse por las mañanas, así que ambos llegaban a tiempo, cuando la fila todavía estaba en el patio. Aquella mañana, Hikari abordó a la peli(t/c) cuando está entró en clase.
—Ya se tu secreto —dijo la chica de cabellos rubios, alzando la voz—. Te ha venido la regla. Te ha venido la regla.
—No es ningún secreto —aclaró (TN), mirándole con superioridad. Debía haberle escuchado hablar con Kishi en la fila. Su amiga tenía algunas dudas sobre el tema y le había preguntado—. No sé cuando te vendrá a ti, porque todavía eres una niña inmadura.
—(TN), ves aquí —le ordenó su tutor, desde la mesa del profesor. La alumna le hizo caso rápidamente—. No quiero peleas entre vosotros.
—No estaba peleando —se excusó la joven.
—No físicamente, pero sí verbalmente —aclaró Thacht, mientras ordenaba unos folios.
—Pero, profesor, no puede negarme mi arma: la palabra. El sarcasmo y la ironía —suplicó la peli(t/c), poniendo un toque dramático en su voz. El mayor no pudo evitar sonreír. Aquella pequeña a veces se comportaba de manera extraña para su edad—. Le prometo que jamás me pelearé ni insultaré a nadie porque sí, pero necesito defenderme si alguien me molesta.
—Está bien. Confío en que seguirás defendiéndote de manera correcta.
La chica sonrió con satisfacción y se dirigió a su pupitre, al lado del de Ace. Ambos se miraron y sonrieron con complicidad. Estaban preparados para darlo todo esos últimos meses del primer curso.
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