Capítulo 3
Las fiestas de Navidad pasaron. Durante esos días las calles se llenaron de luces y los comercios se cubrieron de adornos navideños.
Los niños eran los que más disfrutaban de estas fechas, pero también las parejas. Era una época romántica. Los amigos y los novios intercambiaban regalos, incluso más que entre familias.
Ace, Sabo y Luffy no eran del todo familia —aunque ellos se consideraban completamente hermanos—, así que se permitían el lujo de hacerse algún obsequio entre ellos. El dinero era de Dadan, así que era como si ella les hiciera los regalos.
—Hola, Ace. ¿Cómo estás? —saludó Makino, al pequeño. Era una tarde cualquiera de las vacaciones y la mujer ya había puesto el cartel de "cerrado".
—Bien, ¿necesitas ayuda? —preguntó el pecoso, algo nervioso. Tenía las manos tras la espalda, ocultando un regalo que le había comprado.
—No te preocupes —respondió ella, sonriendo dulcemente—. ¿Escondes algo?
—Es... Bueno, es un regalo que te he hecho —explicó él. Estaba a punto de enfadarse por estar quedando como un tonto, pero supo controlarse—. Toma.
La mujer cogió la pequeña caja de regalo que había entre le las manos del pequeño. Lo apoyó en la barra y comenzó a desempaquetarlo bajo la atenta mirada de Ace.
—¡Es muy bonita! —comentó, emocionada, mientras observaba aquella pulsera de cuero trenzada. Era de color verde oscuro.
—La he hecho yo —recalcó el pecoso.
—Es un de talle muy bonito. ¿Has hecho alguna más?
—Bueno, he hecho otra para... Una amiga —respondió el chico.
Bueno, tal vez no eran amigos, pero era con quien más hablaba en clase. Y puede que llegaran a serlo. Aunque, después de como se despidió antes de las vacaciones tal vez no quiera saber nada de él.
—Seguro que le encanta como a mí —le aseguro, mientras le alborotaba el pelo con cariño. El pequeño apartó la mirada mientras sus mejillas se teñían ligeramente de un tono rojizo.
—Tengo que volver ya a casa. Estamos acabando los deberes de Navidad.
—Así me gusta, que seas tan trabajador. Adiós, Ace. Nos vemos —se despidió Makino, antes de volver al trabajo.
El pequeño se despidió, agitando la mano, antes de darse la vuelta para dirigirse hacia la puerta.
[•••]
Las vacaciones habían acabado y ese día Ace había llegado a la esquina más pronto de lo habitual. Uno de sus propósitos era no llegar tarde nunca más. Además, quería tener un momento a solas con (TN) antes de que llegaran los pequeños.
Se suponía que la tarea de acompañar niños debía ser individual, pero en algunas zonas el número de niños era menos, así que algunos continuaron acompañándoles por parejas. No era justo que algunos se libraran de aquella tarea.
No tardó en verla a lo lejos. Caminaba alegremente y agitó la mano en el aire cuando vio al chico, este también la levantó, respondiendo al saludo.
—¡Qué puntual! —exclamó la chica, sonriente—. ¿Qué tal las vacaciones?
—Muy bien. ¿Las tuyas?
—Bien. Con la familia y haciendo los deberes —respondió, encogiéndose de hombros.
Se quedaron en silencio durante unos segundos, hasta que el pecoso se decidió a hablar.
—Tengo una cosa para ti —comentó, al mismo tiempo que se descolgaba una de las asas de la mochila, para buscar en el interior.
—¿Para mí? —murmuró la peli(t/c), sin poder ocultar el tono de sorpresa.
—Sí, toma. —Extendió la mano, ofreciéndole un sobre decorado con un pequeño lazo.
Su compañera lo aceptó y comenzó a abrirlo con cuidado, para no romperlo. De su interior, sacó una pulsera de té zafa de hilos, combinados distintos tonos de color (c/f).
—Es muy bonita. ¡Y el (c/f) es mi color favorito! ¿Las hecho tú?
—Sí —respondió él, mirando al suelo. Sabía que era su color favorito, lo había escuchado alguna vez en clase.
—No pensaba que me harías un regalo.
—Es como una pulsera de la amistad. Bueno, para marcar el comienzo de nuestra amistad... O algo así —explicó, algo nervioso. Frunció ligeramente el ceño, pero trató de relajarse.
—Entonces tengo que hacer una para ti —dijo ella, con decisión.
—Me parece bien. Además, ha sido hace poco mi cumpleaños.
—¿Qué? ¿Ha sido durante las vacaciones? —preguntó, algo desilusionada. Podrían haber hecho una fiesta o una quedada para merendar.
—Este fin de semana. El uno de enero —respondió.
—El próximo año lo celebraremos.
La conversación se vio interrumpida. Ya habían llegado los dos primeros niños, prácticamente a la vez. El resto no tardó mucho en llegar, así que se pusieron en marcha hacia el colegio.
—¿Cuándo es tu cumpleaños? —preguntó el pecoso, cuando se quedaron de nuevo solos y caminaban hacia la fila.
—Es a finales de febrero —respondió. Seguidamente, saludó con emoción a su grupo de amigos de clase. Eran siete en total, contándole a ella—. ¡Ay! Tengo algo que contaros. Ven, Ace, acércate.
El chico dudó durante unos segundos. Finalmente, acabó dando los escasos pasos que le separaban del grupo.
—Este fin de semana mi madre va abrir por fin la floristería —anunció (TN) con orgullo—. Haremos una pequeña fiesta para celebrarlo. Allí mismo, habrá chocolate caliente y nubes. Estáis invitados.
—¿Nosotros podemos ir? —preguntaron otros dos chicos de clase, que no había podido evitar escuchar la conversación.
—¡Sí, claro! Estáis todos invitados —respondió ella—. Le diré a mi madre que pase la hora y el sitio por el grupo de clase.
Ace se quedó observándola. Desde luego, era muy popular entre los compañeros, y no era de extrañar. A pesar de ser un poco pesada con las normas y algo cascarrabias a veces, siempre estaba dispuesta a ayudar. Era amable, jamás se burlaba de nadie e intervenía si alguien lo hacía. Cualquiera querría ser su amigo.
Aquel mismo día, unas horas después. El pelinegro ya se había despedido de su compañera y estaba a punto de llegar a casa.
Había sido un buen día, un buen comienzo de año. Todos los consejos de Makino le habían servido para comportarse decentemente en clase. Todos se habían sorprendido por su actitud, incluso Marco le había felicitado.
Sabía que en algún momento podía perder un poco los nervios, pero a todo el mundo le pasaba. Solo tenía que intentar reaccionar mejor.
—¡Ya estoy aquí! —anunció, mientras se quitaba los zapatos en la entrada.
Sabo y Luffy ya estaban sentados en la mesa del comedor. Debían haber llegado hace poco. Dadan también estaba con ellos. Era el momento ideal para dar la noticia.
—Me han invitado a una fiesta este fin de semana.
—¿En serio? ¿Quién? —preguntó Sabo, sin poder ocultar su felicidad. ¿Ace por fin había hecho amigos?
—Una compañera de clase. Su madre va a abrir una floristería y hará como una fiesta para celebrarlo, allí mismo —explicó el pecoso—. Ha dicho que avisarán por el grupo WhatsApp de padres.
—Bien, estaré atenta —dijo Dadan. Al parecer, por fin aquel pequeño estaba empezando a hacer amigos.—. Vosotros dos iréis al bar de Makino a hacer los deberes.
—¿Esa es la compañera de clase a la que le estabas haciendo la pulsera? —preguntó el pequeño de los hermanos.
—¿Qué dices, Luffy? La pulsera era un regalo para Makino —aclaró Ace, tratando de mantener la calma.
—Pero estabas haciendo... —comenzó a responder Luffy.
—Oye, ¿Dadan habrá comprado carne para la cena? No quedaba mucha ayer —comentó el pecoso, rápidamente. El pequeño le miró, alarmado.
—¡Dadan! —Luffy se levantó de la silla y fue a buscar a la mujer, que había abandonado hacía apenas unos segundos el salón. Se habría acordado de comprar la carne, ¿verdad?
—¿Así que has hecho una amiga? —preguntó el rubio. Ace suspiro, de él sí que no se libraba.
—No es que seamos amigos... Solo quería empezar mejor este año.
—Eso está muy bien. Estoy muy contento, Ace. Tienes que esforzarte lo que queda de año. El curso que viene estaremos juntos de nuevo, en el mismo instituto.
—Ya, aunque tú irás un año por delante —comentó el pelinegro, algo desanimado. Tendría que volver a acostumbrarse a una nueva clase. Justo ahora que tenía la sensación de que las cosas iban a mejorar.
—Pero podremos vernos en los descansos largos. Además, harás nuevos amigos con tu nueva actitud. Estoy seguro —dijo Sabo, convencido. Ace, sonrió, levemente. Tal y como su hermano lo decía, todo parecía más fácil.
[•••]
Ese mismo día, después de las clases, (TN) entraba por la puerta de su casa y saludaba a sus madre al mismo tiempo que se quitaba los zapatos en la entrada.
—Estoy preparando algo de merendar. ¿Cómo han ido las clases? —preguntó la mujer, cuando su hija se sentó en una de las sillas, junto a la mesa que había en la cocina.
—Bien. He comentado lo de la celebración de la floristería —explicó—. Iba a decirlo solo a mis mejores amigos, pero lo ha escuchado más gente, así que he invitado a toda la clase.
—Lo pondré por el grupo y que me vayan confirmando, para ver cuánto chocolate compramos —comentó la señora (TA), mientras controlaba que el té no se calentara demasiado.
—No creo que vengan todos —aclaró la pequeña, pensando en Hikari y su grupo.
—¿Y esa pulsera? —preguntó la mayor, sin ni siquiera mirar a su hija en aquel momento. Estaba preparando un pequeño surtido de dulces de té matcha para ambas.
—Ah, me la ha regalado un chico de clase —respondió, mirando fijamente la pulsera de hilos (c/f).
—¿Un chico? ¿Un amigo tuyo? —A la mujer comenzaba a entrarle curiosidad. Su pequeña comenzaría pronto el instituto. Se estaba haciendo mayor.
—No es de mi grupo, pero creo que vamos a empezar a ser amigos.
—¿Es ese chico que se porta mal en clase?
—Sí... Pero está cambiando. Es que su vida no ha sido muy fácil. No sé nada, sólo sé que Marco me dijo que tuviéramos paciencia. No he preguntado nada.
—Parece que la paciencia está dando sus frutos, ¿verdad? —Su madre le sonrió, dulcemente, antes de comenzar a servir el té. Estaba muy orgullosa de su hija.
—Eso parece —murmuró la pequeña, contenta.
[•••]
El gran día había llegado. Tal y como (TN) temía, Hikari y sus amigos no irían a la fiesta. Casualmente, todos tenían que hacer algo esa tarde.
La pequeña estaba realmente emocionada, tanto como si madre, aunque lo exteriorizaba más. Hubieran estado todavía más contenta su su padre hubiera podido estar allí, pero los sábados también trabaja. Habían quedado que, después de la cena irían los tres juntos para que le enseñaran cómo había quedado la floristería. Ese día se había puesto uno de sus vestidos favoritos, de flores. Aunque por la calle el abrigo grande se lo tapaba, dentro podía llevarlo sin problemas. Además, su madre había elegido unos leotardos que combinaban muy bien.
Estaban preparándolo todo. Habían montado unas cuantas mesas en la parte trasera de la tienda y otro par en el interior. El local era antes una cafetería y tenía una zona al aire libre. Su madre había pedido que la convirtiera en un pequeño invernadero. Había apartado las macetas hacia los lados, y tenían espacio de sobra para los invitados. Los niños merendarían allí mismo y los mayores se quedarían dentro de la tienda.
A parte de los compañeros de clase también vendría la tía de (TN) con sus dos hijos pequeños, es decir los primos de ella. Ese año cumplían tres y comenzarían la primera etapa de la escuela.
Eran la única familia que la peli(t/c) tenía por parte de madre. Sus abuelos fallecieron cuando ella era aún más pequeña. Apenas tenía recuerdos claros de ellos. Alguno borroso en su mente y varías fotos del álbum que tenía su madre.
Cuando quedaron pocos minutos para la hora acordada, comenzaron a servir el chocolate en las tazas. Estaba bastante caliente, así que aguantaría bien hasta que los invitados empezaran a beberlo.
Un rato antes de ese momento, Ace salía de casa junto a Dadan. No estaba muy cómodo con su atuendo. Aquella mujer le había hecho ponerse zapatos negros de cuero, pantalones grises y una camisa blanca de botones bajo una chaqueta también de color gris.
—Deja de mirarme así. Tenias que arreglarte un poco —insistió ella.
Él no dijo nada. Sabía que tenía razón y no quería enfadarse por tonterías. Esa semana había avanzado mucho con su actitud y estaba contento por ello. Los consejos de Makino funcionaban muy bien y no quería defraudarla ni a ella ni a él mismo. Sabo también estaba orgulloso de él y Dadan estaba más agradable.
La floristería no estaba muy lejos de casa de (TN). Así que tardaron en llegar más o menos lo que tardaba él en llegar todas las mañanas a aquella zona.
Las puertas estaban abiertas. Desde fuera se podía ver a un grupo de adultos que estaban charlando en el interior. Una de las mujeres les saludó y se acercó hasta ellos. Debía ser la madre de la peli(t/c), ya que se parecían.
—Buenas tardes, tú debes de ser Ace —saludó, sonriente.
—Sí, soy yo. Buenas tardes —respondió el pequeño, educadamente.
—(TN) y le resto están pasando aquella puerta del fondo —indicó la mujer, señalando con el dedo—. Los mayores nos quedaremos aquí.
El pequeño camino por el interior de la tienda y se dirigió a la puerta que le habían indicado. Todo estaba muy bien decorado. Las paredes, las estanterías, los cuadros y algún que otro mueble más eran de tonos pastel. Estos tonos resaltaban la gran variedad de colores que teñían las flores. Había ramos, coronas y otros objetos de decoración. Se notaba que la madre de (TN) había estado esforzándose mucho creando aquellas muestras. Esperaba que tuviera éxito.
Nada más abrir la puerta vio a sus compañeros y compañeras, rodeando una mesa llena de vasos con chocolate, nubes y otros dulces.
—¡Ace! —saludó, la peli(t/c), con emoción. Se acercó corriendo hasta él y tiró de su muñeca—. Vamos, vamos. ¡Se enfriará el chocolate! Puedes coger todo lo que quieras. Es mejor que no sobre nada o nos pondremos como focas en mi casa.
Ese comentario hizo que el resto soltara unas cuantas carcajadas. El pecoso también sonrió. Era muy distinta cuando no estaba preocupada por que se cumplieran las normas.
Todos saludaron al recién llegado y enseguida se sintió parte del grupo. Aunque no participaba mucho en la conversación, no se sintió para nada desplazado.
Ya había pasado casi media hora mientras los estudiantes charlaban y se atiborraban a dulces y chocolate. Algunos hasta se rellenaron un par de veces el vaso. Aunque no estaba tan caliente como al principio, seguía estando delicioso.
Todo iba bien hasta que (TN) decidió que era momento de pedir más nubes comestibles a su madre. Se dio la vuelta sin dejar el vaso de chocolate sobre la mesa y se chocó contra Ace, que estaba a su lado. Ambos perdieron el equilibrio y sus vasos cayeron sobre ellos, derramando el contenido de su interior.
El pecoso comenzó a sentir nervios cuando sus compañeros empezaron a reírse. Estaban alrededor de ellos y no paraban de reír mientras les señalaban. Notaba que su enfado iba creciendo. Odiaba que se rieran de él. Lo peor de todo es que (TN) también se reía.
—No eres la más indicada para reírte. Tienes chocolate por toda la cara —le indicó Ace, tratando de controlarse.
—Bueno, tenemos tratamiento facial gratis —comentó, como pudo.
Poco a poco, una sonrisa fue formándose en el rostro del pelinegro. No tardó en comenzar a reírse también. La peli(t/c) tenía una risa muy contagiosa. Además, no iba a negar quedaría ser una situación muy graciosa desde fuera. Seguro que todos se hubieran reído igual aunque le hubiera pasado a otro.
—Vaya, sí que lo estáis pasando bien por aquí —comentó la dueña de la floristería, que había acudido para comprobar que todo iba bien. Se quedó sorprendida al ver a los dos pequeños tirados—. ¡Pero bueno!
—Lo siento, mamá. Ha sido mi culpa —se disculpó su hija, mientras se levantaba—. No hemos manchado nada de la tienda. Solo nuestra ropa.
—Bueno, no te preocupes...
—¿Me puedes dar las llaves de casa? Subiré a cambiarme y lavaré la camiseta de Ace. La podemos secar luego con el sacador.
—Venga, sal fuera y te las doy. Voy avisando a Dadan. —Su madre entró rápidamente a la tienda.
—Vamos, Ace. Permíteme que arregle este desastre —dijo la chica, tendiéndole la mano al pecoso.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top