Capítulo 1

—Venga, Ace. ¡Ya está bien de tonterías! —se quejó Dadan, la cuidadora de aquellos tres pequeños—. ¿Es que quieres llegar tarde ya el primer día?

El pequeño pecoso gruñó mientras la mujer corpulenta de cabellos anaranjados y rizados tiraba de uno de sus brazos para que caminara. Dadan jamás en la vida imaginó que acabaría cuidando de aquellos tres mocosos. Sin embargo, no pudo denegar la petición de su querido amigo Garp. Él le había salvado la vida y, de no ser por ello, todavía continuaría en la calle robando y malviviendo. Después de numerosos años con una buena vida y asistiendo a alguna que otra terapia, había llegado a ser una mujer de provecho.

Puede que, en algunas ocasiones, sus métodos para reñir a los críos no fueran precisamente los más adecuados. No obstante, Garp era consciente de que sería una buena figura para ellos. De lo contrario, no los hubiera dejado a su cargo. Y Dadan no podía negar que había cogido cariño a esas pequeñas criaturas. Aunque a veces le hicieran enfadar, solo quería lo mejor para ellos.

—¿Tengo que llevarte hasta la clase cogido de las orejas? —preguntó al llegar a la entrada de la escuela, ya que Ace no parecía tener intenciones de andar. Estaba apoyado en la pared, con los brazos cruzados.

—No quiero ir. Quiero volver al otro colegio —contestó él. No es que estuviera muy a gusto en el otro, pero al menos ya tenía calados a sus compañeros.

—Te expulsaron por maleducado y liante, no sé si lo recuerdas. —El pelinegro tan solo apretó los puños, con rabia—. Tan solo intenta comportarte mejor aquí. Inténtalo. Sabes que puedes contar con Sabo, con Luffy y conmigo.

Ace no dijo nada, tan solo se separó de la pared y comenzó a caminar. Ella le siguió, debía asistir junto a la ceremonia de entrada. No podía evitar sentir algo de lástima por aquel pobre chico. A diferencia de Luffy y Sabo, Ace tuvo que pasar por un centro de acogida. Incluso estuvo con un par de familias mientras Garp intentaba arreglar todos los papeleos. Con los otros dos fue más sencillo, ya que el tutor de ambos era su propio hijo.

Además, estaba el tema de la narcolepsia, que le habían detectado ya hacía unos cuatro años, unos meses después de que llegara a casa. Entre el ajuste de las rutinas y la medicación —ahora sí, ahora no, mejor dársela otra vez—, el pobre iba algo perdido. Todo ello le afectaba mental y físicamente.

Una vez dentro del salón de actos, Dadan acompañó al niño hasta las sillas donde había un letrero indicando el curso del pecoso. Quinto curso. Una vez vio que se sentaba, caminó hacia la parte del final de sala, dónde estaba el lugar para los padres.

Pocos minutos después, dio comienzo la ceremonia. Discurso del director, unas cuantas palabras de los directores, discurso de los elegidos del último curo para dirigirse a los nuevos, canto del himno nacional e incluso un pequeño almuerzo para todos los asistentes.

Cuando hubo acabado el almuerzo y se despidieron de las familias, los alumnos se reunieron por grupos y caminaron en orden hasta las clases, siguiendo a su tutor. Ace andaba con la mirada clavada en el suelo, siguiendo a sus compañeros por el patio y por los pasillos del interior del edificio de la escuela. Intentaría esforzarse un poco más en los estudios y no causar muchos problemas. Sabo se enfadó con él cuando se enteró de que le habían expulsado y no quería defraudarle. Era de sus únicos amigos. Era un hermano para él. Bueno, Sabo y Luffy, aunque el segundo no se enteraba mucho de lo que pasaba alrededor.

Dentro del aula, el tutor les fue llamando uno por uno e indicándoles su pupitre correspondiente. Los conocía de años anteriores así que había estado pensando la distribución más adecuada. En todo caso, podía cambiar las posiciones cuando quisiera, si fuera necesario.

—Bueno, todos me conocéis —comenzó a decir, desde su mesa, una vez todos los alumnos estuvieron sentados adecuadamente—, pero como veis hay un alumno nuevo. Mi nombre es Marco. Seré vuestro tutor, Ace. Así que cualquier problema o duda que tengas, puedes contar conmigo.

—Bien —murmuró el pecoso. Parecía un tipo amable, no como el resto de profesores que había tenido. Sin embargo, todavía no podía fiarse del todo.

—¿Quieres hacer una pequeña presentación para tus compañeros? —preguntó el mayor. Tenía curiosidad por ese niño que había sido apuntado a la escuela de forma algo precipitada. Ace se encogió de hombros y se levantó, sin cuidado por no hacer ruido con la silla.

—Me llamo Ace y tengo once años —se presentó, con desgana. Los cuchicheos empezaron al escuchar su edad, ya que tenía un año más que el resto de la clase. Comenzó a ponerse nervioso, no le gustaba que la gente murmurara a sus espaldas.

—¡Silencio! —El pecoso se giró al escuchar aquella voz femenina. Aquella chica de cabellos (t/c) paseaba la mirada por la clase, mientras su ceño estaba ligeramente fruncido—. Hay un compañero presentándose. Un poco de respeto.

—(TN), siempre adelantándote —comentó Marco, sonriendo—. Todos en silencio y escuchando.

—No tengo nada más que decir —sentenció el pelinegro. Acto seguido se sentó de nuevo en la silla.

—Está bien, está bien. Ya iremos conociéndonos mejor —dijo el profesor. No quería que el chico nuevo se sintiera presionado—. Ahora os contaré un poco sobre las asignaturas que vamos a dar este curso y cómo vamos a trabajar.

El tipo con la cabeza parecida a la forma de una piña cogió una de las tizas blancas que había dentro de una pequeña caja de madera que tenía sobre la mesa y comenzó a escribir el horario en la pizarra. Todos comenzaron a sacar sus libretas, así que Ace hizo lo mismo. Por suerte, ese día Dadan le había ayudado a preparar la mochila y llevaba todo lo necesario. A partir de ahora lo haría el mismo. Ya no era un crío, podía prepararla él solo, aunque fuera algo despistado.

—Bueno, y esto sería todo por el momento —concluyó el tutor, después de una breve y sencilla explicación sobre cómo iban a trabajar—. ¿Dudas? Veo que no. Quiero hablar de dos temas importantes antes de que os vayáis a casa. El primero, ¿quién quiere participar en el programa de recogida?

Tal y como Marco esperaba, la pequeña (TN) fue la primera en levantar la mano. Acto seguido, varios compañeros más se sumaron. La mayoría de padres y madres debían comenzar su jornada laboral prácticamente al mismo tiempo que sus hijos e hijas comenzaban el colegio. Por esa razón, los alumnos de quinto y sexto curso quedaban en un punto señalado y acompañaban a los pequeños hasta la escuela.

Ace levantó la mano también, no muy convencido. No es que le apeteciera encargarse de nadie, pero puede que participar en aquella estupidez fuera un buen comienzo para implicarse más en la escuela.

—Genial, veo muchos voluntarios —comentó el mayor, sonriente—. Empezaremos por parejas, ya que es la primera vez que participáis en esto. Dos personas de la misma zona se encargarán de un pequeño grupo que viva en su mismo barrio. ¿De acuerdo?

El pecoso y la peli(t/c) acabaron siendo emparejados para el trabajo. Al parecer, ambos vivían en el barrio más alejado. De hecho, la casa del primero contaba como el comienzo del otro barrio, por ello con anterioridad se le había asignado otro colegio. Y por ello se le había asignado este nuevo, porque era el otro más cercano a su casa.

—Muy bien. Y ahora el último tema —continuó Marco, mientras cogía unos pequeños dosieres de tres páginas y comenzaba a repartirlos entre los alumnos—. Mañana haremos la elección del delegado o delegada de clase. Sabéis que será vuestro representante, y aquí en estas hojas están exactamente las tareas que debe cumplir. Debéis completar unas pocas preguntas para reflexionar y, los que quieran presentarse, pueden preparar un pequeño discurso para antes de la votación. ¿Todo claro?

—Sí, Marco-sensei —respondieron todos a la vez. Hizo una señal, indicándoles que ya podían recoger.

—(TN), Ace. Venid un momento —les llamó el tutor, cuando vio que ya lo tenían todo recogido. La chica se acercó rápidamente a la mesa, mientras que el pelinegro se acercó con paso más lento y no muy seguro de que fuera a decir algo bueno. Marco posó sus ojos en la alumna—. ¿Te importaría enseñarle a Ace el colegio antes de iros? Un pequeño tour.

—Sí, claro —respondió ella. Se giró hacia su compañero—. ¿Vamos?

El chico no dijo nada, tan solo comenzó a caminar detrás de ella. Le guio por las zonas más importantes del colegio, y las que utilizarían normalmente: los baños que estaban más cerca del aula, la biblioteca, la sala de ordenadores, el comedor, el patio y los vestuarios. Esa niña no paraba de hablar. Hablaba mucho y se le veía obsesionada con las normas. Eso no le daba buena espina, él no era el alumno perfecto —había quedado claro durante todos esos años— y estaba claro que (TN) le traería problemas. Aunque también le había defendido en clase hacia un rato.

—Y esta es la sala de actos —comentó ella, finalmente, señalando hacia la puerta—, pero ya la has visto en la ceremonia. Aquí hacemos actuaciones y exposiciones de arte, por ejemplo. Cuando hacemos algún proyecto se expone aquí los padres y madres pueden venir a verlo.

—Ajá —murmuró el pecoso. La pequeña se quedó observándole durante unos segundos, mordiéndose los carrillos mientras pensaba. No era un chico muy hablador.

—¿Quieres que volvamos juntos hacia casa? —preguntó la peli(t/c).

—No, me adelantaré. Tengo unas cosas que hacer —contestó Ace, como excusa. Necesitaba estar a solas cuanto antes.

—Vale. Pues, hasta mañana —dijo ella, sonriente, a modo de despedida.

Él chico tan solo asintió y comenzó su camino, a paso acelerado, dando la espalda a su compañera. Caminó durante unos quince minutos, perdido en sus pensamientos y pateando alguna que otra piedra durante el trayecto.

¿Por qué no podía ser como Sabo o Luffy? Ellos caían bien a la gente y hacían amigos enseguida. Él no sabía ser amable. Nadie le había enseñado. Ni si quiera había conocido a sus padres. Estuvo viviendo en un centro donde se encargaban de alimentarle y darle una cama, pero nunca le habían prestado especial atención. Tampoco recordaba que las dos familias en las que había estado le trataran con mucho cariño. Incluso desde que Garp le adoptó apenas pasaba tiempo con él. Le dejó a cargo de esa mujer que solo le daba un cachete cuando hacía algo mal. Bueno, aunque también se preocupaba por él. Sabía que su comportamiento podía llegar a desesperar a cualquiera, pero Dadan no había tirado la toalla con él. Sabo y Luffy también le querían, ¿no? Si no fuera así el pequeño no estaría siempre detrás de él a pesar de su recurrente mal humor y el rubio no se enfadaría si no le importara. Desde que llegaron a la casa, más o menos un año después de él, su relación se había hecho cada vez más estrecha. Si de verdad tenía a alguien que le quería, debía esforzarse por ellos.

—¡Ace! ¡Ace! —la voz de su «hermano» pequeño le sacó de sus pensamientos. Alzó la mirada y vio a los dos a lo lejos. Llegaban a casa prácticamente a la vez.

—¿Qué tal el primer día? —preguntó Sabo, una vez se encontraron en el portal.

—Bien —contestó el pecoso, sin mucho entusiasmo, mientras llamaba al timbre—. No he hecho nada malo, ¿vale?

—No te he preguntado eso, terco desconfiado —aclaró el rubio.

—Nuestro tutor parece... Simpático —comentó Ace. Tenía las manos metidas en los bolsillos del pantalón azulado del uniforme y balanceaba su cuerpo ligeramente.

—Eso es genial. Seguro que aprendes mucho con él —dijo Sabo, algo más animado. En la otra escuela el tutor y los otros profesores ya habían perdido la paciencia con Ace. Tal vez a su hermano le vendría bien alguien que se preocupara por él y que le aguantara hasta el final.

—¡Mis chicos! —exclamó Dadan, justo después de abrir la puerta—. He preparado algo de zumo natural. Pasad a la cocina y tomad un poco.

—¿Solo zumo? ¿Y comida? —preguntó el pequeño de los tres, sin poder esconder la decepción en su rostro.

—Si has arrasado en el almuerzo —recordó Sabo.

—No es verdad, casi todo lo que el abuelo me traía se lo comía el por el camino —explicó Luffy. Garp había tenido que pedir unas horas libres. El primer día debía acudir el adulto encargado de los niños y Dadan no podía partirse en dos.

—Bueno, os adelantaré los dulces, pero a partir de mañana se tomará la merienda a la hora que toca —indicó la mujer, agitando el dedo índice en el aire—. Algún día haréis que me arruine por comer tanto.

Nadie podía negar que Luffy y Ace eran un auténtico pozo sin fondo. Los tres pequeños entraron en la casa y se dirigieron rápidamente a la cocina. Los dulces de la cafetería de Makino estaban deliciosos.

Mientras tanto, unas cuantas casas más allá de la de aquella peculiar familia, (TN) entraba por el portal de su vivienda. Se quitó los zapatos y se acercó al salón para saludar a su madre.

—Ya estoy aquí —anunció, mientras se acercaba para darle un beso.

Su madre era madre de casa, así que siempre estaba cuando se levantaba y cuando volvía del colegio. Su padre, en cambio, era un hombre de negocios y pasaba muchas horas en la oficina. Sin embargo, la mujer estaba a punto de emprender su propio negocio. Un local cerca de casa estaba en venta y su sueño siempre había sido montar una hermosa floristería. Ahora que (TN) era más mayor y podía valerse por sí misma, no necesitaba estar a tiempo completo en casa.

—Hola, cariño. ¿Qué tal el primer día? —preguntó la mujer, mientras recibía un beso en la mejilla.

—Muy bien. Tenemos un compañero nuevo. Le he enseñado el colegio —comentó la pequeña—. Ahora voy a mi habitación Tengo que preparar el discurso para mañana.

—¿Vas a presentarte de nuevo para ser delegada? —preguntó su madre. El año pasado ya lo había sido, por primera vez.

—Pues claro. No puedo dejar la clase en manos de Hikari. Cuando acabe te ayudo a limpiar —dijo esto último ya caminando hacia su habitación.

Se sentó en la silla de su escritorio y dejó la mochila sobre la mesa. La abrió y sacó las hojas que Marco les había entregado. Repasó las tareas de las que debía encargarse el delegado de la clase, obviamente no eran tan extensas como lo eran las de secundaria, pero era una figura importante en el aula. Tener un delegado transmitía orden y, por supuesto, requería responsabilidad

Tras leer atentamente, continuó con el folio en el que aparecían las preguntas pare reflexionar. Cogió el bolígrafo de tinta azul de su estuche y comenzó a contestarlas.

Minutos después, por fin llegó el momento de escribir y practicar el discurso. Preparó un una hoja blanca y se frotó las manos antes de comenzar a redactar las cosas que quería decir. Demostraría que era la más indicada para representar a sus compañeros y aplastaría a Hikari igual que ella hacía con todo aquel que no era su amigo. La guerra comenzaba de nuevo, y cada vez con las ideas más claras.

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