Gary esperó a que ella regresara.

No había modo de que acudiese a su oficina sin antes saber todo acerca de los últimos cinco años de la vida de Denise y su hijo.

Llamó a Pamela para que cambiase sus reuniones del día para la próxima semana  y por si había algo importante que debiese saber.

—El señor Eddison llamó para decir que los permisos están pedidos. En una semana más podrán empezar con el proyecto del bloque de pisos que adquirió recientemente.

—Estupendo. Cualquier cosa, voy a estar trabajando desde casa.

—¿Algo más señor?

—¿Quién te habló de Denise, mi ama de llaves?

—Mi hermana, señor. Ella era su vecina y me comentó que, dada la situación con el edificio, necesitaba urgentemente un trabajo para poder irse con su hijo ¿Hay algún problema con ella?

Gary recordaba que la hermana de Pamela vivía en el edificio que él acababa de comprar. El edificio que Malcom Eddison y su personal iban a tirar abajo para rehacerlo. Si Denise vivía allí, eso quería decir que...

Mierda, mierda, mierda.

Había desalojado a la mujer que amaba y a su hijo de su hogar.

¿Cómo podía ser tan idiota? ¿Acaso no dejaría nunca de meter la pata con ella?

El sonido de la puerta del garaje le puso en marcha. Se despidió de su secretaria y fue en busca de Denise.

No solo necesitaba explicaciones, sino  también tenía mucho sobre lo que pedir perdón.

***************

Denise tomó aire antes de abrir la puerta del coche para enfrentar a Gary.

Se había entretenido más de la cuenta, pero de nada servía alargar lo que venía.

Salió del coche y ahí estaba él.

Durante su ida y posterior vuelta, había estado esperando encontrarle enfadado, pero al mirarle a los ojos, supo lo equivocada que estaba.

—¿Podemos hablar mientras me preparo un té?

—Por supuesto. Estás en tu casa.

Gary era sincero en sus palabras, lo cual agradecía. Sin embargo, ¿hasta dónde estaba dispuesta a contarle?

Ganó algo más de tiempo mientras el agua hervía y preparaba las tazas. Supuso que a él le vendría bien también.

El olor a canela llenó la amplia estancia cuando llenó las tazas con el agua caliente antes de servirlas en la isla y sentarse frente a él.

—¿Qué quieres saber?

—Durante este rato que he tenido para pensar, supongo que lo primero que debería preguntar es si trataste de contactar conmigo para decírmelo, pero ahora que te tengo delante, lo que realmente quiero saber es todo lo que puedas decirme sobre nuestro hijo. Quiero conocerle.

—Antes de contarte sobre Mason, si, traté de contactarte. Antes y después de saber sobre mi embarazo. Te busqué en la graduación. Necesitaba saber porque me habías dejado allí, pero por mucho que pregunté, nadie sabía nada y tu padre acudió en tu lugar para recoger el diploma.

>>Después de ese día, lo dejé estar. Traté de olvidarme de aquello, pero entonces me enteré de que estaba embarazada. Mi vida cambió después de eso y de nuevo, traté de dar contigo. Fui a tu casa y hablé con tus padres. Les supliqué...

Tragó el nudo que tenía en la garganta y contuvo las ganas de llorar al recordar lo horrible de ese día.

—Ellos nunca dijeron... Habría vuelto. Maldita sea, lo hubiese dejado todo para estar con vosotros.

El té de ambos se enfrió sin que ninguno de los dos hubiese hecho siquiera el ademán de beber.

Hasta ahora, las manos de Denise se habían aferrado a la taza y el calor que desprendía la tranquilizaba, pero ahora que el calor había desaparecido, se puso en pie y le dio la espalda.

Lo último que quería era que él la viese tan vulnerable, así que, con la excusa de hacer su trabajo, dejó la cocina y se fue a su habitación para dejar sus cosas antes de ponerse con sus tareas.

Gary no la siguió. Sabía que esperaba algo más. Sabía por cómo le miró esa mañana, que ya quería a Mason y que quisiera conocerle sabiendo sobre él, debería hacerla feliz porque le creyó cuando dijo que, de haber sabido la verdad, habría vuelto entonces. Sin embargo, ahora que se había reabierto esa herida, necesitaba algo de tiempo mientras las crueles palabras que su padre le dedicó en el pasado, hacían eco en su mente.