Algo inesperado

— ¿Mi papá está aquí? ¿Dónde, donde?

Gary se emocionó al escuchar a su hijo reaccionar de ese modo.

Aun cuando deseaba salir y abrazarle, esperó a ver que le decía Denise.

—Ahora debe estar en su despacho trabajando, pero podemos ir y ver si tiene un momento para hablar con nosotros, ¿te parece bien?

—Sí, ya quiero verle, mami. Y lo abrazaré fuerte para que no se vaya lejos de nuevo. ¿Crees que le gustará, mami?

—Creo que papá amará tus abrazos tanto como los amo yo, ¿y sabes por qué?

Su hijo río.

— ¡Porque son mágicos!

—Eso es, cariño. Tus abrazos pueden curar todo lo malo. Vamos a ver si papá no está muy ocupado.

Completamente impaciente, salió de su escondite y se puso frente a ellos.

—Creo que papá necesita ahora mismo uno de esos abrazos.

Agachándose para quedar a la altura de Mason, abrió los brazos todo lo que podía y esperó a que el pequeño corriese hacia él para estrecharlo fuertemente contra su pecho.

Sentir sus pequeñas manos rodearle el cuello mientras él hundía la nariz en su pelo para oler su aroma, fue algo inesperado. Una enorme calidez invadió su corazón llenándolo de ternura y un amor incondicional.

Escuchó los sollozos de Mason y tuvo que contener los suyos propios.

Levantando la mirada, vio a Denise cubrirse la boca con ambas manos mientras lloraba mirando la escena frente a ella.

—Escúchame hijo, tu, mamá y yo vamos a ir a comprar el mejor disfraz del mundo para que lleves en Halloween, y después encontraremos un lugar donde comer el mejor helado de chocolate de la ciudad. Quiero que me cuentes que quieres ver en tu habitación porque la decoraremos como más te guste. Lamento mucho haber tardado tanto tiempo hijo, pero te prometo que no me iré a ningún sitio sin ninguno de vosotros.

— ¿En serio, papi?

—Lo prometo, hijo. ¿Estás de acuerdo, Denise?

Ella asintió aun con lágrimas en los ojos.

—Ve a lavarte las manos, Mason y luego hablaremos acerca de a donde ir.

Mason no perdió el tiempo. Salió corriendo de la cocina hacia el cuarto de baño más cercano.

—Gracias. Realmente me mata verle triste y verte ha sido siempre su mayor deseo.

—Sé que acostumbrarse va a llevar un tiempo, pero voy a poner todo mi empeño para ser el padre que Mason merece y quizá con algo de suerte, el hombre que pueda tener tu corazón.

—Gary...

—Lo sé. Iré a buscar mis cosas y en cuanto Mason regrese, saldremos.

— ¡Estoy listo!

La conversación tendría que esperar, pero al ver como Mason tomaba la mano de su padre y lo feliz que parecían ambos, Denise estaba empezando a temer que su corazón no resistiría mucho tiempo y caería de nuevo en brazos de Gary Jenkins.

Una vez acomodada la sillita de Mason en el coche más grande de Gary, este se aseguró de que estuviese cómodo antes de subir y poner en marcha el coche.

Denise permaneció en silencio mientras Mason canturreaba en el asiento trasero.

— ¡Canta conmigo, mami!

Sonrió antes de unirse al son de Luna Lunita Lunera de Juanes.

Había escuchado esa canción hasta el aburrimiento, pero a Mason le encantaba y se la sabía de memoria.

—Tienes una voz hermosa.

Gary había susurrado las palabras, pero al estar a su lado, había podido escucharlas perfectamente.

—Gracias.

—Vais a tener que enseñarme esa canción para que la próxima vez me una a vosotros.

Denise gimió. Gary acababa de abrir la caja de pandora.

Mason llegaría a casa y pondría la canción una y otra vez hasta que Gary aprendiese incluso los silencios que había entre palabra y palabra.

Un par de horas después, regresaron al coche con más bolsas de las que podían cargar.

Gary había sido muy sincero a la hora de decir que quería darle a Mason todo lo que no había podido esos años.

Incluso había encargado los muebles para su nueva habitación que llegarían en un par de días.

Y habría dinosaurios por todas partes.

Ver a su hijo sonreír de ese modo mereció el dolor de pies que ahora tenía.

Subido a hombros de su padre, iba comiendo un helado mientras ella empujaba un carrito con todas las compras y Gary se aseguraba de mantener seguro a su hijo.

Una cosa que habían comprado también aparte de disfraces para todos, ya que Gary insistió en que ya se había perdido demasiados momentos como para querer atesorarlos a partir de ese momento y disfrutar de los que viniesen, y de algunas cosas para decorar y celebrar el cumpleaños de su hijo, fue una sillita de coche con todas las prestaciones.

—Dios... ¡Quisiera dormir durante una semana entera!

Los pies la estaban matando y todo lo que quería era llegar a casa y lanzar los zapatos tan lejos de ella como pudiese.

—Si estás muy cansada podemos volver, pero me gustaría llevaros a cenar algo por ahí, de este modo no tienes que cocinar para nosotros y sinceramente, aunque me gustaría sorprenderos con algún delicioso plato, la cocina no es lo mío.

Volviéndose hacia el asiento atrás, comprobó que Mason estaba profundamente dormido.

—Creo que debemos volver. Siempre podemos pedir algo a domicilio. No es lo que elegiría, pero creo que hoy podría hacer una excepción.

Gimió estirándose en el asiento a su lado y Gary se tensó.

¿Estaba haciendo eso a propósito para torturarle?

Mason dormía tranquilamente, pero podía despertar en cualquier momento y él solo podía pensar en detener el coche, cerrar la distancia que les separaba y hacerla gemir de placer.

—Comida a domicilio entonces. ¿Alguna preferencia?

Ella fingió pensarlo durante unos segundos y se volvió hacia él con una sonrisa.

—Tacos.

—De acuerdo. Tú mandas. Volvamos a casa.

Una vez de vuelta, Denise abrió la puerta para que Gary, con Mason en brazos, pudiese pasar y llevarle hasta la cama.

— ¿No deberíamos ponerle su pijama?

—Aquí lo tengo.

Entre ambos desvistieron a su hijo y le pusieron el pijama sin despertarlo.

—Todavía me emociona verle dormir. Ver que ha crecido sano y que de algún modo lo conseguí.

—Has hecho un gran trabajo. Es un gran chico.

—Lo sé. Gracias.

—Voy a buscar el teléfono para pedir comida. ¿Algún taco en especial?

—Me gustan todos. No tengo preferencias.

—Bien. Estaré abajo.

En cuanto Gary salió de la habitación, Denise empezó a desnudarse. Realmente le dolían los pies y la ropa estaba empezando a molestarla.

El aliento quedó atascado en la garganta de Gary, cuando volvió sobre sus pasos para decirle una última cosa a ella y la vio caminando en ropa interior mientras se ponía cómoda.

La imagen de ella ahora estaba empezando a sustituir los recuerdos de aquella noche en la playa donde apenas había podido vislumbrar su cuerpo.

Bajo la suave luz de la habitación, cada curva, era motivo de fantasía y aquella noche, cuando cerró los ojos esperando conciliar el sueño, el recuerdo de ella llenó su pensamiento hasta que quedó profundamente dormido.

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