Capítulo 5: ''Todavía lo estoy''

19 de abril del 2024. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

589 días antes.

Me levanto y cierro la puerta de la habitación de Maggie para evitar despertarla.

La verdad es que no entiendo por qué seguimos con esta charla.

Siento que su mirada está clavada en mí, esperando una respuesta. Una respuesta que no estoy muy segura de querer dar, al menos no ahora.

Es casi cómico, visto desde afuera. Pensar en cómo llegamos a esta situación; todo parece sacado de una comedia romántica. Solo que esto no es una película, y no estamos enamorados.

«No todavía, al menos. »

Y aunque lo estuviéramos, no sería la decisión más sensata. Hay mucho en juego, incluida nuestra amistad.

Es atracción sexual, nada más. Además de que somos buenos amigos; obviamente nos importa el otro, hemos vivido mucho juntos.

Nuestra historia ha sido una serie de malas decisiones que terminaron en algo hermoso: Margot, nuestra hija. Pero no hay nada más allá de eso. No puede haberlo.

Francisco se levanta del sillón, y mi corazón empieza a latir más rápido, como si quisiera salirse de mi pecho.

—Pat... —susurra Francisco, acercándose. Levanta una mano y me acaricia el cabello; sus dedos suaves, juegan con mis rulos tiernamente—. Tenemos que hablar de esto.

Suspiro, disfrutando de su cercanía. Porque sí, disfruto de estar cerca de él. Eso no puedo negarlo. Pero es algo muy diferente.

—No puede haberlo —digo, sorprendida por mis propias palabras. Me alejo unos pasos, tratando de mantener la cabeza fría.

Mientras intento calmarme, el sonido de los autos en la avenida se convierte en una distracción constante, recordándome la desventaja de vivir en un primer piso sobre una avenida bulliciosa.

— ¿No puede haber qué? —pregunta, frustrado, pasándose las manos por el cabello.

Amor, quiero decir. Pero las palabras no salen como quisiera. Y lo odio por hacerme enfrentar algo para lo que aún no estoy preparada.

—No te quiero, Francisco —digo finalmente, notando el golpe en sus ojos—. No al menos, de la manera en que vos quisieras.

El dolor en su mirada remueve varias cosas dentro de mí; no quiero lastimarlo. Pero es más que eso; la intensidad de sus emociones me arrastra hacia un mar de sentimientos propios que no logro descifrar.

Es como intentar armar un rompecabezas de mil piezas; son todas tan pequeñas y parecidas que no puedes diferenciarlas.

El silencio se extiende por unos minutos. Al otro lado de la puerta, escucho a Margot y Manuel hablando entre murmullos. Sé lo que piensan; sé que al igual que Francisco, piensan que estoy en negación.

Tal vez lo estoy.

—Entonces ya está —responde Francisco al final, con voz baja y seria. Puedo sentir su dolor y me llena de culpa—. Lo prometo, no vuelvo a tocar el tema.

Se da la vuelta, toma su abrigo y las llaves, y va hacia la puerta.

— ¿Adónde vas? —pregunto, casi en un susurro, consciente de que Margot y Manuel aún están ahí.

—Pañales —responde, con tono cansado—. No nos quedan muchos.

Y antes de que pueda decir algo más, abre la puerta, lo que hace que nuestros amigos se aparten rápidamente, tratando de disimular que han estado escuchando todo. Francisco sale y cierra la puerta tras él.

Margot y Manuel están inmóviles; sus miradas fijas hacia la dirección en la que acaba de irse. Luego, voltean a verme. Y yo estoy luchando con contener unas estúpidas ganas de llorar.

¿Por qué quiero llorar? Fui lógica, fui pragmática, fui racional, alguno de los tenía que serlo.

Y además de todo eso, fui...fui....

«Una hija de puta. »

Si, eso fui.


Estoy por tener un ataque de pánico.

Digo a punto porque me estoy conteniendo.

En serio, mucho.

Bueno, tantito.

Grité un par de veces sobre el cojín del sillón, pero no más de eso. Lo prometo.

Bueno, también me hice un té de hierbas.

Y mandé a la mierda a los hombres y su efecto sobre las mujeres.

Pero nada más que eso.

Tengo que tomar en consideración el panorama general. En realidad, si lo pienso, no es una propuesta descabellada. No tendría por qué serlo.

No a estas alturas del partido. No cuando tenemos una nena y, obviamente, hay ciertos sentimientos (más allá de la amistad) involucrados en el medio. Entonces, ¿por qué mierda estoy tan nerviosa?

Hagamos algo, ¿les parece? Una lista, con los pros y los contras. Y, a lo mejor así, podríamos encontrar la respuesta adecuada.

«Ni que esta fuese la escuela, Patricia.»

¡Pero es que cuando planifico me siento más tranquila! Es como que, si sé que todo tiene un patrón, un orden, no hay nada que pueda salir mal.

Y sé que también dirán que eso es vivir en un mundo de fantasía. Que por más que las cosas se planifiquen no significa que siempre vayan a resultar bien. Pero, si disminuye el riesgo...

Y mientras menos riesgos pueda correr, específicamente cuando se trata de mi relación con el padre de mi hija, lo haré.

«A pesar de que para mí sea más que solo el padre de mi hija.»

Pero ese es otro punto asunto; el que es el papá de Maggie tiene que ser lo principal.

Voy hasta la habitación, y del primer cajón de la mesita de luz saco una libreta y una lapicera. Me siento en la cama.

Respiro hondo. Inhalo y exhalo. No tengo por qué complicarme tanto.

No tengo por qué alterarme tanto. Esto se resolverá una vez que hayamos analizado todo.

Entonces, veamos:

Contra:

—Es el padre de Maggie.

Pro:

—Es el padre de Maggie.

Sí, esto va increíble.

El sonido de dos golpes en la puerta logran que me paralice un par de segundos ante el miedo de que pueda tratarse de él.

—¿Sí? —pregunto, con voz cortada.

—Pat, soy yo... ¿puedo pasar? —respiro hondo; es Manuel.

—Pasa —digo en un tono de voz bajo, pero lo suficientemente alto para que pudiera escucharme.

Ha pasado un poco más de un año, pero creo que verle con el cabello corto y uniforme militar nunca dejará de sorprenderme. El pibe en inicios de sus veinte, con el cabello un tanto largo y barba desordenada, no parecía ser otra cosa más que un recuerdo.

Me dedica una media sonrisa y sus ojos brillan. Pienso en mi amiga y en su obsesión con aquellos ojos azules, y, en verdad, ¿cómo culparla?

—Maggie lo llamó a Fran; van a verse para tomar un café —me dice. Y si fuese en cualquier otra circunstancia, podría considerarse lo más normal del mundo, pero ambos sabemos que, si Maggie lo sacó de la casa, es porque el pobre pibe debía de estar destrozado con mi actitud de momentos antes.

—¿Por qué no fuiste con ellos?

Se sienta en el borde de la cama.

—Supongo que pensé que podía devolverte el favor.

Arqueo una ceja, confundida. ¿Devolverme el favor?

¿Pero...?

Y es ahí cuando el recuerdo viene a mí. De golpe, como si acabase de suceder.

Manuel y yo, sentados en la vereda frente al restaurante en donde solíamos trabajar. En una muy mala posición en su vida, y visiblemente enamorado de mi amiga, lo ayudé a darse cuenta de las cosas.

Tras eso le había dado un giro de ciento ochenta grados a su vida.

—Pudiste haberte ido ese día —añade, y puedo ver cómo sus ojos se cristalizan— tenías todos los motivos y razones para hacerlo, pero te sentaste conmigo, Pat, me hablaste y... es gracias a eso que Margot está en mi vida hoy. Gracias a vos, no cometí la más grande de las estupideces, y decidí darle orden a mi vida.

Niego con la cabeza.

—Yo solo te di un pequeño empujón, el resto es obra tuya, y bueno... de Maggie.

Se ríe.

—¿Y dónde estaríamos ahora sin ese empujón? Ahora vengo a hacer lo mismo por vos, Pat.  A darte ese empujón.

Suelto un largo suspiro.

—No sé qué hacer, Manu, en verdad no tengo ni idea. Por eso estoy intentando hacer una lista, de pros y contras.

Manuel mira la libreta en mi mano y lo escucho inhalar hondo. Supongo que piensa que es una pérdida de tiempo.

En cierta forma, comienzo a pensar lo mismo, pero no puedo abandonar lo único que en este momento me hace sentir que de alguna manera todavía tengo algo de control.

—¿Estás segura de que no tenés idea? —pregunta Manuel, con voz calma — ¿O es más un querer no ver lo que está frente de vos?

«¿Desde cuándo el pibe es tan filosófico?»

—Puede que sea un poco de ambas —admito.

Agarra la libreta de mi mano y niega con la cabeza al ver mis anotaciones.

—Se ve que tenés un gran avance —comenta, con sarcasmo.

—¡Ey! —me quejo—. Nunca fui sarcástica con vos —arquea una ceja— bueno, no TAN sarcástica, al menos.

Manuel me tira una mirada condescendiente, como pidiéndome que le siga el juego.

Suspiro y asiento.

¿Qué tanto tengo que perder?

—Bien, entonces continuemos. ¿Qué otro pro encuentras en hacerte novia oficial de Francisco?

Mi corazón da un vuelco. Miles de respuestas pasan por mi cabeza en cuestión de segundos, pero, finalmente, respondo:

—Me gusta su cercanía, tal vez... demasiado.

Sonríe y empieza a anotar en el cuaderno.

—Bien, Pat, bien. ¿Qué más?

—Supongo que esta otra es más un contra que un pro: el peligro en el que ponemos nuestra relación actual, y el cómo eso puede afectar a Maggie en un futuro.

Asiente y anota en el cuaderno.

—También está... el hecho de que Francisco tiene que descubrir y arreglar muchas cosas en su vida antes de pensar estar en una relación seria. Sé que está trabajando en eso, pero, aún así, todavía tiene mucho trabajo por hacer.

—¿Y no crees que podrían hacerlo juntos?

Lo mato con la mirada.

—Vos solo escribí. —levanta ambos brazos frente a él en señal de tregua. Me dedica una media sonrisa.

Quince minutos más tarde, Manuel levanta la vista de la libreta y me ve fijamente. Mi corazón late de manera acelerada; estoy nerviosa. Sé que es el momento de tomar una decisión.

Pero, a pesar de todo lo que hemos anotado y hablado en voz alta, sigo sin saber qué hacer.

—Sigo sin saber qué hacer —digo con frustración y me dejo caer hacia atrás en la cama. Coloco una almohada sobre mi rostro.

—Te preguntaré algo, Pat —lo escucho decir, un par de minutos después — . Y no tenés que responderme si no querés; me alcanza con que te lo respondas vos.

—Dispara. —suelto, sacando la almohada de mi rostro.

—¿Qué sentiste cuando Francisco te preguntó? ¿Qué te hizo sentir que Francisco te dijera que quiere que sean pareja?

Molestia. Mucha molestia.

—Molestia —digo en voz alta, y sí, soy consciente de la similitud entre las conversaciones.

—¿Molestia o miedo?

Miedo.

Sí, tenía miedo.

Tengo miedo.

¿Cómo no tenerlo? Si yo...

Me paralizo cuando finalmente lo entiendo.

Otro pro:

Si lo estoy pensando tanto, si no lo descarté de buenas a primeras, es porque, aunque no quiera admitirlo en voz alta: es algo que quiero.

Algo que quiero.

Querer.

Lo quiero a Francisco. Más que querer, estoy enamorada de él.

Río en voz alta, visiblemente nerviosa.

¿En qué momento? ¿Cómo...? ¿Cuándo?

Un par de lágrimas caen a la altura de mis mejillas. ¿Estoy llorando?

Mierda, mierda, mierda.

—No sé si decirte que te odio o agradecerte.— comento, mientras acomodándome, me siento a su lado.

Manuel suelta una carcajada.

—No tiene nada de malo admitir que estás enamorada, Pat. —dice mi amigo, pasando un brazo por mi hombro. — Bienvenida al club.

«Ay, estoy perdida.»


29 de noviembre del 2025. Provincia de Buenos Aires,Argentina.

Actualidad.

— ¿Necesitás ayuda? —doy un salto hacia atrás debido a la sorpresa; coloco una mano en mi pecho, intentando normalizar sin éxito los latidos de mi acelerado corazón. —Perdón, no quería asustarte —añade. Me volteo para encontrarme con sus hermosos ojos marrón claro mirándome con un deje de diversión.

Siempre le ha gustado gastarme bromas pesadas.  

Estoy en el patio, intentando recoger un par de platos que cayeron al piso durante el cumpleaños. Son alrededor de las nueve de la noche. Ya todos se han ido a sus casas.

El ambiente es cálido, aunque sopla una brisa fresca un tanto reconfortante. Coloco ambas manos sobre mi pecho, no creyendo ni por un segundo que ha sido un accidente.

— ¿Maggie...?

—Duerme —responde antes de poder terminar la pregunta; se encoge de hombros —. Tardó unos cinco minutos. Después de la tarde que tuvo, Morfeo la recibió con los brazos abiertos.

Asiento, pensativa. Especialmente, porque no estaba al tanto del conocimiento de Francisco de la mitología romana.

—No te preocupes, entonces —respondo, restándole importancia —. Andá tranquilo, Daniela también debe estar cansada también.

Niega con la cabeza inmediatamente, casi, con demasiada rapidez.

—La mandé a casa en un Uber, se había desmayado del sueño en una de las sillas. — comenta, con deje divertido.

Vuelvo a asentir.  Francisco se acerca, y antes de tenga opción de negárselo de vuelta comienza a levantar algunos platos a mi lado.

—Che, nunca la había visto a nuestra loquita tan animada como hoy —suelta, después de unos cuantos minutos de silencio. Reprime una carcajada.  — ¿Sabés lo que me dijo? —añade, mientras tose; niego con la cabeza —. Que le gustan los muffins de la tía Maggie. Y cuando le pregunté por las que yo había traído: —''Ugh papi, no son ricas''.

Y entonces no puedo evitarlo. Suelto una carcajada, y Francisco me sigue; reímos durante lo que parecen horas, hasta que nos duele la panza, hasta que no podemos respirar. Como en los viejos tiempos. Porque reír con él es sencillo, siempre lo ha sido.

Lo extraño tanto, tanto, tanto.

Suspiro, intentando normalizar mi respiración. Un par de bocanadas profundas, mientras me mi mente y podría decir también mi corazón se encargan de llenarse de un sinfín de emociones.

«Si tan pudiera decirle que lo amo con el alma. Que nunca dejé de hacerlo»

¿Cambiaría en eso algo las cosas? ¿Podría sanar el pasado y llevarnos a un nuevo futuro?

Tal vez debería dejar de ser tan fantasiosa.

—Yo...

— ¿Vos qué, Pat?

No, no puedo hacerlo. No tengo ningún tipo de derecho.

—Estoy feliz por vos Fran, en verdad. Me agrada, se ve como una buena chica.

No sé de dónde mierda ha salido eso. Es más, no estamos ni siquiera hablando de Daniela.

«Supongo mejor eso, que lo que realmente quería decir. »

Ojalá pudiese descifrar esa mirada. No logro adivinar qué piensa, por más que normalmente suele ser transparente. Probablemente, porque él tampoco lo sabe.

Asiente y me dedica una media sonrisa.

—Gracias.

Seguimos levantando las mesas. Mañana vienen un par de personas que contratamos para que nos ayuden con la limpieza, pero queremos dejarlo todo lo más ordenado posible. Estamos en silencio un par de minutos, cuando lo escucho llamarme:

—Dime —respondo, sin levantar la vista de los vasos que estoy colocando en la bolsa de desechos.

—Cuando te pedí formalizar nuestra relación, hiciste una lista de pros y contras ¿lo recordás? —me paralizo, y siento como se me aceleran los latidos del corazón.

¿A qué viene esa pregunta?

«Claro que lo recuerdo, lo recuerdo muy bien. »

¿Por qué pisar terreno peligroso de repente?

—Lo recuerdo —respondo en voz baja, reanudando la recolección de vasos, luego me detengo para verle de vuelta: —. Fue el día en que me di cuenta que estaba enamorada de vos.

El patio está en completo silencio. Creo que hasta los grillos callan al ser testigos de tan tenso momento. Respiro hondo, intentado (como siempre) pretender que no me importa lo suficiente, que no me afecta.

Cuando si me afecta, en todos y cada uno de los sentidos.

Sus ojos me miran de manera penetrante. Su respiración es agitada, como la mía. Lo veo en sus gestos, quiere decir algo, pero no se anima a hacerlo ¿Por qué tendría qué? La poca distancia entre nosotros me supone una tortura. El último año ha supuesto una tortura. Porque cometí un error, y lo sé, pero él no lo sabe. Francisco no sabe lo que pasó. No entiende por qué lo dejé, porque mentí y dije que ya no le amaba. No lo entiende porque jamás se lo dije.

Entonces el pensamiento, de aquello que he querido siempre decir y no puedo toma más fuerza dentro de mi mente. Tanto, que en un impulso, de esos sin medir y con las manos temblorosas, lo suelto.

—Todavía lo estoy —digo y pierdo el aliento —. Todavía te amo, Fran.


Tengo que admitirlo. Ser sincera con ustedes y con lo que pasa. Me doy cuenta de qué manera he estado llevando la historia, y el cómo, conscientemente me pinto como la mala de la película. Y, tal vez sea, porque realmente me siento así.

Aunque todo lo que intenté fue hacer las cosas bien. Para todos.

Hay partes de la historia que he bloqueado. Pequeños pedazos que están en el medio que a lo mejor (completamente) podrían darle sentido a esas lagunas que sé que tienen.

Pero no me siento lista para comentarlas. No todavía, al menos.

Pero quiero que sepan que están ahí. Que hay más de lo que se ve a simple vista.

Y cuando esté lista para contarlos, lo haré. Tal vez pueda redimirme a mí misma un poco, sin que se vea como meras excusas de mi mal comportamiento.

NA: ¡Dos capítulos en un mismo día! JAJA; debo estar en alguna especie de racha inspirativa. Aunque, tengo que ser honesta: partes ya las tenía escritas y en borradores desde hace meses.

¿Qué les parece?

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