Capítulo #4: ''Te amo, mi vida''
3 de diciembre del 2024. Barrio de Olivos, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
361 días días antes.
El sol de la tarde se filtra por las ventanas, dibujando sombras en las paredes y el suelo de madera. La casa, de un solo piso y tres habitaciones, no fue elegida por su tamaño.
No, esto tiene que ver con dos razones. La primera tendría que ser el patio: enorme, lleno de espacios verdes y un lugar para colocar la parrilla para los asados de domingo; uno donde Maggie puede correr, jugar, crecer, sin estar confinada a las cuatro paredes de nuestro diminuto dos ambientes en capital.
Sí, esa es una de las razones, y la única si alguien más me lo pregunta. Pero, como se trata de ustedes y prometí ser honesta en cuanto a esta historia, les confesaré la otra.
Francisco. Sí, supongo que esa la habrán adivinado. Porque originalmente esta enorme casa, cuyo peso ahora cae duro sobre mis hombros, estaba pensada para los tres, para nuestra familia.
Y Fran la ama. Fue el primero en ver potencial en los todavía cuartos sin pintar y en las ventanas con fisuras por reparar. "Podemos hacerlo, mi vida, podemos hacerlo nuestro hogar".
Fue su convicción lo que me había llevado a tomar la decisión; y usar el dinero de la herencia que me dejó el que siempre fue un ausente padre en ella. Creer que realmente seríamos esa familia, aunque, bien saben en este punto que no lo somos por culpa mía.
La casa está ubicada a dos cuadras de la casa de los padres de Manuel y unas cinco de la casa de la madre de Maggie, así que todo quedaba perfecto. Como estar de alguna manera rodeada de familia.
Los muebles y cajas están esparcidos por todas partes, un caos que refleja lo que siento en mi cabeza. Mi camiseta está arrugada y mis rulos recogidos en un moño mal hecho. Me siento como si estuviera nadando en un mar de objetos y recuerdos.
Francisco entra cargando una caja de juguetes. Maggie, quien todavía trastabillea un poco al caminar, lo sigue con pasos presurosos. Al llegar a él, abraza su pierna. El rostro del pelinegro muestra un cansancio similar al mío, sin embargo, no se ha quejado ni una sola vez. A pesar de que está aquí para ayudar, hay una tensión palpable en el aire.
—¿Dónde quieres que ponga esta? —me pregunta, su voz mezclada con un tono que no puedo ignorar. Si esto no es fácil para mí, no me imagino lo que debe ser para él. Después de todo, han pasado tan solo un mes desde que dimos (o di) termino a nuestra relación romántica. Como si quisiera ser irónico, los papeles que hasta ese momento se nos habían complicado para completar la venta habían sido aprobados; llegando, junto con nuestra agente de bienes raíces con globos en las manos, emocionada. Fue el día que terminamos, Francisco había observado la escena, y con lágrimas en los ojos, se había ido dando un portazo.
No supe nada de él los siguientes dos días. El tiempo más largo desde que Maggie nació en el que Francisco ha pasado sin contactarme para saber de ella. Aunque después me enteré, lo había estado haciendo a través de mi mejor amiga. Pero conmigo no habló, no. De hecho no lo hizo hasta la semana pasada, cuando me dijo que por el bien de Maggie, iba a intentar poner lo mejor de la situación. Y lo hizo, lo ha hecho. Como siempre, y no puedo más que sentirme cómo mierda.
Observo la caja en su mano cuya descripción dice 'Living' y decido que la mejor opción es dejarlo en el rincón de la sala, lejos de la vista pero accesible para cuando desempacamos.
—Déjala en el rincón cerca de la ventana —le digo, con un tono que espero sea amable pero que quizás suene distante. Mi mente está a mil por hora, intentando coordinar los últimos detalles de la mudanza.
Separa a Maggie con cuidado de su pierna, sonriéndole con ternura. Luego, se dirige al rincón y coloca la caja con cuidado. Me doy cuenta de lo mucho que me cuesta estar aquí, en esta casa que originalmente pensábamos para los tres. Ahora es solo para Margot y para mí, y el espacio vacío parece llenar todos los rincones de un silencio incómodo.
—Gracias por venir —le digo, intentando romper el hielo. Me esfuerzo por mantener mi voz neutral, pero no puedo evitar que un atisbo de melancolía se infiltre en mis palabras.
Francisco se detiene y me mira, una expresión de preocupación cruzando su rostro. Sus ojos buscan algo en los míos, quizás una señal de que estoy bien o una palabra de consuelo.
—No es necesario que me agradezcas —responde, intentando sonar calmado; aunque destello en el fondo lo que realmente quiere decirme. Está acá por Maggie, eso y solo eso. Como se había encargado de recordarme cuando me llamó anoche para ofrecer su ayuda en el proceso; todavía estamos en proceso de decidir cómo manejaremos la custodia, así que sabe que necesitaría ayuda. Sé que con esas palabras, intenta recordarme que no somos nada, y que, si tengo la necesidad de agradecerle, es porque yo decidí que las cosas fuesen de esa manera.
No lo culpo, en verdad no puedo hacerlo. En este punto, tan solo puedo agradecer al cielo o a cualquier dios que por ahí exista, que me haya devuelto la palabra. Porque me martirizaba tener que hablar con él a través de mi amiga, o Manuel.
La tensión es tangible; una caja semi abierta se encuentra a mis pies. Suspiro, al darme cuenta que la misma está llena de cuadros con fotos; tomo una, es Maggie cuando tenía seis meses, la primera vez que comió alimento sólido. Con una expresión de sorpresa y destajo de emoción, se ve mi mano acercando el alimento a su boca con una cuchara y su cara toda sucia. Volteo mi mirada hacia un mueble, uno que acabamos de entrar. Acercándome a ella, deposito el cuadro sobre ella.
—Creo que aquí está bien —digo, más para mí misma que para él.
Francisco asiente: —Hermosa, como siempre. —comenta, también en un tono bajo. Pero antes de poder contestarle, se da la media vuelta y se dirige hacia la puerta. Asumo, que en busca de más cajas.
Veinte minutos más tarde, se escuchan unos golpes en la puerta. Abro y me encuentro con Margot, mi amiga, un poco despeinada, con la cara cansada y un aire de tristeza.
—Hola, Pat —saluda Margot, con una sonrisa cansada— ¡Ya vine! Perdona la tardanza, che. Estaba dejando a Manuel en la estación de trenes y perdí la noción del tiempo.
Pues si, Manuel se ha ido de nuevo. A veces lo veo, en sus expresiones, por más que sea algo de lo que ella no hable todo el tiempo: lo mucho que lo extraña en los largos períodos en los que no está. Sé que esto no ha sido fácil para ninguno de los dos.
—No pasa nada, Mags —digo, sintiendo un alivio momentáneo al verla—. Gracias por venir. La casa está un poco caótica.
Margot entra y su mirada se dirige rápidamente a su tocaya, quien está corriendo por el salón y jugando con las cajas.
—¡Hola, tocaya! —exclama Margot, acercándose a ella; se agacha a su altura—. ¿Vamos a jugar un rato en el patio?
—¡Sí! —responde mi nena; lanzándose en sus brazos.
—Yo la cuido, mientras Fran y vos terminan de bajar las cajas del camión. —dice mi amiga, mientras me dedica una media sonrisa —. Nada mejor para levantar los ánimos, que pasar un rato con mi adorada sobrina.
Le sonrío de vuelta y asiento; luego dejo escapar un suspiro mientras la veo desaparecer a través de la puerta del patio. Una media hora después, finalmente hemos terminado de bajar todas las cajas.
—Maggie adora jugar con su tía —comenta Francisco, sorprendiéndome. Parado a mi lado, da una largo trago a una botella de agua en su mano. Estamos en la puerta del patio, Maggie corre tras mi hija y luego cambian, y ahora es mi hija quien la persigue entre risas.
—Lo hace —respondo, conmovida.
Él asiente, y por un momento, vuelvo a sentir el peso de la verdad jamás dicha.
—Debo irme; le prometí a mi vieja que pasaría por allá antes de que anochezca. Escríbeme, si llegas a necesitar algo más.
Mi panza da pequeños puyazos ante la mención de su madre; pero me las arreglo para que no se note lo que la mención de su progenitora me hace acordar.
—Gracias —digo, intentando sonreír y a pesar de que ya me dijo que no eran necesarias las disculpas —. Te aviso cualquier cosa.
Él asiente y luego va hasta el patio, donde dándole un largo y cálido abrazo se despide de nuestra hija. Luego, besa a Maggie en la mejilla; comparten un par de palabras antes de salir por la puerta de atrás. Y lo veo, cuando se voltea, a dar un rápida mirada a la casa, como si también estuviera evaluando el nuevo comiendo. Uno del que no es parte, al menos no de la manera que quisiera. Entonces se va.
—¿Volvió a llamar? —pregunta mi amiga, ahora a mi lado y con mi hija en brazos. Asiento. — . Es un desgraciado.
—Solo se está asegurando de que cumpla con mi parte del acuerdo —digo, con la voz rota. — Asegurarse que no le cuente a Fran la verdad.
«Lo que no sabe es que no podría. No después de haberle roto de esa manera el corazón.»
15 de septiembre de 2024. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
440 días antes.
—Estuve hablando con Manuel —su voz es suave, casi un susurro.
Desvío la mirada del programa de televisión para verle, no nos hemos dirigido la palabra en un par de horas. No después de haber tenido aquella discusión.
Fue estúpida en realidad, aunque en el momento no lo parecía.
Hemos estado un tanto ajustados de plata en el último de par de meses porque yo sigo trabajando a medio tiempo en el supermercado en dónde comencé como supervisora, y, por otro lado, habiendo empezado la facultad Francisco también está trabajando a medio tiempo. Nos turnamos para cuidar de Maggie mientras el otro trabaja.
Encima, el dueño del departamento nos avisó que el alquiler sube un 50% el mes que viene.
Entonces salió el tema de que mierda vamos a hacer. Por poco y llegamos a final de mes con la situación cómo está, entonces la preocupación es creciente.
Mencionó entonces la posibilidad de extender las horas en mi laburo. Pasar de trabajar a medio tiempo a tiempo completo.
Y yo, había preguntado que hacíamos entonces con Maggie; porque no tendríamos quien cuidara de ella.
Hasta el momento la conversación se había mantenido en ''buenos términos'', pero entonces, dijo:
—Me parece que es tiempo que Maggie empiece el jardín Pat —suspiró —de esta forma podríamos incrementar las horas laborales, y pagar todas las cosas que tenemos que pagar.
Inscribir a Maggie en el jardín.
¡En el jardín! A nuestra nena de nueve meses y medio.
¿Pueden creerlo? Siempre que habíamos hablado de esto concordamos que inscribirla a los dos años sería la mejor opción. Ya estaría lo suficientemente grande para entender algunas cosas, y, nosotros por otro lado, estaríamos más tranquilos.
Inscribirla ahora no es parte del plan ¿Por qué cambiar el plan? Me gusta el plan.
Se lo dije. Y su respuesta fue que a veces lo planes cambian, y que ese no era el fin del mundo. Que estaríamos bien.
Entonces, digamos que, no respondí de la mejor manera. Lo admito. Porque sé que había cierta razón en lo que decía. Les ahorraré los detalles de la discusión, pero, en resumen, me parece que dije algo cómo que: ''que tipo de padre era qué sin ningún tipo de duda decía ese tipo de cosas''
Me había arrepentido en lo que lo dije. Especialmente después de ver el dolor en su rostro. Pero el orgullo no me permitió disculparme.
Había balbuceado algo de hablar de aquello luego, y luego, se había dado la media vuelta y encerrado en la habitación.
Me quedé estática parada al lado de la bacha en la cocina como por veinte minutos, pensando.
Dándome cuenta de que a pesar no era lo que en un inicio habría querido, tenía perfecta lógica. Teníamos que organizarnos, y para organizarnos hay que tomar decisiones como esta.
Eran alrededor de las tres de la tarde, y aprovechando que Maggie estaba pasando un rato con su abuela paterna en su casa, me senté en el sillón en el living y encendí la televisión. Aunque realmente no estaba viendo nada en particular.
Entonces un par de horas más tarde sale de la habitación y me habla de la nada.
—¿Sobre qué estuvieron hablando?
Suspira y luego se sienta a mi lado en el sillón:
—En la firma de los padres de Manuel están buscando candidatos para pasante, pasantías pagas —carraspea —. Muy bien pagas tendría que decir, es a tiempo completo, y pensó en mí, me parece que voy a tomarlo.
Empiezo a atar cabos y sin darme cuenta estoy negando con la cabeza:
—Esperá... Fran —hay cierta duda en mi voz, a pesar, de que sé por donde viene la conversación —, para poder tomar el trabajo a tiempo completo tendrías que cortar horas en la facultad, dejar un par de materias.
Asiente, confirmándome lo que ya intuía, que él ya pensó en eso.
—De esa manera vos no tendrías que aumentar las horas en el laburo, podrías seguir cuidando de Maggie, y no tendríamos que inscribirla en el jardín todavía.
La seriedad en su voz, es como si hubiese madurado de pronto, de golpe. Y me siento como mierda.
Se me aguan los ojos ¿Desde cuándo soy tan desconsiderada? Francisco ha trabajado duro por nosotras. Terminó el secundario, se inscribió en Derecho, y cambió de trabajo para estar más cerca de casa. Renunció al restaurante y empezado a trabajar en un local de comida rápida más cerca de casa para poder estar más cerca de nosotras en caso de que algo pasase.
Es un buen padre, al igual que novio. Estoy perdidamente enamorada de él, y aún así, cuando más importa, por alguna razón vuelvo a este compartimiento egoísta en dónde lo que yo pienso tiene que ser lo primero. ¿Por qué tengo que ser yo la que no cambia? ¿La que no es capaz de dar su brazo a torcer?
—Lo siento tanto Fran —digo entre lágrimas, y me lanzo a sus brazos, apretándolo fuerte, no queriendo dejarle ir. El aroma a champú y jabón inundan mis sentimientos; acaba de bañarse. Falta poco para que tenga que ir a trabajar — Sos un padre maravilloso, un novio increíble, te amo con toda mi alma.
Por un par de segundos se queda estático, sin moverse. Su respiración se acelera, y finalmente cruza sus brazos alrededor, estrechándome contra él.
—Shh —intenta consolarme mientras da leves caricias a mi espalda —. No llorés, Pat, por favor.
—Tenés razón — añado, separándome un poco para poder verle a los ojos, limpio un par de lágrimas que todavía caen por mi rostro —. Con respecto a todo, por más que me cueste admitirlo. Entiendo que algunas veces los planes cambian; que eso no quiere decir que necesariamente es para mal. Míranos, Fran. Maggie, vos y yo somos la prueba viviente de esto.
Me sonríe, y lo veo en su mirada, se que no está enojado conmigo.
«Me perdona con demasiada facilidad.»
Quiere decir algo, pero lo interrumpo:
—No vas a dejar las materias Fran, no ahora. Especialmente no en un punto tan crítico de la carrera —carraspeo antes de continuar —. Vamos a inscribir a Maggie en el jardín, y veo de hablar para extender las horas en el laburo.
No dice nada por un par de minutos, se limita a verme. Tiene ese brillo especial en la mirada, ese que siempre tiene cuando me mira, la que solo puede tener alguien que está enamorado.
—Está bien —concuerda, finalmente — . Vamos a organizarnos y todo irá bien.
Asiento, agradecida de poder mantener una conversación racional y no tener que pelear.
Me recuesto en su pecho y me dejo acariciar por él por lo que parecen horas. No hay mejor sentimiento que este, el de estar en sus brazos.
—Me gustaría hacer la pasantía —suelta de repente, me volteo a verlo —. Tal vez podría hablar con la señora Candela y Rodrigo a ver si hay alguna manera de hacerla a medio tiempo.
Asiento. Un sentimiento de orgullo me llena, porque recuerdo al chico conformista, que le bastaba con lo poco.
—Llámalos —le animo, en voz baja —. Conociéndolos estoy segura de que algo arreglarán.
Francisco besa mi frente y luego me dedica una cálida sonrisa. Cálida, como todo en él; con esas que me derriten de tan solo mirarlas:
—Te amo, mi vida. —murmura, ahora cerca de mis labios. Mi corazón da un vuelco, como siempre que dice que me ama; como siempre que usa ese apodo para referirse a mí —. Maggie y vos son lo mejor que me han pasado. Ustedes, esta familia, no lo cambiaría por nada. Volvería hacer lo mismo veinte veces, si eso me trae de nuevo a vos, a este momento...¿lo sabés, verdad?
Asiento, con los ojos cristalizados y el corazón en la garganta. Llena de un amor que es tan grande que parece rebasarme: —Te amo, Fran.
Y entonces él me besa.
NA: ¡Holaa! ¿Cómo están? Sé que esta parte de la historia avanza un poco lenta ¡Pero les prometo que todo tiene su sentido! Espero la estén disfrutando :) ¿Tienen alguna teoría de lo que podría estar pesándole a Pat?
¡Nos estamos leyendo!
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