Capítulo VI
Transcurrieron cerca de dos horas desde la llegada de Marilla y Anne junto a la Sra. Lynde para ayudarle al Sr. Blythe, cuando se escuchó que llamaban a la puerta principal. Constituyendo un gran alivio para todos los presentes el no tardar en volver a ver al empleado entrar en la habitación esta vez trayendo consigo al médico. Anne juntando sus manos entonces agradeció al cielo, reforzando su expectativa de que el señor Blythe podría salvarse, notando así cuán favorable era que Marilla le hubiese enseñado a orar.
El doctor les pidió así de favor que abandonaran la sala para poder atender con tranquilidad al paciente pero éste solicitó en medio de su debilidad que únicamente le permitieran quedarse a Marilla, y tanto el médico como ella misma, se mostraron de acuerdo.
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Una vez abajo, en tanto la señora Lynde se reunía con su esposo para que le contara los pormenores de cómo había sido su travesía nocturna de ida y vuelta buscando al Doctor, Anne prefirió retirarse a la cocina a dejar las charolas y también porque allí, esquivo como andaba, le había visto pasar a Gilbert. Quería conversar con él.
-¡Hey niña! ¿Vas a la cocina?- la robusta mujer con todo, como si tuviese ojos en la espalda y una mística intuición de censura, le consultó.
-¿Sí?- no muy segura Anne por pura educación contestó, ya harta de estar bajo sus órdenes y agazapados escrutinios
-Bien, llévate entonces estas tazas de aquí también- le pidió de tal forma entregándole unos pocillos vacíos de café que yacían sobre la mesa de la sala y de inmediato sin prestarle más atención, volvió a centrarse en sus asuntos, por suerte para ella... Suerte, porque lo único que le faltaba a la Sra. Lynde para volverse a sus ojos más fastidiosa era andar ejerciendo de chaperona tras sus pasos, para luego ir a contarle en informe detallado sobre su comportamiento a Marilla. No obstante, todos esos pensamientos se le borraron de repente al verlo a Gilbert con la cabeza y el brazo apoyados en una de las estanterías de la cocina, a punto de llorar si es que ya no lo estaba haciendo.
-Gil...- profirió en tono de preocupación y con cautela a su vez porque no quería incomodarlo. Él no la miró pero sí le compartió lo que estaba pensando.
-Tengo miedo de lo que de lo que diga el Doctor, de lo que pueda pasar...-
-Todo va a estar bien- le dijo ella para calmarlo, convencida con esa fe renovada que le inculcaran sus tutores –Tu papá de a poco se repondrá, ya lo verás- y con la espontaneidad que le caracterizaba sumada a lo mucho que él le importaba, se acercó a abrazarlo, con lo que logró romper su aparente frialdad. Gilbert que no se lo esperaba a decir verdad, se vio sorprendido por su repentina acción más no dudó en refugiarse en su consuelo, agradeciéndole de corazón por estar allí.
El abrazo fue largo y emotivo, y aparte de tranquilizador fue también una reconciliación de amistad que se consolidó entre las sentidas lágrimas de ambos; las contenidas y temerosas de él que Anne percibió (agradeciendo su confianza) cayendo sobre su cuello, y las de compasión suyas al imaginar la preocupación que debía sentirse al encontrarse en una situación igual con los seres que amaba, empatía que intentó trasmitirle al acariciarle la espalda.
-Calma... no estás solo, estamos contigo- le susurró al oído al tiempo que él en retribución la abrazaba más fuerte.
Aquel hermoso gesto duró unos cuantos minutos hasta que al escuchar sonido de pasos en el piso de arriba y a la vez rumores de pláticas que se acercaban, ambos saliendo de su ensimismamiento y sabiendo además que era lo indicado, tuvieron que interrumpirse.
-Gilbert cariño, el Doctor tiene noticias positivas... quiere hablar contigo- dijo la Sra. Lynde ingresando justo entonces y al alcanzar a ver los rostros de sorpresa (o mejor dicho de sobresalto de ambos al ser descubiertos casi in fraganti), los observó por igual durante unos segundos con censura.
-Gracias por avisarme- expresó con todo él con un movimiento de cabeza y sin darle pie para sacar conclusiones, se retiró enseguida al encuentro del médico y de lo que tenía que decirle. Y Anne al contrario, tocándole quedarse bajo la supervisión de aquella cotilla dama, tuvo que bajar la vista y disimular la incomodidad.
-Bueno y tú pequeña, ¡andando!, ahora ayúdame a preparar café y algún bocadillo para brindarle al Doctor en agradecimiento por venir de tan lejos- la confianzuda señora profirió así su enésima orden esa noche en tanto se acercaba hacia la estufa y a ella aún con desgano, no le quedó más que aceptar colaborar.
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-Le agradecemos mucho por su visita Doctor, es usted de verdad un ángel, mire que venir de madrugada. No cualquiera lo haría- expresó la Sra. Lynde luego, al tiempo que se encargaba junto a todos los presentes, de despedir al médico en la puerta de la casa.
-Yo me encargaré así como le traje, de llevarlo a casa Doctor- ofreció a su vez el Sr. Lynde y bajando un tanto la voz, cuidando a su vez de que el joven dueño de casa no escuchara lo que iba a comentar, agregó – Y concuerdo totalmente con lo que dice mi mujer. Usted salvo esta noche un alma de la muerte-
-No se preocupen, es mi deber como profesional de la salud el acudir al llamado de mis pacientes si me necesitan- indicó el anciano médico –Pero por mi parte también yo también debo agradecerles por cuidar tan bien al Sr. Blythe. Hicieron realmente un excelente trabajo. No dudo que siguiendo sus cuidados caseros y con las respectivas medicinas que indiqué podamos ver cambios favorables en él con el pasar de los meses-
-¡Rachel, ese es tu logro!- alabó entonces el Sr. Lynde a su esposa
-¡Oh, muchas gracias!- profirió la mujer moviendo la mano en aparente modestia pero sin ocultar una gran sonrisa que mostraba lo orgullosa que se sentía de sí misma y de que sus trucos medicinales hubiesen dado excelentes resultados.
-Así es- reconoció sin complicaciones el Doctor, quien era el mismo que había atendido a Minnie May la noche en que se le presentara el problema –Y supe que las cosas irían bien desde el principio, en cuanto vi que tenían de ayudante también aquí a la jovencita pelirroja, que es muy lista- agregó además, y Anne que se había quedado un poco más atrás conversando con el empleado de la granja y Gilbert, sonrió de inmediato al escuchar su nombre.
-Eso es cierto- opinó Gilbert por su parte interviniendo en la conversación con voz alta y fuerte mientras la contemplaba y aparte añadió para ellos -...Y no solo le ayudó a mi padre sino también a mí...- con lo que le hizo a ella al instante sonrojar. El empleado de tal forma pidió disculpas, comprendiendo que había entre ellos mucho por decirse y los dejó solos.
Anne que no había tenido mucho tiempo para platicar a profundidad con él debido a la constante presencia de los demás alrededor, así como por toda la preocupación sumado además a su comportamiento últimamente esquivo que la cohibía, se animó a reiterarle palabras de aliento.
-Te dije que todo estaría bien. Nunca perdí la fe-
Gilbert sonrió y asintió en agradecimiento
-Muchas gracias por venir Anne, no sé qué habría hecho sin ti- le confesó –...Antes de que llegaran Marilla y tú estaba a punto de caer en la desesperación-
Anne como buena amiga por sobre todas las cosas, se atrevió a tomarle la mano en un gesto reconfortante.
-No es nada, para eso estamos... los amigos- le hizo ver, y mencionando esto ambos se perdieron durante unos instantes en la mirada del otro, hasta que él recordando de repente algo, cambió su expresión de embeleso por una de seriedad.
-Me encargaré de que todos regresen a casa con la debida seguridad...- profirió cambiando el tema -La verdad es que considerando las horas que son, me asombra que se hayan aventurado a venir las tres solas hasta aquí sin pedirle a Matthew que las acompañara... o a tu Jerry- como quien quería comentar algo sin mucha importancia, al final soltó
-Alguien tenía que quedarse en Green Gables y Marilla decidió sin miramientos que fuese Matthew- Anne sin captarlo a la primera, expresó, más enseguida las mejillas volvieron a encendérsele con mayor tonalidad de rubor –...Y él no es "mi Jerry", qué dices. Las cosas no son del modo que tú imaginas- refutó respecto a sus celos –Será el Jerry de Diana- acotó al final encogiéndose de hombros, porque aquello sí era cierto. Pero antes de que Gilbert pudiera pedir una explicación a fondo sobre aquello, como notó de repente se volvía su intención, se apresuró a aproximarse a Marilla ni bien verla bajar.
-¡Marilla, ¿cómo sigue el Sr. John?!- preguntó
-Mucho mejor, gracias al cielo- expresó la buena mujer con visible rastro de cansancio, alivio y de variadas emociones en la cara –El sueño lo venció poco después de que tomara las medicinas y por ahora duerme plácidamente, pero por favor, necesita de alguien que le cuide de cabecera...- les contó a los dos y aparte sugirió
-Yo lo haré con mayor ahínco, no se preocupe. Muchísimas gracias por todo Sra. Marilla- dijo Gilbert terminando de acercarse también –De verdad, jamás podré alcanzar a expresarles en palabras todo lo que ha significado para mí lo que han hecho hoy por nosotros-
-No es nada, solo lo que buenos amigos harían por otros amigos- Marilla como buena instructora de Anne, recalcó y con el brazo que tenía libre, porque con el otro tenía rodeada a Anne, abrazó también al muchacho.
Para entonces ya estaba clareando el día y no mucho después todos se retiraron, pero no sin antes ponerse a las órdenes en caso de que los Blythe volviesen a necesitar ayuda.
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Ya en Green Gables mientras Marilla tomaba el desayuno en la cocina junto a una trasnochada Anne tal como ella, ambas tuvieron tiempo para conversar un poco sobre lo acontecido, luego de contarle previamente por supuesto a Matthew los detalles más importantes y habiéndose éste ya ido a ejecutar sus labores cotidianas.
-Marilla, ¿Por qué nunca me contaste que John Blythe era tu gran y trágico amor?- Anne sintiendo que no tenía nada que perder se aventuró a consultar, y su madre adoptiva tuvo que sopesarlo un momento mientras tomaba un sorbo de su café antes de contestar.
-...Porqué hay cosas que se llevan en el corazón y que duelen aún con el pasar de los años, siendo por eso preferible ni siquiera mencionarlas...- concretó y Anne entendiendo que el tema aun cuando ya había sido tratado no por eso dejaba de ser delicado, prefirió como prudente niña no continuar indagando, y por ello no esperó que fuera la misma Marilla quien al cabo de unos minutos volviera con mayor naturalidad a retomarlo, esta vez ella misma queriendo preguntar algo al respecto.
-Me ha pedido él que no deje de ir a verlo. Me lo ha rogado de favor- le contó primero, dejándose ver como una adolescente nerviosa y Anne enseguida dejó la tostada que estaba comiendo en el plato para sonreírle, imaginando con ternura por primera vez el cómo había sido ella en su juventud -... ¿Qué debo hacer?... Yo en estas cosas a estas alturas... de seguro hablarán de mí- Marilla preocupada a punto de querer comerse las uñas agregó
-Bueno pues... yo no poseeré todavía experiencia en el asunto pero creo firmemente que de tener un gran amor y habiendo podido reencontrarlo después de superar muchos obstáculos en la vida, no dudaría en arriesgar todo por él- Olvidándose de que no era de buena educación hablar con la boca llena, la simpática chica pelirroja después de darle un mordisco a su comida, opinó, y Marilla luego de analizar su comentario durante unos instantes, le agradeció el consejo.
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Continuará...
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