Capítulo III


Gilbert recolectó un balde con algunas de las mejores manzanas de su cosecha y lo llevó a Green Gables.

Iba silbando de camino feliz mientras contemplaba en el cielo los últimos rayos del sol de la tarde que se mezclaban en tonalidades de ambarinas y violetas, pensando y planeando algunas frases que podría decirle a Anne para impresionarla. Armado ya de un valor profundo dentro de su pecho para invitarla a salir. Más cuando divisó la bonita casona antigua, ya faltando poco para llegar, experimentó una profunda puñalada de desilusión al verla a ella de lo más contenta sentada encima de la cerca, conversando amenamente con el famoso francés que trabajaba en su granja, el cual se encontraba en ese rato alimentando al caballo que conducía la carreta con algunas legumbres, previo a movilizarla para el pueblo, según intuyó.

Por unos instantes estuvo a punto de hacerle caso a su orgullo, dar media vuelta y regresarse, más su dignidad le pidió que continuara y concluyera la misión que allí había ido a realizar, por lo que con paso firme y decidido continuó caminando y llegado el punto se les presentó con seriedad a ambos, sorprendiéndolos.

-... ¿Y en serio esa es una costumbre en tu casa en las fiestas?- le consultaba Anne en ese rato al alto muchacho moreno, entretenida

-Afigmativo, todos los años. Paga Navidag, hay una fiegsta en la cual se greune toda mi familia. En totag más de cincuenta pegsonas- afirmó el chico

-Señores, buenas tardes- saludó Gilbert entonces, sobresaltándolos, puesto que la carreta enfrente de ellos les había impedido notar con anticipación su aproximación.

-¡Gilbert!- Anne exclamó lívida y de inmediato descendió del cerco, procurando al tiempo arreglarse el vestido, como toda señorita presentable siempre debía estar -...Pero cómo... ¿Qué... qué estás haciendo aquí?- y con una vocecita de repente demasiado aguda de los nervios, preguntó. Algo que él muy bien percibió aunque aquello no obstante no disminuyó su enojo.

-Vine a traerles un obsequio en retribución por tu ayuda con mis libros. Es de parte mía y de mi padre- con formalidad le explicó

-No te hubieras molestado- expresó ella, en tanto Jerry se dedicaba a lo suyo, haciendo un rápido conteo de los productos agrícolas que llevaba a vender en la carreta a las tiendas de la ciudad.

-No es ninguna molestia- aclaró Gilbert y sin querer profundizar en el asunto intentó cumplir pronto con su misión –Ahora si me permites, se lo llevaré a la Sra. Marilla-

-No hace fagta, si quiege yo puedo llevaglo- ofreció el chico alto

-No, lo haré yo mismo- declaró tajante sin embargo Gilbert y en cuanto Jerry encogiéndose de hombros para Anne, le abrió la cerca para que pudiera pasar, parco se encaminó hacia la entrada de la casa.

-¡Gilbert, espérame!- se apresuró Anne para ir tras él, más sin esperarla Gilbert no detuvo su andar y únicamente con quien volvió a hablar fue con Marilla, cuando ésta llevada por la curiosidad de las voces que escuchaba afuera, se asomó a la puerta a observar que pasaba

-¡Gilbert!- se asombró así de verlo -¡Qué sorpresa tenerte por aquí de nuevo!-

-Buenas noches Sra. Marilla- saludó él –Vine a traerles este presente de parte de mi padre y parte mía. Son las manzanas de nuestra reciente cosecha-

-¡Oh por Dios, muchísimas gracias! Es un hermoso detalle- exclamó Marilla impresionada por el gesto sin esperárselo y a él le pareció notar un ligero sonrojo cubriendo de repente sus angulosas mejillas en cuanto le pidió de favor si podía ayudarle a llevarlas a la cocina. Se percató una vez allí de que parecía observar anonadada en todo momento el balde, sin embargo no le prestó a aquello la debida atención pues en ese momento Anne a su lado se encargó de agradecerle también expresando una suma amabilidad que rayaba casi en la teatralidad.

-Es verdad como dice Marilla, es un muy útil y lindo detalle. Muchas gracias Gil- le dijo esperando que se centrara en verla, más él no queriendo contemplar sus brillantes ojos, su cautivadora sonrisa ni los gestos que le hacía, sabiendo que luego no podría sacársela de la mente, sintiendo un hondo resentimiento a causa de los mortificadores celos, prefirió retirarse.

-Bueno, era sólo eso, si me disculpan debo regresar, que pasen una buena noche- excusó, esquivando cualquier contacto e intercambio de palabras con ella en tanto caminaba hacia la salida

-Ya sé. Hornearé un delicioso pie de manzanas y nueces, postre que se me da muy bien, y se los enviaré como retribución por el regalo- opinó entonces Marilla decidida y de muy buen ánimo, como pocas veces, siguiéndolo hasta el umbral de la puerta –Y se los haré llegar con Anne- añadió. Él por todo, sólo asintió con una afable sonrisa y luego levantándose un poco la gorra a modo de despedida, dio media vuelta y emprendió su partida. Más la chica pelirroja enseguida le siguió los pasos, preocupada de acompañarlo por cordialidad hasta la cerca.

-¡Gil espérame!- tuvo que apresurarse para alcanzarlo –La verdad es que tu repentina visitó nos tomó por sorpresa a todos pero no hay problema, puedes visitarnos seguido, es más cuando tú quieras...y si me avisas con anticipación ¡hasta será mucho más genial!...- con su acostumbrada elocuencia y alegría ella profirió, aunque él procuró en todo momento no mirarla de frente, esmerándose en mantenerse distante.

-Sí, de esa forma estará bien. Adiós Anne- fue lo único que expresó al respecto y luego se apresuró a alcanzar la valla que todavía estaba abierta con Jerry por allí. Logrando dejarla con su fría actitud atrás.

-Adiós Gilbert-apenas logró escucharle con su vocecita llevada por el viento y supo que de cierta forma ella también se había resentido con su actitud.

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Esa noche Anne, sin saber que había hecho mal para ganarse ese modo de actuar tan indiferente de Gilbert para con ella, subió a su habitación poco después del asunto de las manzanas y lanzándose en su cama, lloró largamente.

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Continuará...

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