Capitulo 3

En los días que siguieron al incidente en la piscina, me encontré atrapado en un remolino de pensamientos sobre Taehyung. Cada momento juntos se repetía en mi cabeza una y otra vez, como si quisiera asegurarse de que no olvidará ni el más mínimo detalle. No podía evitar sonreír al recordar la expresión nerviosa en su rostro cuando lo saqué del agua, o cómo sus mejillas se sonrojaron ligeramente bajo el sol.

Pero eso solo fue la primera fase, después mi mente empezó a jugar sucio. Taehyung aparecía en mis recuerdos, Taehyung y su ropa mojada, Taehyung y las curvas de su cuerpo, mis manos sosteniendo su pequeña cintura, su pecho elevándose por su acelerada respiración, su pecho de nuevo.

Una afiebrada ola me invadió, y lo supe. No era solo que me gustaba Taehyung, también estaba empezando a desearlo de distintas y para nada inocentes maneras.

Mi mano se deslizó por mis pantalones y se perdió junto a mi mente y recuerdo fresco y bastante sucio.

Me acaricie frenéticamente, con los instintos a flor de piel.

Con el aroma del omega prendido en mi memoria.

La liberación fue abrumadora, y me dejó un éxtasis que nunca antes había experimentado.

Mi vista se nubló y me sentí mareado, pero una sonrisa tonta se instaló en mi cara. Miraba el techo, confundido pero con una extraña felicidad y buen ánimo.

Me rendí ante lo pesado de mis párpados y cuando tuve conciencia de nuevo, sentí miedo. Me duche rápidamente e intenté no pensar demasiado en lo que acababa de hacer, luego una serie de gritos se escuchó en la sala.

El aroma del jabón de pino se aferraba a mi piel mientras salía del baño, pero fue el sonido de las voces elevadas en el pasillo lo que realmente me sacó de mis pensamientos. Me detuve en seco al escuchar la discusión que provenía de la sala de estar.

—¡No puedes simplemente ignorar lo que pasó! —gritaba mi madre, su voz cargada de frustración y disgusto.

—¡Pero mamá, es su culpa! ¡Es un omega el lo provocó! —respondió mi hermano, su tono lleno de resentimiento.

Avancé con cautela, mis ojos se abrieron de par en par al escuchar las palabras que seguían, como cuchillos cortando el aire. Mi hermano admitió haber dejado embarazado a un omega, y en lugar de asumir su responsabilidad, él y mi madre intentaban justificar sus acciones con argumentos tan arcaicos como repugnantes.

Mi pecho se apretó con indignación mientras las palabras  despectivas llenaban la habitación. ¿Cómo podían pensar así? ¿Cómo podían culpar a una omega inocente por una situación en la que claramente eran dos los responsables?

Entonces, las palabras de mi madre cortaron el aire como un látigo.

—No puedo permitir que nazca. No puedo soportar la idea de que sea un omega —dijo, su voz temblando con miedo y aversión hacia la mera posibilidad.

Horrorizado, me cubrí la boca con las manos, mis ojos se abrieron con incredulidad ante la crueldad de sus palabras. ¿Cómo podía mi propia madre desear el mal a un ser inocente incluso antes de que naciera, simplemente por el miedo irracional a su posible condición de omega?

El peso de la ira y la desesperación se asentó en mis hombros mientras luchaba por procesar lo que acababa de escuchar


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